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Cambio ambiental global
¿nuevos desafíos a viejos problemas?


Patricia Romero Lankao

Política y Cultura
UAM-Xochimilco


1. Introducción

El cambio ambiental global es un componente fundamental de la actual reestructuración del capitalismo. Un componente marcado por la modificación irreversible de procesos y estructuras fundamentales para la existencia del hombre como especie, tales como los ciclos biogeoquímicos y la biodiversidad). Un componente predominantemente analizado por científicos naturales, cuando menos en los círculos internacionales (Grymes y Kentor 2003). Un componente que incide en la re-configuración de los esquemas de dominio. Lo que demanda de nosotros responder a cuando menos dos retos: dar cuenta del por qué social, económico e institucional de tal cambio; analizar las implicaciones de éste en la reestructuración de la vida social.

Mi presentación es un intento de responder al reto, sustentada en una tesis: la actual reestructuración de la vida social que acompaña al nuevo modelo de organización del capitalismo, incorpora al cambio ambiental global como dimensión que consolida desigualdades, contradicciones y paradojas, al tiempo que plantea nuevas formas de dominio, novedosos desafíos. Para lograr mi cometido, analizaré tres componentes esenciales de las relaciones entre cambio ambiental global y actual modelo de desarrollo, entre "naturaleza" y "sociedad".

El primero se refiere al carácter inédito de las transformaciones ambientales. Caracterizaré los rasgos fundamentales de éstas y destacaré los factores por los cuales plantean una situación nueva y peligrosa: la de estar conduciendo al sistema terrestre a un estado de no retorno, un estado que pone en peligro la sobre vivencia de la humanidad como especie (Crutzen y Ramanathan 2003, Cox y Nacicenovic 2003). Las modificaciones del modelo de desarrollo marcan la entrada a un nuevo modelo de relación sociedad naturaleza, caracterizado por cambios en los esquemas de dominio; en la constelación de sectores-regiones causantes y afectados, ganadores y perdedores (sección 3). La transformación en marcha incluye, además, y se ve determinada por modificaciones en las instituciones tradicionales y formas de gobierno de la sociedad moderna, que destacaré brevemente en la sección 4.

Presentaré recurrentemente algunas reflexiones en torno a los retos conceptuales y normativos que ese nuevo modelo plantea a la construcción de una política crítica alternativa. Me centraré en dos ejes: el desarrollo de herramientas que den cuenta del carácter complejo – no lineal – de las actuales transformaciones; el impulso a estrategias de lucha que rompan con abordajes tecnócratas y conservadores de una tal complejidad.

2. Cambio ambiental global: un proceso inédito

Hasta hace unos cuantos siglos, las sociedades humanas fueron un factor insignificante en las dinámicas de cambio ambiental del planeta. Con la excepción de la desaparición de mega-fauna durante el Cuaternario o de los efectos de la colonización en la biota (Steffen et al 2004; Crosby 1986), el impacto de los cambios ambientales inducidos por la sociedad había sido local y regional. A partir del siglo XVI se registró una serie de transformaciones, tales como esquemas positivistas e instrumentales de pensamiento, innovaciones tecnológicas, y nuevos mecanismos de apropiación de recursos naturales y humanos. Los cambios cristalizaron en la Revolución Industrial; estimularon una lógica de incremento constante y desigual en la producción y en el consumo; facilitaron un aumento notable de la población mundial e impulsaron el inexorable proceso de urbanización del planeta.(1) Los cambios introdujeron el modo industrial de transformación ambiental que contempla actividades mecanizadas y automatizadas, sustentadas en el uso de combustibles fósiles; Indujeron el desarrollo desigual de países, regiones y sectores, así como de una de sus palancas: las eras socio-tecnológicas en las economías de mercado (y socialistas durante algunas décadas).(2) Acrecentaron la capacidad humana de extraer, producir y consumir recursos; de transformar el ambiente y deteriorarlo.

Como resultado de esto ha crecido exponencialmente la demanda total y per cápita de recursos naturales. Se ha acabado en los últimos 50 años con 40% de las reservas de petróleo del planeta. Alrededor de 47-50% de los recursos pesqueros conocidos está completamente agotado. La humanidad se ha apropiado de más de la mitad del agua accesible (Steffen et al 2004). Y se han emitido contaminantes como los gases de efecto invernadero, que de haber promediado alrededor de 280 ppm (partes por millón) entre 1000-1750, ascendieron a 368 ppm en el año 2000 (IPCC 2001). La magnitud e intensidad en los ritmos de extracción de recursos, emisión de desechos y alteración de la diversidad biológica del planeta se ilustra en el Cuadro 1.

