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Octubre 2010

México


Vórtice militar: el tercer vínculo y el acercamiento militar de Washington


Jonathan Agustín González Torres*

cipamericas.org

A lo largo de la historia, los Estados Unidos han desarrollado una serie de planes estratégicos que han fortalecido su hegemonía y su posicionamiento a escala mundial. En México, las estrategias han variado a lo largo de los años y su presencia se ha construido y legitimado con matices diferentes, bajo espacios y momentos históricos precisos. El objeto del presente artículo será analizar el papel de las fuerzas armadas mexicanas en la vórtice de la Iniciativa Mérida y saber cuándo y bajo qué contextos comienzan a establecer planes de asistencia en materia militar México y Estados Unidos.

El inicio de la asistencia militar México-Estados Unidos

Si bien existió una larga trayectoria de confrontación militar entre México y Estados Unidos a lo largo del siglo XIX y la primera parte del siglo XX, al iniciar la segunda Guerra Mundial, México inauguró una línea de colaboración militar que prevaleció a principios de 1940.

La segunda Guerra Mundial modificó la correlación de fuerzas a escala planetaria y significó el fin de la hegemonía europea y el ascenso de la Unión Americana como potencia hegemónica. Al entrar Estados Unidos en el escenario bélico, consideraban clave a México por su posición estratégica y la producción de materias primas. En ese momento, los estadounidenses deseaban coordinar la defensa de la costa del Pacífico como respuesta al ataque japonés a Pearl Harbor.

Con ese objetivo se creó la Comisión Conjunta de Defensa México-Estados Unidos en enero de 1942. Para el 27 de marzo de ese mismo año fue firmado El Acuerdo de Préstamos y Arrendamientos en materia militar, el primer plan institucionalizado de asistencia militar durante el siglo XX. Aunque los requerimientos mexicanos fueron poco satisfechos, representó el primer destello de colaboración en materia militar. Sin embargo, al finalizar las hostilidades, el acuerdo fue prácticamente desmantelado.

La Guerra Fría y el contacto militar

Una vez concluida la segunda Guerra Mundial comenzó a gestarse la Guerra Fría, la cual fue el enfrentamiento entre Estados Unidos y la Unión Soviética. México no fue ajeno a ésta confrontación y decidió restringir la relación militar con Estados Unidos.

Sin embargo, los estrategas estadounidenses insistieron en negociar un acuerdo militar. Con ese fin arribó a México el General Edward M. Jones en febrero de 1952 y comenzó la negociación. El desacuerdo se debió a que México debía suscribir la cláusula de “Defensa de la Democracia”, lo que podría suponer el compromiso del gobierno mexicano llevar tropas fuera de su territorio. El apoyo entonces fue rechazado.

A partir de entonces y hasta la década de los noventa, México no aceptará planes de asistencia militar, no realizará operaciones conjuntas y no contemplará la presencia de militares estadounidenses en su territorio. Para 1967, todos los países latinoamericanos hospedaban misiones y recibían ayuda militar de Estados Unidos con la notable excepción de México, Cuba y Haití pues a éste último se le suspendería la ayuda en 1963.[1]

Lo anterior no significó el rompimiento total de las relaciones militares. Pocos años después, un creciente número de militares y oficiales mexicanos recibirán preparación en instalaciones militares estadounidenses. Por ejemplo, para 1964, 15 años después de ser fundada la Escuela Militar de las Américas, había graduado a 16, 343 latinoamericanos de los cuales 178 eran mexicanos. Otra escuela reservada para oficiales era la de Fort Bragg situada en Carolina del Norte. A finales de 1963, dicha escuela había graduado a 112 oficiales, de los cuales, tres eran de México.[2]

Este entramado de ligera relación militar se mantendrá estable hasta la década de los noventa. A partir de ese momento, comenzarán los ejercicios aéreos con Estados Unidos en 1992 y los navales en 1993 y para mediados de los años noventa el Departamento de Estado estadounidense afirmaba tener más de 45 programas que relacionaban a las fuerzas armadas de ambos países.[3]

Es decir, México pasó de una relación militar estrecha con Estados Unidos, durante la segunda Guerra Mundial, a una posición más moderada durante la Guerra Fría para retornar a un contacto militar más amplió a finales de los años noventa.

