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LAS CRISIS DEL SIGLO XIV *

EL ORIGEN DE UNA ECONOMÍA CONTRAIDA:

Edouard Perroy (Université de Lille).

Comúnmente se está de acuerdo en que durante la mayor parte del siglo XIV y por lo menos la primera mitad del siglo XV, Europa occidental sufrió una crisis económica de excepcional gravedad. Por otro lado, no hay ningún acuerdo sobre las causas y formas de dicha contracción.

En Francia, se señala, sin más, a los estragos de la guerra a los que se les atribuye la disminución de la producción y de los intercambios; o salvo, en ciertas regiones -el Bordelais, donde M. Boutruche ha demostrado que la guerra fue un sufrimiento casi endémico desde 1294; Bretagne, escenario de prolongadas hostilidades a partir de 1341 – el reino sufrió poco en los inicios de la guerra de los Cien Años, el país llano, no habría comenzado a sufrir las depredaciones profundas de la gente de guerra sino hasta después de 1356, momento en que la economía conocía desde un largo tiempo graves dificultades. Los historiadores Ingleses, por su lado, a menudo han colocado en un lugar dominante a la Peste Negra de 1348-1349, punto decisivo, a su parecer, en la evolución económica de los últimos siglos de la edad media; sin embargo, se sabe hoy que la mayor parte de las dificultades que se suele cargar en la cuenta de esta punción demográfica le son ampliamente anteriores. Más recientemente, los señores. Calmette y Déprez atribuyeron todo el mal a las operaciones monetarias, que habrían desencadenado un mecanismo demasiado simplista de alza desordenada de los precios, contracción en los intercambios y escasez material seguida de una crisis moral. Es por eso que ellos hacen comenzar la "crisis" en Francia con las primeras manipulaciones de Felipe el Hermoso(1296) y no la hacen presente en Inglaterra sino hasta en 1351, puesto que ignoran las devaluaciones anteriores de 1304 y de 1344-46. Nosotros pensamos que tomaron el efecto por la causa y que, a fin de cuentas, todas las manipulaciones monetarias no tienen el mismo significado económico. Por último Pirenne y su discípulo Henri Laurent, para quienes el horizonte estaba limitado a los Países Bajos, marcan el inicio de las dificultades entre los siglos XIII y XIV, con la decadencia de las fábricas de paño Flamencas y de las ferias de la Champagne.

Divergencias, ¿no vienen acaso del hecho de que la palabra "crisis" haya sido empleada para designar, indiferentemente, dos fenómenos sin embargo, distintos?. Así pues tanto se trata de bruscas depresiones, limitadas en el tiempo, y sólo dignas de ser llamadas "crisis" - así como de movimientos prolongados de fuertes hundimientos de la economía. Creemos que el siglo XIV conoció los dos fenómenos. Una serie de crisis sucesivas – Crisis frumentaria de 1315-20, crisis financiera y monetaria de 1335-45, crisis demográfica de 1348-50 - ejercieron una acción paralizante en la economía manteniéndola durante un siglo en un estado de prolongada contracción.

I

La presencia de la coyuntura favorable que se prolongó en las primeras décadas del siglo XIV merece ser en primer lugar abordada y caracterizada con precisión . Esta fue apoyada extensamente por un crecimiento continuo de la población, lo cual permitió, a la vez, las grandes roturaciones , - muy cerca de hacerse presente en Francia, pero se continúo aún a principios del siglo XIV en el norte de Inglaterra, - la colonización de nuevos países, las aventuras coloniales de las cruzadas, el nacimiento y crecimiento de las ciudades. La situación en que se encontraba la cuestión demográfica significó el inicio de una producción constantemente incrementada para alimentar y vestir a esta masa humana cada vez más numerosa; inversamente, ella proporcionaba a la producción mano de obra abundante y de relativamente bajo costo – puesto que no faltaban brazos.

Incluso quedando en los límites de un prudente cálculo, atribuimos en la Francia de 1300, 10 u 11 millones de almas y en Inglaterra un poco más de 3 500 000 (1), nosotros destacamos una densidad enorme, en consideración a una técnica agraria y artesanal todavía primitiva. Superado el punto óptimo , había pues en las regiones saturación de la población. Imposible buscar los desmontes, que no se presentan más que en las tierras pobres, tierras marginales de débil rendimiento; y en otras donde la tala había alcanzado sus límites más allá de los cuales la pastura para el ganado, el suministro de la leña y la construcción arriesgaban con caer . El mejoramiento de la técnica agraria, falta de arados y abonos, quedaba limitado.

Aquí y allá (el centro de Inglaterra), se pasaba del cultivo bienal a la rotación trienal; en otros lugares (Inglaterra, Flandes), aumentaba la proporción de las leguminosas, menos agotadoras para la tierra: estos no eran más que paliativos. La parcelación de las propiedades agrícolas se acentuaba peligrosamente: En Weedon Beck (Nothants), se había pasado, entre 1248 y 1300, sin nuevos desmontes, de 81 a 110 colonias; la proporción de pequeñas colonias, con pedazos insuficientes para la subsistencia de una familia, había subido de 39 a 73% de la comunidad total (2). Al final las operaciones comerciales no permitieron la importación masiva de cereales de los nuevos países hacia las regiones sobre pobladas - principalmente el trigo del Báltico, del cual los Hanseaticos hacían comercio, dicha población queda a merced de una subalimentación permanente y de prolongadas hambrunas. Así pues, la coyuntura favorable porta en si misma las semillas de la crisis, limitando al extremo el margen de subsistencia de las masas rurales y artesanales.