Cuadro 1. Formas selectas de transformación social de
componentes ambientales: cronologías del cambio

  Porcentajes de cambio desde el 10,000 a.c. hasta mediados de 1980 Fechas de Porcentajes1
Carácter de la transformación 25% 50% 75%
Área deforestada 1700 1850 1915
Diversidad de vertebrados terrestres2 1790 1880 1910
Extracción de agua3 1925 1955 1975
Tamaño de la población 1850 1950 1970
Emisiones de carbono4 1815 1920 1960
Emisiones de sulfuro5 1940 1960 1970
Emisiones de fósforo6 1955 1975 1980
Emisiones de nitrógeno4 1970 1975 1980
Emisiones de plomo4 1920 1950 1965
Producción de tetraclorido de carbono4 1950 1960 1970


Fuente: Kates. et.al (1990, Cuadro 1-3A, traducción de la autora).

"1. Los cálculos asumen una base o biosfera prístina correspondiente a alrededor de 10,000 años a.c. y un cambio de 100% correspondiente a mediados de 1980. Los porcentajes de los cuartiles se refieren a este cambio. 2. Número de especies vertebradas que se extinguieron desde 1600 como resultado de la acción humana. No incluye las posibles oleadas de extinciones del pleistoceno y el holoceno temprano inducidas por el hombre, debido a la permanente controversia en torno a su naturaleza y magnitud. 3. Cantidad total de agua para uso humano actualmente extraída por año. 4. Masa total movilizada para la actividad humana. 5. Cantidad de fósforo extraída como roca de fosfato.


Se ha registrado por tanto una transformación tal en la estructura y funcionamiento del sistema terrestre, que se están amenazando los procesos y componentes bióticos y abióticos en que se sustenta la viabilidad de la humanidad como especie. Aquí aparece el primer y gran reto conceptual y político con cuando menos tres componentes:
  1. entender el alcance de la actual y transformación del sistema terrestre y reconocer que los cambios son irreversibles en ámbitos fundamentales para la existencia humana, tales como la pérdida de diversidad biológica,(3) o la transformación del sistema climático terrestre;
  2. aceptar que estamos ante un proceso inédito en varios sentidos. Incidimos globalmente en casi todos los ciclos biogeoquímicos de que dependemos para nuestras actividades económicas y para nuestra existencia (del agua, del carbono, del nitrógeno). Al emitir sustancias como los gases de efecto invernadero (GEI) por ejemplo, generamos modificaciones en el cambio y la variabilidad climáticos que interactúan de manera no lineal; se constituyen en presiones tales en los sistemas ambientales y sociales que, superado un umbral, los conducen a nuevos estados (IPCC 2001, Steffen et al 2004). El cambio y la variabilidad climáticos están permitiendo por ejemplo, que insectos que necesitan calor (anofeles) o dos estaciones calurosas para completar su ciclo de vida (garrapatas transmisoras de encefalitis), puedan extenderse a zonas otrora frías, o completar su ciclo de vida en una estación. Los cambios inciden ya, entre otras, en la salud de la población.
  3. Las referidas transformaciones nos plantean infinidad de incertidumbres. No sabemos por ejemplo como interactúan todos los cambios que estamos generando; si conducimos ya a la tierra a un nuevo estado en que la permanencia de la humanidad no es posible (Steffen et al 2004, Crutzen y Ramanathan 2003, Cox y Nacicenovic 2003). La pregunta obligada es la de si no tendríamos que, incluso en medio de la incertidumbre, buscar estrategias para cuando menos detener los cambios.
3. Ambiente y reestructuración de las formas de dominio

Aunque útiles, los datos promedio son insuficientes para dar cuenta de dos caras de la misma moneda de la relación entre sociedad y naturaleza: los variados patrones de desarrollo e inserción de países, regiones y sectores sociales en la economía mundo. La primera cara es la histórica y actual apropiación, transformación, deterioro y venta in-equitativa de los recursos naturales y ambientes del globo; la segunda, el desigual impacto socio-ambiental de las transformaciones ambientales que como humanidad estamos generando.

En cuanto a la apropiación de recursos naturales y ambientes, la información promedio no ilustra las muchas veces irreversibles consecuencias en las comunidades humanas, vida silvestre y ecosistemas del proceso histórico de expansión europea sobre el resto del mundo; de extracción y rapiña de minerales, animales y flora; de conquista y colonización biológica (Galeano 1978, Crosby 1986 y Ponting 1991).

Los datos tampoco dan cuenta de la coincidencia entre la desigual apropiación de recursos naturales y la disímil inserción de países, regiones y sectores en la economía mundo. Como ha ocurrido históricamente (Braudel 1984), un puñado de países concentra actualmente la inversión extranjera directa, la producción y venta internacional de bienes y servicios de mayor valor agregado, el PIB y los ingresos del planeta (Wade 2005). Con 15% de la población, las ocho naciones más ricas por ejemplo generan 50% del PIB mundial. La desigualdad se ha acentuado. Después de haber sido de 30:1 la proporción de ingreso entre el 20% más rico y el 20% más pobre aumentó a 78:1 en 1994 (Banco Mundial citado en Wade 2005).

