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MÉXICO:La vida cotidiana bajo el imperio de una clase política.

Marìa del Rayo Sánchez

Heintz Dieterich dice en un articulo (en Rebelión) sobre las clases en Venezuela "Las clases dominantes de la sociedad moderna están compuestas por cuatro segmentos principales de poder: a) la elite económica; b) la elite militar; c) la clase política y, d) la elite cultural. Esos elementos afectan de diversa manera el proceso.... " digamos, cualquier proceso político o social, y no sólo en Venezuela. El discurso de Dieterich pareciera indicar un absoluto agotamiento de las clases dominantes en esa cuatriparticiòn de elites. De este modo la clase dominante parecería estar compuesta por la sume de las elites. Pero pudiera ser que hubiera elementos más activos o más pasivos entre estas elites, y hasta más , elites dirigentes de las demàs. O bien, clases dominantes que dejan espacio, o ponen a su servicio a una elite política o militar. En EEUU, y por largos años, Kissinger, un señor de origen alemán, fue miembro muy activo de la elite política, pero no pertenecía en buen derecho a la clase dominante, una situación que quedaba reservada a un grupo "wasp" o a los dueños mayoritarios del paquete accionario.

En México se puede separar al sector propietario del grueso de la producción mexicana- por ej. A los dueños de la sucursal de Volkswagen o de las maquilas de Chihuahua o de la Baja, o de las grandes mineras, de los dirigentes del estado y sus soportes políticos, las dirigencias de los diversos partidos políticos en sus encarnaciones municipales, estatales o federales. Hasta podemos hablar de sectores de la clase política mexicana, en un sentido temporal, como sectores viejos o nuevos, o rubricar su existencia regional o nacional como expresión de la magnitud de su poder y del tipo de relaciones que suelen manejar. Lo que si, y aunque realizan una profunda incursión en el nivel propietario, no la podemos confundir con la clase que lleva dinámicamente adelante el dominio general sobre todas las clases de la sociedad mexicana: esta es una clase burguesa que ya adopta tintes clásicos, a medias internacionalizada, y es también clase corporativa trasnacional. Con ellos la clase política mexicana traba, es cierto, relaciones, que pueden ser definidas como de dependencia, de servicio. Llama la atención que al hablar de la clase política mexicana, tengamos que vacilar al adjetivarla como dominante, porque contiene fuertes rasgos de subalternidad.

Mi interés gira sobre la dinámica de estos sectores políticos durante la larga campaña electoral en el perìodo 2005-6. Mi interés es señalar comportamientos, posiciones programàticas, y a travès de sus discursos y acciones su relación con el funcionamiento del modelo, y su propia manera de empoderarse, de crecer, de reproducirse en esta economía "abierta hacia fuera", y en esta sociedad de mayorías empobrecidas y hasta en fuga migrante..

Hay evidentemente aspectos estructurales, la relación con una historia. La relación muy particular con la conformación del estado mexicano, visto en cuanto a su forma consolidada, como objeto, pero también como imaginario y hasta fantasìa. Pero también, en la conformación del accionar político no deja de sorprendernos la presencia de lo intersubjetivo, de las relaciones aparentes precisamente en la vida cotidiana, que viene a ser el campo del desempoderamiento y de la encomienda poderosa. El lugar donde aparecen los fetiches de la campaña y de la realización del poder. El lugar donde vastos procesos de alienación alimentan precisamente la formación de estos agentes del poder. En Agnes Heller es precisamente un vasto proceso de alienación el que va guiando a los sujetos a su consumación en el orden social y su jerarquía. Pero eso implica también, en buen marxismo la apreciación de la existencia de sistemas de producción y de reproducción.

Ninguna sociedad puede existir-dice Heller-"sin que el hombre particular se reproduzca" (p.19) Lo que lleva a apreciar el aspecto concreto de sus sistemas de reproducción. Y un estar en el mundo., donde imperan contextos, historias., la comunidad, la clase, la genericidad. (p.30). Lo que constituye la cotidianidad.

