Diciembre 2009

LA IMPOSIBILIDAD DEMOCRATICA EN EL CAPITALISMO Y LAS ELECCIONES COMO ESTRATEGIA DE PODER. Para repensar las elecciones en América Latina

    Jorge Lora Cam

    Al anular una y otra vez el poder estatal, para volver a hacerlo surgir de su seno, el sufragio universal, ¿no suprime toda estabilidad, no pone a cada momento en tela de juicio todos los poderes existentes, no aniquila la autoridad, no amenaza con elevar a la categoría de autoridad a la misma anarquía?

    Carlos Marx, Critica de la Filosofía del Estado de Hegel, en Umberto Cerroni, El Pensamiento de Marx, Ediciones del Serbal, Barcelona, 1980.p.186

Si desde el surgimiento del liberalismo político la burguesía ya se planteaba esta preocupante pregunta, hoy en dia, con el triunfo electoral de la centroizquierda en algunos países latinoamericanos. Desde la derrota sandinista –precedida por la experiencia allendista- pocos guardaban expectativas en una salida electoral, con las experiencias se generaliza la certidumbre en seguir este camino al poder. Cuando el neoliberalismo parecía que había consolidado la dictadura burguesa contra la voluntad popular, la intranquilidad de esta clase es creciente y han tenido que recurrir a diversas formas de anular el sufragio y promover la anarquía. Las irregularidades electorales en Colombia, Perú, México, las intervenciones en Haití u Honduras exteriorizan que en estos lugares se vive una democracia encubierta, intervenida, que tiene detrás las armas imperiales y la colonialidad del poder.

Cuando leemos algo como lo que sigue, una visión liberal del México actual, podría ser imputado a cualquier país de América Latina:

    Mucha riqueza, pocos beneficiarios. Crecimiento estancado, país aletargado. Intereses atrincherados, reformas diluidas. Poca competencia, baja competitividad. Poder concentrado, democracia puesta en jaque. Un gobierno que en lugar de domesticar a las criaturas que ha concebido, ahora vive aterrorizado por ellas.1

La teoría clásica de la democracia liberal moderna es reiterativa y en la actualidad carece de un referente empírico (si no pensemos en régimen electoral mediático y concertado en las alturas en los Estados Unidos o en Italia) y, en ese sentido, nadie sabe bien a que realidad se remite cuando menciona el tema. ¿En qué consiste hoy la democracia liberal cuando ya todas las relaciones sociales y el contexto político han sido transformados destruyendo el sustento real de la misma?. Cuando el FMI-BID-BM durante un cuarto de siglo retira al Estado de los sectores estratégicos, desregulándolos, desnacionalizándolos y colocándolos en las Bolsas propicia desequilibrios políticos y una política neoliberal de saqueo y corrupción que termina con los avances demoliberales.

Adrián Gimate elabora una excelente síntesis del debate actual sobre la democracia liberal representativa y deliberativa.2 Refiere a dos concepciones opuestas, la racionalista, idealista o utópica frente a la procedimental o positiva. Aunque ciertamente estas tendencias existen, ambas enfatizan en ciertos aspectos y recurren a las dos teorizaciones. La mayor parte de intelectuales y algunos políticos optan por la segunda enfatizando en requerimientos poliárquicos mínimos como la aspiración por una competencia honesta y justa, elecciones periódicas, libertad de expresión, asociación e información y que los candidatos compitan libremente y de manera equitativa. Sobre estos aspectos se pueden incluir los aspectos deliberativos entre actores en aras de una mejora de la calidad democrática. No obstante la legítima aunque eurocéntrica preocupación de Habermas por los intereses múltiples, no visualiza el mundo recolonizado ni como el fascismo societal excluyente que acompaña a la globalización ha cambiado la situación colocando la lucha política central en los sin voz, que quieren ser escuchados, visibilizados y reconocidos como interlocutores iguales y legítimos en el debate. Intelectuales más audaces que que los subrepticios neoliberales Habermas o Giddens llegaron a plantear que el capitalismo globalizado marca la gran época democrática.

Siglos de debate, pero aquí nos interesa las más de dos décadas en las que muchos intelectuales y académicos se han dedicado a buscar el tipo ideal democrático en América Latina. Casi todos coinciden que es un proceso que tuvo varias premisas, condiciones, que podemos simplificarlas en: a) la existencia de un Estado nacional de competencia; b) la presencia de un pueblo homogenizado económicamente y con valores individualistas; y c) un gobierno con amplias funciones públicas que responda al monopolio de la fuerza, la defensa de la soberanía y tenga influencia y control democrático a través del Estado de derecho expresado en la división de poderes. En contraposición lo que vemos en la región son países donde la democracia es producto de la articulación de poderes monopolizados internos e internacionales que engloban perversamente lo económico, político, jurídico, religioso, militar, mediático, tecnológico e ideológico y en donde algunos movimientos populares y países vienen descolonizándose en varios de estos aspectos creando temor y respuestas mas agresivas entre las clases dominantes que junto a las ciudades conservadoras y sus clases medias contituyen su principal respaldo y referente social. En esos países existen peligrosas tendencias comunitaristas aymaras que –al igual que la derecha conservadora- pretenden estructurar un mundo tradicional culturalmente homogéneo que impida la emergencia de movimientos políticamente antagónicos.

