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Vanguardia artistica y vanguardia politica

Jorge Michell

Una revolución es, indudablemente la cosa más autoritaria que
existe. Es el acto por el que una parte de la población impone
su voluntad a la otra por medio de fusiles, bayonetas y cañones,
recursos autoritarios si los hay; y el partido victorioso, si no
quiere haber luchado en vano, tiene que mantener este dominio
por el terror que sus armas inspiran a los reaccionarios.

Federico Engels

Vanguardia cultural y vanguardia política, interrelacionadas en
momentos pasajeros, como en los tiempos inmediatamente posteriores
a la Revolución Francesa, en la primera década soviética o castrista
y que siempre tuvieron su reacción Thermidor, en todos los casos
representada por una apropiación indebida del impulso revolucionario
más generoso y total.

Manuel Vázquez Montalbán

En los confines de la vanguardia surrealista se dibuja la idea de que el arte
no es una superación utópica, sino una crisis, un peligro para la razón.

Christoph Menke

Entre la vanguardia artística y la vanguardia política existen temporarias coincidencias, pero también existen importantes y permanentes diferencias. Estas se fundan en el hecho de que la vanguardia artística evoluciona en el ámbito de lo simbólico en tanto que la vanguardia política actúa en la realidad concreta. La historia muestra que el desarrollo de los acontecimientos puede agudizar esas diferencias al extremo, hasta culminar a veces en una abierta contraposición, e incluso en una confrontación.

Pertenece a la esencia misma de la vanguardia política su condición minoritaria en la sociedad e incluso en la esfera política. La vanguardia política puede tomar el poder en una situación de crisis y desconcierto de sus adversarios. Si logra hacerse del poder, su condición minoritaria se manifiesta en la forma de una peligrosa debilidad que persiste prolongadamente en el periodo postrrevolucionario. Los enemigos de la vanguardia política tratarán de unirse para revertir el desarrollo de los acontecimientos. Si bien pareciera que la vanguardia política avanza "impulsada por los vientos de la Historia", no por ello está menos expuesta a la violenta contraofensiva reaccionaria.

La vanguardia política (el partido) debe, rápidamente, tomar importantes iniciativas: enfrentar política y militarmente a sus enemigos; cohesionarse interiormente; habilitar un dispositivo de protección de las nacientes instituciones revolucionarias; fortalecer su implantación social; iniciar una ofensiva diplomática para obtener apoyo internacional; proyectar hacia toda la sociedad los fundamentos ideológicos y culturales de la nueva época y de la nueva comunidad: los valores de la vanguardia política. Desde el punto de vista del partido, la vanguardia cultural y artística debe ajustar sus actividades así como el contenido de sus obras a las premisas que éste determine como adecuadas a los intereses superiores del nuevo orden político, institucional, social y cultural (simbólico e ideológico). Es el momento de la aparición de una nueva figura: el comisario (político) para las artes y la cultura, cargo que será ocupado por un funcionario, "conocedor", proveniente de las filas del partido, o bien por un "artista – burócrata". La actividad artística corre el riesgo de quedar sometida a un nuevo academicismo.

Es necesario además considerar aquí una cuestión compleja que tiene que ver con la integridad y persistencia del programa utópico-revolucionario de la vanguardia política durante el periodo postrrevolucionario. Las luchas que atraviesan en tal contexto a toda la sociedad, poniendo en situación de enfrentamiento a unos y otros, se proyectan hacia el interior de la vanguardia política en la forma de formidables presiones sobre sus integrantes. Por otra parte, el partido crece a partir de la incorporación en sus filas de numerosos nuevos militantes de escasa formación intelectual y política, entre los cuales se cuentan muchos oportunistas interesados en "escalar posiciones" en las estructuras emergentes. Estos recién llegados modifican la composición interna del partido y a menudo representan intereses ajenos a los lineamientos progamáticos ya definidos por la vanguardia política. Estos factores dan lugar a cambios en las correlaciones internas del partido, los que a su vez originan virajes y acomodamientos -a veces significativos- en sus orientaciones políticas así como en la aplicación del programa. Eventualmente, estos procesos pueden culminar en violentos retrocesos, como el del del 8 y 9 de Thermidor (26 y 27 de Julio de 1794) en la Francia revolucionaria o aquellos que siguieron al viraje nacionalista en Unión Soviética y originaron la implantación del terror stalinista ("Thermidor soviético"), que se prolongó durante décadas, hasta consumar la completa destrucción de la vanguardia política internacionalista del partido comunista de la URSS. Thermidor establece los límites de la razón utópica que preside los actos de la vanguardia política, a la vez que llama a la crítica y la hipercrítica (decontrucción).

