Más allá de la recesión. En el comienzo de la segunda etapa de la crisis global
Jorge Beinstein
La recesión se ha instalado en el centro del
Imperio, el debate ahora gira en torno de su profundidad, duración y
alcance mundial. La corte de admiradores derechistas o progresistas del
capitalismo global, que nos apabulló en los últimos años con sus
reiteraciones acerca de la solidez del sistema, está ahora en pleno
repliegue táctico; sus integrantes ya no niegan la crisis pero intentan
quitarle dramatismo, acortar sus raíces y amplitud. Algunos ensayan
explicaciones anecdóticas, otros la califican como "crisis cíclica", es
decir pasajera, la mayor parte se refugia en la explicación simplista
que reduce el fenómeno a una gran perturbación financiera combinada con
un brote pesimista de los consumidores norteamericanos provocado por
los deudores morosos de los Estados Unidos (que no pagan sus créditos
inmobiliarios)... y por quienes les otorgaron prestamos de manera
demasiado generosa. Según esta gente los problemas serán pronto
superados gracias a las intervenciones de la Reserva Federal, la Casa
Blanca y las autoridades políticas y monetarias de las otras grandes
potencias. El mítico estandarte del poder invencible de los amos del
sistema todavía flamea en las alturas aunque se va deshilachando rápido
al ritmo de los truenos globales.
Crédito, consumo y deudas
Al ser la crisis circunscrita al desinfle de la
burbuja inmobiliaria norteamericana y sus impactos colaterales en los
Estados Unidos y el resto del mundo la "solución" aparece
clara: alentar a los consumidores e inversores, subir el gasto público
e inyectar liquidez en el mercado. Es lo que ahora están haciendo el
gobierno de Bush y la Reserva Federal, el primero acaba de impulsar una
rebaja de impuestos y un gasto estatal récord para 2009 de más de 3
billones (millones de millones) de dólares, y en consecuencia un
déficit fiscal gigantesco con lo que la deuda pública superará bien
pronto los 10 billones de dólares. Por supuesto Bush lo hace desde la
derecha; las reducciones fiscales beneficiarán básicamente a los ricos
y a la clase media alta, el mayor gasto público privilegiará a las
fuerzas armadas que dispondrán del más alto volumen de fondos de toda
la historia norteamericana: el gasto militar total de los
Estados Unidos llegó en 2008 a cerca 1,2 billones de dólares (si
sumamos a las erogaciones del Departamento de Defensa las de los demás
sectores del estado), según el proyecto de presupuesto enviado por Bush
al Parlamento, en 2009 dicha cifra será mucho más alta. Por su parte la
Reserva Federal baja más y más la tasas de interés.
Lo que ellos están haciendo ahora es una suerte de
repetición, en condiciones infinitamente más graves, de lo que ya
hicieron en 2001, no tienen otro libreto. Pero en aquel momento la
deuda pública norteamericana alcanzaba los 5,7 billones de dólares
ahora ronda los 9,2 billones, y si a la misma le sumamos las del resto
de sectores públicos y privados se llega a los 50 billones de dólares
(equivalente al Producto Bruto Mundial). A ello es necesario agregar la
acumulación de déficits fiscales y comerciales, y un volumen de gastos militares totales que podría llegar a representar en 2009 el 10 % del Producto Bruto Interno norteamericano.
En 2001 la situación era difícil pero existían
márgenes económicos y políticos que permitieron al Poder (auto atentado
terrorista mediante) salir de la recesión acelerando las tendencias
dominantes del sistema: hipertrofia especulativa, concentración de
ingresos. consumismo (con fuerte caída del ahorro personal),
crecimiento de las deudas públicas y privadas y keynesianismo militar.
Todos estos aspectos se exacerbaron al extremo en los últimos siete
años, las aventuras coloniales en Eurasia terminaron empantanadas (el
aparato militar aparece ahora como una pesada maquinaria tan
sofisticada y cara como incompetente) mientras que el Estado y la
población están abrumados por la deudas.
La recesión estadounidense es más una crisis-de-deuda
que una depresión causada por el enfriamiento del consumo, la primera
es el fundamento del segundo. La súper deuda estatal ha llegado a un
punto tal que su expansión ha ingresado en un círculo vicioso que
enlaza de manera perversa emisiones de títulos públicos y de dólares
cada vez más depreciados, en caso contrario el Estado debería frenar
sus gastos y/o incrementar la recaudación fiscal lo que hundiría a la
economía en una recesión aún más profunda.
