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Marzo 2012

Transgénicos en Chiapas*

Emanuel Gómez

A partir de enero del 2012, el sistema de tiendas de abasto rural Diconsa pretende distribuir 45 mil toneladas de maíz importado de Sudáfrica en todo el territorio de Chiapas, con especial atención en los 28 municipios con el menor índice de desarrollo humano (periódico Cuarto Poder, 8/12/2011, portada), lo que es una evidencia de la crisis alimentaria en México, si recordamos que Chiapas es el primer productor de maíz del sureste y el tercero del país.

El problema de pobreza alimentaria, lejos de resolverse con esta medida, se profundizará a mediano y largo plazo, pues Sudáfrica es el noveno productor de organismos genéticamente modificados (transgénicos) del mundo, según la propia industria del ramo (agrobiomexico.org). La posibilidad de que el maíz importado sea transgénico es muy alta, y la amenaza a la salud, el ambiente y la economía regional es real. Veamos.

La introducción de maíz sospechoso de ser transgénico, por su origen en Sudáfrica, pone en riesgo de contaminación genética de 15 a 20 razas de maíz nativo presentes en Chiapas de un total de 59 razas que hay en el país, algunas de ellas con cientos, incluso miles de años de adaptación al medio ambiente, por lo que son un patrimonio biológico y cultural invaluable, que ha permitido la continuidad histórica de los pueblos de origen maya y zoque-olmeca y que son parte de las estrategias campesinas de adaptación a los cambios climáticos y económicos.

No sólo los productores de maíz están en riesgo; los apicultores reportan ya la contaminación de embarques de miel certificada orgánica por presencia de polen de maíz transgénico recolectada por las abejas. El hecho de que gran parte del maíz de Chiapas se distribuya en la Península de Yucatán y la falta de un régimen especial de protección al maíz ante la amenaza de los transgénicos ponen en riesgo real el sistema de producción de miel.

Otros sistemas productivos también están amenazados por erosión genética derivada de transgénicos en Chiapas: los productores de café orgánico rechazan la distribución de la variedad robusta que promueve AMSA, filial de Nestlé, empresa que tiene en proceso con la Secretaría de Agricultura la patente de una semilla transgénica para producir café soluble. Además en 2011 se autorizaron 12 mil hectáreas de soya transgénica para los municipios Acacoyagua, Acapetahua, Cacahoatán, Escuintla, Frontera Hidalgo, Huehuetán, Huixtla, Mazatán, Metapa, Suchiapa, Suchiate, Tapachula, Tuxtla Chico, Tuxtla Gutiérrez, Tuzantán, Villa Comaltitlán y Villaflores. (www.cibiogem. gob.mx/OGMs/Paginas/Permisos.aspx).

Sudáfrica no sólo es país productor de semillas transgénicas de maíz, trigo, algodón, soya y sorgo, sino que incluso es un paraíso fiscal para las empresas del ramo, por permitirse la importación de transgénicos de otros países para su posterior distribución en África, y ahora en México, tal como lo denunciaron Amigos de la Tierra Uruguay y el Centro Africano para la Bioseguridad de Sudáfrica en 2003, por la importación de maíz transgénico procedente de Uruguay: la carga de maíz transgénico incluía cuatro variedades –MON810, T25, Bt11 y Bt176– de las cuales sólo MON810 había sido aprobada para su uso comercial en Uruguay, aunque su aprobación data de junio de 2003.

Para frenar la introducción de maíz sospechoso de ser transgénico por provenir de Sudáfrica, los productores de Chiapas habrán de rechazar este maíz importado por Diconsa, o si la crisis de producción es muy alta aceptarlo pero no destinarlo para el consumo humano, pues está probado que los transgénicos generan resistencia a ciertos antibióticos. La ley federal de Bioseguridad no incluye obligaciones de vigilancia fitogenética de las importaciones de granos básicos, por lo que cada año entran miles de toneladas de cultivos procedentes de los países que más transgénicos siembran en el mundo: maíz, trigo y arroz de Estados Unidos, soya de Argentina y ahora maíz de Sudáfrica.

Los gobiernos federal y estatal tienen responsabilidad en la pérdida de la soberanía alimentaria, de las capacidades productivas del sector rural, de la erosión genética de las semillas nativas, patrimonio biocultural de los pueblos indígenas y campesinos, regalo de México, para el mundo. Responsables por omisión, por no escuchar la demanda de los productores por declarar todo México como centro de origen del maíz y otros cultivos, y en vez de promover el reconocimiento a los campesinos como custodios de la diversidad agro-biológica, se acepta sin problemas la importación de maíz de Sudáfrica y su distribución en Chiapas.

Chiapas no necesita este maíz sospechoso de ser transgénico; lo que se necesita es reconocer el trabajo campesino de hombres, mujeres y niños que, sin perseguir un ingreso económico, cada año seleccionan el maíz por color, tamaño, dureza y raza.U n reconocimiento al trabajo de las mujeres y hombres de maíz, que se vea remunerado en sus ingresos económicos, en el medio ambiente de sus territorios, en sus tierras de cultivo.

