Immanuel Wallerstein
Asia oriental aloja a tres países -China, Corea y Japón- con prolongadas y emparentadas herencias culturales. Hasta el siglo XIX, si bien estos países estaban al tanto de la existencia del mundo europeo, el oriente de Asia era una parte del orbe lejana y no muy interesante ni importante.
En el siglo XIX el resto del mundo distante, organizado como una forma de economía capitalista mundial, irrumpió en Asia oriental e incorporó a la región en sus redes económicas y políticas. Desde el punto de vista del estrato dominante y de los países de ese sistema mundial, Asia oriental era simplemente una zona más que debía transformarse en una región de producción del sector secundario dentro del eje de la división del trabajo de la economía del planeta.
Huelga decir que los asiáticos orientales no estaban contentos con este papel subordinado. Japón comenzó desde temprano a tratar de revertir esta situación con la Restauración Meiji. Buscó aprender habilidades y crear las instituciones internas necesarias que le permitieran transformar su papel en la división mundial del trabajo en la que se encontraba. China empezó un poco más tarde, primero con la revolución de 1911 y posteriormente con la Larga Marcha del Partido Comunista Chino. El intento coreano se vio postergado debido a la colonización japonesa de Corea, y comenzó después de 1945.
Al concluir la Segunda Guerra Mundial los tres países aún jugaban un papel secundario en el mundo moderno. Estados Unidos se había convertido en un poder hegemónico en el sistema mundial. Tenía una imponente ventaja económica y era el principal poder militar del mundo. Su único rival peligroso, en lo militar y lo ideológico, era la Unión Soviética.
Para conservar la paz, algo conveniente a ambas potencias, Estados Unidos y la Unión Soviética llegaron a un acuerdo tácito, metafóricamente llamado Yalta. Decidieron dividir al mundo en dos segmentos y acordaron mantener intactas las fronteras de esas dos zonas. Posteriormente decidieron separar sus caminos económicos (de manera que la Unión Soviética se retirara de manera autónoma de los intercambios de la economía mundial).
También acordaron enfrascarse en una batalla retórica, pero rigurosamente no violenta, llamada guerra fría. La función de esta retórica no era cambiar el estatus geopolítico, sino más bien preservarlo, y permitir que cada una de las partes conservara a sus aliados y satélites bajo control.
En cuatro ocasiones fue puesto a prueba el acuerdo de Yalta -con el bloqueo de Berlín, la guerra en Corea, el diferendo de Quemoy-Matsu y la crisis de los misiles con Cuba-, cada una de las cuales concluyó con una tregua tan pronto se llegó a la línea de combate. El acuerdo de Yalta parecía marchar bien cuando de pronto surgieron problemas. Dos acontecimientos mayores deshicieron el tratado y, por tanto, la hegemonía de Estados Unidos.
El primero fue un notable ascenso económico de Europa occidental y Japón. A mediados de los 60, Estados Unidos había perdido su ventaja económica sobre las empresas productivas de estas dos regiones, la cuales no sólo eran capaces de competir con Estados Unidos en sus antiguos mercados, sino también en el mercado interno estadunidense y el resto del mundo. Europa occidental y Japón ya no dependían económicamente de la buena voluntad de Washington, se habían convertido en rivales económicos muy importantes, lo cual podía provocar que también aspiraran a su autonomía económica.
El segundo cambio fue la negativa de algunas naciones importantes en lo que dio en llamarse el tercer mundo, o el Sur, de aceptar el statu quo establecido en los acuerdos de Yalta.
El primero fue China, donde los comunistas, desafiando a Stalin, entraron a Shangai y establecieron su mandato. Pero no fue el único país en rebelarse. Cuba, Egipto, Argelia y, sobre todo, Vietnam desafiaron el orden mundial dominado por Estados Unidos. Al hacerlo no tenían realmente el apoyo de la Unión Soviética, que normalmente limitaba su influencia a la retórica y aportar un poco de dinero. Vietnam, un pequeño país, no sólo fue capaz de resistirse a Estados Unidos, sino de vencerlo en una guerra, en una hazaña que transformó todo el sistema internacional.
