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LAS NUEVAS ARMAS DE LA RAZON CRITICA
( * )
Jorge Michell Sólo hay flujo, devenir (…) Al mismo tiempo pienso que la historia de la humanidad consiste a la vez en producir nuevos tipos de flujos y en interrumpir y suspender unos flujos para producir otros: se traman así unas épocas, según una epocalidad primordial. (…) Y con ello va a aparecer el lugar para una critica, es decir la posibilidad de volver sobre un flujo, puesto que se tiene una huella escrita y ya no se está solamente en el régimen espontáneo de la palabra. Fijar el flujo, permite volver sobre el flujo mismo, reconsiderarlo y, por lo mismo, criticarlo.

Hoy es necesario fundar una nueva crítica.

Bernard Stiegler (1)



I

Recordemos que en su “Critica de la razón cínica “ (2), Peter Sloterdijk parte justificando su adscripción a los honestos ideales del cinismo antiguo como una manera de combatir al cinismo moderno, puesto que desde su punto de vista la teoría critica habría fracasado en su intento por rectificar el rumbo catastrófico en el que la “dialéctica de la ilustración” se había precipitado durante el siglo XX. Sin embargo, como veremos, los recursos de la razón crítica para pensar y analizar la realidad en que vivimos parecen no estar completamente agotados.

Es posible caracterizar a Bernard Stiegler como un teórico critico. En Francia, la teoría crítica se presenta con un perfil mucho menos homogéneo que en Alemania y su producción teórica se constituye a menudo a la manera de un entretejido complejo, conformado por corrientes provenientes de fuentes diversas (3). Hay sin duda una componente de inspiración marxista independiente, representada por intelectuales de la talla de Cornelius Castoriadis, Claude Lefort y otros que pertenecieron como ellos al movimiento Socialismo o Barbarie. En una posición cercana a ésta se emplazó Guy Debord y otros miembros de la Internacional Situacionista, aunque sobre otros campos de investigación. El psicoanálisis, la semiótica, la antropología y la lingüística también han sido influyentes; la obra de Jacques Lacan y Claude Lévy-Strauss está ahí para probarlo. Del estructuralismo y el postestructuralismo provienen pensadores decisivos: Michel Foucault, Gilles Deleuze, Felix Guattari, Jean-Francois Lyotard y otros. El filosofo Jacques Derrida, por su parte, crea, como es sabido, la teoría de la deconstrucción, que, por su mayor alcance teórico, llega a constituirse en una verdadera metacritica, en una reflexión orientada al cuestionamiento de las bases mismas del saber, la cultura y el ser-en-el-mundo.

No es fácil establecer con precisión las fronteras que separan la teoría crítica de otras tendencias francesas que le son contemporáneas. Indiscutiblemente hay muchos otros autores, como Roland Barthes, Jean Baudrillard, Paul Virilio, Gilles Lipovesky, Jacques Ranciere, etc., importantes analistas que deben igualmente ser reconocidos en toda legitimidad como pensadores críticos. Si se buscara la exahustividad, algo que se encuentra fuera de nuestras posibilidades, la lista debería ser considerablemente ampliada.

Lo que todas estas corrientes tienen en común es su firme resolución de afrontar la crisis del marxismo y del “socialismo real” sin abandonar con ello la critica del capitalismo, sino al contrario fortalecerla mediante un minucioso análisis de las inquietantes formas específicas que éste asume en el contexto de su desarrollo tardío. Hay que agregar que en cierta medida la teoría critica francesa se separa a partir de un cierto momento de su homologa alemana, por cuanto parece no compartir mayormente la confianza que Jurgen Habermas deposita en las potencialidades de reorientación sistémica que podría eventualmente ser alcanzada en el mundo industrialmente más desarrollado a través de la llamada acción comunicativa. Por lo demás, como es bien sabido, Sloterdijk comparte este juicio crítico en relación a las teorías de Habermas.

