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Globalización: regiones discontinuas y comunidades diversas

Juan Carlos Andrade Castillo

UPN-Tehuacán. México

  1. Introducción

En los días que transcurren, las relaciones y las prácticas sociopolíticas y culturales se encuentran inmersas en múltiples procesos de cambio, con velocidades e intensidades cada vez más aceleradas. Parece que los espacios geográficos se adelgazan y se funden inexorablemente como resultado concreto de las recientes revoluciones en las comunicaciones, que unen a personas y colectivos distantes, propiciando el intercambio, además de mercancías, de cultura, de solidaridad, de luchas políticas y de formas de concebir el mundo. De la misma manera, algunos acontecimientos, como la caída del llamado bloque socialista, han reconfigurado el pensamiento político, más allá de modificar sustancialmente los mapas y las rutas comerciales mundiales. Desde luego, estos acontecimientos históricos también han impactado en las sociedades locales, donde han provocado cambios en los ámbitos económico, político y cultural. En este mismo sentido, se ha propiciado la generación o el fortalecimiento de luchas sociales y reconsideraciones de identidad política y social. Por lo tanto, podemos afirmar metafóricamente que en nuestros tiempos se tejen telas multicolores que se anudan desde diferentes puntos del planeta, pues lo global y lo local se relacionan con objetivos y problemas compartidos, pero también con fuertes tensiones y conflictos.

Los procesos sociales actuales nos obligan a pensar, y repensar, sobre conceptos que nos permitan comprenderlos de manera profunda, pues muchos afirman que aquéllos con amplia tradición, en nuestra actualidad campean en el reino de lo obsoleto o al menos requieren adecuaciones de fondo. En este sentido, para Ianni, la realidad social de fines del siglo XX presentaba problemas científicos, pues los conceptos, las categorías, las leyes y las interpretaciones disponibles parecen ser insuficientes.1 En este tenor, ante las realidades cambiantes, las subjetividades llegan a producir y reproducir imágenes con tintes proféticos y mesiánicos. En este contexto tiene cabida la pregunta planteada por Jacoby ¿El futuro, cómo será? Según su punto de vista, los futuristas más pesimistas esperan, o idealizan, una era con guerra, dinero, violencia y desigualdad, aunque sus miradas futuras se enclavan en las objetivaciones del presente.2 De forma tangencial a ese futuro, algunos grupos sociales latinoamericanos y mexicanos, entre los que se encuentran grupos indígenas, han demostrado su deseo y esfuerzo por consolidar nuevas formas de relación social, de querer “cambiar el mundo” a través del cuestionamiento y la lucha contra el poder.3 Estas comunidades indígenas, y otros grupos sociales, ofrecen la posibilidad de una enunciación diferente a la postulada por los futuristas de Jacoby. Pero, ¿cómo podemos comprender los cambios sociales en el nivel mundial y en nuestra propia existencia? ¿Existen formas de vivir donde el consumo y la democracia electoral sean una alternativa y no una meta imprescindible? ¿Podemos vivir en la diversidad pero con igualdad? ¿Cómo estudiamos a los grupos indígenas que siguen considerando vivir en comunidad y tratan de desenvolverse como en su región de origen cuando los separan miles de kilómetros, y muchos de ellos viven en territorios “ajenos”?

2. Globalización: homogeneidad, fragmentación, contradicción y usurpación

Para comprender y explicar la complejidad de los procesos sociopolíticos y culturales que se concretan en nuestra realidad cambiante, algunos académicos, políticos y actores sociales han adoptado el concepto globalización, pero ¿Cómo lo comprendemos? ¿Nos ayuda a explicar las realidades cambiantes que vivimos día a día? ¿Es un proceso histórico o solamente una palabra de moda que pierde valor conceptual? Estas son algunas preguntas que dejamos fuera de análisis cuando queremos comprender la complejidad de nuestras sociedades actuales y tratamos de hacer simplificaciones.

En este sentido, podemos identificar diferentes perspectivas sobre la globalización. En primer lugar, la que plantea que este proceso tendrá como fin la homogeneización cultural y económica sustentada por las empresas trasnacionales que impulsan el consumo. Para quienes sustentan esta perspectiva, las fronteras políticas han desaparecido –o desaparecerán en un futuro próximo- y el Estado se ha convertido –o se convertirá- en un ente obsoleto. Dentro de esta perspectiva podemos encontrar que los esfuerzos de su negación –la antiglobalización-parece que nos están llevando a la misma meta. La segunda argumenta que este proceso, a la par de una constante homogeneización e integración de una idea del mundo, está provocando al mismo tiempo una fragmentación gradual. De esta manera, dentro del capital y el mercado mismo se está desarrollando una guerra sustentada en las formas diversas de ver el mundo y los actores buscan a sus iguales para enfrentar las amenazas del exterior. Por último, la tercera plantea que este concepto sólo ha usurpado el lugar de otras categorías de explicación de la realidad social a favor de la expansión del capitalismo y el neoliberalismo, y que en lugar de ayudarnos a la comprensión nos lleva a formular juicios perniciosos para las labores académicas.

2.1 Homogeneización, capitalismo y antiglobalización

Algunos intelectuales consideran que la globalización es un proceso irreversible de integración impulsado por los mercados financieros, que conducirá a la desaparición de las fronteras, al debilitamiento del Estado y a una gradual homogeneización cultural construida sobre la base del consumo. Se argumenta que esta situación podrá ser posible gracias al acortamiento de las distancias, a la creciente velocidad de las comunicaciones y a reformas radicales que rompen el nicho del pasado y que debilitan a las identidades culturales (ya sean genuinas o inventadas) y a las memorias de los pueblos.

En efecto, algunos autores consideran que la globalización representa la expansión mundial del comercio y la producción, el ensanchamiento de los mercados financieros, las modas, los sistemas de comunicación, los flujos migratorios y las guerras por los recursos. Pero también incluye los riesgos de la tecnología y el daño ambiental, aunque se enfatiza más en las bondades que en los problemas, pues se considera que la globalización puede traer el progreso para toda la sociedad mundial, incluso para los pobres y los países con escaso desarrollo.4 Se acentúa en que se ha debilitado la función del poder estatal y ha fragmentado el poder en redes y comunidades que operan entre el Estado y los niveles local y mundial, lo que ha permitido que cada vez más algunos Estados-nación poderosos se inmiscuyan en los asuntos de otros. Al mismo tiempo que el mundo se hace más pequeño, se introduce una mayor variabilidad en nuestras vidas, se reduce la previsibilidad y se incrementan los riesgos, puesto que una crisis económica en una parte del mundo puede resentirse en pueblos ubicados a larga distancia sin considerar derechos, independencia de los pueblos ni diversidad en los regímenes políticos.