Si bien es cierto que bajo un conjunto de condiciones mínimas políticas, institucionales y éticas es posible que cualquier candidato gane las elecciones, el pensamiento y su lógica liberal aun hegemónica mientras sea adoptada como tal trascenderá las opciones ideológicas e incluso momentos históricos de cambio. La esperanza de la ilustración –que no es equivalente a capitalismo- de hacer gravitar todo el tejido social a partir del espacio público de la ciudadanía por ahora es una ingenuidad aunque quede como una aspiración. Mas aun si tenemos en cuenta que es verdad que existen instituciones pero que cada vez son menos ciudadanas y están atrapadas en una colonialidad del poder capaz de colonizar grandes espacios sociales. El problema reside en que la ciudadanía y la sociedad civil -siendo productos de la lucha de clases en el Estado capitalista- nunca homogenizaron los derechos políticos, solo se constituyeron en sus permanentes catalizadores, mientras los gobiernos tienden a depender de los grupos de poder económico. El derecho, las constituciones y la institucionalidad jurídica no son mas que expresiones de la correlación de fuerzas anatgónicas en los diversos niveles y facetas del poder. Unicamente los sujetos sociales pueden sostener las constituciones y las leyes, estando a favor o en contra de ellas. Mientras que en México, Perú o Colombia las elecciones presentan a sujetos individuales desestructurados y muchas veces engañados, en Bolivia o Ecuador las identidades individuales, se expresan en actos colectivos, el sujeto electoral al que aspiran es la ciudadanía colectiva. Un problema radica en que en todos estos países el Estado aun es visto multidimensionalmente como patriarcal, oligárquico y discriminador al mismo tiempo que potencialmente antiimperialista.

La democracia nació limitada por el capitalismo y llegó a su agotamiento junto a él. Señala Zizek que: “La filosofía política desde su origen… ha venido siendo un esfuerzo por anular la fuerza desestabilizadora de lo político, por negarla y/o regularla de una manera u otra…”3

Como bien señala Hirsch, con las presiones del proceso internacional de valorización de capital con mayor claridad dejan de ser efectivos los derechos de control y participación democrática nacional. Si esto lo articulamos con la idea de que más allá del Estado nacional casi no existe alguna institución política democrática y más bien el Estado en América Latina y el Caribe esta sometido a la existencia de poderes producidos por un colonialismo interno asociado a la recolonización y al nuevo sometimiento racista de las mayorías de origen africano o indígena, ¿qué posibilidades le queda a la democracia de desarrollarse en un solo país o en la región?4 Obviamente ninguna.

Alessandro Pizzorno –pensando en el capitalismo avanzado- anota que estamos frente al pasaje de un sistema de representación pública a otro público-privado. En sus palabras:

    Es como la extensión de esta nueva posición del Estado en las confrontaciones de los intereses privados, donde se injertarán las características del orden jurídico de la globalización. Estas pueden resumirse al indicar la movilidad del universo normativo y la expansión de las formas de autolegislación, así como el esparcimiento de la actividad jurídica autónoma en detrimento de la actividad legislatva. Se trata obviamente de aspectos íntimamente conectados.5

Los poderes estatales ejecutivo, judicial, legislativo, electoral acompañados del mediático son monopolizados por el poder económico. El Estado ahora es una agencia y la clase política es privada, los ministros son gestores y los congresistas lobbystas de las trasnacionales y los Estados que los representan. La democracia tiene las puertas cerradas.

Pero que ocurre con la ciudadanía en la región? Proponemos la siguiente idea: el capitalismo no solo despoja a los hombres de la política -después de expropiar a los productores de su propiedad- sino lo que es tanto o mas importante les arrebata su identidad étnica, nacional, religiosa, cultural, social y subjetiva e incluso familiar, suprime pertenencias y solidaridades, habitus y costumbres; convierte a los hombres en moléculas del capitalismo, los reconstituye ontológicamente. Con el neoliberalismo quien actúa como el sujeto mas decisivo es el propio sistema y el Estado, gobernados por sus direcciones políticas que ejecutan el proyecto privatizador, represivo y domesticador. Esto explica el por qué de la resistencia a quienes representan al capitalismo por desposesión de pueblos autoreconocidos como indígenas, politizados y con espacios de solidos lazos de solidaridad y como han podido responder utilizando todas las formas a la agresión del capitalismo neoliberal sobre sociedades de países indígenas. En otras palabras la resistencia en países indígenas es diferenciada y proporcional respecto a la fortaleza o debilidad del capitalismo y también del Estado. De allí que en Ecuador, Bolivia donde el capitalismo y el Estado no estaban consolidados, la centro izquierda encuentre en los movimientos sociales y después societales la potencialidad de cambio.

