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IMPERIALISMO Y RECOLONIZACIÓN

Jorge Lora Cam

En esta reflexión planteamos a partir de la revisión de modificaciones imperialistas y de la geoestrategias de los Estados Unidos en el actual momento histórico, que solo pueden salir de la crisis manteniendo la hegemonía global y las bases de ese dominio expresadas en la demencial ideología de la dominación y poder global, el reimpulso de la acumulación por desposesión, el apoyo a gobiernos neoliberales vasallos e impedir colusiones opositoras. Quienes además se benefician con esa violencia continua son las corporaciones multinacionales, la industria bélica, contratistas militares privados y de inteligencia, asesores académicos, ONG inter-gubernamentales o inter-empresariales. A partir de esta discusión queremos replantear los conceptos de colonización y descolonización, entendido este último como autodeterminación, revolución agraria y rechazo de todas las formas de colonización, viejas y nuevas, que nos llevan al debate sobre la bolivianización de Bolivia o la peruanización del Perú, base de la unidad interna y de la América Latina bajo las dos grandes vertientes emancipatorias: republicana y comunitaria, la necesidad de recrear los espacios colectivos, el predominio del bien común frente a la propiedad privada, la resolución de contradicciones ilusorias como la interétnica entre indígenas y mestizos del pueblo, acabar con la colonialidad del saber, del poder del hacer y del ser, recuperar los aportes de occidente desde lo propio. Solo una mirada clasista y socialista –como pensaba Mariátegui- puede ofrecer una visión que anteceda y englobe a todoo adjetivo incluyendo la descolonización como parte de la revolución mundial. Hay que dar estos debates en todos los lugares sociales.

La nueva configuración del poder en el espacio andino-amazónico es resultado, en las últimas dos décadas, de una guerra de clases ganada por las fuerzas imperiales y sus aliados domésticos en el contexto de la colonialidad del poder / saber y de la recolonización, como parte de la globalización entendida como estrategia de poder y dominación, como fortalecimiento de la hegemonía estadounidense, su potencialidad y capacidad de establecer e imponer las normas y fronteras del acontecer mundial, dirigir intelectualmente y reordenar la geografía y la política mundiales sobre la base de un sistema integrado de relaciones militares, económicas, políticas, territoriales y culturales respaldado por la violencia. Asimismo, reflexionar sobre cómo se modifican las formas de dominio subjetivas y objetivas articuladas por planes recolonizadores amparados por estrategias militares; y, simultáneamente, cómo se expresa la resistencia integracionista alternativa y la étnico-clasista anticolonial con un enorme contenido subjetivo en el mismo espacio y periodo, obligando al imperialismo a optar por y priorizar la dominación violenta.

La categoría “colonialidad del poder” pretende historizar el sistema de dominación para entender las estrategias de control y uso de territorios, la construcción de la hegemonía en el espacio elegido y el surgimiento de contradicciones que desatarán resistencias y la constitución de sujetos sociales. No obstante que de modo recurrente en esta investigación se usan las categorías “hegemonía”, “fetichismo” y “poder simbólico” para examinar la mentalidad sumisa, que configuran la subjetividad subalterna que impide la construcción de sujetos, considero que éstos continuan siendo temas para la discusión.

La categoría histórico estructural que articula a las demás y sobre la que se construyen las relaciones de poder colonial y la resistencia, objeto de nuestra investigación es la categoría “recolonización/colonialidad del poder”. Las otras son consustanciales al capitalismo y, por lo tanto, constantes en su dinámica, por lo cual deben ser consideradas en el proceso de globalización; todo ello construido sobre la colonialidad del poder. Al modificarse las relaciones capital-estado-sociedad, el Imperio obliga a las naciones-estado bajo su dominio a transferir toda su soberanía; a inmovilizar a las sociedades y países multiculturales-multiétnicos y multisocietales; a fragmentar aún más el tejido social y a someter lo social —largo tiempo invisibilizado por el racismo— a una sociedad dominante, institucionalizada y subalterna al Imperio, que se ha venido alejando cada vez más de las necesidades y demandas de los pueblos. Pero que además en medio de la profunda crisis sistémica que atraviesan desarrollan nuevos mecanismos de dominación, adaptación, soporte, articulación y contención social en su incapacidad de ofrecer salidas a la situación latinoamericana. La contradicción entre la expansión del dominio colonial y la capacidad real para sostenerla, obliga al Imperio a adoptar formas cada vez más violentas para prevenir procesos autonómicos, nacionalistas o socialistas y para consolidar el colonialismo interno. El actual oximorón de la ideología capitalista es la soberanía colonial y la guerra humanitaria.

Nuestro punto de partida es el examen y reflexión crítica de las formas de dominación impuestas por la recolonización y las formas de resistencia étnico-clasistas contra la colonialidad del poder, las estructuras globales de poder con sus ramificaciones y consecuencias a través de la confrontación de estrategias en el espacio andino-amazónico. Esto significa que el imperialismo actúa sobre una situación estratégica solidificada históricamente y que hoy se expresa bajo una forma global masiva a través de geoestrategias en todos los países en los que desarrolla sus relaciones de poder creando adversarios y resistencias. Estas últimas se traducen en los enfrentamientos a las estrategias de dominación y poder, las luchas contra los efectos de la recolonización, la oposición a la individuación y totalización de los sujetos, la defensa de la identidad y la dignidad. Pocas trascienden lo inmediato —mecanismos de explotación, de dominación o de sujeción de la subjetividad— y logran tener connotaciones estratégicas, apuntando a la disolución del poder o de las clasificaciones sociales.

El modo de dominación —de acuerdo con Pierre Bourdieu— es lo que permite a un orden social reproducirse en el reconocimiento y desconocimiento de la arbitrariedad que lo funda. Debemos comprender no sólo los mecanismos complejos con sus campos, sus capitales y sus estrategias, sino también las condiciones de posibilidad de sumisión de los dominados al orden social percibido de manera prerreflexiva como el orden de las cosas.1

La dominación en el espacio andino-amazónico es étnico-clasista y descansa en la colonialidad del poder como patrón de dominación, en estrategias y procedimientos coercitivos y en la dirección cultural y política de la sociedad, pero también en el sometimiento ideológico, en el poder simbólico y en el fetichismo del poder. Por tanto, la hegemonía sobre la región en estudio es también étnico-clasista y —al decir de Carlos Pereyra— “no sólo procede de la refuncionalización que impone el aparato estatal; deriva también de su control sobre el funcionamiento de la sociedad civil”. Y es en ésta donde se sustenta la hegemonía imperialista y el bloque dominante, siendo un espacio de lucha y confrontación.2

Así como las tecnologías del poder han cambiado históricamente junto a la economía, el Estado y la sociedad, las disciplinas normalizadoras se multiplican con la división social del trabajo, con la clasificación étnica, de género y las formas de explotación. En el actual momento histórico la estrategia globalizadora enfatiza en la versátil relación entre la represión y la ideología en la reproducción del capitalismo en expansión, donde el factor económico es a todas luces el factor fundante del poder y el Estado ocupa una relación privilegiada en la reproducción de las relaciones de producción, la división del trabajo y del mercado. La ley y la represión —como violencia pública organizada—, expresadas en la autoridad-coerción, adquieren mayor centralidad que la manipulación-persuasión, al agotarse el discurso del pensamiento único.

Los cambios en la correlación de fuerzas y en lucha étnico-clasista, modifican las estrategias políticas de los sujetos populares en resistencia, cambiando las relaciones de poder. Si bien es cierto que el poder de clase está presente en todas las relaciones sociales y la confrontación se abre a múltiples focos y luchas puntuales, son el Estado norteamericano y el imperialismo los grandes opresores estratégicos.

Sabemos por Michel Foucault que el poder no es una entidad metafísica ni una esencia. El poder designa relaciones, ejercicio, modos de acción de unos sobre otros, que se apoyan en estructuras objetivas y mentales, efecto del consentimiento, y acciones sobre acciones de otro reconocido y en acción; opera sobre un campo de posibilidades y se inscribe en el comportamiento de los sujetos. Está arraigado en los nexos sociales como modos singulares de acción, en el tejido social.3 Si analizamos estas relaciones en su dimensión histórica y en el espacio andino-amazónico, el poder y la violencia —entendida ésta como relación de fuerzas, sometimiento e instrumento de poder— siempre han existido juntos para mantener la explotación, las diferencias, los privilegios, las clasificaciones, para amenazar, persuadir y vigilar. El Estado y las instituciones, como expresiones de los intereses oligárquicos e imperiales, buscan ejercer este tipo de control total ante su imposibilidad de fijar las relaciones de poder en un estado-nación. De ahí la importancia de la lucha contra la dominación, el poder y la violencia expresadas en los estados por el imperialismo para acabar con el capitalismo.

Veremos como en la resistencia, que acompaña a los cambios en las condiciones de valorización via desposesión y la dominación que entraña, aparecen los perfiles de sujetos históricos autonómicos en una conflictiva articulación de desigualdades y poderes. El proceso de la organización colonial del mundo no ha culminado y simultáneamente incluye desde territorios físicos hasta los imaginarios, los saberes, los lenguajes y las memorias. La lucha en estos campos y en otros continuará aún por mucho tiempo. La reconquista de la soberanía, la protección de territorios y recursos comunales, la libre determinación y autonomía, el uso de los recursos naturales y territorios de los pueblos, la reapropiación del excedente y la sobrevivencia son ahora las exigencias subversivas.