* Documento consensuado con la Red Maíz Criollo Chiapas, organización integrante de la Campaña Sin Maíz No Hay País

Respetemos al maíz, pide doña Amalia

Doña Amalia Salas Casales, xochimilca de 76 años de edad, representa, como ella misma lo dice, “a la mujer mexicana”, y lo hace en toda su extensión, por su origen campesino e indígena, su apego a la tierra, su activismo y lucha de décadas –primero para sacar adelante a sus diez hijos y luego para defender causas sociales–, pero sobre todo por el cariño que le tiene al maíz.

“El maíz es nuestra vida. Mi abuela murió cuando yo era niña, pero mi abuelo me enseñó a respetar mucho el maíz; cuando se caía, teníamos que juntarlo granito por granito, no debíamos pisarlo porque era sagrado. En noviembre teníamos que ir a cosechar maicito aquí en Xochimilco a la ciénega. Íbamos en canoas, salíamos a las cinco de la mañana en medio de un frío tremendo. Llevábamos un bracero con carbón y ni eso me calentaba. Yo iba nada más a cuidar la canoa. Ellos se metían a pizcar, llegaban con los primeros costales de maíz, los primeros los sacan con todo y hoja, para deshojar para los tamales. Agarré una mazorca, la abrí y empecé a acariciar el cabellito y me hice a la idea que era una muñeca y lo abracé. Mi abuelito me vio y me dijo que me enseñaría a hacer muñecas con hoja de maíz, y así lo hizo después de un tiempo”.

Su habilidad para hacer muñecas de maíz llevó a doña Amalia a participar en 2010 en un evento realizado en el Instituto Smithsoniano, de Washington, como parte de las celebraciones del bicentenario de la Independencia de México. Allí, como parte de un grupo de 135 artesanos y músicos de nuestro país, expuso sus muñecas hechas de hojas, olotes y cabellos de maíz, y mostró cómo se hacen las tortillas, cómo se pone el nixtamal. Lo único que la entristeció fue que los visitantes, a aunque querían, tenían prohibido probar la comida expuesta, “pues así lo dicen las leyes de Estados Unidos”.

A los 40 años de edad, en un mismo año doña Amalia quedó viuda y murieron sus padres y su suegra. “Entonces, dedicada siempre a mis hijos, queriéndolos sacar adelante, que tuvieran una carrera, le aumentaba yo a los tlaxcales (gorditas de maíz) para que fueran una fuente más rica de alimento; a ese elote que estaba aguadito todavía (entre tierno y maduro) le agregaba avena, amaranto, ajonjolí, huevo y canela molida, y entonces ya con eso era un alimento muy nutritivo. Era para el desayuno y el itacate para la escuela”.

Desde entonces y a la fecha ella ha ideado una serie de platillos con maíz y con otros alimentos que la naturaleza provee –como el Huyxopantlaxcalli, que es una tortilla de huevo con hierbas silvestres del verdor, como xocoyoles, vinagreras, quelites, lechuguilla, amaranto, hoja santa y más, preparados con aceite de oliva, avena, harina y ajonjolí–, y a partir de que el gobierno de Carlos Salinas expropió tierras ejidales de Xochimilco, para construir el mercado, el parque ecológico y el embarcadero de Cuemanco, ella se involucró también en varias luchas sociales.

“Cuando nos expropiaron el ejido, lo que yo quería era defender nuestra madre tierra; me preguntaba qué voy a hacer para mis diez hijos, y para mis nietos (que hoy suman 19 más 14 bisnietos). Entonces participé en actividades de los 500 años de resistencia, anduve con Marcos en Chiapas, viajé a muchos lugares, y me di cuenta allí del valor tan grande que tenemos en México, pues en todas las comunidades respetan al maíz, no sólo nosotros los nahuas, también los otomís, los rarámuris, y lo mismo ocurre con el amaranto”.

Y es que el maíz “es el primer alimento para nosotros. Es muy sagrado. Con el maíz se hace atole, pinole, tamales, muchas cosas. Aunque no haya más, el maíz nunca debe faltar”.

También participa activamente en la lucha por la identidad de los pueblos y barrios indígenas, por defender la gastronomía tradicional, por el libre acceso a los centros ceremoniales indígenas, por los derechos de los campesinos, por la preservación del agua, además de promover activamente la lectura… Eso, además de atender su venta de planta de flores en Cuemanco y dar sanaciones y limpias a las personas por medio del uso de flores. Una de sus hijas, Rosalinda, y su nieta Ariedna, son sus herederas en el conocimiento artesanal de las muñecas de maíz.

A doña Amalia le preocupa la forma de vida actual –el desdén de algunos hacia lo tradicional, y hacia la tierra como proveedora de alimentos; el avance de la comida chatarra y las enfermedades asociadas; la cultura del desperdicio; y la apatía ante problemas sociales como la deforestación y la creciente carencia de agua–, y le preocupa el avance de tecnologías como la transgenia. Ella acudió en fechas recientes a un evento en Guadalajara, donde estuvieron representantes de Monsanto, y los encaró para defender a los maíces nativos. “Les dije que el maicito cuida a los niños de los aires, y su cabellito se toma como té y sirve para aliviar los riñones. Les dije que la tecnología no sirve de nada cuando se presentan catástrofes como la del tsunami en Japón” (Lourdes Edith Rudiño).

http://www.jornada.unam.mx/2012/01/21/cam-chiapas.html
FOTO: Lourdes E. Rudiño







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