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Mayo 2011

La salida al Mar de Bolivia está en manos de Chile

Vicente Huidobro
Chile

Es curioso cómo los hombres se alarman por cualquier cosa. Bolivia pide puerto. ¿Hay algo más lógico? Cualquier país de grandes dimensiones territoriales haría lo mismo puesto en el mismo caso. Nosotros los chilenos, en el caso de los bolivianos, ¿no querríamos tener una salida al mar?

Una vieja ley moral de Oriente enseña que debemos obrar con nuestro prójimo como desearíamos que él obrara con nosotros. De esta ley nació seguramente la nuestra que dice: Ama a tu prójimo como a ti mismo.

Esa vieja moral tiene que contener una gran verdad puesto que perdura a través de los siglos en el corazón de los hombres. Ahora bien, ¿por qué razón no se impone entre los pueblos algo que es tan necesario en las relaciones entre los hombres? ¿Es acaso porque el hombre siente diluido en lo colectivo el sentido de su responsabilidad individual? ¿Y esta dilución le agrada porque en ella oculta y libera a la vez sus malas pasiones?

Es posible que así sea, pero esta actitud es errónea, es torpe y es peligrosa. No se puede condenar a un país a cadena perpetua. La historia nos enseña que esos errores se pagan tarde o temprano. Es nuestro deber aprender la historia y adelantarnos a la hora de las catástrofes.

¿Y por qué razón convertir en enemigos a aquellos que pueden ser nuestros amigos?

En esta enorme América de tan vastos horizontes debe imperar la generosidad y el espíritu de conciliación como una ley, como la más hermosa de las leyes. En nuestros grandes países despoblados las almas no pueden empequeñecerse, tienen que ensancharse o abrir las alas inmensas bajo el sol. Ente nosotros, los americanos, no hay odios seculares que nos separen, ni siquiera diferencia de idioma que dificulte la comprensión de nuestros espíritus. Entre nosotros debe reinar la fraternidad, debe nacer de una vez por todas la verdadera fraternidad, debe nacer una vez por todas la verdadera fraternidad humana y dar ese ejemplo al mundo. Ese sería nuestro más alto honor en la historia del hombre.

Hemos visto y estamos viendo a lo que conduce el odio y el egoísmo en otras partes de la tierra. La vida se hace imposible, se vegeta en la angustia, peligra la civilización, se desmorona la cultura.

Creo y afirmo como chileno y como ser humano que debemos entrar cuanto antes en conversación con Bolivia y que ambos países deben y pueden resolver generosamente, fraternalmente, este gran problema de salida al mar de la nación boliviana.

No es posible ahogar a una nación y sería inhumano hacerlo si fuera posible.

La generosidad debe ser igual por ambas partes para que así no existan sacrificios que pueden crear resquemores y el germen de futuros resentimientos.

Interpretaría mal mis palabras quien creyera que yo pretendo que se debe entregar si más un pedazo de nuestro territorio nacional. Lo que yo quiero decir es que se debe abordar este problema cuanto antes y resolverlo de modo que sea ventajoso para ambos países.

Una opinión corriente en Chile sostiene que si entregamos algo de nuestro territorio a Bolivia, ésta nos reclamará mañana otros territorios y sólo despertaremos su apetito. Esto es falso. No ha sucedido así con el Perú y no hay razón alguna para que suceda con Bolivia. Además, esto depende de la solución que se dé al problema y de la forma del acuerdo que debe ser definitivo.

La salida al mar de Bolivia está en manos de Chile. Sería triste que Chile desoyera la voz de su vecino. Bolivia necesita un puerto, para ella es cuestión vital, lo pide sin amenazas, sin apelar a alianzas ocultas y maniobras tenebrosas, lo pide en juego limpio, caballerosamente, por medio de su Ministro de Relaciones Exteriores en el Congreso Panamericano de Lima, a la luz del día. Es necesario estudiar una formula de compensaciones que nos permita dar satisfacción a ese país hermano.

No deseamos que nuestros amigos bolivianos sean un día nuestros enemigos, deseamos que sean cada día más nuestros amigos.

Diario La Opinión, Santiago de Chile, 28 de diciembre de 1938



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