En ese proceso el sujeto puede ser guiado por fuerzas inconscientes y también por la conciencia que va ganando de esas relaciones (p.55), y en ese proceso elige y se encuentra con otros..

La condición humana, en esta visión que tiene tanto de clásica, se alcanzaría en el límite y la continuidad de la existencia de clase, cuyos valores el sujeto lleva consigo, y han contribuido a formarlo. Inmediatamente, a partir de la forma que va adquiriendo el desarrollo de esta visión del sujeto humano, iríamos encaminándonos hacia el miembro de una clase económica (y en el caso que estudiamos, de una "clase polìtica"). Con sus visiones de diferencia y del "nosotros" de alguna manera preformadas por la necesidad reproductiva de una economía, donde el hombre se reconocería como "fuerza social".

Pero aquí nos encontramos con algunas dificultades, ya que la designación de estos estratos como "la clase política" considera especificaciones, una genericidad donde el elemento visible, la historia aceptada, es la de los caminos de la jerarquía en si, donde más que la esfera económica en directo, es el poder el sustento procurador. Y donde la cotidianidad tiene ese objetivo.el poder. Un poder que a veces viene fraccionado, pero siempre formativo/deformativo, como una cohorte de micropoderes. Y con el resultado de que la cotidianidad se constituye con objetivos de poder. Diría Heller, siguiendo a Spinoza, "esa pasión "a la cual el particular subordina todos los demàs afectos, aspiraciones, reflexiones, etc... " (p.95)

Los hombres (y mujeres) de la clase política, en su vida cotidiana, son hombres y mujeres enteros, sujetos a la pasión del poder y que unen su reproducción a la reproducción de esa pasión. Emergen en el seno de una sociedad que se marca por jerarquías tradicionales, modernas, y hasta podría decirse, posmodernas. En México, la clase política se nutre de prácticas caciquiles, de una racionalidad burocrática y normativa, y de una profunda tendencia al empoderamiento individualizado y de tendencia omnìvora y consumista.

Por eso es conveniente examinar comportamientos y discursos—pesan mucho los mediáticos- en la más o menos desordenada búsqueda de más poder en los angustiosos callejones por los que discurre la política en un país con fuertes rasgos de dependencia, donde es crucial el dominio ideológico que provee la comunicación con sus modelos. Donde el poder que se encuentra, a fin de cuentas, es el del sirviente de un gran Imperio. Puedo allegar datos de actitudes que evidentemente son normadas extensamente por poderosos aparatos de propaganda, estados mayores que se copian unos a otros sus experiencias en diversos países, sobre todo la experiencia del éxito de la comunicación aplastante y vacía, y del discurso sin propuestas. Puedo ver como esos carteles iluminan los recorridos de conciencia que hace el ciudadano común cuando camina por las calles. Y las preguntas que nunca se hace, o que se hace y que no puede responder. Yo soy una de esos ciudadanos, y me abro entonces a una especie de fenomenología a que incita este espectáculo. Quiero saber qué le dice a mi espíritu, y al de los otros y a las multitudes, que hace que ese cartel o ese spot haya sido seleccionado entre muchos y comprado. En mi cotidianidad caen caras sonrientes, amarradas a una V que se extrae de nombres como Víctor o MinerVa. Y saber por qué Madrazo Va. Y porqué Calderón Ve, o AMLO Vence. Una vieja V de la Victoria, de la alianza de EEUU en la Segunda Guerra, nos obsesiona. No es extraño entonces que cuando EEUU amontona soldados en la frontera con México, sea Fox quien lo aplauda.

Quizás examinándonos, como sujetos de lo que es una manipulación, lleguemos a advertir de qué manera estamos contribuyendo al montaje, reproducción y triunfo de la clase política y de sus intenciones. Y cómo pasamos de ser sujetos a ser objetos, y especie o género desenpoderado. O cómo en la medida en que nos apasionemos de esa pasión extraña, que nos viene del gran espectáculo, nos enajenamos, y abandonamos nuestros intereses más profundos. En este nivel, la conclusión posible sería que nuestra enajenación posibilita el juego de la jerarquía, y precisamente de esa jerarquía específica, que si la abordamos en su cotidianidad nos lleva a una deconstrucciòn del poder.