Los intelectuales reconocen unánimemente que los gobiernos pierden capacidad de regulación de los conflictos y de integración —como ocurría hasta hace dos décadas— al tiempo que se incrementan las desigualdades y fragmentaciones sociales. Las antinomias y exclusiones con las que nacen los contratos sociales se excerban y los Estados se enfrentan a irresolubles problemas. La presencia de regiones óptimas de valorización de capital muchas veces confunde —son los casos de Brasil o Chile— o también la aparente homogenidad ciudadana en partes del Cono Sur. Allí también las instituciones y métodos llamados democráticos existen como ficción, pues principalmente son mecanismos para imponer los intereses del capital internacional y la autorreproducción de las élites del poder y en ese sentido son compatibles y mutuamente se protegen. Hoy la democracia liberal es, en la vida cotidiana, un mecanismo de exclusión y expulsión social, una herramienta de dominación, explotación y subyugación. El Estado tras apariencias aun es autoritario y sólido para conseguir la expansión del capital trasnacional. Ante el avance de la resistencia muestra su verdadera faz tras el discurso e ideología liberal, su compleja red de dominio y subordinación, control y cooptación, educación y fetichismo, propaganda y alienación, violencia y terror. Cuando la clase política –con sus pactos- se apodera de la democracia esta es instrumentalizada como dogma y mecanismo de dominio a través de las clases medias y sus intelectuales. Con el neoliberalismo el orden corporativo entra en crisis y se reordenan sus estructuras; con nuevos poderes políticos y económicos, pierden legitimidad los mecanismos de representación debido a dominio total del interés privado y la resistencia al mismo. La hegemonía y la legitimidad son renovadas o transformadas acompañadas de nuevas teorías que mas se orientan a los procedimientos y cambios institucionales para mejorar la democracia liberal, pero que en otros países se reorientan hacia un nuevo fundamento jurídico constitucional matizado de posemodernidad.

Comúnmente se cree que la democracia y la dictadura se oponen, donde existe la una no coexiste la otra, empero la realidad es diferente, la democracia es una forma de dictadura, pues en los “países democráticos” existe una clase que domina sobre las otras, la burguesía trasnacionalizada domina a los explotados y oprimidos. Lo hace articulando el equilibrio de la conflictividad con la representación, que conlleva un proceso electoral que tiende a ocultar las relaciones y antagonismos etnicos y de clase en la sociedad. Sufragio que a la vez que legitima al sistema, la política y las acciones de la clase dominante, canaliza, confina y controla la actividad política de las clases medias y trabajadores. Así, el aparato estatal, el Estado se va reduciendo a un instrumento del dominio de la clase burguesa sobre los explotados y oprimidos independientemente de quiénes sean los individuos en el poder.6 Recurren a la gobernabilidad o gobernanza:

    Es un proyecto de constitución política adaptado al neoliberalismo, para el cual ha llegado la hora de eliminar todo riesgo de que las mayorías sociales hagan oír su voz... Hay que liquidar los fundamentos básicos de la democracia y ello con un aire juvenil y libertario. Su proyecto de devolución del poder a la sociedad civil significa la desaparición misma del espacio público de la participación política ciudadana que queda sustituido por el espacio privado del mercado y de la "sociedad civil".7

La gobernanza es un eufemismo que esconde al gobierno mundial-regional-local a nivel macro-micro; son las formas de gobierno dictatorial que se agazapan tras neologismos que tienen que ver más con lo particular que con el tradicional gobierno del Estado de los países recolonizados. Expliquémonos. Mientras se trata de descargar al Estado de sus viejas funciones, se reduce el concepto de sociedad civil al plano institucional y de grupo construido bajo los poderes y sobre el individualismo ciudadano y el reconocimiento multicultural -otro instrumento de dominio- que busca el consenso ideológico en torno a la idea del mejoramiento de la sociedad. En realidad, el concepto sociedad civil designa las relaciones sociales, actividades y procesos donde cotidianamente se reproducen las comunidades en organizaciones, instituciones, normas, poderes y saberes que incluyen las relaciones de clase, étnicas, nacionales, raciales, coloniales, religiosas, generacionales, demográficas, familiares, ideológicas, lingüísticas, etc., como base y objeto del poder político.8

Las ciudades han mutado mientras más grandes –principalemente por las migraciones- más se privatiza el espacio público y se pierden los lazos sociales, ahí se territorializa la globalización despojando a poblaciones precarias en beneficio del capital con sus diversas formas y flujos que empiezan con la desposesión y continúan con la especulación, construcción y territorialización del capital. La acumulación y la dominación se reproducen escalonadamente de las metrópolis a las ciudades intermedias y pequeñas de la región. Una ciudadanía plebeya surge en medio de nuevas subjetivaciones, frustraciones, segregaciones, polarizaciones y violencias, de caos y conflictos. Emergen bolsones de una nueva cultura urbana de resistencia muy articulada a algunas universidades, barrios, ONG, movimientos urbanos ciudadanos y trabajadores.

En el capitalismo la política no es una prerrogativa de la ciudadanía, ha sido monopolizada por las corporaciones económicas y políticas, extraña a la deliberación parlamentaria y al margen de la ley. Como bien anota Fernández Liria:

    No es que no haya política, lo que no hay es democracia y, mucho menos, división de poderes, República o Estado de Derecho. Lo que no hay es un marco legal para

    “convencer” a las leyes, es decir un auténtico orden constitucional.9

Más adelante agregan que el problema de los analistas políticos y expertos en democracia de derecha e izquierda son parte del tejido mitológico basado en una ficción fatal: que la democracia y el capitalismo se implicaban mutuamente. Vivir en un Estado de Derecho y en democracia es una experiencia por realizar. En Bolivia, Venezuela y Ecuador existe el intento popular de construir Estados de Derecho y convertir las ilusiones ciudadanas y democráticas en una realidad. Sin embargo, esta posibildad de reconstruir la sociedad por medios políticos tiene graves problemas cuando analizamos las nuevas Constituciones y constatamos que se ha dejado espacios para la reimposición del poder económico como la propiedad de la tierra y las prerrogativas de terratenientes y trasnacionales, la centralidad del mercado, las políticas neoliberales, la dominancia de la economía extractivista, la acumulación por desposesión, las condiciones para la destrucción de la naturaleza. No solo en estas Constituciones se deja a los argumentos del mercado la última palabra sino que los políticos de la centroizquierda que dirigen los ejecutivos y manipulan los parlamentos mantienen un proyecto de poder político compartido y proponen como en Bolivia construir un capitalismo andino. La lógica que pretenden imponer es que si no se protege a los empresarios y se construye mas capitalismo se acabarían las posibilidades de redistribuir. En esta lógica seguirá imperando la lógica de la economía sobre la política, de la garantía de la propiedad y la ganancia de unos pocos. Los pilares del liberalismo quedan asentados y en lugar seguro: el individualismo propietario sobre los intereses colectivos y la Constitución como delegación del ejercicio de la soberanía y la independencia de la representación respecto a la voluntad popular. Para dirigentes políticos de estos países algunos intelectuales poseedores del saber -como ellos mismos- aportan la racionalidad sobre una masa de indígenas oportunistas. No se esta contruyendo la democracia como condición real del pueblo.

