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Febrero 2012

A 36 años del último Golpe de Estado en la Argentina: el recuerdo del pasado que apunta al porvenir

Hernán Fair 1
Resumen

El siguiente ensayo realiza un repaso crítico que conmemora el trigésimo sexto aniversario del último Golpe de Estado en la Argentina. En ese marco, se interroga críticamente acerca de la significación sociocultural y política que adquiere la búsqueda de los principios de Memoria, Verdad y Justicia, que han acompañado la lucha contra el Régimen cívico-militar desde el 24 de marzo de 1976, a partir de su vinculación dialéctica con la temporalidad referida al pasado, el presente y el futuro.

El 24 de marzo de 1976 comenzaba a escribirse en la Argentina la página más nefasta de nuestra corta historia nacional. Algunas veces, como en esta oportunidad, las palabras no alcanzan para explicar el funesto episodio que se inició hace poco más de tres décadas y media. De todos modos, intentaré hacerlo a continuación con este breve ensayo conmemoratorio. La idea, básicamente, consiste en interrogarse críticamente, a modo de apuntes, en algunas de las significaciones socioculturales y políticas que adquiere la búsqueda de los principios de Memoria, Verdad y Justicia, principios que han acompañado la lucha contra el Régimen cívico-militar desde el 24 de marzo de 1976. A su vez, me propongo señalar algunas vinculaciones entre estos significantes y la temporalidad referida al pasado, el presente y el futuro de nuestro país.

Para empezar, debemos decir que el llamado Proceso de Reorganización Nacional (PRN), que buscaba emular al Proceso de Organización Nacional, fue la más trágica, feroz y sangrienta Dictadura cívico-militar que hayamos vivido como argentinos. El secuestro, la tortura, asesinato o "desaparición" sistemática de miles y miles de ciudadanos por el sólo hecho de que pensaban, sentían y/o vivían diferente a la llamada moral "Occidental y Cristiana" (Barros, 2002) y la escandalosa apropiación de los hijos de los "desaparecidos" por parte de los criminales genocidas, son sólo algunos ejemplos que resumen la perversidad que vivió la Argentina durante el trágico período comprendido entre marzo de 1976 y diciembre de 1983.

Pero no sólo se secuestró, se torturó (a veces, incluso, se violó salvajemente), se asesinó, o se hizo "desaparecer" a miles de hombres y mujeres que tenían y defendían ideas políticas diferentes o contrarias a la moral dominante, o simplemente eran conocidos de militantes sociales que luchaban por un mundo más justo e igualitario (es decir, conocidos y amigos de aquellos que hacían política, en su sentido positivo vinculado a la búsqueda de un proyecto colectivo tendiente a la transformación radical de las condiciones socioeconómicas y culturales vigentes 2), sino que, además, se inició, en el plano específicamente socioeconómico, el lento ocaso del proceso de ciudadanización y democratización social que había desarrollado trabajosamente el peronismo en la posguerra (Fair, 2008).

A partir de entonces, vale la pena también recordarlo, comenzó realmente la verdadera decadencia nacional: la aplicación sistemática de un conjunto de políticas económicas excluyentes y segregativas que concentraron el ingreso y centralizaron el capital en unas pocas grandes empresas, mientras se destruía a las pequeñas y medianas industrias nacionales y se incrementaba la brecha social con los trabajadores asalariados (Azpiazu, Basualdo y Khavisse, 1989; Azpiazu y Basualdo, 1990, entre muchos otros). Son las mismas políticas excluyentes que endeudaron descomunalmente al país de una forma tal que condicionarían la previsión de cualquier futuro como un país serio y responsable que pudiera desarrollarse con equidad y justicia social. Me estoy refiriendo a las políticas antidemocráticas y segmentarias del "ajuste" permanente, las políticas económicas neoliberales, que se profundizaron en los años ´90 y terminaron por estallar tras el vergonzoso "corralito" y el posterior "Argentinazo" de diciembre de 2001 3 (Basualdo, 2006).

Como decía, resulta imposible resumir en tan pocas líneas lo acontecido en esos trágicos años que vivió la Argentina en manos del fatídico y perverso Régimen cívico-militar. Decimos régimen cívico, ya que lejos estuvo la llamada sociedad civil de permanecer ajena completamente a lo que sucedía. Por el contrario, gran parte de la sociedad terminó siendo cómplice de lo que se definía (y algunos continúan definiendo) como una "guerra" interna. Frases nefastas como "por algo será" o "algo habrán hecho" para que a los ciudadanos (léase "terroristas") los hicieran "desaparecer", eran moneda corriente en esos años oscuros del "Proceso".

Pero además, no debemos olvidar también la fenomenal trama de complicidades y apoyos de empresarios, jueces, abogados, dirigentes políticos, sindicalistas, miembros de la Iglesia, periodistas, editores y dueños de los medios masivos de comunicación (entre ellos, los del diario "Clarín" y "La Nación", quienes, al igual que muchos de los grupos empresariales más concentrados, hicieron grandes negociados con la Dictadura, al mismo tiempo que se secuestraba, torturaba y asesinaba a miles de inocentes4).

Finalmente, en un plano de responsabilidad menor, debemos recordar el respaldo político por parte de amplios sectores de la población que, con tal de acceder a un principio de Orden y paz social, frente al trágico período de violencia política y lucha armada previo a 1976 (Barros, 2002), callaron, aprobaron, o miraron pasivamente para otro lado, mientras se secuestraba, se asesinaba o se hacía "desaparecer" a miles de personas que pensaban o sentían de una forma contraria a los "valores" reaccionarios y autoritarios impuestos desde el Régimen dictatorial.

