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Pensar la descolonización y la reconfiguración del poder y la obediencia en Bolivia, Ecuador y Paraguay


Jorge Lora.


Tres procesos diferentes sin duda, pero en lo sustancial los parecidos son enormes. En Bolivia, Ecuador y Paraguay se impulsan proyectos de descolonización. Sujetos y poderes irreconciliables se enfrentan con proyectos antagónicos al respecto.


Del mismo modo que acabar con la colonialidad del poder ha sido el principal elemento de cohesión gubernamental con los movimientos sociales, las autonomías departamentales lo han sido de la oposición. Los Gobiernos sostienen luchar por un Estado de derecho y la democracia, pero sus perspectivas no son ideológicamente distintas a las neoliberales y su naturaleza étnico-clasista tampoco. La descolonización es discursiva, mientras que la reconfiguración del poder y la obediencia se articula bajo nuevas formas de dominación mientras se aplican las nuevas Constituciones. Se han establecido gobiernos compartidos donde centroizquierda y derecha, clase media y burguesía, se han distribuido la supremacía en el poder, la autoridad, los recursos, la influencia y los medios de socialización y control social sobre los mismos dominados de antes, intentando anular su pensamiento, conciencia, voluntad independientista, provocando la sumisión de amplios sectores.

Distinguimos elementos en el mismo proceso de la lucha, desde y con los sujetos más allá de los debates teóricos de gabinete. Al pensar los fenómenos y procesos podremos distinguir las estructuras y el sentido subyacentes. Los movimientos indígenas, los sindicatos, instituciones y ONG, poderes regionales (prefecturas, Comités Cívicos, logias), poderes externos (trasnacionales, organismos internacionales), empresarios, políticos (congresistas, alcaldes) comités de la sociedad civil, los intelectuales, periodistas, académicos, y otros sujetos son diversos y actúan en ambos frentes, interpelan a la sociedad y responden al desarrollo de las contradicciones. En fin, tras el rechazo a la recolonización se configuran relaciones de dominación-obediencia.


Hay que preguntarse, cómo entienden los problemas del Estado, la democracia y su identidad étnico-clasista, cómo manejan las necesidades y demandas sociales, cómo se organizan, quién toma las decisiones estratégicas y cómo son sus acciones. La diversidad y unicidad de los procesos de descolonización que siguen las luchas populares y los distintos sujetos, analizar e interpretar el significado de estos movimientos de la sociedad, los sentidos y acciones del mismo, sus concreciones prácticas y teóricas desde la reconfiguración de la dominación como eje… En este sentido veremos qué transformaciones han sufrido las relaciones políticas de poder y dominio, estatales y en la vida democrática desde la perspectiva de la descolonización-recolonización.

La estructura de la dominación en las sociedades con fuertes divisiones étnico-clasistas se asienta desde siglos en relaciones coloniales destacando la colonialidad del poder-saber, que no sólo no reconoce la diversidad –y menos aun la libertad e igualdad- sino que utiliza la manipulación racista, la expropiación de la soberanía, el control de los recursos naturales, de los medios de producción, de la coerción, las tecno-ciencias; en el dominio sobre las relaciones de género, de los medios de construcción de consensos y de los medios administrativo institucionales. Ante la crisis en la representatividad liberal y la creciente necesidad de recursos naturales ocasionadas por la desmedida expansión imperialista, el capitalismo se apoya -en el actual momento histórico- en la violenta reconstitución del capitalismo y la modificación de las formas de dominio y consenso que incluye la dictadura de base popular, como en Colombia o Perú.

La derecha Latinoamericana ha reactualizado su dominio a través de desagregaciones y agregaciones de sus ordenes y niveles de poder con base en ideologías y prácticas conservadoras como la religiosidad popular, el patriarcalismo, caciquismo, clientelismo, corporativismo, compadrazgo. Ha modificado sus formas de dominio manipulando a través de los medios la ignorancia y los instintos más primitivos de la población y han afinado su manipulación desde las necesidades y demandas, controlando los organismos electorales, los medios y usando artimañas procedimentales.

Tras la defensa del Estado de derecho ocultan que éste para ellos debe concentrar la seguridad jurídica de la propiedad y ganancias de los terratenientes e inversionistas en la renta de la tierra y los agronegocios, en los beneficios por el control presupuestal público. La educación privatizada y la formación gerencial junto a la publicidad también son trabajadas por los think tank del neoliberalismo para ganarse la juventud. La jerarquía eclesiástica y los poderes externos manejan los tejidos del poder. Pero la democracia tiene más adversarios que vienen del pasado: los partidos, la cultura política, el conservadurismo de las clases medias urbanas, la religiosidad, el etnocentrismo, la sumisión, el patriarcalismo y el oportunismo clientelar.


La particularidad estriba en que los nuevos Gobiernos también reproducen y reconfiguran las viejas formas de dominación y control.

La crisis de la modernidad (del Estado-nación, del parlamentarismo y la ciudadanización) de la intermediación estado-sociedad y cómo la disputa por la democratización se ha quedado sólo en la formalidad total, en el sufragio y no ha tocado las profundas estructuras de la colonialidad del poder, requisito de una ampliación de la democracia. Los poderes regionales están intactos y en el plano nacional apenas han cambiado, lo que quiere decir es que los grupos y logias caciquiles manejan desde lo regional lo local y lo nacional.