Latinoamerica esta atravesada por una guerra sorda entre por un lado indígenas, campesinos, trabajadores, sectores de la izquierda, excluidos, algunas ONGs y por otro una derecha neoconservadora-neoliberal que esta aglutinando a todos los factores de poder factibles de ser unidos: partidos semiprivatizados, congresos de lobbystas de trasnacionales y oligarquías, poder electoral y judicial sometidos al ejecutivo o a los poderes económicos, sectores de las Fuerzas Armadas y paramilitares, la jerarquía eclesiástica, los medios, entidades corporativas, colegios profesionales, clase media urbana, juventud adiestrada en universidades privadas y públicas. Los regímenes de la derecha e izquierda claramente neoliberal son frágiles y su permanenecia debe ser atribuida a la débil oposición: Perú, México, Colombia y Chile, Brasil y Uruguay. También confrontan las contradicciones del primer grupo, pero carecen de organizaciones de base unificadas tras una estrategia de poder, de una alianza de partidos y movimientos con ética y democracia y sin ambiguedades programáticas, el alejamiento de la sociedad, los compromisos con las corrientes neoliberales y la complicidad en la corrupción. En los tres primeros países la sociedad es víctima de una acrecentada violencia militar y paramilitar de las fuerzas armadas nativas e intervencionistas en bases enmascaradas o descubiertas bajo el pretexto del combate al narcotráfico y la subversión.

Sobre los 8 regímenes progresistas de Latinoamérica hay debates sobre las varias dimensiones de los procesos en particular en Bolivia, Ecuador y Venezuela. Para algunos se trata de revoluciones (Gilly) emancipatorias (Gutierrez, García Linera), democráticas (Boaventura de Souza Santos), resistencias (Zibechi), reivindicación de derechos (Hobsbawm), revueltas, rebeliones, insubordinaciones, rupturas. Para nosotros aun son resistencias insubordinantes antiimperialistas y antioligárquicas que reivindican desde derechos históricos hasta la soberanía nacionalista. Es una guerra multidimensional de estrategias de poder. El proceso es joven pero pudo haberse iniciado un cambio más radical, sin sentido maximalista. Aun no se ha hecho lo suficiente por socializar el poder y desarrollar formas económicas y políticas emancipatorias, no se ha dado la batalla por los sentidos de la realidad y los proyectos de transformación. En Bolivia, además, los avances son discontinuos hacía un capitalismo andino y un gobierno compartido con la oligarquía, no se trascienden las coyunturas ni el electoralismo, los cambios son desde arriba, clientelares con el pueblo y de concesiones a la oligarquía y trasnacionales, una Constitución con 111 parches negociados con la derecha, restricciones al poder territorial y a la autonomía indígenas (con 50% de municipos con 90% de población indígena), una Ley electoral que otorga 7 escaños via circunscripción especial para el 65% de población indígena, con 34 étnias y nacionalidades que coartan la democracia comunitaria. En Ecuador en enero y octubre el movimiento indígena se levanto contra la ley minera y la Ley de aguas respectivamente, por su contenido neoliberal a favor de las trasnacionales. La misma agresividad antiindigena ocurre en Argentina, Chile y Brasil. En realidad el Estado reproduce las relaciones de la estatalidad de “un capitalismo que es oligárquico” (Samir Amin).10 Los regímenes de centroizquierda electoralemente instaurados cuando sirven al capital son una forma de nuevo autoritarismo, neoautoritarismo. “La democracia capitalista es contingente de la hegemonía capitalista y el capitalismo tiene una visión instrumental de la democracia. Las democracias neoautoritarias funcionan con la capacidad de defender algunos intereses contra otros.”11 El beneficio y la prosperidad de unos pocos —élites financieras— contra el empobrecimiento y marginalidad de la mayoría de la población. No debemos reducir el ejercicio democrático a la transparencia de los procesos electorales o a la alternancia en el poder, ya que estos rasgos no son el punto más alto ni el elemento esencial de la democracia.

El problema no es quiénes gobiernan o se turnan en el mando —unas veces un partido y otras veces otro—, sino cuáles son los instrumentos sociales para que los ciudadanos puedan ejercer un control político sobre el que gobierna, independientemente del partido al que pertenezca. Empero, tampoco es un problema de control, porque si fuera así nos estaríamos refiriendo a que la sociedad es un sistema compuesto por subsistemas y sus interrelaciones y que al aumentar la complejidad social crece la precariedad de la dominación. En realidad, la democracia es un problema de poder, de autoridad e influencia; en resumidas cuentas de potencia de dominación.

