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LA REVOLUCION EN EL SIGLO XXI
Movimientos sociales, resistencia, construcción de una subjetividad no alienada

Presentado en el Coloquio IMPERIO Y RESISTENCIAS,UAM-X 4, 5 Y 6 DE OCTUBRE DEL 2005 (*)

Guillermo Almeyra,


UAM-X, Dep. de Relaciones Sociales
e.mail galmeyra@hotmail.com

RESUMEN:

A la luz de un somero estudio de los movimientos sociales en América Latina y de las experiencias ecuatoriana, brasileña, argentina, boliviana y mexicana, el trabajo intenta analizar los límites de la resistencia y de los organismos de poder dual que la misma logra en determinada condiciones crear y plantea también el papel de la construcción de una subjetividad revolucionaria en dichos movimientos, de la batalla teórica contra las ideas dominantes, de la claridad programática.

 

Primera premisa

La mundialización dirigida por el capital financiero internacional no sólo trae aparejada densas sombras sino que también abre grietas en la dominación capitalista por las que entra luz a raudales. Hay así una coordinación internacional de las grandes transnacionales, a pesar de las diferencias y conflictos que ellas mantienen entre sí, pero también un comienzo de coordinación entre los movimientos sociales de diversos países y continentes. Y los nuevos medios de comunicación, que sirven para hacer negocios en tiempo real en Tokio desde Nueva York o París son útiles igualmente para comunicar a un líder indígena que habita en un valle perdido de la Cordillera de los Andes con los otros movimientos indios o campesinos de todo el mundo y para romper su aislamiento informativo, político y cultural aunque subsista aún su aislamiento físico. La socialización de las experiencias, la interinfluencia a escala intercontinental entre los movimientos sociales, la cada vez mayor velocidad y extensión que adquiere la comprensión de que todos los males –ecológicos, económicos, sociales- son provocados por el capitalismo al nivel planetario, son el resultado de este cambio en los medios de información y de comunicación. Creado por el Pentágono para la guerra, Internet es de este modo también –entre otras muchas cosas- una poderosa arma para la paz y el socialismo.

Las bases geográficas, materiales, del chauvinismo y el localismo –la casi absoluta homogeneidad étnica y cultural en el terruño imperante hasta antes de la Segunda Guerra Mundial, la coincidencia de lo nacional con el mercado en los lindes del Estado- han saltado desde hace décadas a pedazos con las grandes migraciones que mezclan millones de personas con costumbres y culturas diferentes no sólo con los originarios de los países más industrializados sino también con los de los países dependientes, como los del Africa occidental, el Asia sudoriental o Argentina. También se han desintegrado ante la acción de los nuevos medios de información y comunicación y de la potente e imparable interacción cultural a escala planetaria, que modifica la alimentación, el vestido, las músicas, las lenguas y el modo de hablarlas en todos los rincones del planeta. El apoyo obtenido mundialmente por el zapatismo en países sin indígenas y casi sin campesinos es sólo un ejemplo de universalización de lo local, el cual es el modo, por otra parte, en que se refleja y expresa lo global.

A la mundialización capitalista se le enfrenta por eso cada vez más una mundialización de los oprimidos y explotados. Como no existe ya la división entre lo interno, nacional, y lo mundial, externo, internacional pues todo es a la vez interno e internacional, las experiencias locales se socializan también en tiempo real y tiende así a crearse un sistema de vasos comunicantes políticoculturales entre los movimientos sociales de los diferentes países y entre las diferentes resistencias locales a la ofensiva mundial del capital financiero.

Por consiguiente, ningún movimiento social ni ningún proceso político debe ser visto aisladamente ni haciendo abstracción de lo que sucede en el resto del mundo, aislando la visión del país respectivo del conjunto de las transformaciones sociales mundiales sino que debe ser encarado como un proceso fuertemente influenciado por lo que acontece, en lo inmediato, en la vasta región continental de la cual forma parte ese país en la fragmentación políticosocial del globo en grandes regiones y también, aunque más lentamente, en otras regiones culturalmente más extrañas y alejadas. Los piqueteros argentinos, las luchas bolivianas, el zapatismo forman parte, por ejemplo, del universo políticocultural europeo-latinoamericano (al cual está en parte incorporado también el mundo árabe) en mucho mayor medida que del estadounidense o del de la gran región asiática o la africana.

Segunda premisa:

El terreno de la lucha política y de la lucha de clases es el territorio, esa construcción social del espacio geográfico. La mundialización enfrenta, sin duda, en cada rincón del planeta, a los explotados con el capital internacional y no sólo con "su" explotador nacional o local y con el aparato estatal que sirve a éste, pero las clases subalternas libran el combate político y socioeconómico en su propio territorio y contra las instituciones y las clases locales que las oprimen, sojuzgan o dominan.