Encrucijada neoliberal y fuerzas armadas: el tercer vínculo

Una vez entrada la década de los noventa surgió un nuevo orden mundial. Estado Unidos logró la superioridad militar que tenía como base su capacidad económica. Nuevos enemigos suplantarán el “peligro comunista” y darán paso a la lucha antidrogas.

Por otro lado, en la región norteamericana un nuevo acuerdo daba inicio, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). En un memorándum,[4] con fecha de abril de 1991, el embajador estadounidense en México John Negroponte resumió los objetivos estadounidenses hacia México en el TLCAN. En él se señaló que en la política exterior el “TLC (sic) institucionalizaría la aceptación de una orientación estadounidense en las relaciones exteriores de México”.[5] En lo económico el TLCAN sería un “instrumento para promover, consolidar y garantizar la continuidad de la reforma económica más allá de la administración de Salinas”.[6] En síntesis, el acuerdo representó para los estadounidenses hegemonizar lo económico y lo político en México. Y, tras una campaña sin precedente de cabildeo por parte del gobierno mexicano, el Congreso estadounidense aprobó la propuesta. La firma del TLCAN fundó el acuerdo comercial más importante de México con Estados Unidos desde la segunda Guerra Mundial.

El primero de enero de 1994, fecha en que entró en vigor el TLCAN, un grupo de indígenas armados denominados Ejercito Zapatista de Liberación Nacional se levantó en armas y le declaró la guerra al gobierno mexicano. Ente esta situación, el gobierno respondió con el envío de unidades especiales de infantería y aviación para hacerse del control territorial en donde el zapatismo tenía influencia. Y, bajo éste contexto, comenzaron a establecerse más acercamientos militares ambos países.

La coyuntura de cambio de gobierno, el colapso económico de México en 1995 y el levantamiento armado mencionado fueron elementos que consolidaron la política económica neoliberal y crearon el ambiente propicio para los acercamientos militares. No en balde, el Secretario de Defensa estadounidense William Perry visitó México y propuso la mañana del 23 de octubre de 1995, ante la plana mayor del Ejército Mexicano, el llamado “tercer vínculo”, es decir, un mayor contacto militar.

Pero, ¿por qué era tan importante integrar a las fuerzas armadas mexicanas en esquemas de asistencia militar liderados por Washington? El investigador Carlos Fazio apunta que “en ese momento [1995] los Estados Unidos no tenían acceso a las estructuras de decisión táctica-operativa y estratégica de las fuerzas armadas mexicanas, la única institución de América Latina, junto con Cuba, que no [había] sido penetrada directamente por el Pentágono”.[7]

A partir de entonces se revitalizaran y modernizan cuando menos ocho mecanismos de asistencia militar y de seguridad de Estados Unidos hacia México. En el siguiente cuadro se presentan los más importantes y se dividen en tres tipos: mecanismos de asistencia militar, lucha antidroga y lucha antiterrorista.

Como se puede apreciar, en el cuadro existen tres rubros de asistencia claramente diferenciados. Bajo el rubro de mecanismos militares se realizan dos actividades principalmente. La primera es la asistencia militar. En esta sección México ha aceptado, por ejemplo, el programa de Educación y Capacitación Militar Internacional y la asistencia del Centro de Estudios Hemisféricos de Defensa como mecanismos de adiestramiento militar. La segunda es la venta de armamento, la cual depende de que México decida hacer alguna compra y Estados Unidos esté dispuesto a vender. Ejemplos de éste mecanismo son el Programa de Ventas Militares al Extranjero, el programa de Financiamiento Militar al Extranjero y las Ventas Comerciales Directas. México se había caracterizado por aceptar una reducida ayuda militar debido a que Estados Unidos ha utilizado regularmente ese tipo de asistencia para influir y presionar en la política de defensa y seguridad de los países que la aceptan.