Ese mismo grupo selecto de países, regiones y sectores consume gran parte de los recursos y emite importante proporción de contaminantes que conducen al planeta a una situación de no retorno. Con 5.2% de la población mundial, Estados Unidos y Canadá consumen por ejemplo 28.1% de la energía y emiten 26.8% de los GEI. Mientras que contando con 13.1% de la población total África consume 2.9% de la energía y emite 3.7% de los GEI (ONU 2003, EIA 2002).

En promedio la población de países industrializados –y los privilegiados del "Sur"– consumen el doble de granos, el doble de pescado, tres veces más carne, nueve veces más papel y once veces más gasolina que la población de países en desarrollo (Steffen et al 2004). Las diferencias en los patrones de producción y consumo de países, regiones y sectores se plasman en la máxima: "todos somos responsables, pero unos más que otros", que algunos países, académicos y grupos civiles defienden en los debates en torno al Protocolo de Kyoto (Klaussen y Mcneilly 1998). Las discrepancias consolidan formas de exclusión existentes y configuran nuevos mecanismos de diferenciación a nivel mundial.

Algunos estudiosos señalan que, distinto a la tesis que discuto, la opulencia se vincula a una mayor eficiencia en la producción y en la emisión de desechos por unidad de producto. Sugieren que a niveles bajos de ingreso el crecimiento económico degrada el ambiente. Pero que al aumentar los niveles de ingreso y consumo se presentan mejoras en diversos indicadores ambientales (niveles de SO2 y de partículas, por ejemplo). Captan matemáticamente la relación mediante una curva con la forma de U invertida, (hipótesis EKC o Environmental Kuznets Hipótesis por sus siglas en inglés). Y plantean basados en evidencia empírica la posibilidad de desacoplar ("decoupling") o desmaterializar las economías de sus efectos ambientales; de utilizar la innovación tecnológica y una intervención estatal que posibilite y garantice industrias y mercados dinámicos, como principales mecanismos para el logro de tal objetivo.(4) Llevada al extremo la hipótesis conduce a algunos a sugerir que el crecimiento económico no es una amenaza para la sustentabilidad ambiental.

Yo sometería a cuidadosa crítica la idea de que es posible desacoplar el "crecimiento económico" de sus impactos ambientales. Factores como los procesos de cambio estructural sí permiten que el crecimiento económico de países desarrollados y los patrones de consumo de sectores privilegiados se acompañe de un decrecimiento relativo en los insumos que utilizan y en la emisión de algunos contaminantes por unidad de producto/consumo, no del CO2 (Fisher Kowalsky y Amann 2001); sí facilitan en otras palabras un "desacoplamiento relativo", pero no un "desacoplamiento absoluto" entre crecimiento económico y protección ambiental. No sólo porque siguen creciendo el consumo global de recursos naturales y la emisión total de contaminantes (Steffen et al 2004: 84). También –y esto es lo más importante para los objetivos de la presentación– porque como documentan estudios que aplican "análisis metabólicos" y de "huellas ecológicas",(5) el crecimiento de las economías industrializadas tendió a beneficiar su situación ambiental local. Al mismo tiempo contribuyó a tornar más problemáticas las condiciones ambientales globales y del Tercer Mundo.

¿Cómo se ha logrado lo anterior? Parte de la respuesta se encuentra en los recientes cambios en la división internacional del trabajo, en la re-localización hacia países y regiones periféricos, de procesos productivos con dos rasgos contraproducentes para países y regiones en desarrollo:
  1. son de bajo valor agregado. No obstante se han trasladado a nuestros países algunos procesos manufactureros que demandan mano de obra barata, se han quedado en las naciones industrializadas los dos componentes de la cadena productiva que agregan mayor valor al producto: investigación y desarrollo, y diseño por un lado; venta, publicidad y servicios al cliente por el otro.(6) La implicación de esto es que se mantiene un deterioro en los términos de intercambio para nuestras naciones, quienes cuentan con muy pocos recursos financieros y posibilidades económicas como para crear círculos virtuosos de desarrollo.
  2. incluyen actividades de extracción de recursos naturales y de producción manufacturera que resultan relativamente más intensos en términos ambientales (industria petroquímica, producción de aluminio, madera, etc.). Muradian y Martínez Alier (2001) analizaron los flujos comerciales Norte-Sur y encontraron crecimientos notables en las importaciones de recursos naturales por parte de los países industrializados durante 1968-1996. Las de aluminio por ejemplo crecieron siete veces; los productos del petróleo entre 3 y 4 veces. Japón ha podido aumentar sus superficies forestales durante los últimos 20 años gracias a las altas tasas de deforestación registradas en Indonesia.

La nueva división internacional del trabajo ha implicado en otras palabras un proceso de externalización de daños ambientales y sociales hacia la periferia y hacia el planeta todo. El proceso se plasma tanto en indicadores que dejan mal parados a nuestros países (nuestra relativamente menor eficiencia productiva por ejemplo), como en fenómenos globales de deterioro (efecto invernadero). Por cierto que la emisión de Gases de Efecto Invernadero es uno de los pocos ámbitos donde sí se puede documentar la responsabilidad histórica y actual del Norte, ver Figura 1.

