(Home page)
Julio 2012

Simposio Tupak Katari en el Siglo XXI: El poder, sus límites y sus contradicciones

Christian Jiménez Kanahuaty
PUKARA

Básicamente parto de tres ideas. La primera de ellas es que este proceso no es para nada gratuito, ni está hecho por manos político partidarias, que han entrado en competición electoral para ganar un escaño en el gobierno, sino que todo lo que se vive en estos momentos es el resultado de la aparición de una historia subterránea. Pero no sólo es la puesta en escena de una historia un poco invisibilizada y segregada de la historia oficial, es también la historia de sus luchas, guerras y exclusiones: es la historia del pueblo aymara y quechua, sí, pero también de su identidad, de la construcción de esas identidades y de la ocupación del territorio, por un lado, y cómo el territorio llega a constituirse no sólo en una cuestión de ocupación del poder sino de límite con el poder.

Y me explico: lo que nos deja Tupaj Katari y luego las movilizaciones del 2000, 2001, 2002, en adelante, es cómo el territorio está fragmentado a partir de identidades colectivas que pugnan por un poder territorial que se expresa en el uso indiscriminado de las instituciones estatales; pero también se compone ese poder «oficial» de una serie de argumentos que legitiman su autoridad. De ese modo la autodeterminación, por definirse a sí mismas como una nación, que pueda gobernarse a sí misma, queda como una posibilidad clausurada y restringida. Y creo que ese es el gran debate ahora, ¿no? ¿Cómo gobernarnos a nosotros mismos sin la mediación de un partido político? Sin la mediación de un líder que no responde a las bases, sino que responde a una ideología liberal, en el entendido que es representante, se siente representante bajo el paraguas de una democracia, que si bien la usa para lograr ciertos objetivos, era justamente aquello contra lo cual se empezó a luchar.

La democracia había quedado insuficiente para canalizar las demandas de las naciones y de los pueblos, se buscaba a mediados del 2005 una nueva institucionalidad que no fuera el Estado, por ello se recuperó el ideario de Tupaj Katari, por eso se pensó en reterritorializar el territorio que la colonia había destrozado, por eso también empezamos a buscar nuevas formas de articulación que construyeran líneas de acción ya no desde arriba, sino desde abajo, desde las calles, comunidades y asambleas.

La segunda idea es justamente ésta de la democracia. ¿Qué relación tiene la democracia con las revueltas y las revoluciones indígenas? Me parece que ninguna. O ninguna en el sentido de que la democracia es como un gran organismo que convierte las revoluciones en el oxígeno que necesita para sobrevivir en el tiempo. La democracia representativa, cuasi participativa, que vive Bolivia ahora, a partir de la promulgación de la Constitución Política del Estado, Constitución que responde al contexto de la Asamblea Constituyente, pero que a través de todos aquellos episodios de intervención, traición y escape, terminó de la forma en que terminó, y genera una Constitución ya no constituyente, sino parla- mentarizada, dado que fue el Parlamento el sujeto político que la terminó de «enmendar» y promulgar.

Bueno, bajo ese pasado, la Constitución que hoy funciona en Bolivia tiene la gran capacidad de articular ciertos mecanismos para asfixiar las organizaciones sociales y con ellas cortar mecanismos de democracia participativa, directa como las asambleas, los cabildos, la deliberación, la politización inclusive, porque se ha llegado a un momento donde, gracias a la democracia, se despolitiza el movimiento indígena, se despolitizan ciertas organizaciones, bajo una ideología que supuestamente es la del cambio.

Pero se despolitiza porque pierden su capacidad crítica y sus líderes terminan funcionando dentro del aparato estatal ya sea como funcionarios o como «enlaces» entre la organización a la cual representan y el partido político que les da estatus y un nuevo horizonte (en términos de carrera política). Eso no quiere decir que la despolitización de las organizaciones sea total, lo que hay es que esas organizaciones se encargan cada vez de temas sectoriales y su participación en la arena de la política nacional queda restringida. Aparece solamente en los momentos de la campaña político electoral, en el aniversario del Estado Plurinacional o en los actos conmemorativos nacionales, lo cual significa que toda la fuerza de las organizaciones sociales se ha cosificado y se ha convertido en un símbolo de lo que fue.

Entonces, me parece que ahí está también otro nudo de conflicto bajo los auspicios del paraguas de la democracia. La democracia permite repensar el país, pero repensar el país bajo ciertos esquemas, que no son justamente los paradigmas propuestos el 2000 o los propuestos por Tupaj Katari, sino los paradigmas de una democracia que se remoza a sí misma y se anquilosa en el intento de convertirse en algo mejor y anquilosa por dos razones.

