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E C U A D O R:
LA DESCOLONIZACIÓN SIGUE EN EL DEBATE
Parte 1

JORGE LORA CAM

Los momentos constitutivos, la experiencia y la memoria son fundamentales para entender las luchas actuales. La resistencia indígena-campesina en los años treinta consiguió la Ley de Comunas que propició el reconocimiento y el fortalecimiento de éstas. De ahí que la configuración del movimiento indígena y la lucha por la tierra en el Ecuador tenga por lo menos seis décadas.

En una primera etapa, el Partido Comunista juega un destacado papel conformando en 1944 la Federación Ecuatoriana de Indios (fei), vinculada a la Confederación de Trabajadores del Ecuador (cte). En 1968 se forma la Central Ecuatoriana de Organizaciones Clasistas, inspirada en la doctrina social de la Iglesia, que en los años noventa —luego de divisiones— un sector mayoritario la reconfigura en la Federación Nacional de Organizaciones Campesinas, Indígenas y Negras (fenocin).

La clase política y algunos militares entendieron que eran necesarios algunos cambios para que no cambie todo. En 1965 y 1975 impulsan leyes de reforma agraria. La primera abolió el trabajo precario, rescindió contrato con la United Fruit Company y transformó a los miembros de organizaciones rurales en propietarios minifundistas. Con la segunda ley, sobre la base de los ingresos petroleros, se impulsó el desarrollo rural entendido como: asistencia técnica, créditos, infraestructura productiva, apoyó a la comercialización y programas sociales. Se impulsó la colonización del oriente y se buscó la homogenización étnica construida sobre la primacía blanca.

En los años setenta y ochenta los ejes de la movilización eran contra la colonialidad del poder expresada en el racismo, por la identidad cultural y la formación de sólidas organizaciones capaces de defender la territorialidad y la tierra. El predominio de lo étnico sobre lo clasista modificó el rumbo histórico, al redefinirse las relaciones del movimiento indígena con el movimiento sindical, con el Estado, la Iglesia y las ong. En 1979, mediante Referéndum, se acepta la participación electoral de indígenas y campesinos, abriéndose un nuevo campo de dominación, pero también de disputa.

En julio de 1972 se constituye el Runacunapac Riccharinuri Ecuarunari (Despertar de los Indios Ecuatorianos), que articula a los indígenas de la sierra centro-sur pero inmovilizaba la relación etnia-clase. A fines de los años setenta se forma la Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana (confeniae), que organiza regionalmente a los indígenas amazónicos por la legalización de los territorios contra la colonización de las trasnacionales petroleras y del Instituto Lingüístico de Verano (ilv), el cual colaboraba con las primeras.

La formación de la Coordinación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (conacnie) en 1983, que integraba indígenas de los Andes y de la Amazonía, plantea una posición de independencia del Estado y de oposición al gobierno socialcristiano de Febres Cordero. Se objetiva en el rechazo a instituciones indigenistas como la Oficina Nacional de Alfabetización (ona) y la Dirección Nacional de Poblaciones Indígenas del Ecuador, creadas para obstaculizar la unidad de los pueblos indígenas y para subordinarlos a las políticas estatales.

Al impulso de esta conflictividad nace la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (conaie), la cual en su afán por revalorizar las identidades étnico-culturales fundidas a las demandas de los pobres sin tierra, acuñó la categoría de nacionalidades y pueblos. La confluencia de Ecuarunari y la confeniae y la aparición de intelectuales indígenas y no indios que introdujeron nuevos debates y reflexiones teóricas con nuevos conceptos: identidad, territorio, diversidad, nacionalidad, interculturalidad, plurinacionalidad, marcan una nueva fase de la rebelión.

Los pueblos indígenas asumen la definición y alcances de la llamada educación bilingüe. En 1986 proponen la Ley de Nacionalidades Indígenas, un nuevo Estado plurinacional y multicultural desestimado por el Congreso. Paralelamente los trabajadores y su central, el Frente Único de Trabajadores (fut) entran en reflujo como en toda América Latina el movimiento obrero, debido a la destrucción neoliberal de sus organizaciones.

En mayo-junio de 1990 —cerca de cuatro años antes de la aparición del ezln en México— se produce el primer levantamiento conducido por la conaie. Miles de indígenas marcharon por tierra y otras reivindicaciones sociales y culturales hacia las capitales de provincias. El gobierno de Rodrigo Borja (1988-1992) creó comisiones para dilatar la respuesta. En 1991-1992 la conaie plantea el desconocimiento del sistema político y del Estado y se niega a participar en el censo de 1991. Toman el Congreso Nacional exigiendo la plurinacionalidad.

Desde 1992 se incrementan los debates sobre la colonialidad del poder y del saber, sin denominarlas así, reconfigurando alianzas. En ese año marchan los pueblos orientales a Quito, la capital, comandados por la Organización de los Pueblos Indígenas del Pastaza (opip), logrando la legalización de un millón 150 mil hectáreas de territorios tradicionales.

En 1994 Sixto Durán Ballén, en una contraofensiva neoliberal, sanciona una Ley de Desarrollo Agrario que provoca una movilización de dos semanas convocada por la Coordinadora Nacional Agraria, consiguiendo que no se privatice el agua y el reconocimiento de las etnias indígenas como pueblos ancestrales, lo cual posibilitaba la legalización de tierras.

En 1995 la consulta popular convocada por el presidente Durán Ballén fue rechazada por la Coordinadora de Movimientos Sociales, conformada para este fin. La conaie se mantuvo al margen por preservar su autonomía. Sin embargo, más tarde, entre la crisis de la democracia representativa y el debate por impulsar la asamblea popular constituyente, se va perfilando la posibilidad de la participación popular en las instituciones del poder a través de un movimiento que en 1996 se constituye como el Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutic-Nuevo País. Es la incursión en el neoliberalismo político lo que propicia la mercantilización y con ella la corrupción del sistema y el régimen político a partir del dominio del interés privado, el individualismo, la conformación de mafias, el impulso de la mercadotecnia y las encuestas políticas.