En las sociedades neoliberales, la deconstrucción de la comunicación subjetiva resignifica al sujeto y no necesariamente potencia a los pueblos, ya que la comunicación es una relación de dominación de clase, donde la hegemonía de la ideología burguesa construye el conocimiento, transforma su verdad en un régimen de verdad y utiliza la información para una mejor comprensión del mundo racionalmente comprendido, alienado de acuerdo con sus intereses pues las trasnacionales y oligarquías controlan los medios masivos de comunicación.

Monopolismo, dominio de las trasnacionales y democracia son incompatibles. Al concentrarse el poder en la oligarquía, ésta necesita apoderase de los resortes del Estado. Pueden aceptarse decenas de partidos y cada cual ofrece mayor legitimidad siempre que se garantice la política única en la que los ejecutores del poder acaten las decisiones de las trasnacionales y su expresión estatal imperial. La democracia liberal es el paraíso del capitalismo, le basta el monopolio del poder, de la violencia y de la libertad de expresión; ni siquiera ya son necesarios programas o una Constitución para gobernar, pues la necesidad económica exige aplicar medidas formuladas por el capital. Las libertades, los derechos laborales, los servicios del Estado son reconocidos, pero recortados al mínimo. El derecho a reunirse o manifestarse es un asunto de orden público, las huelgas son ilegales por anticipado; la precariedad del trabajo, las listas negras y el despido penden sobre los obreros. El miedo y la guerra psicológica, la biopolítica, la militarización y las tecnologías de guerra sucia se han naturalizado. Al Estado policía que se someta al imperio se le llama democrático y contará con todo su apoyo. Mientras, la izquierda al hacerse reformista y ciudadana, ahora llama mafias a los sindicatos y a terroristas a los enemigos del neoliberalismo.

Los partidos se han convertido en máquinas electorales que sólo funcionan para los comicios. Están estructurados verticalmente como entidades de cargos públicos y militancia de prebendas. De los programas electorales se retiran los aspectos que asustan a los votantes, hacen de las elecciones el centro de la vida política y el poder por el poder se convierte en la antesala de la corrupción. Para ser candidato hay que tener los recursos para hacer campañas y no interesa con quién se haga las alianzas. Un problema de racionalidad mercantil y recuperación de la inversión. Detrás del juego parlamentario está la lucha de clases y el poder del capital. Los poderes fácticos, paralelos, sólo permiten democracias vigiladas. Las mayorías son una construcción y quien tenga los mejores arquitectos y recursos, quien tenga mayor control sobre los medios y pueda construir cinturones mediáticos son quienes tendrán más posibilidades de triunfar. Lo que el imperio y la tele-internet califiquen de democrático, es lo democrático.

En el actual momento histórico, el concepto de democracia debe ser visto en un mundo imperializado, donde los factores externos determinan la macro y la micropolítica. Hay que distinguir entre Estado y régimen político, donde el segundo es transitorio y el primero permanente. Es un nuevo autoritarismo donde la estructura y la toma de decisiones tienen continuidad, donde únicamente los sectores que gozan de bienestar pueden desarrollarse plenamente. Para Borón vivimos mucho menos que un régimen democrático reducido a lo que pueda ser.

    Como sea, permanece el hombre o mujer masa como tal, sin embargo, individualista. Y tenemos siempre las clases sociales. Y la desigualdad, que ahora se ha potenciado. Y el desencanto, los descreimientos, el escepticismo, renovados. El ensimismamiento burgués, el aburguesamiento de la burguesía, repitiéndose constante, mientras los grandes sectores populares miran por su existencia, cuando no por sobrevivir, simplemente. Todos, los burgueses y los populares, son ciudadanos “de baja intensidad”, están hoy como personas encasilladas cuando no reducidas a la calidad de consumidores, clientes, usuarios más ricos o más pobres (y principalmente numerados), y hasta excluidos como tales, sin Salud, Educación, Trabajo, Justicia efectivos...

    (...) la realidad de los grandes poderes económicos, los organismos más las organizaciones, todos fantasmales, y los bancos, y las corporaciones multinacionales, y más bancos, y bancos más grandes, más superempresas numerosas, las megafusiones, los igualmente poderosos medios, inescapables, las redes electrónicas.12

La imposibilidad de negar una tradición epistemológica y teórica relacionada con la colonialidad del poder y del saber, lo orilla a calificar a este régimen de mixto. Afirma que el régimen está contaminado con formas no previstas, tradicionales, y, sin embargo, amparada por una legitimidad también híbrida. En resumen, para Borón la democracia es el eje de la sociedad; por ser representativa es penetrada por otras formas de gobierno antiguas, con un sujeto —ciudadano— en progresiva retirada hasta casi desaparecer. Aun así, la democracia existe pero débil, inerte y anémica; aunque mantiene potencialidades y la ocasión de que se establezca una cultura política ad hoc. Sostiene la idea de que el esqueleto de la democracia son las elecciones y la legitimidad, que la institucionalidad es precedente a lo popular. Colige que la “democracia real” es más liberal, limitada e institucionalista que popular y defensiva, representada por un sujeto pasivo y un objeto desviado.