Mientras tanto, se gozaba, desde hacía tiempo de una señalada estabilidad monetaria. Las manipulaciones de Felipe el Hermoso y sus hijos no la habían perturbado más que temporalmente, puesto que, a penas se podía se volvía de inmediato a la "buena" moneda de los tiempos de Luis el Santo. La eliminación constante de la débil moneda señorial o eclesiástica en beneficio de una moneda real de mejor aleación, la frecuente depreciación de las especies destinadas a evitar la usura y el recorte de la moneda, la acuñación de una moneda sana, cuyo valor en moneda de cuenta no variaba, favorecieron la expansión y la regularidad de los intercambios. La cuestión es tanto más remarcable ya que se vive, tanto en Inglaterra como en Francia, bajo el régimen del monometalico de la plata. Se había presentado en 1247, la acuñación, rara y no continua, de los peniques de oro de Enrique III, imitando al escudo de oro, igualmente raro, de San Luis, desde el pequeño real de principios del reinado de Felipe IV; la acuñación, más abundante, después de 1295, de la masa de oro, debilitada ya a 21 quilates, fue también seguida de un estancamiento demasiado largo. Prácticamente, las únicas especies que circulan en abundancia son las monedas Italianas, alineadas por el Florín de Florencia.

Durante este régimen de moneda estable se efectúa una subida lenta, pero continua de los precios, factor poderoso de expansión en una economía de ganancias. Son perjudicados los rentistas, es decir, los señores propietarios de tierras, cuyos ingresos fijos pierden su poder de compra - y aún más débilmente, la mayor parte de los impuestos de la tierra se pagan en especie. Por el contrario, el Productor ve su margen de ganancia aumentar constantemente de volumen, los salarios y los productos artesanales están siempre lejos y en retardo del enriquecimiento de los precios en la producción. De 1180 a 1260, en Normandía los precios agrícolas y la renta de la tierra subieron 50%; en tanto que en Inglaterra de 1250 a 1300 el alza en los salarios se limita al 15% (3). Las ganancias se ven incrementadas, es decir, la creación continua de nuevo capital puede ser reempleado, al menos en parte, en nuevos negocios. Las explotación de los territorios del Priorato de la Catedral de Canterbury, entre 1285 y 1318, produjo un beneficio neto global de 22 446 libras. Una vez amortizadas las viejas deudas (20.6%), ajustados los gastos de lujo como el embellecimiento de la Catedral (9.3%) y pagados los gravámenes más fuertes del sistema tributario real y Papal (46.4%), resta aún 23.7% de esta suma para inversiones de capital, compra de tierras, trabajos de desecación y drenaje, mejoramiento de la planta de explotación. De lo cual resulta que el ingreso bruto, dicho de otro modo la cantidad de negocios, aumenta de 25% a 100% en tres décadas (4).

Resulta de esto también que con un stock de metales preciosos y un numero de signos monetarios estrictamente limitado, no se viene a sentir todavía hasta 1300, la escasez monetaria que seguirá un poco más tarde. Y es que la rapidez de la circulación de las especies monetarias importa más que su cantidad global. No hay duda de que no circulaban rápidamente. Sólo la orfebrería representa una inmovilización del metal precioso, pero sólo temporalmente, ya que frecuentemente es puesta en fundición para obtener liquidez, siguiendo un procedimiento por lo demás oneroso. A penas hay necesidad de recordar las variadas formas de crédito generadoras de capital: la hipoteca de tierras, los préstamos bajo empeños, o bajo fianza (importando siempre un interés disfrazado, pero que tiene el defecto de ser a corto plazo), las rentas sobre tierras perpetuas o temporales, por una o muchas vidas, préstamos disfrazados que constituían, para los productores Ingleses de lana, la compra por anticipado y a cuenta de su recolección por varios años. Junto a la moneda de especie circula una moneda fiduciaria, representada por letras de cambio, las asignaciones de los tesoros públicos, frecuentemente negociadas con un descuento importante; una moneda escripturaria que infla las letras de cambio y las cuentas corrientes de las firmas Italianas; al final una moneda material, que crea las operaciones de compensación entre mercaderes, en las ferias y en los principales centros comerciales. Así, con aportaciones de fondos mínimos, pueden conducirse negocios muy importantes, generalmente fructíferos, a veces especulativos, en la medida precisamente en que las reservas son insuficientes para hacer frente a dificultades imprevistas.

II

La mayor parte de estos fenómenos favorables se mantuvieron bien un poco más allá del año 1300, aproximadamente hasta 1330. Corresponde ahora de conducir a sus justas proporciones la crisis local de los paños Flamencos, cuya la producción sufrió una caída brusca en los primeros años del siglo y no cesa desde entonces en decaer (5). Sus causas son conocidas: conflictos sociales en las ciudades fabricantes de paño, guerras de Felipe el Hermoso y de sus hijos. Sus efectos permanecen limitados. La demanda no se debilitaba, puesto que el lujo aumentaba y la misma Alemania comenzaba a exigir los productos textiles de lujo, el déficit de la producción Flamenca fue completada por el incremento de la producción de sus rivales más felices: el Brabante, en seguida Hainaut, Picardía, Normandia, y sobretodo la Champagne (Reims, Chalons), cuyas telas ya hacían avance en el mercado Italiano en el año 1260 (6). Sin duda acerca de que el volumen global de la producción de telas no se había continuado incrementando: es entre los años 1320 y 1330 que la exportación de lana Inglesa, con destino en los talleres del continente, alcanzó su punto culminante, con un promedio anual de 35 200 sacos, aproximadamente 6 000 toneladas métricas.

La decadencia de las ferias de la Champagne – que decayeron a partir de 1296 – no es sino una señal más de la inversión de la coyuntura. Si las dejaciones fiscales de los funcionarios de Felipe el Hermoso han podido contribuir a su deserción, también jugaron otros factores: Apertura de nuevas rutas Transalpinas permitieron una comunicación más directa de Milán con la región Renana; la inauguración de una vía marítima directa entre el mediterráneo y Brujas (a partir de 1298 funcionaban servicios anuales), ligada sin duda a perfeccionamientos técnicos de los veleros Italianos como extensión de los seguros marítimos; sobre todo, una nueva práctica de las grandes compañías mercantiles de la península, principales clientes de las ferias; a los comerciantes ambulantes sustituyen "agencias" establecidas y permanentes en los centros comerciales; donde ellas conducen sus negocios por correspondencia y practican la transferencia de productos ya importantes del sistema tributario Pontificial.

