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Una Estrategia Anticapitalista

Michael Albert
Znet

En esta breve presentación ante el Foro Social de las Américas en Venezuela (24-29 enero de 2006), Michael Albert argumenta sobre la necesidad de construir una estrategia que, al superar al capitalismo, logre una sociedad sin clases, y en la que ciudadanos y consumidores a través de consejos establezcan una auto gestión política no autoritaria.

Una estrategia viable y deseable, cuyo objetivo sea el de trascender al capitalismo, incluirá sin duda dejar al capitalismo de lado. El capitalismo es despreciable.

No obstante, esta estrategia incluirá además algo que valga la pena y que ocupe el lugar dejado por el capitalismo. Aquello que uno gane deberá ser además deseable.

Dejar atrás al capitalismo traerá consigo suscitar a una porción importante de la población en cada país a rebelarse para lograr el cambio.

Reemplazar al capitalismo por algo de valor será el resultado de la participación activa e igualitaria de los miembros de esa gran parte de la población que se rebelará en cada país, y que definirá sus objetivos y métodos. Un resultado deseado surge de abajo y no como una imposición desde arriba.

Para poder alcanzar suficiente apoyo para lograr una nueva economía, será necesario ganar muchas batallas para obtener mejores condiciones y circunstancias, más ingresos, y poder de decisión para aquellos que están peor.

Además, todas estas batallas tendrán que ser peleadas de manera tal que conduzcan a luchas aún más significativas, en lugar de suponer que el capitalismo durará para siempre y que hará que las personas acepten en cambio objetivos muchos menores que el de alcanzar la revolución.

Dicho de otra manera, cada componente de nuestro trabajo, por su lógica y consecuencias, deberá conducirnos hacia nuestros objetivos de largo alcance. Uno no llega al lugar deseado si corre en la dirección contraria.

Como no tenemos demasiado tiempo hoy aquí, quiero presentarles algunos objetivos de largo alcance, y la manera en que estos objetivos afectarán nuestra estrategia actual.

El primer objetivo sobre el que deseo hablar brevemente se refiere a la Auto Gestión de Trabajadores y Consumidores.

Después del capitalismo, deseamos establecer una economía en la que los trabajadores y consumidores, organizados a través de consejos, o podemos también llamarlas asambleas, decidan qué se produce, la manera en que se realiza tal producción, y con que fin se lleva a cabo la misma.

Más aun, queremos que cada persona pueda expresar su opinión sobre cada decisión de acuerdo al grado en que ésta le afecte, en lugar de que la mayoría esté subordinada a unos pocos. Para poder superar las jerarquías, es imprescindible poner en práctica la auto gestión.

Uno debe tener mayor poder de decisión sobre aquello que le incumbe más. De igual manera, uno debe tener menos poder de decisión sobre aquello que le afecta menos. Esta regla debe aplicarse tanto a mí como a cualquier otra persona.

El poder no está ausente. El poder, que es otra manera de referirse a la influencia que alguien tiene sobre las decisiones, es distribuido en forma apropiada. Nos convertimos todos en socios y actuamos en forma cooperativa ejerciendo la auto gestión tanto en la economía como en la sociedad.

El deseo de que en una buena economía los trabajadores y consumidores por medio de sus respectivos consejos determinen los resultados alcanzados no sólo a través de mecanismos democráticos sino también a través de la auto gestión, implica que los movimientos sociales deben:

1) Incorporar la auto gestión del modo en que les sea posible, y
2) Tener como meta constituir consejos como parte del proceso de establecer la infraestructura del futuro.

Es así que los actuales esfuerzos aquí en Venezuela por organizar las comunidades en asambleas que participan colectivamente en la vida económica, o los consejos de trabajadores en fábricas ocupadas, concuerdan con la lógica de la estrategia a la que he venido refiriéndome.

Sin embargo, sería contrario a la estrategia expuesta subordinar a los trabajadores en sus plantas o a los consumidores en sus barrios si se utilizaran instituciones que no condujeran a la auto gestión.

Lo mismo se aplicaría en forma casi idéntica en mi país, EE.UU. Allí, los movimientos sociales deben también tener como meta la creación de consejos de trabajadores en sus plantas, y consejos de consumidores o asambleas en los barrios.

Nuestro objetivo debe ser lograr que los movimientos puedan administrar colectivamente tantos aspectos de la vida social como les sea posible controlar. De la misma manera, nuestros movimientos deben tratar por sí mismos incorporar de manera continuada la auto gestión en el manejo de sus propias operaciones, y deben, por ejemplo, evitar de celebrar la presencia de residuos o nuevas formas de control de arriba hacia abajo.