Algunos de los teóricos que hemos nombrado continúan actualmente desarrollando su trabajo, pero la mayor parte de ellos ya están muertos. Stiegler, en cambio, nacido en 1952, se encuentra hoy en su etapa de mayor productividad. Su obra más ambiciosa, La técnica y el tiempo, proyectada en seis volúmenes de los cuales ya han sido publicados tres, constituye una investigación y una reflexión de gran amplitud sobre el significado del lazo que relaciona - o une - al hombre con la técnica. En tal sentido, Siegler es antes que nada un pensador de la técnica, y la piensa desde un punto de vista interdisciplinario y transdisciplinario. Desde luego la piensa filosóficamente, en tanto filosofo y discípulo de Derrida, con quien estuvo singularmente vinculado(4). También piensa la técnica históricamente, antropológicamente y tecnocientificamente. Pero también, y sobre todo, la piensa políticamente, particularmente cuando la aborda en relación con el lugar que ocupa en la sociedad hiperindustrial, en relación al rol que allí desempeña y los efectos estéticos, éticos y culturales que su despliegue produce.

A mediados de la década de los `30 del siglo XX, Walter Benjamin mostró cómo la reproducción mecánica que apareciera con la fotografía y el cine modificaba completamente la naturaleza de la obra artística y la relación que el arte mantenía hasta entonces con la sociedad (5). Benjamin vio con buenos ojos el fenómeno porque en su opinión las artes tecnológicas ponían las obras al alcance de las masas. Años más tarde, cuando Benjamin estaba ya muerto, Theodor Adorno, que se encontraba exiliado en EE.UU., pudo presenciar el nacimiento de las industrias culturales vinculadas a las nuevas tecnologías y formuló un sombrío vaticinio sobre un futuro en el que arte y la cultura estarían completamente integrados a la gran empresa y al mercado(6). El aporte de Stiegler presenta el interés excepcional de que sus investigaciones, que se sitúan enteramente en el campo de la historia y la naturaleza de la técnica, corresponden al momento en que el proceso de fusión de arte, tecnología, industria y mercado se encuentra ya prácticamente cumplido.

En opinión de Bernard Stiegler el hombre sólo puede ser pensado en unión con el dispositivo técnico, más allá de las transformaciones que este dispositivo sufra con el paso del tiempo. Más aún, el propio tiempo se configura técnicamente. Esto es así desde los orígenes. Basándose principalmente en los estudios de historia de las técnicas de Bertrand Gille, en los escritos paleoantropológicos de André Leroi-Gourhan, así como también en las teorías de Gilbert Simondon acerca del proceso de hominización y el modo de ser de los objetos técnicos, Stiegler reconstruye el proceso de formación y desarrollo de las estructuras mentales y tecnológicas que han posibilitado el acontecer espiritual y material de la especie humana en los últimos doscientos mil años. La fenomenología y la deconstrucción, Husserl, Heidegger y Derrida aportarán los recursos filosóficos sin los cuales la empresa carecería de consistencia y verosimilitud teórica. Freud y el psicoanálisis serán igualmente a menudo evocados.

La fragmentación del silex y el uso que el hombre hace de esos fragmentos como herramientas, nos permite comprender los fenómenos de antropogénesis y hominización, observando cómo nos constituimos a través de la técnica. La mano, “órgano técnico viviente”, directamente vinculado al cerebro y “dotado de una competencia técnica constitutiva”, tiene la capacidad de producir signos, objetos, útiles, artefactos, prótesis, obras. La intervención de la mano sobre la materia sensible constituye la relación tecnocognitiva que posibilita y potencializa el ciclo de hominización e individuación. Lo viviente anima lo inerte y organiza lo inorgánico. Stiegler toma el concepto de relación transductiva creado por Simondon para referirse a esta relación en la que los términos no son simplemente coexistentes, sino co-constituyentes. Lo inorgánico organizado representa una parte muerta del hombre (aunque ya no inanimada), de la cual, como ser viviente ya no puede separarse si quiere continuar viviendo. La biología se acompaña así de una tecnología y una tanatología.