En los próximos años el debate y las luchas se centrarán en el ejercicio del poder, en quiénes ejercen el poder, desde dónde y cómo lo hacen en el contexto de la lucha popular contra el nuevo cuadro geoestratégico global y los intereses norteamericanos por recolonizar América Latina, reprimarizando las economías en un contexto de acumulación por desposesión coincidiendo con los intereses de las burguesías trasnacionalizadas por apropiarse de parte del excedente que se llevan las trasnacionales.

En este ámbito el Estado no ha modificado sustancialmente su forma política colonial de poder ni la institucionalidad neoliberal impuesta en todas las dimensiones de reproducción del capital y por ende de la burguesía. Aún es la forma política institucional de la sociedad capitalista colonial y su carácter no puede modificarse únicamente con recursos legaloides sin utilizar a fondo la enorme capacidad de iniciativa y decisión del ejecutivo y el monopolio de la violencia.

El poder de las clases con su contenido étnico aún forma parte del poder del Estado. La iniciativa contra hegemónica está paralizada y sólo sale de la inercia ante los desafíos de la derecha. En estos países no hay empate catastrófico pero sí poderes compartidos. El capital financiero continúa sus movimientos y controla la economía global de los hidrocarburos, de la minería y los agro negocios. Muchas veces en disputa debido al proceso de fusión-oposición entre los capitales y poderes multilaterales. Las redes de trasnacionales y de países imperialistas controlan el mercado mundial oligopolizado aunque encontrando resistencias que van modificando el panorama.

Los proyectos de poder no pueden dejar de manejar estos elementos. Para ellos es una guerra y sus objetivos son claros mientras que para los gobiernos son escaramuzas recurriendo a los buenos sentimientos terratenientes y al consenso. No pretenden pasar a la ofensiva manteniéndose el Estado compartido.


Lo cierto es que los pueblos de estos países tienen esperanzas en el cambio posible, sus tiempos no son los nuestros y su paciencia también se agota. Ellos intuyen que es necesaria una nueva economía y política, repensar la vida y la gestión colectiva, redistribuir la riqueza y el poder. Concentrados en las luchas por la liberación nacional los movimientos han dejado esta tarea a los Gobiernos y ven que esa posible construcción hegemónica y recuperación de la soberanía sigue pendiente y por ello siguen excluidos de la toma de decisiones. La autonomía de las nacionalidades es temida por la derecha y el Gobierno, la organización no es promovida y los movimientos pierden protagonismo aunque nunca dejan de aparecer en defensa de sus Gobiernos. La clase media en el Gobierno también les teme y no permite que se constituya en bloque histórico: que tenga sus herramientas políticas manteniendo sus identidades pero con estrategias comunes frente al adversario. Saben que ni el gobierno ni los partidos deben de monopolizar la política y más bien ésta debe de surgir de una práctica cotidiana de destrucción del poder como fin último, que no empieza ni termina con la toma del poder sino que éste sólo es un momento.


Un ejemplo es el comportamiento político de la COB o la CONAIE y el movimiento campesino que desafían a los Gobiernos boliviano, ecuatoriano y paraguayo respectivamente a tomar medidas más radicales respecto a la tierra o al sistema de pensiones para redefinir su apoyo al ejecutivo –así como otros amplios sectores cuestionan su inoperancia, su debilidad, ambigüedad, pactismo, etc. para enfrentar a la derecha- Algunos intelectuales y el ejecutivo hacen una lectura en la que estos críticos aparecen comprometidos con la derecha. Otros aprovechan la inobjetable legitimidad de Presidentes como Evo para criticar a líderes que podrían ser alternativa, caso de Felipe Quispe, cuya preocupación no creemos que sea derrocar a Evo.1 Y si nos vamos al Ecuador, tampoco faltan los apologistas de Correa que no admiten siquiera las demandas indígenas de la CONAIE.

Es aceptado por todos los intelectuales y políticos andinos que vivimos bajo relaciones coloniales de carácter capitalista y que por ende no podemos separar la lucha contra ambas. También va quedando claro que no podemos recurrir a soluciones parciales, asumiendo cambios en las partes: a microemancipaciones desde la memoria de los muertos, confiar en la esperanza mesiánica, desechar la historia y apostar a un futuro, construir mitos de redención, despertar la imaginación y conciencia colectiva, desfetichizar a los pueblos y destruir la conciencia sumisa o sólo emancipar a los trabajadores. La transformación radical es la suma de todas estas opciones y muchísimas más.


Antecedentes


En nuestra concepción de la sociedad privilegiamos los procesos de formación de los poderes, la configuración-reconfiguración de las contradicciones, de las luchas sociales, de las memorias y subjetividades, sobre la quietud de estructuras y sistemas. Cuando hablamos de los movimientos sociales en los países andinos, muchas veces olvidamos que forman parte del movimiento histórico de la sociedad y en él se dan aquéllos, lo mismo que las relaciones sociales territorializadas de una parte de la sociedad contra otra, provocando un cambio permanente hacia nuevas territorialidades, subjetividades y estructuras, muchas veces destruyendo elementos estatales.

