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Migraciones en la Era global
Latinoamericanos hacia Estados Unidos de Norteamérica
Transformaciones socio-culturales

Renee Isabel Mengo (*)

Resumen

La globalización es la pugna por el libre tránsito en las fronteras desde un contexto universal, pero para la movilidad poblacional, dueños del capital humano, no opera de igual manera, donde la legislación migratoria se vuelve más controladora, severa, selectiva, apelando a una política de seguridad nacional.

Los migrantes empiezan a ser vulnerables desde antes de migrar. La estructura social y económica en que se desarrolla un ser humano, le impone una serie de condiciones de subsistencia, pobreza, desempleo, salarios bajos, violencia política, inseguridad ciudadana, desastres naturales y deseos de superación que su país no le ofrece, por lo que se ve forzado a emigrar en búsqueda de mejorar su condición de vida y calidad humana. La realidad de los flujos migratorios de centroamericanos que cruzan la frontera sur de México (1.149 kilómetros de frontera con Guatemala y Belice) en su intento por llegar a “El Dorado” norteamericano se hace cada vez más preocupante.

Los migrantes son protagonistas de los cambios culturales que no son una parte de las transformaciones económicas sino el comportamiento fundamental del tipo de sociedad que esta construyendo.

Presentación 1

En la era global, se admite la permisividad para el tránsito libre de capital, mercancías y tecnología, que implica una redefinición de los estilos, apostando para la celebración de tratados y convenios multilaterales y bilaterales para garantizar las condiciones requeridas en la libre apertura a la inversión extranjera, aceptando así la imposición de un modelo de desarrollo neoliberal, donde los máximos establecidos son el "libre comercio, de regularización y eficiencia de los mercados financieros".

Lo paradójico de la globalización es su pugna por el libre tránsito en las fronteras desde un contexto universal, pero para la movilidad poblacional, dueños del capital humano, no opera de igual manera, donde la legislación migratoria se vuelve más contralora, severa, selectiva, apelando a una política de seguridad nacional, se da así la contradicción que encierra la globalización, porque cuando se trata de personas, de seres humanos, quienes también buscan crecer en lo personal, social y económico, la eliminación de las barreras y la apertura de fronteras no opera y son más rígidas e inhumanas.

Como consecuencia de la globalización en los países del sur en su relación norte-sur se da un proceso de ajustes económicos, tendientes a la privatización de las instituciones públicas y/a su disminución operativa, así como a la reducción del Estado benefactor, con lo cual el triángulo de la exclusión social se arraiga, donde cada día son menos los incluidos y más los vulnerables que pasan a ser excluidos. Indudablemente ello impulsa la movilidad humana, que puede ser de carácter regular o irregular, sellado por una deshumanización en su trato, tanto en los países expulsores como de atracción.

Como resultado de la globalización se ha venido dando un proceso de transformación que pasa por lo económico, lo tecnológico y lo social, donde los fundamentos del Estado benefactor dan paso a un Estado neoliberal, las políticas sociales son relegadas y las acciones de bienestar social empiezan a colapsar.

El movimiento de capitales genera tanto focos de expulsión de personas por falta de trabajo y oportunidades, como focos de atracción de mano de obra a través de nuevas inversiones. La fluidez con que se muevan los capitales de inversión ha dinamizado de una manera extraordinaria los movimientos de personas y las políticas públicas se han quedado muy rezagadas, tanto en términos de medidas para evitar la salida y el desarraigo, como medidas para permitir el flujo y entrada ordenada de personas para llenar necesidades del mercado de trabajo.

Es preciso llamar la atención que dentro de estas nuevas formas de negociación a la que nos impulsa principalmente Estados Unidos, mediante la celebración de tratados de libre comercio, no se vislumbran las negociaciones en el campo migratorio.

Desarrollo

Silvina Ribotta indica que: "En el Siglo XX, entre la consolidación del modelo económico capitalista neoliberal, las dos guerras mundiales, la polarización política del mundo, el crecimiento sin precedentes de las diferencias entre ricos y pobres -norte y sur, primer mundo y tercer mundo- la inestable y cambiante depresión de los países pobres, entre tantos otros conflictos, ven la luz las declaraciones de derechos humanos positivizados en el panorama internacional"1.

Continúa señalando Ribotta que: "Así, con los paradigmas de la modernidad en crisis, con la post modernidad golpeando a la puerta, con un orden económico asfixiantemente capitalista y un sistema político neoliberal, el globo se globaliza desde el occidente rico".

Se está frente a un proceso de globalización de todo lo que implique beneficios económicos, ganancias exorbitantes, pero sin importar el actor principal de la globalización, el ser humano, y por lo tanto, el deterioro de su calidad de vida va en crecimiento, con lo que las desigualdades sociales, económicas y culturales se profundizan, la pobreza se incrementa y por lo tanto la movilidad poblacional aumenta en su volumen y dimensión y asume nuevos roles o tendencias migratorias según su ubicación geográfica y realidades nacionales y/o regionales, porque en cada ser humano está latente su sueño de dignificarse y mejorar su calidad de vida.

