Bolivia: ¡JIWASANKIWA CH’AMAXA, JIWASATANWA!:
El nacionalismo aymara1
Alberto A. Zalles*
Willka No. 4.
Introducción
El nacionalismo ha sido una programa que estuvo vigente en latinoamericana gran parte del siglo XX; hoy, anota E. Hobsbawn, a nivel planetario, su futuro es incierto. Sin embargo, en Bolivia, lo que se presentaba como un movimiento reivindicativo étnico de los “indígenas” aymaras, se ha transformado en un sólido sentimiento nacionalista que interpela en profundidad al Estado. Este nacionalismo nace de la toma de conciencia que sobre su peso demográfico ha adquirido la población aymara y tiene varias consecuencias en el ámbito interno del país y en la región andina. De otro lado, el artículo analiza la historia electoral reciente del voto aymara y se propone explicar, a la luz de un análisis de clase, las manifestaciones políticas de sus facciones. Asimismo, hace un breve inventario de las complejas relaciones que mantiene el gobierno de MAS, que se reivindica socialista e indigenista, con el pueblo aymara.
¿El retorno del nacionalismo en los Andes?
El nacionalismo ha sido una ideología y una doctrina que alimento la acción política en latinoamericana buena parte del siglo XX. Casi todos los países, de México a la Argentina, experimentaron aquel programa político que ayudó a definir la identidad nacional y contribuyó a la justificación del control estatal sobre el espacio territorial que se atribuyó cada uno de los países. Además, el nacionalismo impulsó el desarrollo de la ciudadanía: la incorporación de los sectores populares, los indios, los campesinos, los pobres y los inmigrantes, al interior del proyecto republicano. De otra parte, el nacionalismo fue el motor para la modernización de las estructuras sociales y la realización de reformas agrarias, nacionalización de recursos naturales y puesta en marcha de reformas culturales y educativas. En el campo de la economía, su objetivo fue la creación del mercado interno y estimuló, como estrategia de desarrollo, la industrialización bajo la consigna de la “sustitución de importaciones”. En resumen, el nacionalismo fue la argamasa con la cual se creyó concluir la edificación de los Estados-nación gestados con la independencia.
Hoy, a pesar de todo ese pasado glorioso, el nacionalismo ha perdido vigencia. Así, en el continente ya nadie lo postula y defiende, porque las naciones latinoamericanas se experimentan como entidades bien consolidadas. El nacionalismo parece fuera de moda, viejo y caduco; es más, en la esfera planetaria, como constata E. Hobsbawn, el nacionalismo tiene un futuro incierto. Para el historiador, todos los movimientos nacionalistas, los de la era post-soviética, han tenido que atemperar sus aspiraciones de autonomía e independencia para subordinarse a proyectos societales de índole transnacional y confederativos (Hobsbawn, 2001).
En Bolivia, en cambio, cuando en otras latitudes el asunto parece cerrado, lo que se presentaba como un movimiento reivindicativo étnico de los “indígenas” aymaras, en busca de reconocimiento ciudadano, se ha transformado en un sólido sentimiento nacionalista. Hasta la fecha el fenómeno es políticamente inorgánico, aunque, en realidad, él conlleva una fuerza histórica que interpela en profundidad al Estado boliviano.
Es importante también advertir que el nacionalismo aymara no tiene representación real dentro el gobierno de Evo Morales. Ahora bien, lo que señalamos no quiere decir que el gobierno del MAS no cuente con el respaldo de una base social que principalmente está compuesta por la Población aymara y sobre la cual quiere ejercer una particular estrategia de control y cooptación. El MAS pretende ligar a los aymaras a la causa socialista que propagandiza y, por otro lado, es celoso ante el surgimiento de líderes indios que lleguen a eventualmente remplazarle en la dirección de los sectores populares que, por ahora, le apoyan casi de forma exclusiva.2
En otra perspectiva, como ese nacionalismo no se ha hecho un sistema ideológico orgánico, unificador de las facciones aymaras, y, por lo tanto, no tiene aún un partido o frente único que lo representen3, su fuerza está solamente plasmada en el peso demográfico que tiene la población aymara dentro de la sociedad boliviana; aunque, de otro modo, condiciona la polarización regional de la política, como puede verse en las estadísticas electorales. Es decir, la toma de conciencia adquirida por los aymaras, a partir del valor político que le concede su volumen demográfico, es un factor determinante que favorese la consolidación progresiva de su autonomía, la cual provocará posiblemente la reconfiguración confederativa de la república boliviana.