¿Qué se puede hacer hoy en día frente a la feroz masacre que vivió nuestro país en esos años? ¿Qué posición tomar frente a este tipo de acontecimientos tan importantes, y a la vez tan delicados, del pasado reciente? Se puede, como una primera opción, tomar la opción rápida de intentar olvidar y "reconciliarse", de dejar de lado los conflictos y antagonismos del pasado, antagonismos que sólo "nos dividen", y "unirse" en "paz" y "fraternidad" entre todos los argentinos. Es lo que se intentó hacer durante el menemismo, que durante 1989 y 1990 firmó el indulto que garantizó la impunidad a los principales encargados del Golpe, la Junta Militar, que había sido condenada durante el gobierno de Alfonsín por los crímenes de Terrorismo de Estado (Acuña y Smulovitz, 1995). En ese entonces, junto a la valerosa crítica de muchos, vastos sectores sociales apoyaron ese "perdón" presidencial.

Pero esa opción noventista de la impunidad es sólo la salida fácil y cómoda, la salida negadora de la realidad y de la historia. La realidad, así como la historia, no está para ser negada, sino para ser recordada. Pero, podrán decirnos, ¿por qué habría que recordar lo que ya es un hecho del pasado? ¿No se dice habitualmente que "lo pasado, pisado"? En ese sentido, ¿por qué no es mejor "reconciliarnos", dejar de lado y olvidar ya lo que aconteció en aquel tan lejano pasado de "crispación" y violencia que tanto nos molesta?

En primer lugar, no podemos olvidar ni "reconciliarnos", porque el pasado, en realidad, nunca es pasado. Al menos, nunca es sólo pasado. El pasado es siempre presente. La historia forma parte de nosotros mismos, ya sea que se lo piense de forma individual o social, por lo que no podemos borrarla. Constituye, en todo caso, lo que denominamos nuestra identidad. Es decir, que representa algo inherente a nosotros mismos, lo que implica que su borramiento sólo puede ser un olvido temporario y renegador de su existencia. Pero más allá de este punto, ¿es realmente justo que las familias de los hombres, mujeres, jóvenes, chicos y chicas que fueron secuestrados, torturados, violados, asesinados impunemente, olviden ahora lo ocurrido porque han transcurrido más de tres décadas y media?
¿Acaso los familiares, amigos o conocidos que murieron en los campos de concentración de Auschwitz se refieren a la necesidad de olvidar el pasado y "seguir para adelante" como si nada hubiese acontecido? ¿Acaso lo hacen aquellos que pudieron sobrevivir a la carnicería humana de las cámaras de gas? Nunca he escuchado eso de parte de los familiares directos o de los propios involucrados que milagrosamente lograron escapar de semejante masacre colectiva y se propusieron escribir libros, dictar conferencias, charlas, entrevistas, contar incansablemente lo ocurrido a sus hijos, nietos, amigos, desconocidos. No por nada, además, uno de los lemas éticos básicos del judaísmo es "Justicia, justicia perseguirás".

Decía recién que el pasado es también presente. Sin embargo, la identidad, al igual que la historia, no es algo fijo e inmutable, sino que es producto de un largo proceso de construcción colectiva que se encuentra en permanente e indefinida disputa hegemónica5. ¿Qué significa esto? Creo que un ejemplo reciente puede ayudar a comprender lo que pretendo expresar: hace un tiempo, Jorge "el Tigre" Acosta, el ex represor del principal centro de concentración del Régimen dictatorial, la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), se refirió, en relación a lo acontecido en nuestro país durante el período 1976-1983, a que uno de los grandes problemas del Proceso, que aterrorizó al país en esos fatídicos años, había sido "dejar gente viva" (http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-142327-2010-03-19.html).

¡Dejar gente viva! ¿Qué significa esta afirmación? ¿Cómo explicar estas impunes y salvajes declaraciones para todos aquellos que defendemos firmemente la democracia y los Derechos Humanos? Faltan realmente los calificativos para referirse a la masacre colectiva que perpetraron los militares genocidas durante esa vergonzosa etapa que vivió la Argentina hace tan sólo tres décadas y media. Lo que sí está claro es que la historia sirve para esto: anteriormente señalé que el recuerdo del pasado sirve para recordar que la historia es también presente. Ahora queda claro, espero que así sea, que la memoria y el recuerdo del pasado sirven también para explicar que la historia sólo debe ser entendida como un pasado en un sentido muy estricto y limitado (como uno puede decir, por ejemplo, que todo es historia, ya que es algo que ya pasó en el tiempo). Sería un peligroso error afirmar que la historia es sólo pasado, incluso limitarla solamente a su función tendiente a entender el presente.

La historia no es ni sólo pasado, ni sólo presente. La historia apunta, más que nada, y sobre todo, al futuro, al porvenir, esto es, al por-venir. En otras palabras, la historia y el pasado, como la memoria, se dirigen al futuro. La historia llama y apunta hacia el futuro. Si el recuerdo y revisión de la historia, si lo acontecido durante el nefasto período que vivimos entre 1976 y 1983, es olvidado, corremos el serio y latente riesgo de que pueda volver a repetirse en un futuro, ya sea en un futuro cercano o lejano.