Consideramos que la dinámica del poder y la dominación imperialista, y de sus clientes locales convertidos en implementadores de las mismas en una región latinoamericana, así como la resistencia que engendra, sólo pueden ser vistas con una pretensión de totalidad descubriendo categorías que en su interrelación puedan expresar el sentido de la subordinación histórico estructural y la construcción de subjetividades subalternas, para buscar alternativas contrahegemónicas. El imperialismo norteamericano, al desatar el terror global —acompañado de proyectos geoestratégicos de expansión, de violencia bélica y control de las subjetividades— con objeto de asegurar su hegemonía, está consiguiendo una mayor escisión entre la sociedad y la política, el rechazo a los estados y a las clases políticas por parte de la mayoría de trabajadores y desempleados y la potenciación del combate extraparlamentario y la violencia popular.

Ni en el plano de la investigación empírica, ni en el teórico, hemos encontrado intentos de entender la totalidad de la dominación y la resistencia en el espacio andino amazónico a partir del examen de la interrelación de las categorías que presentamos y que en todo caso han sido estudiadas por separado: colonialidad del poder (Aníbal Quijano); recolonización (James Petras); geoestrategias y territorialidad (Ana Esther Ceceña); hegemonía (Emir Sader y Nestor Kohan); poder simbólico (Pierre Bourdieu); y fetichización (Adam Schaff, John Zerzan y José Manuel Martínez). Este sería un intento de acercamiento para mostrar las particularidades del poder y la resistencia en esta subregión. Las tres primeras categorías tienen que ver con la periferia en general, pero con sus especificidades latinoamericanas. Entre los países que nos ocupan, por su diversa historia, colonialidad del poder y composición social, tres son indígenas: Ecuador, Bolivia y Perú; y dos afroamericanos: Venezuela y Colombia.

No creemos estar exentos de la influencia de la colonialidad del saber; sin embargo, intentamos trasponer los límites que impone la impronta de nuestra formación académica. De todos modos es un esfuerzo inicial y parcial, en tanto no profundizamos en algunos aspectos, por ejemplo, la relación entre las mencionadas categorías y el análisis más exhaustivo de las formas de la conciencia social y la cultura. Ello excedería nuestra modesta intención de propiciar el debate y los estudios de esta naturaleza.

Comenzamos definiendo en este acápite las principales categorías, para después en el mismo orden desarrollar la exposición. En el segundo apartado examinaremos los cambios en elcapitalismo imperialista y su relación con la recolonización y la colonialidad del poder, cómo las geoestrategias territoriales del poder por parte del imperialismo van acompañadas del uso de la violencia. En el segundo capítulo revisaremos cómo se están dando en el espacio andino-amazónico los planes recolonizadores y las complejas demandas integracionistas y resistencias territoriales, limitadas por los estados, ante las pretensiones de reapropiación imperial que comienzan con las privatizaciones y ahora se lanzan compulsivamente sobre territorios, fuerza de trabajo y recursos naturales. Y, finalmente, en los dos últimos capítulos examinamos y reflexionamos acerca de los conflictos en la subjetividad y la creación de experiencias, conciencias y proyectos con contenidos revolucionarios de construcción de contrapoderes y poderes. Analizaremos las limitaciones y potencialidades que tiene la resistencia para avanzar, desde el control de la subjetividad, viendo como interactúan la hegemonía, el poder simbólico y la fetichización en los procesos de dominación, y cómo alteran la percepción de las relaciones sociales hasta las potencialidades objetivas y subjetivas —siempre en interacción— para un cambio radical.

I. UNA PRIMERA APROXIMACIÓN CONCEPTUAL: IMPERIALISMO, RECOLONIZACIÓN, SUS MULTIPLES DETERMINACIONES.

La globalización –al decir de Petras- es una nueva y dinámica fase de expansión imperial centralizada resultado de derrotas y coaliciones de clase a nivel global.4 Consideramos correcta la aparente herejía de Samir Amin cuando sostiene que el capitalismo siempre ha sido imperialista o la de Braudel quien afirma que la fuerza originaria del capitalismo viene de la asociación de príncipes y banqueros europeos y el secreto de su crecimiento radica en los beneficios extraordinarios de los grandes depredadores. Arrighi desarrolla esta idea y descubre que los ciclos de acumulación son liderados por potencias hegemónicas que en su fase de expansión financiera en medio de conflictos sociales, coloniales o civilizatorios y guerras devastadoras configuran estructuras y estrategias estatales que sucesivamente mantuvieron el orden político y organizan las relaciones políticas, económicas y financieras a escala global en función de sus necesidades.5 Por su lado Pablo González Casanova caracteriza al imperialismo actual de esta manera:

    El imperialismo colectivo esta organizado en complejos empresariales, militares, políticos y mediáticos y cuenta con inmensas y variadas redes de asociados, subordinados, asimilados, cooptados –extranjeros y nacionales- con los que domina y explota a los pobres de la tierra, a los trabajadores y pueblos proletarios, pobres marginados y excluidos.6

Basado en ello podemos decir que América Latina vive 5 siglos de colonización, que solo en la primera centuria exterminaron 80 millones de habitantes originarios, sin tomar en cuenta las decenas de millones de africanos, donde quienes sobrevivieron siempre fueron dominados por una violencia permanente y ciclos de financiarización de las economías, acompañadas de una concepción civilizatoria que divide al mundo entre el bien y el mal, entre civilizados y bárbaros de oriente, África y América Latina y que les permite a los primeros con una conciencia moralmente aceptable puedan someter, explotar, saquear, destruir, exterminar o tratar denigrantemente a esos seres irracionales e inhumanos del mundo de la maldad. Desde los inicios de la expansión capitalista las guerras e invasiones protagonizadas por occidente serán autodenominadas civilizatorias y después humanitarias. Con los años van fijando ciertos mitos en las cabezas de los hombres acerca de las ideologías del progreso, la modernidad, el desarrollo, la civilización, democracia, etc. ocultando una historia europea que viene del canibalismo y de las formas más salvajes de explotación y dominio político. Al mismo tiempo que desechan los aportes del republicanismo como la libertad, la justicia y solidaridad. América Latina desde el siglo XIX ocultó tras el liberalismo un brutal despojo sempiterno e inagotable de los recursos de supervivencia incluyendo la fuerza de trabajo.

Son innumerables los ejemplos de la muy antigua asociación de banqueros primero y capital financiero después con el colonialismo, las guerras y múltiples formas de violencia. Por ejemplo en un artículo de Alfredo Jalife Rahme sostiene que:

    La excavación de los archivos de poder, como hubiera proferido Michel Foucault, no es un asunto menor y eviscera las entrañas financieras de los Rothschild desde las guerras napoleónicas, es decir desde hace mas de dos siglos de su reinado ininterrumpido en la banca occidental. Hoyos comenta que los bancos que tuvieron en el pasado vínculo con las injusticias de la esclavitud se encuentran bajo presión para realizar compensaciones.7

Los otros bancos a los que coloca como ejemplos son el JP Morgan-Chase, el Royal Bank of Scotland, Lehman Brothers y Wachovia; las aseguradoras New Cork Life y Atená, e incluso la afamada Universidad de Yale. España, Holanda, Gran Bretaña, otros países europeos y los Estados Unidos fueron construidos con sangre esclava y el colonialismo se mantiene hasta hoy cuando esta pequeña oligarquía se ha globalizado con una geoestrategia de poder que ya muestra su fracaso. Sin embargo será inevitable persistir en la remundialización capitalista, el neoliberalismo y la financiarización de las economías. Nuevamente son los estados nacionales los lugares políticos que rescatan al capitalismo abonando al capital financiero y ejercen la ley y la violencia bajo el dictado “hacer guerras es nuestro destino”, como parte de una respuesta integral al declive imperial. Los golpes de Estado y las amenazas del Comando Sur, la privatización y paramilitarización de las guerras, la USAID, la diplomacia, la balcanización, el racismo, la politización de las trasnacionales muestran que la descolonización recién esta comenzando.

En un reciente artículo de José Luis Fiori, publicado en Carta Mayor, 20 sept. 2009, sostiene que la guerra no es un fenómeno excepcional ni resultado de una “necesidad económica”, sino que es un instrumento estratégico de los Estados Nacionales para acumular poder y definir la jerarquía mundial cuyo límite radica en la desaparición de sus competidores. De ahí que las potencias capitalistas no puedan dejar de expandirse a riesgo de perder posiciones dentro del sistema. Ofrece datos: entre 1495 y 1975 las grandes potencias estuvieron en guerra el 70% del tiempo, entre 1816 y 1913 –años pacíficos- hicieron mas de 100 guerras coloniales cada vez mas violentas. Entre 1650 y 1950 Inglaterra participó de 110 guerras y entre 1873 y 1991 los Estados Unidos, sus legítimos herederos, participaron en casi 80 guerras dentro y fuera de América. Una guerra cada tres años. Esto nos dice que las justificaciones que escuchamos cada día son irrelevantes, las guerras continuaran con Obama o sin él. Pero aun más importante es que este planteamiento desecha la idea de la división entre imperialismo histórico progresista y otro permanente reaccionario, del primero algunos derivan la imaginaria democracia burguesa, otro absurdo oximorón.