Figura 1: Emisiones de CO2 por grupos de países
(Millones de toneladas métricas de equivalentes de carbono)




Fuente: EIA (2002) en Romero Lankao (2004), quien siguiendo la terminología de los estudiosos de la economía mundo, se refiere a "core" como países industrializados; "rim" países semi-periféricos o de desarrollo medio, y "peri", como países periféricos. China e India forman un grupo especial de países.


El proceso de externalización de daños ambientales y sociales incluye la otra cara de la moneda a la que me referí líneas arriba. No son iguales para todos los sectores, regiones y países las implicaciones sociales del cambio ambiental global. Éste no impacta por igual el sistema alimentario, los recursos hidráulicos, la calidad del aire y otros bienes y servicios de los distintos países, regiones y sectores. La nociones de presiones múltiples ("multiple stresses"), vulnerabilidad y capacidad de adaptación son útiles para dar cuenta analítica de las diferencias (O’Brien y Leichenko 2003, Adger et al 2001, IPCC 2001, Steffen et al 2004).

De acuerdo a la noción de presiones múltiples, grupos, sectores y regiones como los campesinos, habitantes de "favelas", o los sectores acomodados de ciudades costeras, se enfrentan no a una sino a múltiples presiones. Ejemplos de éstos son los cambios en los precios de insumos y bienes, el mercado inmobiliario, las insuficiencias en la operación de infraestructura y servicios públicos, la mayor intensidad de inundaciones y otros desastres, y las deficiencias en la gestión gubernamental de desastres (Adger et al 2001, O’Brien y Leichenko 2003).

La "vulnerabilidad", definida como la propensión a sufrir daño ante esas presiones, es una función de la exposición, la sensibilidad y la capacidad de adaptarse. La vulnerabilidad depende del contexto socioeconómico, institucional y ambiental en que se desenvuelven grupos, sectores y regiones. La "capacidad de adaptarse", que es la habilidad de éstos de acoplarse y de expandir el rango de impactos que pueden resistir, es un vector de recursos, bienes y ventajas a los que recurrir para enfrentar presiones. Todos los grupos sociales, sectores y ambientes tienen cierta capacidad de adaptarse ante las presiones. Pero esa habilidad se encuentra desigualmente distribuida; lo que se vincula entre otros factores, a la disímil distribución de recursos, bienes y ventajas dentro de una comunidad o país, a las instituciones que median el proceso de exponerse a y adaptarse (IPCC 2001, Adger et al 2005). Diversos estudios corroboran esas diferencias. Documentan por ejemplo que ha sido y proseguirá siendo relativamente más difícil para:
  1. La agricultura de países en desarrollo satisfacer sus requerimientos alimentarios ante la previsión de cada vez más difíciles condiciones climáticas (IPCC 2001). Tal dificultad no sólo se explica por el cambio climático en sí. Más bien porque los agricultores enfrentan además presiones como precios "dumping" de los productos con que países como Estados Unidos inundan los mercados de las naciones de aquellos, desfavorables condiciones de intercambio insumos/productos, y retiro del apoyo gubernamental a la producción, la salud y la educación en el campo.


  2. Los pobres sobre todo de ciudades del Tercer Mundo, pero también de países industrializados (como Nueva Orleáns acaba de mostrar) suelen ser más vulnerables a consecuencias del cambio ambiental global como "islas de calor", huracanes, inundaciones y sequías. Estos sectores, muchos de los cuales construyen sus casas en áreas de riesgo, tienen bajos ingresos, enfrentan problemas de saneamiento y deficiencias en la operación de servicios públicos. Sus condiciones se han agravado como consecuencia de los programas de ajuste estructural aplicados en las últimas dos décadas, y a los que me referiré más adelante (sección 4). Les resulta más difícil por lo mismo enfrentar huracanes, inundaciones, sequías y otras implicaciones del cambio ambiental global.


Lo anterior no significa que los países industrializados y los sectores pudientes de las naciones en vías de desarrollo –el "Norte" del planeta– no se lleguen a ver afectados por las implicaciones sociales del cambio ambiental global en concatenación con otras presiones. Sí sufren daños, sobre todo si las múltiples presiones van más allá de cierto umbral (situación que por desgracia para la humanidad será cada vez más frecuente); o si son de una naturaleza distinta a aquellas situaciones de riesgo que venían enfrentando.