El otro nivel de la cotidianidad- lo provee entonces el espectáculo, que dirige la media, la tele, las compañías encuestadoras, también los periódicos, y, por supuesto, las figuras políticas centrales que como hablamos de espectáculo, han de ser actores. Recuerdo a este respecto unas escenas de Fahrenheit 9/11, donde los políticos/actores a la espera de presentarse en escena, se maquillan, y sobre todo ensayan los gestos adecuados. Obviamente, en este espacio de la cotidianidad de los poderosos, hay quienes actúan como directores de escena y escritores de libretos—hay una foto de la revista Proceso donde el especialista da instrucciones a un Calderón que lo escucha con la boca abierta--. El estudio de esta actividad cotidiana de los políticos puede tener importancia, ya que nos revela su "minusculidad", lo que podría ser el alter ego, un sine qua non de pertenencia a la clase política, un ego conquistado a lo largo de su trabajoso y obsequioso ascenso.

"Todos son mediocres-dice Marcos—y se esfuerzan en demostrarlo".

Pero la vida cotidiana tiene 24 horas—afortunadamente con siete u ocho horas de sueño. Es difícil poner un diván psiquiàtrico para consultarle a los políticos cuáles fueron sus sueños. Seguramente varían. Y desde luego algo tendrían que ver con sus presentaciones cotidianas, adornadas por la impavidez, la prepotencia, el abuso y hasta la crueldad. Pero si suponemos que su pasión principal es el poder, y como el poder tiene tantas tentaciones, podríamos hasta enlazar visiones más o menos misóginas, sentimientos de culpa, y hasta la liberación de lo inconfesable en un Gober precioso. En las horas restantes el miembro de la clase política necesariamente se hace cargo de su posición en la jerarquía, y asume el consumo de lo logrado, desde el jakuzzi y el desayuno servido con librea, la selección de sus corbatas de acuerdo con los intereses y alto de sus tacones, (¿ha observado el lector que la clase política lleva algo así como un uniforme? ¿Y que al respecto hay árbitros de la elegancia?) hasta la más encumbrada reflexión sobre sus tareas del día, en donde una gran parte estarán ordenadas de acuerdo a alguna estrategia o táctica. Él (o ella) está sobre todo en línea de obtener objetivos. Su cotidianidad tiene permanentemente los rebordes del poder y el encuentro con momentos de sometimiento a uno más grande, o de aplastamiento o utilización de uno(a) màs chico o chica. Pero el miembro de la clase política—y ya veremos quienes son—se mezcla con diversos grupos durante su jornada. Entre ellos con su propia familia. A este respecto hay testimonios muy interesantes en la obra de una de las casi primeras damas de este país, (la esposa de Silva Herzog) donde se muestra la realidad íntima de una pareja "política", donde la mujer y sus deseos

aparecen superados por los movimientos estratégicos de su pareja. Esta avanzada en la vida cotidiana en los cara a cara, llevan a otro nivel de entendimiento, algo más lúgubre sobre estos personajes, en donde se percibe su cinismo, su oportunismo, su manera de llevar adelante sus objetivos. Nada hay en la distribución de las 24 horas que aproxime ni remotamente a un miembro de la clase política a la situación de "los de abajo". Por ej. será en una de esas horas distraídas en donde directamente, o a hacia su cuenta bancaria, caerá un cheque que indicará que el ingreso medio de este personaje es cincuenta veces mayor al de un trabajador corriente. . En México hay una verdadera democracia sólo en lo que se refiere al monto de los salarios de Presidente, Secretarios de Estado, Subsecretarios, Gobernadores, Legisladores, y Presidentes Municipales ….