Chomsky en muchos escritos historiza la política imperial norteamericana y denuncia que los Estados Unidos de Norteamérica desde su nacimiento es fundado como imperio, conquistaron su territorio, avanzaron sobre México y continuaron su expansión en cumplimiento de su misión divina. En los años 1900 ya tienen un modelo, en Filipinas crean una fuerza militar interna y cuentan con la colaboración de líderes de Estado, infiltran los movimientos revolucionarios y los destruyen. Esta ha sido una constante. Los gobiernos demócratas son los más engañosos, si hacemos memoria Woodrow Wilson se apoderó de Venezuela, continuo con Haití y después de República Dominicana, dejando tras su paso economías destruidas, dictaduras y fuerzas policial-militares. Un constante retorno a la militarización y al sometimiento. En otro momento, en el Gobierno de Clinton se iniciaron los bombardeos a Irak y a Somalia (1993, luego en Serbia-Bosnia (1995), otra vez Irak, Afganistán y Sudán (1998) y más tarde el Plan Colombia (2000). Ocho años después Obama continua con la ocupación de Irak, Afganistán, amenaza a Irán y Corea del Norte, amplia el Plan Colombia, codirige el golpe de Estado en Honduras y aumenta el financiamiento para la contrarrevolución en varios países que luchan por la autodeterminación como Venezuela o Bolivia. Da inicio a un plan estratégico de recuperar su patio trasero a través del fortalecimiento y enlazamiento de la derecha global, el redesplegamiento de tropas del medio oriente hacia América Latina y la intervención oficial de la OTAN e Israel en la región. El control de la ayuda militar ahora esta en manos del Pentágono en reemplazo del Departamento de Estado, evadiendo el control del Congreso.8 De acuerdo con Noam Chomsky, para el Consejo de Seguridad Nacional si no pueden controlar América Latina ¿Cómo podrán hacerlo con el resto del mundo?. De ahí que en el siglo XX no duden en realizar intervenciones militares, propiciar golpes de Estado, agresiones, instaurar Estados de Seguridad

Así vemos que la recolonización es un proceso que se renueva constantemente desde la llamada “descolonización”, reactualizando la colonialidad del poder sobre la autoridad, el racismo, el género y el trabajo; adoptando cada vez nuevos mecanismos pero conservando otros. La recolonización contemporánea del último cuarto del siglo xx articula varios procesos económicos: 1) mercantilización total de la naturaleza para las trasnacionales 2) pago de intereses a largo plazo de la deuda externa y transferencias por inversión directa y en cartera; 3) compra de empresas públicas lucrativas privatizadas y otras empresas nacionales con problemas; 4) inversiones en maquiladoras de sobreexplotación extractivista en recursos naturales y energéticos y en manufactura e industria de servicios de bajos salarios, destruyendo la industria regional nacional; 5) rentas por regalías sobre productos, patentes y mercancías culturales; y 6) cuentas corrientes favorables basadas en el dominio de corporaciones y bancos norteamericanos. En el plano de lo político la recolonización consiste en la injerencia externa, imperialista, para impedir la libre autodeterminación de los pueblos y la capacidad para decidir su condición política y su destino histórico. El neoliberalismo menoscaba la soberanía y la independencia de los países e incluso quebranta la integridad territorial. En lo militar, la presencia imperialista se hace patente en los enclaves militares (bases, escuelas), en los tratados, la ayuda militar, en las maniobras y en las intervenciones.

Lo que no entiende la derecha y un sector de la centro izquierda que le ofrece un apoyo crítico son las relaciones coloniales inherentes a la fase imperialista que vivimos. Una revisión de los rasgos del colonialismo indican a las claras que en Bolivia y Ecuador los avances son insignificantes si los comparamos con el socialismo o los gobiernos nacional populares del siglo XX y son enormes si los comparamos con los gobiernos neoliberales..

Gran parte de la obra de Marx esta orientada a desenmascarar las falsas naturalizaciones y fetichizaciones de las relaciones sociales así como la fatalidad de ciertos procesos capitalistas, como en nuestros tiempos la globalización, el libre comercio o la especialización. Categorías como recolonización, colonialismo interno y colonialidad del poder ayudan a esclarecer una historia de recolonización continua, de violencia, etnocidio y racismo sobre los países y pueblos indígenas y afro americanos. Pablo González Casanova, Guillermo Bonfil y Aníbal Quijano y los teóricos de la dependencia tienen aportes que nos deben servir para esclarecer la luchan por la descolonización que enarbolan los pueblos indígenas.

La colonialidad del poder, a decir de Aníbal Quijano,

    es uno de los elementos constitutivos y específicos del patrón mundial de poder capitalista. Se funda en la imposición de una clasificación racial / étnica de la población del mundo como piedra angular de dicho patrón de poder y opera en cada uno de los planos, ámbitos y dimensiones, materiales y subjetivos, de la existencia social cotidiana y a escala societal. Se origina y mundializa a partir de América. Con la constitución de América (Latina), en el mismo momento y en el mismo movimiento histórico, el emergente poder capitalista se hace mundial, sus centros hegemónicos se localizan en las zonas situadas sobre el Atlántico —que después se identificarán también la colonialidad y la modernidad.9

Formas de dominación y privilegio conservadores de un colonialismo interno-externo y abigarrado inscritos en la memoria, imaginarios, formas de representación, religiosidad, educación, cultura, que niega capacidades y potencialidades, minoriza a las mayorías, ocultas y encubiertas en las ideas de igualdad, ciudadanía, estado de derecho, multiculturalidad, postcolonialismo etc. permiten reproducir las estructuras coloniales de opresión y renovar la condición colonial a cada momento. Bonfil Batalla señala que la independencia no elimina la estructura colonial interna de un grupo invasor civilizador que consolida una empresa de explotación, que impone un orden excluyente, niega y excluye la cultura del colonizado, lo desindianiza destruyendo la identidad colectiva, lo adapta como vencido, mantiene la diferencia basada en la inferioridad natural y el mal, la violencia que redime al vencido y el clero lo justifica y ejerce control.10

Por su parte, Pablo González Casanova, asevera que colonialismo y estructura colonial son nociones intercambiables y que constituye un fenómeno interno. Aludimos a esta relación si hablamos de poblaciones que no han podido administrase a sí mismas, de economías primario-exportadoras complementarias a la metrópoli, de mercados de bienes y fuerza de trabajo controlados, de concesiones y permisos de inversión a la empresa trasnacional, de niveles de vida inferiores a la metrópoli, predominio de sistemas represivos en la solución de conflictos, explotación combinada acompañada de racismo y discriminación entre europeos evolucionados e indígenas arcaicos, deshumanizados, políticas de manipulación y discriminación jurídicas, educacionales, lingüísticas, administrativas que sancionan el dominio.

Es más específico cuando el concepto lo relaciona más directamente con la población indígena expresadas en tres formas: 1. Monopolio y dependencia de la metrópoli en comercio, créditos, monocultivo, provocando aislamiento, deformación, descapitalización, migración y reforzamiento político militar de ese control, 2. Relaciones de producción y discriminación: relaciones de explotación combinada, despojo de tierras comunales, salarios diferenciales, explotación artesana, discriminación social, lingüística, jurídica, política, sindical, agraria, en inversiones, créditos y sobre ello desplazamiento del indígena por el ladino y reforzamiento político de los sistemas combinados de explotación. 3. Cultura y niveles de vida: economía de subsistencia y técnicas atrasadas, tierras pobres, agricultura y ganadería deficientes, baja productividad, niveles de vida inferiores y carencia de servicios, cultura mágico religiosa, objeto de manipulación económica y política, alcoholismo y prostitución, rutinarismo, conformismo, tradicionalismo, agresividad entre comunidades y reforzamiento político de todas estas relaciones.11

La primera visión es más histórica y totalizante que la francamente estructuralista de González. Lo cierto es que las estructuras coloniales en países indígenas han variado muy poco e históricamente la recolonización es un proceso permanente. Es así como se van configurando las nuevas identidades societales de la colonialidad y las relaciones intersubjetivas correspondientes, que funden las experiencias del colonialismo y la colonialidad con las necesidades del capitalismo en las renovadas formas de dominación hasta la actualidad. Cuando el mismo Quijano define el poder tal como lo conocemos ahora, apunta: es un espacio y una malla de relaciones sociales de explotación/dominación/conflicto articulados, básicamente, en función y en torno de la disputa por el control de los siguientes ámbitos de existencia social: (1) el trabajo y sus productos; (2) en dependencia del anterior, la “naturaleza” y sus recursos de producción; (3) el sexo, sus productos y la reproducción de la especie; (4) la subjetividad y sus productos materiales e intersubjetivos, incluido el conocimiento; (5) la autoridad y sus instrumentos, de coerción en particular, para asegurar ese patrón de relaciones sociales y regular sus cambios.12

La colonialidad del poder es un patrón colonial que ha configurado la propia estructura estatal republicana y que no se puede inteligir sin el concepto de recolonización, incluyendo al régimen y al sistema político. La separación Estado/sociedad no es producto del desarrollo capitalista —como ocurrió en Europa—, sino una imposición que corresponde a la clasificación social y política colonial. Los criollos construyeron al Estado y reiniciaron el proceso colonial de expropiación de territorios, recursos naturales, crearon las rentas precapitalistas y, en general, del poder del “otro” apoyados en la violencia. La construcción de las fuerzas armadas y policiales, del poder judicial y su estrecha asociación al poder espiritual y material de la Iglesia obedecen al viejo patrón colonial y hasta hoy son poderes que permanecen apartados de la sociedad, excepto para someterla. Ésta nunca decidió sobre estos poderes al naturalizarse la percepción del lugar que ocupa el Estado sobre la sociedad.