El huracán Andrew (1992), que forma parte de una tendencia a la aparición de tormentas tropicales más poderosas, es un ejemplo de que el "Norte" también se ve afectado. El meteoro devastó Homestead, Florida y partes de Miami; cobró la vida de 25 personas; dejó sin casa a 250 mil; destruyó 82 mil negocios y dañó diversos ecosistemas regionales. Los perjuicios ascendieron a 30 billones de dólares, implicaron pérdidas de 15.5 billones para la industria de seguros, y condujeron a la quiebra de 12 compañías aseguradoras (
www.sptimes.com/2002/webspecials02/andrew, 19-09-2004). Las presiones que enfrentó la zona no quedaron ahí. No obstante la industria aprendió de la experiencia, y re-expandió su rol; a pesar de que se introdujeron cambios institucionales –como reglamentos de construcción más estrictos– Florida enfrentó una situación inédita 12 años después. Cuatro poderosos huracanes categoría 3 y 4 dañaron 20% de las casas, mataron a 124 personas y ocasionaron perjuicios con un costo total de 21.5 billones de pesos.

De acuerdo a cálculos del IPCC (2001), cada uno de los desastres de este tipo cuesta a países desarrollados alrededor de 318 millones de dólares, monto 11 veces más alto que los 28 millones de costos para un país en desarrollo. Tales datos conducen a muchos estudiosos a señalar que fenómenos como los señalados cuestan más económicamente a los países desarrollados; que tienen más implicaciones en términos de pérdidas de vida y de las condiciones vitales de existencia de los países en desarrollo. Pero estas estadísticas no dan cuenta del devastador impacto que estos desastres pueden tener en la economía (PIB) de los países pobres; en las condiciones productivas y de vida de su población. Considérese el caso de Jeanne, uno de los cuatro huracanes que afectó a Florida; el meteoro costó la vida de 1,600 personas en Haití, no obstante todavía poseía al pasar por ahí el nivel 2 de una tormenta tropical. Son severas las implicaciones económicas de estos daños. El impacto del huracán Mitch para la economía de Centro América asciende, por ejemplo, a entre 0.9% y 9% del PIB regional (ECLAC 2002). Inundaciones asociadas al fenómeno ENSO (El Niño) en 1997-98 costaron a Kenya el correspondiente al 11% de su PIB durante los tres siguientes meses. Mientras que la sequía causada por la Niña de 1998-99 le implicó costos de alrededor de 16% del PIB durante esos y los dos siguientes años fiscales (Grey y Sadoff, 2005).(7)

Los distintos patrones de desarrollo regional e inserción en la economía mundo inciden por tanto en dos fenómenos que demandan más detallado estudio y reflexión, nuevas estrategias de movilización y presión política. Nos enfrentamos por un lado a que se ha acrecentado la desigual apropiación, transformación y deterioro de recursos naturales y ambientes. Confrontamos por el otro, una distribución diferenciada de los costos ambientales, económicos y sociales de esos impactos. Las dos caras de la actual relación sociedad naturaleza nos plantean diversos desafíos de análisis y movilización. Necesitamos:
  1. entender y señalar en diversos foros académicos y políticos que los disímiles patrones de inserción en la economía mundo, las desiguales pautas de desarrollo, son los determinantes esenciales de las distintas características de esas dos caras de la relación sociedad naturaleza;


  2. romper con la tendencia a la especialización disciplinaria y programática, que lo único que hace es conducir a perder de vista la relación entre fenómenos puntuales y locales (deforestación) y procesos que los determinan y que operan en escalas nacionales y globales (demanda internacional de maderas preciosas, por ejemplo). Ésta tendencia se manifiesta en la división del trabajo, la discusión y la movilización dentro y alrededor de la arena política del Protocolo de Kyoto. El grupo III dentro del Panel Internacional del Cambio Climático (IPCC) analiza los determinantes de las trayectorias de emisiones de GEI, es decir, el dinamismo demográfico, las innovaciones tecnológicas, las dinámicas económicas y el marco institucional. Mientras que el Grupo II, centrado en vulnerabilidad y adaptación al cambio climático, estudia las múltiples presiones que inciden en la vulnerabilidad. Ambos pierden de vista que determinantes y presiones forman parte de los mismos procesos. Olvidan por ejemplo que las dinámicas del mercado inmobiliario que inciden junto con la de-regulación inmobiliaria en las pautas de crecimiento urbano incluso de ciudades como Nueva Orleáns, son las mismas que explican por qué la ciudad creció en zonas de riesgo. Nuestro reto es entonces impulsar una visión integral de estos fenómenos.


4. Ambiente y reestructuración institucional

Hasta ahora me he referido a los componentes estructurales de las transformaciones en marcha; a los procesos que como tales imponen restricciones o favorecen decisiones y acciones de los agentes. Pero los agentes también inciden en las estructuras. Crean las reglas del juego y organizaciones, las estructuras que les permiten dominar. Generan las estrategias de resistencia y lucha contra estas estructuras. A continuación me referiré a esa dimensión; a aquellos cambios institucionales de implicaciones ambientales y en los que incide el cambio ambiental global. No sin antes señalar que tales transformaciones se sustentan entre otras, en una noción de "buen gobierno".(8) Noción que enmarca diversos y contradictorios esfuerzos institucionales por parte de organismos internacionales, gobiernos, académicos y organizaciones civiles, por promover el "desarrollo" de países, regiones y sectores periféricos principalmente. Los cuales conforman un "Sur" localizado no sólo en países en desarrollo también en naciones industrializadas.