La primera, porque echa mano de viejas prácticas clientelares y prebendales propias de... digamos, de los gobiernos de derecha; y la segunda, que no entiende la relación entre el movimiento indígena y naturaleza y tierra territorio. ¿Por qué? Porque básicamente, bajo el paraguas de la democracia, una vez más, su proyecto de desarrollo del país termina siendo extractivista, monoproductor, lo mismo que antes. Me refiero claro está, al proyecto no de las naciones y pueblos indígenas, sino que hablo fundamentalmente del modelo de desarrollo del gobierno de turno, el gobierno del MAS (Movimiento Al Socialismo) está haciendo el juego capitalista de la forma más oportuna posible en este contexto. Usa las reglas de juego de la democracia para ratificar un proyecto civilizatorio que es justamente el proyecto que contradice la forma de vida y los deseos y expectativas de las naciones indígenas a las cuales postula representar y organizar. Es entonces, que en el paraguas de la democracia ellos usan ciertos mecanismos para avalar sus decisiones, esa es una idea que debe quedar muy claro en cada uno de nosotros.

Entonces, todas las luchas, la acumulación de fuerzas, la acumulación de identidades y de capacidades de transformación en el escenario político y territorial, ha quedado inconcluso con la subida del gobierno del MAS. Es así. Básicamente por las razones que anotaba. Pero, hay una tercera, que es justamente la instrumentalización del discurso. Cuando el partido político MAS entra en las campañas del 2002 primero y luego en la del 2005, hace uso de un discurso que ya venía construyéndose a partir de las revueltas de Katari, y que es recuperado a partir de la década del 60, 70, finales de los 80.

Pero, ¿por qué hace eso? Básicamente porque se sabe que para existir como partido de gobierno y ampliar su representación, tenía que ampliar su discurso. Si ustedes recuerdan el discurso del MAS, en las primeras campañas, era un discurso antiglobalización y anti plan Colombia... que en nuestro país se tradujo en el Plan de Coca Cero. Sí, claro, tenía que ver con la soberanía y generar un debate contra el ALCA y contra la injerencia norteamericana en la política. Uno de los pilares del accionar político e ideológico del MAS en sus primeros años, cuando aún era Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (IPSP) era la defensa de la hoja de coca y su cultivo; por ello no es casual el día del acullico, porque ese tipo de reivindicación responde a su esencia más dura del partido de gobierno. Esa es su identidad y su símbolo.

Pero hace uso de un discurso que no es propio y por lo tanto, no lo reconoce y que no lo va a llevar hasta sus últimas consecuencias. Hace uso de ese discurso para ganar adeptos, para ganar una población indígena que necesitaba un cambio, necesitaba un líder propio y es cuando se sienten seducidos por este discurso, que es esgrimido por Evo Morales en ese momento. Pero que sin embargo, en las movilizaciones del año 2000, 2001 y 2002 había sido claramente construido y articulado por Felipe Quispe. Lo que falla a Quispe es la radicalidad con la que esgrime su política. A Morales le favorece su flexibilidad, su aparente hostilidad, pero su capacidad de sentarse a negociar y retroceder en sus demandas. Sus demandas ya no son maximalistas como las de Quispe, que van del «todo o nada», las demandas de Morales se convierten en divisibles: «puedo tener todo, pero también la mitad o un poco más, depende». Y es así como Morales ya no sólo se muestra como flexible sino que políticamente es capaz de unir dos tipos de discursos: el antiglobalizador con el étnico reivindicativo. Así, una de ellas termina pesando más en su accionar porque una de ellas es sólo prestada, sustraída digamos mejor; y la otra es su razón de ser.

Entonces, cuando uno hace un uso instrumental de un discurso ajeno, obviamente está falseando la realidad y se está traicionando a sí mismo y por lo tanto sus prácticas, inconscientemente, van a rebatir todo lo que está diciendo en el discurso. Por eso la retórica, de todos estos últimos siete años, contradice totalmente sus acciones, se habla mucho de la despatriarcalización, de la descolonización, se habla permanentemente de la re-territorialización, pero no se hace carne, no se efectúan políticas públicas ni desde abajo, ni desde arriba, como para transformar todo aquello, sigue siendo sólo un discurso con el cual mantenerse en el poder. Es como una muletilla porque no tiene más de dónde agarrarse y me parece que ése es el límite del movimiento indígena. Ya no es ¿cómo tomar el poder? Sino ¿cómo es la relación de ser organizaciones, ser movimientos sociales y entrar en el Gobierno y construir Estado? Porque entrar en el gobierno, es tomar el poder. Y si estás en el gobierno y no estás detentando el poder es que algo está funcionando mal o algo no estás haciendo bien.