De este modo, en cada ámbito de la existencia social cuyo control se disputan agrupaciones sociales y de cuya correlación de fuerzas y conflictos se forman las relaciones de explotación/dominación/resistencia sus elementos son siempre múltiples, discontinuos, heterogéneos y se van naturalizando en clasificaciones, experiencias, identidades y relaciones históricas de la colonialidad y distribución geocultural colonial del poder capitalista mundial. Si observamos cuánto ha avanzado la descolonización respecto a las características anotadas, sus avances son mínimos. La alianza con las trasnacionales, las continuación de las políticas neoliberales, el extractivismo como eje de las economías y la ausencia de una reforma agraria radical son las rémoras primordiales que impiden otros cambios. La compleja clasificación del trabajo y la división racista de las sociedades coloniales, implican profundas y articuladas relaciones de poder que asociaban lo económico y lo extraeconómico en una totalidad que conjunta procesos de larga duración donde las agrupaciones sociales se disputan el control de los ámbitos esenciales de la existencia social que configuran un patrón de distribución del poder históricamente determinado. Es así como la constitución de los sujetos sociales es un problema histórico de conflictos, una memoria de las luchas que define la identidad y la desidentidad, la experiencia heterogénea y discontinua convertida en subjetividad colectiva.

De acuerdo con Quijano, los procesos de subjetificación cuyo sentido es el conflicto en torno a la explotación/dominación/conflicto pueden clasificar a la sociedad y en el capitalismo mundial son el trabajo, la raza y el género las tres instancias ordenadoras centrales. La más importante es el trabajo y la dominación es la que hace posible la explotación, pero verlas separadas sólo ha servido para mantener la dominación. Igualmente les sirve la naturalización de estas relaciones.

La justificación de la categoría “raza” para el patrón de poder mundial capitalista eurocéntrico y colonial moderno, es fundamental en la historia de América Latina y del mundo colonial, dice nuestro autor.

La atribución de las nuevas identidades sociales resultantes y su distribución en las relaciones de poder mundial capitalista, se estableció y se reprodujo como la forma básica de la clasificación societal universal del capitalismo mundial y como el fundamento de las nuevas identidades geoculturales y de sus relaciones de poder en el mundo. Y, asimismo llegó a ser el trasfondo de la producción de las nuevas relaciones intersubjetivas de dominación y de una perspectiva de conocimiento mundialmente impuesta como la única racional. La racialización de las relaciones de poder entre las nuevas identidades sociales y geoculturales, fue el sustento y la referencia legitimatoria fundamental de carácter eurocentrado del patrón de poder material e intersubjetivo. Es decir, de su colonialidad.13

La categoría “colonialidad del poder” tiene una enorme potencialidad, cuyo desarrollo es una tarea pendiente. Constituido el Estado sin vínculos con la soberanía o con la autodeterminación, será sucesivamente sometido a las potencias hegemónicas, primero Inglaterra y después los Estados Unidos. La dominación económica y política sobre los estados del espacio andino-amazónico les otorgan carácter de semicoloniales.

De este modo, los países de la periferia colonial no han salido del patrón de dominación como estados coloniales dependientes en diversas formas históricas, donde los dominantes son capitalistas tributarios y/o asociados dependientes, y los dominados son desde esclavos hasta asalariados, formas de explotación impuestas a partir de la destrucción de la estructura societal y el despojo de saberes intelectuales y sus expresiones. Sobre esta base la hegemonía eurocéntrica implicó una doble fetichización, la del capitalismo y la del colonialismo, un imaginario mitológico que naturaliza instituciones y categorías que ordenan las relaciones de poder impuestas por los vencedores dominadores. Como señala Walter Mignolo:

    El imaginario del mundo moderno /colonial surgió de la compleja articulación de fuerzas, de voces oídas o apagadas, de memorias compactas o fracturadas, de historias contadas desde un solo lado que suprimieron otras memorias y de historias que se contaron y cuentan desde la doble conciencia que genera la conciencia colonial...El principio de doble-conciencia es, en mi argumento, la característica del imaginario del mundo moderno/colonial desde las márgenes de los imperios.14

Cabría remarcar la diferencia entre colonialidad y colonialismo. La categoría “colonialismo”, y sus derivaciones intermedias, el semicolonialismo y el neocolonialismo, se refieren a la política de los países imperialistas y a la estructura de dominación / explotación resultante, donde el control del poder político, económico, del trabajo y de los recursos del país colonizado lo detenta la burguesía del Estado imperial en conjunción con la lumpenburguesía criolla. Cuando la autoridad y el Estado son administrados directamente por otra jurisdicción territorial, estamos pensando en el viejo colonialismo. La dominación política por parte de un Estado sobre poblaciones no adscritas a él ha sufrido modificaciones en torno a la soberanía jurídica para facilitar las operaciones trasnacionales que van acompañadas de la creación de reglas e instituciones al interior y alrededor de los estados dominados, para que éstos quieran lo que conviene a Estados Unidos y otras potencias imperiales.

Imperialismo y hegemonía no son términos opuestos, y creemos que es posible hablar de hegemonía imperialista, lo que significa “dominación en la jerarquía de los estados y en la economía mundial”, agregándosele la territorialidad y el control estratégico, colonialismo e ingeniería institucional trasnacional. La relación de igualdad soberana entre estados, es la misma que se da entre sujetos iguales en el mercado: una relación de desiguales. En el caso de los estados, esta visión esconde las relaciones de poder imperialista que bajo la ficción de la soberanía estatal oculta el control de un Estado sobre la economía, la política, la cultura y las fuerzas armadas de otros estados. En términos de sujetos sociales, estamos hablando de la articulación de la gran burguesía de los Estados Unidos con las burguesías trasnacionalizadas de los países del espacio andino- amazónico de América Latina de origen criollo, étnicamente diferenciadas de las grandes mayorías de trabajadores, principalmente indígenas, negros y mestizos.

Para examinar la relación entre colonialidad y colonialismo hay que partir, por un lado, de reconocer que el capitalismo siempre fue imperialista y por lo tanto colonialista; y, por otro, de que minorías de origen europeo monopolizaron el poder de los estados latinoamericanos, fueron portadoras de la colonialidad del poder y con distinta intensidad y capacidad hegemónica vehículos de la dominación y la dependencia histórico estructural. El colonialismo es una relación de dependencia que posibilita la dominación/explotación/supremacía de un país sobre otro. Es la forma que adquiere la expansión europea sobre el resto del mundo desde el siglo xvi. Primero fue mercantilista y luego estuvo asociado a la revolución industrial y al desarrollo del imperialismo contemporáneo. En este último caso, tras una formal independencia política está la permanente subordinación y el intervencionismo económico, político, cultural y militar condicionado por la exportación de capitales, la fuerza cada vez mayor de las trasnacionales y la división territorial del mundo. Colonialismo son los proyectos y procesos de expansión de los estados-nación, en virtud de su superioridad económica, política y militar, con el objeto de ampliar su ámbito de poder y renovar continuamente el sometimiento para persistir con la explotación.

Estados Unidos ha sido, durante más de un siglo, la potencia imperial dominante en América Latina. Sin embargo, desde la segunda posguerra venía perdiendo influencia de manera lenta pero constante, a pesar de controlar poderosas instituciones internacionales y su fuerte control sobre otros estados. Durante las dos últimas décadas el gobierno y la elite empresarial, impulsados por la competencia y la sed de ganancias, deciden globalizarse y recolonizar América Latina. Esto significó para la región la modificación de los estados semisoberanos como mecanismos de dominación. Es decir, con nuevos medios se vienen transformando los entornos nacionales e internacionales de los estados nacionales.

Estos cambios son impulsados por el neoliberalismo, que afirmado en la colonialidad del poder, desplaza “las relaciones sociales internas dentro de los estados a favor de intereses de los acreedores y rentistas, subordina los sectores y priva a la inmensa mayoría de trabajadores de poder, riqueza y seguridad”.15 El teórico marxista recientemente fallecido Peter Gowan agrega que la transformación del entorno externo de los estados lleva el nombre de globalización e implica la apertura de la economía política del Estado a productos, empresas, flujos, agentes financieros procedentes de los países del centro de la economía capitalista mundial, haciendo las políticas públicas dependientes de acontecimientos y decisiones tomadas en Washington. De acuerdo a este autor, el sistema nervioso central de la globalización se encuentra en el modo en el que se han rediseñado y gestionado las relaciones monetarias y financieras internacionales en el último cuarto del siglo xx, un proyecto y un resultado estrictamente político de decisiones tomadas por los sucesivos gobiernos de un Estado: los Estados Unidos de Norteamérica. El régimen monetario internacional ha operado, por un lado, como “régimen económico” internacional y, por otro, como instrumento potencial de acción política susceptible de modificar las condiciones económicas y como instrumento al servicio de una política de dominación.16 La importancia de la investigación de Gowan radica en que muestra detalladamente la relación dinámica entre los agentes privados de los mercados financieros y la política del dólar del gobierno estadounidense. Muestra cómo el proyecto global imperialista de la posguerra fría implica nuevos medios de alterar los entornos internos y externos de los estados en direcciones que les inducirán a seguir aceptando la dominación política y económica del imperio.