En la introducción de su texto sobre el imperio, Hardt y Negri argumentan que el mercado mundial se está globalizando más allá de las capacidades institucionales de los Estados-nación, y su soberanía se encuentra en proceso de desaparición.5 Sin duda, las partes más debilitadas son las instituciones políticas, sobre las cuales recae la regulación de la vida social y política. Además, esta cultura global del mercado y el consumo “avanza en la medida en que algunos rasgos de carácter local de las culturas están siendo remplazadas por formas simbólicas transnacionales, originadas en otros tiempos y lugares.6 Es decir, en contextos diferentes se está consumiendo un mismo producto. De esta manera, se puede presenciar que uno de los significados del poder de la globalización económica son los límites que enfrenta en los espacios predominantemente nacionales y locales. Es decir, nos encontramos en una era de mayor permeabilidad del Estado, una era en la cual parece que los poderosos Estados nacionales ceden su poder, incluido el del uso legítimo de la violencia, a las corporaciones trasnacionales que inciden en la política interior y exterior, impactando directamente en los procesos de homogeneización más allá del consumo: cultura, identidad, imaginarios, memorias.

En este proceso de homogeneización y expansión del poder del capitalismo han colaborado, paradójicamente, los mismos grupos que se han opuesto a los procesos desatados por la globalización. En efecto, los manifestantes que marchan y los intelectuales que escriben contra la globalización no lo están haciendo a favor del Estado-nación, sino que propugnan un juego de valores y causas que trascienden las fronteras estatales y que requieren una acción global: derechos humanos, calentamiento global, democracia, género, entre otras.7 Estos antiglobalizadores se mueven entre lo local y lo global a través de redes globales, invocando no a los Estados sino a instituciones de orden mundial para la resolución de sus demandas. Por lo tanto, ellos nos permiten ver una relación colaborativa entre los Estados y la globalización misma, donde predominan las instituciones globales creadas por ellos y por los “pro-globalizadores”. De esta manera, las soberanías estatales se imbrican en el orden global y no necesariamente se presentan como entes excluyentes.

2.2 Contradicciones, diferencias y desigualdades

Para algunos intelectuales, los procesos generados por la globalización resultan paradójicos, pues a la par de la homogeneización se revitalizan los regionalismos y los localismos, los cuales se contraponen diametralmente a una sola idea de mundo. Incluso, la industria cultural, disuelve fronteras, agiliza los mercados y generaliza el consumismo, promoviendo el redimensionamiento de espacios y tiempos.8 En efecto, si bien la globalización debilita a los Estados-nación convirtiéndolos en administradores y reguladores de conflictos, reduce los espacios de la soberanía y puede transformar lo nacional en provincia de lo global, este mismo proceso puede fortalecer identidades adormecidas. Por ello la globalización nunca es homogeneización, sino un reordenamiento de diferencias, diversidades y desigualdades debido a un fraccionamiento articulado del mundo.9

En este sentido, “el mercado no puede crear vínculos societales, esto es, entre sujetos, pues éstos se constituyen en procesos de comunicación de sentido, y el mercado opera anónimamente mediante lógicas de valor que implican intercambios puramente formales, asociaciones y procesos evanescentes que sólo engendran satisfacciones o frustraciones pero nunca sentido”.10 El papel del Sujeto, individualmente y colectivamente, no cede su lugar a operaciones financieras ni a cálculos de ganancias o pérdidas. Por el contrario, re-construye su subjetividad, sus identidades y sus lazos de cooperación. El Sujeto no puede reducirse a una estadística porque sus especificidades no se pierden en este proceso globalizador, el cual a la par de una tendencia a la homogeneidad mantiene viva la diversidad. En este mismo sentido se expresa Paul James, quién alerta sobre el hecho de que vivimos confundiendo tiempos. Si la globalización se ha intensificado y propaga el capital -de una manera desigual- y la cultura comercial, también se registra una intensa fragmentación y re-configuración de las relaciones sociales al nivel de las comunidades: “los procesos sistémicos de racionalizar la homogeneización integran al globo a un nivel, mientras que las ideologías y prácticas de diferencias y la autonomía radical se anidan en el imaginario popular”.11 Esta paradoja es expuesta por Anthony Giddens: “la globalización es un fenómeno dialéctico, en el cual los sucesos que se producen en un extremo, no determinan de forma unívoca los acontecimientos que se producen en el otro, sino que muchas veces dan lugar a fenómenos o movimientos que pueden ser distintos y has opuestos al del lugar donde inicialmente se produjeron”.12

En el ámbito de la economía, podemos ver las contradicciones que el capital encuentra cuando intenta penetrar en comunidades indígenas para incluirlas en la explotación comercial de los recursos naturales, pues se desata una “guerra de cosmovisiones”. Pues mientras las comunidades viven en relación íntima con el medio ambiente, las corporaciones sólo ven la utilidad comercial. De esta forma, vemos que las comunidades indígenas, desde el ártico hasta el antártico, tienen paralelos en sus miedos, lamentos, formas de vida y modos de pensar diametralmente opuestas a la idea de las ganancias capitalistas.13

Esta situación nos plantea observar la estructura simbólica–histórica de los sujetos: “todos necesitamos sentirnos identificados con algún grupo, con nuestra familia, con nuestra casa, con nuestro clan, con nuestro barrio”.14 En este sentido, la cultura, (memorias, prácticas, tradiciones e imaginarios sociales) como proceso de construcción de pertenencias, adquiere un papel muy importante en la estructuración de las instituciones. Kuri coincide con la postura de Stavenhagen, para quien lo que realmente puede observarse es que “los pueblos, las comunidades, los distritos, las ciudades y las regiones siguen teniendo sus propias historias de desarrollo económico y cultural, así como sus rasgos sociopolíticos distintivos”.15

2.3 ¿Usurpación conceptual? El debate epistemológico

Si bien el concepto de globalización se encuentra todavía arraigado en las mentes de millones de personas, algunos autores lo han sujetado a análisis críticos, exhibiendo algunas de sus carencias epistemológicas. Por ejemplo, Aguirre, apoyándose en Wallerstein, somete el concepto a una triple interrogación desde su fundamentación, sus contenidos y su capacidad de dar cuenta de los procesos del capitalismo global, para concluir que es un concepto que no tiene une definición rigurosa y precisa, que recibe su legitimidad científica de supuestas evidencias empíricas a las que pretende simplemente expresar. De esta manera, nos dice que lo que la globalización nos presenta como hallazgo, ya lo habían expresado Engels y Marx. Considera que Marx ya había registrado el doble proceso, tanto de creación económica del mercado mundial capitalista, así como el concomitante proceso de universalización civilatoria que le acompaña y complementa.16 Añade que la globalización nos esconde de manera maliciosa algunas realidades, pues además de los adelantos tecnológicos que elogia, en su análisis también podemos encontrar las crisis del capitalismo y el incremento de las desigualdades sociales.