¿Qué significa todo esto? Que la democracia liberal no es una idea absoluta que avanza progresivamente —con algunas desviaciones—, pero es mas que un encandilamiento conceptual prejuicioso de la realidad; es asimismo una realidad inseparable del poder, de las clases, de las nuevas estructuras imperiales, del vasallaje de una oligarquía —en parte convertida en burguesía trasnacional— violenta, saqueadora y corrupta, de sistemas constitucionales y legales represivos y autoritarios, de ideologías estatales excluyentes y servilmente aplastantes, de medios de comunicación embrutecedores, de la permanente racionalización ideologizadora de la conducta de los vencedores.

Sin embargo, precisemos más esta categoría tan manoseada por asesores, consultores, expertos en el tercer sector, en sociedad civil o en ciudadanía. Nos limitaremos a intentar una síntesis de este tema transformado en mitología. La democracia es un sistema político con indefinidas variaciones en el plano de lo real, pero también es un sistema de ideologías, de ideas erróneas que aparecen como falsa conciencia, asociadas a intereses de clase en conflicto. En este último sentido, la han convertido en un fetiche, confrontado con la forma política real cada vez más indistinguible.

Vista como ideología, la matriz es buscada en Aristóteles con sus técnicas y normas adecuadas al gobierno de todos. En esta visión los conceptos de todos, pueblo y mayorías, pueden ser puestos en discusión por su relatividad. Al clasificar las ideologías aristotélicas nos encontramos con visiones de democracia vinculada al sistema político, y otra que la vincula a sus principios. En el primer caso, la democracia es considerada la esencia misma de la sociedad política o la autoconstitución de la sociedad política a través de un contrato social. También se dice que la democracia es el gobierno del pueblo. Son dos casos que no dejan de ser meramente ideológicos pero importantes.

En un segundo conjunto estarían la democracia como realización misma de la libertad política y la democracia como realización de la igualdad política. Aquí también el cálculo subjetivo y la propaganda ponen en entredicho la idea de libertad de elección. Y cuando hablamos de igualdad es una ficción acerca de propiedades que implica la sustituibilidad de iguales en sus funciones políticas, que algunos pretenden que la democracia hará realidad. También la democracia puede ser entendida como la realización de la solidaridad, en oposición a la intolerancia y a la violencia. La democracia tiene que ver más con las estructuras materiales; si nos quedamos solo en lo ideológico podemos permanecer en la metafísica.13

Ocurre que la moderna doctrina de la democracia separa las esferas económica y política. Las relaciones entre particulares es la esfera privada y las relaciones entre el todo, hacia el nosotros, pertenecen a lo público. Esta separación de ámbitos permite entender la democracia liberal y aceptar por tanto, que el mundo de la injusticia, del dominio, de la explotación, del racismo, de la violencia habría sido creado por la democracia.

¿Las sociedades en que vivimos serán democráticas? Si la democracia es la distribución del poder entre el pueblo de ciudadanos, en este razonamiento, la ciudadanía es la conquista de los derechos civiles y sociales mínimos por gente comprometida con las leyes vigentes y la defensa de ese orden. ¿Cómo se llega a la ciudadanía? Los deliberativos diran, por la colaboración, la negociación y el diálogo. La ciudadanía moderna es dividida en civil, política y social. Pero cuando a esta concepción agregamos otros datos, la clase y la etnia, el panorama se modifica radicalmente y el estado de derecho queda como un estrecho horizonte del sistema. Las limitaciones ciudadanas son enormes, sin embargo al comprender que el elector cuando vota compone al soberano: el ciudadano puede decidir el destino común y estamos ante una opción de poder.

En América Latina la violencia popular y las rebeliones contra las dictaduras de la derecha y los gobiernos impuestos por el imperio han posibilitado que las elecciones sean aceptadas a regañadientes por el poder global como mecanismo político de cambio gubernamental. La rebeldia etnico clasista ha ocupado un lugar inédito en las sociedades y junto a la solidaridad internacional impiden hasta donde pueden los golpes militares intervencionistas. La crisis de acumulación, las guerras en otras regiones y la perdida de hegemonía norteamericana en América Latina marcan el nuevo contexto electoral, lo que no quiere decir que abandonen su política hegemonista, como lo observamos en Honduras.

Los países andino-amazónicos viven un proceso de reindianización, o dinámica de relaciones de las especificidades culturales en la que se produce una reidentificación como pueblos originarios con variados matices. En ellos se da una reelaboración de lo simbólico estrechamente relacionado con la defensa y reapropiación de territorios y con la continuidad de la historia en el ámbito de la posmodernidad, entendida como rechazo a los órdenes de la modernidad en sus aspectos culturales. El zapatismo y los indígenas ecuatorianos y bolivianos nos enseñan que para que haya una coherente y constante resistencia política se requiere de una sostenida reapropiación cultural. Cada movimiento indígena aporta algo, el zapatismo la horizontalidad, el autogobierno. Ecuador el Estado Plurinacional, la economía del bien vivir y el rechazo de la deuda ilegítima. Bolivia la organización campesina en sindicatos. Está probado por siglos que la modernidad también destruye la naturaleza y la biodiversidad, y entonces se trata de resignificar desde el territorio, desde la tierra y la cosmogonía, de las altas culturas agrícolas, de sus lógicas colectivas de socialidad y de nuevas políticas que respondan a las demandas culturales y se opongan a la fragmentación y homogenización imperial.