Esta innovación, que se cumple en el primer tercio del siglo XIV, multiplica aún más los medios de pago, las posibilidades de especulación, el volumen de los negocios y de las ganancias. Ya que se acompaña del nacimiento de la letra de cambio que combina una operación de crédito con una transferencia escriptural, sin que haya transporte real de especies. Al mismo tiempo se multiplican los bancos de depósitos cuyo prototipo fue imaginado por los Templarios y que imitan después lo Italianos y muchos otros mercaderes (7). Es cierto que el mejoramiento de la técnica bancaria, mediante la inflación ficticia del capital, pone a toda la economía a merced de una crisis de confianza y de crédito; es el mecanismo de nuestros Booms que llevan en si mismos el germen de los slumps subsecuentes. O sea, si la euforia económica, en el mundo de los negocios, se proseguía hasta 1330 – el sector agrario sufría ya los efectos, algunos ciertamente durables, de una crisis de subsistencias a la vez extensa y aguda.

Esta crisis frumentaria (8), en el mecanismo clásico, se anuncia desde 1314 con cosechas deficitarias seguidas de una alza en el trigo, sobretodo en los primeros meses de 1315, cuando la soldadura se ve difícil: una tentativa de bloqueo de los precios y de los máximos en Inglaterra, debio ser abandonada. Lluvias continuas, de la primavera al otoño se dejaron caer sobre todos los países situados al norte de los Alpes y de los Pirineos, molestando la semilla de la primavera, pudriendo la cosecha, impidiendo las labores de otoño y en consecuencia prolongando la escasez hasta la campaña de 1316-17. El trigo, la sal – por el efecto de la evaporación en las salinas - disminuyen. La fanega de trigo, se pagaba en Inglaterra 5 chelines, sube a 20 en 1315 y a 40 en 1316. La escasez engendra epidemias, graves sobretodo en los países sobrepoblados en donde la alimentación dependía de las importaciones, como en Flandes; en Ypres, en siete meses se cuentan ya 2 660 muertos, aproximadamente la décima parte de la población. La subida repentina de los precios en los alimentos fuerza probablemente al consumidor a suspender sus otras compras, amenazando una parálisis temporal en los intercambios, disminución de la producción acompañada del desempleo, congelación de capitales: ritmo normal de estas crisis. Uno quisiera saber si la revuelta de la costa de Flandes en 1323, una de las primeras jacqueries del siglo, y la cascada de quiebras que conoció la Banca Florentina - una vez manifiestas en 1321, las dificultades de los Frescobaldi - se unieron a los problemas de la crisis frumentaria.

Cuando la abundancia de los productos para subsistir regresó, después de la cosecha de 1317 o unos años más tarde, los precios de los productos agrarios se hundieron muy por debajo de los niveles alcanzados antes de la escasez: los promedios decenales Ingleses, forzosamente amortizados (índice 100 = 1301-10), oscilan alrededor de 90 en 1330-50, después de haber superado 130 como máximo durante la escasez (9) . Pero los salarios y los productos industriales indispensables para la explotación rural continuaron su marcha ascendente. La escisión de los precios – que durará dos siglos desfavorece al productor

(FIG. I) INDICES DECENASLES DE PRECIOS EN INGLATERRA EN LOS SIGLOS XIV Y XV (ÍNDICE 100 = 1301-1310). Según Thorold Rogers A History of Agriculture and Prices (1866).

A Índice de precios agrícolas: salarios de (segadores, sembradores, carpinteros, albañiles, leñadores) y productos fabricados (fierros, latas, telas, paños).

B. Índice de productos agrícolas (granos, avena, mijo, malta, carne de cordero y de vacuno).

puesto que los gastos generales que aumentan corresponden a colecciones disminuidas. En las explotaciones administradas como empresas de ganancias, notablemente en los señoríos Ingleses, los ingresos brutos se desploman bruscamente después de 1320 (10). El margen de ganancia se torna insuficiente, el propietario busca amortizar sus riesgos, disminuye la superficie cultivada para buscar valores directos, afirma parcelas a veces importantes, renuncia parcialmente a la prestación de trabajos cuyo rendimiento es mediocre, y, con el producto de recompras, compromete una mano de obra asalariada para un trabajo más eficaz. Reforma todavía tímida, y que no es incompatible con retornos hacia atrás. Pero como todas las fuerzas económicas y sociales continuaron jugando en el mismo sentido, resultó a la larga la desaparición de la reserva señorial y de la villanía servil.

III

Es en la década de 1335-45 en que los reinos de occidente pasaron, sin tener siquiera conciencia, de una economía de paz a una economía de guerra en que los sucesos se habrían de convertir en permanentes. Ellos habrían entonces, de conocer los duras limitaciones de un sistema fiscal extenuante, la reducción de la producción agraria y artesanal, los intercambios interregionales, crisis del crédito y la inseguridad monetaria.

La carga fiscal es bien claramente el hecho capital. La guerra del siglo XIV es poco asesina; la característica de los efectivos no practica ninguna incisión notable en el mercado de la mano de obra; las hostilidades; que no durarían muchos años, no interrumpían por mucho tiempo los intercambios internacionales, que frena a penas una piratería endémica. A la primera tregua, los stocks acumulados de una y de otra parte se liquidan fácilmente. Pero los gastos públicos se inflaban de una manera desproporcionada con los resultados obtenidos. El reclutamiento de un modesto ejercito, el pago de la soldada, el mantenimiento de los castillos, el aprovisionamiento de una Caballería en algunos meses engullían sumas enormes, de dos a cuatro veces los recursos normales de las grandes monarquías. (FIG. 2)

MOVIMIENTO DE LOS FONDOS DEL TESORO INGLÉS (1328-1399), según Sir J Ramsai, The Revenues of the Kings of England (1934), t II.

Agreguemos los gastos considerables de cargos y sus percepciones, las condiciones onerosas de préstamos garantizados a cuenta de ingresos futuros: una parte mínima de las enormes sumas recogidas a los Contribuyentes viene finalmente a sostener el esfuerzo de guerra.