Los días 29 y el 30 de enero de 1996 sintetizan el antagonismo entre lo táctico y lo estratégico. La asamblea de la conaie, respondiendo a demandas amazónicas (confenaie y la Asamblea del Pueblo Indígena Amazónico), un año antes había resuelto participar en las elecciones dejando en un segundo plano la lucha por el reconocimiento de las nacionalidades que de algún modo significaba la refundación del Estado. Elegido Bucaram, inició una ofensiva contra los pueblos indígenas y organizaciones en lucha, comprando conciencias de congresistas, creando un ministerio étnico-cultural con un indígena shuar a la cabeza, buscando dividir y controlar a la conaie. De poco le sirvieron tales argucias, pues a los dos años de su mandato se constituyó el Frente Patriótico de Defensa del Pueblo para revocar el mandato presidencial envuelto en corrupción y autoritarismo.

Ecuador mantenía una izquierda enraizada en los pueblos, logrando que el Congreso —con el nuevo presidente, Fabián Alarcón (1997-1998)— derogara las medidas económicas neoliberales, reducción de precios de servicios, desaparición del Ministerio Étnico y detener las privatizaciones. En el plano organizativo dan un paso más al conformar las asambleas ciudadanas en varias provincias con la participación de organizaciones indígenas, sociales, autoridades locales, iglesias, etc. Ejercicio de soberanía que llevó a la caída del presidente el 11 de febrero de 1997. En algunos lugares nombraron gobernadores y autoridades de empresas públicas.

En julio de 1997 es aceptada la Asamblea Constituyente que sería electa al año siguiente, en mayo, para iniciar sus funciones en agosto. Una maniobra para recomponer la dominación y el poder, ante la cual sectores campesinos de la cms decretan la Caminata Nacional por el Estado Plurinacional organizada por indígenas y movimientos sociales, que el 12 de octubre tomaron Quito para instalar una Asamblea Constituyente Popular. La derecha adelantó elecciones para octubre de 1997, propinando una esperada derrota al pueblo opositor, que tuvo diez representantes de setenta. Se aprobó con legitimidad una Constitución neoliberal. En 1998 el pueblo organizado participó en las elecciones para presidente y el Congreso, reduciendo sus logros al 5 por ciento. Obviamente en ese momento habían equivocado el espacio de confrontación, pero había que experimentar.

Electo Jamil Mahuad (1998-2000), continuó con el intento de la clase política de neoliberalizar al país. Ello creó las condiciones para el cuarto levantamiento indígena y popular, en junio de 1999. Después de dos semanas de movilizaciones, decidieron integrarse a las mesas de diálogo con el objeto de continuar en el escenario público, fortalecer la unidad de las organizaciones sociales, mantenerse como alternativa y fomentar la iniciativa política con un programa de gobierno. En noviembre de 1999 la conaie y el mas mediante un manifiesto propusieron al pueblo revocar el mandato del gobierno, del Congreso y de la Corte de Justicia para conformar el Gobierno de Salvación Nacional.

Para tal fin convocaron a la formación de parlamentos de los pueblos en las provincias y a nivel nacional. Se gestaba una conspiración empresarial, mientras paralelamente el Parlamento Nacional de los Pueblos del Ecuador se organizaba para una manifestación popular. Este parlamento representa a las 22 provincias del país y pugnaba por un cambio total del modelo neoliberal. El proyecto de cambiar la economía nació de la conaie, inspirada en la experiencia de los parlamentos y apoyada por la cms. La conaie convocó a una marcha el 17 de enero hacia Quito, en protesta ante la dolarización y denunciando la situación del país. No obstante el cierre de caminos por las fuerzas armadas, el 19 estaban en la capital. Jóvenes oficiales del ejército se unieron al movimiento y el día 21, superando el cerco, ingresan al Congreso.

El 20 de enero de 2000 los pueblos indígenas cercan el Congreso y la Corte Suprema de Justicia. El 21 tomaron el Congreso Nacional. Se reinstaló el Congreso de los Pueblos del Ecuador y proclamó el mandato de los pueblos a través de una Junta de Gobierno de Salvación Nacional. El Parlamento de los Pueblos entrega el gobierno a una Junta de Salvación Nacional encabezada por el coronel Lucio Gutiérrez e integrada también por el presidente de la conaie, Antonio Vargas y el ex vicepresidente de la Corte Suprema, Carlos Solórzano. Se plantea la salida de Mahuad y un programa antineoliberal. La traición de los generales termina con la imposición del vicepresidente Gustavo Noboa en la presidencia.

A las pocas horas se une al movimiento el ministro de Defensa, Carlos Mendoza, y Gutiérrez le cede la jefatura a su “superior”. Este militar junto con el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas disuelve la junta y nombra al vicepresidente Gustavo Noboa como presidente. Inmediatamente Gutiérrez y otros son apresados. Liberado cinco meses después, éste organiza la Sociedad Patriótica 21 de Enero, con objeto de luchar por refundar la república cívica, patriótica y justa, inspirado explícitamente en la experiencia venezolana. Se pronuncia como antioligárquico y antiderechista, enemigo del Plan Colombia y de las privatizaciones.

No obstante que el aspecto más criticable de la conaie, de la dirección del movimiento y del propio coronel Gutiérrez fue la entrega del movimiento a la jerarquía de las fuerzas armadas, es de rescatar la fragmentación ideológica de los militares y la influencia del movimiento venezolano en el poder.

Hubo dos hechos en enero y septiembre del año 2000 —como lo reconocen Seoane-Taddei— que estremecieron al Ecuador.1 De acuerdo con ellos, muestran la amplitud de la participación de las comunidades indígenas nucleadas en la conaie, las que en un solo movimiento con la Coordinadora de Movimientos Sociales (cms), que agrupa a trabajadores del sector público, energético, municipales, estudiantes, mujeres, ecologistas, intelectuales, defensores de los derechos humanos e incluso sectores políticos, el Frente Unitario de Trabajadores (fut) y otras organizaciones se enfrentaron a la política neoliberal, privatizadora y dolarizadora de la economía.