EL primer grupo de transformaciones institucionales giran en torno al comercio y el crecimiento económico. Son impulsadas por organismos como la Organización Mundial de Comercio (OMC), el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional, y por países desarrollados principalmente. Han incidido decididamente en la creación de tratados comerciales globales, regionales y bilaterales para promover el comercio internacional, proteger patentes y derechos de autor. Han sido determinantes en la reducción y eliminación de tarifas, subsidios y regulaciones, sobre todo por parte de países en desarrollo. Han incluido reformas estructurales para países semi-periféricos y periféricos (Harris 2000 y Schaefer 2003). Éstas han implicado el retiro del estado de su anterior papel como desarrollador y benefactor, la apertura de mercados y la reducción de inversiones en salud, educación e infraestructura. Se tradujeron para nuestros países en la reducción de los de por sí pírricos gastos en protección ambiental, el debilitamiento de las de por sí relativamente endebles regulaciones en la materia, y en políticas que fomentan una mayor presión sobre los recursos naturales. De ahí que sea más atractivo para corporaciones internacionales localizar en nuestras naciones actividades más intensas en el uso de recursos y la emisión de desechos.

Claro que los más variados círculos oficiales promotores de estos regímenes económicos se percatan de sus negativas consecuencias, al igual que grupos civiles y académicos, o tal vez como consecuencia de las protestas y hallazgos de éstos. Por supuesto que aquellos son conscientes de la incidencia de las transformaciones institucionales en el acrecentamiento de las desigualdades ambientales y sociales del planeta (Batterbury 2005). Buscando "enverdecerse", el Banco Mundial, por ejemplo, exige desde la década de 1980 que, para recibir financiamiento, todo proyecto presente una evaluación de impacto ambiental y cumpla con ciertos requisitos: claros derechos de propiedad, más estrictas regulaciones ambientales. Pero estos proyectos, lucrativos como son, generan situaciones paradójicas.(9) Los programas forestales y áreas naturales protegidas por ejemplo suelen acompañarse de zonificaciones ecológicas cuya aplicación implica la expulsión de agricultores y comunidades locales, o cuando menos su conversión en ilegales. De ahí que se pueda argüir que el análisis del cambio ambiental se debe de ligar al del poder, pues la lucha por los recursos o –en su defecto– por decidir quien paga por el deterioro y la contaminación ambiental es una lucha de poder.

El segundo grupo de cambios institucionales se han impulsado con el fin de gestionar los problemas ambientales globales. Los gobiernos han firmado tratados y regímenes internacionales y trans-fronterizos, que han permitido gestionar, con distintos niveles de efectividad, asuntos variados: contaminación de ríos, hoyo en la capa de ozono, desechos peligrosos, calentamiento global.(10) Distintas razones que van desde la movilización y presión social hasta la convicción, pasando por la obligación de cumplir tratados internacionales, han incidido en el impulso a políticas ambientales a nivel nacional, regional y local (Bulkely y Betsill 2003).(11)

Se ha logrado con los regímenes y políticas ambientales inducir algunos cambios positivos, como mayor eficiencia en el uso de recursos y la emisión de desechos, la regeneración de ríos de países desarrollados principalmente, o la reducción en las emisiones de fluoroclorocarbonos (FCC). Ambos se enfrentan sin embargo, a diversas limitaciones estructurales que les impiden ser efectivos en la gestión de las referidas dos caras sociales de la moneda del cambio ambiental (apropiación desigual de recursos y ambientes; diferentes impactos sociales de los fenómenos ambientales). La más importante restricción radica en que los promotores de regímenes y políticas ambientales, los perdedores del cambio ambiental global y quienes se movilizan contra las consecuencias sociales de éste, tienen relativamente menores recursos económicos y poder que los impulsores de los regímenes económicos, quienes por cierto son los ganadores de la relación sociedad naturaleza.

Dentro de los sectores insertos en la arena política del Protocolo de Kyoto por ejemplo, los países en desarrollo tienen una mucho menor responsabilidad como emisores y tienden a verse más afectados por el cambio ambiental global (IPCC 2001). Sin embargo, enfrentan recurrentemente diversas formas de presión y veto de gobiernos del grupo JUSCANZ y de algunas corporaciones industriales. Conforman al grupo JUZCANZ, Japón, Estados Unidos, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, quienes han logrado introducir en el Protocolo de Kyoto decisiones que les son favorables. Tal es el caso del mandato de "reducir" más que realmente "estabilizar" las emisiones de GEI, a fin de impedir que interfieran con el sistema clima terrestre; de la insistencia de Estados Unidos en que los países en desarrollo también se comprometan a reducir sus emisiones, y de instrumentos como el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL). Con MDL, los países desarrollados adquieren certificados de reducción de emisiones, no a través de acciones que reduzcan sus trayectorias de emisión; antes bien, mediante inversiones en actividades de mitigación (reforestación tendiente a capturar carbono, por ejemplo) dentro de países en desarrollo (Bulkely y Betsill 2003).

