(Home page)
Enero 2011

Servicios de la Enseñanza (la muerte de la universidad)

Patricio Lepe-Carrión

Instituto de Estudios Sociales y Culturales PENSAR



Cada año que pasa, la gratuidad de la universidad se convierte en un sueño más lejano. La instauración de las becas y préstamos para el acceso de la educación superior como una asidua costumbre normalizada, es señal inequívoca de la transformación social de ciudadanos a consumidores1.

La mercantilización de la educación, querámoslo o no, es el objetivo último y el horizonte de todas las estrategias sobre políticas públicas y educativas que los gobiernos alineados con las reformas de liberalización de las barreras comerciales pretenden establecer en el mundo. Véase –por ejemplo-, los cuatro modos de suministro previstos por el Acuerdo General sobre Comercio de Servicios (GATS), establecidos y asumidos por los miembros de la Organización Mundial de Comercio (OMC): una potente oferta fronteriza nos propone una participación local de los consumidores en los centros globales más prestigiosos de la oferta educativa transnacional. Educación a distancia, proyectos on-line, universidades virtuales, son sólo algunos de los campos recientemente explorados que prometen un alto porcentaje de ingresos para quienes se lucran de la formación profesional. Véase por ejemplo, los programas que otorga Unext (propietaria del consonsorcio Cardean University), o los de empresas tan destacadas internacionalmente como la IBM o la General Electric; todos los programas patrocinados por prestigiosas universidades.

Por otro lado, el consumo en el extranjero, donde existe un fuerte incentivo al desplazamiento de estudiantes fuera de sus países de origen, causante también de la ‘fuga de talentos’ que sufre cada país de su gente con más potencial de transformación social y científica. Países menos favorecidos económica y tecnológicamente, invierten una cantidad enorme en la formación de estudiantes que una vez recibidos continúan sus estudios en el extranjero, y logran con el tiempo radicarse en los países con mejores ofertas académicas. O son los mismos países ‘desarrollados’ quienes ofrecen las becas como un medo tácito de atraer a la gente más preparada con mejores capacidades en desmedro de los países pobres de origen.

En lo que respecta al presencia comercial, las universidades privadas con mayor fuerza internacional tienen la facultad de instalar prestaciones de servicio en el extranjero, asegurándole al consumidor local los servicios universitarios de ‘prestigio’ en alguna sucursal o filial dentro del territorio nacional. Y en la presencia de personal, donde el servicio de los privados se enriquece por medio del desplazamiento ‘no-permanente’ de sus trabajadores.

Todo esto, sin duda que podría universalizar la heterogeneidad cultural y el quiebre del monopolio existente hoy día en la educación superior. Sin embargo, vemos que dicha heterogeneidad viene estrechamente acompañada por una hiperprivatización mercantil del conocimiento, donde universidad e industria se dan la mano en perjuicio del cuidado responsable de la misma sociedad; efectos nocivos contra las personas y el medio ambiente, se ha visto gravemente fomentados por esta perversa asociación. La falta de ética social, y la pérdida cada vez mayor del rol crítico de los mismos docentes e investigadores, ha hecho que la transnacionalización se convierta en una peligrosa homogeneización de los fines instrumentales del conocimiento.

Evidentemente, un obstáculo para la implementación de los modos de suministros del GATS, son las políticas nacionales de educación que protegen (aunque muy débilmente) a la misma educación como un ‘bien público’, o más bien, y principalmente, las regulaciones que se hacen respecto a la educación privada, que restringen de algún modo sus espacios. Y por otra parte, también constituye un gran obstáculo la capacidad del Estado en convertirse en un catalizador de las propuestas internacionales de liberalización del mercado, sobre todo respecto a la transnacionalización de la educación.

Nótese cómo, poco a poco, dichas políticas de protección a la garantía de acceso a la educación de ‘todos los ciudadanos’ desaparecen cada vez más. Y los países periféricos, menos ‘desarrollados’ según las pautas internacionales de crecimiento económico, tratan a toda costa de ajustar sus políticas educacionales, a los modelos que imponen los grandes constructores de desigualdad en el mundo: Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, y por supuesto, el ya mencionado brazo del poder de aquellas, la OMC. Chile -por ejemplo-, un emergente país al sur de Latinoamérica, es un país modelo de ascensión en esta jerarquía estructural internacional del mercado que, a partir de la implantación de un modelo neoliberal durante la dictadura de Pinochet, no ha logrado ser detenida ni por los gobiernos llamados a sí mismos ‘socialistas’.

Si bien en cierto que el GATS es un acuerdo voluntario, no cabe duda que se trata de un proceso de gran envergadura que se ha implementado muy lentamente en casi todos los países suscritos a la OMC.

La universidad pública, como institución garante de la transformación social, es ahora más que nunca, el objeto de deseo de las corporaciones y oligarquías económicas; no sólo por convertirse ella misma en el lugar diferenciador de una nueva ‘clase social’ elitista, sino, y principalmente, por carecer ella misma de las herramientas reflexivas y críticas respecto al papel que cumple al interior de una sociedad.

Referencias

1 Las siguientes reflexiones surgen a partir de un debate iniciado por la revista ‘Culture Machine’: The Death of the University, English Style” de Nick Couldry y Angela McRobbie; con quienes intento dialogar en este breve texto. Para una mayor profundización sobre las líneas aquí señaladas, puede consultarse: (De Sousa Santos, 2006); de donde he tomado prestado una serie de conceptualizaciones.


(Volver a página inicial)