Es falsa por lo tanto la afirmación de Negri-Hardt (1) de que los Estados tienden a desaparecer ante una suerte de gobierno mundial de las transnacionales. Y no lo es sólo porque las transnacionales se alían pero no dejan de utilizar sus respectivos Estados para competir entre sí y para garantizar sus ganancias frente a los explotados y a la competencia de sus pares sino también, y fundamentalmente, porque el capital realiza sus ganancias en el territorio, y necesita para ello un Estado (justicia corrupta, órganos represivos, leyes favorables, extensiones de tasas).

La acción del capital financiero mundial subordina y debilita esos Estados, pero no los elimina como actores. Sobre todo, al reducir ampliamente las funciones que permitían al aparato estatal de los países dependientes obtener consenso mediante el clientelismo, las obras públicas, la educación y al agravar enormemente la situación de las clases subalternas, esa mundialización reaccionaria corroe sus mecanismos de control político y social al mismo tiempo que radicaliza un sector creciente de la población.

El resultado se puede ver en la reacción popular cada vez mayor en Estados Unidos mismo ante la insensibilidad y la impotencia demostradas por el Estado frente al desastre de Nueva Orleáns, a la creciente comprensión de que el capitalismo prioriza la guerra frente a la protección civil frente a las catástrofes ecológicas que él mismo provoca y del carácter racista (contra los pobres y las minorías) de un régimen que sólo piensa en el lucro y en el mercado. O se puede ver también en la crisis de dominación que viven en particular los países donde el Estado ha sido muy debilitado por las dictaduras y por las políticas económicas de las clases y sectores gobernantes, como en Argentina, o donde siempre fue muy débil debido a las pugnas entre las diferentes fracciones oligárquicas y al enfrentamiento con los campesinos, como en Bolivia, Ecuador o Colombia.

Este debilitamiento estatal abre brechas, grietas, para la intervención autónoma de las clases subordinadas o de los sectores más activos de las mismas. Eso pone en el orden del día la autonomía, las experiencias autogestionarias, la autoorganización y las luchas independientes de todos los aparatos estatales (del gobierno, de los partidos, de la Iglesia, del control por los burócratas sindicales al servicio del primero).

Las placas tectónicas sociales se desplazan y provocan creciente inestabilidad política. La base de la independización de los movimientos de masas del Estado y de los aparatos de mediación reside en el debilitamiento de la llamada sociedad política frente a la sociedad civil. El aparato de Estado entra en crisis, erosionado por su abandono de la soberanía (y de su consiguiente justificación en el plano de la ideología) y por su retirada de muchas de las funciones que le procuraban consenso y le permitían echar raíces o tener vasos capilares en la sociedad,. Es una crisis de dominación que debilita no sólo las instituciones estatales o paraestatales sino también la idea misma del Orden y las jerarquías. En esa crisis se desarrollan las experiencias autogestionarias y a lo legal comienza a contraponérsele la legitimidad de las exigencias de los movimientos sociales. Se produce un cambio masivo en la subjetividad y quienes eran meros objetos de las políticas neoliberales del capital financiero internacional comienzan a construirse como sujetos.

Tercera premisa:

Pero no lo hacen como informe y desorganizada "multitud" sino mediante sus relaciones de clase, como lo muestran los diversos movimientos bolivianos, organizados en sindicatos obreros, campesinos, o vecinales.

Baruch Spinoza murió en 1677, bastante antes de la aparición, del seno del artesanado y de los campesinos, de la moderna clase obrera y del capitalismo industrial. Negri y sus seguidores (2), saltándose la historia, retoman el concepto de multitud, que es precapitalista, supuestamente porque estaríamos en una fase postcapitalista, cuando estamos, en realidad, siempre en el capitalismo, en una fase peculiar del mismo. Su concepto de multitud –que supuestamente sería la causante de la crisis del capitalismo y de sus readecuaciones políticas y sociales, y sería revolucionaria en esencia- es igual al proletariado que los marxistas dogmáticos consideraban homogéneo y predestinado al triunfo, también por su esencia misma y, por lo tanto, no agrega nada y es como aquél falso. Todos los argumentos que ellos dan para demostrar que el proletariado no es el único sujeto revolucionario (la existencia, mayoritaria, de otros sectores explotados y oprimidos junto a él o su misma heterogeneidad ya que está compuesto por múltiples subsectores y capas que tienen muchas veces intereses contrapuestos) eran igualmente válidos ya en el siglo XIX y la pluralidad de los sujetos de un cambio social sólo expresa el hecho de que el capitalismo actual lesiona al mismo tiempo a múltiples sectores (desde los que esperan en vano ser integrados en la civilización y poder responder a sus necesidades más elementales, hasta los que quieren dejar de ser discriminados, o sea no solamente a los explotados sino también a los oprimidos y relegados) creando así las bases para la conjunción de las luchas democráticas (étnicas, nacionales, culturales) y sociales en un alianza "con geometría variable".