En su búsqueda de oportunidades, los migrantes pueden hacer que se desmoronen las enormes desigualdades que caracterizan nuestro tiempo y se acelere el progreso mundial2.

Decir que vivimos en un mundo globalizado es un lugar común; menos sabido es que la globalización se está produciendo por etapas. Ahora nos encontramos en la segunda etapa: la era de la movilidad.

En la actualidad, los migrantes se desplazan con rapidez y facilidad gracias al transporte económico. Internet, la telefonía asequible y la televisión por satélite los mantienen en contacto constante con sus lugares de origen. Los bancos transfieren electrónica e instantáneamente a sus familias los ingresos obtenidos con esfuerzo. Entre tanto, la globalización ha transformado los mercados laborales, al tiempo que la creciente desigualdad económica (junto con las crisis de origen natural y humano) impulsa la emigración. Es este panorama dinámico lo que convierte nuestros tiempos en la era de la movilidad3.

¿Cuáles son las características y los cambios de las migraciones?

Los diversos tipos de migración se han conectado mediante la creación de una oferta flexible de empleo para mercados laborales diversificados sectorial y territorialmente, y segmentados en razón de la competencia económica, de los mecanismos de regulación y de los estigmas culturales sobre los oficios laborales de migrantes y trabajadores locales. Esos encadenamientos son notorios según un conjunto de interacciones territoriales a diferente escala, y producen una fragmentación espacial, una competencia entre localidades y el deterioro de la cohesión territorial. Eso conduce a un debilitamiento de la regionalidad en diversos lugares de Latinoamérica.

La transnacionalización de las estrategias de reproducción social, entre ellas las migraciones, impone una contradicción a la función social del sujeto migrante: de una parte, éste se integra de forma precaria a la fuerza laboral y se convierte en un generador de ingreso por la vía de las remesas pero, por otra parte, queda excluido socialmente por las condiciones mismas de su inserción laboral, por su deshabilitación jurídica para el reclamo de derechos formales, además de la estigmatización social, del rechazo social o xenofobia social e institucional. A pesar de la centralidad de las migraciones en el orden socio-económico regional, su existencia plantea una ruptura con el orden normativo y con las formas de regulación de la vida social. Además, deja al descubierto nuevas contradicciones y conflictos en la esfera de la ciudadanía.

La combinación entre la globalización económica y la transnacionalización de la vida social se ha traducido en un debilitamiento de la cohesión regional en Centroamérica. Si bien las migraciones producen una nueva interdependencia social y territorial, ésta produce también nuevas fragmentaciones sociales, culturales y políticas que neutralizan los avances en la construcción de una nueva regionalidad. Esas fragmentaciones son fuertes limitantes para la construcción de la ciudadanía, pues ellas derivan en una mayor precarización social y jurídica o en su extremo: la desciudadanización (la pérdida o negación de la condición de la ciudadanía para la persona migrante).

Para los mexicanos y centroamericanos, la migración hacia el norte manifiesta una política imperial que se aprovecha sin ninguna consideración de la desigualdad comparativa de salarios y prestaciones; de nuestra mano de obra barata en la metrópoli; de nuestros profesionales, que no encuentran trabajo justamente remunerado en nuestros países; de la explotación para el mercado externo de nuestra economía, y de nosotros como consumidores en nuestros precarios mercados internos."

Se dio a conocer posteriormente un comunicado sobre los efectos sociales y humanos de estos dramáticos hechos, como el desamparo en el que quedan muchas de las familias de los migrantes; el incremento de sus niveles de pobreza, a causa de los costos de la migración, muchas veces fallida; las consecuencias que todo ello tiene en el desarrollo humano de sus integrantes; las repercusiones que ello tiene para una convivencia familiar y social armónica y pacífica; la falta de alicientes para superarse, por estar atenidas a las remesas que les puedan llegar; la ampliación de los círculos de la migración, por los mayores riesgos de poder regresar al norte; el aumento de la migración de mujeres y niños en años recientes, con la esperanza incierta de poder alcanzar a sus seres queridos; el abandono indefinido de posibles fuentes de trabajo en los propios países, tanto en la ciudad, como -sobre todo- en el campo; el futuro incierto de nuestra economía y la mayor pérdida de independencia de nuestros países. Todo motivado también por la ausencia de políticas migratorias integrales y autónomas por parte de los gobiernos, que por el contrario encuentran en la migración una válvula de escape que los libera de sus responsabilidades sociales, así como por la carencia de una política internacional migratoria que anteponga los derechos humanos y sociales de los migrantes a la actuación discriminatoria y poco crítica de los estados.

En el interesante texto de Grinberg4 se analizan las consecuencias psicosociales y traumas síquicos que los fenómenos de migración y los exilios producen en quienes los viven.