Estos movimientos se dieron en medio de intensas contradicciones en el poder. Los empresarios de la costa, socialcristianos, eran excluidos por el gobierno de los beneficios financieros otorgados a los de la sierra y comenzaron a tramar en contra de esa situación junto con la Iglesia y la cúpula militar entreguista, que habían traficado con la deuda y estaban esperanzados en que el vicepresidente y militante del Opus Dei, Gustavo Noboa, fuera un aliado.

Ecuador contaba con el movimiento indígena más significativo de América del Sur, con un enorme trabajo popular, con poderes locales y regionales y estuvo a punto de compartir el poder central con militares y representantes populares, después de provocar la caída de varios presidentes en los últimos años (tres en menos de cinco años). El 21 de mayo hubo elecciones municipales, en las cuales para algunos analistas, triunfó el movimiento indígena que expresaba la fuerza demostrada en el levantamiento del 21 de enero, cuando forzaron la salida del presidente Jamil Mahuad. Sin embargo, el movimiento Pachakutic sólo logró 20 por ciento de los representantes en los poderes locales, lo que terminó en un fracaso al aumentar las disputas internas y los intereses privados de algunos dirigentes.

Un año después la lucha continuaba, una nueva rebelión indígena exigía derogar las medidas neoliberales de Noboa con marchas y toma de caminos. Esta vez dominó la violencia estatal y el movimiento se transformó en lucha por la liberación de los presos y el establecimiento de acuerdos con el gobierno. El alza del precio del gas se redujo en 40 por ciento, se acordó otorgar créditos a los campesinos, indemnizar a deudos, apoyo a emigrantes internos y externos y no involucrar al país en el Plan Colombia. Por enésima vez pasaron a formar parte de las mesas de engaño y control, conocidas como “mesas de diálogo”. Mientras se seguían aplicando las medidas neoliberales.

Así se comprueba, una vez más, que los indígenas y el pueblo únicamente con la fuerza cobran visibilidad. La identidad, reciprocidad, el proyecto político, la conciencia producto de una década de luchas y siete grandes movilizaciones desde 1990 —que comenzaron combatiendo la colonialidad del poder y por la tierra— en 1992, siguiendo esta perspectiva combaten por un estado plurinacional. Más tarde, entre 1994 y 1998 se enfrentan al neocolonialismo y sus expresiones en las alzas de precios, el desempleo y el salvamento bancario.

En 1996 deciden participar en las elecciones, constituyendo el Pachakutic Nuevo País en el instrumento político que aglutinará a viejos y nuevos actores sociales rebeldes: ciudadanos, indígenas y movimientos sociales. La conaie y Pachakutic confrontaban sus candidaturas con los movimientos y partidos asociados a los movimientos sociales. Con el candidato Freddy Elhers lograron 20 por ciento de los votos, unificando a la izquierda pero contra la vieja izquierda; su fuerza radicaba en su contenido ético. Sin embargo los dirigentes fueron cooptados por el sistema y afloraron las contradicciones con la izquierda tradicional. Quedaron en el Pachakutic los indígenas.2

Los resultados electorales por regiones y provincias expresaron las fracturas sociales y la colonialidad racista del poder en Ecuador. La sierra y el oriente votaron para alcaldes y prefectos principalmente por Pachakutic (con fuerte influencia de la conaie), la alianza entre el Movimiento Popular Democrático, el Partido Socialista y la Izquierda Democrática de Centro; mientras que el Partido Roldosista y el Partido Socialcristiano triunfaron en la costa, con excepción de Esmeraldas, de mayoría negra, donde triunfó el mpd. Los sujetos en el poder continúan siendo los viejos partidos, los generales, los empresarios oligarcas, quienes administran las políticas definidas por los Estados Unidos a través del fmi y la banca mundial en favor de las trasnacionales. La privatización, el salvamento bancario, los incrementos en la canasta básica, el abaratamiento del precio de la fuerza de trabajo y las mismas elecciones son definidas y certificadas por ellos.

Las organizaciones populares del Ecuador, el Parlamento de los Pueblos, la conaie (por su funcionamiento, programa y resoluciones fueron constituyendo un nuevo germen del nuevo poder), los partidos y las fuerzas que forman parte del Frente Patriótico, los sindicatos obreros, movilizándose independientemente del Estado, con un programa autonomista, podían transformar el país. Sin embargo, la sociedad temió ante la emergencia de un actor social que quería convertirse en sujeto. La acción de enero fue producto de un complejo proceso de una década del movimiento indígena ecuatoriano que comprendió movilizaciones, nuevas formas de organización y politización.

Programáticamente en 1996, con la conformación del movimiento político Pachakutic, pasan de la lucha por la tierra a la lucha por la plurinacionalidad, por el respeto a la diferencia ante el racismo, derrota, humillación y fracaso indígena, la negación de sus raíces. Éste es un salto para convertirse en sujeto que conducirá a nuevos límites a superar con una nueva propuesta; es decir, al cuestionamiento de la juridicidad estatal, del estado de derecho. La plurinacionalidad se convertía en retórica y se percibía cada día más la exclusión.

En marzo de 1999 el gobierno acepta integrar las “mesas de diálogo”, lo que iba en contra de la política neoliberal y de la exigencia norteamericana de aplicar una política de shock y dolarizar el país. Ante su inminencia, en junio de 1999 se produce un levantamiento. En un país racista desde el poder la emergencia del sujeto necesitaba mayor maduración para ser más efectiva la combinación de todas las formas de lucha. Era requisito una profunda transformación de la conciencia histórica.