El segundo objetivo al que quiero referirme brevemente es la remuneración equitativa.

Al dejar el capitalismo, no quiero que la gente continúe siendo remunerada de acuerdo a la propiedad productiva que posean. No habrá ganancias ni dueños.

Pero tampoco deseo que las personas ganen más porque tengan mejores herramientas, o talentos que sean más valorados por la sociedad.

Son éstas cuestiones controvertidas las que merecen una discusión, pero no tenemos tiempo de entrar en detalle sobre las mismas aquí. Les diré entonces en forma directa que desearía que las personas sanas y en condiciones de trabajar fueran remuneradas de acuerdo al tiempo que trabajan, cuan duro lo hacen, y cuan oneroso sea el trabajo a realizar; el resto de las personas serían, por supuesto, remuneradas de acuerdo a sus necesidades.

Si uno trabaja más horas, recibe una remuneración mayor. Si uno trabaja más duro, recibe más. Si uno realiza un trabajo más oneroso, tedioso, aburrido, o que debilita, gana en consecuencia más. De forma contraria, si uno trabaja menos horas, menos duro, o realiza tareas más placenteras, gana en consecuencia menos.

Favorecer esta manera de organizar la remuneración afecta de muchas maneras la estrategia de los movimientos sociales.

Primero, por ejemplo, si existen posiciones remuneradas en nuestros movimientos o en nuestros proyectos o instituciones, estas posiciones deben ser recompensadas, en la medida de lo posible, de acuerdo a estas nuevas normas de remuneración.

Segundo, al luchar por obtener salarios más altos para los trabajadores, o nuevos impuestos destinados a la redistribución, u otras luchas tendientes a obtener otras mejoras en los ingresos, nuestro lenguaje debe señalar en la dirección de nuestros objetivos de largo alcance: remuneración sólo de acuerdo con la duración, intensidad, y cuan pesado o peligroso sea el trabajo socialmente valorado que se realiza.

Aquí en Venezuela, por ejemplo, cuando los salarios se hacen más igualitarios o se igualan completamente en plantas ocupadas, en nuevas instituciones, en el gobierno o misiones, o cuando el ingreso se redistribuye a través de impuestos o pagos, todos estos pasos adoptados acuerdan con la dirección de la estrategia que propongo; pero estarán estos pasos aún más en acuerdo si:

1) Las actuales discusiones dejan en claro que el objetivo a largo plazo de la remuneración es el compensar teniendo en cuento sólo la duración, intensidad y grado de pesadez y peligrosidad del trabajo, y
2) Los cambios actuales son vistos como parte de un proyecto continuo cuyo objetivo es el de lograr completa equidad.

Los mismos conceptos se aplican también a los EE.UU. Allí, las campañas para aumentar el salario mínimo vital, mejorar los salarios en algunos sectores industriales, aumentar los beneficios de asistencia y seguridad social, o distribuir combustible o alimentos más baratos a los pobres, deben cumplir con el objetivo a corto plazo, pero deben al mismo tiempo concienciar y lograr que las personas luchen por una completa equidad, en lugar de detenerse una vez que han logrado modestas mejoras que van en una mejor dirección.

El tercer objetivo sobre el que deseo hablar brevemente es el de una sociedad sin clases.

Una vez que el capitalismo es dejado de lado, no quiero que todos mis esfuerzos y los de otras personas nos conduzcan a una nueva economía que simplemente nos ofrece nuevos y diferentes jefes por encima de los trabajadores.

Quiero una sociedad sin clases, y ello implica que todas las personas tengan condiciones de trabajo y económicas en la que no haya ningún grupo que esté económicamente por encima de los demás.

Esto significa, por supuesto, que tenemos que estar en contra de la existencia de capitalistas dueños de lugares de trabajo. Parte de la estrategia anti capitalista, la cual es muy importante para el abandono del capitalismo, es la de desafiar los derechos de propiedad, y desarrollar una conciencia y una militancia en contra de la búsqueda de ganancias. Pero esto por sí solo no termina con una sociedad de clases.

Nuevamente estos son temas controvertidos, pero creo que existe otra clase potencial de gobierno capaz de dominar la economía por encima de los trabajadores. Designo a esta clase como la clase coordinadora.

