PROYECTO DE RESOLUCIÓN QUE PRESENTA ANDRES MANUEL
LÓPEZ OBRADOR AL PUEBLO DE MEXICO PARA SU ANÁLISIS,
DISCUSIÓN Y, EN SU CASO, PARA SU APROBACIÓN EN LA
CONVENCIÓN NACIONAL DEMOCRÁTICA
México, Distrito Federal
El día de hoy el Tribunal Electoral del Poder Judicial
de la Federación decidió convalidar el fraude a la
voluntad ciudadana expresada en las urnas el dos de
julio y respaldar a los delincuentes que nos robaron
la elección presidencial. Con esta decisión se rompe
el orden constitucional y, en los hechos, se abre el
camino a un usurpador que pretende ocupar la
Presidencia de la República mediante un Golpe de
Estado.
Los siete magistrados del supuesto Tribunal Electoral
asumieron una actitud cómplice al desechar pruebas
contundentes y pretender ignorar lo que es de dominio
público. Durante todo el proceso electoral de 2006,
desde su preparación hasta su calificación, el
presidente Vicente Fox organizó y ejecutó un operativo
de Estado para impedir a toda costa la llegada a la
Presidencia de la República del candidato de la
Coalición Por el Bien de Todos.
El fraude electoral no sólo le cerró el paso a un
aspirante presidencial, sino que anuló de facto los
derechos constitucionales del pueblo de México de
escoger libre y democráticamente a quien gobierne los
destinos de la Nación. Estamos ante un evidente
retroceso en la vida democrática del país porque no
hubo respeto al sufragio y se pretende cancelar el
derecho de millones de mexicanos, en particular de los
más pobres, de elegir un gobierno que verdaderamente
los represente.
En una República democrática y representativa, el
sufragio efectivo constituye la expresión de la
soberanía popular. Pero una minoría rapaz que se ha
apropiado ilícitamente del poder y de los recursos de
la Nación, ha perpetrado este fraude electoral para
imponer sus intereses por sobre las aspiraciones y
necesidades del pueblo mexicano. Representa un
atentado contra la soberanía nacional que, como
establece el artículo 39 constitucional, reside
esencial y originariamente en el pueblo.
La imposición y la usurpación comenzaron a fraguarse
desde finales de 2003, cuando el gobierno de Vicente
Fox y los grupos de poder más conservadores del país
iniciaron una campaña para destruirnos políticamente.
Primero intentaron involucrarme en presuntos actos de
corrupción con los llamados videoescándalos. Ahora se
sabe que fue una conspiración en mi contra, urdida por
Carlos Salinas, Diego Fernández de Cevallos y Vicente
Fox, en la que utilizaron a las instituciones del
Estado y a los medios de comunicación. Quedó claro que
se trató de una maniobra planeada desde el poder para
desacreditarnos.
Posteriormente, recurrieron al desafuero. Torciendo la
ley y utilizando instituciones del Estado como la
Secretaría de Gobernación, la Procuraduría General de
la República, la Suprema Corte de Justicia de la
Nación y la Cámara de Diputados, trataron de
destituirme como Jefe de Gobierno del Distrito Federal
para despojarme de mis derechos políticos e
inhabilitarme jurídicamente como candidato. Pero la
movilización de cientos de miles de mexicanos detuvo
esta injusticia y me sacó adelante.
Como fallaron todos los intentos ilegales por impedir
mi participación en la elección presidencial, el
gobierno y la derecha planearon el fraude en los
comicios de este año para detener nuestro triunfo.
El verdadero motivo para obstaculizar nuestro arribo a
la Presidencia de la República, es porque defendemos
un Proyecto de Nación que representa una crítica de
fondo al modelo económico neoliberal que sólo ha
beneficiado a unos cuantos privilegiados y ha
empobrecido a la mayoría de los mexicanos. Nuestra
propuesta de gobierno constituye un peligro para los
intereses de una minoría rapaz y poderosa.