Tenemos el ejemplo, en ese sentido, del reciente Golpe de Estado en Honduras. El esfuerzo de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, junto con algunos de los presidentes progresistas de la región, para que el Golpe no quedara impune, apunta a eso. Apunta a no olvidar la tragedia que pasó, a no dejarlo en el mero pasado que se olvida para no recordarlo. En cambio, los que perpetraron el atroz genocidio colectivo durante el Régimen cívico-militar, los que desde el Estado, que debería ser el encargado de integrar socialmente las demandas insatisfechas del Pueblo y defender y promover la defensa irrenunciable de los Derechos Humanos, secuestraron, torturaron, asesinaron, se apropiaron cobardemente de los bebés de aquellos militantes sociales que mataron, o bien contaron con la aquiescencia de quienes fueron cómplices directos o colaboraron desde su posición con el llamado Proceso, apuntan precisamente a lo contrario. Apuntan a que la historia no sea más que pasado, y que el presente se inserte nuevamente en una historia olvidada que ya no vale la pena rememorar.

Es por eso que debemos recordar, aunque sea doloroso. Así como podemos y debemos recordar el fallecimiento de familiares y amigos, así como recordamos diversos hechos dolorosos de nuestra vida, ya que forman parte de nuestra identidad personal, debemos recordar y procesar lo que nos pasó como sociedad para no volver a repetirlo.

La frase que logró resumir más cabalmente el significado político del histórico juicio a las Juntas militares de diciembre de 1985 era "Nunca más". Parecen dos palabras simples que no merecen ningún tipo de comentario. Sin embargo, la frase "Nunca más" significa no volver a cometer jamás los mismos errores que, favorecidos por el discurso oficial y la manipulación de la información llevada a cabo por los medios masivos, muchos ciudadanos realizaron al apoyar de forma explícita o implícita la caída del gobierno de María Estela Martínez de Perón (Isabelita), sentando las bases para el trágico Golpe cívico-militar del ´76. Es el Nunca más como expresión moral que busca no repetir el error de aquellos sectores de la sociedad que, conscientes o no de lo que estaba sucediendo, festejaron masivamente la obtención del mundial de fútbol de 1978, mientras muy cerca del estadio del club River Plate, en la sede de la ESMA, se torturaba y asesinaba a cientos de personas.

El Nunca Más es también el deber de no repetir aquella triste imagen de una sociedad que, en gran medida, vitoreó al General Leopoldo Fortunato Galtieri cuando invadió las Islas Malvinas en abril de 1982, y luego, incentivada por la propaganda oficial y mediática, asistió de forma masiva a la Plaza de Mayo para apoyar al Régimen militar, para luego arrepentirse y avergonzarse.

Pero, sobre todo, más importante que el recuerdo del respaldo o la tolerancia colectiva, que no puede ser atribuido sólo a una concepción social autoritaria o antidemocrática del conjunto de aquellos que respaldaron el Golpe (O´Donnell, 1984), el Nunca más es el deseo y la necesidad de no olvidar nunca las perversas torturas de inocentes y el secuestro y asesinato sistemático desde el Estado de miles de ciudadanos que luchaban por construir una sociedad más justa e igualitaria. Es el Nunca más a las trágicas "desapariciones" de miles de personas a las que no se ha podido ni siquiera brindar un entierro digno, y también a la vergonzosa apropiación ilegal de cientos de bebés inocentes por parte de los criminales genocidas.

Pero, al mismo tiempo, es también, para los que creen que la lógica dictatorial ya no tiene asidero en la actualidad, la memoria y el pedido de Nunca más para casos como los de Jorge Julio López y Luciano Arruga que, "desaparecidos" en plena democracia, son buscados de forma desesperada por sus familiares y amigos, o los más recientes y vergonzosos casos de represión policial y de asesinatos de militantes sociales y populares en diversas regiones de nuestro querido país.

Finalmente, creo que es importante recordarlo, ya que muchas veces se lo deja a un lado en los análisis que rememoran el tema, el recuerdo del 24 de marzo representa también la defensa de la Memoria, Verdad y Justicia y la exigencia imperativa del Nunca más a los vergonzosos economistas, políticos y empresarios inescrupulosos que, desde el inicio del Golpe, asistieron desde el poder político, económico, o bien desde su capital cultural, a promover y aplicar políticas socioeconómicas neoliberales que contribuyeron a fundir al país, que lo endeudaron de a miles de millones de dólares, que destruyeron gran parte del desarrollo industrial que se remontaba a la posguerra, que sentaron las bases para que en los años ´90 se terminaran de destruir las políticas benefactoras e incluyentes del peronismo. Son los que, a la postre, generaron un verdadero genocidio socioeconómico que dejó como saldo millones de pobres, indigentes, desocupados y marginados del sistema, mientras unos pocos empresarios inescrupulosos se llenaban de plata con negociados sucios en campos como la valorización financiera o las privatizaciones de las empresas públicas.

Nunca más, entonces, a los militares torturadores, asesinos y apropiadores de bebés indefensos. Nunca más a los Videla, a los Massera, a los Suárez Mason, a los Etchecolatz, a los Astiz, a los Bussi, a los Patti, a los "Tigre" Acosta. Y Nunca más también a los Martínez de Hoz, que sólo favorecieron con sus políticas económicas anti-democráticas y excluyentes a la elite empresarial y promovieron un régimen socioeconómico perverso y excluyente que destruyó la posibilidad de generar un desarrollo sostenido como Nación y hambreó al Pueblo argentino.