La búsqueda de espacios de poder, y la utilización de esas posiciones en la jerarquía y en los misterios económicos, da lugar a otro espacio en la vida cotidiana del empoderado, que sobrepasa la intimidad privada o la percepción pública que da con sus representaciones espectaculares. Aquí caemos en cuenta que una buena parte de la cotidianidad se da en cabildeos y reuniones donde se discute y se transan proyectos más colectivos entre miembros horizontales de la clase o el miembro sobresaliente y sus subalternos. También en esas reuniones hay tiempo para encuentros más significativos con "las fuerzas vivas". Es en esos encuentros donde se recupera la lógica de sistema, que permite, por ejemplo, los perdonazos recíprocos que dan gobernabilidad y altura "patriótica" a la clase política mexicana. (Aquí escuchamos, por ejemplo, el discurso del candidato Calderón justificando a la brutalidad policial en Atenco). O también otras aproximaciones a la elite económica, o a lo que hace a la elite económica. En la vida del político hay un círculo entre el poder para hacer dinero y el dinero para hacer poder. Obviamente no se trata aquí de temas que de alguna manera tengan como foco el interés colectivo, sino una visión de objetivos más "elevados". En esta esfera se prueban ciertamente las habilidades y capacidades de negociación, y se aproxima la llegada de más recursos para la causa. No siempre, como se vio en casos casualmente trasparentados, se trata en estos petit comités de un enfrentamiento entre discursos, sino muy concretamente de traspasos—caso Bejarano, caso Niño Verde. De todos modos, es en estos encuentros donde se va soltando una capacidad para el manejo de una retórica convincente, la propia de una promoción que alguna vez—esa es la esperanza—llevará a la victoria final.

Pero hasta acá perseguimos al miembro individual de la clase política. ¿hay un momento de la cotidianidad que marque su constitución como clase? Aquí podríamos usar las categorías de raíces hegelianas del "en sí", el"para sí" y del "para otros" . La clase política mexicana ha estado en un vasto proceso de reconstitución, sobre todo después de que la crisis del partido-estado se hizo indudable, y cuando también entra a sustituirse el desarrollo según líneas nacionalistas, por el "desarrollo hacia fuera". Emerge entonces la búsqueda de un poder repartido y compartido, sobre las ruinas del estado corporativo, y una lenta construcción de símbolos y de maneras de ser y hacer de los grupos que van dando sustento al poder, y se lo van apropiando. El poder en este caso, del nuevo estado de servicio trasnacional. Se crean también instituciones como el IFE, y una mayor "independencia" de las cortes, que otorgarán legitimidad a las candidaturas nacientes, sobre todo si pertenecen a partidos mayores. Los antiguos uniformes corporativos (las chamarras) ceden su lugar al traje de calle o de ceremonia oscuro/ democrático de factura norteamericana, y de gusto ejecutivo, y los nuevos sustentadores del poder encuentran identificaciones entre sus pares, y diferencias con los menos iguales, --que no visten todo Palacio-- de un cuño antes inimaginable. El grupo político se reconoce en sus reuniones, clubes, restaurantes que van mejorando a medida de la mejoría convergente y mutuamente aceptada de sus sueldos, y por su saludada presencia en negociaciones y fiestas de más alto nivel. Se encuentran en matrimonios y funerales. El para sí se conforma ya históricamente en un nuevo patrimonialismo, que pone la escala de cargos como su destino, y su identidad personal con la posesión de un destino para sus partidos. El "en si" y el "para sí" tienen que ver entonces con la intimidad del estado que contribuyen a redondear y del que se nutren—por eso "para sí", y de un modo tan sustantivo.

El para otros, es ya la diferencia, la creación de un abismo, que se da también entre otras latitudes (EJ. Las últimas movilizaciones en Francia). Y la clase política, antes emboscada y casi invisible, y a veces hasta adornada como esperanza democrática, ahora se reconoce desde fuera, desde abajo, por sus usos y costumbres, por su prepotencia y alejamiento de los problemas del pueblo, y al fin, por su identidad con todo lo reaccionario.