Hablar de exilio [esto también vale para las migraciones] lleva implícita la figura del exiliado, categoría moldeada por la subjetividad, la ambigüedad e incluso la contradicción. Ante los exilios registrados en un tiempo y espacio precisos, surgen las fases subjetivas de los entes históricos. Entonces, estudiar cualquier éxodo implica también comprender al exiliado, tomar en cuenta dimensiones sicosociales y sociológicas. Ello permitirá entender mejor cómo ha sido vivida la experiencia, pese a las visiones parciales y limitadas. Todo investigador que se interese por el tema del exilio, inmediatamente habrá de percibir que, para comprenderlo en toda su amplitud, su riqueza y vicisitudes, debe recurrir a las diversas áreas de la sensibilidad y el conocimiento. Asimismo, tendrá que privilegiar lo subjetivo e individual frente a los hechos fríos y precisos. Importa menos saber la cantidad de exiliados que sus motivaciones; las estadísticas y las gráficas que la economía y la sociología tanto exaltan, en este caso deben emplearse como mera referencia. Se trata de llegar al corazón de las experiencias y las vivencias únicas e irrepetibles; de recuperar los sentimientos, las esperanzas, las desilusiones, los alientos y las formas diversas de reconstrucción de las vidas5

En los exilios hay un “precario elemento volitivo. El factor político es por tanto lo central en la diferenciación con las migraciones, fenómeno que responde básicamente a causas socioeconómicas, es decir, a carencias vitales para los hombres y sus familias (alimento, trabajo, etc.) que los impelen u obligan a buscar otros rumbos, y no a imposiciones como las apuntadas.

En el caso de las migraciones, se refiere a la búsqueda de condiciones de trabajo y de vida negadas en sus países, a un imaginario respecto a posibilidades de “progreso” (reales o fantasiosas), etc. Se trata de una salida que puede ser permanente o momentánea, en la que existen posibilidades de regreso permitidas y sin riesgos6.

Cambios

Todo cambio cultural conlleva inevitablemente modificaciones en la dinámica subjetiva individual, grupal, familiar, etc., en un complejo proceso de continuas readaptaciones que pueden ser resueltas en diferentes medidas y formas, o tener consecuencias patológicas, también en diferentes escalas. Y si esto ocurre permanentemente, es comprensible que los cambios que el sujeto tiene en marcos sociales, políticos, económicos y culturales siempre serán importantes y con efectos considerables en todos los aspectos de su vida. Máxime cuando, en algunos casos, pueden tocar aspectos vitales tan arraigados como formas de vida, costumbres en general, códigos existenciales y éticos, vínculos familiares y amistosos, hábitos alimenticios, idioma, prácticas políticas y posibles restricciones a éstas en virtud de normas legales, limitación en ciertos derechos en relación con los de los habitantes del nuevo país, etcétera.

Todo cambio de marco social implica modificaciones en todas y cada una de las significaciones de las nociones de cultura indicadas. Se modifica, parcial o totalmente, la inscripción en el mundo real y simbólico, con todo lo que esto implica para las diferentes formas de adaptación al mundo nuevo que se abre7. Por tal motivo, en todo cambio de residencia —y esto vale tanto para los exiliados como para los migrantes, “se vive una sensación de fragilidad, de ruptura”, tratándose de “una situación extrema” teñida de una gran angustia y sobre la cual no se tiene ningún control; es probablemente una experiencia que marca, quizás definitivamente, a quienes la han vivido. Más concretamente, implica la pérdida de casi todos los objetos externos, y se puede definir como una situación de cambio extremo [donde] la identidad, que se va formando en una cadena de elaboración y asimilación constante de cambios parciales, se tiene que enfrentar con la pérdida de su marco de referencia externo. El proceso de cambio es masivo y profundo, tanto en cantidad como en calidad, e implica la pérdida concomitante de partes del Yo. Las estructuras sicopatológicas, las situaciones de conflicto y las relaciones tempranas de objeto reciben un impacto tal que, al verse el individuo despojado de su marco de referencia y de los instrumentos cotidianos que permiten encubrirlas, afloran con gran intensidad.

Surgen así conflictos individuales que, por lo señalado, tienen la condición de ser sociales y colectivos de la siguiente manera:

El impacto mayor de esta nueva situación se da en los inicios de vida en otra sociedad, donde son comunes la desconfianza ante las formas de vida y los habitantes del nuevo país, pero también ante compatriotas que los precedieron —desconfianza que puede tener rasgos paranoides—, temor a la soledad y a lo desconocido, etc. Y también es común que a esto siga un periodo de “alivio” al comprenderse que no tiene por qué ser así, lo que brinda un sentimiento de bienestar, búsqueda de nuevas relaciones afectivas y posibilidades de actividad, etcétera.

Todos los que han trabajado e investigado esta problemática coinciden en que, en diferentes grados, se trata de lo que Freud considera una experiencia traumática, causada por un acontecimiento importante e impresionante o por numerosos sucesos traumáticos parciales. Para los Grinberg, la migración, justamente, no es una experiencia traumática aislada, que se manifiesta en el momento de la partida-separación del lugar de origen, o en el de llegada al sitio nuevo, desconocido, donde se radicará el individuo. Incluye, por el contrario, una constelación de factores determinantes de ansiedad y de pena. Creemos, entonces, que la migración, en cuanto experiencia traumática, podría entrar en la categoría de los así llamados traumatismos “acumulativos” y de “tensión”, con reacciones no siempre ruidosas y aparentes, pero de efectos profundos y duraderos.