Nunca más, en tanto deseo y deber ético-político de restauración de la Justicia, la Verdad y la Memoria, a los Alemann, a los Cavallo, a los Roque Fernández, a los Machinea, a los López Murphy, que continuaron la misma lógica perversa y contraria a los Derechos Humanos de la Dictadura del ´76 por la vía "democrática" (Basualdo, 2001).

Nunca más también a los Menem, a los De la Rúa, a los Duhalde, promotores "políticos" de un régimen excluyente y desintegrador. Y, sin que pueda atribuírseles a cada uno de ellos un grado de responsabilidad similar, podemos decir también, en tanto contribuyen o contribuyeron a generar una sociedad contraria a los valores de la democracia y el respeto de los Derechos Humanos, el Nunca más ético-político es contra aquellos dirigentes y comunicadores sociales que apoyaron desde su poder mediático al Golpe del ´76 y al modelo socioeconómico y cultural del menemismo, o bien apoyan ahora políticas neo-fascistas a favor de la "mano dura" y la represión o exclusión social: A los Grondona, a los Nestaudt, a los Grupo Clarín, a los Cecilia Pando, que nada han hecho nunca por la defensa de los Derechos Humanos y nada hacen ahora por fortalecer una democracia integrada e igualitaria que recupere la búsqueda de los principios imperativos de Verdad, Justicia y Memoria.

Nunca más a la aplicación de las políticas neoliberales de hambre y exclusión que generaron en nuestro país más del 50% de la población por debajo de la línea de pobreza, y que seguimos escuchando, increíblemente, su respaldo por parte de la nueva derecha "democrática" y de no pocos dirigentes, economistas y periodistas o editores de los grandes medios concentrados que se dicen "democráticos" e "independientes".

Nunca más también al fatídico respaldo hacia elementos asociados a lo peor del pasado, como la Ley de Radiodifusión de la Dictadura, que fuera sancionada por decreto por el último Régimen militar en 1980 con el objetivo de acallar las voces críticas al poder hegemónico y ha sido apoyada por muchos políticos, empresarios y empleados de los medios masivos ultra-antikirchneristas, aquellos que, nuevamente, se dicen "democráticos" o se presentan como actuando "Desde el llano", de forma "independiente", o a favor de la "gente".

Además, si pretendemos vivir en una sociedad realmente democrática y plural, una sociedad libre, igualitaria, tolerante y pacífica, en la que el derecho constitucional y humano a la vida, al trabajo, a la no discriminación y a un salario digno, sean respetados como tales, debemos exigir Nunca más al retorno a los valores autoritarios con resabios de la Dictadura que, de la mano de la nueva derecha neomenemista, ahora retornan con la idea de eliminar del espacio público a los pobres, para gobernar para los ricos.

Nuevamente, sin plantear un juicio legal ni equiparar responsabilidades con los responsables directos del genocidio dictatorial de los años ´70 (lo que nos retrotraería a una nueva versión de la "teoría de los dos demonios"), debemos exclamar nuestro Nunca más ético-político, en ese sentido, a personajes nefastos como Jorge "Fino" Palacios y Ciro James, que nombró el "democrático" Jefe de Gobierno Mauricio Macri como funcionarios de su Gobierno. Y decir y expresar también Nunca más al método, también "democrático", de limpiar de pobres a la Ciudad de Buenos Aires mediante la aplicación de pistolas Tasser, método policial que rememora sin mucho esfuerzo a lo peor de la tortura y represión física de las Fuerzas Armadas de la época de la Dictadura.

En ese marco, el Nunca más se opone y rechaza firmemente a los sectores conservadores que, en alianza con el discurso reaccionario de los genocidas y sus familiares y amigos, exigen "memoria completa" o "derechos humanos para todos", para justificar la masacre realizada durante el Régimen cívico-militar, o para exigir la aplicación de medidas represivas antidemocráticas, al tiempo que intentan "salvarse" de donde deberían estar: presos en una cárcel común, cumpliendo su justa condena por los crímenes aberrantes que han cometido.

Pero además, en esta misma línea plenamente a favor del cumplimiento de la Constitución Nacional y los Derechos Humanos universales, el Nunca más es también a las ideas neoliberales y antidemocráticas del "ajuste" permanente, nefastas políticas económicas pro-empresariales que sólo los paga con hambre y sangre el Pueblo trabajador.

En ese marco, el Nunca más, en tanto exclamación ético-política en defensa de la igualdad, la memoria, la justicia y la democracia, se dirige a aquellos dirigentes que, a pesar del reiterado fracaso argentino y mundial de las políticas socioeconómicas segregativas y excluyentes del neoliberalismo, promueven reprivatizar empresas públicas (como lo ha afirmado el propio Macri con Aerolíneas Argentinas), realizar "ajustes" sobre la inversión pública y social, reducir impuestos de forma regresiva o bajar las retenciones a la exportación, para terminar desfinanciando al Estado y perjudicando la dignidad y el derecho constitucional y humano al trabajo y a un salario digno de los trabajadores, al tiempo que favorecen y privilegian, como siempre, los múltiples negociados de los grupos económicos empresariales más concentrados.

En la Argentina, la experiencia de la vergonzosa reducción de salarios y jubilaciones llevada a cabo por la Alianza durante el 2001, el intento de hacer lo propio con nuestra querida Universidad pública ese mismo año, y la confiscación de los ahorros de los argentinos del "Corralito" y posterior default y devaluación con pesificación asimétrica de la moneda, debería servir también como ejemplo para tener memoria del pasado y exigir con fuerza Nunca Más!

