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Revolución o reformismo

AMERICA LATINA: UNA IZQUIERDA SIN RUMBO

Luis Arce Borja

Este articulo, dividido en varios capítulos, aborda cuestiones fundamentales de la contextura política y programática de la izquierda latinoamericana. Analizamos en especial su práctica y su equivocada concepción sobre las elecciones, el Estado, las clases sociales, las fuerzas armadas, el frente de lucha, y otros tópicos políticos que entrelazados configuran la temática principal de la revolución social en América Latina. Esta izquierda, y mucha de ella que aún se sigue llamando marxista-leninista, no hay que buscarla en las barricadas de lucha. Eso es del pasado. Ahora se le encuentra en los mullidos sillones de los parlamentos y en los lujosos mítines electorales que la burguesía organiza periódicamente para legalizar su poder.

Deducir y esclarecer la verdadera naturaleza y la esencia política de esta izquierda resulta una tarea de primer orden para avanzar en la lucha de liberación, socialista y antiimperialista. Mientras se siga dejando terreno libre a una izquierda que hace medio siglo ha perdido el rumbo de la historia, las potencias mundiales y los grupos de poder locales, seguirán hundiendo en el hambre y la miseria a nuestros pueblos, y la lucha por el socialismo será cada vez más lejana.

CAPITULO I

Cada cosa que hace o dice la izquierda latinoamericana sirve solamente para mostrar su ineptitud frente al desarrollo de la lucha social. Si estalla una rebelión popular se monta en la ola rebelde, no para darle orientación revolucionaria, sino más bien para conminar a las masas a tomar el camino de la legalidad y para incentivarlas a participar en procesos electorales que las clases políticas dirigentes organizan desde el Estado bajo el propósito de controlar el estallido social. Argentina (que en los capítulos siguientes analizaremos en detalle) resulta un ejemplo clásico de cómo una rebelión popular (diciembre 2001) que tenía todos los ingredientes objetivos (miseria generalizada, crisis política, rebeliones en las calles, etc.) para desarrollarse como una fuerza estratégica hacia la revolución, aterrizó en la trampa electoral, y la mayoría de este movimiento, así como la izquierda de este país, terminaron sosteniendo el proyecto político del peronista Néstor Kirchner.

Si estalla una aguda crisis en la fila de las propias clases opresoras con consecuencias imprevisibles para la estabilidad del Estado y la sociedad, la izquierda corre a ponerse en primera fila, pero no para luchar por el poder, sino más bien para contribuir a que la burguesía arregle sus líos internos y salga airosa del problema. Para este caso, nuevamente la izquierda coge su pomada milagrosa de las elecciones generales o cualquier otro tipo de proceso electoral que arregle "dentro de las leyes" la crisis en las alturas de los gobernantes. Perú es un buen ejemplo de este tipo de fenómeno político. El año 2000 el régimen de Fujimori alcanzó su punto más alto de una crisis que se había incubado y desarrollo durante 10 años de gobierno mafioso. Dos ingredientes se mezclaron para atizar la crisis. De una parte, la extrema pobreza de los peruanos, y la represión que sufría el pueblo, vislumbraban una explosión social generalizada que bien pudo ser fuente de energía de una guerrilla (maoísta) debilitada pero que en un caso extraordinario de explosión social quizás habría tomado la iniciativa para ponerse al frente de una lucha revolucionaria. De otra parte, el fujimorismo había acumulado serios conflictos internos a causa de la repartición de los robos, la coima, el tráfico de armas, el negocio de la droga, y otros problemas relacionados al manejo lumpenesco del Estado. El desgaste del gobierno era un hecho objetivo, y hasta sus aliados de la derecha y la "izquierda" habían empezado a abandonar el barco que se iba a pique. No era visto con buenos ojos ni por un sector de las clases ricas del Perú ni por un sector de los gobernantes norteamericanos. Hasta al interior de las fuerzas armadas las opiniones estaban divididas. Su forma mafiosa de administrar el Estado lo había conducido a un callejón sin salida y su permanencia en el gobierno ponía en peligro la integridad del Estado. Para salvar esta situación la "izquierda" y los partidos de la burguesía convocaron a elecciones generales. Fugimori salió huyendo y Alejandro Toledo, candidato de "todas las sangres" (léase todas las clases) se hizo del poder. Ahora en plena crisis del gobierno de Toledo, nuevamente un sector de la burguesía, así como parte de la izquierda (Patria Roja, y otros) (1) vislumbran un adelanto de las elecciones generales para reflotar el Estado que sigue en picada.