En tal sentido, es difícil prever, con un cierto grado de aproximación, la evolución que seguirá el nacionalismo aymara, pues, de otro lado, el resto de las fuerzas sociales y regionales bolivianas están lejos de generar instituciones políticas y proyectos partidarios dispuestos a asimilar la demanda específica del pueblo aymara ofreciéndole un papel significativo dentro un nuevo sistema político nacional que garantice su autodeterminación.
En lo que respecta a la percepción de este nuevo fenómeno político, un obstáculo para entenderlo es la ausencia de estudios sociológicos explicativos. Además, en el campo de las ciencias sociales, en América latina, la motivación para realizar un debate sobre un tema tan específico es escasa. En concreto, hay muy pocos trabajos que consideran al nacionalismo aymara como un hecho de redefinición 47geopolítica4 que, si bien domina la crisis boliviana, sin duda, compromete una importante área cultural en los Andes, donde países como Perú y Chile se ven implicados.
Así, las acciones políticas del pueblo aymara son evaluadas ejercitando juicios plagados de un prosaico sentido común y a través de análisis generalizantes que convierten a los “movimientos indígenas” en meros componentes temáticos de la denominada nueva izquierda latinoamericana.
Si usamos el lenguaje de Darcy Ribeiro (1971), podríamos decir que, en el imaginario de los sociólogos, el aymara es una especie de « indio genérico » de quien se ignora su particular proyecto cultural y político. Dicho de otra manera, para la sociología política, los objetivos políticos y prácticas de un Shuar amazónico como de un Aymara de los Andes son vistos como equivalentes. Por esa vía, lo único que se hace es pasar a lado de la historia, de la literatura etnológica y antropológica aymara, para legitimar un discurso referido a los “movimientos indígenas” como si estos fueran procesos reivindicativos automaticamente compatibles con el programa de la nueva izquierda en cuestión5.
El nacionalismo aymara: historia y tendencias
Antes de entrar a considerar el proceso histórico del nacionalismo aymara en Bolivia, expongamos algunos datos demográficos y socioculturales que revelan las implicaciones regionales de la problemática. En primer lugar digamos que en Bolivia 1.278.627 personas dicen pertenecer a este grupo étnico; aunque, los que hablan cotidianamente el idioma aymara suman un número de 1.525.957 personas. En el Perú, la población de aymaras asciende a 440.380. En Chile los aymaras son el segundo grupo étnico en importancia y se los calcula en una cifra de 48.477 personas6. Los aymaras están concentrados en los departamento de La Paz, Oruro y Potosí, en Bolivia; en el departamento de Puno, Moquegua y Tacna, en el Peru; y en las regiones de Arica-Parinacota, Tarapacá y Antofagasta, en Chile (Carrasco, 1998). Pero, más allá de los datos demográficos, se puede constatar que los intercambios culturales y económicos entre los aymaras de los tres países son permanentes, vivos y muy dinámicos (Gonzales Miranda,1993).
Entonces, es evidente que, la restructuración del poder político en Bolivia y la modificación de las jurisdicción territorial, derivada de las atribuciones que se dan a los pueblos indios en la nueva constitución, van a desencadenar un impacto, a mediano término, en el espíritu de las reivindicaciones del conjunto de los aymaras de la región Andina.
Hechas esas breves consideraciones, retornemos a la historia boliviana para decir que el nacionalismo aymara marca un nuevo ciclo en el proceso de constitución del pensamiento y de la acción autonomista de este pueblo andino. Recordemos también que los aymaras ingresaron en la historia de la política contemporánea luego de la insurrección de Pablo Zarate Willca, a finales del siglo XIX. Después de aquella gesta, su intervención ha sido sobre todo reivindicativa, sus objetivos esenciales fueron hacerse reconocer como ciudadanos con derechos plenos y obtener su inclusión en el sistema educativo. Teniendo en cuenta esos antecedentes puntuales, se puede afirmar que los aymaras constituyen el único pueblo indio, en Bolivia, que ha expresado de manera coherente, política e ideologicamente, su voluntad de integrarse al proyecto de Estado nacional preservando su identidad étnica. Ellos tempranamente estuvieron interesados en la creación de un Estado que reconozca su autonomía.
