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CONSECUENCIAS SOCIALES Y ECONOMICAS DE LA DESTRUCCION Y SAQUEO DEL PATRIMONIO CULTURAL AFRICANO

Lic. MsC. Aldo Guzmán Ramos.
Especialista en Patrimonio y Turismo.

Las terribles guerras internas, como el caso de Angola, Nigeria, etc., las crisis socioeconómicas y los gobiernos dictatoriales que agobiaron y aun afectan a muchos estados del continente africano, han provocado, además de miles de muertes, heridos y más de 40 millones de desnutridos desde el África Austral hasta el Sahara, la perdida de una parte importante de su rico patrimonio cultural, que en estos momentos podría contribuir fuertemente al desarrollo económico, actual o potencial, del continente africano, a partir del incentivo al turismo.

Si bien el continente es conocido por la variedad de su fauna, lo cual ha motivado costosos programas de caza y en la actualidad, bajo una mirada más ecológica, safaris fotográficos, también existe una riqueza cultural muy importante que puede ser explotada turísticamente, excepto Egipto que tiene tradición en la actividad, pero que también perdió parte de su patrimonio a manos de ingleses, franceses, etc. y aun lo sigue perdiendo, de hecho recientemente, condenaron a uno de los comerciantes de arte más conocidos de Nueva York por haber tomado parte en robos en una de las áreas históricas de este país", y algunos pocos países más como Sudáfrica, Marruecos, etc.

Debemos considerar que el patrimonio cultural se ha convertido en los últimos años en un elemento clave para el desarrollo del turismo, por lo cual su conservación y preservación es fundamental para permitir que la actividad turística crezca.

También es cierto que junto al patrimonio natural y cultural, el cual es la materia prima del turismo, es necesario disponer de infraestructura para desarrollar las instalaciones y equipamientos turísticos. Pero esto puede hacerse, como de hecho se realiza en muchos países africanos, atrayendo inversionistas de otras partes del mundo o incluso en algunos casos a partir de empresarios locales.

Es así que si bien el continente africano tiene un fabuloso patrimonio cultural producto de las civilizaciones y pueblos que desarrollaron a lo largo de siglos su vida en esa tierra, lamentablemente ha perdido y sigue perdiendo una parte de este enorme legado cultural.

Esta sangría constante por parte de museos e instituciones de los países más ricos del mundo y por coleccionistas privados, que viven precisamente en estos mismos países, esta generando en los pueblos africanos una perdida de la identidad y de su propia historia, además de un efecto económicamente al continente, por provocar una reducción de las posibilidades futuras para aprovechar estos recursos desde un punto de vista turístico.

El África desde hace 150 años, esta siendo despojada constantemente de sus objetos culturales y, si bien la mayoría de los países centrales donde se encuentran estas piezas aceptan que muchas de ellas llegaron de forma ilícita, a la hora de devolverlas las opiniones se dividen. En Suiza, país donde se puede encontrar una de las más vastas colecciones del patrimonio cultural africano, el debate está abierto y se enfrentan los que quieren iniciar un proceso para reintegrar estas obras y quienes sostienen que el continente no está preparado para hacerse cargo de estas piezas y que, además, no las valoran como Occidente.

Diferentes piezas culturales, como por ejemplo las terracotas nok y kwatakwashi de 2.000 años de antigüedad de Sokoto en Nigeria, las máscaras fang, relicarios de Benín y bronces sao, se encuentran distribuidas entre instituciones públicas (museos europeos) y colecciones privadas. Estas últimas se encuentran inmersas en el gigantesco mercado de arte legal y principalmente ilegal, que mueve miles de millones de dólares al año, siendo unos de los negocios más rentables después de la venta de armas y drogas.

En Europa y en otras partes, nadie responde por el robo general del patrimonio cultural al que Africa, en general, ha sido sometida. La colonización, la miseria, las guerras, la corrupción, todo esto sumado condujo a la actual situación, catastrófica para la identidad cultural del continente. Vasta un solo ejemplo para ilustrar esto, en Costa de Marfil, es casi imposible mostrarle a la población las máscaras rituales más significativas de su cultura, todas están en el exterior por lo cual el estudiante deberá conformarse con verlas por Internet, con suerte.