México ofrece otro ejemplo del poco poder del sector y de los perdedores en el terreno del cambio ambiental. No sólo porque ni siquiera son compensados los afectados por presas, obras de abastecimiento y otros proyectos de negativas consecuencias ambientales.(12) También porque la secretaría mexicana del ambiente (SEMARNAT) tiene prácticamente nulo poder de incidencia ante decisiones económicas de otras secretarías y de grupos de poder económico, como el de la construcción de infraestructura y la promoción de centros turísticos. La secretaría apenas recibe 1.1% del presupuesto federal para gestionar los más variados asuntos ambientales, desde control de la contaminación industrial hasta gestión de áreas naturales protegidas; desde cambio ambiental global hasta control de la contaminación atmosférica local.

5. Retos a paradigmas positivo normativos convencionales

La reestructuración de la vida social característica del nuevo modelo de organización capitalista contempla al cambio ambiental global como componente que refuerza desigualdades; que bosqueja nuevos mecanismos de dominación, distintos desafíos. El cambio ambiental es tan viejo como el hombre mismo. Pero la humanidad ha generado a partir de la Revolución Industrial una transformación tal de la estructura y funcionamiento del sistema terrestre que lo está conduciendo a una nueva situación, de no retorno. En tal situación se atenta la viabilidad del hombre mismo como especie. La tal situación plantea retos conceptuales y políticos sin precedentes. Necesitamos comprender el alcance de los cambios; reconocer que éstos son inéditos en muchos sentidos, que por ejemplo plantean incertidumbres incluso a los científicos naturales. Requerimos plantearnos el reto de buscar en medio de la incertidumbre, estrategias para cuando menos frenar los cambios.

Es esencial que entendamos a cabalidad que no todos somos igualmente responsables; tampoco sufrimos en igual proporción las consecuencias del cambio ambiental global. Existe una coincidencia entre la histórica y actual inserción desigual de países, regiones y sectores en la economía mundo y la disímil apropiación, transformación y deterioro de recursos naturales y ambientes. Un selecto grupo de países, regiones y sectores que conforma el Norte del planeta, consume directa a indirectamente –vía su huella ecológica– gran parte de los recursos naturales; emite importante proporción de los contaminantes que conducen al planeta a una situación de no retorno.

Ese es el grupo que plantea la posibilidad de desmaterializar su economía y formas de consumo. El que defiende y promueve entre nuestros países soluciones al cambio ambiental global como la de la modernización ecológica. El que olvida que incluso el "Norte", aquél que se presenta como el modelo a seguir, sólo ha logrado desacoplar relativamente producción y consumo de sus consecuencias ambientales. ¿Cómo? No sólo mediante el cambio tecnológico, sino también a través de la localización hacia países y regiones en desarrollo de procesos productivos ambientalmente más intensos; a través de la externalización de daños ambientales y sociales hacia la periferia y hacia el planeta todo. La externalización se vincula con la otra cara de la moneda: la de la desigual distribución entre países, regiones y sectores de los costos ambientales, económicos y sociales del cambio ambiental global.

Pero no todo se reduce a estructuras. Los agentes inciden en éstas; generan las reglas del juego que les permiten dominar; se movilizan y luchan contra esas reglas. El análisis del cambio ambiental global es por lo mismo el estudio de la lucha por los recursos naturales y ambientes; por decidir quien asume los costos del deterioro y la contaminación ambiental; por el poder. En la presentación destaqué algunos de los cambios institucionales de incidencia en la consolidación de los actuales mecanismos de dominio. Un ejemplo es el debilitamiento de políticas sociales y ambientales. El cual no sólo contribuye a que sea poco atractivo establecer en nuestros países actividades que agregan mayor valor al producto, con el argumento cierto de que nuestra fuerza de trabajo no está capacitada. Argumento con el que se olvida que uno de los componentes de la reforma del estado es el de la reducción de la inversión en educación. El debilitamiento incide también –entre otras por la carencia de regulaciones estrictas– en la localización en nuestros países de actividades ambientalmente más intensas.

Destaqué además que los perdedores del cambio ambiental global, quienes se movilizan contra las consecuencias sociales de éste y quienes promueven políticas ambientales enfrentan una restricción fundamental, a saber: poseen relativamente menores recursos económicos y poder que los impulsores de los regímenes económicos, que los ganadores de la relación sociedad naturaleza. Es fundamental entender esta restricción y promover estrategias que permitan transformarla.


6. Bibliografía Adger, W. N., P. M. Kelly, and N. H. Ninh, 2001: Living With Environmental Change: Social Resilience, Adaptation And Vulnerability In Vietnam. Routledge, London, 314 pp.