Todo esto es lo que nos ha ayudado caracterizar a la clase política mexicana de la siguiente manera:

"

¿Quiénes constituyen hoy la clase política? Directamente "hombres (y mujeres) grandes" que ejercen el poder dirigente en el Estado y los partidos que se mueven en torno, teniendo como objetivo la apropiación de recursos públicos, a nivel de Municipios, Estados y reparticiones económicas. Sin variaciones notables comparten los mismos "criterios" neoliberales, mitigados por la corrupción. La nueva "clase política" emergente es autoreferencial en la persecución de sus intereses, y no trasciende hacia proyectos sociales de envergadura más generosa. Temas como "desarrollo social", "nacionalismo", que pudieron ser convicciones valiosas en el pasado, carecen de sentido para ella. Esto hace pensar que la nueva clase política mexicana ya rompió los puentes con el estado posrevolucionario. Si sus integrantes tienen un "valor", claramente no es ese el del "servicio público" ni es el de la "expertise" académica. En gruesa parte son aventureros(as), carentes de escrúpulos, moldeados en estilos mafiosos de dominio."

M.del Rayo Sánchez: LA CLASE POLÍTICA MEXICANA EN SU 2006, Y LA CUESTIÓN DEL ESTADO http://rcci.net/globalizacion/2006/fg603.htm

La vida cotidiana del desenpoderado, que transcurre bajo esos carteles, que en la indiferencia se confunden con los avisos de la Coca Cola, de los bares y billares y las promesas de las escuelas de inglés, de computación y de los talleres de talacha, o en los campos descapitalizados, tiene presiones diferentes y hasta presiones de indiferencia. A ratos, el desenpoderado quisiera discutir sobre las alternativas más convenientes, sobre algún futuro para México, para la región, para su familia, para él mismo, algo que le permita descubrir un camino, una identidad, más allá de una cerveza, de la telenovela de la tarde, de las restricciones del taller y del orden de la oficina o de la maquila. Pero esos ordenamientos subalternos, los de una inmediatez menesterosa, lo retienen. Y si hay algo: ahí está el mercado, las incitaciones consumidoras a donde arrastrar a toda la familia en el paseo dominguero. Las preocupaciones no tienen en su centro la cuestión del poder, que ya se nos fue de las manos. Y que es algo que ya pasean otros: los fuertes, imponentes, fotografiados, filmados, encartelados, ensabanados, custodiados. Los que están en la carrera de ser diferentes. ¿Cómo podrá armar su proyecto mexicano esa generación que viene atrás, que ya está siendo educada con recortes de programas de historia, ciencias sociales, filosofía y literatura? Para los que sólo se diseña un destino de servicio en las cadenas productivas de las corporaciones trasnacionales "que traen trabajo"? O para los que México ya no es nada y el Norte es todo.

Hasta ellos no llega otra propuesta de la clase política que no sea la de la apuesta del quien gana. Y si los aplastados salen a la calle a protestar por algo, porque todavía creen que se les puede escuchar, se encuentran con la operación de los salvajes "defensores del orden del estado de derecho". Un orden que carece de escrúpulos. En la situación cotidiana, alienada y opresiva, repleta de trampas y de engaños, de pronto, la conciencia puede llegar a fundarse en un estado de desconfianza.

Vivir pajo el imperio de la clase polìtica neoliberal es un tema no sólo social, sino también artístico. Como se ve en la película recientemente estrenada "Un Mundo Maravilloso". Un discurso aterrador (por supuesto, muchas veces en inglés) sobre los objetivos de nuestra clase polìtica y del "estar abajo", bajo su imperio, aventurando un futuro (que ya llegó) en donde somos convertidos en parias, "separados", "excluídos", "numerados", "exterminados". Y en donde está claro que sobre el destino de los pobres—que cada día somos más—la clase política no tiene prejuicios.

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