Un medio es la transformación del entorno exterior, que consiste en la apertura de la economía política del Estado a la entrada de productos, empresas, flujos y agentes financieros procedentes de los países del centro del capitalismo mundial. Examinar este ámbito permite conocer los recursos, oportunidades y opciones de poder que se generan a partir de múltiples factores que configuran el plano geopolítico: la potencia militar, el poder económico, la geografía, la demografía, la distribución del poder y los agentes transterritoriales. Los agentes internacionales —como las organizaciones estatales— bm-bid-fmi-omc, son puntas de lanza neoliberales. Estas instituciones van asociadas al poder de los medios y otras, ocultas, que forman redes de poder invisible y se objetivan como grandes mafias trasnacionales. Otro medio es la transformación de los entornos nacionales de los estados, lo cual exige desplazar las relaciones sociales internas dentro de éstos a favor de acreedores y rentistas, subordinando el sector productivo al financiero y privando a la mayoría de la población de poder, riqueza y seguridad. En el entorno interno y el espacio social de la política recolonizadora hay que revisar los cambios en los estados, mercados y las configuraciones sociales que se han modificado institucionalmente y reconfigurado sus pilares. El mercado se ha expandido en la vida social, las fundaciones y ong han adquirido presencia en la sociedad civil, y los agentes sociales, en cuanto clases e identidades categoriales se han transformado. Aquí es donde las ideas políticas adquieren gran influencia a través del sistema político, de las Fuerzas Armadas y los medios, que merecen un examen aparte.

Los cambios en los Estados se consolidan en los nuevos regímenes, en los cuales los nuevos dirigentes estatales coinciden con lo que quieren los líderes de Occidente, apoyándose en la colonialidad del poder, justificaciones ideológicas y hábitos de subordinación. Los estados se reestructuran sin mayor oposición ante la retirada de los trabajadores y de la izquierda del escenario del conflicto y usando los instrumentos políticos para modificar las realidades económicas y de gestión.

La globalización provoca una aceleración y profundización de la expansión capitalista, modificando las relaciones de poder, esto es, las relaciones de dominación, de explotación, de territorialización y de conflicto. También diversifica y aumenta las formas de desigualdad, de polarización y de identidad engendrando mayor violencia social y política. El capitalismo imperialista se establece como un sistema mundial de control de los recursos globales, principalmente del mundo colonial, exacerbándose con la globalización la mercantilización de las relaciones sociales y las crisis.

No conocemos una explicación teórica satisfactoria de la compleja relación entre reconfiguración de la dominación colonial y descolonización en los Andes del siglo XXI, tampoco en la larga duración, que estructure y jerarquice la totalidad de sus elementos constitutivos en su movimiento y transformación constante que permitan explicar la permanencia de la dominación colonial, no obstante la constante resistencia y los intentos de ruptura de ese orden. De ahí que las categorías con las que iniciamos la investigación las juzguemos como insuficientes; las múltiples determinaciones y la dinámica de los elementos de la realidad muestran ser más ricas y complejas que las pretensiones teóricas. La reconstrucción final del movimiento real que pretendemos explicar e interpretar creemos que sólo es un inicio de este desafío.

Estados Unidos es un país imperialista que opera en colusión y competencia con Europa sobre América Latina bajo los imperativos de la expansión económica, las exigencias de la competencia y la prosecución de posiciones estratégicas superiores a las de los imperialismos rivales. Es una potencia hegemonista que se sostiene gracias a un Estado dominante y dirigente en el sistema imperialista mundial que ejerce su dominio en el mercado mundial, en el sistema internacional de estados y en el poderío financiero y militar, entre otros monopolios. Este país solo puede sostenerse si mantiene la matriz de una red global de explotación y saqueo que extiende sus influencias y control a través de instituciones internacionales dominadas por ellos (omc-fmi-bm), bases militares, trasnacionales, ONG e instituciones internas, regímenes, burguesía-sociedad civil, medios, sectores de las Fuerzas Armadas, iglesía en cada país. En este sentido, es un imperio que subordina a los países recolonizados del espacio antes conocido como neocolonial o países periféricos, a sus necesidades económicas e intereses estratégicos mediante múltiples mecanismos de control de estos Estados. Sin embargo, es un imperio con fisuras: aparece un movimiento indígena global antiimperialista y Gobiernos latinoamericanos y de otras regiones que lo confrontan en medio de la crisis civilizatoria y del capitalismo, partidos en el poder sostenidos en los medios o en uno segmentado en dos, una cultura que se reduce al pensamiento mercantil y una economía endeudada y parasitaria que depende cada vez más de su poderío financiero y militar (más de 700 bases e instalaciones militares, más de 500,000 efectivos militares en el extranjero, etc.) para proteger la expansión de cinco billones de dólares invertidos en el mundo y en ella, principalmente la rentabilidad financiera a corto plazo del capital dominante.

La globalización tiene tres componentes: la mundialización, el neoliberalismo y la financiarización y es dirigida por una geoestrategia de poder global. Es una ideolgía que oculta una política con claros objetivos estratégicos planetarios a muy largo plazo, su objetivación es un proceso eminentemente político-económico que se profundiza hace dos décadas. Aunque sustenta su poder sobre lo económico el planeamiento geoestratégico es fundamentalmente político.

Los Estados Unidos tenían y tienen como objetivos:

La creación de un gobierno mundial privado, la erosión sistemática de las estructuras de todos los estados-nación soberanos (aunque no de todos de la misma manera y al mismo tiempo, se entiende), la estandarización sociocultural, la imposición de un sistema financiero globalizado especulativo-usurario, el alineamiento de la opinión pública mundial a través de una poderosa acción psicológica a nivel planetario, y la administración de un sistema de guerra global que mantenga la cohesión de las masas a través del permanente azuzamiento contra algún “enemigo”, sea este real o imaginario.17

De allí que su anhelo sea la erosión de los estados nacionales periféricos y la subversión de los propios conceptos de Estado y soberanía para desarrollar sus intereses planetarios y hacer una reingeniería global del poder respetando a los Estados y regiones como espacios geoestratégicos de proyección. Los intereses económicos están orillando a los Estados Unidos a la búsqueda permanente de la privatización del poder expresado en las geoestrategias de expansión. De allí que las ‘guerras preventivas y atntiterroristas’ (Irak, Colombia, etc.), la ‘desestabilización legítima’ (Cuba, Venezuela) y el ‘realineamiento forzado de tendencias’ –que en realidad comienzan hace un cuarto de siglo- iban acompañadas de la reestructuración de los ejércitos latinoamericanos en una sola fuerza multinacional de intervención. Ante los avances de la resistencia popular nacional, vistas por el imperio como amenazas a la estabilidad y a la democracia, por los pueblos indígenas, campesinos, trabajadores urbanos desempleados o subempleados, organizaciones sociales, ambientalistas, etc. que han asumido la defensa de la soberanía y la autodeterminación, se pretende imponer una mayor militarización, ayuda militar, construcción de bases, apoyo al paramilitarismo y privatización de la guerra.

Carlos Fazio percibe que la lógica guerrerista de Washington, como fase de expansión militar imperial en la subregión:

    ....tiene como elementos de control y/o penetración de los ejércitos y las policías locales, armas tradicionales como el espionaje (incluido el espionaje telefónico, aéreo o satelital), las maniobras militares conjuntas (del tipo Nuevos Horizontes, Cabañas o Unitas), la donación de armamento, las asesorías y los acuerdos castrenses de inteligencia y logística, con su variable para las áreas de seguridad interior, con el consiguiente uso de las fuerzas armadas locales como ejércitos de ocupación y la acelerada militarización de las policías, con énfasis en el control de la población y migratorio.18

Si a estos elementos le agregamos la presencia de soldados, agentes, mercenarios, emplazamiento de bases y radares, todos juntos bajo la dirección político militar del Comando Sur, dejando a un lado al Deapartamento de Estado y por tanto al Congreso, nuevamente nos encontramos con que la destrucción de la soberanía esta de por medio.

Luego del colapso de la Unión Soviética el imperialismo norteamericano buscaba un nivel completamente nuevo de dominación mundial con una estrategia global y planes regionales de dominación que reestructuren las relaciones internacionales de poder y la geopolítica conforme a los intereses a largo plazo. Estaba a la ofensiva y buscaba consolidar su superioridad militar de modo permanente, cualquier resistencia sera reducida con intervenciones preventivas, recolonizando las excolonias —independientes en teoría, pero que en la práctica permanecen bajo el control económico, político y militar del imperialismo— recurriendo incluso a la remoción de gobiernos de oposición o "poco confiables" o a la imposición de regímenes neocoloniales, promoviendo el extractivismo, ocupando territorios y recursos naturales necesarios para su expansión.