No obstante, como es posible observar en la actualidad en países como Grecia, España, Italia y Portugal, por no decir gran parte del resto de Europa, la misma lógica perversa de las políticas neoliberales se replica, en diversos grados y con diversos matices, en otras latitudes. En todos los casos, han emergido protestas sociales multitudinarias y espontáneas en las que el tema siempre es el mismo, los efectos antidemocráticos y la indignación colectiva que genera la aplicación de políticas económicas excluyentes y segregativas que sólo benefician los bolsillos de los grandes empresarios y banqueros y cuyos efectos regresivos siempre terminan aplicándose sobre los sueldos y los diversos beneficios sociolaborales que, con mucho esfuerzo y sacrificio, han logrado conseguir los trabajadores6.

Sólo espero que el Pueblo trabajador, aquellos que siempre pagan los costos de los "ajustes", tome nota pronto de que el llamado neoliberalismo, las políticas económicas neoclásicas u ortodoxas más conocidas como el Consenso de Washington, es un conjunto de políticas públicas, más o menos ordenadas, que han sido constituidas y sólo apuntan a enriquecer a los grandes empresarios, al tiempo que perjudican a la inmensa mayoría de la población, que no puede acceder al supuesto "derrame" de las riquezas de los ricos.

Regresando al objeto principal de este ensayo, la película argentina "El secreto de sus ojos", orgullosa ganadora del premio Oscar a mejor película extranjera durante el año 2010, ha mostrado de forma reciente la importancia crucial que adquiere el imperativo de la memoria y de la búsqueda de un principio de Verdad y Justicia. Porque, es importante recordarlo, no todos los habitantes de nuestra querida Patria apoyaron al fatídico Golpe del ´76. Hubo también muchos ciudadanos y ciudadanas que lucharon dignamente, y con todas sus fuerzas, para que la masacre no se perpetrara. Algunos de ellos, como el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel y varios de los miembros del Centro de Estudios Legales y Sociales, lograron sobrevivir y fueron premiados a nivel internacional por su lucha constante y tenaz.

Algunos otros, entre ellos cientos de científicos, profesores e investigadores que aportaban con sus conocimientos al desarrollo nacional, debieron exiliarse en otros países debido a las amenazas y persecuciones del Régimen militar. Finalmente, en algunos otros casos, como con el periodista y escritor Rodolfo Walsh y el Padre Carlos Mujica, por citar sólo dos casos que recuerdo en este momento, el precio de su honrosa lucha y su coraje por generar un mundo más justo e igualitario lo pagaron con su propia vida.

La misma vida que perdieron miles de argentinos y argentinas que también luchaban por lo que creían era un mundo mejor, un mundo con mayor justicia, igualdad social y solidaridad, que no estuviere basado en la explotación y opresión social del Pueblo y la presencia de privilegios para algunos sectores, en desmedro de los derechos inalienables de la mayoría. Si bien muchos de ellos podían estar (y creo que lo estaban) equivocados en sus métodos de acción, estos ciudadanos que hacían dignamente política para transformar las injusticias de la sociedad, no pueden ser equiparados nunca jamás con la violencia física sistemática y organizada que se inició en toda su magnitud a partir del llamado Proceso, con la aplicación del fatídico "Terrorismo de Estado" tendiente a disciplinar a los sectores populares y terminar con la inédita igualdad económica y social que trabajosamente había logrado establecer el peronismo (Canitrot, 1980; Schvarzer, 1986).

Con el objetivo de terminar con estos amplios e inéditos beneficios sociolaborales para los trabajadores y sectores populares y con su "excesiva" politización y organización social, es que se llevó a cabo, precisamente, el Golpe cívico-militar, y una lógica de disciplinamiento similar se aplicó, con diversos grados y matices, en todo el Cono Sur, a partir del llamado Plan Cóndor.

El Régimen militar no fue, entonces, el resultado de una idea trasnochada de un par de locos sueltos que estaban aburridos y tenían ganas de secuestrar y matar gente, ni tampoco fue realmente una "guerra" contra unos "terroristas" "violentos" e "incivilizados" que ponían en cuestión todo el sistema capitalista.

En realidad, con el inicio del Régimen cívico-militar los sectores dominantes buscaban acabar por todos los medios con lo que ellos mismos entendían era el peligro inminente de la "subversión marxista" (Barros, 2002), que, sobre todo, ponía en jaque y en serio riesgo los enormes intereses económicos de la elite empresarial, así como los valores de jerarquía y disciplinamiento a la autoridad de su clásica tradición conservadora y reaccionaria de extrema derecha (Canitrot, 1980). En ese contexto, para lograr el efectivo disciplinamiento social, para acabar con la enorme organización y la extendida capacidad de movilización y conciencia social de los trabajadores en defensa de sus derechos sociolaborales, había que "dar vuelta la tortilla".

Un verdadero giro de 180 grados era necesario para que los trabajadores asalariados, que en su conjunto habían alcanzado una inédita participación social en el total del ingreso nacional (Basualdo, 2006) y, en el caso de los sectores populares, el logro de una dignidad y respeto como sujetos plenos de derecho y consideración en tanto seres humanos (Martuccelli y Svampa, 1997), volvieran de donde nunca debían haber salido: de la subordinación y el disciplinamiento a la autoridad y la jerarquía reaccionaria y autoritaria, propia de los sectores dominantes. Es por eso que la Dictadura militar, con el respaldo de gran parte de la elite empresarial y de no pocos "civiles", terminó secuestrando, torturando, violando y haciendo "desaparecer" impunemente a miles de personas.