Entonces, ahí está uno de los límites, pero también es una de las grandes virtudes. Porque ahí está la ruptura capaz de generar autonomía de acción, pensamiento propio y capacidad ideológica de generar escenarios futuros, no sólo de conflicto, sino de transformación de la realidad institucional, sí, pero también del tejido social, de las organizaciones vecinales, campesinas, de las asambleas, de sindicatos, mancomunidades inclusive a nivel municipal. ¿Por qué? Porque el micro territorio, el espacio pequeño, donde se reproduce la vida de las organizaciones sociales, si bien está porosamente permeado por el discurso gubernamental, es capaz de separarse de éste y decidir su propio camino.

Es el espacio donde se reconstruye el tejido que se rompe en los momentos de conflicto. En este espacio territorial, la vida se organiza en razón de las demandas pequeñas y se piensa en satisfacerlas, una vez satisfechas se vuelve a pensar en el ámbito nacional. No se puede pensar lo nacional si en lo micro estás soportando una serie de necesidades. Es en ese espacio micro cuando las organizaciones evalúan su permanencia o no en el gobierno, su acercamiento o distancia.

No es tan rápido ni tan claro, pero hay varias ideas que se barajan y varias experiencias que hacen preguntar ¿qué va a pasar después? En ese límite, donde el poder aún no se ha difuminado todavía, está la frontera desde la cual todo podrá volver a empezar. En esa frontera se encuentra la tendencia de ¿qué es lo que sucederá en los años que vienen?

Creo que lo que pasó con el gasolinazo, lo del TIPNIS, y los otros momentos como Caranavi, marcan esa ruptura y creo que hay que entender esa ruptura en varias dimensiones. Primera en términos de identidad ideológica: organizaciones indígenas y gobierno ya no son lo mismo, como se pensaba en algún momento: el gobierno de los movimientos sociales es una falacia. Es una mentira atroz, no existe, nunca existió y nunca existirá, al menos no con este gobierno. Dado que este gobierno ha terminado por beneficiar, y el caso del TIPNIS así lo demuestra, a un sector de las organizaciones sociales. Ese sector es el de los campesinos, sobre todo los campesinos productores de hoja de coca.

Las organizaciones indígenas, principalmente, las de Tierras Bajas, han quedado fuera de su proyecto de gobierno. Y las de Tierras Altas, tras las resoluciones de la Cumbre Por la Madre Tierra en Tiquipaya y el fracaso en Cancún, además de acciones particulares, quedan sólo como la decoración de fondo que avala el accionar del gobierno. El gobierno no les pertenece, pero ese mismo gobierno los usa para demostrar que es incluyente. Ciertamente hay políticas públicas que se han construido en beneficio del sector indígena, pero la mayoría de esas políticas fueron ratificadas en un primer período, cuando la demanda de cambio, las expectativas y el oleaje transformador demandaba aquello, ahora es el reflujo de las transformaciones, el reformismo.

El segundo momento -o dato- (que está ligado con lo dicho anteriormente) es justamente las contradicciones entre la ley de la Madre tierra y la Constitución. Marcan justamente esa ruptura entre cómo entender una ideología sustentada en la relación hombre naturaleza como uno solo y entender la relación hombre naturaleza como separado, y es fácil. El modelo desarrollista que implanta el gobierno es justamente el segundo. Hombre y naturaleza separados y el hombre hace uso de la naturaleza como si fuese un objeto, positivismo puro y duro. Y eso es lo que les decía hace un rato: las luchas de Katari, las iniciadas el 2000, intentaban e intentaron hacernos ver que ambas cosas están unidas, son una misma cosa y nos constituyen como sujetos políticos y sociales con una identidad determinada y con un proyecto político determinado, pero como ese discurso fue instrumentalizado y transformado ha mutado para que las reglas del juego de la democracia representativa sustentada en partidos políticos puedan aceptarlo sin renegar.