El Estado en su carácter totalizante está reconstituyéndose a cada momento para dominar; es una fuerza concentrada y organizada de las relaciones de poder, construido para regular y disciplinar la organización de las relaciones capitalistas. En varios países de Latinoamérica por ser de contenido colonial-liberal, construye los elementos para bloquear el movimiento en la institucionalidad y reconducirlo hasta su anulabilidad. Inclusive la acción del Estado, de las ONG, de los organismos multilaterales, del imperialismo pueden crear instituciones que obran cual fetiches de la unidad y el equilibrio, de la homogeneidad y la pérdida de autonomía. Evitar la cooptación no significa no establecer frentes de lucha que potencien la fuerza para futuros enfrentamientos. Las direcciones estatales que han llegado a ese lugar en el siglo XXI nacen en contra del neoliberalismo y al mismo tiempo son producto del mismo, actuando con sus estructuras y a sus ritmos cuando no trascienden la intención de mejorar los ingresos de un país y lograr equilibrios sociales.

La densidad empírica y las abstracciones determinadas y abigarradas, puede que no logren ser expresadas en categorías adecuadas. Por ejemplo la dominación es muy difícil reconocerla como hegemónica, pues es más que inculcar creencias o reproducir consensos, es la organización violenta del poder, de las subjetividades y la sociabilidad. Dramáticamente instituido en rituales y caracterizaciones que se reproducen en la vida cotidiana definiendo el mismo ejercicio del poder los límites de tal imposición, los espacios y los tiempos en los que puede acomodarse el habitante de un país. No importa si incluso se incorporan elementos de las culturas de la oposición apara obtener mayor legitimación. La historia muestra que son regímenes basados en la violencia, el engaño, la mentira, la división y así pueden instalarse en la sociabilidad y la vida cotidiana pero que ante la resistencia no tienen futuro. Paradójicamente las acciones del imperialismo y de las clases dominantes siguiendo su tradicional colonialidad crean más enemigos que la propia convocatoria de los movimientos o de la izquierda. Inclusive la radicalización de los movimientos descolonizadores en gran medida es obra de la oposición.

Ello es así por que en el actual momento histórico de intensificación del patrón colonial del poder ya no oculta la violencia de la dominación, discriminación y explotación, adquiriendo centralidad la perversidad de la acumulación por desposesión de recursos territoriales de vida de los pueblos originarios y las grandes migraciones sur-norte, de desdemocratización y control biopolítico de la subjetividad, aparece como necesaria la lucha anticolonial, de descolonización de la vida, de anti eurocentrismo y americanismo, de desfetichización de la democracia y otras invenciones, de descolonización del distorsionado saber y de la subjetividad expresados en la memoria y el imaginario. La manipulación del consentimiento afecta a las clases medias y cada vez menos a los sectores populares más cercanos a la radio y la transmisión oral.

La algarabía del fin de la historia, de las ideologías, de la grandes narrativas, del discurso de la globalización ha terminado, pero sin embargo continúa su implementación simultáneamente a las políticas neoliberales. El imaginario de la derrota del socialismo y de las revoluciones, de la desesperanza y el quiebre de las utopías está en retroceso. Pero la mercantilización de la vida social, de las ideas y cuerpos, del aire y de los sueños aún continua. La corrupción, la incomunicación, el individualismo, la generación de ansiedades y frustraciones, los estímulos al consumo y la desinformación, la fragmentación y el aislamiento que acompañan a la exclusión y las migraciones y el fin de certidumbres en la unidad familiar persisten y el combate sigue.

Surgen una multiplicidad de relatos que empiezan a intercomunicarse y dialogar entre diversos saberes colectivos, de memorias, imaginarios, códigos hacia el descubrimiento y rechazo de fragmentos de una cultura colonial internalizada, del dominio y sumisión, de conservadurismo y neoliberalismo, de fetiches que encubren el racismo, sexismo, consumismo y religiosidad. La naturalización de ciertas relaciones empieza a ser cuestionada.


La historia del capitalismo que se desarrolla en Europa y después en los Estados Unidos se expande y configura con ciertas constantes en una América Latina indo-africana que lo definen como un violento colonialismo imperialista, siempre acompañado de aliados imperiales, de fragmentaciones sociales y de resistencias que no sólo dividieron a los pueblos para facilitar el dominio sino que al hacerlo impidieron el desarrollo de una conciencia revolucionaria compartida por todos.

La independencia después de más de tres siglos, significó la concentración del poder por los criollos y una permanente recolonización primero por Inglaterra y después por los Estados Unidos. En esa historia las clases medias mayormente mestizas oscilaron entre la sumisión a los aliados imperiales y la crítica colonial.

La permanente confrontación comprometió la interrelación etnia-clase condensada en el rechazo de unos grupos sociales respecto a otros, enfrentaba a pensadores que defendían la economía primario exportadora ante la industrialización; al estancamiento frente al desarrollo, al proteccionismo ante la apertura de fronteras; a la religiosidad oficial contra el laicismo; al conservadurismo respecto al liberalismo; al servilismo frente a la libertad; a la injusticia en relación a la justicia; a la riqueza y la pobreza, etc. En síntesis, en palabras de José Luis Romero “los bienes culturales que interesa defender son los que aseguran la vida humana, la necesidad de libertad del individuo y la dignidad”.2 Bienes que junto a la democracia fueron defendidos por los pueblos de occidente y su periferia en el Cono Sur. Estos bienes crecieron en occidente en la segunda mitad del siglo XX mas no en la periferia colonial, objeto de saqueo y explotación.