El Estado recurre a sus armas más poderosas: la institucionalidad, o sea, la codificación en una serie de normas, reglas y tradiciones de las relaciones y actividades sociales; la Constitución, es decir, la legitimación jurídica y política a través de un conjunto de normas básicas que regulen la acción social y política; y, por último, recordar que el monopolio de la fuerza está en las fuerzas armadas. Los movimientos, al prefigurarse desde fuera del Estado, olvidaban que éste es relativamente fuerte. Espontáneamente se decide por el contrapoder. Quienes optan, como movimiento Pachakutic, por la contienda electoral olvidan que viven en un país de no ciudadanos, de la mercadotecnia política, del uso de medios de comunicación, etc. más por lo que pierden que por lo que ganan. Estaban entrando a la lógica decisiva del poder constituyente frente al poder constituido.

De ahí que más tarde, inaugurando el milenio, pasan a una crítica radical del Estado al pedir la disolución de los tres poderes y la creación de un gobierno de salvación nacional. Pero constituirse en sujeto de poder requiere de la confrontación en todos los planos de a las redes de resistencias del poder constituido, que están en el Estado y en toda la sociedad racista: el dinero, la violencia simbólica potencial, las mentalidades colectivas y real de las armas, las instituciones, el estado de derecho, el control disciplinario. Todas las redes en las que los pueblos están sumergidos junto a los demás.

Intelectuales ecuatorianos ven el fenómeno del racismo en un plano complementario político y social. Fredy Rivera Vélez señala que el proceso de construcción nacional implicó la ejecución de una serie de relaciones asimétricas de explotación y poder, de acceso diferencial a recursos y servicios, de un desarrollo regional desigual, de la instauración de privilegios y prebendas para un sector y, sin embargo, en lo ideológico, construyeron prácticas identitarias para la conformación del Estado-nación. Su historia ha transitado por un complicado y contradictorio juego de imágenes, imaginarios y representaciones sobre los indios, expresando la voluntad de convivir así. Quienes no compartieron nunca esa necesidad de vivir juntos en esas condiciones, ahora se expresan en el movimiento indígena.3

En otro artículo dirá este autor que en esta época de trasnacionalización económica y globalización sociocultural aumentan las conflictividades nacionales y étnicas, se recrudecen las violencias y exclusiones y la difusión de posturas esencialistas basadas en supuestos identitarios unívocos que valoran negativamente, separan y condicionan la convivencia con el Otro, el indeseable, el extranjero, el advenedizo, el emigrante. Es una época de aparición de vacíos políticos y culturales producto de la pérdida de funciones del Estado desde el punto de vista de integración social, reestructuración de esferas laborales, políticas migratorias, debilitamiento de los movimientos sociales tradicionales y la aparición de radicalismos.

La división cultural del trabajo desde el centro, prepararía las condiciones de la racialización de las relaciones sociales, que a diferencia de los viejos racismos que necesitaban del Otro, ahora rompen con él y lo excluyen y hasta lo expulsan. De acuerdo con Carlos de la Torre, al desaparecer las instituciones que garantizaban la dominación paternalista de la hacienda —basada en la reciprocidad desigual— se produciría un incremento de la violencia interétnica a partir de la reacción blanco-mestiza ante la necesidad de éstos de renegociar su posición en los espacios donde aparecen los indígenas y lo hacen con su escaso poder en tensión entre el corporativismo-clientelismo y la ciudadanización. Según el autor citado, la colectividad se opone a los rituales racistas que crean y recrean la dominación, como forma de auto-odio en la que blancos y mestizos reniegan de parte de su ser, desgastando energías en buscar diferenciarse del Otro.4

Es importante examinar el porqué de la resistencia a la colonialidad del poder en algunas zonas de países indígenas como Ecuador, México y Bolivia, contrastando con la situación en Perú y Guatemala. De acuerdo con Francisco Hidalgo, radica “en la extensión y profundidad de la organización en comuna al interior de las poblaciones y territorios habitados por ellos”.5 Siguiendo el razonamiento, la comuna es un grupo indígena que se organiza dentro de una localidad en torno a la tierra, donde desarrolla y afirma los ayllus o llactas y con ellos la identidad, con prácticas y valores de resistencia al poder criollo y a su modernidad. En 1937, el Estado se ve obligado a aprobar una Ley de Comunas. Frente a la reforma agraria se multiplican llegando a ser miles (en 1985 se calculaba 2 mil 500) tanto en la serranía como en la Amazonía. Estas comunidades se articulan a los cabildos que congrega y coordina a cantones y parroquias. Los cabildos, a su vez, corresponden a una entidad provincial o regional manteniendo la unidad étnica; es el caso de la Confederación de Pueblos de la Nacionalidad Quichua del Ecuador, la Ecuarunari. Finalmente, se integran junto a otras etnias en la conaie, que reúne a doce organizaciones con sus correspondientes nacionalidades, toda una red orgánica nunca vista en Perú.

Dos elementos más explican la fortaleza del movimiento indígena: la constitución autónoma de las clases dominantes ecuatorianas, desde mediados del siglo xix, que se concretiza con la conformación de la Federación Ecuatoriana de Indios en 1944, bajo la influencia del Partido Comunista y fraguada en la lucha por la tierra. El segundo elemento es el desarrollo de una corriente cultural, artística e intelectual, llamada terrigenista, que defiende su civilización.

Fue necesaria una la ruptura del movimiento indígena con los partidos de izquierda —comunista y socialista—, los cuales con su economicismo y clasismo a ultranza, gracias al manualismo fundamentalista, abandonaron la reflexión sobre lo étnico-clasista. Si bien ganaron con su pensamiento rebelde el potencial pensamiento revolucionario, se vio afectado por la doctrina de la Iglesia de los Pobres, el reformismo socialdemócrata y la influencia de las fundaciones y ong. La potenciación de la identidad y de su organización, la cultura de solidaridad y lucha contra la nación-Estado de la oligarquía ecuatoriana, la agresividad de las políticas neoliberales fueron los ejes de construcción de la anticolonialidad del poder.