Hasta hoy la multiculturalidad se ha basado en la dominación y el conflicto, en violentos mestizajes, en la colonialidad del poder/saber. El patrón colonial siempre renovado ha hecho coincidir lo blanco con el poder, la riqueza y la defensa del Occidente cristiano, mientras en el otro extremo tenemos lo oscuro asociado a la pobreza, al trabajo gratuito, a la sujeción y a la resistencia. Como sostienen los indígenas colombianos, "o cambiamos este país o desaparecemos". Los últimos días de noviembre de 2001 tuvieron los indígenas un congreso con el lema: “por la vida y dignidad para los pueblos indígenas, y para los colombianos también”. Su punto de partida es que los poderosos jamás harán un nuevo país. De ahí que su meta sea construir una alternativa con los afroamericanos, con los obreros y campesinos, con la gente que quiere paz, justicia, dignidad y trabajo. Son pueblos en resistencia que pugnan por la defensa de la autonomía territorial.14

Después de la guerra fría y la caída de Europa del Este, vivimos una época de crisis de los grandes paradigmas y de las grandes teorías. De esa verdad groseramente se ha dicho que es el fin de las ideologías, el fin de la historia para explicar el triunfo del liberalismo. Por ello es preciso examinar un poco lo que sostiene Huntington, para evitar confusiones y desechar la ideología del vulgar culturalismo que eleva las diferencias culturales a un choque de civilizaciones. Para este profesor de Harvard, estratega y asesor del Imperio, la occidentalización del mundo es un espejismo. Las otras civilizaciones son capaces de apropiarse de la ciencia, la técnica, el libre comercio y hasta de la democracia; sin embargo, ello no impide que de ellas surjan fuerzas civilizatorias que en los conflictos se unan por parentesco de lengua o religión. De acuerdo con Huntington los conflictos futuros serán culturales. Las naciones-estados continuarán siendo los más poderosos agentes en los acontecimientos globales, empero los grandes conflictos serán entre naciones y grupos de diferentes civilizaciones.

Estamos hablando de las entidades más abarcantes, una mixtura orgánica de etnias, pueblos, naciones y culturas. Pero unidas por lenguas, tradiciones, imaginarios, valores, instituciones, narrativas, etc., compartidos. En realidad, el asesor geoestratégico pretende elaborar una teoría de contención de los potenciales nuevos enemigos y si bien es cierto que tiene algo de realidad, el conflicto es complejo y abarca las contradicciones entre imperio y colonias por la desposesión, entre clases, entre naciones-estados, entre etnias y entre otras agrupaciones sociales, donde lo cultural está también en conflicto. En otras palabras, las civilizaciones particulares deben ser homogenizadas, atomizadas o eliminadas debido a su potencialidad de conflicto. La ideología de la globalización al entrar en crisis se impone por las armas, mostrando que existe un bloque internacional y trasnacional que comparte esos objetivos. La geografía quieren subordinarla a la producción, en ese contexto promueven el multiclturalismo pues la autonomía indígena es riesgosa para la expansión del capital.

Se trata entonces, por un lado, de fragmentar, pulverizar las tradiciones, la resistencia, las potencialidades de lucha de las masas excluidas y, por otro, de acabar con las identidades y las reidentificaciones —como la reindigenización—, pero también con las identidades antisistémicas que se observan en el plano universal. Creyeron haberle dado fin a la ideología y ahora buscan hacerlo con la cultura. Caro favor le hacen al Imperio las propuestas duras del posmodernismo que aceptan el fin de los grandes relatos, cuando ahora están en ebullición y son más peligrosos para el poder. El respeto por la especificidad del otro no es más que la afirmación de su propia superioridad, más aun si antepone el contenido eurocéntrico del proyecto multicultural. El sujeto desenraizado entra al vacio de la universalidad. La ideología de la clase media –la mejor aliada del neoliberalismo- es la mejor expresión de la deformación de los antagonismos sociales, la falsedad encarnada, la disociación individualista, los continuos desplazaminetos, el oportunismo. Es el ideal de la sociedad civil que pretende el neoliberalismo. Los intelectuales son sus mejores emisarios que creen aportar las luces racionales a las desoladas masas- No entienden que la democracia es la condición real del pueblo que trasciende los procedimientos racionales. La democracia social es requisito de la democracia-método, cuyo requisito es superar el antagonismo entre lo público y lo civil, que tiene como condición otros sujetos que pugnen por la socialización de la propiedad y la reconstrucción estatal.

Parafraseando a Zizek15 quien escribe que el proletariado representa a la humanidad no por ser la clase mas baja y explotada sino por que su misma existencia es una contradicción viviente y encarna el desequilibrio fundamental y la incoherencia del todo social capitalista. Quien ahora ocupa ese lugar es el indígena, la mujer y los excluidos que al organizarse y/o ciudadanizarse se constituyen en clase peligrosa. La rebeldía indígena va asociada a la rebeldía de género. Una de las más importantes víctimas del proceso de destrucción cultural recayó doblemente en la mujer. Su potencial subversivo es enorme y concierne a la familia y a la colectividad. Europa o Estados Unidos respecto a la mujer que emigra del Sur, deja ver a los islámicos radicales como unos angelitos. La cultura occidental mercantiliza todas las relaciones sociales, y hasta el cuerpo, y ha incrementado drásticamente la prostitución y su negocio. Se refuerza la marginación femenina. Al reducirse el gasto social, se traspasan costos del sector remunerado al no remunerado, donde generalmente se encuentra la mujer. Asimismo, se le ubica en procesos intensivos de trabajo que utilizan disciplina, saberes, cualificación, sumisión, imbuidos por la cultura patriarcal que permite gran productividad. La mujer también se ubica en la economía “sumergida” y en la precarización. La familia monoparental, ubicada en lo que se ha dado en llamar la feminización de la pobreza, las conduce a la prostitución en sus múltiples variedades: desde misses y modelos, pasando por las comercializadas por internet, las que se anuncian en los diarios (masajistas, damas de compañía), quienes son vendidas por catálogo, hasta las que trabajan en tabledances, karaokes, bares y otros centros nocturnos. Por último, existen las que se encuentran en las calles o en los prostíbulos.