La cuestión del lenguaje es aquí fundamental. Mientras el lenguaje permanece en el ámbito únicamente fonológico, como pura habla, se podrá acaso sostener que aún no hemos salido más allá de algo así como una interioridad. Pensamos y emitimos sonidos significativos -nos comunicamos- sin sobrepasar los limites de nuestro propio cuerpo. Pero desde el momento en que aparece el signo gráfico (gramma) y que ese signo se instala sobre un soporte, un procedimiento técnico ha aparecido dando lugar a la existencia de una memoria externa. Es la revolución de la escritura que, abriendo un horizonte hipomnésico permite el nacimiento de la historia. Los griegos llamaron hipomnemata a esas tabletas “externas” sobre las cuales guardaban en forma de memoria escrita aquello que en la memoria “interna” podía fácilmente desvanecerse. Estamos aquí ante un hecho mayor de la evolución técnica que acompaña al proceso de hominización : la exteriorización de la memoria, la memoria conservada en un objeto exterior, en una prótesis. La escritura alfabética es una poderosa técnica de registro. Comienza así el proceso de gramatización alfabética que conducirá inevitablemente, unos siglos más tarde, a la emergencia de las mnemotecnias numéricas y a las técnicas de la virtualidad. Las mnemotecnias van a formar el campo de lo que Stiegler llama las retenciones terciarias, campo cuyo impacto e importancia no cesará de crecer, al extremo que se puede afirmar que la evolución humana no puede ser disociada de la evolución técnica. Este proceso conjunto recibirá un nombre: la epifilogénesis.

En toda época se han producido transformaciones técnicas y paralelamente con ello ha ido cambiando también el hombre y su mundo, sin embargo hasta el siglo XVIII los ritmos habían sido relativamente lentos. Luego, los procesos se aceleran extraordinariamente con los cambios políticos, sociales, tecnológicos y económicos que van asociados al ingreso en la modernidad. La Revolución Industrial, que es el nombre que recibe la introducción de las tecnologías basadas en el motor a explosión y en el motor eléctrico en el mundo fabril, permite el advenimiento del capitalismo de lo que Marx llamó “producción ampliada”, modalidad que viene a reestructurar completamente el mundo del trabajo, los tiempos de producción, las relaciones de producción y las características del producto. Bernard Stiegler no olvida señalar la importancia de otro hecho que vendrá a acelerar las grandes transformaciones del mundo moderno: esa conjunción de la técnica con la ciencia que lleva ahora por nombre “tecnociencia”, realidad que permitirá que sobrevengan, a continuación de la primera revolución industrial, una segunda y luego una tercera, ésta en la que hoy nos encontramos cuya profundidad justifica que, como él mismo lo dice, “se pueda hablar de una segunda época de la historia”.

II

A lo largo de todo el siglo XX, la gran industria se ha apoderado de las tecnologías de la imagen para hacer de ellas el arma principal de su transformación del mundo en un mercado en el que absolutamente todo se encuentra ahora en venta, comenzando por los tiempos de conciencia de los espectadores. [...] Pero no se pretende simplemente acceder al control de los tiempos de conciencia: se trata de transformarlos y, en la ocurrencia, en la medida de lo posible, sincronizarlos para controlar sus cuerpos y desexualizarlos, puesto que la vía nupcial en general ha devenido superflua. Se trata de reducir lenta pero seguramente sus singularidades diacrónicas...

Bernard Stiegler (7)


Nuevos registros de inscripción fueron inventados en el siglo XIX : el telegrama, el fonograma, el fotograma, el cinematograma. Algunos de estos nuevos dispositivos tecnológicos traen consigo, además, “efectos de presencia”. Es el caso de la fotografía y el cine, nuevos medios con los cuales emerge a su vez una nueva realidad: la telepresencia. Stiegler, siguiendo aquí a Derrida, emprende el análisis de ciertos aspectos específicos de los nuevos medios a partir de los estudios fenomenológicos desarrollados por Edmond Husserl en sus Lecciones para una fenomenología de la conciencia íntima del tiempo (Investigaciones lógicas, N°5). Cuando un fenómeno se presenta ante la conciencia ésta lo capta mediante un movimiento llamado de “retención primaria”. Un cierto número de fenómenos son, por diversas razones, conservados en la memoria y nuestra conciencia los puede reactualizar mediante el recurso a una “retención secundaria” . Pero, como ya lo hemos visto, existe también una “retención terciaria” o “memoria externa”, que es la que está constituida por el conjunto de los dispositivos de gramatización y sus diversos soportes. Es esa “memoria terciaria”, la que permite almacenar información de distinta índole y mantenerlos por tiempo indefinido separados de la memoria “interna” para devolverlos ante nuestra conciencia en el momento que se quiera (o cuando otros quieran). Es también esa memoria externa la que hace posible la creación de los objetos temporales.