Ahí está la gran, el gran problema de cómo romper de nuevo eso ¿cómo hacernos entender a nosotros mismos, conscientemente -a pesar de nuestro inconsciente- esa contradicción? Debido a que la respuesta a esta pregunta marcará aún todo nuestro futuro y ya no sólo el futuro de este gobierno o del partido de turno, sino de todos. Es una pregunta que tiene cierta trampa. La respuesta está en el aire. La estamos viviendo, y es, pongamos: el gobierno de los movimientos sociales, el gobierno del cambio, esa es la respuesta. Pero les digo que es con trampa, porque cuando uno no destroza los cimientos democrático-liberales la respuesta es funcional al sistema

y termina siendo más o igual de neoliberal que lo que nos ofrecían los gobiernos pasa- dos. Las transformaciones de fondo no han ocurrido. El 21060 no se anula con un Decreto Supremo. Sigue existiendo flexibilización laboral, sigue existiendo libre mercado y contrabando y comercio informal, sigue existiendo precariedad en los servicios básicos y en la educación; tampoco ha mejorado la situación de la renta por la nacionali- zación, que como se ha dicho, ha sido una simple migración de contratos y si hablamos de cómo está dividida política y administrativamente nuestro país, tampoco ha cambiado.

No hay un nuevo mapa, no se han reconocido las continuidades ni los pisos ecológicos. Esa es la respuesta a esa pregunta cuando se la elabora desde el lado de las reformas. Porque hay que decirlo una vez más, no se ha roto con la estructura política dominante de este país. El colonialismo sigue, el patriarcado continúa y lo que ha ocurrido es sólo un recambio de la rosca. Una respuesta real a la pregunta sobre nuestras contradicciones ten- dría que haber sido hecha desde el interior de la Asamblea Constituyente. Pero ya saben cómo nos fue. Ahora con esa misma pregunta tenemos que hacer algo desde el pequeño espacio.

Y claro, uno diría que esa contradicción que nos hace gozar, nos hace sentir parte de algo- ¿quién de nosotros no se sintió emocionado cuando Linera puso la banda presidencial a Morales y este casi rompe a llorar? ¿Cuántos de nosotros no nos hemos peleado con nuestras familias por defender el proceso, por más de que directamente no hayamos estado en el gobierno? ¿Quién no se imaginaba que podía, sí, tocar el cielo con las manos? Y es que ellos mismos nos decían: «Evo soy yo» ¿no? Es decir, todos éramos Evo. Todos éramos el cambio. Todos representaban esas historias subterráneas e invisibilizadas de las que les hablaba al principio.

Pero el goce da tanto placer como el dolor. Si ustedes se dan cuenta, tanto García Linera como todos los que estaban a su alrededor durante, del 2005 hasta el 2008, decían que las movilizaciones habían llegado a su cúspide, generando el gobierno de los movimientos sociales y es totalmente falso. Me parece que se abre otro ciclo de conflictividad a partir de ese momento, bajo sus propias lógicas, bajo sus propias reglas, con una relación bastante perversa, diría yo, entre organizaciones socia- les y gobierno, verbigracia del ministerio de coordinación con los movimientos sociales. Que en la mayoría de las ocasiones ha convocado al diálogo a las organizaciones pero dentro de un guión pre establecido. Cuan- do las organizaciones trataban de establecer sus puntos críticos, el gobierno manifestaba que «ellos» ya tenían una propuesta que sólo debía ser leída y aprobada.

El conflicto no ha terminado, la conflictividad no ha terminado, los muertos siguen apareciendo, eso ¿qué te dice? Te dice básicamente que Bolivia posee una sociedad altamente organizada, una sociedad que ya ha perdido el miedo al levantamiento y a exponer sus demandas en la calle. Pero también te habla de que las organizaciones sociales cada vez se animan más a criticar a quien hasta hace poco pensaban como su aliado, defensor y hacedor. El gobierno hacía lo que las organizaciones mandaban hacer. De nuevo una frase: «Mandar obedeciendo». Esa era la lógica, pongamos, interiorizada en las organizaciones y en el gobierno y exteriorizada en los spots, en las campañas y en las pancartas. Pero eso fue sólo un mito original sobre el cual se han tejido una serie de desencantos y traiciones. Y como ya no es tu aliado ni tu defensor y todo lo que hace lo hace en contradicción a lo que demandas, es cuestión de tiempo para que reclames. Sales a la calle, porque como siempre, no tienes nada que perder.

Entonces ese giro de separación les ayuda a tener autonomía y pensar su situación desde otro lugar. Esa separación les ayuda a ver las cosas desde lejos, desde su verdadera dimensión y es ahí cuando seguirán encontrando todos esos quiebres y fisuras desde donde la organización social y los movimientos sociales saldrán una vez más a las calles, a los caminos, porque el trabajo de la transformación estatal no está concluido, ha sufrido, solamente, un serio retraso.