Los mecanismos de lucha antidroga buscan establecer el marco de asistencia para el combate al tráfico de drogas. Dicho mecanismo se encarga de desarrollar políticas y esquemas para combatir a los traficantes de drogas y al crimen organizado. Aunado a lo anterior, el Departamento de Estado busca dos objetivos estratégicos: 1) reducir la entrada de drogas ilegales a Estados Unidos; y, 2) reducir el impacto del crimen organizado internacional en Estados Unidos. Además, complementa la estrategia estadounidense antiterrorista, directamente e indirectamente, promoviendo la modernización de equipo y de operaciones secundarias por agencias extranjeras en los sistemas penales y de aplicación de la ley. Para tal fin se creó la Oficina de Asuntos Internacionales sobre Narcóticos y Aplicación de la Ley y la sección 1004, en Estados Unidos, de los cuales México recibe recursos.

Por último, la mecánica de combate al terrorismo es una sección que está encaminada a construir, sostener y hacer contactos con militares extranjeros para fortalecer las capacidades antiterroristas, para disuadir, interrumpir y derrotar a las organizaciones extremistas, apoyando con la infraestructura. Además, el Departamento de Estado por éste medio proporciona armas, el equipo, los servicios y el entrenamiento para preparar a los gobiernos de otros países para prevenir y tratar de aminorar los actos terroristas como bombas, secuestros, asesinatos, entre otros. México es parte de este mecanismo de asistencia.

Otras dinámicas militares

Además de lo anterior, en diciembre de 1995 se acordó la transferencia de equipo militar en el combate a las drogas y adiestramiento militar de mexicanos en Estados Unidos. Durante las negociaciones se concertó que el gobierno estadounidense transfiriera 73 helicópteros UH-1H y cuatro aviones C-26. Sin embargo, años más tarde será del conocimiento de la opinión pública y del gobierno mexicano que esos aviones habían sido utilizados por última vez en la guerra de Vietnam, situación que orilló a México a devolver los materiales que le habían entregado.

Tiempo después, en abril de 1996, la administración de William Clinton ordenó a las fuerzas armadas de su país llevar a cabo la Iniciativa de Adiestramiento en México (IAM) orientada a mejorar las capacidades de las fuerzas armadas mexicanas. La IAM empezó sus tareas en abril de 1996, en Fort Bragg, Carolina del Norte. Ahí se entrenó a oficiales de las fuerzas armadas mexicanas en lucha antidroga, puntería, reconocimiento, combate cercano y derechos humanos. Este tipo de adiestramiento continúo hasta septiembre de 1998, cuando fue suspendido el programa.

No obstante, los hechos que trastocaron de manera definitiva la relación militar de ambos países fueron los sucesos del 11 de septiembre de 2001 (11-S). A partir de ese momento, la agenda de seguridad se colocó por encima de cualquier otra, situación no vista, por lo menos, desde la segunda Guerra Mundial. Uno de los mecanismos de defensa y seguridad que surgió fue el Comando Norte.

El Comando Norte (USNorthCom por sus siglas en inglés) es una fuerza militar que tiene bajo su resguardo los territorios de América del Norte. El USNorthCom surgió como respuesta a los sucesos del 11 de septiembre, se inauguró el 1 de octubre del 2002 y adquirió capacidad de respuesta total hasta el 11 de septiembre de 2003. Este proyecto militar derivó de la estrategia de seguridad estadounidense que se fundamenta en la National Security Strategy (NSS) del 2002 del entonces presidente George W. Bush. La importancia del USNorthCom es que se ha convertido en uno de los más importantes interlocutores entre las fuerzas armadas de los tres países de América del Norte.

Años después se creó la Alianza para la Seguridad y Prosperidad de América del Norte (ASPAN), la cual es una iniciativa trilateral que incluye a Canadá, Estados Unidos y México, que permite la puesta en marcha de instrumentos trilaterales y que es señalada como uno de los antecedentes de la Iniciativa Mérida.

La vórtice militar de la Iniciativa Mérida

Oficialmente se sabe que la Iniciativa Mérida surgió a propuesta del mandatario mexicano, el cual sugirió al presidente estadounidense la necesidad de coordinar esfuerzos para fortalecer el combate a la delincuencia organizada. El encuentro entre ambos presidentes se realizó el 12 y 13 de marzo de 2007, en Mérida, Yucatán.

