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Poema para Isy con Honduras

Waldina Medina

En honra de Isy Obed Murillo Mencía, de 19 años.
Asesinado el 5 de julio del 2009 por militares que dispararon a los manifestantes contra el golpe militar-diputadil en Honduras, concretado el 28 de junio, y la restitución del Presidente electo.

Su padre declaró:

“…nos duele su muerte, pero me siento orgulloso que no muere por delincuente, ni por borracho, sino por las causas que nos han reprimido”.


      NO hay modo
      no hay ninguna manera de expresar
      el dolor más cortante
      la furia más eterna,
      NO hay modo, no hay razones
      sólo este llanto negro que nos hierve en el pecho
      que se agolpa gritando con doscientas mil voces
      por este hijo nuestro
      asesinado.

      Un hijo que nos costó crecer
      con la mirada en luz
      con los ojos abiertos, muy abiertos
      hacia la humanidad.

      Un hijo que no llegaba a veinte años
      pero que acumulaba
      siglos y siglos de aleteantes
      esperanzas y sueños
      por justicia y equidad y una vida digna
      a todas las personas, aún la más débil y sencilla,
      por una verdadera democracia,
      pese a los asesinos.

      Un hijo con el pecho luminoso
      como aquél, como ella
      como tantos y miles.

      Un hijo que no murió como un borracho, un ladrón y menos
      un corrupto
      sino como un valiente luchador del pueblo.

      Un hijo y una bala y un francotirador
      entre las filas cerradas de soldados
      buscando entre las ráfagas del odio
      un blanco fácil
      en las filas abiertas y sin armas de doscientos mil manifestantes
      en contra de otro golpe militar
      -ahora con diputados y ricos abusivos y corruptos-
      para que no sigan remachando
      la horrorosa barbarie de las fuerza del bruto
      en nuestros pobres pueblos expoliados.

      Entre la multitud aterrada que huía
      por las ráfagas de balas explosivas
      el francotirador de las filas cerradas de soldados
      encontró un blanco fácil en el medio
      apuntó sin dudar
      al hijo nuestro
      y le cerró los ojos llenos de humanidad
      y le abrió la cabeza
      y escaparon aleteando con fuerza
      sus inmortales sueños
      y el dolor y la furia como abono
      para sembrarse aún más entre los pechos
      de la multitud que aquí quedamos
      con la certeza que crecerá la patria
      para todas y todos generosa.

      Cayó su cuerpo entre su sangre y sesos
      ¡Asesinos, asesinos, asesinos!
      gritamos impotentes y furiosos
      levantando los puños y los pechos.

      Un muerto es demasiado
      y ya son muchos, Honduras, tus muertos
      para salvarte de tus secuestradores
      que te esquilman y hacen morir de hambre
      a la gran mayoría de tu pueblo,
      golpistas del Estado cada vez que no les cuadra
      su democracia de vitrina.

      ¡Asesinos, asesinos, asesinos!

      Y NO hay modo, no hay forma de decir
      este eterno dolor
      que nos abisma, que nos enardece
      por este hijo nuestro asesinado
      por este hermano, hijo y padre nuestro
      del cielo aquí en la Tierra
      para todas y todos.



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