Las elecciones como pomada milagrosa, tiene mil uso y es remedio para cualquier tipo de problema político. Si hay golpe militar, a nadie se le ocurre llamar a una insurrección popular para defender "el orden constitucional", como especifica la Constitución de cualquier país del llamado tercer mundo. Inmediatamente las "fuerzas democráticas" hacen genuflexiones y piden elecciones generales. La izquierda es la primera que sale a las calles a reclamar elecciones generales para "retornar a la democracia". La mayoría de las dictaduras militares en América Latina han permanecido el tiempo que han querido y finalmente fueron sacramentadas por elecciones generales, plebiscitos o referéndum. Dentro de un círculo vicioso, los grupos de poder usan a las fuerzas armadas para dar golpes militares (cuando necesitan reprimir abiertamente) y usan a estos mismos militares para convocar elecciones que según sus promotores tienen el propósito de "regresar a la democracia". Por ejemplo en Chile la dictadura militar (1973) impuesta por Norteamérica, fue reemplazada (1990) por el "Gobierno de la Concertación" que surgió de elecciones propiciadas y controladas por el propio Augusto Pinochet. El personaje que reemplazó a Pinochet en el gobierno, fue Patricio Aylwin líder de la Democracia Cristiana, uno de los partidos que colaboró en el golpe militar del 11 de setiembre de 1973. El triunfo electoral de Aylwin se debió al voto de la derecha y del conjunto de la izquierda chilena. Como dijo el candidato electoral de los comunista de este país: "Este fue presidente de Chile no sólo fue por los votos de la Concertación sino también con los votos de los comunistas, de los miristas, de mucha gente que es de izquierda…" (2)

Apología de las elecciones

La izquierda, convertida en los últimos 50 años en apologista de las elecciones burguesas, actúa como cómplice de los grupos de poder, y su predilección por el sistema legal burgués conlleva dos problemas de fondo: Por un lado, su errónea concepción sobre las elecciones burguesas contribuye a encubrir el carácter antidemocrático y reaccionario de las elecciones. Niega al mismo tiempo, que las elecciones, son antes que nada instrumentos de dominación de las clases que detentan el poder del Estado. De otro lado, el electorerismo de esta izquierda, y su forma de actuar en cada periodo electoral, no sólo entrega grandes ventajas a los grupos de poder y al imperialismo, sino que sin ningún principio de por medio, propaga la ilusión entre los trabajadores que las reformas y la "paz social" son posibles bajo el sistema de explotación.

Esta izquierda, engañada o por picardía política, es atraída por el discurso populista y demagógico de los candidatos electorales de la burguesía, y es aquí que expresa su disponibilidad para inducir a las masas a sostener a cualquier bribón que se presenta como candidato presidencial (casos recientes, Perú, Ecuador, Argentina, Brasil etc.). Esta izquierda, que ha hecho del camino electoral su doctrina política se mueve sin ningún principio político. Se ubica oportunistamente al costado de tal o cual fracción de la burguesía. En este terreno, su objetivo político se reduce a obtener algún curul en el parlamento, o a ser socia de menor rango de algún grupo electoral burgués. Bajo el propósito de ganar puntos en los procesos electorales fomenta alianzas pluriclasistas (frentes amplios, Coordinadoras electorales, etc.) cuyo objetivo no es la revolución, sino más bien salvar y proteger el sistema y el Estado explotador.