En este tenor, Roitman considera que el concepto de globalización ha querido sustituir al de imperialismo sin haber pasado por un examen exhaustivo, sólo porque sus defensores argumentan que el concepto de imperialismo ya no puede explicar las nuevas realidades. Pero, según este autor, el objetivo de este nuevo concepto es enmascarar las desigualdades del mundo, mostrándonos que todos los países tienen las mismas oportunidades: “más que pensar en la evolución del imperialismo contemporáneo, se prefiere señalar su incapacidad como concepto para explicar las actuales transformaciones del mundo contemporáneo. Es este el problema que enfrentamos en el ámbito de las Ciencias Sociales cuando emergen conceptos que parecen querer explicar el nacimiento de realidades que ya no pueden ser definidas a partir de las ya existentes (…) Es esta neutralidad lo que a mi juicio ha provocado la sustitución del concepto de imperialismo por el de globalización. La definición de imperialismo presupone el desarrollo y existencia de un capital monopolista a escala internacional, del desarrollo del colonialismo global; mientras que el concepto de globalización presupone una realidad neutra, una fase o estadio de evolución del orden mundial en el cual están inmersos de igual forma países dominantes y países dependientes”.17 De esta manera, Roitman recupera la importancia de las intencionalidades y de los conflictos dentro de la vida cotidiana, y rebate la idea de neutralidad y armonía que abandera la globalización.

Entre los críticos más agudos del concepto de globalización se encuentra Justin Rosenberg,18 quien reclama severamente a los retóricos de la globalización (Giddens, principalmente) de querer presentarlo como proceso y como resultado al mismo tiempo: “en la estructura lógica de su argumentación, lo que al principio se presenta como el explanandum –la globalización como el resultado de un proceso histórico- se transforma poco a poco en el explanans: es ahora la globalización la que explica el carácter cambiante del mundo moderno y la que posibilita incluso ‘descubrimientos retrospectivos’ acerca de épocas pasadas en las que debe presumirse que no existía”.19. Este autor argumenta que al querer elevar a la globalización a la categoría de explanans, se provoca una inflación conceptual del espacio que no se puede justificar desde el punto de vista ontológico y que no tiende a producir explicaciones, sino reificaciones.20

Cabe señalar la similitud en algunas observaciones entre Aguirre, Roitman y Rosenberg, pues coinciden que el concepto –además de enmascarar las desigualdades crecientes entre Estados-nación- explica una fase del capitalismo, que Aguirre y Roitman sugieren analizarlo desde la misma perspectiva del imperialismo. En el caso de Rosenberg, se argumenta que la globalización resulta -pero no de manera determinante- por el salto radical en la tecnología de la velocidad, aunque “lo que las mueve en la práctica es el uso que el ‘capital’ hace de ellas para asegurar, extender y oscurecer los mecanismos de explotación y de distribución por medio de los cuales se reproducen las desigualdades de riqueza y de poder en el mundo contemporáneo”.21 Dentro de los resultados de su análisis, Rosenberg encuentra dos cosas valiosas de los retóricos: el primero es “el status que aún puede ostentar la teoría social clásica –representada en estas páginas por Marx, en primer término y luego por Max Weber- en la empresa siempre inconclusa de las ciencias sociales. (…) El segundo punto que ha puesto de relieve el debate sobre la Globalización es la idea de ‘lo internacional’ como una dimensión distintiva del mundo social de la modernidad, y la forma un tanto extrema como los autores citados ha desestimado la noción misma nos obliga a repasar su inventario con el fin de clarificar si hay algo en él que merezca preservarse.22

Así, nos encontramos ante un concepto aceptado de manera superficial, que explica de manera sencilla la complejidad de los cambios de la civilización moderna y contemporánea, pero al mismo tiempo es un concepto que presenta lagunas importantes de explicación y comprensión de esas realidades.

2.4 Repensando el concepto

A pesar de las críticas que la globalización ha sufrido por no haber precisado sus alcances y por encontrarse en proceso de construcción continua, es rescatable la producción académica basada en su modelo de análisis. En este rubro, destaca la producción de aquéllos que ven a la globalización como un proceso contradictorio: de homogeneización y fraccionamiento articulado, de la inclusión de otras dimensiones además de la económica y como una categoría que se encuentra en proceso de construcción teórica De esta manera podemos observar el renacimiento de nacionalidades y la revitalización de viejas demandas de grupos étnicos que el concepto del imperialismo tampoco puede explicar de manera adecuada, puesto que se desbordan las nociones de extensión territorial de las soberanías de los Estados-nación en otros Estados-nación y de sometimiento económico.

Por esta razón, es imprescindible comentar que lo conocido como globalización no es un proceso unívoco, como algunos autores y políticos lo han planteado, quiénes argumentan que conlleva inexorablemente a la destrucción de lo colectivo y a la apropiación de las esferas pública y social por el mercado y el interés privado, y que los mercados corroen las formas establecidas de la vida comunitaria y aniquilan a sus instituciones. Puesto que, siguiendo a Stavenhagen, en este proceso de globalización todos necesitamos identificarnos con algo que no necesariamente tiene que ser la universalidad, pues necesitamos vivir en grupos y practicar la solidaridad, la pluralidad y la tolerancia. Desde la perspectiva de Martínez, la regionalización dentro de la globalización es más fructífera para las relaciones humanas, porque “regionalizar no es minimizar, es reconocer que cada sociedad tiene una muy particular forma de entender el mundo, una manera de entender a los otros. En esto radica la capacidad de entender que somos un mundo diverso y plural”.23

La globalización –desde la segunda perspectiva analizada- opera en dos direcciones, como proceso de homogeneización y a la vez de fraccionamiento, pero también desata otros procesos sociales, como puede verse en algunos ejemplos donde los indígenas latinoamericanos han utilizado los adelantos tecnológicos –una dimensión de la globalización- para intensificar sus demandas. En Bolivia, algunos grupos usaron la identidad para confrontar a los Estados Unidos en la polémica sobre la coca y exigieron la responsabilidad estatal para salvaguardar sus derechos culturales contra las influencias extranjeras. En Quito, los indígenas tomaron la Catedral en 1990 para protestar contra los ajustes neoliberales de la banca internacional, sustentándose en una “economía moral de protesta y en defensa de los derechos tradicionales y los poderes locales”.24 Un ejemplo cercano a nosotros es el proceso que ha vivido el movimiento del ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), quienes aprovecharon el acortamiento de las distancias y la velocidad de las comunicaciones para legitimar su movimiento y emprender proyectos educativos alternativos.25

3. Globalización, Estado y región

Si bien las definiciones y conceptos son herramientas imprescindibles para comprender los procesos sociohistóricos, al mismo tiempo nos presentan complicaciones ante un mundo dinámico y diverso. En este tenor, debido a los cambios sustanciales que el mundo ha experimentado en fechas recientes, que en muchos ámbitos se agrupan en la noción de globalización, resulta necesario repensar algunos conceptos explicativos para comprender nuestras realidades. Entre éstos se encuentran el Estado, la cultura, el territorio, y para el caso particular de nuestro tema, la región y las comunidades indígenas.