Es así que el Estado, como fuerza concentrada de la sociedad, incorpora el contenido económico, cultural y político de lo colonial. La ideología social y las formas de conciencia, la moral, el disciplinamiento social. Aunque diferentemente procesadas por las diversas experiencias históricas de los sujetos están marcadas por el colonialismo y es el Estado, históricamente definido, el que impone esta dominación.

En Ecuador, Bolivia no es lo mismo ser amazónico, andino o costeño, tampoco del sur, del norte o del centro; tampoco ser indígena, blanco, negro, asiático o mestizo en cualquiera de sus múltiples variedades. En Paraguay y México las relaciones étnicas son distintas y tanto o más complejas. Las relaciones de poder, conocimiento, historia, experiencia, cultura, otorgan especificidades a sus relaciones entre ellos y el Estado. Éste último como realidad y ficción mantiene las diferencias en equilibrio, conserva las contradicciones y luchas, manejando la conflictividad y al mismo tiempo le da unidad a las acciones gubernamentales, favoreciendo la legitimidad y en su proceso de construcción consolida las relaciones de producción. La racionalidad colonial que se impone es la del saqueo, la corrupción y paralelamente al incremento de la pobreza que correlativamente crece junto a la mendicidad y las ONG. Al mismo tiempo la participación electoral y la ciudadanía son construcciones de dominio, que con la fuerza se hacen rutina, lo mismo que las instituciones y la burocracia.


El Estado en estos países no logra consolidarse como capitalista pues no es un instrumento de poder burgués, sino del colonialismo. Una política que simula ser una esfera del interés general con una ciudadanía donde los hombres son iguales, nunca se consideró en América Latina y menos en los de mayoría indígena. Aquí la racionalidad burocrática, el individualismo, el derecho burgués, la propiedad y relaciones sociales, la vida cotidiana, la civilización capitalista como orden social de la burguesía no llegan sino de una forma caricaturesca con el neoliberalismo, de un modo reaccionario y opresivo.

Con el neoliberalismo los sectores de la burguesía mas trasnacionalizados deben de garantizar la acumulación de capital, reorganizar la vida social y de los intercambios y lo más significativo para la estabilidad, convencer de los significados compartidos por el país colonizador y los sectores dominantes y dominados en torno a un supuesto mejor futuro para todos.

La constitución neoliberal y las leyes aun determinan los nuevos marcos de negociación de la derecha. Si hubiere resistencias prefieren las reformas constitucionales. Los Gobiernos al aplicar las nuevas Constituciones sin embargo, no pueden prescindir de su legitimación de formas tradicionales como el corporativismo, clientelismo, caciquismo plebiscitario, patriarcalismo, patrimonialismo, etc. aunque actualizados por nuevos símbolos, ideas, rituales, prácticas que encierran viejos contenidos.

Las imágenes culturales se confrontan: la catolicidad, lo criollo, la admiración por lo foráneo, el corporativismo, el populismo, la nación, frente a la violencia subversiva, la crítica al neoliberalismo, el renacimiento étnico, expresiones políticas legitimadas por los escasos medios. El secreto del Estado es cómo funciona dentro de la población de ese país.

El Estado se establece por la violencia y se regula permanentemente alimentándose del consentimiento unido por el contenido cultural. Es la cultura criolla colonial difundida desde la capital y permeada por la regulación nacional estatal. No se produce una revolución cultural por que los mestizos carecieron de sólidos fundamentos, de instituciones culturales. Mas bien, se constituyen lumpen Estados por lumpen burguesías colonialistas que muy tarde llegan a la industria y a la modernización.

La viveza criolla –que más aparece en la literatura que en la sociología- sintetiza esa cultura y se expresa en todos los aspectos de la vida cotidiana, de la cultura popular y de la práctica política. Es una cultura racista, excluyente, de máscaras, retorcidamente elitista, machista y opresiva.

Hace medio siglo se procesan formas de producción de representaciones y sentido común liberales que serán la base del neoliberalismo, de ahí que su aparición tres décadas después en medios de comunicación masiva como la TV y el Internet logran expandirse rápidamente. El mensaje va dirigido a quienes supuestamente tienen la debilidad de convencerse y la habilidad de convencer. Empresarios, periodistas, dirigentes políticos y religiosos, profesores universitarios, profesionales son los mensajeros preferidos. Actores trasnacionales y locales se relacionan en redes que se vinculan en congresos, seminario y otros eventos, reciben comunicaciones, producen investigaciones y libros transterritorializados y territorializados para el ejercicio del poder-saber.

La cultura del poder se reproduce encontrando sus formas mas apropiadas, el blanqueamiento, la religión colonial, la lengua, lo extranjero. El Estado oligárquico fue su máxima expresión y que hoy presenciamos su caída. En Perú 1980-1985, en Bolivia el 2005, en Ecuador 2003. Dicho Estado aun impone los intereses particulares como si fuese el interés nacional. Asigna un orden social, reproduce rutinas de funcionamiento, formas apropiadas de poder colonial construidas en siglos adaptándose a cada momento en un tejido difícil de erradicar. Cargan divisiones étnicas, clases y partidos; remedan identidades.