Si los Estados Unidos quisieran imponer su hegemonía unilateralmente, depreciando su moneda y descargando así su crisis en el mundo, es probable que —por el contrario— la pierda, aunque no su poderío, de ahí que aparentemente sea más segura la amenaza económica y el uso de las armas para mantener sus propósitos. Pero, además, es preciso ubicarse en un momento caracterizado por la extensión del dominio norteamericano generando contradicciones con la periferia y entre los países imperialistas en un contexto de crisis mundial sistemica y civilizatoria, que tiene hondas raices en la forma de acumulación y expansión, que afecta a la dinámica de la producción y su tasa de ganancia asociada a la distribución de la renta capital-trabajo y países coloniales-colonizados afectando a la ecología, la economía alimentaria y las finanzas, provocando un creciente cuestionamiento de su dominio —como a sus bases económicas de poder— y mayor oposición al neoliberalismo que influirá a su vez en agravar la crisis hegemónica. El verdadero problema que enfrentan los pueblos del mundo es que la burguesía dominante de Estados Unidos y su dirección judío-conservadora tratan de reconfigurar las relaciones de poder a nivel global y hacerse soberana del mundo, construyendo una nueva territorialidad a través de las armas en función de su exclusivo interés nacional. La crisis y el nuevo Gobierno demócrata, la derrota en el Medio Oriente (Irak, Afganistán, Iran y Pakistan), el fortalecimiento del BRIC y la resistencia latinoamericana están modificando la geoestrategia global.

América Latina es un espacio de resistencia a la recolonización, y por lo tanto también el espacio andino-amazónico, porque paradójicamente tiene en su territorio biodiversidad, minerales estratégicos, energía y fuerza de trabajo barata, pero además una gran deuda usada para su sometimiento y un gran mercado donde sobre el que se puede seguir ampliando el neoliberalismo y el neomercantilismo. La hegemonía del consumo, de los medios y la manipulación conservadora de las clases medias en las sociedad civil de las ciudades son potentes palancas de sumisión.

Estaba previsto que los Estados Unidos, como la gran potencia imperialista, enfrentaría una potencialidad de crisis de enormes proporciones si no garantizaba la acumulación y no tenía competitividad. Esta situación se manifestaba embrionariamente en los años 70´en las crisis financieras y en la recesión que abarcaba a Occidente, en la destrucción de las economías periféricas y la recurrencia a medios prioritariamente militares para mantener su escasa aceptación, provocando resistencias sociales y políticas cada vez mayores. El problema también estriba en que todas las potencias necesitan asegurar los mismos recursos estratégicos y conquistar posiciones dominantes sobre los mercados del planeta, así como explotar lo más libremente posible sus riquezas para asegurar la producción. Es lo que posibilita hoy alianzas y fricciones entre ellas por los flujos energéticos, pero sin eliminar las actuales y potenciales contradicciones. Los problemas energéticos son de primer orden y alteran las relaciones internacionales e internas en detrimento de la periferia, afectando a los espacios geofísicos y los técnico-militares. La nueva estrategia para el Medio Oriente, Asia Central y México-Colombia-Venezuela, incluye un fuerte intervencionismo y la dominación regional espacial, lo que significa para ellos modernizar el Islam y su cultura política a partir de la reinstalación de monarquías como la de Afganistán y la Hachemita o derrotar a las farc y a Chávez e imponer a un oligarca en el Ejecutivo venezolano u Hondureño.

Jean de Maillard explicita bastante bien el proyecto —doctrina, estrategia y táctica— norteamericano de recolonizar el mundo:

    La doctrina consiste en garantizar una seguridad absoluta y prioritaria para el territorio y los intereses estadounidenses, y sólo para ellos. Bajo la apariencia de una defensa del sistema occidental (democracia y liberalización de los mercados), su única preocupación es hacer de su territorio e intereses nacionales un búnker. Pero esta “bunkerización” es todo menos un nuevo aislacionismo, porque lo que hace la vulnerabilidad de los Estados Unidos —apertura de fronteras e integración a redes— es al mismo tiempo aquello sobre lo cual se construyó su poderío, y que debe preservar a toda costa. Tampoco se trata para Estados Unidos de instaurar regulaciones que lo priven de las ventajas estratégicas que le confiere su posición hegemónica en los mercados económicos y financieros.19

Para Maillard, Estados Unidos estaría construyendo una bipolarización económica armada norte-sur en la cual Europa estaría al frente y las trasnacionales norteamericanas atrás para recolonizar el planeta mediante el uso irrestricto de los poderes imperialistas económico, tecnológico, mediático, militar y cultural, para absorber todos los recursos necesarios y diseñar la economía mundial de acuerdo a sus intereses, por consenso o por la fuerza.

América Latina —como hemos señalado— cuenta con los recursos estratégicos para el siglo xxi (biodivarsidad, agua, cuencas petrolíferas y bgasíferas), pero además otros también rentables como la coca y logísticos como son los conflictos internos que obligan a comprar armas y militarizar la región. México y Venezuela, con más del 10 por ciento de las reservas petrolíferas mundiales, forman parte del espacio involucrado en el Plan Puebla-Panamá, que amplia el espacio económico compartido (hasta el Plan Caracas) y convertido después en Mesoamérica (antes Plan Mérida) que va de México hasta Panamá incluyendo países del Caribe como Repúbila Dominicana y Haití articulado al Plan Colombia (y a la triple frontera), que después será Patriota (para la compra de armas y mas del 50% para contratistas privados de Estados Unidos) garantizando la presencia militar en un país sumamente estratégico, amenazando la patria de Bolívar donde se seguirá intentando sacar al presidente Hugo Chávez por los votos o las armas, por la crisis o por ambos recursos. Respaldados por la IV flota y la logística del IIRSA. La militarización de la región pareciera ser indetenible, precisamente porque hay y habrá resistencia. Paralelamente continúan las políticas neoliberales y el sometimiento a través de la economía donde los Estados Unidos revitalizan al FMI-BM, la deuda externa y múltiples mecanismos, principalmente políticos, militares y culturales. Siendo la guerra la forma que adquiere la política, se construyen nuevas bases militares en Colombia y Perú reforzando las estratégicas para intervenciones bélicas que mantengan las ventajas asimétricas y promuevan en la peligrosa periferia, a través de la llamada asistencia humanitaria y la lucha por la paz y la democracia, sociedades y mercados abiertos.

Los proyectos geoestratégicos de poder, dominación y recolonización –que veremos en el Capítulo II tienen plazos difíciles de alcanzar. Los avances son bilaterales con México, Colombia, Perú Chile y Centroamérica y paralelamente imponen Planes subregionales:
México, Colombia, IIRSA, Patriota, Nuevos Horizontes e Iniciativa Andina. Son planes para transformar la economía de toda la región en nuevas colonias. Se intenta desruralizar el campo, desplazar a los pueblos indígenas, militarizar Latinoamérica y construir módulos de población cerca de los corredores de transporte y de maquiladoras. Se contemplan tres rubros principales para consolidar la base económica extractivista norteamericana: producción en maquiladoras y agroindustrias; proyectos de infraestructura y seguridad; y recursos naturales y biodiversidad. Al mismo tiempo que se levantan barreras y se protege la inversión de las trasnacionales se privatizan enormes territorios desde las selvas de Chimalapas hasta las amazónicas y la Patagonia. Con el ppp se pretende construir 7.2 mil kilómetros de autopistas, edificar 72 represas y centrales hidroeléctricas, apropiarse del gas y los hidrocarburos, sembrar inmensos bosques de eucaliptos, apoderarse del agua y la biodiversidad, etc. Pero, además, crear nuevos filtros migratorios y bases militares para afrontar el avance de la izquierda y de los movimientos sociales.

Las reglas de la globalización están definidas por los estados, las grandes burguesías trasnacionales y por actores privados a su servicio: organismos internacionales, trasnacionales, mafias, entidades financieras, consultores, centros de investigación de alta tecnología, fundaciones, ong y teóricos a su servicio. La naturaleza de las políticas neoliberales, de los cambios tecnológicos y de los procesos para mejorar la productividad y la fuerza laboral es la exclusión. Las economías latinoamericanas se hacen redundantes en la economía internacional y su sobrevivencia radica en la integración regional autónoma y autodeterminada.

Los conflictos sociales de la última década son inéditos. Muestran el fin de un periodo de dominio del pensamiento único y el desarrollo de movimientos sociopolíticos que, retomando críticamente la experiencia pasada, con una nueva generación de sujetos y líderes —en particular indígenas— más alejados del poder político —pues la izquierda clásica en su gran mayoría se alineó con el neoliberalismo—, enfrentan la colonialidad del poder, la recolonización, el fetichismo del pensamiento único y del pensamiento eurocéntrico —en gran medida anglosajón y que incluye la falsa democracia y las ilusiones que reniegan de la destrucción del viejo poder y construcción de uno nuevo— y se alían a los viejos sujetos aún consecuentes que aportan su memoria crítica, dando la lucha en todas dimensiones del ejercicio del poder y niveles de la construcción hegemónica. Vistos a la distancia estos movimientos tienen rasgos antiimperialistas, pluralistas, solidarios, multiidentitarios, autonomistas, anárquicos, horizontales, mostrando su vocación democrática; sin embargo, ello no significa que no necesiten madurar estas potencialidades e incluir otras para pugnar por el poder.

La subregión andino-amazónica nos muestra que no es posible disolver la lucha contra el poder a pesar de que se privilegie una forma sobre otra. Aunque las contradicciones y las luchas étnico-nacionales, de género, contra las discriminaciones sociales, por el medio ambiente, entre otras, sean fundamentales, sólo podremos llegar a erradicarlas llegando al problema de clase y el poder, a terminar con la explotación y la subsunción de la vida al capital en su forma imperialista.