3.1 El Estado en la globalización

Si bien el Estado-nación es una invención moderna, que resultó de la creciente necesidad de controlar los conflictos internos de un entramado social y para la defensa de esa “unidad” contra pretensiones de sometimiento y guerra por parte de sociedades o grupos del exterior, y se concibe como una asociación de individuos que se unen libremente por contrato,26 en la actualidad se ha llegado a cuestionar, desde diferentes perspectivas, esas atribuciones estatales, otorgando mayor presencia a la economía en las decisiones de los gobiernos. Sin embargo, las recientes crisis económicas y de salud permiten observar que son los Estados nacionales quienes continúan regulando las actividades sociopolíticas. Esta condición de dominación estatal se encuentra reforzada por el capitalismo omnipresente, el cual atraviesa todas las dimensiones de las instituciones estatales con la intención de frenar la potencialidad del poder-hacer de las colectividades. Esa potencialidad puede convertirse en movimientos de autodeterminación e incluso, en movimientos revolucionarios que re-construyen sus estrategias con grupos indígenas, lésbico-gays, obreros, campesinos u otras clases populares. De concretarse las potencialidades, las instituciones estatales se modificarían sustancialmente, ya que éstas se encuentran inmersas dentro de las contradicciones socioeconómicas del capitalismo. En efecto, el Estado es sólo “un elemento del despedazamiento de las relaciones sociales” provocada por el poder-sobre del capitalismo. Por consiguiente, la institución estatal representa un fuerte bastión contra el cambio, contra el movimiento, contra la negación, contra el poder-hacer,27 convirtiéndose en un impulsor de la identidad que no acepta su desbordamiento en la potenciación de la no-identidad.

La concepción clásica de Anderson enfatiza un proceso de homogeneidad y unidad de los componentes humanos del Estado-nación, al minimizar las diferencias originadas por la lengua y la identidad étnica a través del capitalismo impreso (producción de libros, periódicos, novelas) que dio paso al surgimiento de lenguajes, idiomas, discursos de poder, de dominación sobre otras lenguas.28 De esta manera podemos comprender que la simplificación de las diferencias socioculturales de la diversidad radica en la idea del Estado-nación como una construcción de dominación sustentada en el nacionalismo y la identidad. Hoy resulta débil su concepción sobre las fronteras finitas pero elásticas. Aunque las fronteras se definen por relaciones desiguales de poder, la idea misma del Estado como institución de dominación económica y política hace que las fronteras no sean finitas, puesto que el capital no adolece de una limitante de tipo geográfica. La dominación política por parte del Estado es componente de la dominación desde el capital.

Por otro lado, en su texto sobre La tercera vía, Giddens considera que en la actualidad los Estados-nación cuentan con límites y no con fronteras, debido a los procesos generados en el panorama global.29 Es decir, las fronteras se vuelven frágiles ante los constantes flujos culturales, migración y el intercambio de mercancías. Ante esta situación, el autor argumenta que muchos recurren a la identidad nacional como forma de salvaguardar el nacionalismo. Pero, al mismo tiempo considera, que la identidad nacional sólo es “benigna” mientras tolere la ambivalencia o el pluralismo cultural. Este pluralismo puede aparecer por la creciente migración hacia las ciudades, pero también porque en la era de la información es más fácil la hibridación cultural de las sociedades. Esto plantea la necesidad de la creación de valores con los cuales sentirse identificados y, a la par, aceptar la ambigüedad y la diversidad cultural ante la superación de las fronteras nacionales y el enfrentamiento de riesgos y peligros. La tesis de Giddens relacionada con las fronteras de los Estados es desbordada por el argumento de Holloway en el sentido de que “las relaciones sociales nunca han coincidido con las fronteras nacionales”, al menos desde aquellos tiempos donde el capitalismo se sobrepuso a las relaciones feudales.30 Es decir, las relaciones sociales no sólo están mediadas por el Estado sino también por el dinero. Por ejemplo, sí el Señor feudal tenía relación con sus siervos dentro de un territorio determinado, en cambio, el capitalismo mantiene sus vínculos prescindiendo del espacio, penetrando en todos los ámbitos de las relaciones socio-políticas, e incluso domésticas al atravesar las relaciones que se establecen en la intimidad, con intensidades diferentes a lo largo de la historia.

Por su parte, Beck considera que en esta época de globalización, “los Estados nacionales soberanos se entremezclan e imbrican mediante actores trasnacionales y sus respectivas probabilidades de poder, orientaciones, identidades y entramados varios”. Plantea que vivimos una era de permeabilidad del Estado, el cual retrocede a favor de las corporaciones. 31 Pero a pesar de estos cuestionamientos del papel del Estado, éste no ha perdido su papel preponderante en la regulación de las relaciones sociopolíticas y económicas. En este sentido, retomamos la sugerencia de Foucault, quien señala que el Estado, a la par de ser un motor del proceso de individualización, se ha convertido en “una nueva forma de poder pastoral”.32 Es decir, se ha convertido en una entidad que podría asegurar la salvación, no de las almas, sino la de este mundo a través de “poder” garantizar la salud y el bienestar. El Estado, aunque debilitado, se mantiene como punto de equilibrio de las tensiones originadas “desde abajo” y como vehículo para mantener las lógicas del “subdesarrollo” contenidas en el “desarrollo”.

3.2. Región y cultura

Reflexionando sobre el aspecto cultural actual, más que un pluralismo y una multiculturalidad, Jacoby advierte sobre un multiculturalismo que anuncia el olvido, más bien el disimulo, de la hegemonía de una monocultura del mercado y de la mercancía del folclor y compra dentro de las “minorías”, quienes celebraban la “autenticidad” del capital. Más que una diversidad cultural, lo que se tiene es una uniformidad cultural.33 Esto significa que lejos de una hibridación, como muchos autores sostienen, se estarían consumiendo los mismos productos “culturales” que en otras partes del mundo. Pero, además, la mayoría de esos productos “vendrían” de un solo lugar, más específicamente, vendrían de los espacios de la dominación capitalista. Este argumento de Jacoby nos lleva a pensar en las aspiraciones concretas de países poderosos por dominar al mundo, a través de mecanismos económicos garantizados por la dominación política y la ocupación militar.

A la par de la hegemonía que puede construirse a través del proceso de formación de una monocultura, los movimientos de resistencia también encuentran posibilidades de consolidarse a partir de una inversión de ese proceso de dominación monocultural; reivindicando la diversidad, negando la no-libertad que promueven el Estado y el dinero, y potenciando la génesis de la autodeterminación en la autonomía como forma de construcción de sujetos emergentes. En estos movimientos de resistencia, los elementos culturales juegan un papel central como bastiones de cohesión social en los grupos e individuos, y como componentes de la identidad y la no-identidad, del nacionalismo y de la resistencia.

El Estado adquiere matices diferentes de acuerdo con las condiciones particulares de cada región del mundo global, puesto que se configura a partir de la resistencia de las localidades y regiones, desde donde se construye la hegemonía estatal, pero al mismo tiempo la resistencia a ella. Desde esta perspectiva de comprensión analítica queremos subrayar con Rubin que la política contiene significaciones histórico-culturales, configuradas por creencias y prácticas que dan forma, no sólo a las políticas del centro y a los discursos, sino también a las expectativas de la resistencia misma.34 Con este tipo de investigaciones se “superan conceptos eurocéntricos”, que nos permiten observar la capacidad de grupos populares y comunidades en la constitución de los órdenes hegemónicos en Latinoamérica y México.35 Claro ejemplo es el movimiento del EZLN en Chiapas y los procesos de resistencia y autonomía entre los mixes y los zapotecas.