La extensión de los mercados globales, el mayor peso de las empresas multinacionales dificultan la regulación de las relaciones globales pero permite que los intelectuales vuelvan a hablar de imperialismo y cuestionen la inevitabilidad del proceso de mundialización del capitalismo y a los Estados que con su actividad permitieron esta expansión. No hay imperativos sistémicos ni los procesos son irreversibles sino redes de clases de interacción global que articulan fuentes de poder social y adaptan los intereses a la mercantilización restauradora desde los años 70 y que 20 años después se consolidan como una contra revolución que articula clases, estados, trasnacionales, instituciones financieras en el consenso post-Washington y que se implementa con nuevas técnicas de gobernanza y biopolítica. La recolonización es el control del capital y su uso territorial, que marca la capacidad de manejar los recursos humanos y naturales globales y dar soluciones espacio temporales a los problemas de competitividad y rentabilidad. La acumulación por desposesión habilita la reproducción ampliada del capital e impone los dispositivos institucionales que hacen funcionar las asimetrías en beneficio del imperio. Destruir y despoblar, destruir mercados nacionales y explotar, son los verbos que adquieren centralidad. Sin embargo, su proliferación ha dado lugar a una competencia que ahora los lleva a dudar del proceso y a dar marcha atrás en espacios de cobertura estratégica como es América Latina. La cultura de la supremacía entra a un nuevo ciclo de desvanecimiento marcado por el nuevo pensamiento descolonial que empieza a cuestionar el sistema jerárquico de estados desde arriba y desde abajo y enfrenta a las clases dominantes del centro y del sur con las dominadas de los mismos espacios.

Ya en los años sesenta se reinicia una nueva lucha antiimperialista que es enfrentada con los cuerpos de paz, la “ayuda” económica, alimentaria y militar, pactos militares, refinadas formas de mantener el control de los recursos naturales y mercados utilizando a las instituciones financieras internacionales colonialistas como el BID-BM-FMI para la expansión monopólica y solventar un déficit permanente de la balanza de pagos ya prevista por la política de saqueo.. El neocolonialismo fue una estrategia global que colocaba en su centro a los golpes militares y la Alianza para el Progreso, promover a las clases dominantes organizados en partidos y elecciones. El cine y la radio, las misiones universitarias, la CIA, la AID, son instrumentos para promover el capitalismo, la expansión económica para la desposesión, la creación de infraestructura para las trasnacionales y la estabilidad de la inversión extranjera, constituir estados clientes-dependientes e impedir un cambio alternativo. El control de la tecnología y la industria de la transformación les permitía controlar los mercados interiores, las barreras proteccionistas eran impuestas para los competidores europeos y asiáticos. Sin embargo, la resistencia de los trabajadores y los esfuerzos del Estados y empresarios ligados al mercado interno lograron construir una esfera pública y reformas sociales jurídicamente consolidadas.

En los años 70-80 nuevamente se desarrollan las guerrillas en un contexto de crisis del llamado campo socialista y mayor competencia entre los Estados Unidos y las nuevas potencias imperialistas. La resistencia es sometida y nuevas dictaduras militares imponen el neoliberalismo para después dejar paso a gobiernos civiles a lo que se le conoció como transición a la democracia. La producción manufacturera sale de los centros y se implantan en Asía y después en Europa Oriental, mientras que América Latina continua como proveedor de materias primas y fuerza de trabajo baratas con apropiación de territorios y sus recursos y poblaciones.

Un Estado semicolonial al que se le permitía generar ingresos para su reproducción, fue parcialmente destruido por la recolonización al privatrizar las empresas estatales, reconcentrar tierras, saquear recursos naturales, liberalizar la remesa de ganancias, destruir el mercado interno y las redes y cadenas productivas ya creadas, poner fin a los servicios públicos y especular con los ahorros por pensiones e incluso sindicales. Un sector de la burguesía y de la clase política se trasnacionaliza y se convierte en correa de trasmisión de la recolonización obteniendo enormes ingresos por ocupar ese lugar. Parcialmente destruido el movimiento obrero y de los trabajadores en general, son los indígenas y campesinos quienes responden al ser agredidos por que aun poseen territorios y ocupan espacios sobre ricos recursos naturales. Las luchas cambian de naturaleza y los sujetos también.

En tiempos actuales la izquierda oscila entre la escolástica y doctrinaria fe absolutista y otra relativista que niega las verdades y grandes relatos totalizantes, sin las cuales se hace ininteligible la realidad y la memoria. Como antes los saberes impuestos por la violencia quedan, acompañando a una revolución que viene del pasado, de los sufrimientos de generaciones, de los colectivos que no se resignan a dejar la idea deificada y religiosa de progreso, del tiempo cronológico lineal y mejor que da esperanzas de un futuro mejor. Y es que el Estado habla, actúa, ordena, incluye, invisibiliza, sanciona, regula, excluye, estigmatiza, etc. Rituales, ceremonias y narrativas que a través de los medios articulan instituciones y consagran culturas; imponen violentamente lengua, símbolos, memoria y la idea de progreso. Expropian y saquean, organizan mafias corruptas, se reparten entre ellos bienes públicos, centralizan el poder y oficializan una cultura.