Esta clase adicional está integrada en nuestras actuales sociedades por doctores, abogados, gerentes, ingenieros, y otros cuyos trabajos potencian y generan aún más poder, y que tienen en consecuencia mucho poder de decisión sobre las condiciones y circunstancias de la clase trabajadora—que realiza tareas repetitivas y embrutecedoras—que está por debajo.

De hecho pienso que las economías que históricamente han sido llamadas socialistas, lamentablemente no han dado lugar a sociedades sin clases, sino que han otorgado a la clase coordinadora un status gobernante.

Han sido éstas, entonces, lo que podríamos llamar economías coordinadoras, de acuerdo con el nombre de la clase económica gobernante.

En realidad, el llamado socialismo ha sido una forma de ‘coordinacionismo’, y el anti capitalismo ha degenerado, con mucha frecuencia, en un programa de la clase coordinadora.

Ya que quiero lograr una sociedad sin clases, necesito un plan que me permita combatir al capitalismo sin dar lugar a una economía en la que el 20% de la población, es decir la clase coordinadora, monopolice posiciones de trabajo y roles que potencien y otorguen poder. Quiero un movimiento social que evite el coordinacionismo.

En una nueva economía sin clases, y tengo en mente algo llamado economía participativa, cada trabajador, cada productor tendrá un conjunto de responsabilidades que potencie y dé poder a cada uno de forma equitativa.

No existirán personas que sólo hagan tareas que otorguen poder, y otras personas que sólo realicen labores rutinarias y repetitivas.

Las tareas conceptuales todavía deben llevarse a cabo. Pero el cirujano y el ingeniero no deben encargarse solamente de la cirugía o de la ingeniería. Tendrán una combinación equilibrada de tareas, como cualquier otra persona, incluyendo aquellas personas que previamente, en la vieja división de tareas, limpiaban o trabajaban en una línea de montaje.

En una economía sin clases, cada persona tendrá una distribución justa de tareas y condiciones que potencien y otorguen poder, de manera tal que cada uno pueda participar plenamente en la auto gestión.

De hecho si este no fuera el caso, entonces un quinto de la población monopolizará toda la información, la técnica, la confianza, y las posiciones para dominar la toma de decisiones. Está claro que no podemos llegar a tal situación si queremos lograr una sociedad sin clases.

Denomino "complejo de trabajo equilibrado" a esta nueva división del trabajo en la que cada persona tiene una distribución de tareas que otorga poder a cada individuo de manera equitativa. Este complejo de trabajo equilibrado ofrece una justa distribución de tareas y hace posible la auto gestión.

Son profundas las consecuencias que la búsqueda de complejos de trabajo equilibrado, es decir una sociedad sin clases, tiene sobre la estrategia.

Resulta que no es suficiente con ser anticapitalista.

Sea intencional o no, ser anticapitalista puede incluir también estar a favor del control del poder por parte de una clase coordinadora. Necesitamos entonces ser anticapitalistas y estar a favor de una sociedad sin clases; en mi opinión necesitamos estar a favor de la economía participativa.

Para obtener una sociedad sin clases es necesario primero estar a favor de la abolición de clases, en lugar de apoyar al coordinacionismo.

Desde el punto de vista estratégico esto significa tomar en serio las condiciones y la cultura de la clase trabajadora, además de lograr continuamente mejores condiciones y más poder para los trabajadores, y especialmente obtener complejos de trabajo equilibrado en nuestros movimientos sociales en lugar de mantener estructuras jerárquicas que imitan aquellas existentes en el resto de la sociedad. Nada de esto es fácil. Pero creo que es esencial.

Por lo tanto, ni nuestras organizaciones en los movimientos sociales ni nuestros proyectos deben poseer antiguas divisiones de trabajo. En cambio deben, tanto nuestras organizaciones como proyectos, incorporar complejos de trabajo equilibrado en forma amplia y firme.

En los EE.UU., nuestros movimientos de izquierda más radicalizados carecen de una verdadera participación de la clase trabajadora. Esto se aplica de igual manera en muchas otras partes del mundo y constituye un inmenso obstáculo para un cambio completo.

Considero que la falta de una verdadera participación de la clase trabajadora se debe en gran parte a que nuestros movimientos sociales incorporan y a su vez aspiran a lograr los valores y la cultura de la clase coordinadora.

Nuestros movimientos, a través de sus procederes y políticas, hacen saber a los trabajadores que no se trata de que ellos estén encima, sino de que una vez más los trabajadores estén abajo.