Los gobiernos de los países pobres de África Occidental, donde existe un extraordinario patrimonio cultural, sin embargo, tienen menos control sobre los robos. Este hecho y el elevado nivel artístico de los imperios antiguos de Ghana (entre el siglo VII y XII, en la actual Malí y Mauritania), de Malí (entre el siglo XII y XV, en lo que hoy en día es Malí, Guinea y Senegal), de Songhay (siglos XV y XVI en los actuales Malí y Burkina Faso) y de Benín (entre el s. XVI hasta 1898 en la actual Nigeria meridional) sitúa a la región cada vez más en el punto de mira de los saqueadores y traficantes de arte.

Según argumentan algunos coleccionistas privados, el continente africano no esta preparado para resguardar su patrimonio cultural, pero en realidad muchos de los objetos extraídos de Africa tienen un poder ritual y son elaborados específicamente por cada etnia y sólo ella comprende todos sus detalles. Al sacarlos de su contexto natural, los objetos pierden parte de su valor simbólico y su significado.

Además para los arqueólogos, antropólogos, etc., los objetos fuera de contexto son desaprovechados desde el punto de vista científico, incluso en África, muchas de las antiguas sociedades eran total o parcialmente sociedades sin cultura escrita, por lo que la conservación de la cultura material es esencial para conocer y recrear la historia del continente.

Ahora bien ¿como proteger el patrimonio cultural? Todas las leyes y convenios internacionales no pueden impedir el tráfico ilegal mientras Africa esté sumergida en la pobreza extrema. En Camerún, por ejemplo, los jefes de la tribu bamileke si bien tienen prohibido vender las piezas de su antiguo tesoro, terminan comercializando objetos a través de otros miembros de la tribu, pero con el beneplácito de funcionarios corruptos que son quienes finalmente permiten la salida del país de las piezas.

Pero ¿quien obtiene realmente una ganancia? Por ejemplo en la cuenca de Níger es posible que un agricultor o un pastor encuentren una cerámica nok del siglo XII, al venderlo a un intermediario, puede comprar mijo, su alimento básico, para nutrir a su numerosa familia durante por lo menos un mes, lo cual significa mucho para esta persona, pero en el mercado de arte europeo, esta pieza puede llegar a venderse a un valor que oscila entre los 1.500 y 10.000 dólares, según el tamaño, la época y la calidad.

Esto nos indica que es necesario ayudar económicamente a los pueblos africanos para que no vendan su patrimonio cultural, porque por un lado están vendiendo y perdiendo una parte de su identidad y por otro porque también pierden la oportunidad de obtener mayores ingresos si logran que, aunque sea, un pequeño porcentaje de los millones de turistas que recorren el planeta (que en el 2010 llegaran a 1.000 millones), se dirijan a sus tierras para apreciar, sin destruir ni saquear, su patrimonio cultural.

Además del cada vez más importante factor del mercado internacional de arte, Kléna Sanogo, del Instituto de Ciencias Humanas en Bamako (Malí) culpa del "espectacular incremento del saqueo de material cultural" a una nula existencia de conciencia y orgullo locales en las raíces culturales de la región, pero podemos agregar que la pobreza y años de esclavitud son factores muy importantes que han socavado la identidad africana. Sanogo establece "el hecho de que la idea del patrimonio, desarrollada alrededor del material cultural y de los sitios arqueológicos, no corresponde a la realidad cultural según los residentes locales. La destrucción no intencionada del patrimonio cultural es un problema igual al del saqueo".

Desde los años 70, el robo de arte en la región del oeste africano ha pasado a ser, de algo ocasional, a un negocio organizado. Antiguos residentes locales encontraban de vez en cuando joyas, piezas de cerámica y otros objetos antiguos. Estos artículos fueron vendidos, sobre todo, localmente. Ahora, se han establecido canales de venta y los artículos más valiosos alcanzan fácilmente mercados internacionales.

Si bien es cierto que las hambrunas, las guerras tribales, los golpes de Estado y los problemas económicos de los países africanos son un serio obstáculo para lograr la conformación de instituciones fuertes que preserven el patrimonio cultural, también es lógico pensar que los países centrales y las organizaciones internacionales como la UNESCO, puedan ayudar con distintos programas y con dinero, para generar una verdadera red de protección del patrimonio cultural africano.

Tal vez, la forma de protección a través de museos, estilo europeo, no sea lo más conveniente para un continente donde pueden encontrarse objetos, piezas, etc. de valor, dispersas por todo el territorio, por lo cual posiblemente sea más apropiado establecer como estrategia la creación de ecomuseos o museos territoriales.