En el lenguaje de moda podríamos decir que lucharon para la formación de un Estado plurinacional o pluriétnico. En síntesis, la evolución de su autodeterminación tiene cuatro periodos: 1) 1874-1900: periodo de luchas agrarias contra la expansión de la hacienda. 2) 1900-1952: periodo de acción educativa y lucha legal por el reconocimiento de los títulos de composición coloniales. 3) 1953-2005: periodo de consolidación de una élite política capaz de disputar el poder a las élites tradicionales. 4) 2006: acceso de los aymaras a las esferas de decisión y poder, consolidación del nacionalismo en las masas y faccionalismo a nivel de su liderazgo político (Zalles, 2002: 94).
El surgimiento del nacionalismo aymara y sus características
¿Cuáles son las características del último periodo de la historia política de los aymaras? En el horizonte se ven tres elementos relevantes:
Primero, la toma de conciencia de la influencia de su peso estadístico sobre las decisiones electorales que, en la práctica, hizo posible la elección de Evo Morales con un porcentaje del 53% en los comicios de 2005. Ese logro expresa la cohesión casi espontánea que producieron los aymaras alrededor de la propuesta del MAS. Dicho sea de paso, hasta 1970, las estadísticas electorales en Bolivia no eran tomadas en cuenta porque tanto las estrategias y las decisiones políticas no se realizaban a partir de una interpretación de las cifras resultantes de las elecciones. Luego de la recuperación democrática, a inicios de los años ochenta, las estadísticas van a empezar a jugar un rol importante en el desarrollo de la política nacional y, junto con la informática, serán referentes claves para entender el comportamiento y político de los ciudadanos. Con la informática se ilustran y se hacen accesibles los aspectos substanciales del funcionamiento del sistema político democrático: la cartografía de las decisiones políticas, las tendencias ideológicas y las variaciones de opción entre los eventos electorales, así como la distribución del voto según las distintas categorías socioculturales de una población.
Segundo, a nivel del individuo, el ciudadano va a llegar a comprender que su voto, como unidad de decisión, puede tener impacto en el resultado de las elecciones y en el curso de las grandes estrategias y decisiones nacionales. En este punto, un material de análisis todavía no explorado son los referendums que últimamente preocuparon a los bolivianos y cuyos resultados demuestran la independencia de las opciones ciudadanas respecto de las tendencias ideológicas dominantes7.
Tercero, el nacionalismo aymara no solamente es un fruto de una reacción a la exclusión, sino es un hecho político de la sociedad moderna, del desarrollo de la sociedad civil y de la creciente institucionalización de la democracia. Ahora bien, es importante señalar que, desde la perspectiva del análisis de la evolución electoral se puede verificar que, con la transición democrática, los aymaras expresan claramente su deseo de autonomía política. Lo que quiere decir que ya en 1985 irrumpe una votación étnica que se concentra en el occidente del país y especialmente en el departamento de La Paz, como lo sintetizamos en el cuadro N° 1, donde también cuantificamos el volumen del voto aymara dentro el horizonte de la historia de los resultados electorales.
En el cuadro expuesto, lo que se percibe claramente es que el voto aymara, que en 1985 es estimado en un 3,2 % del total de la votación nacional, logra evolucionar hasta alcanzar la densidad de un 55,9 % en 2005, en las últimas elecciones nacionales. Una conclusión interpretativa a subrayar es la siguiente: los aymaras son el único grupo dentro de la sociedad boliviana, que ha intervenido en el juego electoral con partidos étnicamente bien definidos. En 1985, luego de la transición democrática, esos partidos étnicos fueron el Movimiento Revolucionario Tupak katari (MRTK) que postulaba como presidente a Macabeo Chila y el Movimiento Revolucionario Tupak Katari de Liberación (MRTKL) que postulaba a Genero Flores, entonces, primer secretario de la Confederación Única de trabajadores Campesinos de Bolivia8. Luego, en el transcurso posterior de la historia política boliviana, CONDEPA recupera para sí el voto aymara, sin mostrarse como un partido definidamente étnico. Y, más tarde, por supuesto, el MAS capitalizará el nacionalismo de las masas aymaras para triunfar en las elecciones de diciembre de 2005.