Frente a este panorama represivo y una cultura excluyente, de polaridades y antagonismos las clases dominadas le oponen su cohesión, autonomía, dignidad, memorias y narrativas de resistencia, resumidas en una política alternativa.

Esta unanimidad religiosa, militar, moral, racial se dio en toda la América Latina y aun continua expresándose en la clase política de origen clasemediero, tanto en la gran política como en la micropolítica con su sentido clientelista y caudillesco.

Las nuevas rebeliones latinoamericanas son multiidentitarias, son campesinas, indígenas, de explotados, de obreros precarios y excluidos, de sectores de la clase media. Son anticoloniales pero ni socialistas ni anticapitalistas, apenas antineoliberales. Los detonantes se diluyen y se distorsionan las salidas. Las rebeliones contra la privatización del agua y la recuperación de los hidrocarburos en Bolivia; contra la privatización de la energía eléctrica y la contaminación minera trasnacional en Perú; contra las alzas de precios por las trasnacionales en Ecuador y Venezuela. Son reacciones contra el saqueo y el empobrecimiento, los fraudes bancarios y las carestías, las invasiones militares colonialistas (Plan Colombia, Plan México, etc.) y geoestrategias de colonialismo económico (ALCA), de oposición a la reprimarización y la escasez presupuestal, contra la reconcentración de la tierra y los políticos que se enriquecen del saqueo del erario público y la corrupción, contra las injusticias cotidianas y las migraciones, los pueblos ya no pueden sobrevivir y reaccionan. En los países indígenas la autodeterminación nacional se asocia a la refundación de un Estado plurinacional y comunitario, que ponga fin al racismo pero que aun busca esencialismos históricos u objetivistas que dividan a los sectores populares. La guerra de clases reaparece en medio de confusiones centradas en la invariabilidad étnica y cultural.

La derecha reconstruye mediante el verticalismo y la violencia una sociedad racista del miedo entre terratenientes y la clase media urbana, se legitima institucionalmente a través de las prefecturas y organizando copular y corporativamente a la sociedad civil en correspondencia con su manejo económico, restaura imágenes colectivas desde una identidad guayaquileña o camba y el conservadurismo religioso, superpone valores y sentidos de la cultura popular desde el control total de los medios, conspirando para alentar el desgobierno, expropia de la memoria de resistencia la lucha regional y las demandas mas sentidas y como antes lo hacia la izquierda postulan la defensa de la democracia, del Estado de derecho y de las nuevas instituciones. La izquierda, por su lado desafía al Gobierno a radicalizarse y dar muestras de ello para seguir apoyándolo, mientras que el Gobierno los asocia a la derecha.

El catolicismo colonial aun esta presente en los proyectos ecuatoriano y paraguayo. Actúan del mismo modo como la religión recurre a la irreflexión, a la imaginación colectiva, a la violencia simbólica y real para imponer significados mediante signos efectivistas desde las emociones, el oscurantismo y una ética sin moral aliados con la iglesia.

La conformidad que impone el Estado represivo neoliberal en Bolivia, Ecuador y Paraguay esta en retroceso, mientras que en Perú y Colombia las clases medias normales adoptan las pautas de la cultura represiva y también se normalizan y se hacen represores. El racismo fragmenta a la sociedad y a los sectores populares. Se ponen en acción las reservas reaccionarias de la subjetividad desde sus cimientos coloniales, “... ese ramificado y polifacético universo de obediencias, sumisiones, angustias y miedos, magma irracional manipulable por el poder”3 latentes en la estructura psíquica de las masas configuradas desde las oleadas represivas y criminalizadoras coloniales y que se traduce en obediencia de la que no se es conciente y también en desobediencia. En muchos aspectos de la subjetividad con sus positividades y negatividades existen contactos, yuxtaposiciones y solapamientos como en la identidad-desidentidad, conciencia-alienación, obediencia-rebelión, etc. Esta última tiene su referente en la supervivencia y en la lucha por la libertad ante el terror a la represión física y simbólica. En contraposición la rebeldía tiene que demostrar cotidianamente su fuerza social y simbólica para frenar al poder burgués.

Occidente continua su dominación sobre el otro colocándose como sujeto de la historia, una entidad imaginaria que representa al otro y monopoliza la narración de la historia. Los pueblos indígenas esperan que el Mesías tome decisiones para actuar.

Debemos incorporar la reflexión acerca de las interconexiones entre antipoder (emancipación del poder hacer, Holloway), el contrapoder (resistencia, insurrección y potencia constituyente, Negri) y la toma del poder (capacidad sobre). Asi mismo las relaciones entre articulación/separación, horizontalidad/verticalidad, autonomía/sumisión que se dan en el proceso desde la llegada de Morales y Correa al Gobierno.