La vanguardia política aborda la lucha por la transformación social y la emancipación humana a partir de su propia esencia, de su propio discurso y con sus propios medios, diferentes a los de la vanguardia artística. Si bien se puede afirmar que, en tanto proyecto, el plan emancipatorio de la vanguardia política incluye una dimensión estética ya que anuncia una vida más bella, mejor y más verdadera para el ser humano, en el proceso de su realización concreta se expone a las inevitables consecuencias de su obediencia a las exigencias de la "realpolitik", que obligan a su "adecuación", deformación y degradación, hasta terminar muchas veces en un nuevo y quizás más siniestro dispositivo de dominación.

La vanguardia artística hace causa común con la vanguardia política en un momento en que ambas persiguen un mismo fin: la emancipación social y estética de la humanidad. Es el momento de la gesta revolucionaria y la "politización del arte". Es un movimiento propio de la historia moderna, que se desarrolla durante largo tiempo a partir de la Revolución Francesa, que se intensifica en la segunda mitad del siglo XIX . Un movimiento que registra complejas vicisitudes de acuerdo a la dialéctica de avances y retrocesos que lo preside. Aunque está fuera de nuestros propósitos extendernos en el análisis de la dialéctica de revolución y reacción que caracteriza la modernidad, parece pertinente sin embargo dar por establecido que, desde el punto de vista de la vanguardia, se pueden considerar "revolucionarios" todos los procesos y medidas que conscientemente sean introducidos en el sistema social con el propósito declarado y eficiente de mejorar las condiciones de vida, ampliar las libertades, y contribuir a la dignidad de capas cada vez más amplias de la población explotada y oprimida. Desde este punto de vista no cabe aquí ninguna supuesta "astucia de la razón" o de la "Historia" actuando al margen de la voluntad de los que luchan.

Los fracasos y retrocesos que sobrevienen en el ámbito de la historia social y política pueden tener como consecuencia el naufragio del proceso de transformación social y la destrucción de la vanguardia política, ello acompañado por la recomposición del bloque reaccionario y, eventualmente, la instauración aquí y allá de una dictadura conservadora. ¿Significa esto la clausura sine die de las actividades de la vanguardia artística y la extinción de la reflexión teórica que le va asociada? La actividad artística no sigue necesariamente el movimiento de reflujo que se produce en el campo político. La vanguardia artística evoluciona de acuerdo a un movimiento que le es propio y que está relacionado con la "autonomía del arte", la "soberanía del arte" y el "poder estetizante" del arte. A partir de un cierto momento, como reacción específica a las circunstancias, el arte inicia su "autotransformación" o "autosubversión". La vanguardia artística se transformará así en "postvanguardia" antes de ser "neovanguardia" .

En su esencial libertad, el arte carece de definición específica en el plano de los contenidos. Sin embargo, sólo se realiza, se formaliza, en el cumplimiento de su poder estetizante, el que evoluciona de acuerdo a ciertas determinaciones contingentes que se suceden en el tiempo. Así, Walter Benjamin distingue esquemáticamente una época en que la obra de arte ha cumplido una función cultual; otra época en que toma mayor importancia el valor de exposición de la obra y, más tarde, la época de la reproducción técnica de la obra, época en la que ésta puede, o bien servir a una "estetización de la política", si es controlada por el fascismo, o bien servir a los intereses de las masas que buscan "politizar el arte". "Politizar el arte" fue la tarea que realizaron las vanguardia durante decenios y, en la medida en que los movimientos artísticos compartieron las aspiraciones emancipatorias de la vanguardia política, se constituyeron en vanguardia artística, es decir, de distintas maneras, dieron forma a los impulsos contestatarios de la vanguardia política a través de las obras y trazaron, en las obras, la silueta de un mundo distinto. ¿Estetización de una política revolucionaria?

El desastre de la vanguardia política "libera" al arte de los compromisos estetizantes que mantenía para con ésta y lo conduce, más allá de toda imposible "voluntad", a las derivas de su libertad esencial. Lo que no quiere decir que el arte reniegue de sus pasados compromisos políticos. Simplemente obedece a los llamamientos de un tiempo a venir, tiempo signado por la cuestión de la tecnociencia y su despliegue planetario. Carece de sentido reclamar el reconocimiento de los "derechos de continuidad" de un supuesto "arte de vanguardia" en el periodo del reflujo de la vanguardia política. Desde el punto de vista del arte, se trata simplemente de una forma de estetización que pertenece al pasado, lo que no quiere decir que sea una forma "superada", sino tan solo de una forma de otro tiempo, de un tiempo anterior, ahora en buena medida, desestetizado por el arte.