El fraude electoral de 2006 ha sido a la vez el más
burdo y el más sofisticado de la historia electoral de
México. Se recurrió lo mismo a los métodos
tradicionales como el acarreo de votantes, la
sustitución de funcionarios de casilla, el relleno de
urnas con votos ilegales, y la falsificación de actas
de escrutinio de las casillas, que a medios más
sofisticados como la manipulación de los sistemas de
cómputo, todo lo cual configuró una serie interminable
de ilícitos electorales.
Desde el inicio del proceso electoral, el aspirante
del PAN se convirtió en el abanderado oficial al que
Vicente Fox buscó imponer por todos los medios,
violando las leyes y la Constitución. El Presidente de
la República, en lugar de actuar como estadista, se
comportó como jefe de grupo y utilizó ilegalmente la
estructura del Estado y recursos materiales oficiales
para apuntalar la candidatura panista. Se usaron
recursos públicos para comprar votos y los beneficios
de los programas sociales a cambio de sufragios para
el partido de la derecha.
El Instituto Federal Electoral, lejos de actuar como
juez y árbitro de la contienda, se subordinó a los
intereses de una minoría y de su candidato,
convirtiéndose en cómplice del fraude para legalizar
la imposición. Las autoridades electorales actuaron de
manera facciosa y permitieron que el gobierno y el PAN
gastaran millones de pesos públicos y privados que
rebasaron con mucho los límites legales establecidos;
toleraron también que, contraviniendo la ley, el
partido de la derecha lanzara una guerra sucia en
nuestra contra a través de los medios masivos de
comunicación, como nunca se había visto en nuestro
país; y por si fuera poco, solaparon la campaña ilegal
del Consejo Coordinador Empresarial y de algunos
grupos económicos para calumniarnos y generar miedo en
la población. Con todo ello, antes de la jornada
electoral ya se había configurado y tipificado el
fraude como un operativo de Estado.
En la elección presidencial, el IFE violó
sistemáticamente los principios constitucionales de
certeza, legalidad, independencia, imparcialidad y
objetividad que deberían haber normado su actuación.
Este organismo, en vez de cumplir con sus obligaciones
legales, actuó abiertamente a favor del partido en el
poder. En particular, fue notoria la complicidad con
el gobierno federal de los consejeros electorales,
quienes fueron designados en realidad por el PAN y por
Elba Esther Gordillo Morales, símbolo del
corporativismo sindical caduco y del antiguo sistema
político priísta.
El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la
Federación, que conforme al artículo 99 constitucional
es la máxima autoridad jurisdiccional en la materia, a
pesar de las evidencias del fraude, se opuso a limpiar
la elección y se negó a realizar el recuento “voto por
voto” y “casilla por casilla”, no obstante le fue
demandado por millones de mexicanos y que tiene
facultades de ley para ello.
Las irregularidades fueron muchas y en las cifras del
IFE la diferencia entre los candidatos punteros fue
mínima, pues el aspirante del PAN habría obtenidos 15’
000, 284 votos y el abanderado de la Coalición Por el
Bien de Todos, 14’ 756, 350 votos; es decir, una
diferencia entre ambos de apenas 0.58 por ciento (243,
934 sufragios), pero los magistrados del Tribunal
Electoral, en un acto de simulación, sólo ordenaron la
apertura de 11,839 casillas –al final resultaron
11,720–, correspondientes al 9.07 por ciento de las
130,477 instaladas en todo el territorio nacional.