Las regiones que conforman a un Estado, o que existen desbordando las fronteras, son un testimonio palpable de la experiencia cotidiana, en constante ejercicio de apropiación, transformación e imaginación, sin perder sus particularidades que la diferencian de otras.36 Dentro de esta perspectiva es importante rescatar la diversidad político-cultural de comprender y “soñar” el mundo, de mantener la esperanza y la cohesión social, de transitar de la memoria al olvido y a la rememoración desde las singularidades comunitarias y regionales. En efecto, las comunidades y las regiones (geográficas, políticas y culturales; físicas o abstractas) y sus aceleraciones de imaginarios insertos en las tradiciones, se convierten en bastiones de defensa de los derechos de grupos e individuos específicos y de las comunidades indígenas, desde donde se resisten y/o aprovechan los procesos integradores generados por los Estados nacionales y la economía de libre mercado.

4. De los conceptos a la cotidianidad. Migraciones y reconfiguraciones en Oaxaca

Desde tiempos inmemoriales, la movilización de personas, ya sea de manera temporal o permanente, ha provocado reacomodos en los lugares de destino y en los de salida. El migrante se ha convertido, entre otras cosas, en un portador y transformador de culturas, pese a las limitaciones que se han impuesto en los últimos años a los procesos migratorios por parte de los países receptores. En nuestros días, las migraciones temporales se encuentran disminuyendo de forma tendencial, mientras que la migración que busca establecerse definitivamente se ha ido incrementando. Esta situación se debe a que inicialmente sólo migraba el jefe de familia, mientras que en últimas fechas la migración de familias completas ha registrado aumentos considerables, reconfigurando de manera sustancial los espacios de llegada, puesto que se arriba con todo el bagaje socio-cultural heredado de generaciones ancestrales.

4.1 Migración de indígenas oaxaqueños

Michel de Certau define al inmigrante como el “extranjero entre nosotros, portador del estigma visible de la diferencia, pues lleva las marcas de una lengua, de una tradición, de usos, de gustos y de comportamientos que no resultan familiares y en los cuales no llegamos a reconocernos, el inmigrante aprende a circular en nuestra lengua y nuestras costumbres de vida, se adapta a nuestro universo simbólico”.37 En efecto, los espacios materiales y simbólicos son transformados gradualmente como resultado del contacto exterior (identidades diferentes), que al coexistir de manera cercana se influyen una a otra dando como resultado nuevas representaciones socioculturales. Al respecto, el mismo de Certau afirma: “los inmigrantes se hallan en una situación privilegiada de fronterizos, ubicados en el punto de encuentro de dos universos simbólicos: en particular, los hijos de la segunda generación pueden desempeñar un trabajo invaluable como mediadores y traductores, al materializar, en el mundo de las imágenes y los sonidos, la diversidad de sus mestizajes culturales. La creación jamás nace del respeto escrupuloso de los códigos recibidos, sino de la radicalidad de los conflictos que desgarran la imagen recibida, de la impaciencia existencial que habita estas tensiones sociales”.38

Si bien los procesos culturales ubican a los inmigrantes en esa situación privilegiada, también es cierto que provocan graves conflictos en los países y ciudades de llegada, ante lo cual se desencadenan movimientos de resistencia civil y de demandas básicas al empleo y la salud. Entre estos migrantes se encuentran grandes cantidades de indígenas, quienes buscan nuevas oportunidades de supervivencia en un mundo dominado por el capital y, donde sus especificidades culturales se encuentran gradualmente transformadas y “devaluadas”.

En este sentido, Giddens anota que en fechas recientes los países occidentales son más diversos como consecuencia de la migración. Analizando los trabajos de Putnam y de Goodhart, enfatiza su desacuerdo en que la diversidad pueda comprometer al decaimiento o la desaparición de la solidaridad, incluso entre iguales, y de que a mayor diversidad puede llegarse a un menor estado de bienestar, 39 pues sostiene que la solidaridad en la diversidad es posible y que Estados como Suecia mantienen altos niveles de bienestar social, a pesar de estar recibiendo grandes flujos migratorios.

La migración de indígenas oaxaqueños a las ciudades mexicanas se puede ilustrar con la cotidianidad en el Distrito Federal y otras ciudades importantes del país, pero también en aquéllos estados donde antes se registraban cantidades mínimas, como Aguascalientes, Coahuila y Nuevo León. Incluso, los Estados Unidos se han convertido en uno de los destinos favoritos de amplios grupos de indígenas jóvenes, para quienes las nuevas expectativas y formas de vida ya no pueden ser satisfechas en las comunidades de origen. Esta situación se agrava ante los procesos violentos generados en algunas regiones, principalmente en los estados de Guerrero, Oaxaca y Chiapas, donde algunas comunidades han sido tachadas de “guerrilleras”.

Para el caso de la migración interna estatal oaxaqueña, son los centros urbanos los que atraen fuertemente a la población de las comunidades cercanas, como sucede en el municipio de Oaxaca de Juárez, Santo Domingo Tuxtepec, el puerto de Salina Cruz, Huajuapam de León, entre otros.40 Para el caso específico de la ciudad de Huajuapam de León, ésta se ha convertido en un referente de la migración mixteca, lo mismo sucede con la ciudad de Tehuacán (en el vecino estado de Puebla), donde los radicados mantienen estrecha comunicación y se extienden los lazos de solidaridad con la comunidad de origen. Las ciudades estadounidenses también se han convertido en los puntos de llegada, pues algunos condados de California se han convertido en la “segunda casa” de amplios grupos de mixtecos de la región de Huajuapam de León, Oaxaca.41

En el caso oaxaqueño, la situación del indígena y del campesino es grave porque la cosecha no es suficiente para satisfacer su consumo y no fácilmente se consiguen créditos para los pequeños productores. Alrededor del 95% de los campesinos siembran con la esperanza de que llueva, pues sus terrenos de temporal sólo dan si hay lluvia.42 Una alternativa socorrida para aliviar esta situación es la migración, la que trae consigo cambios fundamentales y puede debilitar o fortalecer identidades e instituciones sociopolíticas.

4.2 Reconfiguraciones y discontinuidades

Entre las consecuencias inmediatas del constante flujo migratorio, nos señala Ortiz, destacan los relacionados con las estructuras comunitarias.43 En muchos casos los migrantes apoyan a sus comunidades con dinero, pero se registran algunas que se están quedando vacías y sin personas para cumplir con los cargos comunitarios, los cuales no cuentan con remuneración económica y se consideran como “servicio”. Las nuevas formas de pensar y entender el mundo han provocado que en algunos lugares los jóvenes ya no participen en los trabajos de la comunidad y mucho menos se involucren en las actividades políticas.