Objetos temporales pueden ser, por ejemplo, filmes o melodías que se presentan ante el espectador como obras de las que puede disponer y que requieren, para ser recepcionadas y apreciadas que éste le destine su atención durante el tiempo que dura su “exposición”, es decir que la conciencia del espectador será “ocupada” por estos objetos durante todo ese tiempo. Desde luego, este tipo de objetos han existido desde tiempos inmemoriales, sin embargo, lo que es nuevo es que a través de las tecnologías audiovisuales hoy disponibles, particularmente mediante la televisión, los objetos temporales pueden ser divulgados de manera masiva y, además, ahora se trata de productos “multimediales”, cada vez más invasivos y absorbentes, capaces de “saturar” la conciencia del espectador de manera ininterrumpida y con una eficacia nunca antes conocida.

Bernard Stiegler aborda el desarrollo contemporáneo de las industrias culturales y la cuestión de lo que él denomina “la industrialización de la memoria” en el segundo tomo de La técnica y el tiempo, volumen que lleva por titulo La desorientación (1996) y sobre todo en el tercero, titulado Los tiempos del cine y la cuestión del malestar (2001), así como en numerosos libros y artículos publicados en los años siguientes. Como ya ocurriera a fines de los años ´40 con Theodor Adorno, es en relación con el despliegue de las industrias culturales que el espíritu critico de Stiegler alcanza su mayor agudeza. Está convencido de que en el capitalismo contemporáneo, capitalismo también llamado en ocasiones “capitalismo cultural”, las industrias culturales forman parte integrante del sistema industrial, a mismo título que cualquier otra industria, y que “su función consiste en fabricar los comportamientos de consumo masificando los modos de vida” , asegurando así “la circulación de los productos siempre nuevos engendrados por la actividad económica” (5).

Ahora bien, las industrias culturales se desarrollan hoy en unión indisoluble con la publicidad y el marketing. Unidas a los objetos temporales, han nacido las “industrias de programas” orientadas a capturar y controlar las conciencias de millones y millones de telespectadores que habrá que atraer al ámbito del consumo de esos productos innumerables que esperan poder “realizarse” en el mercado. Son ahora los tiempos de conciencia que se transforman en un metamercado. Al mismo tiempo, asistimos a una sincronización de todas las conciencias ya que cada vez más los programas producidos industrialmente son los mismos para todos los públicos y en todas partes. Bernard Stiegler advierte que esta dinámica de vampirización de la conciencia por los objetos temporales industrializados y mercantilizados conduce inevitablemente a una desconcientización, a un aniquilamiento de la singularidad y a una desindividuación. Privado de su singularidad auténtica, el individuo busca singularizarse a través de los productos industriales que consume, o sea, paradojalmente, por aquello mismo que lo gregariza y lo desindividualiza. Se desemboca así en una especie de mortificación del yo que es un estado de sufrimiento constante. “Este sufrimiento, cuando se expresa directamente, conduce a actos incontrolables, estrictamente imprevisibles y puramente destructores” (6).

Nos encontramos así en un estado de miseria espiritual cuyo aspecto más inquietante es lo que Stiegler caracteriza insistentemente como una destrucción del narcisismo primario, rasgo específico de la sociedad hiperindustrial que “ha resultado de la canalización de la libido de los consumidores hacia los objetos de consumo...” (7). Muchos analistas, entre ellos Niklas Lumhan, Anthony Giddens, y Ulrich Beck se han referido a los “efectos no deseados” de la modernidad capitalista, pero no habían reparado en el fenómeno que analiza ahora Stiegler y que parece mucho más grave. Pareciera que la libido captada por los objetos de consumo y la adecuación de los deseos a las necesidades de rentabilidad de las inversiones termina por destruir la economía libidinal de los ciudadanos, dando así lugar a una inmensa amenaza para la civilización industrial y para toda la humanidad., puesto que la “ruina del deseo” puede llevar a la postre a una crisis económica mundial sin precedentes. Esta deserotización tiene como consecuencia la liquidación de la capacidad de sublimación y la imposibilidad de constituir una necesaria “configuración ética” que regule la vida social. Es entonces la comunidad (el nosotros) lo que se destruye.