Esta izquierda, atrapada en un eclecticismo sin límites, entorpece la acción revolucionaria de la clase obrera y de las masas populares. Se monta en las movilizaciones populares, no para reivindicar la acción clasista de los trabajadores, sino para hacer de esta lucha un movimiento amorfo, seguidista y sin ninguna perspectiva de lucha. Su papel en el seno del proletariado es desastroso, y gran parte de la quiebra sindical y popular en los países pobres se debe a la conducta oportunista y manipuladora de esta izquierda. Usa la lucha sindical, no como un movimiento reivindicativo clasista de los asalariados, sino más bien como instrumento político de presión partidaria o como sustento de las movilizaciones y campañas electorales. En cualquier parte de América Latina se puede observar como las huelgas obreras o las movilizaciones campesinas han sido transformadas en movimientos sin ningún contenido de clase, cuyas acciones sirven solamente para sostener listas electorales de izquierda y de derecha. Es fácil constatar que los periodos de mayor actividad huelguísticas, coinciden con los preparativos de la contienda electoral y con la confección de las listas de candidatos. En Argentina, Perú, Brasil, Ecuador, Bolivia, etc. se han registrado extraordinarias movilizaciones populares espontáneas, pero que lamentablemente concluyeron como animadoras del circo electoral y respaldando alguna de las listas electorales del momento.

Los "cuadros" de esta izquierda introducidos en los sindicatos, no son los militantes abnegados de mediados del siglo XIX y la primera mitad del siglo pasado, que iban a las fábricas como organizadores políticos de los trabajadores, y cuyo objetivo estratégico era ganar al proletariado al partido de la revolución. Los de ahora son burócratas y mercaderes de pliegos de reclamos, que van al sindicato para corromper a los trabajadores, y formarlos en el arte de la manipulación, la mentira y el chantaje. La tarea de estos dirigentes es escindir y quebrar la lucha independiente del proletariado y reemplazarlo por un sindicalismo reformista y colaborador. Este sindicalismo, inculcado en la escuela del reformismo tiene como propósito sostener el aparato de dominación de los grupos de poder y del imperialismo. Lula de Brasil no es el único caso donde se ha utilizado la central obrera para escalar posiciones en el Estado. También en el Ecuador se ha visto este mismo fenómeno donde importantes organizaciones populares (Movimiento Pachakutic, CONAIE, etc.) se pusieron a la cola del coronel Lucio Gutiérrez (actual presidente ecuatoriano) y con el triunfo electoral de éste ganaron algunos ministerios y otros altos puestos en el Estado. En Perú no es diferente, y desde hace por lo menos 20 años, los dirigentes sindicales combinan la dirección burocrática de la central obrera o campesina, con candidaturas al parlamento o los municipios.

Notas

1. Patria Roja, se denomina también Partido Comunista del Perú (PC del P), y desde la década del 80 es uno de los animadores de los procesos electorales del Perú. Algunas veces ha logrado obtener algún curul parlamentario. En 1985 lanzó la consiga de votar por Alan García Pérez, líder del derechista y anticomunista Partido Aprista (APRA). En 1990, nuevamente lanzó la consigna de votar por Fujimori, que como todos recuerdan se quedó mafiosamente 10 años en el gobierno. En año 2000 nuevamente lanzó la consigna de votar y apoyar a Alejandro Toledo, a quien calificó de "candidato del pueblo". Recientemente, en agosto pasado, el secretario general de este partido apoyó las conclusiones de la "Comisión de la Verdad y Reconciliación", que como se conoce fue organizada en exclusivo para encubrir los crímenes masivos contra la población peruana.

2. .Sacerdote Eugenio Pizarro, revista Pluma y Pincel, enero 1993. Este sacerdote fue el candidato presidencial del Partido Comunista de Chile para las elecciones generales de 1993. Hablando sobre redimir a Pinochet, el sacerdote candidato dijo en plena campaña electoral que el "perdón es algo muy evangélico y muy cristiano y yo estoy dispuesto a perdonar incluso a Pinochet".