Por su parte la población con ingresos medios y
bajos ha sufrido las consecuencias del estancamiento (y del descenso en
un importante sector) de sus salarios reales, el ingreso familiar
promedio es actualmente inferior al del año 2000. Cuando se lanzó la
burbuja inmobiliaria con una avalancha de créditos baratos se estaba al
mismo tiempo restringiendo la solvencia a mediano plazo de una gran
masa de deudores, la serpiente neoliberal terminó mordiendo su propia
cola: a mediados de 2006 el mercado inmobiliario estaba saturado, los
precios de las viviendas comenzaron a descender y en 2007 estalló la
morosidad. Lo que siguió es bien conocido.
En los años del auge el tema del inminente
agotamiento del crecimiento de la economía norteamericana sobrecargada
de deudas había sido abiertamente ignorado o negado por periodistas,
expertos, grandes empresarios y dirigentes políticos de la
superpotencia. Los negocios prosperaban ¿quien se hubiera atrevido en
ese período a decir que las grandes ganancias de ese entonces eran la
base de un próximo desastre?. Los pocos que se atrevieron quedaron
marginados o ridiculizados, señalados como catastrofistas, personas amargadas o amantes de los terremotos.
Pero si la derecha pretende hacer más de lo mismo,
el progresismo imperial no va mucho más lejos, Joseph Stiglitz
expresión de ese sector acaba de proponer una variante "popular"
del remedio orientada también a rehabilitar el consumo incrementando el
gasto público y en consecuencia el déficit fiscal y la deuda. Según esa
propuesta no serían beneficiados los militares y los ricos sino los
desocupados, los programas de desarrollo de la infraestructura, del
sector educativo, de salud, de ahorro de energía y de reducción de la
contaminación ambiental (1). La aspirina progresista (incompatible con
el actual sistema de poder estadounidense) y la repetición conservadora
no son otra cosa que pequeños parches impotentes ante una realidad que
los desborda.
Recesión e inflación
Ahora que la recesión ha llegado al centro de la
economía mundial sus autoridades entran en pánico, perciben que sus
acciones son ineficaces o incluso contraproducentes. Las medidas
antirrecesivas como los recortes fiscales en curso, las drásticas bajas
en la tasa de interés o el incremento del gasto público traerán más
déficits y deudas y si llegan a tener algún éxito, aunque sea mediocre,
alentarán la inflación; en ambos casos impulsarán la depreciación
internacional del dólar. La recesión y la inflación llegan juntas
porque la crisis financiera converge con la crisis energética que hace
subir el precio del petróleo arrastrando hacia arriba a un amplio
abanico de materias primas. Los costos de producción aumentan no solo
cuando crece la economía mundial y en consecuencia la demanda de esos
productos sino también cuando la misma se estanca e incluso cuando
decae. Es así porque la extracción petrolera global está llegando a su
máximo nivel y detrás de ella las de otros recursos energéticos no
renovables como el carbón y el uranio que se encaminan hacia la misma
situación a más largo plazo pero bien antes de mediados del siglo XXI
(2). Y como sabemos el remplazo del petróleo por los biocombustibles
lleva al rápido encarecimiento generalizado de los precios de la
producción agrícola, en especial la de alimentos.
En síntesis, las autoridades norteamericanas saben
que si tratan de revertir la recesión reanimando al mercado alentarán
la inflación y la caída del dólar lo que terminará por traer más
recesión pero que si buscan frenar la inflación enfriando la economía
profundizarían la recesión: un callejón sin salida.
Algunos expertos, por ahora discretos, empiezan a
ilusionarse con la posibilidad de un estancamiento prolongado pero
ordenado, sin estallidos sociales ni crisis institucionales graves, el
modelo sería Japón en los años 1990. Aunque olvidan que se trataba de
una potencia de segundo orden que dispuso en ese momento de dos tablas
de salvación externas que suavizaron su aterrizaje, en primer lugar las
burbujas de prosperidad de Asia del Este que le dieron aire hasta la
crisis de 1997 y sobre todo los Estados Unidos, su principal cliente
comercial, cuyo mercado absorbió exportaciones e inversiones japonesas.