El levantamiento de junio de 1990 es el parteaguas para su consolidación y proyección internacional, pues se plantea la necesidad del Estado plurinacional, la recuperación de su territorialidad histórica indígena, impulsar la educación bilingüe, condonación de deudas con la banca de fomento agrario, solución a los problemas del agua y riego y otros diez puntos más. Los indígenas se presentaban como sujetos históricos después de cinco siglos de opresión, exterminio y colonialidad del poder.

Recapitulando. En la década de 1990 se abre una gran creatividad en la construcción de instrumentos de poder, como el Congreso del Pueblo (1997-1999), el Parlamento de los Pueblos del Ecuador (2000), la Asamblea de los Pueblos y Trabajadores del Ecuador (2001). Entre 1994-2000 cayeron cinco presidentes asociados al neoliberalismo y a la corrupción, exhibiendo la fragilidad de la oligarquía cuando no tiene el apoyo coercitivo de las fuerzas armadas y de los Estados Unidos.

Desde 1996 tienen presencia en los organismos del Estado y en 1999 demandan participar en decidir sobre la política estatal, dos hechos sociales que se confrontan con la lucha por un nuevo Estado plurinacional, multicultural, democrático y equitativo. En efecto, pensar en las elecciones y contender entre fuerzas políticas y candidatos ciudadanos desvía la atención para pensar en un país distinto. En 1998 Pachakutic se fue a la cola de otros sectores y en el 2000 también. La izquierda democrática y sus intelectuales no escapan de la institucionalidad y propician la separación entre lo político y lo social. La imagen y el protagonismo de líderes indígenas los hace proclives a influencias externas de empresarios, medios de comunicación, la Iglesia y las ong. Se van conformando intereses de grupo bajo la sombra de lo colectivo.

Sin embargo, la construcción del poder desde la raíz permitió el triunfo del levantamiento de enero de 2001; la unidad de Ecuarunari, feine y fenocin impulsó y sostuvo el movimiento con sus huelgas, paros, movilizaciones, cierre de carreteras, tomas de calles y plazas del país. Pero también expresó la falta de unidad entre trabajadores e indígenas, la ausencia de un frente popular y un frente patriótico para derrotar al imperialismo.6

El Frente Popular (constituido en 1985) consiguió tener estructuras orgánicas en 21 de las 22 provincias del Ecuador. En 1997 se forma un frente más amplio, denominado Frente Patriótico, que incluyó a la conaie. Éste derroca a Bucaram y Mahuad. Posteriormente la conaie y la Coordinadora de Movimientos Sociales se separan. Fue el Frente Patriótico el que impulsó el Congreso del Pueblo, mientras la conaie, el Parlamento de los Pueblos. En febrero de 2001 se constituye la Asamblea Nacional Unitaria de los Pueblos de Ecuador, un frente de explotados —a decir de Villacís— donde no está la conaie, la cual es acusada de socialreformista por participar en las mesas de diálogo y firmar acuerdos con el gobierno.

La posición de la socialdemócrata Nina Pakari, diputada de la conaie, es clara al respecto cuando defiende el cogobierno. Formaron el Movimiento Pachakutic Nuevo País, que contó con ocho diputados (cuatro indígenas), 34 alcaldías (13 por ciento) y cinco prefecturas de las 22 provincias. Prosiguen con la lucha institucional y extra institucional, levantan la bandera del Estado plurinacional con un poder horizontal, democracia participativa complementaria de la representativa y autonomía.

Provoca curiosidad que el proyecto de país planteado por la conaie-Pachakutic no considerara entre las reformas fundamentales la propiedad de la tierra y las empresas. Por otro lado, es importante hacer un balance crítico del comportamiento de las organizaciones prioritariamente indígeno-campesinas y de las más urbano-populares, obreras y sindicales. Asimismo, falta información acerca del contenido real de los parlamentos y del Congreso del Pueblo. Son 21 parlamentos provinciales y muchos comunales, cantonales y barriales, centros orgánicos de poder potencial y escuelas. Desde 1997, en la lucha contra Bucaram varias asambleas populares destituyeron funcionarios y gobernadores. Asimismo, la tradición democrática siempre estuvo acompañada de la insurreccional; la primera es compartida por intelectuales y ong, mientras que la segunda es rechazada. Esto lo veremos en todos los países andino-amazónicos.

Por su parte, Blanca Chancoso defiende también la idea de cogobernar denunciando para quién se gobierna, hacia dónde se enfilan las políticas, qué intereses están en juego. Están en terreno del poder y tienen que jugar mientras se sofocan las protestas. Es difícil gobernar y mantener la cohesión indígena. Aunque no están de acuerdo con el Plan Colombia, las fumigaciones contra los cultivos de coca que afectan la región fronteriza y desde la base de Manta se ejecutan acciones estratégicas junto a las bases de Curacao, Aruba y El Salvador.7

En esta búsqueda es que se produce, entre el 8 y el 12 de octubre de 2001, el Primer Congreso de la conaie. Llegan 1110 delegados, de los cuales 745 representaban a las 35 nacionalidades y pueblos. Los otros 400 fueron delegados fraternos e invitados especiales. Los temas tratados fueron los que hemos estado anotando, que se condensan en un eje articulador: el Estado plurinacional y democrático que se oponga a la injusticia, la explotación, la dominación, el racismo, la violación de los derechos humanos y colectivos, a la destrucción del medio ambiente y el intervencionismo norteamericano.

En Ecuador el problema principal continúa siendo la concentración de la tierra, la explotación de los recursos naturales por las trasnacionales, la crisis agraria y la vida de los campesinos. Las demandas iniciales de la conaie fueron tierra, Estado plurinacional y autonomía, y contra el racismo y la discriminación de indígenas y afroecuatorianos. La presión por reformas se ha convertido en una limitación para conseguir las transformaciones que demandaban originalmente Ecuarunari y la confenaie. No se puede luchar sólo contra algunos aspectos de la opresión, dejando para después la lucha contra la explotación, no se puede enfrentar la colonialidad del poder sin luchar contra la recolonización.