Sin embargo, la migración es multifacética. Es un proceso que escapa de la regularidad y la monotonía debido a que las particularidades de las comunidades y los pueblos indígenas juegan papeles diferentes en el tiempo y el espacio. Se tiene conocimiento de que en algunas ocasiones, cuando los migrantes de un grupo étnico arriban a las mismas regiones, ciudades o pueblos de México y Estados Unidos, se empiezan a identificar en condiciones de alteridad y a reforzar los lazos entre ellos y sus regiones de origen. Por esta razón, Acevedo y Pardo consideran que la migración “ha estrechado territorios, ha cohesionado grupos sociales anteriormente fragmentados y en el particular caso de los indígenas, ha posibilitado la recreación de identidades y proyectos sociales que trastocan las fronteras estatales y nacionales, situación que tienden a reforzar alternativas de desarrollo cultural y lingüístico”.44 Esta situación es palpable en la región Mixteca, de manera especial en el área de Huajuapam de León, donde se ubican el municipio de San Juan Mixtepec y la Agencia de Santa María Tindú, del municipio de Tezoatlán de Segura y Luna. Este escenario es común entre mixtecos y zapotecos y en menor medida en chocholtecas e ixcatecos, debido a que los primeros cuentan con una amplia historia de migración y de establecimiento de población en el norte de México y Estados Unidos.

En efecto, los chocholtecas e ixcatecos de la región de Coixtlahuaca se han enfrentado a la necesidad de emigrar de manera aislada a localidades mestizas, donde negaron su condición india para evitar una exacerbación de la discriminación propia de los centros urbanos. “En estos casos, chochos e ixcatecos regresaban a su comunidad con la idea de preparar a sus hijos para emigrar en mejores condiciones, enseñándoles el castellano y evitando que aprendieran el idioma indígena, sin vislumbrar que esto podría redundar en la pérdida irremediable de su lengua ancestral”.45

Para el caso concreto de esta región chocholteca-ixcateca, la emigración es una de las razones por las cuales las localidades registran escasa población en los registros oficiales de los Censos organizados por el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI). Sin embargo, el proceso de desarticulación del migrante para con las comunidades y “la tierra” es muy lento, o no llega a concretarse, puesto que algunos migrantes regresan a sus localidades de origen, al menos por temporadas o después de una larga estancia en Estados Unidos o en otras partes del país. Los eslabones que tienen la función de mantener la relación entre los migrantes y sus comunidades son las denominadas Mesas Directivas46 -o Comités de Radicados-, las cuales son asociaciones creadas en los puntos de llegada y representan a los emigrados ante sus comunidades de origen. A través de estas organizaciones, los migrantes apoyan a su pueblo de origen, que pueden ser mediante cooperaciones económicas para la fiesta patronal o para la realización de alguna obra de beneficio colectivo. Con los apoyos enviados a sus localidades, los migrantes cumplen con las obligaciones de ciudadanía acordadas por las Asambleas.

El proceso migratorio es uno de los problemas más importantes a los que se han enfrentado los esfuerzos de recuperación y preservación de las manifestaciones culturales de comunidades y municipios, puesto que además de los beneficios económicos que ha traído consigo; las modas, las nuevas formas de comunicación y las esperanzas de “progreso” de tipo capitalista llegan a las comunidades creando conflictos con las ideas y las representaciones simbólicas, con las prácticas políticas tradicionales y las costumbres religiosas. Las prácticas e ideas adquiridas en el exterior re-configuran las representaciones socioculturales y las prácticas sociopolíticas. Hoy día, las prácticas políticas tradicionales de las comunidades indígenas se encuentran inmersas en un proceso constante de modificaciones. Las nuevas generaciones mantienen contactos más cercanos con la diversidad mundial, por lo cual aprenden sobre nuevas conductas y adquieren nuevos modelos explicativos de las realidades concretas en las ciudades mexicanas y en Estados Unidos.

Los migrantes son un elemento central en los procesos de adecuación y re-adecuación de las prácticas políticas, conocidas genéricamente como usos y costumbres. Algunos migrantes se han rehusado a contribuir con el trabajo comunitario, argumentando la existencia de derechos humanos que le garantizan plena movilidad y capacidad de decidir y vivir su individualidad. Por otro lado, algunos se muestran más “responsables” ante sus comunidades y contribuyen económicamente con el pueblo para la realización de obras de beneficio común y para la celebración de las fiestas religiosas. Esta segunda opción garantiza los derechos comunitarios de estas personas.

Otro de los casos importantes es la influencia positiva –para los usos y costumbres– de los radicados en algunas ciudades mexicanas y de Estados Unidos, quienes buscan nuevas maneras de participar en la vida comunitaria, aun sin estar presentes en ellas durante años. Ante esta situación, se han modificado algunas prácticas y otras se mantienen con muchas críticas surgidas en el seno de la propia comunidad. Los emigrados defienden su pertenencia a la comunidad debido a la obligación que tienen para cumplir con las cooperaciones económicas o el pago en efectivo que otorgan a otras personas que realizan sus actividades de tequio, así como para ocupar algunos cargos. En esta última situación, incluso regresan al pueblo, descuidando las actividades laborales desempeñadas en los lugares de destino. De esta manera, estos “ausentes” también reclaman participar en las Asambleas y en establecer mecanismos de participación para la elección de los cargos comunitarios y para la toma de decisiones, desde las ciudades de destino. En algunos municipios oaxaqueños, como en Santa Ana del Valle, se ha llegado a proponer la realización de Asambleas comunitarias simultáneas, en el pueblo y en las ciudades donde existan núcleos importantes de paisanos –destacando Los Ángeles, California, a través de videoconferencias. Estas Asambleas han sido llamadas “Asambleas virtuales”, con las cuales se lograría igualar las condiciones de participación política por parte de todos los miembros de la comunidad.47

Todavía más, en el caso del municipio de San Juan Mixtepec, los usos y costumbres y el sistema de cargos han permitido la construcción de una comunidad trasnacional que engloba a más de doscientas localidades en México y Estados Unidos, desbordando las fronteras y creando nuevas formas de mantenerse en comunidad a pesar de las distancias y los diferentes contextos culturales donde transcurren las vidas de los mixtepecanos.48 Incluso, algunas tradiciones, principalmente la musical representada en las chilenas y el mismo idioma, se mantienen con mayor vigor en las localidades de destino en los Estados Unidos. Con esta idea de vivir en comunidad, los grupos indígenas han construido nuevas comunidades y, a la par, nuevas regiones con discontinuidad geográfica, sustentadas en la cultura y la política, que al igual que el capital, de alguna manera afortunada, adolece de fronteras.