Pero los Estados Unidos son demasiado grandes, no existe una tabla de
salvación externa a su medida, el resto del mundo venia amortiguando
sus desajustes fiscales y comerciales acumulando montañas de papeles
dolarizados que cada día valen menos pero esa capacidad esta casi
agotada.
La ilusión del desacople
En la última reunión de Davos se discutió mucho acerca del posible "desacople"
entre los Estados Unidos y las otras potencias industriales que
tomarían de ese modo distancia del naufragio de su hermano mayor.
Hasta hoy la globalización era presentada por la
propaganda neoliberal como una trama de la que nadie podía escapar,
ahora sin mayores explicaciones se afirma lo contrario, la red global
permitiría al parecer salir del desastre a una amplia variedad de
países, dirigentes y comunicadores de algunas economías desarrolladas
las incluyen en la lista de sobrevivientes, incluso en numerosos países
periféricos los medios de comunicación locales tratan de tranquilizar a
sus poblaciones explicándoles que gracias al nivel de sus reservas
(dolarizadas), la naturaleza de sus exportaciones, su ubicación
geográfica u otra bendición del destino, esa nación no será afectada
por la recesión estadounidense (o lo será muy poco).
Pero resulta que - para desgracia de los
neoliberales - los neoliberales tenían razón: las interdependencias
económicas mundiales son tan densas que como lo estamos comprobando a
diario no hay manera de desconectar los sacudones estadounidenses
(bancarios, bursátiles, etc.) del funcionamiento financiero
internacional. La burbuja inmobiliaria norteamericana fue la vanguardia
de una variada serie de burbujas similares en distintos lugares del
planeta, países como España, Inglaterra, Holanda, Australia, Irlanda,
Nueva Zelandia fueron parte activa de la fiesta. En España ya comenzó
el desinfle, recientemente Carlos March, cabeza de uno de los grupos
financieros decisivos de ese país, declaró que "la crisis inmobiliaria (española) va a durar mucho tiempo, al menos tres años"
(3), además numerosos bancos europeos y asiáticos son golpeados por la
desvalorización de títulos norteamericanos apoyados en deudas
hipotecarias de alto riesgo que compraron a manos llenas en pleno auge
especulativo. La recesión estadounidense ya afecta a Japón
estrechamente asociado a la superpotencia en los niveles comercial,
financiero, político-militar, etc. Japón y los Estados Unidos compran
el grueso de las exportaciones industriales de China, columna vertebral
de su prosperidad económica, que por otra parte acumula más de 1,4
billones de dólares y papeles dolarizados en sus reservas y es
atravesada por varias burbujas (bursátil, inmobiliaria, etc.)(4).
Mucho más fuertes aún son las interconexiones entre
la Unión Europea y los Estados Unidos... lo que no le impidió al
presidente del Eurogrupo Jean-Claude Juncker declarar (a comienzos de
febrero de 2008 y sin que se le mueva un solo músculo de la cara) que "en Europa no hay riesgo de recesión al contrario que en los Estados Unidos" (5).
Estas interrelaciones planetarias del capitalismo han sido a veces explicadas en términos de "estafa"
de la superpotencia al resto del mundo que durante un largo período le
ha estado suministrando bienes y capitales a cambios de papeles de
valor decreciente, ello le había permitido al Imperio consumir y hacer
guerras muy por encima de sus posibilidades productivas. Es lo que
acaba de afirmar George Soros (6), lo que durante muchos años era
presentado como un argumento "antiimperialista", "desde la izquierda",
ha sido ahora asumido por el personaje-paradigma de la especulación
financiera mundial. Según él la actual crisis "la más grave desde el fin de la Segunda Guerra Mundial"
marcaría el fin del reinado del dólar, la recesión en el mundo
desarrollado y el ascenso de naciones como China, India y algunos
países exportadores de petróleo. En síntesis, los Estados Unidos y
posiblemente una parte de Europa habrían llegado a su ocaso pero el
capitalismo global quedaría a salvo gracias a la inyección de sangre
joven proveniente de la periferia... lo que les permitiría a Soros y sus
colegas continuar de manera renovada sus ingeniosos negocios.