Pablo Dávalos, sostiene que el movimiento indígena ha ido cambiando los ejes fundamentales de su discurso, de la lucha por la tierra que caracterizó las reivindicaciones entre los años 50-80 por la plurinacionalidad, es decir, el cuestionamiento a la estructura jurídica del Estado, que no es otra cosa que la lucha por el reconocimiento a la diversidad, por el derecho a existir y pervivir en la diferencia frente a la modernidad y la expansión capitalista, pero es la crítica también a la misma constitución del Estado, a su estructura oligárquica, a la ciudadanía y a la representación política. Es la crítica a la colonialidad del poder y al Estado-nación excluyente con su poder simbólico construido desde la nación.8

Éste es un proyecto de unificación estratégica que obliga a cuestionar al Ecuador y a repensar el poder y dominación, a rediscutir el contrato social, a reconocer la autonomía con sus propias reglas y autodeterminación política indígena. Es el momento de pensar en los imaginarios sociales y las construcciones simbólicas, en quién decide la historia indígena. En 1998 el Congreso ratificaba el convenio 169 de la oit y la Asamblea Nacional Constituyente reconocía los derechos colectivos para los pueblos indígenas. Los partidos y las elites tradicionales les ofrecen multietnicidad y pluriculturalidad a cambio de que el debate de la plurinacionalidad quede clausurado. La conaie quedaba entre el sistema a través de Pachakutic y la lucha por fuera del mismo. Ésta será una constante: tener un movimiento electoral y una representación parlamentaria no ofrece desarrollo del contrapoder, pues las formas de ejercerlo son complejas y se mueven entre lo moderno y premoderno, entre intereses globales y locales, entre el centralismo y las regiones, entre diversas formas de capital y las relaciones familiares, entre clases y clasificaciones étnicas.

Estos conflictos entre el movimiento indígena y popular y la institucionalidad se dan en medio de la crisis de legitimidad del Estado. La ruptura entre la sociedad civil y la representación política se pone en evidencia, las demandas sociales están en el olvido y los representantes y altos funcionarios expresan la inequidad. Los discursos, las instituciones, las mediaciones, las ideologías liberales se desgastan rápidamente y participar en ese mundo desgasta también al movimiento indígena que venía logrando ser expresión de la soberanía popular. Una abrupta salida será la de ser gobierno, pues desde el levantamiento del 2000 ya habían cuestionado al neoliberalismo, la corrupción y la democracia procedimental como sistema, como consecuencia de una década emergente en levantamientos, rebeliones, protestas. Su contrapoder se adecua a las estrategias hegemónicas a partir de darse cuenta de que ya son visualizados en su lucha por la autobjetivación histórica, y ante el agotamiento de la acción directa, de la voluntad colectiva deciden espontáneamente gobernar. La derrota los lleva al fraccionamiento y la desconexión, al reencuentro con los fetiches difundidos por los partidos tradicionales y también los nuevos, Pachakutic, Izquierda Democrática y Sociedad Patriótica 21 y a las alianzas electoreras.

Seguir una política electoral pragmática y tradicional con alianzas sin proyecto, después de haber llegado a las puertas del gobierno en diciembre de 2000, está conduciendo al movimiento indígena popular a la oscilación entre el abandono de su proyecto de un país plurinacional y la inserción al sistema político del país que no querían.

En efecto, la conaie y el movimiento popular se enfrentaban a un neoliberalismo que favorecía más al sector andino de la oligarquía y habían convocado a una marcha a Quito contra la recolonización. El apoyo fue enorme, como consecuencia del trabajo popular realizado y que se expresaba en el Parlamento Nacional de los Pueblos, que quizás debía llamarse plurinacional, y la alianza con la Coordinadora de Movimientos Sociales, partidos políticos y sectores de militares inconformes con el Estado y las fuerzas armadas. Tomaron el Congreso de la República y por unas horas conformaron una Junta de Salvación Nacional, la cual la jerarquía militar derroca mediante un contragolpe, colocando en la presidencia al vicepresidente y miembro del Opus Dei, Gustavo Noboa. El movimiento indígena entra en un periodo de reflexión y autocrítica, bajo la seducción de las mieles electorales y las mesas de diálogo.

Este acontecimiento nos sugiere varias reflexiones: la fuerza del movimiento indígena y la vulnerabilidad estratégica del poder —lo mismo que en Perú, Bolivia y Argentina—, así como la potencialidad revolucionaria de los pueblos a partir de posiciones de fuerza. Ocho años fueron suficientes para sentar las bases de la crítica a la colonialidad del poder e impulsar la reindigenización. Esta rebelión fue del pueblo, pero principalmente de la conaie y sus aliados militares y mestizos. Mientras la conaie y los movimientos sociales tomaban el Palacio Legislativo, el movimiento popular democrático ocupaba el Palacio de Justicia. Esto muestra los problemas creados por la colonialidad del poder, un racismo entre la ciudad y el campo, entre mestizos e indígenas, entre el sistema y el antisistema.

Sin embargo aún hay confusión, la lucha electoral los hace confiar parcialmente en instituciones que tienen sus propios intereses: ong, partidos y militares. En los tres países de lo que fue la Gran Colombia, las fuerzas armadas están escindidas.

Desde 1995 empiezan estas preocupaciones electorales y surge el Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutic Nuevo País que reúne a la conaie y a Nuevo País, que ya tenía problemas con la cms. Los intereses electorales fragmentan al movimiento indígena, electoral y social. En esas elecciones logra el 20 por ciento de los votos y 75 autoridades. Después muchos líderes serán ganados por el sistema. Las diferencias étnico-clasistas, la cultura y las tradiciones políticas son las bases sobre las que se potencian los conflictos internos. Examinemos más detalladamente las contradicciones y potencialidades del movimiento étnico-clasista en Ecuador.