Así pues el sistema tributario se ajusta a los gravámenes que pesan de antiguo sobre los particulares: Ingresos de bienes raíces y señoriales en el mundo rural; concesiones, impuestos, impuestos sobre la producción artesanal; peaje, derechos de mercado. Por otro lado los presupuestos privados se establecían de acuerdo a un cálculo en donde no se tomaban en cuenta, en los gastos generales, la incidencia de un sistema tributario regular. Desde que la deducción, excepcional en teoría, se renueva a plazos muy cercanos, desorganiza el presupuesto del productor disminuyendo de forma drástica su margen de beneficio. Las dificultades crecientemente experimentadas por los establecimientos religiosos, desde la segunda mitad del siglo XIII se explican en gran medida por la frecuencia y la precocidad de los diezmos eclesiásticos. En una gran explotación monástica, nosotros lo hemos visto, estas cargas devoraban más del 40% de los beneficios netos. No le quedaba, al contribuyente, más que revisar los otros items de su presupuesto, y la resistencia al impuesto no podría ser sino más que parcialmente eficaz. El problema de la sobrevivencia económica, en tales condiciones, se planteaba de manera particularmente aguda en las clases trabajadoras: campesinos y artesanos, muy pobres en dinero, ya que muchos de los servicios se pagaban en especie, habían podido encontrar a penas algunas monedas capaces de satisfacer a los colectores de impuestos. La capitación Inglesa de 1380 fijaba en tres gruesas o en un chelín la contribución uniforme de todos los súbditos; esto representaba, para el obrero agrícola, alimentado y alojado, más de un mes de sus ingresos, que ascendía a 13 chelines y 6 peniques, y por jornalero de aldeas, al que se le pagaba 3 peniques por día laborable (tomando en cuenta numerosos días feriados), una semana de salario.

Las dificultades de movilización de dinero incitaban a los gobiernos a cobrar simultáneamente impuestos indirectos o en especie, saldados por los mercaderes, pero pesando en definitiva sobre todos los Consumidores: impuestos advalorem sobre las transacciones ("imposiciones" de 4 a 18 peniques por libra, o sea de 1/60e a 1/8e sobre las mercancías, impuestos más pesados sobre las bebidas al mayoreo o en detalle, (poundage y tonnage inglés); impuestos específicos sobre ciertos productos: Gabela de la sal en Francia, impuestos sobre la lana en Inglaterra, la cual, se sobre ajustaba según la vieja costumbre y con otros derechos, se llega hacer pesar en el saco, de un valor promedio de 6 libras en la producción, un gravamen de 2 a 3 libras en impuestos. Los comerciantes se ajustan fácilmente a este impuesto, y pueden aún consentir entregas adelantadas de sus productos. Pero como ellos no pueden traspasar completamente los impuestos al comprador extranjero, se van directamente sobre el productor. Al solo ruido de un nuevo impuesto, los precios se hunden sobre la producción.

La percepción de estos derechos específicos, la lucha contra el fraude que conlleva a la organización del comercio controlado: creación de graneros para la venta de la sal en Francia, la fijación de uno o varios lugares de etapa para la lana Inglesa, sea en el continente como lo demandaban los exportadores Ingleses, sea en Inglaterra como lo preferían los mercaderes extranjeros, los intermediarios y los productores Ingleses.. pero a la larga, al imponer precios de venta demasiado elevados, este sistema tributario frena el consumo. Desde el reino de Carlos V, será necesario instituir la "sal del deber" para el consumo interior francés(11). La pañería Holandesa e Italiana se separa de la lana Inglesa demasiado onerosa; las exportaciones caen de 27 000 sacos, en los últimos años del reinado de Eduardo III a 20 000 ya con Ricardo II, y a 15 000 con los primeros Lancaster. Lo cual significa una importante disminución de la producción, puesto que el lento crecimiento de la pañería Inglesa, detrás la barrera de tarifas protectoras, no absorbe más que una parte del déficit de la exportación de lana.

Así, de una manera o de otra, el sistema tributario se ve afectado por la escasez de moneda; por consecuencia, se agrava, ya que saca fuera del circuito normal de cambios una parte del stock de metal precioso. Los tesoros insaciables han pues efectuado igualmente en materia fiscal colecciones en especie, para aprovisionar abundantemente a los ejércitos y a las casas reales, pero también para revender con ganancias lo que se ha requisado. Contra este derecho de requisición (llamado prise en Francia, y purveyance en Inglaterra) protestan en vano asambleas de estados y parlamento, - pues la requisición masiva, es una recarga arbitraria en los precios, la ruina del productor que debe entregar su cosecha contra asignados de débil valor y que raramente son honrados, y la molestia del comprador al casi monopolio del estado impone precios elevados. Las grandiosas especulaciones en la lana , intentadas por Eduardo III de 1337 a 1348, presentan el caso al extremo. No bastaba al rey practicar importantes requisiciones o hacerse conceder, bajo la forma de impuesto en especie, la mitad de la cosecha nacional. Para liquidar estos stocks en el mercado holandés, la libre exportación estaba prohibida - de tal manera que el productor habiendo entregado a bajos precios a los colectores de impuestos una parte de su mercancía, se veía en la imposibilidad de vender lo que le quedaba: En fin era necesario que corporaciones de mercaderes, Ingleses o Italianos, aceptaran deshacer los stocks reales. Si al comprador extranjero le molestaba una mercancía demasiado cara, era la catástrofe. Casi todas estas operaciones, efectuadas por firmas cuyas reservas no eran suficientes para resistir amplias fluctuaciones del mercado, se enfrentaban a fracasos (12). Solo la operación fiscal directa podría proporcionar liquidez inmediata. Pero el contribuyente era más rico en productos no empleados que en dinero. Es cierto que la movilización de los stocks desorganizaba el mercado y se volvía a menudo en pérdida..y así se cerraba el círculo.

