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AGOSTO DE 1809

La rebelión afro-indígena

en Santa Cruz de la Sierra

Fernando Cajías de la Vega *

Laprensa

Este año se ha recordado el bicentenario de tres grandes movimientos urbanos, pioneros en el proceso de la independencia: La Plata, La Paz y Quito. Es también importante recordar el bicentenario de la frustrada rebelión de negros e indios en Santa Cruz de la Sierra, vinculada a los movimientos de La Plata y La Paz, planificada para el 20 de agosto de 1809.

En este sentido, Domingo, en coordinación con la Academia Boliviana de Historia y la Sociedad Boliviana de Historia, ha preparado estas páginas de recordación recurriendo a dos artículos de dos importantes especialistas del área: René Arze Aguirre y Ana María Seoane de Capra, sin olvidar los importantes aportes del historiador cruceño Humberto Vázquez Machicado.

El mayor deseo es que las figuras del mulato Franciscote y del indígena José Joaquín Díaz, así como de todos los que participaron en dicha conspiración, sean recordados y consagrados por la memoria colectiva como parte de los caudillos que lucharon por nuestra independencia y por la libertad de negros e indígenas.

* Presidente de la Academia de Historia y de la Fundación “Huáscar Cajías K.”

LA REVUELTA POPULAR DE SANTA CRUZ DE LA SIERRA DE 1809

Integrado por negros libres portugueses, negros esclavos, negros mulatos e indios tributarios de Santa Cruz de la Sierra, este motín desarrollado entre el 15 y 20 de agosto de 1809 refleja otro caso singular de protesta popular imperante durante el clima de agitación independentista.

Un hecho, al parecer insignificante, dio lugar a que germinara en la provincia de Santa Cruz de la Sierra un sentimiento de rebeldía popular cuando poco antes de la celebración de San Lorenzo la justicia ordenó el azote público del indígena (sacristán) nombrado Antonio. Este suceso, otrora habitual y desapercibido, impactó sobremanera a las capas oprimidas que habían presenciado la condena, por lo que la tertulia secreta no tardó en ser organizada por un reducido grupo de negros esclavos e indios, quienes haciendo causa común proyectaron sus propósitos en un repudio por demás elocuente:

Hemos de vengar los azotes, nos hemos de juntar todos los indios, esclavos, mulatos y negros y hemos de avanzar al pueblo, y matar a todos los señores, combidando a los de Cotoca, a los Chanes… (Expediente sobre el tumulto premeditado en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, por los negros portugueses, negros y mulatos esclavos e indios tributarios, agosto de 1809. Archivo General de Indias, sección V. Legajo 16).

Un caudillo enérgico surgió de entre ellos: el mulato Francisco llamado comúnmente “Franciscote”, esclavo del acomodado hacendado Jossef Salvatierra.

Los acontecimientos se desarrollaron a partir del 15 de agosto, día de Nuestra Señora de la Asunta, a raíz de un novedoso rumor popular referido a la existencia de “unos papeles de libertad de los esclavos y de los tributarios que estaban ocultos en poder del señor coronel y del Ministro de Real Hacienda”. El asunto fue considerado con sigiloso secreto por “Franciscote” y otros cabecillas, los mulatos Melchor y Ramón Florián, José Domingo Aguilar y los indígenas José Joaquín Díaz y otros. Motivados por estas novedades, todos juntos fraguaron el siguiente plan de rebelión para quedar “dueños de la ciudad”.

Toda la población negra e india debía darse cita el 19 de agosto en la noche en el lugar denominado “El Potrero” para, en la madrugada del 20, “al primer canto del gallo”, apoderarse del Almacén de Pólvora, Sala de Armas, Administración de Tabacos y Caja Real. Tres compañías compuestas por un “cresidísimo” número de negros, esclavos e indios tributarios ejecutarían las acciones. Un cañón ubicado en la “Angostura” y dos en “Coronillas” (serranía que media a Samaipata), además de palos, machetes y flechas, centralizarían la fuerza. Luego de estas diligencias pasarían a ejecutar al Ministro de la Caja Real, las justicias (alcaldes), al comandante Militar, al subdelegado y a “todo individuo español”; después de ocupar la plaza, se apoderarían finalmente de la ciudad.

