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Marzo 2011

La sesgada visión de Alejandro Nadal sobre la economía ecológica.


Una réplica a su respuesta

Jordi Roca Jusmet*

Alejandro Nadal publicó en SinPermiso (20/02/2011) un primer artículo sobre la economía ecológica (a partir de ahora EE) al que siguió una réplica mía (27/02/2011) y una respuesta de Alejandro Nadal en la que celebra poder “mantener este debate académico” (6/3/2011).1 El contenido de la respuesta de Nadal me parece sorprendente. En primer lugar, porque sigue haciendo a la EE en bloque responsable de las graves deficiencias teóricas de la economía neoclásica y, en segundo lugar, porque presenta como grandes divergencias entre nosotros cuestiones en las que –como creo quedaba claro en mi réplica- estamos totalmente de acuerdo.

En su primer artículo, Alejandro Nadal reconocía que la EE ha contribuido al debate sobre la sustentabilidad aunque, seguramente, considera que la EE no ha hecho aportaciones teóricas, conceptuales o metodológicas novedosas; al menos no pensó que valía la pena detenerse en ellas. El artículo cargaba contra algunas de las posiciones de Herman Daly –tal como Nadal las interpreta- para concluir que la EE es una “escuela” débil teóricamente y muy próxima a la economía neoclásica.

La intención de mi réplica no era en absoluto defender todo lo que Daly ha escrito ni, mucho menos, todo lo que bajo el nombre de la EE se ha dicho. Lo que argumenté es que bajo el nombre EE hay diversidad y pluralidad de enfoques y, además, expresé mi total disensión con alguno de los trabajos que pertenecen a esta tradición. A pesar de la diversidad, pienso que pueden encontrarse un conjunto de características compartidas por una gran parte de los autores que nos identificamos con el término `economía ecológica´ y que de alguna forma pueden considerarse sus rasgos distintivos”. Hice un breve resumen de mi visión personal de dichas características y expresé mi opinión de que representaban una desviación radical respecto a los enfoques económicos dominantes. Alejandro Nadal no entra a discutir mis opiniones y presenta de modo distorsionado algunas de mis posiciones.

Si Alejandro Nadal quiere discutir las aportaciones y el futuro de la EE no debería limitarse a considerar el trabajo de Daly, por mucho que lo denomine “uno de los padres fundadores” de la EE. No me corresponde hablar en nombre de otro autor pero sí diré que el ataque de Nadal me pareció errado en algunos aspectos: quizás el más claro es atribuir a este autor la idea de que el dinero no tiene importancia cuando es patente que la cuestión del dinero ha tenido un papel destacado en muchos de sus escritos. Para la mayoría de la EE, Daly es un autor muy importante e innovador aunque uno (como yo mismo) disienta de algunos de sus enfoques u opiniones. Pero lo que me deja estupefacto es que Alejandro Nadal me critique por puntos en lo que coincidimos.

Escribí:




La forma de explicar cómo se determina el nivel de Renta Nacional de una economía no es una característica definitoria de la EE: se puede pensar que el modelo ISLM representa –a pesar de sus simplificaciones- una buena forma de introducir el tema (como hacen Daly y Farley) o se puede pensar –aquí coincido más con Nadal- que es una forma de desvirtuar el mensaje principal de Keynes sobre la inestabilidad de las economías capitalistas”;




Alejandro Nadal reacciona diciendo:

El problema del modelo IS-LM no es sólo que tenga simplificaciones, como señala JR. Al final de cuentas, todos los modelos las tienen. El problema central de ese modelo es que de acuerdo con sus ecuaciones y relaciones funcionales, el capitalismo es un sistema que se mantiene en equilibrio y con uso pleno de los recursos, salvo cuando se ve afectado por fricciones, sobre todo en el mercado laboral”.




Juzgue el lector.