Un caso emblemático es Santa María Tindú, donde los migrantes se han organizado en torno a comités en los lugares de destino.49 Las más fuertes organizaciones tindureñas se encuentran en Madera (California), Oregon y Huajuapam de León, las cuales están configuradas en relación con su localidad de origen. Estas instancias participan de manera directa en la toma de decisiones de la comunidad, a través de la realización de Asambleas que cuentan con la misma calidad que las realizadas en la comunidad de origen. De esta manera, la ciudadanía comunitaria tindureña recibe nuevos bríos en el extranjero, donde se han extendido las prácticas políticas y las formas de organización comunitaria, traspasando las fronteras internacionales. En este sentido, las Asambleas pueden proponer a personas para ocupar los diferentes cargos en la Agencia Municipal, ubicada en el estado de Oaxaca. Incluso, se cuenta con amplias posibilidades de que la administración comunitaria recaiga en personas situadas en Santa María Tindú, los diferentes lugares de radicados en Oregon, Madera, Huajuapam de León o en algún otro lugar de residencia. Al ser elegidas, las personas se trasladan desde los lugares de destino a la comunidad de origen por periodos acordados en las Asambleas, con el objetivo de cumplir con las actividades en la comunidad, pero evitando descuidar las fuentes de ingreso económico. De esta manera, los cargos se rotan entre propietarios y suplentes para cumplir con el año de servicio.

En este sentido, los tindureños han establecido nuevas fronteras. Esto es lo que Gil llama “fronteras de pertenencia”,50 las cuales se fortalecen a través del censo ciudadanizante en México y en Estados Unidos, la realización de fiestas tradicionales en Madera, en diferentes localidades en Oregon y en Santa María Tindú, donde las manifestaciones culturales mixtecas son el eje de la con-vivencia. En este sentido, es importante mencionar que los censos comunitarios han registrado ciudadanos tindureños que no conocen físicamente a su comunidad, que se sienten mixtecos sin haber estado en esta región oaxaqueña, las chilenas se bailan igual en ambas lados de la frontera internacional y el mixteco sigue siendo el idioma para la comunicación cotidiana.

Con estas realidades presentes, concordamos con la pregunta de Giddens: ¿Qué constituye una comunidad en la sociedad de hoy? A lo que responde que “en una era de redes de comunicación electrónica no puede ser necesariamente identificada con una vecindad física.51 De esta manera, las comunidades que parecen fragmentadas por los efectos de la globalización, se han re-organizado en comunidades trasnacionales que se fortalecen utilizando los medios de comunicación instaurados por lo que denominamos globalización. Estas comunidades existen, como hemos mencionado, desbordando las fronteras territoriales, con marcos jurídicos diferentes que se sintetizan en las prácticas de la ciudadanía y la participación política en general, con un profundo sustento en el sentido de pertenencia y en identidades culturales. En efecto, las instituciones comunitarias se han re-configurado ante las nuevas realidades trasnacionales que se viven en las comunidades, las cuales han adquirido especial fuerza política al convertirse en importantes vehículos de negociación con actores estatales, nacionales e internacionales, como la han demostrado Santa María Tindú y San Juan Mixtepec.

Ante la “expansión” de estas comunidades, también podemos observar una expansión gradual de regiones que se imbrican y conviven en territorios ajenos desde la discontinuidad geográfica. La región Mixteca de hoy no puede comprenderse sin un análisis profundo de sus estribaciones y prolongaciones no sólo en México, sino de aquéllas zonas “colonizadas” en Estados Unidos. Por esta razón, y reflexionando con Giddens, nos aventuramos a afirmar que hoy existen regiones que no necesariamente requieren de la vecindad física como algo determinante para su existencia, pues se están configurando regiones no sólo a través de las redes de comunicación electrónica, sino sustancialmente a través de los significados y los símbolos de las representaciones socioculturales y políticas de la gente que sale, temporal o definitivamente, de sus lugares de origen. De esta forma, estos migrantes pueden estar “ausentes” y “presentes” al mismo tiempo en sus comunidades y regiones: si el INEGI no los considera como presentes en su comunidad, el censo comunitario les garantiza su pertenencia.

Así, resulta pertinente repensar conceptos tan cotidianos como el de región y comunidad, al tiempo de darnos cuenta de que estos procesos no pueden ser comprendidos bajo el manto de las dos primeras perspectivas analizadas del concepto de globalización, ni de homogeneización ni de fragmentación, pues la realidad se complejiza más allá de estos procesos articulados. Sin embargo, es rescatable la postura de aquéllos que dudan del valor del concepto, pues nos invitan a reflexionar constantemente nuestras realidades y las formas de su comprensión, en un ejercicio por evitar encapsular y convertir en estática a la realidad. Para finalizar, podemos preguntarnos si es viable formular un concepto de región que incluya el territorio y otros espacios de desenvolvimiento del componente humano. Quizá, al igual que el concepto de globalización, el concepto de región requiere re-pensarse y re-discutirse desde las diferentes disciplinas