El tercer dato, que de alguna manera muestra el gasolinazo. La gente no necesitó de un líder para organizarse, se organizaban por barrios, por juntas de vecinos, por asociaciones, por grupos de amigos, eso te dice una cosa, que los líderes han perdido legitimidad y los líderes como siempre, buscan la cúspide de la ola de conflicto para desde ahí enarbolar su figura y constituirse como representantes de un movimiento. Ahora la gente ya no cree en ellos, el líder está en todos, todos deciden y todos acatan. Eso es un cambio importante y eso es también una tendencia que no sólo es nacional, sino internacional. Lo vemos en España, en Argentina, en Estados Unidos y en los países árabes. Eso es algo que tenemos que tener en cuenta.

Ahora algo que también se une a lo anterior es el rol de las mujeres en las movilizaciones. Porque si ustedes revisan cada una de las movilizaciones del 2000 a esta parte, las grandes protagonistas han sido las mujeres; la vanguardia, si ustedes quieren. Si ven la movilización de El Alto, eran las mujeres las que iban adelante, en la Guerra del Agua lo mismo, entonces son las más traicionadas, por- que por más de que existan bonos, la cuestión social no se ha resuelto. La franja entre ricos y pobres se ha ensanchado. No existe un censo agrícola, ni un censo poblacional, que serían los instrumentos con los cuales podríamos ver en manos de quién está la tierra, quienes la manejan, la producen, los mecanismos de subsistencia y las concentraciones poblacionales tanto en oriente como en occidente.

Esas respuestas no las tenemos, y tampoco tenemos muchos datos sobre abortos, discriminación y acceso a la educación o el trato que existe a las mujeres trabajadoras del hogar o en el caso de las mujeres que se encuentran encarceladas. Esas cosas, pongamos, que es la política de acciones y regulaciones pequeñas aún nos falta por cubrir. Y sí, todo eso tiene que ver, porque uno de los pilares que ha esgrimido este gobierno ha sido la recuperación de derechos de la mujer y despatriarcalizar las instituciones y eso implica también despatriarcalizar la justifica y el régimen penitenciario.

Entonces, y con esto termino, me parece que las luchas en vez de terminar están empezando, pero están empezando al interior de las propias organizaciones y es algo que quizás ya se vivió en décadas pasadas, pero ahora -como le tocó en su tiempo a la vieja izquierda- nos toca repensar un gobierno de indígenas para indígenas, con indígenas.

Pero con el antecedente del presente, que no es un fracaso, el miedo era U De Pizar el proceso y creo que algo de eso ha pasado, sin querer queriendo diría, debido a que el mismo proceso se ha traicionado, se ha hecho auto complot, porque no logró entender sus propias lógicas del juego. Y me parece que las luchas ahora tienen que ver más con la autodeterminación y con el logro de ocupar espacios territoriales de nuevo para la deliberación. Eso, ¿qué quiere decir? Que de nuevo el escenario barrial, el de las calles, sigue siendo el de la política, la política me pare- ce que ya no está... me refiero a la política que construye escenarios, que construye futuro ya no está en el gobierno, ya no está en la Asamblea Legislativa Plurinacional, sino de nuevo en las calles, el Tipnis es eso, el gasolinazo fue eso, Caranavi también lo fue en su momento.

Y creo que habría que leer esos tres momentos no como la culminación agorera de Evo Morales y su gabinete, sino como el germen de su culminación. Han sido años complicados, que hasta ahora se pueden revelar un poco mejor y en cierto modo, también esa revelación de las fisuras responde a un proceso de acumulación, no sé si acumulación de insatisfacciones o de incumplimientos, pero insatisfacciones al fin. Y ya se sabe que cuando la insatisfacción es sostenida ni la crisis ni el conflicto es casualidad. Y finalmente, la tendencia, ¿se han dado cuenta? es que el Gobierno es el mayor productor de conflictos. Las políticas públicas en vez de solucionarlos los ensanchan.

Los conflictos que produce el gobierno con su accionar, son en cierto modo tan agudos como aquellos que hereda y eso nos tiene que decir algo de lo que el movimiento indígena e indianista debe hacer si es que de verdad quiere llegar al poder o sólo ser una oposición discursiva de aquí en más; ya saben, el conflicto puede ser una oportunidad de cambio drástico o una manera fácil de detenernos en el tiempo. Ahora, al parecer, el horizonte de cambio, de nueva cuenta se encuentra en el terreno de las organizaciones indígenas y en el área urbana. Lo que suma, entonces, no es silencio.

Gracias.

PUKARA Junio 2012 Qollasuyu Bolivia
An?o 6 Nu?mero 70. p. 9
http://www.periodicopukara.com/archivos/pukara-70.pdf








(Volver a página inicial)