Otro punto en el cual Alejandro Nadal plantea discrepancias inexistentes entre nosotros es en el uso de la función agregada de producción. A ello dedica una buena parte de su respuesta. De nuevo me quedo atónito. Dice:

Uno de los temas más problemáticos en la EE tiene que ver con la función de producción agregada.” Para ello recuerda la sólida crítica de autores como Robinson, Sraffa, Pasinetti o Garegnani que comparto totalmente.

En nuestro libro Economía ecológica y política ambiental (cuya primera edición es de 2000) señalábamos precisamente: “Una primera objeción, que no es la que más nos interesa aquí pero que afecta de forma demoledora a toda la estructura teórica de las funciones agregadas de producción, proviene de la corriente postkeynesiana (de autores como Joan Robinson, Piero Sraffa o Geoffrey Harcourt) y consiste en negar la posibilidad de definir una medida técnica de "cantidad de capital" fabricado (y a fortiori, diríamos, de la cantidad de “capital natural”): si diferentes técnicas se caracterizan por utilizar diferentes bienes de capital uno no puede decir cuál es la relación entre las '"cantidades de capital" que cada una utiliza sin referirse a variables de precios, influidas por factores tales como la distribución de la renta entre las clases sociales y el grado de competencia de los distintos mercados”.2

¡Increíble haber de responder como si yo fuese un defensor de la función agregada de producción cuando precisamente en mi réplica a Alejandro Nadal introduje este tema criticando a los que la utilizan!; pero el hecho es que él afirma:

JR señala que más bien habría que abandonar cualquier uso de dicho tipo de función teniendo en cuenta "los problemas de definir la cantidad de capital a nivel agregado". Se equivoca: el problema no es representar la cantidad de capital a nivel agregado. Los valores monetarios o los precios de los bienes de producción serían suficientes para agregar. La verdadera dificultad es que en esa versión de la teoría neoclásica los precios dependen de la distribución. Es decir, no existe una "medida del capital" que sea independiente del estado en el que se encuentran las variables de la distribución. La conclusión es clara: no existe una función de producción agregada neoclásica.”

¿Cómo responder cuando uno es criticado por supuestamente defender lo que critica? Después del ya viejo debate sobre el capital, cuando alguien se refiere a los problemas de medida del capital todo el mundo piensa en los problemas que Alejandro Nadal muy acertadamente recuerda. ¿Por qué ver disensiones donde no las hay? Además, como ya señalaba en mi primera réplica, afortunadamente hay influencias importantes entre economía postkeynesiana y EE. Nuestra preocupación por la inconsistencia del uso del capital en las funciones agregadas de producción también aparece muy explícitamente en otros autores, como en el artículo de Victor citado en mi réplica3, y recientemente han aparecido trabajos en donde se buscan muchos más puentes entre ambas tradiciones.4

Escribe Alejandro Nadal:

En el debate que describe Daly (1997) entre Georgescu-Roegen y Solow-Stiglitz ninguno parece cuestionar la existencia misma del concepto de función de producción agregada. Todo el debate versa sobre si la mencionada función debería incluir o no una referencia a los recursos naturales como un argumento de la función y a las dificultades que habría que enfrentar en ese caso.”

En realidad Georgescu-Roegen y Daly no criticaron a Solow y Stiglitz por no incorporar los recursos naturales en la función de producción, ya que de hecho sí los incorporaron, sino por la forma de conceptualizar el papel de los recursos naturales en su análisis, es decir, como un factor productivo sustituible por el capital.5 Como es lógico la crítica de la EE se ha centrado en señalar lo que otras corrientes heterodoxas no han destacado y que es diferente de y más esencial que la importante cuestión de la imposibilidad de tener una medida técnica de la cantidad de capital: los recursos naturales tienen un papel insustituible en el proceso de producción y en general tienden a ser complementarios del “capital fabricado”. Las diferentes formas de energía son sustituibles entre sí (como también los diferentes tipos de materiales entre sí) pero si tenemos más máquinas no podremos por ello prescindir –al contrario- de energía que las haga funcionar ni de los materiales que son procesados en diferentes actividades económicas.