El concepto de clase es, por otra parte, relacional, no expresa algo siempre igual a sí mismo, fijo y eterno. Se es explotado porque hay explotadores, y viceversa. La clase obrera no es cuantificable ni está formada por un conjunto de personas con idénticas características sociales. Como en el caso de los indios, es obrero quien aspira a serlo porque está desocupado o espera ganar más incorporándose a un trabajo asalariado, quien se siente obrero o quien asume tener raíces culturales obreras aunque el concepto admita muchos mestizajes. Vastísimos sectores de los trabajadores son excluidos de las conquistas de la civilización, pero no del proyecto capitalista; por el contrario, están incluidos en él porque su condición subhumana le es funcional. La desocupación es hoy estructural, no coyuntural, porque se ha eliminado la perspectiva (nunca concretada, por otra parte) del pleno empleo (3). Pero esos trabajadores no constituyen una nueva clase obrera en formación (4), ni la subclase que pintaba Jack London en El talón de hierro, ni un nuevo proletariado romano porque se ven a sí mismos como obreros, luchan por tener trabajo, tienen esperanza, se organizan para concretarla. En este choque, por un lado, entre la mundialización capitalista que demuestra todos los días que el futuro, dentro del sistema social actual, no existe, que se acabó la perspectiva del pleno empleo, que la guerra será la norma y, por lo tanto, como en todo período de guerra, se reducirán los derechos y los niveles de vida, y por otro, los trabajadores, está la base de la incertidumbre actual. Porque es posible disminuir el tiempo de trabajo asalariado y asegurar trabajo en forma masiva y es posible también reducir enormemente el alcance mismo del régimen salarial sin disminuir la producción (que, sin embargo, debe ser diferente) y la productividad. Y, sobre todo, porque eliminando el lucro como condición para producir se pueden reordenar los consumos, adaptarlos a las necesidades reales de la población fijadas democráticamente por ésta misma, reducir el despilfarro de recursos y el daño ambiental, reorganizar el territorio. Pero todo esto exige un cambio radical en la economía y en la sociedad. Mientras ese cambio no se logra, todos vivimos en una transición cuyo sentido y desenlace se ignora, vivimos en la incertidumbre, en la transitoridad, con todas las consecuencias que la misma puede tener sobre la subjetividad individual y colectiva.

El riesgo constante no es sólo de guerra, planteado por la teoría sobre la "Guerra Preventiva" que esgrime la Casa Blanca. Es también de catástrofe ecológica, agravada por la depredación ambiental y el recalentamiento planetario, es el peligro de caída repentina en la miseria y la pérdida total de las condiciones elementales para la civilización, como el abastecimiento en agua, es el riesgo causado por la violencia en las familias, entre las personas, en las relaciones sociales. Y el miedo provoca el crecimiento del fatalismo y de la resignación de los esclavos ("gracias que por lo menos tengo trabajo") pero también la respuesta solidaria, o la ira, la desesperación, la impaciencia de la angustia, la aventura o la búsqueda de un Salvador (5).

Por consiguiente, si hay rasgos que deberían diferenciar la fase actual de mundialización de las anteriores fases del capitalismo, ellos serían la gigantesca concentración de la riqueza y del poder en un polo (sin que, como piensa Negri, las transnacionales constituyan un gobierno mundial, pues siguen dependiendo de sus respectivos Estados) y, en el otro, el surgimiento, la extensión, la radicalización y la generalización de movimientos sociales, cuyos ejes son obreros y campesinos y que hacen suya la lucha por las reivindicaciones étnicas, contra el racismo, por la igualdad de las mujeres y contra la discriminación que las afecta en particular en los países dependientes, por los derechos a la diversidad de inclinaciones sexuales, por la defensa de la educación laica y para todos, contra la represión, el racismo, el colonialismo. Se confrontan dos frentes: el de quienes con su política amenazan el futuro de la civilización y del planeta y quieren hacer retroceder la sociedad a la fase de un nuevo Medioevo, ahora tecnificado, y el de quienes, tratando de defender las conquistas sociales y de civilización alcanzadas en el pasado, no miran hacia atrás sino hacia un futuro, una alternativa, que aún no se define. Lejos de desaparecer o de disminuir, la lucha de clases carece ahora de las mediaciones anteriores y se hace más dura que nunca, aunque se dispute muchas veces bajo disfraces nacionalistas o religiosos. La conversión de decenas de millones de campesinos en obreros o asalariados, aunque todavía sin conciencia obrera y mucho menos anticapitalista, lejos de expresar la desaparición de los obreros como sujetos de la transformación social (6), los acompaña con otros sujetos pero con la particularidad de que el peso específico de los primeros es mayor que el de sus aliados, aunque su contingente sea menos numeroso, y de que sus métodos y orientaciones de lucha encuentran eco en otros sectores y les dan un eje para organizarse.