Pero la realidad es menos simple, el mercado
norteamericano ha sido el espació decisivo para la colocación de
mercancías y excedentes de capitales del resto del mundo. Gracias a su
capacidad de absorción (apuntalada por el conjunto del capitalismo
global) las burguesías de Europa, Asia y de otros continentes pudieron
realizar operaciones especulativas, inversiones productivas y
exportaciones sin los cuales sus prosperidades hubieran sido
imposibles. A partir de la crisis crónica de sobreproducción mundial
(con centro en las naciones desarrollados) iniciada a fines de los años
1960 la economía estadounidense, crecientemente parasitaria, fue el
principal sostén de la demanda global. Las clases dirigentes de China,
India, Japón o Europa no fueron estafadas ni coaccionadas para que le
cedieran bienes y capitales a la superpotencia... solo estaban
sosteniendo a su principal cliente con créditos y precios accesibles.
Se trata de una trama internacional muy compleja en
cuya cúspide se encuentran las elites dirigentes de los Estados Unidos
y numerosos países ricos y pobres mientras que en la base se agolpan
los excluídos y trabajadores superexplotados de la periferia y una
creciente masa de empobrecidos de las naciones industrializadas. El
resquebrajamiento de ese pilar central hace ahora tambalear al sistema
mundial.
El discurso acerca del ascenso del capitalismo
periférico en tanto futuro líder del mundo aparece como la componente
tragicómica de la ilusión del desacople. Los dirigentes chinos, por
ejemplo, proseguirían su enriquecimiento vertiginoso (tal vez un poco
más suave) aunque no se sabe muy bien como lo harían si se hunden los
mercados norteamericano y japonés.
India y Brasil marcharían por un camino similar con
sus burguesías transnacionalizadas tal vez haciendo negocios Sud-Sud y
tras ellos una variada serie de países subdesarrollados. La sombra de
la recesión cubriría a las llamadas economías desarrolladas (en grueso encuadradas en la OCDE), que
representaron en 2007 casi el 70 % de la importaciones mundiales
mientras numerosos países del resto del mundo, vaya uno a saber gracias
a que milagro, se salvarían del desastre. No olvidemos que los más
dinámicos y grandes de los mismos basan su crecimiento en la expansión
de sus exportaciones... preferentemente dirigidas hacia las naciones
ricas.
La fabula no solo es inconsistente desde el ángulo
del comercio internacional sino que lo es también (mucho más) cuando
enfocamos la composición y comportamiento de estas burguesías
periféricas, transanacionalizadas, sumergidas hasta el cuello en las
burbujas financieras globales, buena parte de ellas atrapadas por la
cultura del corto plazo (el estilo de vida de los especuladores),
educadas en la rapiña y superexplotación de sus propios países.
Mundializan sus excedentes financieros ante la "estrechez relativa"
de sus mercados locales e incluso regionales (desde el punto de vista
de sus expectativas de altas ganancias) o bien empujados por la "necesidad"
de extender sus intereses al interior de tramas empresarias globales de
las que forman parte o incluso a veces ante la posibilidad de abastecer
a las clases privilegiadas de sus propios países a partir de firmas o
marcas extranjeras "de prestigio". Tres ejemplos recientes llegados
desde China ilustran bien esta realidad: el primero de ellos se refiere
a la suspensión el martes 22 de enero de 2008 de la cotización de la
acción del Bank of China (el segundo banco de China) en la bolsa de
Shanghai cuando este informó haber perdido unos 8.000
millones de dólares en sus títulos ligados a préstamos hipotecarios
norteamericanos de riesgo (subprimes). El segundo es la compra
realizada por Aluminium Corp. of China (Chinalco) de una participación en la empresa minera anglo-australiana Rio Tinto por una suma próxima a los 14 mil millones de dólares (7). El tercer ejemplo es la reciente "adquisición de lujo"
por parte del grupo Longhai, de la ciudad de Quingdao en China, del
viñedo francés de Chateau Latour-Laguens, la empresa china aprovechó la
marca francesa para rebautizar ""Latour-Laguens International Wine Co"
a su rama importadora de bebidas que vende a los nuevos ricos de su
mercado interno vinos australianos, italianos y sudafricanos (8).
Estas burguesías son la antítesis viviente de lo que los optimistas del desacople
y de la recomposición periférica del capitalismo pueden imaginar como
clases dirigentes medianamente estables y portadoras de proyectos
productivos y comerciales autónomos ("nacionales") de largo plazo.