Tales acontecimientos debían ser dados a conocer a la Real Audiencia de Charcas, organismo del que esperaban su aprobación en vista del propósito revolucionario manifestado en aquella capital el 25 de mayo de aquel año. Si la Audiencia llegaba a entorpecer estos propósitos enviando refuerzos para proteger al gobierno de Santa Cruz, sus autoridades serían también ejecutadas (tomado del expediente citado).

Como las localidades de Bagio y Porongo estaban ya convocadas, se comisionó al capitán indígena José Joaquín Díaz para que, dirigiéndose a Cotoca, asegurara la participación de sus pobladores en el alzamiento. Con el mismo propósito se encaminó a Chanes y Enconada el capitán indígena Mariano. La adhesión masiva desplegada entretanto en otras regiones era irrevocable.

Una inexplicable delación alteró empero los planes. Para el 16 de agosto de 1809 el tumulto fue descubierto por las autoridades locales, que sin pérdida de tiempo organizaron la defensa de la provincia.

Como el desafío no podía ser más abierto, las autoridades consideraron oportuno alistar a la tropa miliciana y vecindario con armas y municiones, a fin de organizar patrullas para controlar campiñas y caminos hasta aprehender sin mayores dilaciones a Franciscote y a José Joaquín Díaz.

Aquel cabecilla, que a la sazón se encontraba en el paraje del Bogio, ordenó, por su parte, en vista de la apremiante situación, llevar el movimiento hasta las últimas consecuencias. Aquel día 18, llegó un indio a la hacienda de J. Salvatierra y exhortó a los negros e indios que allí trabajaban a prepararse para el enfrentamiento que el día 20 habían de sostener con la soldadesca. Fue entonces cuando la perturbación y la escasa fuerza de los alzados determinaron, a pesar de los esfuerzos, el fracaso del movimiento.

Aquella noche del 18 fue aprehendido Melchor Florián y el 20, día previsto para tomar la ciudad, no se tuvo más novedad que la fuga del caudillo Franciscote. Dos días más tarde era apresado también José Joaquín Díaz.

La situación quedó controlada y ninguna alteración se produjo en los días subsiguientes. De lo obrado se dio cuenta al virrey Hidalgo de Cisneros de Buenos Aires y a la Audiencia de Charcas.

¿Qué pasó después? Vázquez Machicado señala que para fines del mes de agosto la mayoría de los comprometidos con el alzamiento huyeron despavoridos de la provincia aduciendo comparecer personalmente ante el tribunal de Charcas. “A poco corrobora el mismo investigador, los negros Antonio Gómez, Manuel Franco, Martín Claros (hijo legítimo de Antonio Franco Martín), Matero Apóstoles y Joaquín Cardoso se presentaron ante la Audiencia reclamando por el mal trato que les daban los panaderos a donde habían sido puestos para que presten sus trabajos”.

El desenlace de los hechos es del todo confuso. La mayor parte de los insurrectos al parecer fueron exterminados y “… los pocos que se salvaron remataron en lejanas propiedades campestres y un grupo a pocas leguas de Santa Cruz, alrededor de una imagen sagrada de la Virgen María que hasta hoy se venera en el Santuario de Cotoca. A los demás se les limpió con el mismo sistema que ellos pensaban emplear con sus blancos dominadores (Vázquez Machicado, Humberto. El alzamiento de esclavos en Santa cruz en agosto de 1809. La Paz, 1938).

¿Es posible atribuir algún parentesco de enlace a los movimientos de La Paz y Santa Cruz de la Sierra ocurridos durante el agitado año de 1809? Tal vínculo parece ser cierto si se tiene en cuenta la documentación confiscada por Goyeneche al presbítero José Antonio Medina, una de las figuras más connotadas de la Revolución paceña.