Cuarta premisa:

Hay, desde hace un siglo, una urgente necesidad de superación del capitalismo. La experiencia nefasta del llamado "socialismo realizado", burocrático, liberticida, totalitario, desprestigió el nombre del socialismo y dio un golpe terrible a las esperanzas en una alternativa anticapitalista, vacunando contra el socialismo y el marxismo a cientos de millones de seres humanos que padecieron o aún padecen las dictaduras burocráticas y desmoralizando a otros cientos de millones y a la mayoría de los intelectuales y académicos que antes seguían ese pensamiento dogmático y elemental, mechado de nacionalismo, que la URSS y los partidos comunistas presentaban como marxismo. Pero el capitalismo, y no sólo los revolucionarios, es quien impulsa las luchas anticapitalistas y de éstas y del análisis de aquél surgen las teorías anticapitalistas, en una fase todavía de confusión e imprecisión en que le se debe hacer, simultáneamente, el balance del pensamiento socialista en el siglo XIX tal como Marx y Engels hicieron el balance del Saint-simonismo, del fourierismo, de Cabet, de Owen y de todo el socialismo utópico anterior a ellos y, además, trazar las grandes líneas de cuál puede ser hoy una alternativa posible al capitalismo, o sea, de lo que muchos llaman el socialismo del siglo XXI. Muchos comienzan a avanzar por esa senda. El valor, por ejemplo, de las obras últimas de Negri, a pesar de sus grandes y evidentes errores y de que no arma a nadie para la construcción de una alternativa al capitalismo, consiste en que intentan criticar la fase actual del capitalismo y se plantean, no la supervivencia de éste sino su fin (aunque piensen tal fin como triunfo del amor divino).

El problema central para quienes buscan no sólo la liberación de los trabajadores sino sobre todo su autoemancipación reside por consiguiente en las transformaciones en la subjetividad, en su construcción como sujetos, en lo que hasta hace no mucho tiempo se llamaba conciencia. El San Francisco que Negri invoca como ejemplo para los militantes contemporáneos no sirve para mucho en esta tarea; en cambio, hay que hacer hincapié en la relación que existe entre los movimientos sociales y sus luchas y la construcción de una nueva subjetividad. Porque es innegable que "nadie escapa a su época" y que todos estamos inmersos en el fetichismo que Marx reveló y que Holloway retomó (7) haciendo una importante contribución, aunque con conclusiones mecánicas y fatalistas. De modo que, a la luz de los momentos en que el velo se desgarra con los grandes conflictos, se van haciendo avances parciales hacia un pensamiento realista sobre el mundo en que vivimos, pues su comprensión cabal está todavía muy lejos y requiere una síntesis entre el sentido de las transformaciones científicas y culturales a escala mundial y el de las relaciones sociales en el propio territorio, cosa que escapa a las posibilidades de quienes luchan, por fuerza, sólo desde éste contra la acción mundial multiforme del capitalismo.

De ahí la doble importancia de los movimientos sociales, germen de la "otra mundialización", la alternativa al capitalismo. Porque ellos son escuela de lucha y laboratorio teórico y, al mismo tiempo, plantan "una pica en Flandes", crean elementos de dualidad de poder, enseñan a disputar y ejercitar el poder en la lucha por la autonomía o en los esfuerzos en pro de la autogestión. Intentaré por eso extraer alguna somera conclusión de los movimientos sociales en Argentina, Ecuador, Bolivia, Brasil y México.

Qué nos dice la vida:

Por supuesto, un estudio pormenorizado de esos cinco casos requiere un libro, que estoy preparando. Por consiguiente, me limitaré aquí a trazar algunas líneas del análisis, que debe ser fundamentado y expuesto más extensamente.

En primer lugar, lo que impresiona es su contemporaneidad, casi simultaneidad, y el hecho de que todos ellos ponen, de diversa manera, en cuestión la dominación y el poder (no el gobierno, ni el control del aparato estatal) todo lo cual es el resultado de la mundialización dirigida por el capital financiero que, zarandeando las viejas estructuras sociales, desata conflictos y engendra la posibilidad de una mundialización alternativa. Unos años antes (1990) del levantamiento zapatista los indígenas ecuatorianos ya habían derribado un presidente y construían su poder local y regional, al mismo tiempo que un instrumento político ad hoc (la CONAIE, que está en permanente construcción y reestructuración), en la Argentina se producía el Santiagazo, en Bolivia y Brasil estaban ya en el orden del día los movimientos campesinos, en México acababa de producirse el movimiento neocardenista de 1988, que ganó la presidencia de la República y fue duramente reprimido mediante cientos de asesinatos selectivos. En todos esos países las clases dominantes son hegemónicas, pero carecen de consenso (por lo menos delpolíticocultural, ya que la mayoría de la población acepta el consumismo y la ideología neoliberal que lo sustenta y, aunque el grado de prestigio de las instituciones estatales y de los partidos es ínfimo, cree todavía en el verticalismo estatal y piensa que un cambio de gobierno, que desean producir con sus luchas, equivale a un cambio en el poder). En todos los casos, no hay delegación de la representación política a Líderes, Salvadores, partidos o instituciones. Los movimientos sociales producen y tienden a renovar sus dirigentes y se dan una organización independiente del Estado y en parte alternativa al mismo (incluso en el caso argentino, donde las organizaciones piqueteras negocian con el gobierno bolsas de comida y Planes Jefa y Jefe de Familia, o sea, un subsidio mínimo de desocupación).