No obstante, existen dudas al respecto, ya que se sabe que “el 17 de enero de 2007 el diputado demócrata por Texas, Henry Cuéllar, y Silvestre Reyes, presidente del Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes, presentaron la Prosperous and Secure Neighbor Alliance of 2007, documento base para la negociación que posteriormente se llamaría Plan México o Iniciativa Mérida”.[8] Lo anterior pone en entre dicho las afirmaciones oficiales y confirma que la propuesta fue hecha por representantes del gobierno estadounidense.

El nuevo marco de la relación entre México y Estados Unidos fue anunciado oficialmente, el 22 de octubre de 2007, bajo el título de: “Iniciativa Mérida: Un nuevo paradigma de cooperación en materia de seguridad”, la cual está destinada a combatir el tráfico de drogas, de armas, los esfuerzos de procuración de justicia y el combate a la delincuencia trasnacional organizada.[9] Después de varios meses de negociaciones, el 30 de junio de 2008, el presidente George W. Bush promulgó la Ley H.R. 2642 de asignaciones suplementarias que contenía los recursos para la Iniciativa Mérida y contemplaba un presupuesto de 352 millones de dólares.

Para 2010 se tienen contemplados, de acuerdo al último reporte del Congreso de los Estados Unidos, 210.3 millones de dólares. El reporte resume los recursos de la siguiente forma:[10]



Como puede apreciarse, la asistencia para México destina mayores recursos a los ámbitos policiaco y militar. Predomina el rubro de Control Internacional de Narcóticos y Aplicación de la Ley (INCLE, por sus siglas en inglés), al cual se le asignaron 859.5 millones de dólares. Los fondos están destinados, principalmente, a los cuerpos policiacos y de procuración de justicia (SSP y PGR).

Por otro lado, se encuentran los recursos asignados a las fuerzas armadas a través del Programa de Financiamiento Militar Extranjero (FMF, por sus siglas en inglés), bajo este rubro se le asignó a la Secretaría de la Defensa Nacional y a la Secretaría de Marina 420.8 millones de dólares.

Y se destinan sólo 50 millones de dólares para un Fondo de Apoyo Económico (ESF, por sus siglas en inglés).

La iniciativa Mérida a debate

La Iniciativa Mérida representa para las fuerzas armadas mexicanas un cambio no visto por lo menos desde 1942, cuando se inauguró la Comisión Conjunta de Defensa México-Estados Unidos. Por lo anterior, ésta reviste una gran importancia, ya que funda el combate a las drogas en el esquema policiaco-militar sugerido por Washington, lo cual puede apreciarse claramente en los recursos asignados a las fuerzas armadas y a las instituciones policiacas.

Aunado a lo anterior, la Iniciativa Mérida tiene serias deficiencias estratégicas en su contenido. En primera instancia, no es una iniciativa que busque resolver el problema de una manera integral. El enfoque punitivo y policiaco-militar sugerido por Estados Unidos para resolver la lucha antidroga ha demostrado su ineficiencia para eliminar el tráfico de drogas y la delincuencia organizada.

El problema del tráfico de drogas y el crimen organizado es una realidad. Sin embargo, resulta inaceptable el amplio dominio estadounidense hacia donde se debe de orientar la política de seguridad mexicana. De igual forma, resulta inaceptable que hasta hoy México no haya planteado una verdadera estrategia y política de Estado en materia de seguridad.

El resultado: aumento de la violencia, violaciones a los derechos humanos, tráfico de armas, grandes ganancias de los traficantes y una estela sangrienta que, en síntesis, se expresa en un Estado que agravia a la sociedad.