A pesar de ello, esta diligencia judicial practicada
por el Tribunal demostró que las alteraciones de los
resultados electorales no fueron producto de “errores
aritméticos” de los ciudadanos, sino parte de un
operativo de fraude electoral fraguado y organizado
por el grupo en el poder. En este recuento parcial
quedó de manifiesto que se violó de manera sistemática
la ley para defraudar a los votantes, llegándose
incluso a manipular el conteo de los votos:
1) En el operativo fraudulento se introdujeron y
eliminaron de manera ilegal votos en las urnas, pues
en 43 por ciento de las casillas revisadas por los
jueces se encontraron votos de más; es decir, votos
que no fueron emitidos por ciudadanos. Se introdujeron
ilegalmente un promedio de seis sufragios por casilla
y en 30 por ciento de las urnas se robaron un promedio
de 10 votos emitidos a favor del candidato
presidencial de la Coalición Por el Bien de Todos;
2) La falsificación dolosa de actas de escrutinio se
hizo evidente al recontar los votos, en miles de ellas
aparecen registrados sufragios que no corresponden a
los depositados por los ciudadanos. En 81 por ciento
de las actas de escrutinio revisadas existen
variaciones respecto a los votos emitidos, lo que
confirma la adulteración masiva y deliberada para
favorecer al candidato de la derecha, al que se le
agregaron de forma artificial un promedio de 1.14
votos por casilla;
3) Este recuento demostró también que los paquetes
electorales fueron abiertos y manipulados después del
cómputo distrital; en todos los distritos electorales
revisados, se encontraron cientos de paquetes sin los
sellos oficiales y sin las firmas de los
representantes de los partidos y de los funcionarios
de casilla, evidenciándose de tal manera un manejo
ilegal de paquetes, sobres y boletas electorales,
antes, durante y después del cómputo distrital;
4) El recuento parcial ordenado por los magistrados
comprobó así, que el Consejo General del IFE y muchos
de los Consejos Distritales actuaron con dolo, en
complicidad con el gobierno federal, para beneficiar
al PAN y robarnos la elección presidencial.
Si nos atenemos a los criterios establecidos por el
Tribunal Electoral para analizar las casillas que se
recontaron, podemos asegurar que nosotros ganamos la
elección. La sentencia del Tribunal Electoral para
ordenar la apertura de los paquetes electorales
establece que “el número de ciudadanos debe ser igual
a las boletas depositadas en la urna y a la votación
emitida”. Y precisa: “En especial, las cifras
correspondientes a las boletas depositadas en la urna
y la votación total emitida deben coincidir, pues en
este caso ya no se concibe la posibilidad de que en el
paso de extraer las boletas y contabilizar los votos
para los contendientes, merme o se incremente la suma
de boletas extraídas de la urna, por lo cual, si
alguna de esas cifras es mayor, se genera un indicio
en el sentido de que en algún momento del escrutinio y
cómputo, se sustrajeron indebidamente votos válidos o
se incluyeron espurios, salvo que se demuestre lo
contrario”.
La Ley General del Sistema de Impugnación en Materia
Electoral establece, en su artículo 75, como causales
de nulidad de casillas, entre otras: “Existir
irregularidades graves, plenamente acreditadas y no
reparables durante la jornada electoral o en las actas
de escrutinio y cómputo que, en forma evidente, pongan
en duda la certeza de la votación y sean determinantes
para el resultado de las mismas”.
Si los magistrados hubiesen respetado los términos de
la sentencia para el recuento parcial de casillas que
ellos mismos aprobaron, y acatado la legislación
electoral, tendrían que reconocer que en las casillas
recontadas hay 71 mil, 142 votos espurios,
introducidos ilegalmente en las urnas, y 122 mil, 266
sufragios válidos que fueron sustraídos
inexplicablemente. Si hubieran aplicado la ley y
respetado sus propios criterios, deberían haber
anulado las casillas donde se mantienen estas
irregularidades aún después del recuento. Y si
hubieran procedido de esa manera, habrían reconocido
que la Coalición Por el Bien de Todos triunfó en la
elección presidencial por 526 mil votos.
Es más, si se aplican los mismos criterios legales y
se proyectan a la votación nacional, eliminando los
votos espurios agregados de forma arbitraria y los que
fueron sustraídos con dolo, los magistrados debieron
reconocer que ganamos la Presidencia de la República
por más de dos millones de votos. De esa dimensión ha
sido el fraude electoral realizado en contra nuestra.
El gobierno federal a fin de imponer el fraude,
después del dos de julio siguió violentando el orden
legal del país y con un nuevo derroche de recursos
públicos y privados, ha buscado, con una campaña en
los medios de comunicación, convencer a los mexicanos
de que ganó el candidato de la derecha, aunque en
realidad perdió la elección presidencial. El
presidente Fox llegó al colmo de presionar
públicamente a los magistrados para que fallaran a
favor de sus deseos y proclamó el triunfo del
candidato oficial, lo que dejó al Tribunal Electoral
del Poder Judicial de la Federación sin la posibilidad
de emitir libremente su resolución.