En último recurso: el préstamo, era una operación onerosa para los tesoros, especulativa para los prestamistas, inevitable en un régimen presupuestario donde los gastos precedían siempre a los ingresos. Estaba gravado con fuertes cargas: empeño de joyas, prendas en garantía, interés disfrazado bajo la forma de indemnización diaria en caso de retardo en el reembolso, o estipulación de una deuda superior, a veces de 50%, a la suma efectivamente adelantada, tomada a cargo del prestador de ciertos ingresos señoriales, aduanas y acuñación de monedas. Siempre contraído a corto plazo, llevando al tesoro a una deuda flotante donde se ignora el importe exacto, encontrándose constantemente con la exigibilidad de casi la totalidad. A pesar de las precauciones tomadas, los mercaderes que aceptan los préstamos corrían grandes riesgos, la insolvencia de los tesoros públicos era crónica. Al fin, al momento mismo en que la lentitud del volumen de los intercambios reclamaba, bajo la pena de detener la circulación de especies monetarias, una extensión del crédito privado para sacar a flote los negocios inseguros, la masividad de los préstamos públicos a menudo excedía las posibilidades de la banca. Sin embargo ninguno se podía perdonar completamente: el préstamo es la contrapartida de la protección de los poderes públicos; en el caso de excedentes, consentir un nuevo préstamo, era la única esperanza de ver los anteriores préstamos reembolsados. Pero todo esto provoca rápidamente una crisis del crédito, tanto más cuando las firmas Italianas, siendo negocios internacionales, debían prestar simultáneamente a todos los soberanos y a veces financiar a uno y otro adversario. La quiebra de los Bardi y de los Peruzzi, en 1345, la de los Accaioulli de Florencia, en 1347, no son más que casos estrepitosos de un fenómeno general. Corporaciones de comerciantes Ingleses, y prestamistas individuales conocieron desastres semejantes. La crisis del crédito engendra atesoramiento, dinero caro, y no venta de los stocks.

IV

La necesidad de poner fin a la fuga monetaria y al atesoramiento; el deseo de disminuir el peso de la deuda pública por la banca rota parcial y disfrazada que representa una devaluación; la necesidad en fin de procurar a los tesoros públicos recursos inmediatamente aumentados para la explotación a fondo del derecho de señorío (o beneficio de acuñación), tales son las tres causas que empujan a los reacomodos monetarios. ¿en que proporciones jugaron estos?, sin ninguna duda la tercera fue predominante; pero no sería impuesta de manera permanente si toda la coyuntura no hubiese jugado en el mismo sentido.

Entre 1337 y 1360, se veía a los Soberanos entregarse a dos series de operaciones en apariencia contradictorias, en realidad complementarias: la acuñación abundante en moneda de oro – y devaluaciones repetidas en especie, tanto de oro como de plata.

La introducción, en el momento mismo en que la contracción económica se hace sentir fuertemente, de un acuñamiento de oro real o principesco tiene con que sorprendernos. Sin embargo, en pleno acuerdo con la doctrina de patrón metálico entonces dominante, se acompaña de medidas que revelan su sentido: prohibición, de exportación de especies monetarias y de joyas, para evitar la fuga de numerario; prohibición, de la circulación de monedas extranjeras, que favorecen sin embargo a la importación, pero que se fuerzan a tomar el camino de los talleres reales a veces incluso como en Francia (1337) obligación de hacer a los Tenedores de vajillas de oro o de plata de entregar la mitad y a veces la totalidad a la casa de moneda. Los stocks congelados por la orfebrería serán así puestos en circulación nuevamente bajo la forma de numerario, con grandes ganancias para la acuñadora del soberano.

Las medidas limitantes son menos eficaces que el apetito de ganancia. Si se ve incitar a los dueños de metales preciosos a llevarlos a la fundición, era necesario ofrecerles un alto precio, tanto más elevado a medida que el atesoramiento juega en sentido inverso. Por eso, o bien disminuir los derechos de acuñamiento por pieza, pero así el beneficio del tesoro disminuía, o bien acuñar con el oro comprado caro un número más grande de piezas, de menor aleación, pero del mismo valor liberatorio individual. Para ser eficaz, la operación debía renovarse frecuentemente; una devaluación llama a otra. Pero el noble de Inglaterra, una de las monedas más estables de occidente, se ve ligeramente debilitado en 1362 .

De forma simultanea o separada, la misma operación se efectuaba de acuerdo a las fluctuaciones de las relaciones oro-plata, en las piezas blancas, cuyo valor en moneda de cuenta es reestimado, el volumen y el peso disminuidos, sobrecargada con metales ruines. La amplitud de estas mutaciones no es la misma de uno y otro lado del canal de la mancha. Eduardo III de Inglaterra, en 1344, crea la "gruesa" de 4 denarios y la semi-gruesa de 2, pero con un valor intrínseco proporcionalmente menor al del penny de plata que era entonces la denominación más elevada del acuñamiento inglés; una nueva devaluación, operada en 1351, no da a las operaciones una amplitud mayor del 20% del valor intrínseco de las especies. Por el contrario, las monedas francesas se hunden a niveles muy bajos y arrastran en su caída a la mayor parte de las monedas Holandesas: la gruesa de Flandes, que tenía todavía 4,5g de plata antes de 1337, se estabiliza aproximadamente en 1g después de 1380, habiendo sufrido una devaluación total de 80%.

Sin duda el beneficio de la operación es en gran parte ilusorio. Pero los productos de la acuñación permanecen elevados, y este es un primer resultado. Las cuentas de Flandes felizmente conservadas, muestran, la abundancia prodigiosa de las monedas acuñadas – de 300 a 4 000 moutons de oro por día durante aproximadamente cinco años - y que las monedas no circulaban por largo tiempo y que regresan frecuentemente a la fundición. (13) De todos modos, la acuñación no era más que un capítulo del presupuesto del estado. ¿En qué medida la inflación de sus recursos disminuía el de las otras partidas?. Una devaluación favorece a los deudores en detrimento de los acreedores, amenaza los ingresos fijos sin hacer necesariamente daño a los beneficios. El estado, a medida que es sobretodo deudor, aligera automáticamente su deuda, contraída en moneda fuerte, pagable en moneda débil. Inversamente, reduce sus ingresos fijos, sobretodo los del dominio, los cuales tienen un lugar cada vez menor en el presupuesto de ingresos.