Actualmente en Bolivia, y antes en Brasil con la elección de "Lula" (o en Uruguay, con la de Tabaré Vásquez), la participación electoral masiva expresa sin duda la esperanza de obtener un cambio social por la vía legal y pacífica (otra no parece posible en lo inmediato) y la fuerte y constante abstención en Ecuador o en México se explica en parte por la enorme emigración que despuebla regiones pero sobre todo porque las organizaciones que podrían ser la base para una alternativa (CONAIE, EZLN) no ofrecen una clara alternativa política ni tienen organización en todo el territorio sino sobre todo en algunas zonas indígenas y porque su política de alianzas, cuando existe, es muy confusa.

No hay por eso una oposición entre el camino electoral (que refleja que todavía se tiene confianza en el Estado, en cuyo marco se pretende un cambio de gobierno y de políticas) y la lucha de los movimientos sociales que construye relaciones y organismos semiestatales (regiones autónomas, Juntas de Buen Gobierno, fábricas, empresas o tierras ocupadas por sus trabajadores ignorando la sagrada propiedad privada e imponiendo en cambio la legitimidad del derecho a ganarse la vida). Como lo muestra el ejemplo boliviano, las elecciones pueden no ser sólo un ejercicio formal para que el sistema, como el Gatopardo, pueda mantenerse cambiando. Porque pueden constituir también un momento de politización, de esclarecimiento programático y de organización de alianzas para conseguir con la fuerza de la mayoría una Constituyente (momento electoral y democrático por excelencia, pero también momento de transición, fundacional) que dé las bases para construir una sociedad liberada de sus cadenas.

No hay una muralla china entre reformas y revolución. Primeramente, porque la lucha por las reformas que el capitalismo, en su fase actual, no quiere ni puede dar se torna entonces subversiva y da así la base para el crecimiento de la conciencia anticapitalista e incluso revolucionaria de quienes combaten por ellas. En segundo lugar, porque la resistencia pasiva y sin objetivo político ni conciencia de la cual nos habla Scott (8) cada vez menos es la única y principal forma de resistencia, ya que ésta comienza a ser activa y programática (MST brasileño, movimientos sociales bolivianos, EZLN mexicano, en particular). La pasividad de quienes esperan que la sola resistencia anule los planes del capitalismo (olvidando cuántos retrocesos en las conquistas ha habido, cómo han sido destrozadas por esta mundialización verdaderas casamatas culturales y organizativas de los trabajadores, cuántas comunidades, lenguas, culturas, han desaparecido a pesar de las resistencias) es algo que no podrá mantenerse por mucho tiempo pues se entra en una fase de agudos choques sociales, en el marco de la guerra como política del gran capital, y también en una fase de comprensión consciente de cuál es el enemigo, fase que obliga a las organizaciones a dar un salto teórico ubicándose en el anticapitalismo y en la izquierda socialista.

La alianza de organizaciones sociales, campesinas y sindicatos que con la sigla del MAS y la candidatura de Evo Morales disputa una efímera presidencia y unas Cámaras que convocarían la Constituyente no esconde sino que proclama el nexo entre su lucha actual y sus objetivos socialistas y sostiene que pretende legalizar en las urnas los objetivos legítimos de los movimientos sociales que derribaron en corto tiempo dos presidentes. El MST brasileño también proclama su socialismo, aunque el objetivo inmediato de su lucha sea la tierra y la democracia y trate de evitar que el gobierno de El grave problema de la CONAIE, en cambio, lo que favoreció la cooptación por el sistema de muchos de sus dirigentes sobre todo en el efímero paso por el gobierno de Gutiérrez, es la carencia de una definición teórica pues mezcla el repudio al tipo de funcionamiento de los partidos tradicionales, incluidos los de la izquierda, con la falta de balance crítico del pasado de la lucha de clases en el país y con ideas postmodernistas paralizantes y deja amplio margen, incluso, al esencialismo indio. Su apoyo y su accionar en las comunidades está bastante desligado del funcionamiento como organización y aún más del funcionamiento del que debería ser su instrumento político-electoral pero marcha muchas veces por su cuenta, el Pachakutik.