Hipertrofia financiera global y desaceleración productiva
Para entender lo que está ocurriendo es necesario reflexionar acerca del período de "más de 60 años de duración"
que nos propone George Soros, aunque no debería ser visto como un único
ciclo ascendente del crédito sino más bien como la sucesión de dos
períodos, uno ascendente entre el fin de la Segunda Guerra Mundial
(aproximadamente) y el final de los años 1960 o el comienzo de los años
1970 y otro descendente desde ese punto de inflexión hasta la
actualidad.
La era de oro del mundo capitalista reconstituido
con centro en el imperio norteamericano y el dólar como moneda
universal, basada en la intervención económica del Estado, combinando
según los casos keynesianismo civil y militar tal vez dio sus primeros
pasos hacia 1939, en los Estados Unidos, en ese momento el
keynesianismo militar logró allí el despegue que se transformó en una
prolongada prosperidad que se está acabando ahora. El inicio también
puede ser localizado hacia finales de los años 1940 cuando los
capitalismos recompuestos de Europa Occidental y Japón se incorporaron
a la ola norteamericana.
El dinamismo productivo del sistema comenzó
globalmente a decaer a fines de los años 1960 expresándose luego como
una crisis de sobreproducción crónica que se prolonga hasta hoy (9).
Una de sus manifestaciones más evidentes fue la declinación en el largo
plazo de la tasa de crecimiento de la economía mundial donde el rol
negativo principal fue protagonizado por las naciones de alto
desarrollo. La economía global creció a una tasa anual promedio de 4,9
% entre 1950 y 1973, 3,4 % entre 1974 y 1979, 3,3 % en la década de los
1980 y 2,3 % en la de los 1990, la década actual que comenzó con un
pequeño enfriamiento continuó con la expansión-burbujeante de la era
Bush para concluir con una recesión (o estancamiento) que anuncia ser
prolongada. La desaceleración económica internacional engendró una vía
de escape para las rentabilidades productivas en baja: la expansión
financiera. Un buen ejemplo de ello es la contraposición entre la
reducción de la tasa de crecimiento de la economía mundial y el
crecimiento veloz de los negocios con productos financieros derivados
que ingresaron en el período de la especulación desenfrenada hacia
comienzos de la década actual. Según el Banco de Basilea a mediados del
año 2000 los derivados representaban aproximadamente el doble
del Producto Bruto Mundial, hacia mediados de 2006 eran ocho veces
superiores, y diez veces un año después: sumaban unos 510 billones
(millones de millones) de dólares. Si a esta cifra le agregamos el
resto del empapelamiento (acciones, deudas públicas, etc.) nos
estaríamos aproximando a los 1000 billones de dólares (20 veces el
Producto Bruto Mundial)...
Nos encontramos ahora en el espacio de saturación de
la hipertrofia especulativa que podrá tal vez prolongarse un poco más
pero que de manera irresistible va ingresando en una zona de múltiples
turbulencias donde algunas burbujas se desinflan y otras se expanden
rápidamente en medio de un desorden financiero generalizado. Debemos
tener presente que lo que está tambaleando es el mayor globo financiero
de la historia del capitalismo.
El segundo acto
La primera etapa de la larga crisis-decadencia
global iniciada hace casi 40 años concluyó cuando la expansión
financiera agotó su rol amortiguador para convertirse en lo
contrario. Si antes era el pilar del consumismo y de la supervivencia
concentradora de las grandes empresas ahora constituye el centro de la
recesión.
El punto de inicio del nuevo período suele ser
situado en 2007 cuando estalló la burbuja inmobiliaria norteamericana
aunque con una visión más amplia deberíamos localizarlo en 2001 en el
momento en que la amenaza de recesión en los Estados Unidos fue "eludida"
gracias a la loca fuga hacia adelante de las peores tendencias del
sistema: militarismo, especulación, concentración de ingresos,
corrupción institucional. Ese hecho sobre determinó la marcha del
mundo, no en la dirección que pretendían los halcones de la
Casa Blanca (instalación del dominio imperial por muchas décadas) sino
en sentido opuesto: se aceleró la decadencia. Al comienzo predominó una
apariencia engañosa de prosperidad impuesta por la maquinaria mediática
occidental, las economías desarrollas tenían altas tasas de
crecimiento, China, India y otras "naciones emergentes" expandían como
nunca sus estructuras capitalistas... pero la base de boom era una
especulación financiera sin frenos y con una esperanza de vida muy
acotada.