Explorar la relación entre la negatividad y positividad y ver que se esta haciendo por descubrir, resistir, transformar, desestructurar, desconcentrar o destruir el poder y sus puntos de apoyo en los monopolios de la propiedad, el Estado, la soberanía, la juridicidad liberal y la subjetividad con sus estructuras de obediencia a poderes, subpoderes y micropoderes, que se sostienen unos a otros y posibilitan la dominación racista y la superexplotación periférica entre otros recursos colectivamente relevantes Las experiencias concretas de las luchas nos irán mostrando los avances en este complejo proceso para el cual no hay recetas pero que exigen el contrapoder y como finalidad recuperar el hacer, el poder y el saber

Continúan las incorrectas interpretaciones, desde nuestro modesto punto de vista, respecto de los procesos boliviano, ecuatoriano y paraguayo en la perspectiva de la destrucción de poderes coloniales y construcción de poderes populares. Y es que cuando empezamos a pensar el poder y otros temas desde nuestra realidad –inclusive exagerando los particularismos- donde se ensayan propuestas emancipatorias y autodeterminantes de pueblos y naciones retornan las grandes categorías y teorías eurocéntricas modernas y/o posmodernas, que al margen de su utilidad como instrumentos del pensar, terminan distorsionando toda reflexión. Las leyendas, mitos, ilusiones y otras abstracciones, así como el verticalismo de las ciencias y teorías, presentes en la realidad, recubren el objeto. Solamente el examen de las experiencias de lucha popular en una lectura siempre desde la sociedad contra el Estado, dentro del Estado y por el control del Estado constituye una fuente de experiencia, aprendizaje y construcción política revolucionaria. El problema que evaden algunos intelectuales es examinar al Estado en todas sus múltiples dimensiones, como totalidad que se expresa en acciones y hasta en omisiones, que concentra el poder político de una clases o sectores, de intereses imperiales recolonizadores y así reproduce al capitalismo en todas las esferas: ideología, instituciones, dominación y explotación. El Estado es parte de la lucha de clases y en los andes de la lucha étnico-clasista, actúa dualmente en cada espacio y nivel que controlan ambas fuerzas, desplazando contradicciones, buscando el equilibrio del conflicto, enfrentando a los opositores. El movimiento sin objetivos no es nada y los posmodernos que niegan las grandes narraciones escinden estos dos aspectos, quedándose en la especulación sobre los medios.

Algunos analistas sostienen que la universalización de valores clasistas para una hegemonía popular hará posible la reconstitución de una sólida nueva identidad abierta al mundo y a los cambios. De otra manera el Estado neoliberal o las clases dominantes podrán desmantelar a los sujetos políticos más autónomos. Los nuevos gobiernos de Ecuador, Bolivia, Venezuela, Argentina, Uruguay, etc. aun han hecho muy poco por desarrollar la cultura e imaginarios alternativos, por crear otra cultura política; mientras que el capitalismo sigue vital y convenciendo de que no hay otro mundo posible ni espacios para autogobiernos populares

Hay tareas pendientes: descubrir las racionalidades de la estructuración de la dominación y explotación sobre bases coloniales y su relación con la colonialidad del poder. Conocer los proyectos de descolonización y los espacios y tiempos de las políticas gubernamentales y de las agrupaciones étnico clasistas, la politización y desarrollo de la conciencia, las contradicciones, la disputa hegemónica y por la legitimidad y la influencia de la memoria y la cultura política. Pensar en las potencialidades y posibilidades de desconectarse del imperialismo, destruir al Estado y construir un nuevo socialismo. Privilegiando una visión de la totalidad como proceso. Desde allí preguntarse: ¿será posible desde el Gobierno descolonizar las sociedades andinas?, ¿Cuál es el proyecto de poder gubernamental, popular y de la derecha en ambos países?, ¿Cuál es la estrategia de poder de esos sujetos en la sociedad, en la política y en las instituciones?, ¿qué modificaciones etnico-clasistas se han dado en el último lustro y que han significado respecto a los cambios en la colonialidad y en la democratización estatal ? ¿Qué modificaciones o nuevas edificaciones se han hecho en la práctica, en la legislación y en la organización social?, ¿Por qué el Gobierno comenzó el intento de cambiar esos países con el poder jurídico, constitucional y cuan democrática fue la discusión pública de los documentos?, ¿Qué construcciones teóricas nuevas se han producido?, ¿qué papel tuvieron las geoestrategias de poder imperiales y las alianzas de estos Gobiernos en los cambios estatales y en la democracia?

Vislumbrar las relaciones de poder implica remitirnos a la historia; a la colonialidad del poder y sus implicancias racistas, de género, laborales e institucionales; a la recolonización neoliberal afectando las territorialidades y regionalismos, a las relaciones campo-ciudad, a los comportamientos étnico-clasistas; examinar las necesidades, potencialidades y posibilidades emancipatorias que pasan por la expropiación del poder al imperio a las trasnacionales que controlan los recursos naturales y asociados: agronegocios, terratenientes, comisionistas

Los líderes carismáticos o las cúpulas burocráticas no ofrecen solidez son necesarios los colectivos militantes, organizaciones políticas territorializadas desde abajo, desde los cantones hasta las regiones y los países. Se repiten roles de poder que deben repensarse y se teme repetir experiencias fracasadas de poder. En los barrios urbanos y universidades la tarea es ardua. En esos ámbitos impera la identidad mestiza y las tareas interculturales están pendientes, desde los pueblos indígenas y los barrios debe reconstruirse el Estado nacional, la bolivianidad. Indígenas y mestizos desde opciones de clase se transforman en sujetos políticos que interpelan a la nueva ciudadanía y defienden la igualdad de derechos. Culturas e individuos diversos deben respetarse. La nueva constitución no es un proyecto político participativo y llevado a la conciencia. Es cupular por que así lo ha decidido la elite. Los pueblos indígenas no han construido la autonomía y autodeterminación de sus territorios, aunque ya ha sido reconocido. Aun falta la democratización estatal y de las relaciones de poder que afecten a los territorios. El reconocimiento de las nacionalidades y el respeto a las minorías étnicas es la base del Estado plurinacional y de la bolivianidad y pone en cuestión al liberalismo actual. El camino aun no es democrático, el consentimiento y los consensos populares deben anteponerse a los falsos consensos entre pueblos y oligarquías. El proyecto económico aun es extractivista y primario exportador, aun se discute si los transgénicos y los agrocombustibles pueden ser viables.