CAPITULO II

"ACUMULACION DE FUERZAS" O VIA ELECTORAL

PARA SOSTENER EL ESTADO BURGUES

En el capítulo primero parte de este artículo hemos señalado que la izquierda latinoamericana, desde hace varias décadas, no tiene mejor destino que ser furgón de cola del carro electoral de la burguesía o montarse en las movilizaciones populares para manipularlas y utilizarlas como simple valor de cambio en sus juegos de presión y reacomodos con los grupos de poder. Anotamos también, que esta izquierda convertida en apologista de las elecciones burguesas, actúa en la práctica como cómplice de los grupos de poder, y su predilección por el sistema legal burgués ha reducido su objetivo político a obtener algún curul en el parlamento, algún puesto en el Estado, o a ser socia de menor rango de algún grupo electoral del momento. Nuestra critica a la conducta de esta izquierda, tiene el propósito de abrir el debate en torno a un problema que pesa sobre los acontecimientos sociales y políticos de la actualidad. Esconder este problema, o simplemente no tomarlo en cuenta, es un grave error histórico que conlleva entre otras cosas, ha dejar que las masas sigan siendo estafadas y manipuladas por una izquierda que desde hace décadas ha perdido el rumbo de la historia social. Dejar este problema sin discusión y no decir nada, es en todo caso, permitir que los pobres sigan a la deriva y que sus grandes luchas, que con todo el heroísmo que pueden desarrollar, vayan de derrotas en derrotas.

Nuestra crítica a los procesos electorales y a la izquierda legal de América Latina, no proviene de una posición absolutista (dogmática) y menos abstracta que rechaza las formas más variadas de la lucha de clase. Nuestra posición sobre las elecciones burguesas, se sustenta en la práctica y teoría marxista que señala que el partido del proletariado, dependiendo de las condiciones históricas concretas, puede utilizar las más variadas formas de lucha, incluida la parlamentaria, siempre y cuando estas contribuyan a la lucha por la emancipación de los trabajadores. Cualquier forma de lucha, "pacifica o armada, abierta o secreta, legal o ilegal, parlamentaria y de masas, nacional e internacional" como enseña la ciencia de la revolución (1) debe ser parte del objetivo estratégico de la revolución proletaria. No se puede limitar la lucha de clases a la contienda en el parlamento o a supeditar todas las demás formas de lucha a la actividad electoral, como ocurre actualmente en la mayoría de los países latinoamericanos. Esto, como decía Lenin, es "pasarse al lado de la burguesía y ponerse contra el proletariado" (2) De otro lado, y así lo confirma la experiencia de la lucha social, principalmente la revolución rusa en 1917 y la revolución china en 1949, cada forma de lucha debe estar refrendada, por la realidad objetiva (lo que es bueno para hoy puede ser malo para mañana) y por un riguroso análisis que precise el movimiento exacto de la sociedad, de las clases y del Estado.

¿Cuáles son los argumentos de la izquierda para navegar en la ola electoral?

Son dos las ideas principales que propaga la izquierda para justificar su predilección por las elecciones burguesas: Primero, se refiere a que participar en las elecciones programadas desde el Estado sirve para "acumular fuerzas para la revolución". A partir de este aforismo, los grupos de izquierda se vinculan sin ningún límite a todo tipo de conglomerado electoral, y hacen alianzas con centristas y derechistas de todo calibre. En algunos casos ni los representantes de la iglesia ni militares, escapan a las convocatorias unitarias electorales de esta izquierda. Así, en diferentes momentos y en repetidas ocasiones, la izquierda ha tenido como monigote electoral a curas, generales del ejército, y exóticos caudillos que en América Latina surgen en abundancia en medio de la crisis de la sociedad. Segundo, dice que su participación en las elecciones le otorga ventajas para "defender los intereses de los pobres", luchar contra el neoliberalismo, y hacer respetar el "estado de derecho".

Para verificar si los argumentos de esta izquierda son legítimos o falsos, no hay necesidad de recurrir a la ciencia social, o las formas más complicadas de la teoría marxista. Para ello basta remitirse a la historia y a los hechos concretos en el campo de la política. ¿Qué fuerzas ha acumulado esta izquierda con su actividad electoral? ¿Y de qué manera la participación electoral de esta izquierda a servido para defender los intereses de los pobres, y sustentar la democracia de un país?