El señalamiento del duelo y aspectos depresivos responde a lo indicado de la pérdida del mundo de referencia propio de migrantes y exiliados, con todos sus objetos externos y la consiguiente pérdida de las identificaciones establecidas, partes del yo que no desaparecieron. La depresión, por supuesto, es por la pérdida de tal mundo y, en no pocos casos, por sentimiento de culpa de dejar a familiares, amigos, compañeros de militancia, perspectiva de derrota si es que la hubo, etc.

En estas condiciones, y en coherencia con lo indicado de la regresión que muchos hacen a etapas infantiles de su vida, es importante rescatar las observaciones de que “la mayor agresión que puede infligirse a un ser humano es reducirlo a la situación de desamparo que, en su grado extremo, lleva al aniquilamiento”, por lo que no es sorprendente que en estos casos el individuo requiera que alguien —otra persona, grupo, institución, país— asuma funciones de “maternaje” para poder sobrevivir y reorganizarse.

Una parte posterior de este proceso puede plantear otros problemas: caminos diferenciados entre distintos miembros de una familia, donde unos —sobre todo niños y adolescentes, pero no exclusivamente— se adaptan o sobreadaptan fácilmente y otros hacen lo contrario; similar situación se observa en el mundo de compatriotas con las fuertes contradicciones que esto produce, impacto del éxito o fracaso económico, y si éste se alcanza, sus efectos en cuanto a identidad y valores anteriores, deseo de retorno, etc. Un aspecto muy particular es que muchas veces las nuevas condiciones de vida replantean los vínculos familiares y de pareja, permitiendo aflorar conflictos y contradicciones previamente encubiertos por la persecución o mala situación que se vivía, lo que ha producido un porcentaje de separaciones en parejas muy superior al que se ha dado en otros ámbitos. Una hipótesis personal respecto al exilio es que una importante cantidad de parejas se constituyeron en la práctica militante o ambos la compartieron, existiendo por ello tanto un proyecto como un enemigo común que fortalecía el vínculo y minusvaloraba las diferencias y crisis; el exilio, junto con la sentida como derrota política, en muchos casos pone en crisis ese proyecto, y la nueva residencia abre un camino crítico del mismo, de perspectivas de futuro, y desaparece ese enemigo común.

Todas estas problemáticas, sin duda muy serias, deben inscribirse en el contexto que provoca y determina las condiciones señaladas: la gravedad de situaciones económicas y políticas que hacen preferibles estas consecuencias a las que se producirían de quedarse en los países de procedencia, donde eran enormes las posibilidades de prisión, desaparición, tortura, clandestinidad y persecución, en el caso de los exiliados, y miseria, hambre y desamparo en el de los que emigran. Los riesgos que asumen conscientemente quienes emprenden esas aventuras no obedecen a masoquismo alguno, sino que nacen de una imperiosa necesidad, como ocurre tanto en quienes se lanzan a los peligros de las zonas desérticas de Arizona y enfrentan a los cada vez más feroces y sanguinarios guardias fronterizos estadounidenses —donde las posibilidades de éxito son cada vez menores—, como en cada vez más lugares del mundo.

Pero el problema de la transculturalidad no es nada fácil, y ha traído dificultades también conocidas. México es un país muy complejo, por lo que primero conocer sus códigos, para luego adoptarlos, no es tarea fácil, sino que lleva mucho tiempo.

Discriminación

A la entrada del siglo XXI la humanidad enfrenta una paradoja que en el mediano plazo no parece resolverse. Por un lado, el mundo es el escenario en donde se desarrolla una tendencia integradora a nivel global principalmente en lo económico, con avances importantes en la interrelación de las instituciones políticas internacionales. Por otro, también es el espacio en donde en forma paralela la tendencia integradora convive con la inercia de prácticas y patrones culturales que fomentan la desigualdad, la inequidad y la fragmentación social. El racismo, la xenofobia, o la segregación por cuestiones de apariencia física, edad, género, estado de salud, discapacidad, lengua, orientación sexual o condición económica, son prácticas comunes arraigadas en el desarrollo cultural de muchas naciones en los cinco continentes.

La problemática de los flujos migratorios probablemente sea el ámbito en donde mejor se refleje estas practicas8, pues conforma un fenómeno en el que no tiene presencia la tendencia integradora y más bien está determinada por los agentes segregadores. Muchas son las causas. En la mayoría de los casos, la problemática migratoria se analiza desde la perspectiva económica o política9.