También aquí, la racionalidad critica lleva a Stiegler por caminos que antaño recorriera ya Theodor Adorno, puesto lo que finalmente concita sus esfuerzos reflexivos es, como veremos, la cuestión estética, centro neurálgico de la posibilidad de un acuerdo colectivo que se manifiesta desde luego como cuestión política ya que, en tanto relación a la sensibilidad, alude a la posibilidad de un sentir común, de una simpatía que otorga fundamento a la con-vivencia y existencia a la comunidad. Sin embargo “una gran parte de la población se encuentra hoy privada de toda experiencia estética, puesto que se encuentra enteramente sometida a ese condicionamiento estético en que consiste el marketing, que ha llegado a ser hegemónico para la mayoría de la población mundial, mientras que la otra parte de la población, la que aun experimenta, realiza el duelo de aquellos que yacen en el condicionamiento”. En la comunidad están por un lado los que responden a un acondicionamiento y por otro los que sienten y aun experimentan. Stiegler, cuando se refiere a ese proceso de división del nosotros , habla de miseria simbólica o de una catástrofe de lo sensible (8).

Stiegler integra la estética, tal como la entiende Jacques Ranciere, al marco general de su interpretación epifilogenética, gramatológica y transductiva de la evolución humana. A lo que la estética se refiere es a la sensibilidad, es decir a la relación con lo sensible. Esa relación se constituye como organología, en el sentido de que “la historia de la estética consiste en una sucesión de exteriorizaciones funcionales y defuncionalizaciones correlativas en las que se producen también reasignaciones funcionales que afectan a los órganos de los sentidos”. Es sobre este “fondo organológico defuncionalizante / refuncionalizante”, que redefine incesantemente los dispositivos funcionales que sostienen toda estética, que pueden producirse unas tekhnaï en tanto artes y artes en tanto “compartición de lo sensible” (“partage du sensible”) las artes aquí son sólo una dimensión de la estética en la que se produce dicha compartición”.
Esta “compartición” o distribución de lo sensible que produce constantes reorganizaciones organológicas en función de la relación del hombre con las cosas es aquella que comienza en el plano de una organología de la fisiología del cuerpo humano, organología de organos artificiales a la base de toda tekhnaï, de todo arte o artesanado, y como teoría de las organizaciones en la que gusto, juicio y discernimiento se fabrican socialmente, ya sea mágicamente, políticamente o, como sucede en la actualidad, económicamente. A partir del siglo XIX se hace posible una “mecanización” de lo sensible y una separación entre productores y consumidores de lo sensible, a la vez que la maquinización de áreas cada vez más amplias de la producción. Stiegler ve en este proceso la determinación inevitable de una estética de las industrias culturales en la que el objetivo fundamental será, en tanto marketing (publicidad), la lucha de la gran industria por capturar las conciencias para el consumo y la “sincronización” general de las conciencias, es decir la destrucción de la singularidad, unido ello a un desajuste, a una separación (décrochage) entre sistema técnico y sistema social, oposición que inevitablemente culminará en una “ruptura inconciliable”.

No se debe creer, sin embargo, que Bernard Stiegler permanecerá inerme frente a los procesos que tienen lugar en lo que él denomina “época hiperindustrial”. En Junio de 2005, junto a Georges Collins, filosofo y ctitico de arte, Marc Crépon, filosofo, Catherine Perret, filosofa y critica de arte y Caroline Stiegler, jurista, él crea la asociación Ars Industrialis, cuyo propósito es impulsar múltiples iniciativas para construir una “política industrial de las tecnologías del espíritu” , así como también de una “ecología industrial del espiritu”. Stiegler, lejos de volver la espalda a las nuevas tecnologías, espera que éstas podrán ser recuperadas para posibilitar una “nueva época del espíritu” en la que “esas tegnologías podrán transformarse en la base de una nueva época de la civilización y permitirán evitar el caos...” .

A partir de Octubre de 2005, entonces, en el marco del seminario “Obtener nuevas armas - por una polemología del espíritu”, la asociación Ars Industrialis inició el examen critico de los problemas centrales de la época hiperindustrial : work in progress.