Para entender mejor lo que ahora esta ocurriendo debe ser ampliado el espacio de la crisis financiera para dar lugar a "otras crisis"
que convergen con ella. En primer lugar la crisis energética que está
expresando el fin de la era del petróleo barato (el comienzo del
estancamiento de la extracción seguido a más largo plazo por su
descenso) introduciendo un sólido bloqueo inflacionario a las políticas
antirrecesivas.
Dicha crisis debe ser incluida en la bicentenaria
historia del capitalismo industrial (basado en los recursos energéticos
no renovables) cuyo funcionamiento expansivo hubiera sido imposible si
no se independizaba de los límites y ritmos de la reproducción de los
recursos energéticos renovables, abaratando y sometiendo a su dinámica
a las nuevas fuentes de energía que aparecían como reservas
infinitamente grandes, siempre disponibles. Eso fue posible gracias a
una serie de proezas tecnológicas, trágicas a largo plazo, que
conformaron un mecanismo de depredación que no se podía prolongar
indefinidamente.
El estallido de la crisis energética coloca ahora al
capitalismo ante un callejón sin salida, por lo menos a mediano plazo,
tiempo más que suficiente como para que el desorden depresivo del
sistema termine por producir daños irreversibles que impidan su
recomposición bajo condiciones civilizadas. Esto significa que la
futura supervivencia de la civilización burguesa debe ser asociada con
el ascenso de formas de barbarie nunca antes vistas, el parche de los
biocombustibles como reemplazante a escala planetaria esclarece bien
esta afirmación con sus secuelas de destrucción del recurso agrícola
básico: la tierra cultivable y de encarecimiento de los alimentos con
los que compite en la ocupación de ese recurso.
Este proceso depredador en su etapa de gran
aceleración y control general del planeta experimenta actualmente un
enorme salto cualitativo al convertirse en motor del fenómeno de cambio climático
que amenaza a la humanidad, su mitigación está obligada a recorrer el
mismo sendero que el de la solución de la crisis energética: la
reducción y rediseño del consumo de energía a gran escala lo que
implica la transformación radical del sistema productivo ahora
impulsado por la lógica de la rentabilidad capitalista (el
poscapitalismo ridiculizado en la era neoliberal entra en escena).
Otra crisis decisiva es la del centro del mundo: los
Estados Unidos, la declinación del Imperio es no solo económica o
institucional sino también militar, su complejo industrial-militar
en la cúspide de su despliegue económico y tecnológico demuestra su
incompetencia en el terreno concreto de la guerra, de manera directa en
Irak y Afganistan e indirecta en la reciente invasión israelí al
Libano. Esta crisis de la tecnología y del despilfarro militar modernos
puede ser enfocada como el más reciente eslabón de una secuencia
iniciada hacia fines del siglo XIX de militarización de la ciencia y la
tecnología, de concentración industrial en el objetivo bélico,
atravesando dos guerras mundiales calientes y una fría hasta llegar a
la degradación actual.
El hecho sorprendente es la convergencia histórica
de todas las crisis señaladas que aparece como el encuentro de varios
ciclos de diferente duración si pensamos en un ciclo de los recursos
energéticos no renovables (desde el carbón hasta el petróleo despegando
a fines del siglo XVIII) cuyo punto de inflexión hacia abajo coincide
con puntos similares en los otros ciclos, el financiero y el
militar-industrial nacidos a fines del siglo XIX. Pero la reflexión se
simplifica cuando visualizamos tres ciclos paralelos despegando
aproximadamente en el mismo momento si en el caso de la energía nos
limitamos al del petróleo. En este último caso podemos referirnos a
componentes de un solo ciclo de algo más de un siglo de antigüedad
marcado por el desarrollo cada vez más rápido e intenso del parasitismo
(principalmente financiero y militar) y de la depredación del
ecosistema.
Febrero de 2008
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(1), Joseph Stiglitz, "How to Stop the Downturn", The New Yor Times, January 23, 2008.