Carentes del consenso social necesario para aplicar las fatídicas reformas neoliberales pro-empresariales, era mediante la fuerza física y la represión violenta la única forma que, en su concepción reaccionaria y antidemocrática de extrema derecha, hallaron los sectores dominantes para terminar con la enorme huella democrática y popular que había legado como herencia el peronismo, con los amplios e inéditos derechos sociales y laborales que habían extendido Eva Duarte y Juan Perón desde la posguerra (corporeizados en la Constitución de 1949) y su formación de un amplio movimiento obrero organizado y homogéneo.

A partir de un 24 de marzo, aunque hace ya 36 años, esa organización homogénea y con acceso a beneficios sociales hasta entonces inéditos (vacaciones, aguinaldo, salarios dignos, trabajo estable, etc.), comenzó a ser fragmentada y reducida, y sus derechos laborales, trabajosamente conseguidos, fueron en su mayoría desmantelados por la fuerza (Villarreal, 1985).

Tras la catastrófica derrota de la Guerra de Malvinas de 1982, sumado a la profunda crisis socioeconómica provocada por las políticas monetaristas de la Dictadura, a fines de 1983 asumió Raúl Alfonsín (1983-1989) como presidente democráticamente electo. El dirigente del radicalismo, como muchos recuerdan, construyó su discurso y su accionar contra el pasado de autoritarismo del período anterior (Aboy Carlés, 2001). En ese marco, se propuso juzgar a los máximos encargados de la masacre genocida del Régimen dictatorial.

Es decir, que durante este período, no sin algunos importantes retrocesos posteriores, se buscó recuperar la Memoria del pasado y la búsqueda de Verdad y Justicia. En ese contexto se inscribe el histórico Juicio a las Juntas militares de diciembre de 1985 (Acuña y Smulovitz, 1995). Sin embargo, en la década siguiente, todo lo avanzado en materia de Derechos Humanos y concientización social volvió a retroceder.

Si bien a los sectores dominantes ya no les fue posible volver a perpetrar un Golpe cívico-militar, como ya lo habían hecho en reiteradas oportunidades desde 1930 en adelante, continuaron lo realizado por la Dictadura en el campo socioeconómico por la vía "democrática". Es decir, que lo que había sucedido durante el Régimen militar del ´76, sentó las bases para lo que acontecería y se profundizaría unos años después. Aquello que no lograron terminar por la vía de la represión física, esa idea fatídica de que "Achicar el Estado es agrandar la Nación" (Barros, 2002), lo hicieron, de este modo, por la vía del "consenso" durante el menemismo (1989-1999) y luego en el delarruismo (1999-2001) (Basualdo, 2001).

Su consecuencia fue un país que se decía "democrático", pero con una democracia formal y limitada al voto libre y el respeto a la ganancia extraordinaria de unos pocos sectores privilegiados. Una "democracia" que, con los escandalosos indultos de Menem y el posterior silencio cómplice de De la Rúa, buscaba olvidar todos los avances que había logrado el peronismo en el campo sociolaboral desde su llegada al poder en la inmediata posguerra y la lucha a favor de una sociedad con Verdad, Memoria y Justicia, como la que había intentado realizar, con más o menos aciertos (véanse sus límites en las Leyes de Punto Final y Obediencia Debida), el gobierno de Raúl Alfonsín.

Podemos decir, entonces, para resumir, que a partir del Golpe del 24 de marzo de 1976 se inició en la Argentina un proceso profundamente antidemocrático de destrucción de la ciudadanía económica y social, y que este proceso de desciudadanización social, con su consecuencia derivada de una mayor y mejor acumulación de riqueza para una pequeña porción concentrada de la sociedad y una exclusión social simultánea de la mayoría del Pueblo, se terminó de profundizar en el transcurso de los "democráticos" años ´90, hasta estallar en los trágicos episodios del 2001 y la "democrática" represión popular por parte del gobierno de Fernando de la Rúa.

En el 2003, con la asunción presidencial de Néstor Kirchner, la defensa de la Memoria y la búsqueda universal de Verdad y Justicia, junto con el intento de terminar con las nefastas políticas neoliberales iniciadas en 1976 y profundizadas en los ´90, se colocó nuevamente en primer plano (Montero, 2009). Aquellos sectores sociales que durante décadas habían luchado por recuperar a sus hijos o nietos "desaparecidos", volvían ahora a un fundamental primer plano que les fuera negado. Me estoy refiriendo a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Las mismas que durante el Proceso eran acusadas por el poder político y mediático de ser las "locas" de Plaza de Mayo. ¡Vaya ejemplo de locura quienes, al igual que muchas otras víctimas del Régimen dictatorial, buscaban un principio básico de Memoria, Justicia y Verdad para sus familiares o amigos secuestrados, torturados, asesinados y "desaparecidos"!

Pasada la vergonzosa política de indulto y "reconciliación nacional" de Menem del período 1989-1990 (Acuña y Smulovitz, 1995), volvió a escena, entonces, el tema de la memoria y de la búsqueda incansable de verdad y justicia por todo lo vivido. Una justicia que ya no piensa a la historia como un pasado pisado que debe olvidarse, como lo hizo el menemismo y ahora buscan hacerlo nuevamente los militares genocidas y todos aquellos que piden "olvidar el pasado" (el propio dirigente del peronismo conservador Eduardo Duhalde ha insistido de forma reciente en la necesidad de "olvidar el pasado" y "perdonar" a los militares encargados de la masacre de la Dictadura, a partir de la propuesta de realizar un plebiscito que busca una amnistía general).