Necesitamos movimientos que estén realmente a favor de una sociedad sin clases, y que reflejen y comuniquen convincentemente esta toma de posición en sus estructuras y políticas.

Aquí en Venezuela, una estrategia que esté de acuerdo con la lógica expuesta anteriormente incluiría decisiones que con firmeza erosionen y reemplacen las viejas jerarquías de distribución del poder en los lugares de trabajo al igual que en el gobierno, y den lugar a nuevas formas de auto gestión.

Cuando los trabajadores toman una planta, por ejemplo, y buscan aplicar un control por parte de los trabajadores, es crucial que busquen no sólo ingresos equitativos para todos, sino que también comiencen a redefinir las tareas a través de complejos de trabajo equilibrado.

Es ésta la única manera de evitar que el 20% de la población monopolice, no en forma malévola sino simplemente dada la posición social que mantiene estructuralmente mayor cantidad de información y conocimiento, y que entonces domine a otros en la toma de decisiones debido a la posición ventajosa sustentada.

A menos que nuestra estrategia incluya complejos de trabajo equilibrado, se perderán los avances por un mayor control por parte de los trabajadores y eventualmente será la clase coordinara quien dominará.

En forma similar, en los EE.UU., nuestras organizaciones en los movimientos sociales, instituciones de medios de comunicación, al igual que otros proyectos y campañas deben buscar incorporar complejos de trabajo equilibrado, y debemos además producir cambios en los ámbitos de trabajo capitalista que vayan en la misma dirección y que a su vez generen la necesidad de alcanzar esta forma de justicia social.

Si no realizáramos lo antes planteado, algo que hasta ahora no hemos logrado, no habremos plantado las semillas del futuro en el presente.

El cuarto objetivo al que quiero referirme brevemente es la producción con fines de realización y desarrollo y no con fines de acumulación.

Más allá del capitalismo no queremos que existan los mercados. Los mercados son increíblemente destructivos no sólo para el medio ambiente sino también para las personas. Los mercados impiden la auto gestión, imponen el dominio de la clase coordinadora, y además se equivocan en la determinación de precios. Pero la planificación centralizada es escasamente mejor que los mercados ya que es además autoritaria.

De ahí que nuevamente me veo obligado a enunciar una conclusión sin poder justificarla en detalle aquí dada la falta de tiempo: queremos que nuestros consejos de trabajadores y consumidores emprendan un nuevo tipo de planificación participativa.

Queremos que los consejos puedan negociar en forma cooperativa los ingresos y productos económicos resultantes, teniendo pleno conocimiento del verdadero y total costo social y de los beneficios que ofrecen otras opciones. Además este proceso deberá realizarse con la participación auto gestionada de todos los integrantes. Creo que un modo de lograr este sistema es a través de lo que llamo la planificación participativa.

Aun sin entrar en los detalles de tal sistema, ponerlo en marcha influirá de diversas maneras sobre la estrategia.

No debemos apoyar o utilizar la competición de mercado a menos que sea con mucho cuidado, y de ser posible no utilizarla en absoluto.

Debemos tratar de desarrollar los medios que permitan a los participantes, y no simplemente los trabajadores y consumidores, tanto en nuestros movimientos como en la sociedad a negociar colectivamente y en forma cooperativa los resultados a alcanzar, en lugar de que ellos surjan de una orden, o sean el producto de la competición.

Tanto en Venezuela como en los EE.UU. esto resulta en la necesidad de luchar en contra de la lógica de los mercados y tratar de crear nuevas formas de planificación y negociación participativa y colectiva de los resultados económicos, incluyendo los presupuestos gubernamentales—como es el caso de los presupuestos participativos—al igual que la producción y distribución de productos de todo tipo.

El experimento de los presupuestos participativos en Brasil, por ejemplo, debe ser extendido y ampliado y su lógica debe ser incluida también en el ámbito de las relaciones con firmas privadas.

Por supuesto que hay mucho más que decir respecto a la economía que queremos exista más allá del capitalismo, como también sobre género, raza y el ámbito político; todos temas que en mi opinión tendrán que ser tratados simultáneamente para así poder alcanzar logros duraderos y profundos en cualquiera de estas áreas.

Ya que no puedo referirme a todos estos temas aquí, incluso en forma breve, permítanme para finalizar hablar sobre el recién mencionado ámbito político y agregar que aquí apoyamos presumiblemente la auto gestión política que en la década de los sesenta, que fue cuando me radicalicé, llamábamos: dar el poder al pueblo.