Si la aplicación de algunas formas y métodos de lucha podrían estar determinados por un tránsito a formas superiores de organización y a una verdadera estrategia para acumular fuerzas, no es el caso de esta izquierda que ahora analizamos. Aquí no hay un cambio a formas superiores de lucha, sino más bien un retroceso, que ha conducido a esta izquierda a una quiebra interna (crisis de organización, atomización, repetitivas divisiones y en algunos casos desintegración) y marginalización respecto a los movimientos sociales. Una de las causas de la crisis de esta izquierda es que ella se mueve ambiguamente en la concepción de un doble discurso cuyo contenido refleja su convivencia con la burguesía, y su distancia con la lucha por el socialismo. Esta izquierda se dice revolucionaria, y partidaria del socialismo como sistema contrario al capitalismo, pero sin embargo toda su actividad está dirigida a configurar y sostener un Estado de explotación apto para los fines de los grupos de poder y del imperialismo. La mayor parte de esta izquierda asume en teoría y práctica los postulados políticos de burgueses y terratenientes. Sus planteamientos reivindicativos no han ido más lejos que los programas sociales de la burguesía, de la iglesia y de las organizaciones "humanitarias" que manejan las potencias imperialistas (léase ONGs). Se sigue llamando marxista-leninista, pero ha revisado completamente tesis fundamentales del marxismo (violencia armada, partido revolucionario, dictadura del proletariado, etc.) y ha asumido los planteamientos políticos de los partidos liberales y populistas burgueses, respecto a "humanizar la sociedad", "reformar el Estado", "democracia participativa", "existencia del Estado con una función reguladora del Estado", y otras ideas que la burguesía puso en moda después de la segunda guerra mundial. En América Latina hay muchos ejemplos en negativo que ilustran este fenómeno. Así en 1970, Allende y toda la izquierda chilena, pusieron en práctica la equivocada tesis sobre la vía pacifica (mediante elecciones) para llegar al socialismo. Hay que anotar que la izquierda chilena no inventó la controvertida "vía pacifica" al socialismo. Las esperanzas del desarrollo pacifico de la revolución provino más precisamente del "renegado" Kautsky en 1917 y después en los inicios de la década del 60 se propagó a cuenta de Jruschov y demás dirigentes de la ex Unión Soviética. Chile no ha sido el único caso. En Guatemala, El Salvador, y Nicaragua la izquierda ha pretendido que mediante elecciones se puede llegar a construir la sociedad de la armonía celestial, con paz, democracia y bienestar social.