Al declarar válidos los resultados de los comicios,
los magistrados asumieron una decisión política y no
jurídica. La sumisión de estas personas, que no
supieron actuar como jueces, a los designios de un
grupo de privilegiados y de extremistas de derecha,
que se han apoderado del aparato estatal haciendo a un
lado los intereses de la República, representa no sólo
una vergüenza en la historia de nuestro país, sino una
violación al orden constitucional y un verdadero Golpe
de Estado.
Esta situación de violencia institucional y de
trastocamiento de las instituciones es, para millones
de mexicanos, ofensiva e inaceptable.
Por eso, desde el 15 de agosto, ya previendo esta
confabulación contra la voluntad popular, convocamos a
la Convención Nacional Democrática Por el Bien de
Todos que, con representantes de los pueblos,
comunidades, barrios, municipios, organizaciones
sociales, civiles, sindicales y políticas de todo el
país, se reunirá el 16 de septiembre de 2006 para
decidir en definitiva el papel que asumiremos en la
vida pública de México.
El artículo 39 constitucional a la letra dice:
“La soberanía nacional reside esencial y
originariamente en el pueblo. Todo poder público
dimana del pueblo y se instituye para beneficio de
éste. El pueblo tiene en todo momento el inalienable
derecho de alterar o modificar la forma de su
gobierno”.
En consecuencia, en el marco de la resistencia civil
pacífica que estamos llevando a cabo y con fundamento
en este artículo constitucional, propongo para su
análisis, discusión y, en su caso, aprobación de la
Convención Nacional Democrática, el siguiente:
PLAN
1º. Se desconoce el cómputo oficial dado a conocer el
día de hoy por el Tribunal Electoral del Poder
Judicial de la Federación que pretende legalizar el
fraude cometido el dos de julio de 2006.
2º. Se rechaza la usurpación y se desconoce al señor
Felipe Calderón Hinojosa como presidente de la
República, lo mismo que a los funcionarios que él
designe, así como a todos los actos de su gobierno de
facto, ya que todo poder público debe dimanar de la
libre voluntad del pueblo.
3º. Propongo que la Convención Nacional Democrática
resuelva, previa deliberación y con el voto libre de
los delegados, si constituimos un Gobierno de la
República o una Coordinación de la Resistencia Civil
Pacífica. Esto implica también decidir,
democráticamente, si habremos de reconocer y ratificar
a un Presidente legítimo de los Estados Unidos
Mexicanos, o si la Convención elige a un Jefe de
Gobierno en Resistencia, a un encargado del Poder
Ejecutivo, o a un Coordinador Nacional de la
Resistencia Civil Pacífica. Todo ello, en tanto dure
la usurpación.
4°. El órgano que aprobemos y quien lo represente
deberá aplicar un programa básico con cinco objetivos
fundamentales:
1) Llevar a cabo todas las acciones necesarias para
defender y proteger a millones de mexicanos pobres,
humillados y excluidos, que tienen hambre y sed de
justicia, buscando combatir a fondo la pobreza y la
creciente desigualdad que imperan en nuestro país.
2) Defender el patrimonio de la Nación, que es de
todos los mexicanos, por lo que no se permitirá bajo
ninguna modalidad la privatización del petróleo ni de
la industria eléctrica, como tampoco de la educación
pública en todos sus niveles, ni de las instituciones
de salud y de seguridad social; y se defenderán por
todos los medios legales y mediante acciones de
resistencia civil pacífica, los recursos naturales
estratégicos para el bienestar de los mexicanos y la
independencia y soberanía de la Nación.
3) Hacer valer el derecho público a la información a
fin de que los medios de comunicación públicos y
privados garanticen espacios a todas las expresiones
sociales, culturales y políticas del país, brinden una
información veraz y objetiva, contribuyan al
enriquecimiento cultural de los mexicanos y sirvan de
base para que la población participe de manera
consciente y libre en la toma de decisiones.