Los campesinos indígenas en Bolivia y Ecuador difícilmente podrán implantarse en las ciudades si no lo hacen marginalmente

Otra distinción a establecer es entre el objeto de investigación y la realidad. Entre ellas hay una aproximación continua y esta determinada por las estructuras del sujeto en incesante construcción. Ello no nos debe orillar al convencionalismo, hoy tan de modo como construccionismo, pues no puede constituir una prueba, pues este no concierne a la relación entre objeto y realidad y la significación del conocimiento, por que además el convencionalismo se establece entre quienes manipulan los saberes eurocéntricos.

Conocer para transformar exige disociar demostraciones arbitrarias, despejar los significados más reales con desapego para acercarnos al conocimiento vasto y profundo de la historia. Oponerse a la reducción del sujeto a una simple acumulación empírica, al retorno al empirismo y al materialismo precrítico, al sujeto pasivo y al realismo ingenuo o al sujeto activo y al convencionalismo. Como lo hacía Marx, encontrar el origen y el movimiento de las estructuras y acceder al objeto por la actividad del sujeto haciendo esquematizaciones para acercarnos a él y no buscar explicaciones al detalle y llegar a una reducción empírica de la actividad del sujeto. Solo a través de la relatividad buscaremos alcanzar la objetividad.

O como en duras palabras señala Michel Serres “La razón que produce lo universal y las matemáticas globales procede del poder, la crueldad y la muerte. Es una razón difícil y vacía, cubre la tierra de cadáveres y se propaga como la peste.”4 Recordemos que la invasión colonialista de América significó más del 90% de muertes de los 70 millones de indígenas, a los que se agrega los 80 millones de africanos que murieron en el Atlántico y muchos otros en tierra firme. Cuando la población mundial no superaba los 400 millones.5

En un lado se reproducen las relaciones de dominio sobre la base de identidades colectivas vertebradas en términos de poder y todas las estructuras de reproducción social basadas en la desigualdad.

La historicidad colonial para nuestros países exige la necesidad de otros parámetros, de una reconstrucción articulada desde la historicidad, la crítica a las relaciones coloniales que se renuevan, las necesidades humanas y la actividad del sujeto estudiado incorporando elementos de su subjetividad.

La investigación considerada de este modo es una forma de conciencia crítica que coadyuva a organizar la experiencia de la lucha de un modo integral que confronta otras construcciones intelectuales. La investigación se hace parte de los conflictos sociales –manteniendo distanciamientos- y profundiza la reforma de la conciencia y de creación de formas culturales que apunten a la unificación de un proyecto que asimila y respeta la diversidad.

Este cambio de conciencia se basa en el desarrollo de la historia, la interrelación de los fenómenos y una reinterpretación política del sentido común como fuerza cohesiva. Conocer el sentido común posibilita una concepción del mundo de las clases populares que trascienda críticamente aquel y organice intelectualmente las experiencias de la lucha popular.

El racionalismo no puede captar la experiencia vivida, pues establece límites. Las teorías sociales dominantes están bajo sospecha en particular el eurocentrismo y el americanismo por su contaminación del mito civilizador sino el continuum de la colonialidad del poder-saber-hacer y su ideologización burguesa.

El investigador debe de aceptar el sentido histórico y las necesidades de emancipación desechando los aprioris teóricos que cierran y minan las posibilidades de descubrimiento. El sentido de pertenencia a un momento histórico y el conocimiento de los sujetos y sus necesidades, así como la interpretación de sus intereses va a enriquecer la lectura de los procesos sociales.
  1. En el último referéndum revocatorio del 10 de agosto de 2008, con 2/3 de apoyo al Presidente y la mitad del país cuestionando a la derecha y expresando un avance en la conciencia anticolonial, amplios sectores de la clase media y del pueblo urbano y mestizo apoyan a las autonomías y sus líderes e instituciones. Esto expresa que poco se ha avanzado sobre la conciencia intercultural y acerca del problema regional, no se construye un nuevo Estado destruyendo al anterior y más bien ha optado por el Estado compartido como solución a la bifurcación. Peor aun se llama al dialogo y la derecha nuevamente responde con el separatismo y la violencia, otra vez sin respuesta de la autoridad.
  2. José Luis Romero, “El Ciclo de la revolución contemporánea”, Losada S.A. Buenos Aires 1956.
  3. Iñaki Gil de San Vicente, La desobediencia como necesidad, www.lahaine.org.
  4. Michel Serres, El nacimiento de la física en el texto de Lucrecia(caudales y turbulencias), Ed. Pretextos, Valencia, 1994.
  5. Javier Lajo, “El racismo estructural como filosofía de la violencia” www.alainet.com , 15 de julio de 2008.


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