Por último, hay que señalar también que fue el voto aymara el que permitió llegar al gobierno a Gonzalo Sanchez de Lozada, al MNR, cuando, en 1993, logra alianza con el MRTKL y postula como vicepresidente a Victor Hugo Cardenas. Otra observación, evidente es que el departamento de La Paz concentra la mayoría del voto de los aymaras.
Faccionalismo aymara: la etnia y las clases sociales
Cuando el gobierno del MAS tomo el poder, el mundo político creyó que la presencia de los aymaras en el nuevo régimen se consolidaría progresivamente. Sin embargo, en los hechos, solo tres altos funcionarios tenía filiación aymara : el canciller, David Choquehuanca, el ministro de Aguas Abel Mamani, y el ministro de educación, Felix Patzi. Lo que pasó, con el transcurrir del proceso, los aymaras, en lugar de consolidar su influencia fueron sustituidos y remplazados por funcionarios provenientes de la clase media9. El único ministro que sobrevivió a los cambios de gabinete fue el Canciller David Choquehuanca.
Esta situación y el faccionalismo que se verifica al interior de la élite política aymara no pueden ser comprendidos si no se observan los eventos a la luz del análisis de clases. Lamentablemente este recurso epistemológico fue descuidado en la sociología política boliviana y en un afán de comprender la dinámica política y del poder desde una visión multiculturalista, la cual quiso adecuerse a la vigorosa emergencia de las reivindicaciones étnicas dentro de la sociedad, los análisis de los conflictos sociales olvidaron la dinámica de las clase sociales. Esa visión, además, condujo al surgimiento de un maniqueismo ideológico que dio paso a un indigenismo funcional del que se apropio la clase media, la pequeña burguesía rentista que, en los hechos, no ha renunciado a ser la beneficiaria privilegiada del Estado.
En tal sentido digamos sin ambigüedad: la pequeña burguesía de occidente, representante de la raquítica clase media boliviana, ha encontrado su lugar dentro el nuevo régimen gestado por el MAS. Los casos concretos que prueban el hecho son varios y elocuentes; los mas significativos, la sustitución de los ministros indios. Pero, el dato más paradójico, dentro de la distribución del poder, fue la designación de Pablo Ramos como nuevo prefecto del departamento de La Paz, un departamento que merecería tener un prefecto aymara.
Ahora bien en el interior del pueblo aymara, si aplicamos la perspectiva del análisis de clase y tomamos como referencia a los modelos clásicos de estratificación social, hay que advertir que su élite política está fraccionada en referencia a tres estamentos:
1) La que representa al campesinado, estamento que es la base social del MAS. A este nivel, se puede situar a la élite dirigente campesina que se consolido, en los últimos años, alrededor Felipe Quispe. Para sustentar esta idea invitamos a leer los resultados electorales de 2002 y 2005, cuadro N° 2, donde se percibe claramente que el MIP y el MAS se disputaron una parte decisiva del electorado aymara. Así, el MIP mantuvo, incluso en 2005, una votación comparable al volumen del voto aymara de 1985. Ese cuadro podría dar lugar a la siguiente hipótesis: Felipe Quispe posee la adhesión histórica del voto aymara.
2) La segunda facción responde a la pequeñaburguesía de universitarios e intelectuales aymaras y que ahora se siente marginada y excluida del proyecto del MAS. La oposición de Victor Hugo Cardenas a la nueva constitución y su postulación como candidato en las próximas elecciones son elementos que revelan claramente este faccionalismo de clase dentro la realidad étnica. En este grupo de clase destaca también el economista Fernando Untoja, líder del Movimiento AYRA, ex-diputado nacional y asambleísta en la Constituyente. En resumen, lo que queremos decir es que existe una generación de intelectuales aymaras que están lejos del radicalismo indigenista y, más bien, son productores de una pluralidad de ideas y pensamientos que atraviesan la clásica división ideológica que se establece entre la izquierda y la derecha, pero que, a la vez, expresan una visión étnica de la política.