(Resumen del libro “Participación popular en la independencia de Bolivia”, OEA, La Paz, 1979)

Apuntes de la develada rebelión popular de afroamericanos e indígenas en Santa Cruz de la Sierra

El principal motivo, según los testimonios de los involucrados, fue la corrida de un rumor sobre una supuesta Orden Real para liberar a negros y mulatos de la esclavitud, y del pago de tributo a los indígenas

A fines del siglo XVIII el Intendente Viedma (1) mandó realizar un censo a la ciudad de Santa Cruz y sus alrededores. Los resultados dieron: La población de todo el curato se compone de 4.303 españoles, 1.376 mestizos, 2.638 cholos, 2.111 indios y 150 negros, entre esclavos y libres, de los que desertan de los dominios del Portugal, cuyo total suma 10.672 almas. (Viedma, 1969:121)

En cuanto a la cantidad de esclavos y emigrados del Reino de Portugal que vivían en Santa Cruz, existe una contradicción ya que datos de principios del siglo XIX hablan de la gran cantidad de transmigrados, negros y mulatos, esclavos y libres provenientes del Reino de Portugal. En el juicio que se les sigue a los sublevados de agosto de 1809 se menciona repetidas veces sobre la gran cantidad de negros que ingresaban a Santa Cruz, alentados por la perspectiva de mejorar sus condiciones de vida, según acuerdos adquiridos con la autoridad colonial. (ABNB, 1809 N. 8, Sobre los sucesos de Santa Cruz)

Sin embargo, y de acuerdo con el censo citado poco tiempo antes, sólo eran 150, un “exótico” según Humberto Vázquez Machicado (1988:85). A su vez, el informe del registro notarial sobre la fortuna del gobernador intendente Antonio Seoane de los Santos (1790-1810), del que se decía que era el que más esclavos poseía, señala: Una casa de altillos en el centro de la ciudad, dos de menores proporciones en las afueras, un campo agrícola (…) y una estancia de ganado en la Cordillera de los Chiriguanos (…) y dos negros esclavos. (Sanabria, Hernando, 1959:65)

Las autoridades y funcionarios públicos españoles, los criollos propietarios, agricultores y artesanos pudientes poseían algunos negros y mulatos esclavos y libres provenientes del Reino de Portugal que se ocupaban de las tareas agrícolas, del duro trabajo en las panaderías, en la construcción y el servicio doméstico. Se sabe que en varios centros de trabajo fueron tratados con extrema dureza provocando resentimientos e intentos de resistencia y rebelión. Tenemos el testimonio de un esclavo que trabajaba en una panadería: Es intolerable la hostilidad y crueldad con que a mí y a mis compañeros nos trata el (…) panadero castigándonos con azotes como a presidiarios. (ABNB 1809 N.8. Sobre los sucesos de Santa Cruz)

Otros afroamericanos se asimilaron a las Milicias cuya misión era detener el avance de indígenas rebeldes y controlar la penetración de bandeirantes e individuos que ingresaban por la extensa frontera con el Brasil. En agosto de 1809 la vida cotidiana en Santa Cruz fue súbitamente interrumpida por un hecho inaudito, el descubrimiento de una conspiración liderada por negros, esclavos y libres, e indígenas afectados por el pago de tributos, del que estaban exentos hasta entonces. Importante señal de inconformidad, de necesidad de cambio y/o de penetración de influencias externas.

La conspiración

El juicio interpuesto ante la Audiencia de Charcas por la Subdelegación y el Cabildo de Santa Cruz contra los rebeldes del 20 de agosto de 1809 da cuenta de la magnitud y los detalles de la conspiración. Una casualidad a libertado de esta República de su total ruina, porque figurando los negros esclavos y libres de que abunda, y los indios y mulatos tributarios haber llegado a estos magistrados, una Real Orden para que los esclavos fueran libres de servidumbre (…) y que esta se les había ocultado, tenían meditada una general decisión (…) La determinación era degollar toda persona de cara blanca, después de los jueces y ministros. (ABNB, Sobre los sucesos de Santa Cruz, EC 1809, N.8)

El principal motivo de la develada rebelión, según los testimonios de los involucrados, fue la corrida de un rumor sobre una supuesta Orden Real para liberar a negros y mulatos de la esclavitud, y del pago de tributo a los indígenas. Según los enjuiciados, Orden que el Gobierno de la Subdelegación se resistía a cumplir.