El EZLN, por el contrario, ha dado un salto cualitativo al dejar de considerarse meramente rebelde y atacar a la izquierda socialista, para pasar a declararse anticapitalista y de izquierda. Es cierto que no ha hecho un balance ni una autocrítica de sus errores anteriores (su silencio prolongado, su aislamiento sectario, su indefinición política) pero ha entrado ahora en un proceso (9) que llevará al zapatismo mexicano a establecer alianzas sobre una base programática anticapitalista y a definir su colocación de izquierda rompiendo con la vaguedad de la mezcla anterior entre el nacionalismo revolucionario y el ultraizquierdismo con matices maoístas. Esta evolución podría tender un puente entre un sector importante del movimiento indígena y las organizaciones obreras y campesinas que, aunque aún con direcciones burocráticas impuestas en el pasado, luchan hoy contra la política del capital financiero y, al mismo tiempo, podría dar a mediano plazo un eje para aglutinar una parte importante de las bases en las clases subalternas que han votado y posiblemente votarán por el Partido de la Revolución Democrática. El anticapitalismo y el izquierdismo que hoy proclama el EZLN lo obligan, por otra parte, a hacer política en todos los terrenos y su clasismo (la necesidad declarada de la alianza con el movimiento sindical y el campesino) no sólo quita terreno bajos los pies a los teóricos de la "multitud" o del rechazo a la política y a construir un poder desde abajo y enfrentado con el del Estado sino que también influirá positivamente sobre otros movimientos "alternativos" o "autónomos" de todo el mundo, que se habían construido un zapatismo a la medida de su confusión. Al mismo tiempo, esos pronunciamientos y la construcción de alianzas con otras fuerzas anticapitalistas sacarán la cuestión de la construcción de la autonomía de las regiones zapatistas en Chiapas para proyectar la lucha por la autonomía, según las condiciones locales, a todo el país, abarcando indígenas, mestizos y negros.

Por último, los piqueteros argentinos viven una profunda contradicción. Algunas de sus múltiples organizaciones obedecen ahora a partidos de la izquierda o de la ultraizquierda que las han llevado del apoliticismo al electoralismo, para colmo con ataques sectarios a otros partidos similares (que tienen organizaciones piqueteras). Además, su declaración de independencia política frente al gobierno peronista de Néstor Kirchner no corresponde al hecho de que la mayoría aplastante de las bases de esas organizaciones piqueteras (y con más razón de las de aquellas que negocian con el gobierno) votan por el peronismo. El socialismo que muchos de los partidos que dirigen organizaciones piqueteros es puramente propagandístico pues su acción no está dirigida a favorecer el crecimiento de los sujetos del cambio social y a colaborar en la creación de una nueva subjetividad anticapitalista de masas porque esos partidos son verticales, centralizados, clientelistas y no hacen nada, en los hechos, para construir en la gente común una conciencia internacionalista real (comités de autoorganización de los obreros bolivianos en Argentina para favorecer el triunfo de la izquierda social en las elecciones próximas, por ejemplo) sino que creen que el "internacionalismo" consiste en criticar la "traición" del MAS boliviano o del PT brasileño. Minoritarios en diciembre del 2001, cuando el estallido social que ellos creyeron era el comienzo de una revolución, para algunos incluso socialista, porque no supieron comprender y respetar las vías propias mediante las cuales se politizaban cientos de miles de personas, son aún más minoritarios ahora, cuando se presencia un reflujo de las acciones en las calles (piquetes, cacerolazos, asambleas populares) y está apenas empezando la actividad de los trabajadores ocupados (que la ultraizquierda consideraba fallecidos). Kirchner, el López Obrador del Sur, pone un obstáculo al desarrollo de un movimiento autónomo porque mantiene en pie la ilusión en que desde el nacionalismo vaga y limitadamente distribucionista se puede reconstruir el país y en que los partidos tradicionales pueden ser un canal para esa tarea. La incapacidad programática y política de la ultraizquierda contribuye a frenar un movimiento de autoorganización que dio (y en parte sigue dando) elementos importantes a la construcción de la independencia política de los trabajadores.

 

¿Es posible la revolución, es posible el socialismo a pesar de las transformaciones provocadas por esta mundialización?

La revolución no es obra de los revolucionarios sino del capitalismo, que crea las condiciones para la insurgencia de millones de personas que sólo querían cambios pacíficos y reformas que el sistema les niega. La revolución, además, ayuda a cambiar la subjetividad de quienes la viven como protagonistas.

Por lo tanto no es posible pensar que la revolución sea imposible debido al consumismo, el egoísmo, el hedonismo propagados por las políticas neoliberales y a la destrucción de todo lo que es comunitario, solidario, colectivo y de las identidades colectivas para dar a cada uno sólo una identificación en su relación con los mercados. El régimen corporativo y totalitario del fascismo italiano y la educación desde la niñez hasta la edad adulta en el sometimiento al mismo no impidieron que, ante una terrible prueba para todos (la guerra) los que antes eran fascistas combatieran y murieran por lo que creían era el socialismo organizados por un partido comunista cuya dirección (Togliatti y su círculo inmediato) era cínica y stalinista pero cuyos militantes eran sinceros revolucionarios.