Una de las características que distinguen la problemática de los migrantes es precisamente la discriminación social de la que son objeto, misma que se desarrolla de manera independiente a su calidad legal de documentado o indocumentado. Esto es así en virtud de que a nivel mundial o regional, por su naturaleza los flujos migratorios están inmersos en un ambiente de rechazo, menosprecio y estigmatización sustentado en el prejuicio social y la intolerancia racial o cultural en función de su origen extranjero, raza, nivel económico, estatus legal, pertenencia étnica, edad, género o eventualmente por una condición de discapacidad. De ahí que la discriminación constituya un elemento cultural central que no sólo impide la integración social y cultural de los migrantes, sino que en casos extremos incluso llega a limitar el derecho fundamental más básico como es el derecho a la vida. La discriminación en tal sentido tiene un peso mucho mayor en el menosprecio de los migrantes que incluso los factores económicos.

En términos específicos, la noción de discriminación, de acuerdo al Doctor Jesús Rodríguez Zepeda10 hace alusión a: “una conducta culturalmente fundada y socialmente extendida, de desprecio contra una persona o grupo de personas sobre la base de un prejuicio negativo o un estigma relacionado con una desventaja inmerecida, y que tiene por efecto (intencional o no) dañar sus derechos y libertades fundamentales”.

La discriminación que sufren los migrantes y que se traduce en detenciones arbitrarias, impedimento de la reunificación familiar, aplicación discrecional de la ley o condiciones infrahumanas en el lapso de su aseguramiento, es la base de la marginación social. El derecho a la no discriminación no debe confundirse con la filantropía o la caridad de respetar al que se considera distinto. La no discriminación como derecho fundamental debe ser tutelado por el Estado y debe ser exigido por la sociedad. La discriminación como un trato diferenciado con un sentido de desprecio y de inferioridad a una persona o un grupo social sustentado en una estigmatización limita el ejercicio de derechos fundamentales, como en el caso de los migrantes.

La vulnerabilidad de los migrantes

Las y los migrantes empiezan a ser vulnerables desde antes de ser migrantes. La estructura social y económica en que se desarrolla un ser humano, le impone una serie de condiciones de subsistencia, pobreza, desempleo, salarios bajos, violencia política, inseguridad ciudadana, desastres naturales y deseos de superación que su país no le ofrece, por lo que se ve forzado a emigrar en búsqueda de mejorar su condición de vida y calidad humana.

A pesar de que logren esa inserción, existirán distinciones entre el nacional y el inmigrante, que los hará ver como un extranjero desde el punto legal, ello a pesar del compromiso del país para respetar los derechos humanos de los migrantes. Es por esa razón, que el inmigrante enfrenta una serie de problemas y dificultades en su país de destino que se puede resumir en:

1. El solo hecho de ser extranjero genera reacciones de hostilidad por parte de cierto sector de la población, fundamentadas en la xenefobia.

2. El inmigrante, en especial el irregular o indocumentado, es objeto y sujeto de discriminación laboral: horarios extensos, labores intensas, bajos salarios y sin garantías sociales y maltratos.

3. Se estereotipa al migrante como una persona que viene a realizar labores complementarias (trabajo de segunda categoría) que ya los nacionales no desean realizar (servicios, construcción, agricultura).

4. Por la forma de su inmigración y su situación en el país: viviendo en condiciones precarias, su inserción laboral sin las garantías sociales requeridas, son seres humanos que difícilmente logran realizarse a plenitud y por lo tanto su ciclo de pobreza no se rompe.

5. El inmigrante está expuesto o sometido a todo tipo de impedimentos, trabas, en especial los irregulares que buscan su invisibilidad, por lo que se le dificulta más su acceso a los servicios sociales.

6. La distancia de sus familiares y la lejanía de su tierra natal, además de sus temores a la deportación, les condicionan a vivir en soledad, con temores, a escondidas y por lo tanto, vedados de ejercer el reclamo de sus derechos cuando le son violados.

7. Esa misma situación en muchas ocasiones les inhibe para celebrar sus tradiciones, por lo que se exponen a perder con el tiempo su identidad cultural.

8. Los inmigrantes, y en especial las mujeres, están expuestas a sufrir maltrato físico y verbal, así como a ser abusadas sexualmente. La amenaza de despido y deportación, son acciones cotidianas en el inmigrante, en especial los indocumentados.

9. En muchas ocasiones la policía migratoria abusa de su poder, se dan maltratos físicos y verbales y detenciones arbitrarias, en condiciones infrahumanas.

10. Normalmente el inmigrante se ve forzado a emigrar de su país de origen, sin tener la mínima información sobre la situación real de su país de destino y sus posibilidades reales de insertarse laboralmente.

Existe una tendencia de estigmatizar al inmigrante según su país de procedencia y perfil socioeconómico.

La migración centroamericana hacia los Estados Unidos. El paso por México.

Tanto la externalización del control de fronteras norteamericanas hacia el sur de México, como la militarización de la frontera norte, están significando un notable incremento de víctimas entre los migrantes que emprenden su ruta hacia los Estados Unidos. Paralelamente a esto, el Senado norteamericano ha bloqueado cualquier posibilidad de regularización masiva de sus ya más de 12 millones de clandestinos. El camino de las políticas migratorias norteamericanas se endurece y con él el drama que ocasiona11.