El movimiento indígena-campesino de este país es el que más extensamente reivindica la indianidad y el que mayor capacidad de movilización territorial e interpelación ha tenido en América Latina. Es la experiencia ejemplar de la confrontación con la colonialidad del poder, pero que quedó a medio camino en la reflexión crítica de los fetiches políticos de la modernidad. Es el país donde aparece una intelectualidad indígena que busca eliminar la mediación blanco-mestiza y confronta la globalización imperialista con una práctica de lucha en escenarios conflictivos provocados por las políticas neoliberales. Sin embargo, no se establecen los lazos entre globalización y recolonización, trasnacionales-neoliberalismo y ong, fmi-privatización-corrupción, dea, fuerzas armadas y narcotráfico, izquierda-ong-reformismo, participación sindical en accionariado de empresas y derrota sindical, guerras fronterizas y negocio de armas.

Estas confusiones ideológicas constituyen el fetichismo, falta reflexión y análisis político, las elecciones paradójicamente traen despolitización y alimentan el caudillismo. No obstante, hay sectores que van adquiriendo claridad acerca de la colonialidad del poder y del saber. La pluriculturalidad es el fortalecimiento de lo indígena frente a los otros. Resolver este problema histórico-estructural que atañe al conjunto de la sociedad es construir un

proyecto civilizatorio alternativo, reconstruir las relaciones sociales fragmentadas, el poder y el Estado. Reindianizarse no debe significar un vulgar indianismo excluyente, sino una estrategia descolonizadora que desde lo auténtico rearticule a la sociedad junto a los mestizos y todos los sectores proclives de ser unidos por una nueva sociedad. El conocimiento colectivo ancestral, de naturaleza epistemológica distinta a Occidente, al descolonizarse deberá producir conocimientos contra hegemónicos que deconstruyan fetiches, verdades, representaciones, poderes simbólicos con todas sus articulaciones ideológicas y seudo teóricas.

El paro de 48 horas convocado el 20 y 21 de febrero de 2002 por el Frente Popular, el Frente Patriótico (organizaciones y partidos de izquierda) y la Asamblea Unitaria de los Pueblos contra el neoliberalismo y la corrupción, muestra la fuerza urbana de trabajadores públicos, estudiantes y obreros del país y recuerdan las luchas del 5 de febrero de 1997, cuando ellos fueron los protagonistas junto a sectores medios y pobres urbanos y el acompañamiento de los medios, no obstante que el binomio detonante fueron los estudiantes y campesinos indígenas.

El 24 de noviembre de 2002, después de una segunda vuelta, es elegido Lucio Gutiérrez como presidente con 55 por ciento de los votos, superando al neoliberal Álvaro Noboa y dejando atrás a otros neoliberales y socialdemócratas. El aporte étnico y popular de la conaie y Pachakutic, el poder simbólico del arco iris del 21 de enero y el discurso nacionalista y antioligárquico, de rescate moral ante la corrupción, de reforma política e institucional que despartidice tribunales y transforme el Congreso, fueron los fundamentos de su triunfo. Sin embargo, muchos —como la cms y la fenocin— desconfían de un programa socialdemócrata etnicista, más cercano al vergonzante neoliberalismo cepalino y al antineoliberalismo de las ong que al enfrentamiento estratégico con el Imperio: Base de Manta-Plan Colombia, ALCA, deuda externa, petróleo y contención de los movimientos anticoloniales. La defensa de la dolarización, la gestión neoliberal continuista y la oscuridad ideológica puede hacerlo oscilar entre una política neoliberal socialista a la chilena y la transición antioligárquica a la venezolana.

Las organizaciones populares estarán pendientes de cada medida y en particular de las definiciones estratégicas cruciales para el Ecuador, que René Báez sintetiza en:

    la agudizada desvertebración de la economía, la decadencia del Estado blanco-mestizo, el fracaso continental y local del liberalismo esquizofrénico, la mutilación de la soberanía por la dolarización, la acumulación rentista, la implosión del aparato productivo, el descalabro fiscal y de las empresas públicas, los desequilibrios de las cuentas externas, la moratoria en ciernes, la miniaturización del mercado interno, la desindustrialización, la terciarización hipertrófica, la catástrofe demográfica y ambiental, la fuga de la mano de obra, la exclusión, la lumpenización, la pérdida de autoestima, la ola de suicidios... la amenaza neocolonialista del ALCA y la Iniciativa Regional Andina, cándidamente interpretada como una cruzada contra el narcotráfico.9

El viaje de Gutiérrez en febrero del 2003 a los Estados Unidos y sus declaraciones de apoyo total a la política norteamericana y a los acuerdos ya establecidos bajo el supuesto de atraer a la inversión extranjera, son un llamado de atención para las organizaciones opuestas a la recolonización que aún lo apoyan. No se puede descartar una profunda división entre las fuerzas sociales que lo eligieron, ni una destitución del gobierno por el pueblo.

En la segunda Cumbre de indígenas de Abya Yala realizada en Quito entre el 21 y 25 de julio del 2004 se discutieron diez temas: Tierras, territorios, recursos naturales; autonomía y libre autodeterminación; diversidad, plurinacionalidad y desarrollo sustentable; conocimientos indígenas y propiedad intelectual; derechos de los pueblos indígenas y organismos; nacionalidades y pueblos indígenas, movimientos sociales y FSM; participación política y gobiernos alternativos; militarización; género y participación de mujeres indígenas; comunicación y pueblos indígenas.

Sólo el hecho de haber estado más de 500 representantes de 64 pueblos y nacionalidades originarios de América Latina, Estados Unidos y Canadá con una creciente conciencia antiimperialista que proviene de las luchas por sus tierras y territorios, por la autonomía y autodeterminación, con su propuesta estratégica de construir un nuevo estado plurinacional y pluricultural expresa que estamos avanzando. Si le agregamos el hecho de conocerse y reconocerse como pueblos originarios con sus particularidades y elementos de identidad y unidad, de discutir sus experiencias de lucha contra los estados y la recolonización, acerca de la cada vez mayor participación de la mujer en las luchas; la defensa de los conocimientos indígenas, etc. nos da más elementos para reafirmar lo dicho. Los debates y las conclusiones recogieron las inquietudes críticas y autocríticas de la participación en los gobiernos, de la alarmante cooptación estatal y de los organismos multilaterales y la represión y militarización de la región; también fue notoria una mayor claridad ideológica y conceptual.

