El faro oaxaqueño
Guillermo Almeyra
Está por vencer el ultimátum dado por la APPO para la remoción de Ulises Ruiz del modo que sea (hasta nombrándolo pandillero oficial del usurpador). Todo, incluso la huelga de hambre sin beber agua de quienes buscan una solución pacífica al problema oaxaqueño, parece encaminarse rápidamente a una solución extrema que, como siempre, pagarán sobre todo los campesinos, indígenas y trabajadores movilizados en todo el estado y, de rebote, los pocos derechos democráticos que no han sido pisoteados aún en todo el país. Cualquiera sea el desenlace de esta lucha tenaz y heroica de los pueblos oaxaqueños, nada puede ya borrar sus aportes, que son y serán inspiración y semilla de luchas en otros estados, mal que les pese a quienes desde el poder se preparan para reprimirlos y asfixiarlos o que, aspirando al poder, ahora o después, dejan solos a los oaxaqueños para "no hacer olas" y no enfrentarse con el capital (aunque los empresarios oaxaqueños pidan la cabeza de Ulises, no por las mismas razones que la APPO sino para evitar la radicalización de ésta).
¿Por qué se crean asambleas populares en Guerrero, en Morelos, en Michoacán -aunque todavía las mismas sean fruto del acuerdo de algunas direcciones de organizaciones sociales- y por qué se crearán sin duda también en otros estados? Porque la APPO demuestra que la autorganización, la intervención masiva voluntaria de los oprimidos y explotados, la movilización de los mismos haciendo frente a todas las consecuencias de su lucha, no sólo puede durar meses, en un proceso in crescendo, sino que también construye una gran fuerza política nacional.
Porque al silencio y a la calumnia masiva y organizada de los medios de información, la APPO recurrió al recurso legítimo de los televidentes, oyentes y lectores diariamente insultados y ocupó los medios de comunicación, dándoles su sentido legítimo. Porque frente a un gobierno asesino, la APPO organizó su propia policía para resguardar el orden, el orden de la sociedad, no el de los explotadores, y emitió bandos de gobierno, como poder popular erguido frente al poder oligárquico. O sea, demostró que es posible institucionalizar la voluntad popular democrática, organizar la legalidad estatal desde abajo hacia arriba, enfrentar al gobierno ilegítimo y que actúa además ilegalmente.
Como en los territorios zapatistas chiapanecos o en otras zonas del país, como en la Montaña de Guerrero, un germen de poder democrático y su legislación enfrenta en la vida cotidiana y organiza a la gente sobre la base de su participación directa, asamblearia, de su organización para convertirse realmente en sujetos -y no meros objetos- de la política. Oaxaca pone en práctica, ante todos, la lucha de clases que tantos enterraron y, sobre la base de un conflicto sindical obrero (el de los maestros), nuclea a otros sectores de los trabajadores, "formales" e "informales", o sea ocupados o desocupados disfrazados y campesinos e indígenas, despreciados y condenados a su desaparición por los capitalistas. Por eso en Oaxaca es tan numerosa la multitud que ocupa la ciudad: porque no es una multitud a la Negri sino un conjunto de voluntades, saberes y experiencias anticapitalistas. Por eso en Oaxaca se unen a un sindicato organizaciones campesinas como la Ucizoni, hay más municipios recuperados, libres de los bandidos gubernamentales, que en Chiapas, se mueven más indígenas organizados que en el estado sureño.
Todos esos sectores votaron por López Obrador, pero no esperan de él, simpatizan con el zapatismo chiapaneco pero no siguen a ningún salvador ni acatan ninguna disciplina impuesta, sino su propia autodisciplina.
Por lo tanto, la lucha de la APPO no es sólo un escalón muy importante en la autorganización y la autonomía de los trabajadores sino también una experiencia fundamental, nacional, en la construcción de la independencia de los oprimidos, en su ruptura con la sumisión que por siglos han querido imponerles, conquistando así el poder sobre sí mismos mientras construyen elementos de su poder sobre el territorio oaxaqueño, empezando por la capital.
La convención nacional democrática no ha nacido realmente en el país pero funciona en gran medida en Oaxaca bajo otro nombre: por consiguiente, es importante respaldar la lucha de la APPO, generalizarla, reforzarla, difundirla, impedir que la repriman y, al mismo tiempo, es indispensable dar la única y real solidaridad posible: la de la generalización de las asambleas populares, deliberativas, con revocación de mandatos, independientes de los partidos y organizaciones. La APPO ha convocado a un paro nacional si Ulises Ruiz no es sacado de su cargo. Hacerlo realidad es una tarea de todos los demócratas, porque sería una herramienta fundamental para abrir el camino a la convención nacional democrática y a la lucha que arroje al usurpador al mismo cajón de basura que está esperando al "gobernador" oaxaqueño.
No hay tiempo ya para tergiversaciones, y si se quiere evitar el derramamiento de sangre de trabajadores, campesinos e indígenas y un nuevo Atenco, hay que asumir como propias las exigencias de la APPO y también adoptar sus planes de lucha.
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