Es insultante, como lo dijo el ilustre Carlos Montemayor, que las fuerzas armadas mexicanas que debían servir de custodios de la libertad, priven precisamente de las libertades a ciudadanos inocentes e inermes. “No hay justificación ni dignidad en ninguna autoridad cuando la violencia de Estado se vuelve contra la sociedad misma”.[11]

En ese sentido, la solución al problema del tráfico de drogas no sólo se encuentra en el enfoque policiaco-militar, sino en ver esta situación desde una perspectiva integral. Con la mitad de la población en pobreza, sin un Estado que otorgue justicia pronta y expedita, sin el respeto a los derechos consagrados en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y sin ver el asunto de las drogas como un problema de salud pública, las cosas seguirán avanzando.

En virtud de lo anterior, es necesario fortalecer las instituciones policiacas y de procuración de justicia, de naturaleza civil, en las que predomine el Estado de derecho y se busque anular los canales de la corrupción. En el plano internacional debe haber una mayor coordinación con los Estados Unidos sin el dominio de éste en la agenda de seguridad mexicana. Asimismo, es importante establecer acuerdos con los países que enfrentan el problema del tráfico de drogas en América Central y América del Sur.

Finalmente, vale la pena recordar la gesta de Sinón en la Guerra de Troya. Como en la épica grecolatina, los estadounidenses -incapaces de penetrar las estructuras militares mexicanas-, recurrieron a una estratagema y construyeron una Iniciativa Mérida (el Caballo de Troya), Silvestre Reyes y Henry Cuellar (como Sinón, el espía griego) convencieron a los mexicanos de que era un regalo. La mitología griega continúa y cuenta que cuando el caballo entró a la ciudad de Troya, Sinón dejó salir a los soldados griegos armados que mataron a los guardianes y abrieron las puertas a su ejército, capturando e incendiando la ciudad.

El ardid del caballo fue una astucia del héroe Odiseo. Esperemos que ese ardid no sea un preludio para México y que la vórtice de la asistencia militar de Washington no contribuya más al caos y desorden como el que hasta ahora ha prevalecido en México.

Jonathan Agustín González Torres es licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Nacional Autónoma de México y actualmente realiza la maestría en Estudios México-Estados Unidos en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán. Sus líneas de investigación versan sobre relaciones México-Estados Unidos, Seguridad Nacional, Fuerzas Armadas y tráfico de drogas.



[1] Mario Ojeda. Alances y límites de la política exterior de México, México, El Colegio de México, 2001,  p. 76.

[2] Ibid., pp. 179-80.

[3] Howard Wiarda, “Beyond the Pale: The Bureaucratic Politics of United States Policy in Mexico”, World Affairs, Vol.162, Issue 4, primavera de 2000, p. 185.

[4] Palabra latina que significa “cosa que debe recordarse”.

[5] Sergio Aguayo, El panteón de los mitos: Estados Unidos y el Nacionalismo mexicano, México, Ed. Grijalbo, 1998, p. 284.

[6] Ibid., p. 284

[7] Carlos Fazio, El tercer vínculo, México, Ed. Joaquín Mortiz, 1996, p. 179.

[8] Mario Cruz, “Plan Colombia e Iniciativa Mérida: piezas estratégicas de la hegemonía continental”, Op. Cit., p. 352.

[9] Vid., Iniciativa Mérida, “La Iniciativa Mérida: nuevo paradigma de cooperación en materia de seguridad”, [en línea], México, 22 de octubre de 2007, Dirección URL: http://www.iniciativamerida.gob.mx/pdf/declaracion_conjunta_Iniciativa_Merida_esp.pdf, [consulta: 10 de enero de 2010].

[10] Vid., Clare Ribando, “Merida Initiative for Mexico and Central America: Funding and policy issues”, [en línea], Estados Unidos de América, enero de 2010, Dirección URL: http://www.wilsoncenter.org/topics/pubs/M%C3%A9rida%20Initiative%20for%20Mexico%20and%20Central%20America%20Funding%20and%20Policy%20Issues.pdf, [Consulta: 3 de abril de 2010].

[11] Carlos Montemayor, “Agravio a la sociedad”, [en línea], México, 2 de marzo de 2010, la jornada.unam.mx Dirección URL: http: //www.jornada.unam.mx/2010/03/02/index.php?section=opinion&article=a08a1cul, [consulta: 2 de marzo de 2010].





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