Según el semanario francés Le Nouvel Observateur, el mercado del sexo hace una década movía siete mil millones de dólares al año y ocupa el tercer lugar en los negocios ilícitos trasnacionales, luego de la venta de drogas y armas. Agrega que en países como Tailandia, Filipinas, Indonesia y Malasia supone ingresos que fluctúan entre 2 y 14 por ciento del pib. Respecto a América Latina el turismo sexual de Europa, Estados Unidos y Japón tiene como destinos preferidos al Caribe y Brasil. Se calcula que medio millón de mujeres y niñas colombianas están involucradas en el mercado del sexo fuera del país. Los orígenes están en las políticas neoliberales y sus secuelas: el desempleo, las políticas gubernamentales de exportación de personas para reducir la presión social, los conflictos, la represión, el machismo, el racismo.16

La dimensión cultural de la mundialización no es suficiente para frenar el avancé étnico-clasista, trasciende la homogenización de procesos productivos, técnicas industriales, modos de consumo, estilos de vida; la destrucción de la identidad, más allá del racismo y la discriminación, los procesos que desintegran y marginan a culturas y civilizaciones. La omc, por ejemplo, convierte a la cultura en mercancía, conquistando mercados e imponiendo su hegemonía, modelando la conciencia popular con fetiches y creando necesidades. También está la atomización de las resistencias, el ataque a los vínculos comunitarios, facilitando las salidas escapistas apoyando a las religiones, eliminando el sentido crítico, monopolizando la información, controlando la universidad y la investigación; en fin, conformando un sujeto ad hoc al sistema.

Los medios estructuran conceptos y los resignifican para construir opinión pública. La tv y la red ofertan in situ una concepción del mundo. Se construyen realidades virtuales de “presencias y ausencias”. Las megaempresas dominan la comunicación mundial occidentalizando al mundo, consolidando una ética individualista y consumista sin sustento estructural. Forma parte del propio discurso de la democracia representativa como instrumento de dominación, al obstaculizar la lucha y la implantación de derechos, al asfixiar y engullir la voluntad democrática y las tradicionales formas de socialización humanitarias y solidarias, perennizando así las desigualdades y discriminaciones.

En Venezuela, Bolivia y Ecuador el movimiento societal está en la búsqueda de alternativas construyendo puentes entre los movimientos activos y concientes, para construir organizaciones que desde su formación promuevan junto a la intelectualidad colectiva de sus miembros trabajen por la equidad, la justicia social, los principios republicanos de libertad, igualdad y fraternidad; y la tolerancia a la diversidad. Wright Mills señalaba que la democracia es el autocontrol colectivo sobre la mecánica estructural en la historia17. La democracia es herramienta de recomposición comunitaria de la sociedad bajo dirección de sus organizaciones con appoyo estatal y gestión pública directamente social para establecer una sociedad de hombres libres que respeta y promueve la individualidad socialmente integrada, eliminando los privilegios de las minorías.


NOTAS:

  1. Denisse Dresser, discurso en el Foro "México ante la crisis", El Universal, México, 30 de enero 2009.
  2. Adrían Gimate-Welsh (Coord.)Rumbo a los Pinos en el 2006, UAM.Porrúa, México 2006.
  3. Slavoj Zizek, En defensa de la intolerancia, Sequitur, Madrid, 2008. p.30
  4. Joachim Hirsch, Globalización, capital y estado, UAM-Xochimilco, México, 1996.
  5. Alessandro Pizzorno, "El orden jurídico y estatal en la globalización", Memoria N° 203, México, enero 2006.
  6. Bob Avakian, "Las ilusiones de la democracia…, y la realidad de la dictadura", revista virtual La Neta del Obrero Revolucionario 1064, 30 de julio de 2000.
  7. J. D. Moreno, "De la 'gobernanza' o la constitución política del neoliberalismo", en Vientosur, No. xx, 2001.
  8. Miguel Limia David, "Retomando el debate sobre sociedad civil", en Marx Ahora No. 6/7, 1998/9, pp. 185-207.
  9. Carlos y Pedro Fernandez Liria, Luis Alegre Zahonero, Educación para la Ciudadanía", Akal, Madrid, 2007. P.
  10. Raúl Zibechi, "El Estado como molino de viento", http/www.diagonalperiodico.net.
  11. Eduardo Pavlovsky, en el prólogo al libro Globaloney de James Petras, revista virtual Rebelión, septiembre de 2000.
  12. Carlos Strasser, "Democracia y desigualdad. Sobre la 'democracia real' a fines del siglo xx", clacso, Buenos Aires, en www.clacso.org.
  13. Gustavo Bueno, "La democracia como ideología", Ábaco No. 12/13, Madrid, 1997.
  14. Congreso de los Pueblos Indígenas de Colombia, alai, América Latina en Movimiento, 22/11/2001. www.alai.org.
  15. Op. Cit. P- 68.
  16. Eduardo Tamayo, "Esclavitud y tráfico de seres humanos", alai, junio de 2001, en www.lainsignia.org, 14 de junio de 2001.



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