La ruta centroamericana de la inmigración a los Estados Unidos se está volviendo cada vez más dramática. Las cifras de muertos se incrementan en paralelo a las dificultades que cada uno de los gobiernos va imponiendo en el paso de sus fronteras. De igual manera crecen los centros de detención de migrantes y el volumen de las deportaciones. Se estima que uno de cada 5 migrantes sin papeles consigue lograr su objetivo.

La aventura de una persona indocumentada que aspira llegar a Estados Unidos puede durar hasta tres meses. Los “polleros” o “coyotes” cobran entre 4.000 y 9.000 dólares por llevar allí a los indocumentados, una amplia fluctuación que depende del origen y de la ruta del migrante indocumentado.

La realidad de los flujos migratorios de centroamericanos que cruzan la frontera sur de México (1.149 kilómetros de frontera con Guatemala y Belice) en su intento por llegar a “El Dorado” norteamericano se hace cada vez más preocupante. Según diversas fuentes, en los últimos cinco años han muerto o desaparecido al menos 5.000 salvadoreños y más de medio millar de hondureños, al intentar atravesar uno de los cruces más difíciles del comienzo de la travesía : la frontera Guatemala-México.

La presión política a la que ha sido sometido México por parte de EE UU desde hace ya varios años en esta materia ha hecho que la frontera sur mexicana sea una zona tremendamente militarizada, convirtiéndose así en el inicio de la “pesadilla del sueño americano” para muchos de los indocumentados que la cruzan.

En México las organizaciones sociales que trabajan en la atención a los inmigrantes cada vez están teniendo mayores problemas para poder ingresar en las estaciones de inmigrantes (centros de detención). De igual manera se están viendo afectadas por una intensa campaña de criminalización por parte del Estado. Hay activistas que sufren condena de hasta seis años, bajo la acusación de pertenecer a redes de tráfico de migrantes, simplemente por haber ofrecido alimentos a los “indocumentados”. Toda esta situación se ha venido recrudeciendo desde la llegada de Felipe Calderón a la presidencia de la república.

Según datos oficiales México detuvo entre primeros de 2005 y finales de 2006 a 422.984 migrantes indocumentados, la mayoría de origen centroamericano. Se están realizando más de 200 deportaciones diarias hacia El Salvador, Guatemala y Honduras. Las estaciones migratorias están saturadas de detenidos, y muchos migrantes esperan su deportación en centros penitenciarios e incluso cárceles militares, simplemente por el hecho de carecer de la visa requerida para estar en México.

Aproximadamente 150 mil guatemaltecos toman la decisión de migrar anualmente, las migraciones, constituyen parte substancial de las estrategias de supervivencia y/o movilidad social en fuertes sectores de la población guatemalteca y centroamericana. Son personas que se ven forzadas a salir de sus patrias para buscar en otras, mejores oportunidades de trabajo y mejores salarios.

Una de las mayores preocupaciones son las deportaciones. Sólo este año, hasta octubre, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Migración de México, más de 63 mil centroamericanos fueron deportados por las autoridades mexicanas, de los cuales cerca de 37 mil son guatemaltecos. Las deportaciones comienzan, normalmente, en Estados Unidos, donde la política antimigración aumentó, teniendo como justificación gubernamental la lucha contra el terrorismo.

Las migraciones Sur-Norte -principalmente en dirección a los Estados Unidos, pero también a México-, que llevan a miles de guatemaltecos a cruzar anualmente las fronteras son las más comunes. Sin embargo, se observan también en el país migraciones hacia los vecinos centroamericanos e internamente.

En este tipo de migración, los trabajadores tienen que convivir con la explotación laboral y las difíciles condiciones de trabajo. Unos 35 mil braceros guatemaltecos, adultos y niños, ingresan al año para levantar la producción agrícola de Chiapas, pese al maltrato, explotación laboral y retención de salario que sufren por parte de finqueros12.

La frontera sur de México, del Pacífico al Atlántico, tiene unos mil 200 kilómetros de longitud y colinda con Guatemala a lo ancho de los estados de Chiapas (más de ochocientos kilómetros), Tabasco y Campeche (220 km), y con Belice (175 km) en Quintana Roo. El punto más occidental de la frontera México-Guatemala, muy cerca ya del Pacífico, Ciudad Hidalgo-Tecún Umán, está dividido y unido por el río Suchiate, y el paso es fluido como la corriente del río que transcurre. El puente binacional, recién rehabilitado después del huracán Stan, tiene una abundante circulación de pasajeros y aduanal de mercancías transportadas en triciclos, el vehículo más local y oriental –asiático– de la zona.

Pero el cruce no es precisamente un paseo para los migrantes centroamericanos que necesitan entrar a México para llegar a su destino más preciado, Estados Unidos. México, país de un espinoso tránsito para la población migrante pobre e indocumentada, para la que el destino final se convierte con mucha frecuencia en inalcanzable una y otra vez, porque muchos persisten y lo vuelven a intentar hasta donde les alcanzan las fuerzas físicas y la esperanza de prosperar.