El capitalismo crea las condiciones para la revolución al amenazar la existencia misma de lo conquistado durante siglos, al agraviar la conciencia humana y al provocar inmensos sufrimientos a las grandes mayorías. Si esas condiciones llegan a concretarse o no, eso depende de la existencia de revolucionarios con la audacia y la preparación necesarias para encauzar lo que comienza siempre como una rebelión.

Por suerte no existen ya los partidos stalinistas, siempre a contrapelo de todos los movimientos revolucionarios que no controlaban, desde la lucha de César Augusto Sandino hasta la revolución boliviana de 1952 y la cubana de 1957-59 o la argelina y a todos los grandes movimientos de masa que tendían a desbordar a sus direcciones burguesas, como el cardenismo en los años 30 o el peronismo de los 40. El fin de la identificación falsa entre la revolución y el llamado "bloque socialista" dirigido por burocracias reaccionarias y corruptas ha liberado el pensamiento socialista.

Pero a condición de que se haga un balance del pasado porque la revolución no es sólo un proceso "espontáneo" sino que también se prepara, es un arte y porque no es posible -sin sufrir y hacer sufrir tarde o temprano las consecuencias de ese error- creer que hubo un "bloque socialista" como hasta hace pocos años proclamaba Marcos.

De ahí la necesidad de la claridad y la consecuencia teóricas si se quiere ser realmente anticapitalista y de izquierda y la necesidad, también de un núcleo que recoja las exigencias y las experiencias de las clases subalternas de su región y de su país, saque las conclusiones teóricas, presente ésta de nuevo a los oprimidos y construya conciencia a partir de saber escuchar, interpretar lo que escucha, organizar las interpretaciones, convertirlas en acción. Ese núcleo, grande o pequeño, cualquiera sea el nombre que elija, es un "partido", no en el sentido de una organización burocrática centralizada y disciplinada sino en el de un laboratorio de elaboración de ideas y propuestas y de planeación de experimentos donde las mismas se pongan a prueba. Pero esta es materia de otra discusión.

En cuanto al socialismo futuro, si es que se llega a él y no hay una catástrofe masiva antes, sin duda no podrá ser esbozado por estudiosos o especialistas, sino que sólo podrá salir concretamente de las experiencias masivas de lucha. No podrá estar, sin embargo, basado solamente en la propiedad estatal de los medios de producción (salvo de los necesarios para el desarrollo del país) y en la planificación centralizada sino, al contrario, en la planificación desde abajo, descentralizada, a partir de las necesidades y no de los planes, con la iniciativa y la participación en la dirección de los proyectos de los habitantes de cada localidad. Un socialismo que no sea democrático, pluralista, autogestionario y en el que cada uno no sea un ciudadano, dirigente y ejecutor a la vez de los planes colectivos, no puede merecer ese nombre. El socialismo depende, por lo tanto, de una democracia radical que prepare la ruptura cultural con los modos de vida y de pensamiento propios del capitalismo de esta fase y, así, eroda el poder en la cabeza de todos y cada uno para crear las condiciones para una simple administración de las cosas y no de las personas, como ya planteaba Saint-Simon. Sin las transformaciones en la relación de fuerzas entre los dominantes y los dominados y en la subjetividad de éstos que aportarán las revoluciones la conquista de tal socialismo será sumamente dificultosa pues subsistirán casi indemnes la brutalidad y la ignorancia, el machismo, el egoísmo, el oportunismo, la sed de mando. Pero esto también es tema para otra ocasión ya que desborda el de esta ponencia.

Por último, si Marx era determinista ¿por qué no esperó el cumplimiento de sus profecías y pasó una dura vida tratando de explicar qué era el capitalismo para acabar con éste? Y si creía que el fetichismo hacía imposible la comprensión y la acción ¿por qué lo expuso y luchó por crear una corriente de ideas en un mundo sometido a aquél?

Muchas ideas de Marx, de Engels, de Lenin, de Trotsky o del Che han sido desmentidas por la realidad pero no se puede estudiar a ésta sin ellos, no se la puede, sobre todo, cambiar sin esa base teórica y particularmente, sin el esfuerzo de entender a los explotados, sin el "patriotismo de clase" de que hablaba Trotsky, sin la indignación moral y la rabia ante la injusticia que movía al Che…

México, 15 de septiembre del 2005-09-18

 

NOTAS:
(1) Antonio Negri-Michael Hardt, 2002, Imperio, Buenos Aires, ed. Paidós.

(2) Ver principalmente Antonio Negri y Michael Hardt, 2004, Multitude-Guerre et démocratie à l´âge de l´Empire, La Découverte, París, y Paolo Virno, 2004, Gramática de la Multitud- para un análisis de las formas de vida contemporáneas, Ed. Malatesta-El Juguete Rabioso, La Paz, Bolivia, entre otros.