Las Madres, HIJOS y Abuelas de Plaza de Mayo y su lema "Ni olvido ni perdón", Alfonsín y el "Nunca Más" y ahora Néstor y Cristina Kirchner y su política activa a favor del juzgamiento de los criminales de la Dictadura, lo que están haciendo y han hecho en las últimas décadas es tratar de recuperar a la historia como lo que verdaderamente es: como presente y, sobre todo, como pasado que apunta hacia el futuro. O, mejor dicho, como pasado por-venir, como un pasado que, si no es bien recordado y elaborado sin olvidar nunca lo acontecido y sin perdonar a los secuestradores, torturadores, violadores, asesinos y apropiadores de bebés, corre el riesgo latente de ser repetido en el futuro.

Cuando vemos al Presidente de la históricamente golpista Sociedad Rural, Hugo Biolcatti, o al periodista reaccionario Mariano Grondona -que, tras apoyar varios Golpe de Estado, increíblemente continúa con espacio en la televisión nacional y en el diario de centroderecha "La Nación"- bromear sobre si el actual Gobierno podrá concluir su mandato, cuando vemos las declaraciones del "Tigre" Acosta y de otros represores impunes que actualmente son juzgados por sus horrendos crímenes, diciendo que la lucha "antiterrorista" no terminó todavía y que el problema fue "dejar gente viva", cuando escuchamos al ex presidente Carlos Menem y ahora a Eduardo Duhalde, exigiendo olvidar nuestra historia reciente para "reconciliarnos" y "mirar para adelante" (http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-142628-2010-03-25.html), nos damos cuenta de la importancia fundamental que adquiere la búsqueda y recuperación de la Memoria, la Verdad y la Justicia.

La derogación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, memorable medida democratizadora que realizara el actual gobierno kirchnerista iniciado en el 2003, la posibilidad del juzgamiento efectivo de cientos de militares acusados de crímenes de lesa humanidad durante el feroz genocidio militar del Régimen dictatorial, el gesto simbólico de los K de retirar el cuadro del Dictador Videla de la Escuela militar, la creación de un Centro cultural de la Memoria (Haroldo Conti) en el principal centro de "detención" y tortura como era la ESMA, la creación de un feriado conmemorativo el 24 de marzo, el respaldo en persona al régimen democrático de Honduras, son gestos políticos de grandeza que se asemejan a los que han realizado otros países que han logrado recuperar la memoria, la verdad y la justicia, como Alemania y su juicio de Nuremberg, o como lo constituye la creación de museos en memoria del Holocausto y la realización de diversas charlas y marchas de recuerdo sobre lo acontecido en nuestro pasado reciente.

Al recordar lo que nos pasó de forma crítica durante aquel período trágico que vivimos como país durante la última Dictadura cívico-militar (más aún cuando algunos creen todavía, o hacer creer, que en los años ´70 hubo en la Argentina una "guerra interna"), lo que se intenta, principalmente, es no permitir que los que pretenden que lo pasado se repita, puedan hacerlo nuevamente en un futuro. Podemos estar seguros que si la elite empresarial, los medios masivos de comunicación y gran parte de la ciudadanía, apoyan una vez más un nuevo Golpe militar, ese Golpe (si bien no en la modalidad tradicional) es muy posible que pueda repetirse. Para ello sirve, precisamente, la recuperación de la memoria y la búsqueda de la verdad y de una justicia reparadora.

El ejemplo invalorable de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo es fundamental en ese sentido, ya que no buscan, ni nunca buscaron, el "ojo por ojo" y la venganza personal. Nunca exigieron que secuestren, torturen y asesinen a los militares o a sus familiares, o que se apropien de sus hijos, como lo hicieron muchos de ellos sin el más mínimo remordimiento. Como en la película "El secreto de sus ojos", que puede ser vista, quizás, como un alegato en contra de la pena de muerte y a favor de la memoria y la búsqueda de un principio de justicia (en ese caso, negado por la propia "Justicia"), lo que se busca desde hace décadas con los juicios a los militares asesinos es un derecho básico a la verdad de lo acontecido, una recuperación de la memoria para no olvidar y una búsqueda imperiosa de justicia para que Nunca más pueda repetirse esa trágica historia en el futuro.

En el mismo sentido, lo que se ha buscado con la decisión de incorporar en el calendario oficial una fecha simbólica tan importante como es el "Día Nacional de la Memoria, por la Verdad y la Justicia", que se conmemora en la Argentina desde el año 2006, no es faltar a la escuela o al trabajo para descansar, escuchar música, o ver televisión. Se busca recordar y reflexionar sobre los hechos acontecidos en el pasado reciente de nuestro país. Se busca dejar de lado el fatídico "no te metás", el "por algó será", el "algo habrán hecho", que se escuchaba con insistencia en esos trágicos años que significaron la más brutal y perversa Dictadura de la historia argentina.

Se busca no repetir Nunca Más la idea del indulto y la "reconciliación" nacional del menemismo, que ocultaban la vergonzosa impunidad de los militares genocidas de los años ´90, bajo el manto del olvido "pacificador". Se busca, como lo buscan todos aquellos que pidieron, piden y seguirán pidiendo incansablemente el derecho universal a la Justicia, a la Memoria y a la Verdad, recordar por siempre a todos aquellos que han apoyado el Golpe de Estado en diversos grados, o que insisten en que lo sucedido no se recuerde, para poder olvidarlo. Borrar ese período nefasto de nuestra identidad como país, amnistiar el más triste y trágico proceso de nuestra historia como Estado-Nación, sería lo peor que podríamos hacer para referirnos a la historia y al pasado y para poder avanzar en un camino de verdadera construcción democrática y plural hacia el futuro.