Sin embargo, fue sintomática la ausencia de delegados de organizaciones sociales que representen a otros trabajadores, a los movimientos sociales o a los gremios en lucha. Y más extraño aún que de allí no salió un programa estratégico, una agenda de lucha común o la definición de acciones concretas, dejando opciones políticas poco claras entre las cuales elegir. Inmediatamente concluido este encuentro se empato con los eventos del Foro Social de las Américas y los debates entre intelectuales acerca de una gran diversidad de temas, donde destacó la discusión acerca de los movimientos sociales y la presencia de CLACSO en ella.

Ambos eventos concluyeron en marchas por las calles de Quito con consignas claramente antiimperialistas y socialistas pero sin un mensaje final de unidad y lucha. El segundo con 20 mil personas apareció claramente dividido y ello es más preocupante. Hubo un reclamo generalizado de afianzar las alianzas con los movimientos sociales, de construir frentes políticos y sociales, de dar también la lucha política. Otros demandaban que los análisis no pierdan de vista la totalidad ni los elementos estructurales e histórico coloniales. Con justa razón pues, aunque en las resoluciones aparecen posiciones claramente antiimperialistas o anticapitalistas, no se debatió lo suficiente las luchas contra la descolonización y sus expresiones: las fronteras étnicas y nacionales, la apropiación de recursos naturales, la fuerza de trabajo barata, el racismo y la colonialidad del poder-saber entre otros temas. Para algunos la explicación radica en la gran presencia de ONGs y de la socialdemocracia europea, es así, pero creemos que la explicación va más allá y es más compleja.

Debemos intentar explicarnos lo que viene ocurriendo con el movimiento indígena latinoamericano y sus interrelaciones sociales y políticas, cómo los factores externos tienen cada vez mayor preeminencia en la definición de proyectos y en la capacidad de definir el destino histórico de estos pueblos y nacionalidades. No obstante que su desarrollo político es desigual, la resistencia a la recolonización y a la colonialidad del poder son notables. Las variaciones oscilan entre quienes impulsan el autonomismo y rechazan la presencia imperial y del capitalismo en todas sus dimensiones económicas e institucionales en sus territorios (v.gr. EZLN) y tendencias dentro del movimiento indígena que buscan subordinarse y aprovechar de esa relación (v.gr. CONAPA-Perú); en las formas intermedias existe un sector que tras un doble discurso, que dificulta la ubicación política de los sujetos, tiene una práctica de sumisión. El movimiento indígena corre peligro y es necesario reflexionar al respecto. El aislamiento puede ser la principal amenaza ante la voracidad imperial.

Los Índices de Desarrollo Humano (IDH) del PNUD reconocen el derecho a la diversidad de identidades: étnica, cultural, religiosa o sexual para un mundo indígena totalmente empobrecido y que sin embargo poseen riquezas incalculables que los hace víctimas de la expoliación y la violencia. Los territorios históricos indígenas andinos son riquísimos en minerales y los amazónico en hidrocarburos y gas: pero además la biodiversidad y los conocimientos son objetos de la desenfrenada codicia de las trasnacionales. Denuncia que poco o nada le interesa al capital y al poder político que viven de la apropiación de esos recursos.

Esta situación no es producto natural ni mucho menos. Esta asociada además a la guerra declarada por el departamento de Estado de los Estados Unidos de Norteamérica y sus agencias al movimiento indígena radical, al considerarlo uno de los enemigos peligrosos de su hegemonía y proyectos geoestratégicos de dominación global de esa potencia. Esto ha significado que para destruir al movimiento recurran a definiciones contrainsurgentes en los ámbitos económico, político, cultural, ideológico, tecnológico y militar. Los Estados, las embajadas de los EE.UU. la CIA, el Comando Sur y la USAID y sus redes terroristas y los organismos multilaterales (en particular el BID-BM) junto a un sector de las ONGs están en acción con sus estrategias de represión-cooptación, la militarización de espacios estratégicos y la construcción de bases y cuarteles, la redefinición de sus relaciones con las fuerzas armadas y las Iglesias, el auspicio de las ideologías del nuevo indigenismo multiculturalista y del empoderamiento acompañado de la visión de lo tecnológico como equivalente a progreso.



  1. José Seoane y Emilio Taddei, “El nuevo movimiento internacional: de Seattle a Porto Alegre”, www.rebelion.org, 29 de septiembre de 2001.
  2. Martha Harnecker, “Ecuador: movimiento indígena encabeza la lucha”, www.rebelión.org, 7 de octubre de 2001.
  3. Freddy Rivera Vélez, “Los indigenismos en Ecuador: paternalismos y otras representaciones”, de internet, cebem.
  4. Carlos de la Torre, “La letra con sangre entra: racismo, escuela y vida cotidiana en Ecuador”, Drew University, ponencia presentada en lasa-Guadalajara, México, abril de 1997.
  5. Francisco Hidalgo Flor, “El movimiento indígena en el Ecuador: sujeto social que genera un proyecto hegemónico”, ensayo a publicarse por la uap.
  6. Entrevista a Luis Villacís, presidente del Frente Popular, en Marcha, www.rebelión.org, 27 de febrero de 2001.
  7. Entrevista a Nina Pakari por José Steinsleger, en Masiorare, México, 30 de mayo de 2001 y otra a Blanca Chancoso, por Altercom: “Reflexiones en desencanto”, www.rebelion.org, 1 de junio de 2001.
  8. Pablo Dávalos, "Movimiento indígena ecuatoriano: la constitución de un actor político", en www.alainet.org.
  9. René Báez, “Gutiérrez: ¿hundimiento o resurrección?, alai, 3 de enero de 2003, en www.alainet.org.


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