El periodo 2000-2009 se caracterizó por los grandes esfuerzos del imperialismo y las lumpenburguesías rentistas de América Latina por restablecer su poder, contrarrestar las dificultades económicas, las necesidades de recursos, las crisis, la ruptura de equilibrios políticos y principalmente las diversas resistencias a la recolonización, desde el reformismo democrático en Brasil, la construcción socialista en Venezuela, la insurgencia de los piqueteros en Argentina, las guerrillas colombianas, el movimiento indígena y campesino en Ecuador, Chile y Bolivia, los Sin Tierra en varios países, hasta los movimientos antineoliberales en varios países. La contrarrevolución implica colocar en el centro de la recolonización la renovación del control político y militar: bases, intervencionismo, agencias e instituciones tipo ong, dea, fbi, cia, presencia militar e ideología antiterrorista. Las posibilidades de nuevas reestructuraciones al capitalismo y los Estados cada vez parecen más difíciles por los mercados comprimidos, la crisis económica internacional y de los Estados Unidos en particular, y las dificultades de incrementar la superexplotación y la exclusión. Las crisis políticas y la erosión de la dominación política burguesa son más recurrentes, sin embargo los reformismos podrían dar un respiro al imperialismo ayudando a los maltrechos sectores productivos exportadores proteccionistas a sobrevivir articulados a los sectores neoliberales.

Los movimientos sociales se han expandido con reflujos recurrentes, ampliando su dimensión social y geográfica, así como su heterogenidad y proyección política. Lentamente se procesan hacia nuevos niveles conciencia cimentando la subjetividad rebelde de las masas y con ello aumenta la politización y radicalidad, así como la autonomía, combatividad y capacidad de organización.

En Colombia aunque la lucha principal es armada, las expresiones de los trabajadores aparecen como luchas del Consejo Nacional Campesino y de las tres centrales obreras, como ocurrió el 16 de septiembre del 2002, cuando decenas de miles pararon, se movilizaron o marcharon en todo el país por demandas campesinas y agrarias y contra la concentración del poder en el Ejecutivo, el fin de las libertades públicas y la recolonización a través del ALCA y las privatizaciones. El ingreso de Uribe a la presidencia modificó todas las geoestrategias de poder entre todas las fuerzas y en todos los planos: los sujetos centrales son las farc-eln, el Estado y los paramilitares, los narcotraficantes y el gobierno norteamericano; en un segundo nivel, donde se contruye hegemonía en las ciudades y clases medias: los medios, el sistema político, la Iglesia, donde las etnias, campesinos y los propios trabajadores dan la lucha. Todos los sujetos tratan de fortalecerse en la sociedad civil para cada nuevo momento de confrontación. Su complejidad exige examinar la configuración del Estado y la sociedad en su dimensión histórica, para entender las variadas dinámicas del conflicto en un contexto de escasas mediaciones. Allí no hubo ni populismo, ni Estado del bienestar, ni reformas sociales como la agraria, sólo apenas un clientelismo bipartidista en alternancia. El Estado no llegó a consolidarse quedando como oligárquico y excluyente, desacreditado e ilegítimo, corrupto y fragmentado. ¿Por que Uribe fue reelecto y quiizas volvera a lograrlo?. Será que las ciudades y las sumisas clases medias quieren la paz y sin embargo bajo la influencia de los medios votan por la guerra?

En Venezuela el fuerte Estado está en convulsión permanente. El presidente Chávez, sectores conscientes de las Fuerzas Armadas, el Movimiento Bolivariano y los trabajadores y estudiantes cada vez más organizados en la lucha por el socialismo del nuevo siglo se enfrentan a los otros poderes que conserva aun el Estado oligárquico y la Casa Blanca. Ahí queda demostrado por la experiencia —como en Chile y Nicaragua, entre otros— que la soberanía, la participación democrática y la solidaridad necesitan superar los obstáculos que les impuso el Estado, las clases dominantes y el imperialismo. El control democrático del Estado tras la derrota de la clase en el poder por un pueblo consciente, parece una necesidad irrenunciable. En ambos casos la diferencia étnica aún no es un problema político, pero esta presente y se expresa de otros modos en la colonialidad del poder.

En Ecuador, Bolivia y Perú, los Andes son ricos en minerales estratégicos y una Amazonia con petróleo, gas, agua y gran biodiversidad. Estos países también cuentan con los conocimientos heredados de las grandes culturas agrícolas. En toda la subregión, en distintos grados y momentos, la lucha contra la colonialidad del poder y el colonialismo se expresaba de distintas formas, en muchos casos sin conciencia clara de ello. Gobiernos populistas de la clase media, gobiernos militares, jóvenes guerrilleros fracasaron por las maquinaciones de la oligarquía, de sectores de las fuerzas armadas y del imperialismo. En la última década, primero en Ecuador y después en Bolivia y en menor medida en Perú, las expresiones de resistencia étnico clasista reaparecen cargadas de mitos y esperanzas. En Bolivia y Ecuador disputan el espacio de poder representativo, legislativo y ejecutivo, con relativo éxito. Del error con Lucio Gutierrez que fue candidato de un frente que agrupaba al Movimiento Popular Democrático (mpd), la Coordinadora de Movimientos Sociales (cms), la Federación Nacional de Organizaciones Campesinas, Indígenas y Negras (fenocin), la Confederación Nacional Indígena (conaie), etc. vuelven al poder con Rafael Correa desde las ciudades generando en dos años la resistencia indígena. En Perú la rebeldia se manifiesta primero a través de la lucha regional y contra la corrupción y el neoliberalismo para después convertirse en una lucha andino-amazónica contra las trasnacionales. Los indígenas luchan por tierra y territorio y no creen en las dictaduras parlamentarias, como las llama Pablo Rivero, dirigente indígena de Pilcomayo-Bolivia, ni en los partidos ni en los intelectuales.

Cuando el campesino indígena se convierte en sujeto anticolonial y autonomista, es que el Estado busca inmovilizarlo e integrarlo a través de reformas constitucionales, cambios en las leyes, a través de nuevas instituciones multiculturales. Son más de un centenar de pueblos indígenas en el espacio andino-amazónico y las comunidades son sus espacios de reproducción articulando territorio, biodiversidad, lengua, cultura e identidad. Las luchas etnoclasistas han conseguido leyes específicas para ellos, al mismo tiempo se crean organismos20 neoindigenistas preventivos de nuevos conflictos histórico-culturales a partir del entramado etnopolítico que se viene tejiendo y que podría afectar los planes geoestratégicos.

Los pueblos indígenas son los mas viejos luchadores anticoloniales: contra los terratenientes y monopolios mineros, petroleros; no obstante, el centenario etnocidio primero en el medio rural y después en el urbano. Hoy la lucha es contra la destrucción de los Andes-Amazonía y los valles de la costa por la minería trasnacional, contra las privatizaciones y las empresas privatizadas, la destrucción ecológica por las empresas petroleras y mineras.

Existe una nueva reespacialización, defensa y ampliación de los territorios étnicos, reelaboración cultural y de la identidad, construcción simbólica en torno a la resistencia étnico-clasista con renovados discursos de los propios indígenas, señalando horizontes utópicos desde la inmanencia de la historia con el espacio. A partir de ahí también se presenta como necesario discutir los discursos del poder, principalmente los estatales, de los partidos y de las ong, que generalmente pretenden mediatizar los liderazgos junto al bm y sus programas articulados a la sociedad civil.21

La concepción epistemológica que nos atañe radica en que partimos de puntualizar que la realidad es más rica que la teoría. Esto significa destacar las limitaciones y relatividad de la misma. Prescindir de la necesaria reflexión epistemológica puede implicar por un lado dejar de lado la necesaria originalidad de la investigación y, por otro, abandonar el pensamiento social crítico radical que reconociendo la relatividad del conocimiento es el único que puede descubrir la dialéctica de la realidad y —a través de ella— las grandes contradicciones y potencialidades que surgen de la historia. Teniendo cuidado con el individualismo metodológico auto reflexivo o el funcionalismo que determina al sujeto por la sociedad, también hay que rehuir de las concepciones neoestructuralistas o posmodernas, que al evadir la crítica radical de las contradicciones más profundas al negar al sujeto, les impide proponer espacios abiertos de posibilidades de cambio y sólo admiten ajustes al sistema. Estamos en defensa del examen de la totalidad social, del señalamiento del momento histórico, del carácter dinámico y procesual de una realidad cargada de potencialidades, negando la primacía de la observación como lo dado y fuente de conocimiento, pues el percibir está mediado por la sociedad en que se vive, y las apariencias, la razón instrumental y la unidimensionalización de la razón pueden llevar al reduccionismo, a las justificaciones y a una ideología legitimadora. Hay funciones sociales que ejercitan la teorización y la verdadera objetividad de los fenómenos que se analiza.