(2), Según dos estudios recientes del Energy Watch
Group la cima de la producción económicamente viable de carbón de
mantenerse el actual ritmo de crecimiento de la extracción se
produciría en torno del año 2025 (Energy Watch Group, "Coal:Resources
and Future Production", March 2007) y la del uranio diez años más tarde
(EnergyWatch Group, "Uranium Resources and Nuclear Energy", December
2006) en este último caso a partir de esa primera cima los incrementos
en la producción (siguiendo el ritmo actual) podrían prolongarse tres
décadas más pero con un ascenso exponencial de los costos.
(3)," Según sus cuentas, tomando en consideración
que en estos momentos se están construyendo en cualquiera de sus fases
alrededor de 1,3 millones de vivienda en España, y que la demanda se
sitúa entre 300.000 y 400.000 unidades, lo lógico es que ese stock de
viviendas no se liquide hasta pasados tres años. Carlos March, admitió,
durante la presentación de los resultados del banco, que la situación
es "preocupante" por lo que no será fácil recuperar niveles de
actividad "aceptables". El representante de una de las fortunas
-mayores e históricas- del país ha sido tajante con la actual crisis,
que vive en sus propias carnes. Corporación Financiera Alba, el brazo
inversor cotizado de la familia March, acumula una caída en bolsa del
33% en los últimos ocho meses". Cotizalia, 05-02-2008.
(4), "Los precios de los inmuebles en China crecen
imparables situándose por encima del 8% interanual, de nada han servido
las medidas dispuestas por el Gobierno del país para intentar detener
la escalada de precios... El incremento de un 8,2% se convierte en un 10%
en las ciudades donde la especulación inmobiliaria se hace más notoria,
y la tendencia se está generalizando por todo el país... Quienes
verdaderamente están haciendo su agosto de esta situación son los
bancos y entidades financieras que conceden los créditos hipotecarios,
tal es el auge de las hipotecas que incluso se ha comenzado a
popularizar una expresión entre los ciudadanos chinos, ‘esclavos de las hipotecas'
". Programa Inmobiliario, "Se infla la burbuja inmobiliaria en China" ,
03-10-2007, http://www.programainmobiliario.tv/detalle.php?id=264.
(5), "No habrá recesión en Europa", adnmundo.com, 04-02-2008.
(6), Según Soros nos econtraríamos ante "el fin
de una era de expansión del crédito fundada en el dólar como moneda de
reserva internacional... un boom que ha durado más de 60 años (y que) ha
permitido a los Estados Unidos absorber el ahorro del resto del mundo y
consumir más de lo que producía". George Soros, "The worst market crisis in 60 years", The Financial Times, January 22 2008.
(7)," Why Chinalco's Buying Into Rio Tinto", Business Week, February 5, 2008.
(8) "Viñedos de Francia para los nuevos ricos de China", Clarin-iEco, Buenos Aires, 10de febrero de 2008.
(9), Jorge Beinstein, "La larga crisis de la economía global", Corregidor, Buenos Aires, 2000.
Autor: Jorge Beinstein
Doctor de Estado en Ciencias Económicas (Universidad
de Franche Comté - Besançon, Francia), especialista en pronósticos
económicos, ha sido durante los últimos veinticinco años consultor de
organismos internacionales y gobiernos, dirigió numerosos programas de
investigación y fue titular de cátedras de economía internacional y
prospectiva tanto en Europa como en América Latina.
Actualmente es profesor titular de las cátedras
libres "Globalización y Crisis" en las universidades de Buenos Aires y
Córdoba (Argentina) y de La Habana (Cuba), y Director del Centro de
Prospectiva y Gestión de Sistemas(Cepros).
Entre 1986 y 1998 fue titular de la Cátedra de
Historia económica mundial ("Historia económica y social general") de
la Universidad Nacional de La Plata, Argentina, donde a comienzos de
los 90s fundó y dirigió el Centro de Estudios e Investigaciones
Multidisciplinarias en Innovación Tecnológica y Prospectiva (Cemitep).
En esa época coordinó el Programa de Prospectiva de la Comisión
Latinoamericana de Ciencia y Tecnología del SELA (Sistema Económico
LatinoAmericano).
Varios centenares de publicaciones científicas
internacionales y de divulgación en mediosde difusión masiva (en la
actualidad publica regularmente en Le Monde Diplomatique en español /El
Dipló de Buenos Aires) expresan una larga trayectoria consagrada a la
prospectiva y al análisis de la economía global.
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