Alejandro Nadal se preocupa porque:

No he encontrado ejemplos o citas en los que este autor (Georgescu-Roegen) utilice los términos de la controversia de los dos Cambridge sobre la teoría del capital en su crítica de la función de producción agregada.”

A un autor se le ha de juzgar sobre todo por sus aportaciones y no por los temas sobre los que no trabajó. Georgescu-Roegen cuestionó unos supuestos absurdos de sustituibilidad que son muy característicos de la economía neoclásica y que, además, tienen importantes derivaciones políticas. Un ejemplo de estas derivaciones es el uso por el Banco Mundial de indicadores de “ahorro genuino” basados en la hipótesis de sustituibilidad y en la idea de que la cuestión relevante es mantener intacto o creciente el “capital total” dentro del cual los recursos naturales e incluso la calidad ambiental son solo un componente más, valorado en las mismas unidades monetarias que la inversión en máquinas, viviendas o en “capital humano”.

Además, Georgescu-Roegen hizo importantísimas aportaciones a la crítica a la función de producción microeconómica neoclásica como en su artículo de 1970 en el American Economic Review6 destacando el olvido del factor tiempo, la importante distinción entre stocks, flujos, fondos y servicios, el hecho de que la producción no sólo genera bienes y servicios sino también residuos,... ¿Cómo obviar todo esto y centrarse sólo en si alguna vez citó o no a determinados autores?

Llegados a este punto, se entenderá, creo, que no entre en el debate teórico –sobre el que Alejandro Nadal insiste mucho en ambos artículos- sobre las condiciones que harían falta para asegurar que existe un único y estable equilibrio en un modelo de equilibrio general. La verdad es que pienso que el debate es interesante pero me cuesta ver qué tiene que ver con los méritos o desméritos de la EE. Solo señalaré que, además de las muchas críticas que se le han hecho a los supuestos de los modelos de equilibrio general, desde la EE se ha destacado una especialmente contundente: entre las condiciones para asegurar que el equilibrio sea un óptimo de Pareto se ha de cumplir que los mercados sean completos y en particular que existan mercados de futuros para todas las mercancías en donde se reflejen las preferencias de todos los agentes económicos; como ha señalado desde hace tiempo Martínez Alier: “Cuando tratamos de recursos agotables o de contaminaciones irreversibles, ese principio metodológico de que la asignación de recursos responde a las preferencias expresadas por los agentes económicos, encuentra una dificultad ontológica: muchos de los agentes económicos relevantes aún no han nacido y no pueden, por tanto, expresar sus preferencias.”7

Además, como Alejandro Nadal bien sabe, el criterio de eficiencia que la economía convencional utiliza cuando analiza políticas públicas, no es tanto el de si comportan o no mejoras paretianas (¡poco lejos se podría llegar con sólo este criterio que exige que nadie pierda!) sino que se aplica normalmente el llamado criterio Hicks-Kaldor o de la “compensación potencial”. En pocas palabras, una política sería económicamente eficiente si los ganadores pudiesen compensar a los perdedores.8 En ello se inspira el análisis coste-beneficio (ACB). Pero creer que el test del ACB es suficiente para juzgar conveniente o no una decisión cuando las compensaciones no se hacen efectivas debería ser inaceptable para los propios economistas neoclásicos.9 El supuesto es que un euro de ganancia o de pérdida es igualmente importante, recaiga sobre quien recaiga, se trate de poder disponer de más bienes de lujo o de perder algo vital para la subsistencia.

Es más, lo que se aplica en la comparación intrageneracional es contradictorio con lo que se aplica en la comparación intergeneracional: aquí sí se “corrige” con la tasa de descuento para considerar que las pérdidas de las generaciones futuras –supuestamente con más bienestar que las actuales- pesan menos que las ganancias actuales. El ACB domina, por ejemplo, claramente la “economía del cambio climático”. Casi en solitario algunos de los autores que podemos situar dentro o próximos a la EE han planteado objeciones radicales a este planteamiento, cuestionando no solo si las valoraciones de uno u otro estudio son más o menos ajustadas a la realidad sino el propio enfoque metodológico que justifica que unos agentes económicos –o regiones o generaciones- puedan imponer costes a otros con la única condición de que los beneficios que obtengan sean lo suficientemente grandes; el debate se ha centrado en cuestiones éticas distributivas y también en los problemas que comporta la “conmensurabilidad” de cualquier daño o beneficio en una misma unidad, el dinero.10

Para acabar, quiero agradecer a Alejando Nadal y también a SinPermiso la oportunidad de debatir sobre temas tan candentes tanto en el plano teórico como en el político.