La aparente peligrosidad de los rebeldes llevó a Don Joseph Joaquín de Cuéllar, alcalde de la ciudad, a tomar decisiones radicales, arguyendo las siguientes razones: Porque los muchos negros que han transmigrado a este Reino desde Portugal y residen en esta ciudad con el abrigo de continuos desórdenes y de esclavos prófugos, con otras criminalidades propias de sus genios orgullosos, y que son unos hombres llenos de vicios y sin subordinación alguna, he meditado proceder a limpiar esta república de semejante polilla (…) acordándolo todo con vuestro ilustrísimo Cabildo y referido Subdelegado. (ABNB, Sobre los sucesos de Santa Cruz, 1809, N.8)

Otro acápite del proceso daba a conocer los alcances del plan que incluía ejecutar al Ministro de la Caja Real, a los alcaldes, al Comandante Militar, al Subdelegado y a todo súbdito español. Después de ocupar la plaza se apoderarían de la ciudad. Harían conocer estos hechos al Gobierno Revolucionario de la Audiencia de Charcas, institución de la que esperaban su aprobación en vista de lo manifestado el 25 de mayo. Si no los apoyaban, serían también ejecutados.

Por su parte, los rebeldes se defendían indicando que habían ingresado a Santa Cruz para servir al Gobierno. Tuvimos noticia de que nos quisieron remitir al Brasil de donde emigramos al servicio y amparo de Nuestro Monarca el Rey de España, a quien siempre hemos servido de soldados contra los bárbaros y aun contra nuestra misma Nación. (Ídem, carta suplicatoria firmada por Antonio Gómez)

Al parecer existía un convenio entre el gobierno colonial y los emigrados del Brasil que encontraron mejor vida en tierras cruceñas, es posible que ésa hubiera sido la razón de que se hablara de una buena cantidad de evadidos negros cuando apenas unos años antes se opinaba que eran un “exótico”. También llama a la reflexión la violencia con que fue planificada la revuelta, ya que varios autores consideran que a fines del siglo XVIII Santa Cruz era una sociedad relativamente homogénea con bajos grados de confrontación y desigualdad socioeconómica. Un móvil importante puede haber sido la coyuntura ideal para despertar y alimentar las esperanzas de cambio de vida. Nos referimos a la debilidad del gobierno colonial y a la confusión política existente, además del estímulo que significaban los éxitos obtenidos por los revolucionarios de otras regiones del territorio de la Audiencia de Charcas.

El plan fracasó tres días antes del señalado para su ejecución. La inmediata acción de las autoridades paró el engranaje en marcha. En el juicio también salieron a la luz pública los nombres de los líderes de la rebelión. El principal era el mulato esclavo Francisco, alias Franciscote, propiedad de Don Joseph Salvatierra, secundado por Anselmo, capitán de los negros y tres dirigentes mulatos, entre ellos Melchor Florián, además de un indígena.

Casi cuatro meses después de develada la conspiración, las investigaciones llevaron nuevamente a las repercusiones de las revoluciones del 25 de mayo en Chuquisaca y el 16 de julio en La Paz e insinuaban conexiones o negociaciones ocultas entre éstas. Es de creer que la novedad ocurrida en la ciudad de Santa Cruz con los indios, negros y mulatos esclavos y libres contra los españoles, sea por retoque a las negociaciones ocultas de aquellos infames o como consecuencia del escandaloso ejemplo dado por las de La Plata y La Paz. (Archivo Histórico de la Prefectura de Cochabamba AHPC, fs37, 1809, N.6)

En diciembre de 1809 continuaba aún el proceso de desmantelamiento de la conspiración, todavía con importantes reductos de resistencia en el monte y pueblos lejanos. Muchos fueron ejecutados, otros enviados presos a la sede de la Audiencia de Charcas, otros fugaron al monte o se quedaron merodeando la ciudad.

Durante la Guerra de la Independencia, gracias a la destreza, ferocidad y coraje de las tropas de color se conformaron dos cuerpos: el batallón de “los Pardos” y el de “los Morenos”. Inclusión favorecida con una ley emitida por el coronel Warnes en la que se otorgaba libertad a los esclavos que tomasen las armas contra el poder español.



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