(3) Ver André Gorz, 1998 Miseria del presente, riqueza de lo posible, Paidós, Buenos Aires.

(4) Como plantea erróneamente Raúl Zibechi. 2003, en Genealogía de la revuelta- Argentina, la sociedad en movimiento, Letras Libres-Nordan, La Plata-Montevideo, cuando afirma que "Parte de este trabajo está dedicado a desarrollar la idea de que los piqueteros son parte de un proceso de formación de una nueva clase obrera" (pág. 131). En la pág.171 es aún más tajante: "Postulo que el movimiento piquetero forma parte de un amplio proceso social en el que se está formando una nueva clase obrera (…) Se trata de una nueva clase obrera, diferente tanto de la que conocimos durante la industrialización como de la del período artesanal. Estamos presenciando la conformación de una tercera clase obrera: la primera tuvo como eje al sindicato de oficios, la segunda al sindicato de masas y la tercera parece girar en torno de la organización territorial compleja". Estas afirmaciones no tienen en cuenta que las clases no dependen del tipo de organización, por otra parte sólo de una minoría de ellas, como los sindicalizados en los sindicatos de oficio y aun en los sindicatos por industria, sino que se definen unas respecto a otras; además el obrero lo es por su tipo peculiar de trabajo en la producción capitalista, no por su vida en el barrio y, por último, la formación de una nueva clase no parte jamás de un movimiento político-social, como en el caso de los piqueteros. Estos, además, por importante que sea su lucha como expresión de un proceso de toma de conciencia política, son muy minoritarios con respecto a los trabajadores ocupados y a los sindicalizados. Eso no quita sin duda importancia a las transformaciones sociales y culturales resultantes de la desocupación estructural y al papel del territorio como eje de la reorganización de las clases dominadas. Pero esos son otros problemas.

(5) Boaventura de Sousa Santos, en A crítica da raza~o indolente. Contra o desperdicio da experiência, 2000, Cortez, Sao Paulo, pág. 35, sostiene, a mi juicio exagerando, que: "Lo que es nuevo, en el contexto actual, es que las clases dominantes se han desinteresado del consenso, tal es la confianza que tienen en que no hay alternativa a las ideas y soluciones que defienden. Por eso no se preocupan por la vigencia posible de ideas o proyectos que les son hostiles porque están convencidas de su irrelevancia y de la inevitabilidad de su fracaso. Con esto se transformó la hegemonía y pasó a convivir con la alienación social y, en vez de basarse en el consenso, pasó a basarse en la resignación" (trad. de G.A.) Aunque ésta es sin duda un factor muy importante, creo que las otras reacciones que enumero y analizo en mi libro La Protesta Social en Argentina-1990-2004, 2004, Ed. Peña Lillo-Continente, Buenos Aires, sobre todo en el capítulo sobre la formación del sujeto, lo son aún más.

(6) En relación con la población, hay actualmente muchos más asalariados y obreros industriales de los que existían en Francia, Italia o Alemania cuando fue escrito el Manifiesto Comunista.

(7) John Holloway, Cambiar el mundo sin tomar el poder, 2002, Universidad de Puebla-Herramientas, Puebla-Buenos Aires

(8) James Scott, 2000, Los dominados y el arte de la resistencia, Era, México.

(9) Véase La Sexta Declaración de la Selva Lacandona, 2005, editado en folleto por la UACM, México.

BIBLIOGRAFIA CITADA:

Almeyra, Guillermo, 2004, La protesta social en Argentina. 1990-2004, Ed. Peña Lillo- Continente, Buenos Aires.

Ejército Zapatista de Liberación Nacional, 2005, Sexta Declaración de

la Selva Lacandona, UACM, México.

Gorz, André, 1998, Miseria del presente, riqueza de lo posible, Paidós, Buenos Aires.

Holloway, John, 2002, Cambiar el mundo sin tomar el poder, Universidad

de Puebla- Herramienta, Buenos Aires-Puebla.

Negri, Antonio y Michael Hardt, 2002, Imperio, Paidós, Buenos Aires.

Ibidem, 2004, Multitude-Guerre et démocratie à l´age de l’Empire,

La Découverte, París

Scott, James, 2000, Los dominados y el arte de la resistencia, Era, México.Santos, Boaventura de Sousa, 2000, A crítica da razao indolente: contra o desperdicio da experiencia, Cortez ed., Sao Paulo.

Virno, Paolo, Gramática de la Multitud, para un análisis de las formas de

vida contemporáneas, 2004, Ed. Malatesta-El Juguete Rabioso, La Paz, Bolivia.

Zibechi, Raúl, 2003, Genealogía de la revuelta. Argentina, la sociedad

en movimiento,Letras libres-Nordan, La Plata-Montevideo.

*Nota: Todas las Ponencias del Coloquio Internacional Imperio y Resistencias, están disponibles en el siguiente enlace: http://dcsh.xoc.uam.mx/Coloquio/

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