En el aspecto metodológico, no partimos de una construcción teórica o ideal que luego iremos concretando, abstracción inicial y concretización gradual. No vamos de modelos, esquemas o tipos ideales hacia la formación social concreta en una coyuntura dada. Nuestro instrumento de trabajo no es la teoría que produce un discurso acabado y científico. Tampoco partimos de conjeturas e idealizaciones para luego ir a la realidad y confrontarla, y en función de cómo responde y modifica ésta los datos iniciales, transformamos y enriquecemos el dato inicial. Así planteaban la metodología los positivistas Popper, Weber y algunas corrientes marxistas, como el marxismo soviético, el estructuralismo de Althusser y otros como el grupo de Toffman y Novak. Consideramos mas bien que las relaciones coloniales son la unidad desde la cual se puede descomponer y reconstruir la organización imperialista en el espacio andino-amazónico, analizar sus formas de desenvolvimiento y descubrir la articulación con la dominación y la resistencia. Como vemos, no es lo mismo y al examinar los elementos y procesos reconstruiremos en lo que se pueda la totalidad para contribuir a transformarla.

Adorno, acusado de alejarse de la práctica, nos recuerda que: 1) al principio de la ciencia están los problemas reales, prácticos y contradictorios, no sólo los mentales e intelectuales; 2) la raíz fundamental del pensamiento creador es la crítica; 3) se debe anticipar un interés emancipador, un proyecto de sociedad, para ir más allá de las apariencias y buscar la objetividad.22 La sociedad es, además, lo subjetivo y por lo tanto la preponderancia del método sobre el objeto sólo reifica la realidad social. Si la crítica no se traduce en crítica de la sociedad y en práctica emancipadora, agregamos, sus conceptos no son verdaderos. La teoría crítica, al rechazar la ortodoxia, es desideologizadora.

Para comprender los acontecimientos y tendencias sociales como actividad orientada a la la autodeterminación y autoemancipación, debemos tener siempre presentes las estructuras sociales que nos preceden. Está claro que la sociedad no existe al margen de la acción humana, el mundo social es reproducido y transformado en la vida cotidiana; pensar de otro modo es reificar la realidad. Los agentes sociales de estas luchas emancipatorias, contra la recolonización y la colonialidad del poder, muchas veces se confunden ante condiciones desconocidas, motivaciones inconscientes, consecuencias no esperadas o al hacer análisis de coyuntura que llevan a exageraciones de las particularidades. Más aún si consideramos que las estructuras son también relaciones de poder que pueden implicar alienación, dominación y opresión. La mistificación de la realidad histórica deriva de que las propiedades de los hechos como objetos sociales se transforman en cualidades innatas en tanto cosas naturales, confundiendo todo y desestratificando el contexto social en el que se generan y los modos en que se han producido, deshistorizándolos. La posibilidad de la crítica está en alejarse de la mistificación de la realidad que se nos presenta espontáneamente.

De estas consideraciones debemos analizar los procesos de desestructuración de viejas estructuraciones y cómo se estructuran las totalidades nuevas que satisfagan las exigencias de los sujetos considerados como colectividad, que son el sujeto real, pero que no entenderemos si no examinamos el lugar de individuos o grupos que actúan de modo diferenciado sobre la conciencia, porque tienen visiones del mundo con contenido etnopolítico.

Al parecer, la explicación histórica tiene sus propias particularidades lógicas y debemos aprender a conocer los fines y motivos por los que acontece un hecho, distinguir entre una verdad universal empírica y contingente y otra lógicamente necesaria; al mismo tiempo hay que tratar de ubicar el interés que rige el conocimiento y la comprensión del significado de los datos del comportamiento social mediante la interpretación conceptual o las estructuras de significatividad de corte heurístico y conjetural. Este puede ser un ejercicio autoreflexivo e intersubjetivo emancipado que se aleja de esquemas y fundamentalismos, que tienda a la comprensión intuitiva y hermenéutica mediante la explicación hacia la construcción de nuevas relaciones sociales.

Está claro que no es nuestra intención adentrarnos en la maraña epistemológica y menos filosófica sobre la naturaleza de las ciencias sociales, la relación entre explicación e intención, las conexiones entre necesidad y universalidad, o entre comprensión, explicación y constructivismo, o los juegos del lenguaje respecto a los modelos nomológico-deductivos, etc. Únicamente anotamos algunas reflexiones —sin exclusivismos extremos— que pueden ser útiles en la investigación, recordando siempre que tras las pautas metodológicas está una concepción de la sociedad y de la historia que asume las insuficiencias de los métodos y especialmente del estructuralismo y la idea de la razón científica del positivismo y al mismo tiempo reconoce la importancia de continuar la reflexión sobre las conexiones entre estructuras, subjetividad y acciones colectivas, constitución, reconfiguración y viabilidad de sujetos respecto al poder y la hegemonía. Es el descubrimiento de niveles de articulación y abstracción para explicar el movimiento social concreto en espacios de posibilidades para acciones colectivas viables, en función de temporalidades y espacialidades. De este modo la realidad quedará sujeta a la espiral del cambio, por su limitación “para proporcionar conceptos teóricos 'reales' o 'virtuales' en toda reconstrucción y la posibilidad de incorporar en su lugar términos del sentido común, datos empíricos, impresiones y valores”.23



NOTAS:
  1. Louis Pinto, Pierre Bourdieu y la teoría del mundo social, Siglo xxi, México, 2002.
  2. Carlos Pereyra, "Gramsci: Estado y sociedad civil", en Paradigmas y Utopías N° 4, México, julio-agosto 2002.
  3. Michel Foucault, "El sujeto y el poder", en Hubert L. Dreyfus y Paul Rabinow, Michel Foucault: más allá del estructuralismo y la dialéctica, unam, México, 1988.
  4. James Petras y Henry Veltmayer, Globalización imprial y mivimientos sociales en Latinoamérica, www.rebelion.org 27/10/2009.
  5. José Luis Fiori, Giovanni Arrigí, www.sinpermiso.com, 12/07/2009.
  6. Pablo González Casanova, "El discurso de la rabia", www.rebelion.org, 06/07/2009.
  7. Alfredo Jalife Rahme, La banca infernal: la esclavitud histórica de los Rotshshild, La Jornada, julio, 2009.
  8. Eva Golinger, entrevista a Noam Chomsky, "Hablar de soberanía Colombiana es un chiste", 29/08/2009, www.rebelion.org
  9. Quijano, Aníbal, "Colonialidad del poder y clasificación social", http://sociology.binghampton.edu, p. 1.
  10. Guillermo Bonfil Batalla, México profundo, una civilización negada, Lecturas Mexicanas, CONACULTA México 2001.
  11. Pablo Gonzalez Casanova, Sociología de la explotación, CLACSO, Buenos Aires, 2006, pp. 185-205.
  12. Ibíd., p. 3.
  13. Ibíd., p. 17.
  14. Mignolo, Walter, "La colonialidad a lo largo y a lo ancho, en La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales, Edgardo Lander editor, Ed. faces/ucv-unesco, Caracas, 2000, pp. 90-91.
  15. Peter Gowan, La apuesta por la globalización, Akal Ed., Madrid, 2000, p. 12.
  16. Ibíd., pp. 20-21.
  17. Adrian Salbuchi, "El cerebro del mundo: la cara oculta del poder globalizado", Información Alternativa en Red, 10 de junio del 2003.
  18. Carlos Fazio, "ALCA y militarización, dos caras de un mismo proyecto hegemónico", Ponencia, I Encuentro Hemisférico Frente a la Militarización, San Cristóbal de las Casas, Chiapas, 6-9 de mayo del 2003.
  19. Jean de Maillard, "Los 'aliados' en primera línea para proteger el imperio", Le Monde Diplomatique N° 4, p. 4. La Paz, enero 2003. También véase en el mismo número Carlos Gabetta, "Entre Washington y Brasilia", p.3.
  20. En 1997 la Secretaría Técnica de Asuntos Indígenas (setai), en 1998 la Comisión de Asuntos Indígenas financiada por el bm-bid. En 1999 seis organizaciones campesinas e indígenas se postularon para constituir la Comisión Consultiva Nacional de una Ley Indígena. En el 2000 Valentín Paniagua -presidente transitorio- creó la Comisión Especial Multisectorial para las Comunidades Indígenas y una mesa de diálogo permanente respaldada por el Ejecutivo y ong. Toledo en el 2001 constituyó la Comisión Nacional de Pueblos Indígenas y Amazónicos presidida por su esposa Eliane Karp y en ese mismo año los representantes de nuestros cinco países en estudio firmaron la declaración de Macchu Picchu. La retórica de estas políticas neoindigenistas se revela cuando vemos que estos gobiernos peruanos se negaron a suscribir el Convenio 169 de las oit, el Pacto Internacional sobre Derechos Civiles y Políticos o la declaración sobre los derechos de las personas que pertenecen a minorías nacionales, étnicas, religiosas o lingüísticas.
  21. Un caso que merece atención es el Consejo Indio de Sudamérica que se crea a inicios de los ochenta y congrega a intelectuales indígenas en defensa de los derechos históricos de los pueblos indios y que tienen presencia en varios países andinos e incluso en las Naciones Unidas.
  22. Véase Adorno y otros, La disputa del positivismo en la sociología alemana, Grijalbo, Barcelona, 1973. M. Horkheimer, Teoría crítica, Amorrortu, Buenos Aires, 1974. Horkheimer / Adorno, La sociedad, lecciones de sociología, Proteo, Buenos Aires, 1969.
  23. Enrique de la Garza. Estructuralismo y positivismo en tiempos de posmodernidad, Nueva Sociedad, Caracas, 1995, pp. 104-105.


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