Sabemos que una sociedad buena en el futuro necesitará, entre otras funciones políticas, legislar, implementar proyectos comunes y fallar en litigios.

No es crucial ahora si llamamos a lo descrito antes gobierno u organización política participativa, aunque prefiero el último término.

La cuestión central es que si logramos una organización política participativa no habremos eliminado el poder, sino que habremos alcanzado las condiciones por las cuales el poder, es decir la influencia que uno tiene sobre decisiones, es adjudicado a una población que se auto gestiona.

El poder no desaparece, sino que es distribuido adecuadamente a toda la población.

Ahora, ¿qué ocurre entre el presente y este futuro al que aspiramos?

Al tratar de mejorar las condiciones, parte de lo que hacemos es luchar con estados o gobiernos. En algunas oportunidades hasta intentamos ganar posiciones dentro de ellos o incluso gobernar, tal como ocurre ahora en Venezuela.

El deseo por lograr auto gestión política vuelve todo esto problemático porque los gobiernos son típicamente autoritarios, y participar en la gestión de los mismos, o simplemente poner presión sobre ellos, puede otorgar a un número pequeño de personas una influencia desproporcionada. De todas maneras creo firmemente que el anhelo por lograr la auto gestión política en camino hacia un mundo mejor no se detendrá ante estas dificultades.

No es cuestión de evitar interactuar con el poder político, económico o de cualquier otro tipo. En cambio, la cuestión clave es la de devolver el poder, o más bien ganar el poder, a las manos de la población organizada, levantada y concienciada.

En mi opinión, se trata no sólo de la creación de nuevas instituciones, sino también en ciertos casos de luchar en contra del comportamiento de viejas instituciones, y de buscar cambiarlas o incluso ganar control de las mismas.

Resumiendo, tenemos que enfrentar al ámbito político tal como es y cambiarlo en la dirección en la que queremos avanzar.

Nuestro objetivo, al participar en un gobierno o al oponerse al mismo, será el de:

1) Obtener mejoras en la vida de las personas,
2) Disminuir el poder que tienen las instituciones que están por encima de la población, y
3) Dar poder a la población y a sus propias instituciones.

El objetivo no es el ganar el poder del estado o eliminarlo.

Nuestro objetivo es, en cambio, o debería ser, llegar a aquello que deseamos en parte convirtiendo al estado o a la institución política y en parte también creando nuevas estructuras que finalmente reemplacen al estado.

En este último caso, el ejemplo venezolano, es decir la Revolución Bolivariana, genera mucha esperanza pero también algo de preocupación.

El hecho de que Venezuela haya emprendido la creación de instituciones de auto gestión directa, es, en mi opinión, una fuente de inspiración y esperanza para todo el mundo.

A su vez, el hecho de que todo esto está siendo iniciado no tanto desde abajo sino más bien como una iniciativa y con el fuerte aval del gobierno actual, que en cierto sentido está tratando de establecer su propio reemplazo, es admirable tanto por no tener casi precedente como también por crear mucha esperanza; aunque es también un poco preocupante.

Creo que es lo que un gobierno revolucionario debe hacer.

Aunque creo que es importante que cuanto antes sean la iniciativa y energía de los movimientos populares en las comunidades locales e instituciones en toda Venezuela las que conduzcan el proceso.

Permítanme ahora resumir mi posición.

Querer que los trabajadores y consumidores alcancen la auto gestión, equidad económica, una sociedad sin clases, al mismo tiempo que realizan la distribución y logran una auto gestión política no autoritaria, implica en su conjunto que debemos adoptar como prioridades en nuestra estrategia la creación de consejos, auto gestión, al igual que la incorporación de complejos de trabajo equilibrado, la eliminación del coordinacionismo, oposición a los mercados y repartición equitativa del poder.

John, espero que estés de acuerdo con mucho de lo que he propuesto, aunque tendremos la oportunidad aquí de debatir sobre aquellos puntos que creas discutibles o erróneos.

Aquí en Venezuela, están Uds. mucho más avanzados que mis compatriotas y yo mismo en los EE.UU. Ello implica que una de nuestras tareas es la de tratar de evitar que el gobierno de mi país interfiera en vuestros esfuerzos.

Además, otra de nuestras tareas que tenemos es que el camino revolucionario, tanto el bolivariano como el de la economía participativa, necesita llegar a ser más claro, ancho y mejor transitado; e incluso ser transitado de manera más efectiva y con más conciencia por todos nosotros.

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