Es cierto también por otra parte que las fronteras actuales de los Estados africanos son las de las antiguas colonias, que dibujaron los países europeos, por esta razón las etnias quedan cortadas, divididas por líneas que ellos nunca trazaron. Por lo cual si el museo esta ubicado en la capital se pueden generar roces, que terminen en enfrentamientos feroces.

Estas diferencias pueden ser aprovechadas por algunos inescrupulosos para recrear pequeñas guerras y hacer su negocio. Por lo tanto la solución es ayudar a que cada región étnica desarrolle su propio sistema para proteger, valorizar y dinamizar el patrimonio cultural, como una forma de mantener su identidad y como un recurso económico, por la posibilidad de convertirse en un atractivo turístico. Lógicamente es necesario que especialistas colaboren para que la utilización del patrimonio cultural como recurso turístico no termine banalizando la cultura y convirtiéndola en una simple mercancía.

De esta forma por ejemplo los senoufos, etnia repartida territorialmente entre Malí y Costa de Marfil, no tendría que tener su patrimonio en Bamako, dominada por la etnia bambara o en Abidján, hogar de los akan, podrían tener su ecomuseo, por ejemplo, en Korhogo, en la región senoufo.

Seguramente podríamos preguntarnos ¿ese ecomuseo alejado de las grandes rutas podría ser incorporado a algún circuito turístico? La verdad es que la falta de comunicaciones en ocasiones dificultan las posibilidades de desarrollo económico, en todo sentido, y en particular en el turismo. Aunque en este caso particular, existe una posibilidad, y es que sino cuento con ciertos medios de transporte a nivel local, es posible recurrir a los tradicionales medios de transporte (elefantes, caballos, camellos, canoas, balsas, carros, etc.), lo cual se puede sumar a un programa turístico de aventura, para el cual existe un mercado cada vez más amplio. Otros tipos de productos, cereales, carne, maderas, etc., pueden ser objetos mucho más difíciles de movilizar que un grupo de turistas, que aunque puedan llegar doloridos y cansados, disfruten por ejemplo de un viaje en elefante. Por supuesto que existen otros elementos necesarios para el desarrollo de las instalaciones y equipamientos turísticos que deben ser subsanados, aunque siempre son cuestiones que con mucha creatividad y algo de capital pueden ser resueltos.

Seguramente una cuestión fundamental es que deba existir al menos en la región un aeropuerto internacional en buenas condiciones.

Volviendo al tema de la restitución de objetos al Africa y del fin del saqueo, perpetrado por africanos pobres, pero manejado por los grandes traficantes mundiales provenientes de los países ricos, es cierto que en ocasiones las situaciones políticas internas de los países han puesto en peligro el patrimonio cultural. Por ejemplo en Zaire, el Museo de Kinshasa recibió como restitución, piezas desde Bélgica, pero lamentablemente una parte fue vendida o donada por Mobutu y el resto fue robado o quemado durante los disturbios que acompañaron la toma del poder por Kabila. También el Museo de Fort-Lamy en Chad fue destruido durante los innumerables golpes militares que sufrió el país. En cuanto a Nigeria, todos los Estados situados al Norte, donde se encuentran los vestigios de los nok, son musulmanes y adoptaron la sharia (ley islámica) en 2001, por lo que las estatuillas pueden correr la suerte de los Budas de Bamiyán, pues las figuras están prohibidas en esta religión.

Estos no son más que ejemplos de la realidad política del continente: la inestabilidad que es atizada, en muchas ocasiones de forma externa, para sacar ventajas económicas, relacionadas a la explotación de recursos naturales principalmente.

Por esto es necesario que los pueblos africanos entiendan que su enorme patrimonio cultural, implica un recurso extraordinario para desarrollar el turismo y por ende para reactivar una parte importante de su deprimida economía, pero es necesario que se organicen, olviden o solucionen antiguas disputas territoriales, y pidan urgentemente ayuda a los organismos internacionales, para lograr entre todos planificar un desarrollo sostenible del continente, basado en un desarrollo económico con equilibrio social y preservando el ambiente y el patrimonio cultural y natural de África.

Para finalizar, es necesario y primordial considerar el proverbio africano «cuando no sabemos hacia donde vamos, no debemos olvidar de donde venimos», lo cual implica rescatar el patrimonio cultural para encontrar nuevamente el camino que lo lleve a un futuro mejor.

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