3) El tercer estamento lo forma la burguesía aymara, la cual, sin duda, desea participar de los beneficios del régimen indigenista reivindicado por el MAS. Esta burguesía se expresó por primera vez, usando canales oficiales, en diciembre de 2008, cuando, en una conferencia de prensa organizada en el parlamento nacional, Jesús Chambi, dirigente de los comerciantes de puerto Montevideo, en la frontera con Brasil, negó su participación, y la del ministro Ramón Quintana, en la organización del ingreso a territorio boliviano de un convoy de 33 camiones de mercadería, evadiendo el control aduanero.
Pero, lo que interesa notar es la justificación política que posteriormente realizó el sociólogo y ex-ministro Felix Patzi, a través de un texto periodístico que sin duda se convertirá en un clásico para la futura construcción de la ideología nacionalista aymara, de su doctrina económica. Para Felix Patzi, el hecho en cuestión, revela el protagonismo económico de los aymaras en la construcción del mercado interno y, en una interpretación sociológica, describe a Jesús Chambi como representante de una burguesía, es decir lo define a título pleno dentro de aquella clase social. Del análisis, se puede concluir también que asistimos al ingreso a la escena pública de un nuevo grupo de poder económico que quiere hacerse beneficiario del proyecto estatal emergente10.
Conclusiones
El MAS no es un partido que reivindica de manera específica el nacionalismo aymara, el MAS reivindica una ideología socialista, amplia, al interior de la cual, es importante señalarlo, privilegia su opción indigenista. Si los partidos de la izquierda y la derecha bolivianas desean adquirir una posición respetable y representativa en las estadísticas electorales, tendrán que asimilar en sus programas al nacionalismo aymara o, al menos, deberán iniciar una política de comunicación en idioma vernáculo para hacer conocer sus idearios políticos y persuadir a los electores aymaras. Naturalmente, si pretenden participar en de las estructuras del poder, en el occidente del país.
En los departamentos de La Paz, Oruro y Potosi, el pueblo aymara tiene una autonomía política casi consolidada. Por lo tanto en la región occidental del país, el pueblo aymara continuará desarrollando sus cuadros políticos e intelectuales, sus funcionarios y una burocracia pública. En esa burocracia, la clase media, los mestizos, los “blancos” serán una minoría. En este escenario cabe la pregunta: ¿la nueva minoría, cultural y políticamente hablando, podrá llegar a ser una minoría activa y progresista, que comprenda su situación, su desventaja cuantitativa, y llegue a conciliar sus intereses con los del pueblo aymara?
Estas preguntas son apenas una pincelada de las múltiples consecuencias derivadas de la emergencia del nacionalismo aymara y que, quizás, se traducirán en conflictos que acompañaran la vida de los bolivianos en los próximos años. En el oriente del país, el escenario es diferente: Los aymaras son minoría y la clase media podrá reconstituir allí un programa de sociedad en la cual la cuestión étnica se vivirá como una reinvención del mestizaje, como una redefinición de la identidad boliviana. Tanto el devenir del nacionalismo aymara como la reforma actual del Estado boliviano si bien contribuyen a mistificar la visión que se tiene de la realidad étnica boliviana, eso no implica que, a la larga, las estructuras de dominación van a dejar de tener un carácter de clase: el Estado continuará como garante o defensor de los intereses del estamento que logre ejercer su hegemonía.
Bibliografía
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Prensa consultada
El Deber, Santa Cruz, Bolivia.
La Prensa, La Paz, Bolivia.
La Razón, La Paz, Bolivia.
Willka No. 4. Pp. 135-148.
Análisis, pensamiento y acción de los pueblos en lucha
1* Alberto A. Zalles, sociólogo, investigador y consultor independiente, especialista en análisis sociopolítico de América Latina
¡JIWASANKIWA CH’AMAXA, JIWASATANWA! : Nuestra es la fuerza y, en el futuro, la seremos nosotros. (El artículo será publicado en : La Bolivie d’Evo Morales: Democratique, indianiste et socialiste?Alternatives Sud, vol. XVI, 2009, N° 3.)