Adger, W. N., N. W. Arnell, and E. L. Tompkins, 2005. Successful Adaptation to Climate Change Across Scales, Global Environmental Change (15), in press

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NOTAS 1) Después de haber registrado tasas anuales de crecimiento de 0.25% en la primera mitad del siglo XVII, la población se incrementó en un 1.8% entre 1950-85. Lo que significó un paso de 679 millones de personas en 1700 a 6,057 en el 2000. Gran parte del crecimiento poblacional se registra en ciudades, y en centros urbanos de países en desarrollo (Demeny 1990, Montgomery et al 2004).

2) Destacan entre las eras: textil (1750-1820), del vapor (1800-1870), ingeniería pesada (1850-1940), producción/consumo masivo (1920-2000) y calidad total (1980-¿?)- Grübel (1994). Hablo de desarrollo desigual, sustentada en una visión de economía mundo, porque lo más avanzado de éstas eras se ha concentrado en ciudades y regiones de los países centrales.

3) La pérdida de biodiversidad torna a ambientes de que depende el hombre (bosques por ejemplo) más vulnerables ante cambios bruscos (sequías) y plagas.

4) En esta perspectiva se insertan estudios como el de "factor 4" de Weizäcker et al (1997) y perspectivas de análisis como la "modernización ecológica". De acuerdo a las cuales, la superindustrialización implica enfrentar los problemas ambientales transformando los sistemas productivos mediante el desarrollo y aplicación de tecnologías más sofisticadas; mediante estrategias de desarrollo basadas en una mínima intervención del estado (Jänicke et al 1997 y Murphy 2000).

5) La noción de "huella ecológica" se refiere a los efectos ambientales de poblaciones de ciudades y países que van más allá de las áreas que ocupan, y que resultan de dos fenómenos: las enormes demandas urbanas de alimento, energía, agua, entre otros recursos provenientes de zonas externas; el envío de grandes cantidades de desechos producto de actividades productivas y cotidianas urbanas. Véase Rees, W.E. (1992). El análisis de contabilidad de flujos concibe a los sistemas urbanos como metabolismos urbanos, que transforman insumos en energía útil, estructuras físicas y desechos. La medición de estos procesos es otra forma de dar cuenta de la "huella ecológica" de una unidad territorial; las cantidades totales de recursos naturales que requiere y desechos que emite.

6) "Entre 1960 y 1998 el índice de industrialización de países en desarrollo /empleo manufacturero entre empleo total/ creció de 75% al 118%" (Wade 2005: 22).

7) Existen además de distintas vulnerabilidades vinculadas con niveles diferentes de desarrollo, vulnerabilidades relacionadas con
a) la localización (en costas, en riberas de ríos) de sectores y grupos que sufren daños;
b) la dependencia de estos grupos y sectores de recursos a los que afectan las implicaciones del cambio ambiental. Tal es el caso del sector turístico, o el de seguros contra desastres, a los que afectan especialmente el cambio y la variabilidad climáticos.
c) el nivel de los impactos, el que por ejemplo éstos sobrepasan un cierto umbral.

8) La noción de "buen gobierno" (good governance) subyace a estos cambios. El gobierno, se refiere "a la formación y gestión de las reglas formales e informales que regulan la vida pública, la arena en que interactúan el estado y los actores económicos y sociales para tomar decisiones" (Batterbury 2005: 5). Diversos principios constituyen la noción de "buen gobierno" que permea la vida de instituciones gubernamentales, no gubernamentales y corporativas en los niveles internacional, regional, nacional y local, a saber: apertura, participación, rendición de cuentas, efectividad y coherencia.

9) Del total invertido por el Banco Mundial en estos proyectos durante 1990, 84% se aplicó a los sectores de energía, bosques, construcción y transporte, sobrepasando con mucho el porcentaje restante dedicado a educación, salud y servicios públicos.

10) Mitchell (2003) documenta en un estudio comparativo de estos regímenes que aquellos centrados en el hoyo en la capa de ozono, la limpieza de ríos transfronterizos y el manejo multinacional de desechos peligrosos han sido relativamente más exitosos que tratados que buscan gestionar patrimonios naturales de la humanidad, pesquerías y bosques.

11) Siguiendo una tendencia presente en diversos países industrializados y en desarrollo, y en menor grado respondiendo a presión de grupos y sectores sociales nacionales y locales, desde la década de 1980 el gobierno mexicano por ejemplo, diseñó leyes, reglamentos y normas ambientales; creó organismos de gestión e incluso una secretaría del ambiente (SEMARNAP) en 1994; aplicó recursos financieros y humanos e instrumentó programas y acciones para gestionar asuntos ambientales tan variados como la contaminación atmosférica, la gestión del agua y de áreas naturales protegidas, la regulación del territorio y el cambio climático (Romero Lankao 2001).

12) Piénsese en las comunidades indígenas chinantecas desplazadas de sus hogares por la construcción de la Presa Cerro de Oro en Veracruz; o en las comunidades indígenas de Cutzamala, quienes ni siquiera tienen agua potable, no obstante se extrae de la zona que habitan el agua que sacia la sed de la ciudad.
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