Al sistema fiscal dependiente del ingreso nacional y del volumen de intercambios, dos peligros lo amenazaban: primero la desorganización de los intercambios internacionales, por el hecho de las variaciones bruscas de los cambios. Precios prohibitivos de los productos de un país de buena moneda en el mercado exterior; a la inversa, dumping de mercancías producidas en países de moneda débil. La inestabilidad monetaria ciertamente dañó los reglamentos de las cuentas y frenó las transacciones. Por eso la amplitud de estos desequilibrios se encuentra parcialmente amortizada por la simultaneidad de las devaluaciones en la mayor parte de los países de occidente.

El otro peligro era el rápido ascenso de los precios bajo la presión del debilitamiento monetario. Las quejas de los contemporáneos, que claman contra la carestía de la vida y vituperan a los acuñadores están ahí, como prueba de que el mal era real. Pero estos testimonios eran sobre todo sensibles a las variaciones breves. El movimiento general de los precios sobre períodos bastante largos no justifica este pesimismo. El marasmo de los negocios, la tesaurisación habían provocado una alza en el valor del oro y de la plata, y en consecuencia una baja de los precios. Los gráficos recientemente publicados (14) hacen resaltar una apreciación del oro en todos los mercados Italianos, considerable sobre todo en el período de 1340-1360 y de1380-1400, con interrupciones –más que caídas - entre estos períodos de punta. El alza del metal precioso ha compensado en gran medida el alza de los precios lo que no dejó de producir una devaluación, aunque ella se desarrollaba en un régimen de plata fácil. Nada más significativo, a este respecto, que el desorden persistente de los precios agrícolas – salvo cortas alzas de fiebre luego de las penurias y mortalidades, - que dejan estacionaria a la moneda de cuenta; es decir que se hunde en cuanto a su valor intrínseco. Si hubiera sido de otro modo, se habría visto, incluso en Francia, las tarifas de evaluación de los ingresos en especie, por el asiento de rentas en bienes raíces, permanecer sin cambios a todo lo largo del siglo.

Queda pues, que la inestabilidad monetaria ha hecho más difíciles los intercambios Sobre esto se había esperado, más o menos conscientemente, una reversión de los elementos desfavorables de la coyuntura, detención de la apreciación de los metales preciosos, de la tesaurisación de la escasez del numerario. En la práctica, los inconvenientes de los mutaciones repetidas resultaron más graves que beneficiosas.

V

La doble crisis financiera y monetaria acentúo, después de 1345, la molestia un poco más antigua de la economía, reduce de forma alarmante el margen de subsistencia de una población demasiado numerosa y subalimentada. El registro parroquial de la gran ciudad rural de Givry, en la Borgoña meridional, revela, en el período de 1334-1340, un promedio de 17.5 muertes anuales; para los siete años siguientes, esto es de 32.7: un crecimiento de la mortalidad que ciertamente no corresponde a un aumento de la población total sino de menor resistencia física de un campesinado cuyo poder de compra disminuye progresivamente. ¡Qué terreno más maravilloso para la rápida expansión de las epidemias que conoció tan bien la edad media cada vez que faltaban las subsistencias , pero en donde como nunca se sufrió la ley con tanto rigor!.

No es necesario reconsiderar en detalle el progreso de esta pandemia (15). De sus características singulares – desarrollo relampagueante, gravedad excepcional de los estragos, pero también una muy grande desigualdad, aún entre aldeas vecinas, - se tiene la impresión de que la mortalidad, tanto en Francia como en Inglaterra, no fue inferior a la tercera parte de la población. Ahora bien, si eso fue así, después de todas las catástrofes humanas, se recrudecieron los matrimonios y en consecuencia el aumento de la natalidad, la reaparición periódica de la "pestilencia", en las décadas siguientes, aniquila ciertamente los efectos reparadores del excedente de nacimientos. La Europa Occidental habría de conocer entonces un largo período de subpoblación, mientras que su economía se mantenía contraída por un largo tiempo.

Se ha logrado reconstituir en el pensamiento los efectos catastróficos de esta inmensa desgracia. Casi todo, lo que se ha repetido encuentra su contrapartida en los hechos. Nada de terror pánico o generalizado. Las manifestaciones de los Flagelantes, que se nos vienen inmediatamente a la memoria, se limitaron a algunas ciudades de los países bajos y de la región Renana. Los grandes de este mundo, en lugar de encerrarse en soledades salubres, continuaron su existencia fastuosa e itinerante, como si nada ocurriera. Es cierto que hubo dislocaciones temporales del gran comercio: las corporaciones de mercaderes Ingleses que se tomaron en serio la percepción de las aduanas tuvieron que entregar sus balances en la primavera de 1349, ante los débiles ingresos fiscales; los cargamentos de vino, en el puerto de Burdeos, que oscilaban, según la cantidad de la cosecha, entre 47 y 94 000 tinajas, cayeron, ese mismo año, a 13 400. Pero los stocks inmovilizados se desploman sin pena ni gloria un poco más tarde: en 1350-51, la exportación de lanas Inglesas ascendía a 35 600 sacos, en tanto que las importaciones de vino se triplicaban en relación al año anterior (16).

Semejante desconcierto en el mundo rural, cuyo inicio pudo haberse retardado, según la estación del calendario agrícola o el lugar. Buen número de explotaciones manoriales inglesas presentaron, para la campaña de 1349-50, una caída profunda de sus ingresos brutos, seguido de un estancamiento de cuatro o cinco años, a lo que sigue un lento mejoramiento de las cifras de los negocios. Quizás no podría presumirse que esta curva fuese general. Son tantos los recursos que entran en el total de los ingresos ( ingresos de la justicia, derechos de traslado, aplazamiento de la cuenta oficial contable de una parte de sus ingresos con relación al año siguiente), que los casos aberrantes parecieran ser más numerosos. De esto concluimos que los estragos de la peste no llegaron al punto de poner en peligro la opulencia ya tambaleante del gran propietario terrateniente(17). Si algunos han podido pasar la prueba, es al precio de sacrificios prolongados.