NOTAS
  1. Conversación entre Bernard Stiegler y Vincent Dieutre (index,htmindex.htmaminimaesp.htm).
  2. Peter Sloterdijk
  3. Un caso particular y complejo es el de J.P.Sartre y el existencialismo, así como también el de ciertos intelectuales militantes, directamente vinculados durante una época a formaciones políticas marxistas, stalinistas, trotskistas o maoístas, que luego recuperaron su autonomía e iniciaron una trayectoria independiente. Es el caso de Louis Althusser, Etienne Balibar, Alain Badiou, Ernest Mandel, etc.
  4. Bernard Stiegler es doctor de la Escuela de Altos estudios en Ciencias Sociales. Fue profesor en la Universidad de Compiegne, donde creo la unidad de investigación COSTECH (Conocimientos, organizaciones y sistemas técnicos). Ha dirigido numerosos programas de investigación en el ámbito de las técnicas numéricas aplicadas al texto, la imagen y el sonido y ha colaborado con Jacques Derrida en la redacción de varias obras sobre la televisión y las nuevas tecnologías. Desde 1996 a 1999 fue director general del Instituto Nacional de Medios Audiovisuales (INA) y en 2002 fue nombrado director del prestigioso Instituto de Investigación y Coordinación Acústica/Música (IRCAM), fundado por Pierre Boulez. En 2006 comienza a dirigir el Departamento de Desarrollo Cultural del Centro Georges Pompidou.
  5. Walter Benjamin
  6. Th.W. Adorno
  7. De la misère symbolique - Tome 1: L'époque hyperindustrielle, Paris, Galilée, 2004, Pgs. 164-165.
  8. En Le desir asphyxié. Ou comment l´industrie culturelle détruit l´individu, Le monde diplomatique, Paris, Junio 2004.
  9. De la misère symbolique - Tome 1: L'époque hyperindustrielle, Paris, Galilée, 2004, Pg. 126.
  10. Op. Cité, Pg. 13.
  11. De la misere simbolique. Diario Le monde, Paris 10.10.2003
  12. Ver revista Ojo de Buey N° 13

    BIBLIOGRAFIA

    Bernard Stiegler
    La technique et le temps. Tome 1: La faute d'Epiméthée (1994).
    La technique et le temps. Tome 2: La désorientation (1996).
    Échographies de la télévision. Entretiens filmés (with Jacques Derrida , 1996).
    La technique et le temps. Tome 3: Le temps du cinéma et la question du mal-être (2001).
    Passer à l'acte (2003).
    Aimer, s'aimer, nous aimer: Du 11 septembre au 21 avril (2003).
    De la misère symbolique: Tome 1. L'époque hyperindustrielle (2004).
    De la misère symbolique: Tome 2. La Catastrophè du sensible (2004).
    Philosopher par accident: Entretiens avec Elie During (2004).
    Mécréance et Discrédit: Tome 1, La décadence des démocraties industrielles (2004).
    Constituer l'Europe: Tome 1. Dans un monde sans vergogne (2005).
    Constituer l'Europe: Tome 2. Le motif européen (2005).
    Mécréance et Discrédit: Tome 2. Les sociétés incontrolables d'individus désaffectés (2006).
    Mécréance et Discrédit: Tome 3. L'esprit perdu du capitalisme (2006).
    Des pieds et des mains (2006).
    La télécratie contre la Démocratie (2006).
    Réenchanter le monde : La valeur esprit contre le populisme industriel (2006, with Marc Crépon, George Collins, and Catherine Perret).


    Internet
    http://www.arsindustrialis.org
    http://www.theister.com

    Bertrand Gille

    Les ingénieurs de la Renaissance, Thèse Histoire, Paris, 1960.
    Histoire des techniques, Paris, Gallimard, coll. La Pléiade, 1978.
    Les Mécaniciens grecs, Paris, Seuil, coll. Science ouverte, 1980
    Petites questions et grands problèmes : la brouette , La Recherche en histoire des sciences, 1980.

    André Leroi-Gourhan

    L'Homme et la matière, Paris, Albin Michel, 1943
    Milieu et techniques, Paris, Albin Michel, 1945
    Le geste et la parole, Paris, Albin Michel, 1964-65
    Les religions de la Préhistoire, Paris, PUF, 1964
    Préhistoire de l'art occidental, Paris, Mazenod, 1965

    Gilbert Simondon

    L'individu et sa genèse physico-biologique, Jérôme Millon, 1995 L'individuation psychique et collective, Aubier, 1989 L'individuation à la lumière des notions de formes et d'information, Jérôme Millon, 2005 Du mode d'existence des objets techniques, Aubier, 1958 L'invention dans les techniques. Cours et conférences, Seuil, 2005 Cours sur la perception (1964-1965), Éditions de la Transparence, 2006
    Texto presentado en el evento Transferencias, sobre arte y tecnología, Santiago de Chile, Diciembre de 2006.

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