Como una metáfora en vivo de las ya famosas "espaldas mojadas", representan el esfuerzo y el riesgo de la travesía de los "tres veces mojados" del sur que van al norte. Los balseros del Suchiate son transportistas de pasajeros y de mercancías que, en un cruce ilegal pero custodiado por soldados del ejército, arriesgan hasta el resuello, según el nivel del cauce del río debido a las lluvias, y también por una módica cantidad en quetzales o en pesos. Son jóvenes, de otra manera no podrían bracear y tragar el agua del río en caso necesario antes de pasar, con la edad, de transportistas acuáticos a tricicleros terrestres. Éstos sí cobrando sólo en quetzales, que están al alza, ya que de soberanía y moneda nacional se trata de uno y otro lado de Guatemala y México.

La frontera norte de México empieza en el sur. Sobre todo después de las restricciones del gobierno norteamericano a la migración, y del huracán Stan, que desplazó la estación de arranque en Ciudad Hidalgo del tren de carga de la compañía Chiapas-Mayab a trescientos kilómetros al norte, hasta Arriaga, casi en el límite de Chiapas con Oaxaca. El tren cruza en su trayecto una pequeña zona de Oaxaca y sigue su recorrido hasta Orizaba, Veracruz.

Pero, ¿llegan? Algunos no tienen documentos ni en su propio país y ni siquiera registro de su nacimiento. Inexistentes. A muchos de los que sí los tienen, se los roban asaltantes o se los quitan las propias autoridades, junto con el poco dinero que llevan para subsistir. Por eso toman el tren fantasma con fe, como si sus rieles y durmientes señalaran el camino al cielo y ellos se contaran por una vez entre los favorecidos. Como dice Urs Jaeggi (El silencio del desierto): "En medio del infierno algo resiste y se mantiene como la mala hierba. Es poco y mucho a la vez. Protege del suicidio, de la desolación"13.

Tratados como extranjeros y como delincuentes, cuando son migrantes que ejercen su derecho a la libre circulación, son considerados un peligro, son el "otro". No hay marcha atrás, y aunque los regresan a los lugares de los que han huido, lo vuelven a intentar de inmediato.

Uno de los caminos que los ‘mojados’ utilizan para llegar al ‘El Dorado’ del norte es la Ruta Maya. Es la ruta de los más pobres, de los que no tienen 6.000 dólares para pagar a los ‘coyotes’ para que les crucen en camiones la frontera de Tucum Uman o La Mesilla (en la frontera sur con Chiapas), que son las rutas más ‘seguras’. DIAGONAL ha hecho este recorrido junto a los ‘mojados’14.

El flujo migratorio de Centroamérica y el Caribe hacia EE UU y Canadá ha crecido de forma desproporcionada en los cinco últimos años, según señalan estudios realizados por diversas instituciones defensoras de los derechos humanos en Centroamérica. Miles de hondureños, salvadoreños, guatemaltecos15 y en especial mexicanos, aceleran el paso hacia los EE UU, con el objetivo de cruzar antes de que termine la construcción del nuevo muro fronterizo.

          Conclusión

Se está frente a un proceso de globalización en lo que todo implica beneficios económicos, ganancias exorbitantes, pero sin importar el actor principal de la globalización, el ser humano, y por lo tanto, el deterioro de su calidad de vida va en crecimiento, con lo que las desigualdades sociales, económicas y culturales se profundizan; la pobreza se incrementa y por lo tanto la movilidad poblacional aumenta en su volumen y dimensión y asume nuevos roles o tendencias migratorias según su ubicación geográfica y realidades nacionales y/o regionales, porque en cada ser humano está latente su sueño de dignificarse y mejorar su calidad de vida.

La experiencia migratoria no se limita al aspecto económico sino que modifica al mismo tiempo la cultura popular del migrante y la de su pueblo de origen. Las nuevas generaciones viven y piensan cada vez más en función de la cultura de la migración a Estados-Unidos.

La economía informal ligada a la presencia de migrantes centroamericanos con destino a Estados Unidos, como el aumento de la migración de las poblaciones locales, engendró numerosos cambios culturales e identitarios.

El modelo familiar cambió, muchas mujeres viven solas con sus hijos. Ahora también, esposas y solteras se van a Estados Unidos para reunirse con marido y encontrar trabajo, dejando sus hijos a casa de un pariente. La migración distendió los lazos afectivos y una abuela o una tía no puede sustituir a los padres.

Estos cambios modificaron la estructura familiar y por consecuencia perturban toda la sociedad guatemalteca, como el particular desarrollo de las maras.

La cultura establece lazos identidarios fuertes. Los migrantes son protagonistas de los cambios culturales que no son una parte de las transformaciones económicas sino el comportamiento fundamental del tipo de sociedad que esta construyendo.