Para pensar un ejemplo, es como olvidar que a alguno de nosotros le mataron a un padre, una madre, un hermano, una hermana, un amigo, una amiga, un hijo, una hija, y, sin que el crimen se resuelva, le exigen que se olvide, que debe olvidarse de los asesinos porque ya pasó mucho tiempo y no es bueno que recuerde, tenga memoria y declare (en el caso de los testigos) sobre lo ocurrido ¿Cómo podría ser posible ese olvido de un crimen impune que no pudo acceder a la verdad de lo acontecido y no obtuvo una mínima justicia reparadora y tranquilizadora?

Aunque hemos perdido como argentinos toda una muy valiosa generación de luchadores sociales (es decir, de luchadores y militantes políticos que se organizaban para generar un mundo mejor y más justo) que hoy nos hacen mucha falta para recordar y reconstruir lo pasado, evitar repetir lo vivido y proyectarnos con grandeza hacia el futuro, los crímenes de lesa humanidad, los vergonzosos asesinatos, las torturas y violaciones sistemáticas y las apropiaciones de bebés, afortunadamente son imprescriptibles. Es decir, que nunca pasan a ser cosa ya juzgada, aunque transcurran décadas y hasta siglos del hecho ocurrido. Para eso es que existe un día tan importante como el recuerdo del 24 de marzo y para eso se lo conmemora como el Día nacional de la Memoria, por la Verdad y la Justicia: para tener memoria de lo ocurrido, para buscar la necesaria justicia en el presente y para que el pasado no se precipite en el futuro, recuperando el derecho a una verdadera identidad a partir de lo que nos pasó y que Nunca más pueda siquiera volver a pensarse en que pueda repetirse en el porvenir.

Bibliografía

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Fuentes

Diario Página 12

Notas
  1. Magíster en Ciencia Política y Sociología (FLACSO Argentina), Becario doctoral (CONICET-UBA-UNGS). Docente de la Universidad Nacional de La Matanza (UNLaM). Correo electrónico: herfair@hotmail.com / hernanfair@conicet.gov.ar
  2. La política suele ser vinculada, desde la mayoría de las corrientes liberales, con la lucha por el poder tendiente a la defensa de los intereses meramente particulares o grupales de renta y prestigio. Existe, sin embargo, una definición diferente, que, sin desconocer la presencia realista de relaciones de lucha y poder, entiende a la política como un intento de transformar, mediante el debate colectivo de ideas y programas en pugna, las condiciones de explotación y opresión vigentes. Esta segunda definición de la política, positiva y de raíz democrático-horizontal y crítica, es la que rescatamos de los militantes sociales de los años ´70, si bien somos conscientes de los límites de sus metodologías de acción en extremo antagonistas. Retomando la pertinente crítica de Mouffe (2007) a las corrientes de origen schmittianas, no resulta una mala idea pensar a las ideas y visiones antagónicas dentro de un marco de "agonismo" en el que el antagonismo, si bien no desaparece (lo que resulta imposible), se "sublima" y modera a través de una lógica política de lo político en la que predomina la visión adversarial, en lugar de la clásica distinción schmittiana "Amigo-enemigo", que fuera hegemónica en los años ´70.
  3. He intentado analizar en detalle las falacias de este discurso neoliberal, a partir del caso argentino durante el primer gobierno menemista, en Fair (2009a).
  4. El mayor ejemplo de ello fue el negociado de la empresa "Papel Prensa S.A.", en donde el Estado genocida, en alianza con el entonces diario "Clarín", permitió que este mismo se constituyera, poco después, en el mayor grupo empresarial multimedios del Cono Sur y una de las principales compañías de comunicación del mundo. Acerca de este proceso de asociación político-económica, que incluyó también a los diarios "La Nación" y "La Prensa", véase Borrelli (2008). En cuanto al proceso de concentración oligopólica de la información mediática por parte del Grupo Clarín, puede consultarse Mastrini y Becerra (2006).
  5. Desde la perspectiva posfundacional que seguimos aquí, no existe una esencia o sustancia identitaria. Lo que denominamos "identidad nacional", sólo puede ser efecto de una disputa hegemónica por la construcción de su sentido legítimo. Un análisis reciente de este particular a partir del debate entre el "Nacionalismo sano" y el "Patriotismo republicano", puede hallarse en Fair (2009b).
  6. Qué bueno sería que pudiera reflexionarse en serio acerca de estas políticas económicas excluyentes y sus efectos perversos sobre las economías y sobre las estructuras sociales de los países que aplican sus "recetas". En lugar de pensar que la decadencia de países como el nuestro se debe a la permanencia o profundización de una cultura que "no cumple las reglas" y a la existencia de una "clase política" corrupta e ineficiente, sería muy valioso hacer una lectura más profunda e integral, que diera cuenta del rol crucial que adquiere la aplicación de las políticas públicas ortodoxas que ejerce el Estado y su impacto netamente diferencial en sectores como la elite empresarial, por un lado, y los trabajadores en general, y los sectores populares en particular, por el otro. En esa dirección he intentado analizar en otro lugar lo que definí como las falacias del neoliberalismo (véase Fair, 2009a).








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