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NOTAS
  1. Ianni, Octavio. "Las ciencias sociales y la sociedad global". En Perfiles educativos. Núm. 71, Enero-marzo, UNAM, México, 1996.
  2. Jacoby, Rusell. The end of the utopia. Basic Books, New York, 1999.
  3. Holloway, John. Cambiar el mundo sin tomar el poder. El significado de la Revolución hoy. Herramienta y BUAP, Buenos Aires, 2002.
  4. Habermas, Jürgen. The divided west. Ciaran Cronin, 2006; MacDonald, Susan. "Globalization and risk: a contingent response for democratic governance". En Administrative Theory & Praxis. Vol. 24, No. 1, 2002, p. 31; Sassen, Saskia. Territory, authority, rights: from medieval to global assemblages. Princeton University Press, USA, 2006. Ramonet, Ignacio. "Impacto de la globalización en los países en desarrollo". En Revista Memoria. no. 143, 2001, Martínez Luna, Jaime. Comunalidad y desarrollo. CONACULTA y Centro de Apoyo al Movimiento Popular Oaxaqueño A.C., México, 2003, p. 35; Beck, Ulrich. ¿Qué es la Globalización? Paidós, Barcelona, 1998, p. 29; Beck, Ulrich. "Climate change and globalization are reinforcing global inequalities: high time for a new social democratic era". En Globalizations, Marzo, Vol. 5, n. 1, 2008; Cohen, Daniel. Globalization and its enemies. MIT Press, USA, 2006.
  5. Hardt, M. y A. Negri. Imperio. Paidós, Buenos Aires, 2002.
  6. Flores, Julia Isabel. "Globalización cultural, valores y cambio político: algunas observaciones sobre México". En Procesos culturales de fin de milenio. Coord. José Manuel Valenzuela Arce. Centro Cultural Tijuana-CNCA, México, 1998, p. 139.
  7. Stiglitz, Joseph. Making globalization work. W. W. Norton and Co., New York, 2006; Sassen, Saskia. Territory, authority, rights: from medieval to global assemblages. Op.cit.; Beck, Ulrich. "Climate change and globalization are reinforcing global inequalities: high time for a new social democratic era". Op.cit.
  8. Ianni, Octavio. Teorías de la globalización. Siglo XXI y UNAM, México, 1996.
  9. Ianni, Octavio. Teorías de la globalización. Op.cit.; García Canclini, Néstor. La globalización imaginada. Paidós, México, 2002, p. 48-49.
  10. García Canclini, Néstor. La globalización imaginada. Op.cit., p. 197.
  11. James, Paul. "Relating global tensions: Modern Tribalism and postmodern nationalism". En Communal/Plural, Vol. 9, no. 1, University of Western Sydney, 2001, p. 11.
  12. Zabludoski, Gina. Sociología y política: el debate clásico y contemporáneo. UNAM y Miguel Ángel Porrúa, México, 2002, p. 73-76.
  13. Mander, J. y V. Tauli-Corpuz. Paradigm wars: indigenous people's resistance to globalization. Sierra Club Books, USA, 2006.
  14. Stavenhagen, Rodolfo. "Identidad cultural y globalización". En Visión Crítica de la Globalidad. Centro Latinoamericano de la Globalidad (CELAG) y Centro de investigación y Docencia Económica (CIDE). México, 1998, p. 171.
  15. Kuri, Armando. "La relación global local ante la crisis del fordismo". Revista Memoria. no. 170, 2003.
  16. Aguirre Rojas, Carlos Antonio. "Para una crítica del concepto globalización". En Aportes. Núm. 16. Enero-Abril, BUAP, 2001.
  17. Roitman, Marcos. Pensamiento sociológico y realidad nacional en América Latina. Rebelión: www.rebelion.org, 2004, p. 109-110.
  18. La temporalidad de la globalización es otra de las críticas que este autor realiza a los retóricos, puesto que no encuentra sus orígenes en la época moderna de la historia sino en acontecimientos más cercanos. Argumenta que estos orígenes se encuentran en "la avalancha de reformas neoliberales en Occidente y el colapso de la Unión Soviética y de sus satélites de Europa oriental" cuya combinación provocó "una coyuntura histórica muy particular, y hasta cierto punto autocontenida, en la que el acto de llenar un gran vacío sociopolítico creo un sentido muy agudo de aceleración temporal y comprensión espacial que, no obstante, sólo podía ser pasajero. Cuando el proceso de llenar el vacío llegó a su fin, la supuesta prominencia de los fenómenos espacio-temporales comenzó a desvanecerse, ya que era el movimiento del proceso el que la generaba. Y así, valiéndose de una proyección estadística basada en la extrapolación incorrecta de la cresta del ciclo, los retóricos de la globalización interpretaron mal, una vez más, la dirección y el impulso del proceso histórico. Porque si el análisis empírico que hemos intentado construir resulta válido, el futuro no es 'global' en los términos propuestos por ellos". Rosenberg, Justin. Contra la retórica de la globalización. Ensayos polémicos. El Áncora Editores, Bogotá, 2004, p. 199-200.
  19. Ibid, p. 15.
  20. Ibid, p. 26.
  21. Ibid, p. 194.
  22. Ibid, p. 21-22.
  23. Martínez Luna, Jaime. Comunalidad y desarrollo. Op.cit., p. 36.
  24. Brysk, Alison. From tribal village to global village: Indians rights and international relation in Latin America. Stanford University Press, Stanford, CA., 2000, p. 120-155.
  25. Reinke, Leanne. "Globalisation and local indigenous education in Mexico". En International Review of Education, November, Vol. 50 Issue 5/6, 2004.
  26. Villoro, Luis. Estado plural, pluralidad de culturas. UNAM y Paidós, México, 1999, p. 25.
  27. Holloway, John. Cambiar el mundo sin tomar el poder. El significado de la revolución hoy. Op.cit., p. 116.
  28. Anderson, Benedict. Comunidades imaginadas. Fondo de Cultura Económica, México, 1997, p. 63-76.
  29. Giddens, Anthony. La tercera vía. La renovación de la socialdemocracia. Taurus, México, 1999.
  30. Holloway, John. Cambiar el mundo sin tomar el poder. El significado de la revolución hoy. Op.cit., p. 32.
  31. Beck, Ulrich. ¿Qué es la globalización? Op.cit., p. 29.
  32. Foucault, Michel. "El Sujeto y el poder". En Revista de Ciencias Sociales. Departamento de Sociología. Fundación de Cultura Universitaria, Montevideo, 1996, p.12.
  33. Jacoby, Rusell. The end of the utopia. Op.cit.
  34. Rubin, Jeffrey. "Descentrando el Régimen: cultura y política regional en México". En Relaciones, n. 96, Vol. XXIV, Otoño, 2003, p. 114.
  35. Gómez Carpinteiro, Francisco Javier. "El pasado en el presente. Dos enfoques sobre la historia cultural del campesinado mexicano". En Bajo El Volcán. Año 5, n. 9. México, 2005, p. 179.
  36. Ramírez Velázquez, Blanca Rebeca. Modernidad, posmodernidad, globalización y territorio. UAM-Xochimilco y Grupo Editorial Miguel Ángel Porrúa, México, 2003, p. 5.
  37. Certau, Michel de. La toma de la palabra y otros escritos políticos. UIA e ITESO, México, 1995, p. 179.
  38. Ibid, p.181.
  39. Giddens, Anthony. "Doubting diversity's value". En Foreign policy. November-december, 2007.
  40. Ortiz, Mario. "Migración laboral y cambio social en Oaxaca". En Martínez Vázquez, Víctor Raúl (Coordinador). Oaxaca, escenarios del nuevo siglo. UABJO, Oaxaca, 2004, p. 157.
  41. Gil, Rocío. Fronteras de pertenencia. Hacia la construcción del bienestar y el desarrollo comunitario trasnacional de Santa María Tindú, Oaxaca. Casa Juan Pablo, Fundación Rockefeller, Universidad Autónoma Metropolitana, México, 2006.
  42. Arellanes, Anselmo. "Oaxaca en el siglo XX, permanencias y cambios". En Martínez Vázquez, Víctor Raúl (Coordinador). Oaxaca, escenarios del nuevo siglo. UABJO, Oaxaca, 2004, p. 23.
  43. Ortiz, Mario. "Migración laboral y cambio social en Oaxaca". Op.cit., p. 159.
  44. Acevedo, M. y M. Pardo. "Las lenguas indígenas". En Martínez Vázquez, Víctor Raúl (Coordinador). Oaxaca, escenarios del nuevo siglo. UABJO, Oaxaca, México, 2004, p. 40.
  45. Ibid. p. 41. Estimaciones recientes indican que existen menos de 10 hablantes de ixcateco, todos son personas de edad avanzada.
  46. Jiménez, Dionisio. Autodiagnóstico social de la etnia chocholteca. (Mecanografiado). México, 1997, p. 126.
  47. Molina, Tania. "La migración transforma los usos y costumbres". En Masiosare, n. 421. 15 de enero de 2006. La Jornada. México, 2006.
  48. Besserer F. y M. Kearney. San Juan Mixtepec. Una comunidad trasnacional ante el poder clasificador y filtrador de las fronteras. UNAM, Juan Pablo Editores, UCLA at Riverside y Rockefeller Foundation. México, 2006.
  49. Gil, Rocío. Fronteras de pertenencia. Hacia la construcción del bienestar y el desarrollo comunitario trasnacional de Santa María Tindú, Oaxaca. Op.cit.
  50. Ibid. p. 217.
  51. Giddens, Anthony. "Doubting diversity's value". Op.cit.


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