Es necesario ajustar la producción a una demanda disminuida y a una mano de obra enrarecida. Los dos fenómenos no se compensaban, como se podría creer. Pasa aún por el campesino trabajando por la subsistencia familiar – aún cuando el pago de los impuestos se le hace más difícil. ¿Pero que fue del gran explotador que vendía sus cosechas?. ¿Y del gran señor terrateniente, cuyas ventas caían muy por debajo con la desaparición de una buena parte de sus tenientes? (18) ¿Y de los Maestros artesanales que vivían de los productos fabricados por sus aprendices?. Cada uno tenía la necesidad de mantener la producción a un nivel sin duda superior a aquél que podía absorber el consumo. No sirve de nada afirmar que el Productor Inglés, para utilizar los terrenos sin cultivar, extendiera la crianza de ovejas, menos costosa en mano de obra, si la lana suplementaria no podía encontrar un mercado industrial. Así pues, lejos de extenderse, la producción de lana Inglesa no cesa de decrecer, talvez más que el cultivo de cereales – y la transformación del paisaje rural, imaginada por los Economistas de consejo, permanece como cosa del espíritu.

Hecho más grave, el mantenimiento de la producción, incluso a un nivel más bajo ahora dictada por las condiciones del mercado, resulta imposible por el hecho de la crisis de la mano de obra. Yo no tengo como prueba sino la rápida alza de los precios de los alimentos, que no comenzarían a bajar sino hasta después de 1370. Cada uno busca soluciones en la medida de sus medios. La reconstrucción parcial del Señorío rural, estudiada por M. Boutruche en el Bordelais, se puede reconocer también en el Forez (19): búsqueda de nuevos tenientes para la puesta en cultivo de tierras abandonadas; oferta de contratos ventajosos, mediante la baja considerable de los ingresos primitivos, por el aligeramiento temporal, durante los años de limpieza de tierras, de impuestos feudales; el abandono progresivo de la tenure a partir de los frutos, la cual, no siendo productora de ingresos más que en los años en que la tierra era puesta en cultivo, no incitaba a labores frecuentes, y al reemplazo de ese tipo de ingresos por un censo anual y fijo, pero módico. El resultado es el de dar al señor un pequeño suplemento de ingresos; al campesino, condiciones de tenencia más suaves por tierras menos exiguas.

La explotación de dominios Inglesa tenía que resolver la crisis de la mano de obra. En los tres grandes señoríos del sur, donde la población sujeta a corvée era sobreabundante, no se exigía como de costumbre más que una débil parte de las obligaciones para el cultivo de la reserva, las otras eran vendidas. Bastaba con presionar esta mano de obra potencial para cubrir el déficit causado por la peste. El Señor no perdía nada, la subida temporal de sus productos compensaba la pérdida de las ventas de las corvées. En los señoríos en donde la población sujeta a estas obligaciones feudales era poco numerosa, era más necesario que nunca contar con los asalariados. La mano de obra era escasa y tan buscada que el salario se doblaba en algunos meses. Peso agobiante para las medianas y pequeñas exportaciones.

Son pues, las clases medias, los Caballeros de los condados, Maestros artesanos de las ciudades, quienes se vuelven hacía el estado para demandarle protección contra el alza de los salarios. La legislación Inglesa de 1349-1351, constantemente agravada por la demanda misma de los Productores hasta el año 1388, tenía por fin instituir el trabajo obligatorio para los ociosos y los indigentes sanos, de colocar arbitrariamente los salarios a las tasas promedio practicadas antes de la peste, teniendo, como compensación, un bloqueo mucho más tímido de los precios de los productos alimenticios puesto que se limitaba a perseguir los beneficios ilícitos sin prohibir una alza generalizada sobre los mercados. Al mismo tiempo, se inmovilizaba la mano de obra al prohibir al trabajador a romper su contrato de trabajo, forzando al Empleador a reclutar a sus obreros en el lugar, prohibiendo al campesino a aprender un oficio artesanal, de instalarse en la ciudad, o aún de dejar su distrito sin un pasaporte interior. No se percibe claramente lo que significaban estas últimas estipulaciones. Se nota aquí el temor por una fuga generalizada de villanos y una movilidad de la mano de obra que era vana.

La Ordenanza de Juan el Bueno (febrero 1351), visiblemente inspirada en el ejemplo Inglés, tendía también a fijar los salarios y los precios a los antiguos niveles. Lo que más buscaba era remediar el marasmo en que se hundía la economía Parisina. De allí esas medidas que han hecho correr tanta tinta, ya que debilitan temporalmente la reglamentación urbana: aligeran las cargas que pesaban sobre los extranjeros, permitían a los Maestros reclutar tantos aprendices como pudieran, prolongaban la jornada de trabajo. No se conocen las medidas de aplicación. Pero en Inglaterra, donde la represión se apoyaba en el pesado aparato judicial, la ineficacia de la legislación fue completa. En las ciudades, la solidaridad corporativa permitió frenar talvez parcialmente el ascenso de los salarios. Los productores del campo, más individualistas, violaron las leyes que ellos mismos habían dictado. De esto resulta, en la curva de los precios, una agravación de los abismos que habíamos notado desde el año 1330. Una vez que los precios agrícolas regresaron a su nivel de base, los salarios se mantuvieron a la alza. Thorold Rogers tuvo razón en decir que el siglo XV fue "la edad de oro del trabajador Inglés"(20), ya que el poder de compra, traducido en granos y en cerveza, mejoró sensiblemente. Sin embargo se equivoca al afirmar que, en consecuencia, la agricultura era próspera.

La desagregación de la explotación manorial, que se acelera después de 1350, prueba el hecho de la continuidad del marasmo. El proceso hasta aquí, oneroso para el señor, beneficia a sus tenientes o a algunos de ellos. Retomamos el ejemplo de Weedon Beck: de 1300 a 1365, el número de tenientes pasó de 110 a 73, o sea una baja de 33%; la proporción de los proletarios no es más que del 50% . Pero, en la cumbre de la escala social, aparecieron tres grandes tenientes, la verdadera aristocracia aldeana, que había acumulado en sus manos la casi totalidad de las tierras vacantes. Se necesito mucho para que el mundo rural, librado por largo tiempo del espectro de la superpoblación y de la hambruna haya visto empeorar su condición. La acentuación del contraste – entre ricos y pobres, se ha repetido (21), sin duda para vincular a los efectos de la epidemia, las revueltas sociales de la segunda mitad del siglo. Los estudios más recientes dan una respuesta completamente diferente, - en la cual nos detenemos: la mediocridad en el estancamiento(22).