(*) Jordi Roca Jusmet es catedrático del Departamento de Teoría Económica de la Universidad de Barcelona, miembro del consejo de redacción de la Revista de Economía Crítica (http://revistaeconomiacritica.org/), de la International Society for Ecological Economics y de la Asociación de Economía Ecológica en España. Coautor (con Joan Martínez Alier) de Economía ecológica y política ambiental (Fondo de Cultura Económica, México, primera edición 2000).

www.sinpermiso.info, 13 de marzo de 2011

1 A. Nadal, "El dinero es importante, señor Daly: sobre la debilidad teórica de la economía ecológica" (http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3960). J. Roca Jusmet “Alejandro Nadal sobre la economía ecológica. Una réplica” (http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3973). A. Nadal, “Los problemas de la economía ecológica. Parte I: respuesta a Jordi Roca” (http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3992)

2 Joan Martínez Alier y Jordi Roca Jusmet, Economía ecológica y política ambiental, Fondo de Cultura Económica, México, primera edición 2000, última reimpresión 2006, nota 17, p. 379. Justamente Alejandro Nadal utiliza el mismo término que nosotros -“demoledora ”- para referirse a los efectos de esta crítica: “La circularidad del razonamiento neoclásico fue descubierta y expuesta a la luz de una crítica demoledora”.

3 Victor, P. “Indicators of sustainable development: some lessons from capital theory” Ecological Economics, Volume 4, Issue 3, December 1991, Pages 191-213.

4 Holt, R.P.F, Pressman, S., Spash, C.L. (ed.), Post Keynesian and Ecological Economics: Confronting Environmental Issues , Edwar Elgar, Cheltenham, 2009.

5 Ver la polémica Daly versus Solow y Stiglitz (Ecological Economics, Vol.22, n.3, septiembre 1997)

6 Nicholas Georgescu-Roegen, “The Economics of Production”, The American Economic Review, Vol. 60, No. 2, Papers and Proceedings of the Eighty-second Annual Meeting of the American Economic Association, 1970, pp. 1-9

7 J. Martínez Alier, La ecología y la economía, Fondo de Cultura Económica, México, 1991, p. 193.

8 O, alternativamente, los perdedores no pudiesen compensar a los ganadores para que renunciasen a sus beneficios. Los dos criterios no siempre dan los mismos resultados como señaló Scitovsky, pero esto son detalles técnicos que aquí no interesan. Ver Perman, R. Ma,Y., McGilvray, J. and Common, M., Natural Resource and Environmental Economics. Pearson Education-Addison Wesley, 3rd edition, 2003.

9 ¿Cómo no destacar, además, que cuando hay pérdida de vidas humanas en juego la compensación es de hecho imposible?.

10 Ver, por ejemplo, Azar, C. “Are Optimal Carbon Dioxide Emissions Really Optimal? Four Critical Issues for Economists in the Greenhouse”, Environmental and Resource Economics, v. 11, iss. 3-4, pp. 301-15, 1998 o Spash, C. L., "The economics of climate change impacts a la Stern: Novel and nuanced or rhetorically restricted? " Ecological Economics, vol. 63(4), pp.706-713, 2007. Para la crítica general de la aplicación del ACB a la política ambiental puede leerse el capítulo 4 de Martínez Alier, J. y Roca Jusmet, J., Economía ecológica y política ambiental, Fondo de Cultura Económica, México, 2000 o el excelente libro de Michael Jacobs The Green Economy (traducido como La economía verde, Editorial Icaria, Barcelona, 1997).

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