Esta nueva identidad ligada al fenómeno migratorio esta compartida por muchos latinos y particularmente centroamericanos, quienes sueñan a la tierra norteamericana. Algunos hombres hoy quieren viajar hasta los Estados Unidos no porque existe guerra civil o crisis económica en su país sino porque quieren irse para hacer un viaje “initiatique”.

    Están en el mito del el dorado, « todo estará mejor allá »

(*).Dra. En Comunicación Social. Docente Adjunta en la Cátedra de Historia Social Contemporánea de la Escuela de Ciencias de la Información en la Universidad Nacional de Córdoba-Argentina.

Bibliografía

- Brünner, José J. Barros, Alicia y Catalán, Carlos. Chile: transformaciones culturales y modernidad, Santiago, Flacso, 1989.

- Bourdieu, Pierre. Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción. Barcelona, Anagrama, 1997.

- Castles, Stephen.Globalización y migración: algunas contradicciones urgentes. Texto del discurso inaugural presentado en la reunión del Consejo Intergubernamental del MOST, 16 de junio de 1997. En: www.ub.es/prometheus21/articulos/nautas/18.pdf

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Películas: ‘El viaje de Teo’ y ‘Purgatorio’.

Renee Isabel Mengo

R.A-Cba, Octubre de 2008

Notas
  1. Ribotta, Silvina V. Globalización versus derechos humanos. ¿Pueden configurarse los derechos humanos como una estrategia emancipadora en el actual contexto de globalización neoliberal? Instituto Internacional de Gobernabilidad, Barcelona, España, 2003.
  2. FLACSO.Publicación 2008. -Migración América LatinaEstados Unidos, segunda administración Bush http://www.flacso.org/imagenes/migracion_bush.pdf. pp. 14 a 32. En www.flacso.org/imagenes/migracion_bush.pdf
  3. Banki-Moon. Actual Secretario General de las Naciones Unidas.
  4. Grinberg, León y Rebeca. Psicoanálisis de la migración y del exilio, Madrid, Alianza Editorial, 1984,
  5. Meyer, Eugenia y Salgado, Eva. Un refugio en la memoria. La experiencia de los exilios latinoamericanos en México. Facultad de Filosofía y Letras, México, UNAM/Océano, 2002, pp. 11 y 17.
  6. Gainza, Patricia. “La feminización de la migración y las familias transnacionales”. En Revista Pueblos. Martes 16 de mayo de 2006. Nº 110. En http://www.revistapueblos.org/spip.php?article396
  7. Garcia Damian, Marta. “Transformaciones culturales y reforzamiento de las identidades locales”. Pp. 68 a 77. En los Nuevos escenarios de la migración: causas, condiciones, consecuencias. Coordinadora: María Ileana García Gossio. En: http://boell-latinoamerica.org/download_es/Libro_migracion2.pdf
  8. Becerra Gelóver, Alejandro. Flujos migratorios y discriminación. Ponencia presentada durante el Seminario Internacional sobre los Derechos Humanos de los Migrantes. Boca del Río,Veracruz, junio de 2005. En: http://portal.sre.gob.mx/pcdh/libreria/libro5/alejandro%20becerra.pdf
  9. Conejo Arellano, Alberto. La identidad cultural y la migración. Una visión desde las experiencias de la Educación Intercultural Bilingüe en el Ecuador. En Revista Yachaykuna http://icci.nativeweb.org/yachaikuna/. Nº 3. Junio de 2002. En: http://icci.nativeweb.org/yachaikuna/3/conejo.html
  10. Rodríguez Zepeda, Jesús¿Qué es la discriminación y cómo combatirla?, México, Cuadernos de la Igualdad, Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, No. 2, p.9.
  11. Machado, Decio. La migración centroamericana hacia los Estados Unidos. En Revista Pueblos, Nº 28, jueves 20 de septiembre de 2007 http://www.revistapueblos.org/spip.php?article659. Fuente, http://www.revistapueblos.org/spip.php?article650
  12. Se fueron sin nada y hoy regresan peor. Diario El Universal online. 2008-10-13. Sección Los Estados. En http://www.eluniversal.com.mx/estados/69812.html
  13. Salmerón, Cristina. La plástica cuestiona la realidad inmigrante.Diario El Universal, Domingo 24 de septiembre de 2006. Sección Cultura, página 7. En, http://www.eluniversal.com.mx/cultura/vi_49960.html
  14. Machado, Decio. La ruta de los mojados : "Jalando pa'l norte". En Peridico Digital. Crónica. Número 57. 21 junio al 4 julio de 2007. En, http://www.diagonalperiodico.net/spip.php?article4192
  15. El 12 de abril del 2006 un guardacostas estadounidense interceptó en las costas de Guatemala un barco con 96 indocumentados, entre ellos 67 ecuatorianos y 25 peruanos que fueron remitidos a un albergue de la capital guatemalteca para su deportación. El resto de los tripulantes fueron los traficantes que fueron a prisión preventiva para aclarar su situación legal. En: “Guardia Costera de EE.UU. capturó barco con 67 ecuatorianos”. 12 de abril del 2006 www.elcomercio.com.


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