NOTAS

*Ante la complejidad extrema de los hechos económicos de los últimos siglos de la edad media, nosotros nos restringimos en el campo de nuestras investigaciones a Francia, Inglaterra y a los Países Bajos. Admitimos de buena gana que los países mediterráneos o el mundo controlado por la Hansa debieron, sino escapar a la evolución aquí resumida, al menos seguirla de lejos. Nuestra exposición no tiene otra pretensión que vincular entre ellos, por algunas hipótesis de trabajo, una gama de hechos todavía demasiado fragmentarios. Las indicaciones bibliográficas se encuentran aquí reducidas al mínimo.

1. Las célebres conjeturas de Ferdinand Lot. Según el estado de las ferias de 1328, contabilizan 15 a 16 millones de almas en Francia, de una densidad rural de 35 a 38 habitantes por km2, tan fuerte que la sobrevivencia de esta masa humana no habría podido ser asegurada. – Para Inglaterra, nosotros partimos del total, muy modesto, presentado por J.C. RUSSEL, British Medieval Population (Alburqueque, 1948) 2 200 000 almas en 1377, tomando en cuenta el hecho de que, entre 1348 y 1377, 35 a 40% de la población había desaparecido por causa de las epidemias.

2. Marjorie Morgan, The English Lands of the Abbey of Bec, Oxford, 1946. P. 111.

3. J.R Strayer The Royal Domain in the Baillage of Roen, Princeton 1946, Introducción. –Sir W. Berveridge. "Wages in the Winchester Manors", en Economic History Review, t. VII (1936-37), P. 2263.

4. Don David Knowles, The Religions Orders in England Cambridge, 1948, P. 322-5.

5. Dos investigaciones recientes aún inéditas, contradicen las conclusiones más optimistas de H. Laurent fundadas en las cantidades de plomo utilizadas en Ypres para el teñido de telas. Debemos estas indicaciones a la gentileza de F-L. Ganshof.

6. Véase en último lugar a R- H Bautier, "Marchands siennois et draps d´autremonts aux foires de Champagne", dans Ann. Bull. De la Soc. de l´Hist. De France. 1947, P. 87-107.

7. Basta ir a la obra reciente de R. DE ROOVER. Money, change and Banking in Medieval Bruges. The Medieval academy of America , 1948.

8. H.–S LUCAS "The Great European Famine of 1315, 1316 y 1317", en Speculum, t, V (1930), P. 343-377.

9. Debo agradecerle a R.-H Hilton, que tuvo a bien comunicarme la cifra de los índices calculados por él y que me permitió dibujar la curva que acompañamos aquí.

10. Tales son creemos, los resultados a que lleva una obra en preparación de M. Postal sobre las ganancias manoriales en Inglaterra que el autor ha tenido a bien comunicarme oralmente.

11. Nos falta una monografía sobre el comercio de la sal, análoga al brillante ensayo de Eilen Power The Wool Trade in English Medieval History. Oxford 1940.

12. La cuestión es enteramente renovada por la tesis de E. Fryde, Edouard III´s War Finances, 1337-40. Transactions in Wool and Credir Operations, cuyo manuscrito nos ha sido gentilmente proporcionado por el autor.

13. Ver H. Van Werveks "Courrency Manipulations in The Middle Ages: El caso de Louis

de Male, Count of Flanders" Artículo que aparecerá en las Transations of the Royal Historical Society, t. XXXI, 1949; del mismo "De Ekonomische en Sociale gevolgen van Vlaanderen, 1337-1433", dans les Ann. De la Soc. d´émulation de Bruges, t LXXIV (1931) P. 1-15.

14. C. Cipolla, Studi di storia della moneta, J, I movimenti dei cambi in Italia dal secolo XIII al XV Pavie, 1948, fase 101 des " Publ. Della Universitá di Pavia. Stdi nelle scienze giuridiche e sociali."

15. El resumen de Y. Renouard, "Conséquences et intérêt démographiques de la Peste Noire de 1348", en Populations, t III, 1948, P. 459-466, llama a ciertas reservas.

16. Alice Beardwood, Alien Merchands in England, 1350-1377, (Mediaeval Academy of America, 1931), Apéndices; R. Boutruche, La crise d´une société. Segneurs et paysans de Bordelais pendant la guerre du Cent Ans.(Paris 1947) P. 201.

17. Como lo ve A.-Elizabeth Levett, The Black Death in the Estates of the Bichop of Winchester. Oxford 1916.

18. En algunos señoríos forezianos, el 20% de las parcelas carecerán todavía de tenientes todavía 30 años más tarde.

19. E.Perroy, "La crise économique du XIVe siècle d´après les terriers forêziens", en Bull. de la Diana. T XXXIX (1945), P. 67-80.

20. Las conclusiones de M. Postan, "The Fifteen Century", en Econ. Hist. Review. t. IX (1939) P. 160-7, son de valor para la segunda mitad del siglo XIV.

21. Y. Renourd., op. cit.

22. Para el mundo rural: Marjorie Morgan, The English Lands of the Abey of Bec., Oxford 1946; - R.H Hilton The Economic Developement of some Leicestershire Estates in the XIVth and XVth centuries. Oxford, 1947. Para las ciudades, Sylvie L. Terupp The Merchand Class of Medieval London, 1300-1500, Chicago 1948.

Del original en francés, publicado en Annales ESC,4.1949.S,p.167-82. con el título: " A l´origine d´une Économie contractée: Les crises du XIVe siècle"

Traducido por: María del Rayo Sánchez. Para Globalización, Revista de Economía, Sociedad y Cultura.

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