¿Fin de toda relación entre arte y política? No necesariamente. Más bien desplazamiento de la cuestión política a otro espacio: el espacio abierto por la instalación de la "sociedad del espectáculo", como parte de la dinámica que lleva a la "sociedad de control", ambas posibilitadas por el avance vertiginoso de las "nuevas tecnologías" y el desarrollo de la cultura de masas. Hace cien años, la vanguardia política podía aun confiar en que el movimiento de masas, a partir de su situación "estructural" en la sociedad y en función de sus "intereses históricos", podía ser movilizado por el partido en el sentido del combate por las transformaciones revolucionarias. En 1920, Georg Lukács asume que la adhesión del proletariado y las masas a la lucha revolucionaria ya no se produce espontáneamente sino que pasa por una estrategia de conquista de consciencias, ahora sometidas a los riesgos y peligros de la alienación y la reificación. Hacia mediados del siglo XX la vanguardia política no puede eludir el análisis de nuevo tipo de sociedad que integra materialmente a las masas a través del consumo, así como espiritualmente a través de la industria cultural y la circulación de productos culturales que van masificándose hasta formar un denso universo simbólico cada vez más complejo, absorbente, invasor e ineludible. Hoy, nos enfrentamos a un estadio avanzado de este proceso. En la medida en que el complejo tecnológico sobre el cual evoluciona la industria cultural se hace más refinado y eficiente, en la medida en que permite mayores performances en el campo del tratamiento combinado de la imagen, el sonido y el texto, aumentan los peligros de una fractura -o una serie de fracturas- al interior mismo del basamento "bio-socio- antropológico" que sustenta nuestra relación con el mundo sensible.

Refiriéndose al destino reservado a la recepción simbólica de lo sensible en la "sociedad de control" que se desarrolla en Occidente, Georges Collins y Bernard Stiegler pueden afirmar:

"Ciertamente no todos están expuestos por igual al control. Hay algunos que aun pueden

sentir y otros que sólo tienden a consumir. Nos encontramos así frente a una verdadera fractura estética, como si el "nosotros" se dividiera en dos partes y al interior de cada una de estas dos partes sobreviniera después una explosión que las fragmentara en multiplicidades sin singularidad, en particularidades vacías - : más que a compartir lo sensible a lo que se llega es a una catástrofe de lo sensible.

En lugar de un sensible compartido, lo que tenemos es lo no-compartido; frente a eso se requiere una nueva crítica, que también sea un cuestionamiento político de la estética y un cuestionamiento estético de la política. El condicionamiento estético hiperindustrial , que sustituye a la experiencia noético – sensible, es el reino regresivo de la gran miseria simbólica planetaria, que abre al mismo tiempo una nueva época de la cuestión cosmopolítica".

"Cuestionamiento político de la estética", "cuestionamiento estético de la política". Ello significa que en el capitalismo tardío, "hipermoderno", que se manifiesta como una "nueva época de la cuestión cosmopolítica", la relación entre vanguardia artística y vanguardia política requiere ser reformulada a fin de enfrentar la "gran miseria simbólica planetaria", la "catástrofe de lo sensible". ¿Qué se quiere decir cuando se habla de un "cuestionamiento político de la estética"? ¿Qué puede significar la expresión "cuestionamiento estético de la política"? No es ya posible responder a estas preguntas en los mismos términos en que lo hicieron las vanguardias de la "época heroica". Ahora empieza a hacerse claro que si no se produce una articulación nueva y aun por definir entre arte y política, corremos el riesgo de que la deriva tecnocientífica planetaria borre enteramente el trazado que ha posibilitado que el dasein humano acceda a una forma (sentido) o a una sucesión de formas inteligibles y "organizables" en el tiempo, sin lo cual no hay porvenir pre-visible ni, por tanto, proyecto social, político, estético posible.

Arte, y política son entonces convocados, cosmopolíticamente, a forjar una nueva alianza y reflexionar acerca de cómo responder al despliegue planetario de la tecnociencia en los tiempos hipermodernos en los que sobreviene esa "catástrofe del sentido". Este trabajo de reflexión no puede ser sino un trabajo de interpretación de las causas que originan la "gran miseria simbólica planetaria", que permita el dominio de los nuevos lenguajes y conduzcan a una resignificación y trans-formación creativa y humana de la cosmópolis y . Habría, quizás, que imaginar ese trabajo en los términos en que Adorno intentaba, más allá de Kant y Hegel, construir una metafísica que fuese dialéctica: "La metafísica, por su propio concepto, no es posible como un encadenamiento de juicios deductivos acerca del ente. Tampoco puede ser pensada de acuerdo al modelo de lo absolutamente diferente, lo que sería un temible desafío para el pensamiento. Una metafísica sólo sería posible como constelación legible de ente. Del ente, recibiría la materia sin la cual no podría ser, pero sin transfigurar la existencia de sus elementos, sino que, al contrario, haciendo de ellos una configuración en la cual esos elementos se organizaran en forma de escritura". Si una metafísica así pensada sigue o no siendo propiamente una metafísica, es algo que no sabemos.

Noviembre de 2004.