4) Trabajar para hacer desaparecer el Estado
patrimonialista ya que el gobierno no puede seguir
siendo un comité al servicio de una minoría, por lo
que la lucha contra la corrupción y la impunidad debe
enfrentarse como una prioridad, a fin de que se
castigue a quienes desde el poder lo utilizan para
beneficio propio, cometen abusos transgrediendo
impunemente las leyes y despojan a los mexicanos de su
patrimonio. El poder público y el ejercicio del
gobierno no pueden significar la protección de
privilegios ni de la corrupción.
5) Luchar para que las instituciones nacionales sean
objeto de una renovación profunda, en particular las
instituciones políticas, que lejos de atender el
interés público se encuentran secuestradas por unos
cuantos grupos de poder y sólo actúan en su beneficio.
La política económica y hacendaria se aplica sólo en
beneficio de algunos potentados y traficantes de
influencias. La Suprema Corte de Justicia de la Nación
en lugar de proteger al débil, actúa para legalizar
los despojos que comete el fuerte y proteger a los
delincuentes de cuello blanco.
5°. Propongo que la Convención Nacional Democrática
decida si el órgano de gobierno y quien lo represente,
se instale y tome posesión formalmente el 20 de
noviembre o el primero de diciembre de 2006.
6°. Los acuerdos tomados por la Convención Nacional
Democrática Por el Bien de Todos deberán asumirse de
manera voluntaria por ciudadanos libres de todas las
condiciones sociales, pueblos, religiones e
ideologías.
7°. El nuevo gobierno surgido de la Convención
Nacional Democrática no pedirá apoyo corporativo e
incondicionalidad a nadie y respetará las decisiones
que tomen partidos políticos, legisladores,
gobernadores e integrantes de los ayuntamientos del
país.
Mexicanas y mexicanos:
Hoy vivimos momentos de definición histórica. Ante la
gravedad de los acontecimientos, muchos ciudadanos,
hombres y mujeres libres, pensamos que es tiempo de
reafirmar los derechos individuales y sociales, y los
ideales de libertad, democracia y justicia que han
marcado las luchas más nobles de los mexicanos.
Con la imposición del gobierno de la usurpación se
violó la soberanía popular y se transgredió la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
A este agravio, que representa en los hechos reducir
la democracia a una mera farsa, hay que agregar la
decadencia y el descrédito de las instituciones
públicas que han dejado de representar el interés
general del pueblo.
No solo está en cuestión la estructura jurídica del
Estado y su régimen político. En un país como el
nuestro, donde existen tantos privilegios y tanta
desigualdad, la democracia adquiere una dimensión
social fundamental: se convierte en un asunto de
sobrevivencia. La democracia es la única opción, la
única esperanza para millones de pobres; representa
para la mayoría de la gente la vía para mejorar sus
condiciones de vida y de trabajo. Por todo eso,
hacemos el compromiso de defender la democracia y
hacerla valer.
A fin de mantener sus privilegios y por capricho de
los poderosos, se anuló la voluntad popular y, en
consecuencia, se hace imprescindible reivindicar y
luchar por la justicia, la democracia y la renovación
radical de las instituciones de la República.
¡Nunca más una República simulada¡ ¡Nunca más la
violación a los principios constitucionales que
garantizan los derechos del pueblo! ¡Nunca más
instituciones dominadas por el poder y el dinero!
¡Nunca más el engaño y la mentira como forma de
gobierno! ¡Nunca más aceptaremos un gobierno ilegal e
ilegítimo en nuestro país!
Convoco hoy al pueblo de México a iniciar juntos una
etapa nueva de la vida pública del país. Con los
principios por delante, con la dignidad moral y con el
apoyo de la gente, haremos los cambios y las
transformaciones que necesita la República.
Esta propuesta está inspirada en lo más profundo de la
historia de nuestro país y en pensamientos como los
del presidente Benito Juárez, que en su tiempo
escribió: “El pueblo que quiere ser libre lo será.
Hidalgo enseñó que el poder de los reyes es demasiado
débil cuando gobiernan contra la voluntad de los
pueblos”.
Andrés Manuel López Obrador
En la Plaza de la Constitución,
Zócalo de la ciudad de México,
a 28 de agosto de 2006.
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