2 La agresiones que sufrieron Victor Hugo Cardenas y Marcial Fabricano expresan las contradiciones internas que se dan a nivel étnico en Bolivia.
346 El MAS es un movimiento socialista. Sus principales su principal artífice ideológico fue Filemón Escobar y sus operadores políticos con mayor poder de decisión son Alvaro Garcia y Ramón Quintana, ninguno de ellos aymaras. El MAS, según el politólogo Luis Tapia, por su ideología “sintoniza” con el PT brasileño (Tapia, 2008: 301).
4 Entre los pocos trabajos que tratan del nacionalismo aymara podemos citar los de Isaac Bigio, para él es un movimiento radical y contradictorio que pone en riesgo a los actuales sistemas políticos de Bolivia y del Perú. Pablo Stefanoni, por su parte, cuando analiza al MAS en relación a la presencia política aymara, dice: “Si fue Evo Morales ( y no Felipe Quispe) quien accedió al lugar de “primer presidente indígena” de Bolivia, fue precisamente porque logró articular un proyecto nacional frente a la perspectiva aymaracéntrica(...) Morales relegó a lugares marginales al indianismo radical defensor de la autonomía indígena y la reconstrucción de Qollasuyu, parte aymara del imperio inca.”
(Stefanoni, 2007: 49).
5 Un trabajo que ilustra elocuentemente lo que decimos es el dirigido por Chavez, Rodríguez y Barret (2008), citado en la bibliografía.
6 Los datos corresponden a los censos nacionales de población y vivienda de Bolivia 2001, Perú 1993 y Chile 1992. Estas cifras son conservadoras si tenemos en cuenta la aculturación que vivieron los pueblos indios en la región.
7 Sugerimos especialmente comparar los resultados del “Referendum nacional constituyente y dirimidor” del 25 de enero de 2009. El resultado manifiesta conductas politicamente diferenciadas, de un mismo ciudadano, en relación a diferentes preguntas. Una conclusión posible: la gente que voto contra la nueva constitución, no necesariamente estuvo en contra de la propuesta por reducir la superficie de propiedad agrícola.
8 Paul Antonio Coca Suárez nos ofrece un detallado trabajo sobre la participación electoral de los aymaras, a partir de las elecciones de 1978, cuando el MITKA se presenta con su candidato Luciano Tapia Quisberth. Coca Suárez subraya: “ El MITKA marcaba un hecho histórico: Si bien no era el único partido de tendencia indígena (habían otros que eran indigenistas e indianistas), fue el primero que se animó a presentarse en una contienda electoral con un candidato presidencial indígena.” Ver su artículo citado en nuestra bibliografía.
9 Un dato que distingue la filiación étnica en Bolivia son los apellidos de las persona, un inventario de ellos en las altas esferas de gobierno puede muy bien proveer una radiografía socio-cultural de la actual distribución del poder político. Asimismo, existe una sociología de los apellidos ver, al respecto, trabajos como: Análisis lingüistico de los cambios de apellidos aymaras en La Paz de Nelzon Gabriel Yapu o ¿Nombres o apellidos? El sistema onomástico aymara. Sacaca Siglo XVII de Ximena Medinacelli.
10 Para ilustrar de manera pertinente a propósito de la ideología económica en cuestión, citamos al propio Felix Patzi : “Así, con el contrabando se constituyó una élite indígena, o sea una burguesía comercial aymara (...) Y habría que reconocer que estas personas son las que han desarrollado el mercado interno, en el sentido de incentivar el consumo de productos externos al interior de los mercados bolivianos. Podemos decir incluso que Iquique, en Chile; Desaguadero, en Bolivia; y algunas fronteras de Brasil existen gracias a los bolivianos que desarrollan estas actividades. Las actividades de servicio y otras se han generado en torno a ellas. Observar qué productos se pueden internar y cuáles otros exportar para,
con ellos, obtener mayor ganancia se ha convertido en una habilidad y destreza del contrabandista (La Razón, 9/12/2008). Como se aprecia, Felix Patzi no sólo presenta a la burguesía como a una clase progresista; sino que justifica el liberalismo como vía de desarrollo. De más está decir que el contrabando es una forma extrema de un comercio sin fronteras.
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