Fue en este punto, a principios de los 70, que pudo observarse el comienzo de la lenta pero inexorable decadencia de Estados Unidos, el fin de su verdadera hegemonía. La historia que continuó los siguientes 30 años, de 1970 a 2000, fue el intento de Estados Unidos de detener la pérdida de su poder dentro del sistema mundial. Para Asia oriental fue un periodo de enorme crecimiento económico, comenzando con Japón, al que siguieron los llamados cuatro dragones (Corea del Sur, Taiwán, Hong Kong y Singapur), y después China.
El ataque del 11 de septiembre dio a los neoconservadores de la administración de George W. Bush la legitimidad que este régimen necesitaba para llevar a cabo su programa unilateral de intervencionismo militar, que culminó con la invasión a Irak de 2003. Esta acción se ha convertido en un fiasco de las más grandes dimensiones para Estados Unidos en los niveles diplomático, político, económico e incluso militar.
La intención de los neoconservadores era reforzar la posición estadunidense y restaurar su hegemonía, pero el resultado obtenido es exactamente el opuesto. Se ha acelerado la autonomía política de Europa, así como la proliferación nuclear, más notablemente en Corea del Norte e Irán. Además se ha dañado profundamente la credibilidad política y moral de Estados Unidos.
Desde el punto de vista geopolítico, podemos esperar que durante los próximos 20 años emerjan tanto Europa como Asia oriental en la escena mundial como actores independientes de Estados Unidos. ¿Cómo será en el caso de Asia? La cooperación y coordinación económica entre las tres naciones es el menor de sus problemas. Ya son un centro de acumulación de capital y es de esperar que se fortalezcan más en los próximos años. Trabajando juntas, estas naciones probablemente se conviertan en un motor principal de la economía mundial. Tienen todo que ganar con la integración económica y muy poco que perder. Probablemente avancen en ese sentido con mucha decisión.
Las principales dificultades son políticas. Los tres países tienen rencores históricos entre sí que aún pesan mucho en sus relaciones. Corea todavía recuerda la colonización de Japón. China tiene muy presente cuando Japón ocupó la mayor parte de su territori,o en los años 30 y 40. El nacionalismo de Japón aún es impulsado porque durante siglos el país fue discriminado culturalmente por China y Corea. El segundo gran problema político es que tanto Corea como China son países divididos, y su reunificación es un tema urgente y primordial. El tercer gran problema político es la forma y el poder que conseguiría el ejército de cada una de esas naciones, en lo que se refiere particularmente al desarrollo de armas nucleares.
Si Asia oriental ha de jugar un papel económico, debe resolver sus problemas políticos. Ni China ni Japón juntos pueden alcanzar todo su potencial económico uno sin el otro, y yo agregaría que los dos juntos no pueden lograrlo sin Corea. Esto implica que una negociación política de importancia debe darse en Asia oriental, del mismo tipo que la ocurrida en Europa occidental durante la última mitad de siglo. Allí es, desde luego, donde yace la incertidumbre.
Una vez que los tres países dejen atrás sus rencores históricos (lo cual no es una idea imposible), cuando Corea y China encuentren una fórmula que permita la reunificación política de sus países, y cuando hayan tomado decisiones claras sobre su poderío militar, que quizá los lleven a una colaboración entre sus ejércitos, Asia occidental será una fuerza formidable en la política mundial del siglo XXI.
Así, esas naciones tendrán delante tres decisiones políticas fundamentales: 1) La forma en que se relacionan con Estados Unidos, 2) su relación con los países de su región (específicamente el sur, sureste y suroeste asiático), y 3) la posición que adoptarán en la disputa Norte-Sur en las próximas décadas. Hay que hacer notar que ésos son exactamente los temas que Europa enfrentará en los próximos años (si bien en un perímetro geográfico diferente).
Durante los pasados 50 años las contiendas y los debates sobre el sistema mundial se han visto definidos y constreñidos por Estados Unidos (y su caído seudo oponente, la Unión Soviética). En los próximos 50 años nos encontraremos en un mundo verdaderamente multipolar. También estaremos en la transición de un sistema de economía mundial capitalista hacia otro aún no decidido ni definido. Asia oriental será parte central de ese proceso, pero no estará sola.
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* Director del centro de Estudios Fernand Braudel de la Universidad Bringhamton
Traducción: Gabriela Fonseca