Estas organizaciones, que en promedio tienen 50 años "acumulando fuerzas" han devenido, por su práctica y su por su visión teórica de la sociedad, en organizaciones de reformas sociales, completamente alejadas de las masas populares. Su existencia no tiene ninguna incidencia política fuera de los procesos electorales. La crisis interna de esta izquierda va paralelo a la crisis del Estado y de los partidos de la gran burguesía. La izquierda no ha escapado al fenómeno de la descomposición de la sociedad capitalista y sus consecuencias en la bancarrota de las organizaciones políticas del medio oficial. La idea de "acumular fuerzas" a través de las elecciones ha resultado una ficción lejos de la realidad. Matemáticamente podemos mostrar que la curva gráfica de la trayectoria electoral de esta izquierda es siempre hacia abajo. Tomemos algunos ejemplos significativos para ilustrar es fenómeno. En setiembre de 1970 la Unidad Popular de Chile (conglomerado que unificó a todos los partidos de izquierda) (3) obtuvo el 36.6% de la votación, y ello valió para hacer de Allende presidente de este país. En las elecciones (para diputados y senadores) del 2001 el Partido Comunista de Chile, bastante representativo de la crisis de la izquierda electoral de Chile sólo logró el 3.90% de los votos, mientras que la suma total de abstención, votos nulos y blanco, fue de 24.3% de los votos emitidos (4). Si Chile es un desastre (hablando de la izquierda), el Perú es casi igual o peor. En 1978, después de una larga dictadura militar (1968) los militares peruanos convocaron a elecciones a la Asamblea Constituyente. La izquierda se presentó en varios grupos y logró en conjunto 1’054, 450 votos, que significó en porcentajes el 30% del total de los votos válidos. (5) De esta manera, la izquierda fue la tercera fuerza electoral, y contó con 26 de los 100 parlamentarios. En 1980, el gobierno militar, antes de "regresar a los cuarteles, convocó a elecciones generales. La izquierda legal en conjunto obtuvo 571,229 votos (casi la mitad del 78) que significó el 13.9% de los votos validos, y sólo consiguió 10 diputados. De ahí para adelante la izquierda peruana jamás lograría la votación de 1978. En 1985, el conglomerado izquierdista va a las elecciones presidenciales bajo la siglas de Izquierda Unida (IU) y logra el 24.7% de los votos válidos. En las elecciones generales de 1990, IU sólo consigue el 8.2% de los votos válidos. En 1993, obtuvo el 4.0% de los votos y en 1995, sólo el 0.6% de los votos válidos (42,686 mil votos). Posteriormente y sin ninguna explicación del caso, los dirigentes más conocidos de la IU, concluyeron que este frente electoral había fracasado y gritaron "sálvense quien pueda". La izquierda unida se desintegró, y sus diversos grupos y dirigentes, buscaron que acomodarse en los partidos y frentes electorales de la burguesía. Así, en el año 2000, la mayor parte de los izquierdistas peruanos, a falta de organización electoral propia, pasaron a integrar la lista de candidatos para diputados del grupo electoral "Perú Posible" que lideró Alejandro Toledo.

Si esta izquierda ha fracasado en el terreno electoral, la cosa es peor en el campo de las organizaciones populares. Es históricamente documentable, que el electorerismo de esta izquierda (que constituye una expresión de sus veleidades ideológicas-políticas), la ha conducido a ponerse se espaldas al proceso social. Las sublevaciones de masas y las grandes movilizaciones populares de los últimos años en Latinoamérica (atizadas por la creciente crisis, represión, hambre y pobreza) no pueden ser identificadas con la acción política y programática de la izquierda electoral. Como se constata cada día, los levantamientos populares y las rebeliones de los trabajadores se realizan al margen y hasta en contra de la acción ecléctica de la mayor parte de la izquierda que en caso de rebeliones y lucha popular sólo atina a pedir la convocatoria de elecciones generales. El desprestigio de esta izquierda frente a los trabajadores, ha contribuido para que las masas trabajadoras se alejen y sientan desconfianza de los grupos llamados de izquierda. Por ejemplo, en Argentina en plena efervescencia de la rebelión popular espontánea del 2001, los dirigentes de las masas involucradas en la lucha, hicieron público un pronunciamiento en el que manifestaban su distancia y desconfianza de la izquierda argentina (6). Igual fenómeno ocurre en Perú, Chile, Ecuador, y otros países, donde el "desgaste" de esta izquierda la ha convertido en una fuerza inepta para asumir la lucha de clases de la actualidad.

Notas

(1). Lenin. La Revolución Proletaria y el renegado Kautsky, noviembre de 1918.

(2). Lenin, Las Elecciones a la Asamblea Constituyente y la dictadura del proletariado, diciembre de 1919).

(3). En setiembre de 1970 la Unidad Popular liderado por Salvador Allende estaba conformada por el Partido Socialista, el Partido Comunista de Chile, radicales, Movimiento de Acción Popular Unitaria (Mapu), el Partido Democrático Nacional, y otros.

(4). En las elecciones del 2001 (para diputados y senadores) el Partido Comunista de Chile logró 318,638 votos (3.90%). Las abstenciones fueron de 1’083,942 votos (13.40%). Los votos nulos fueron 648,231 votos (8.0%). Y los votos en blanco fueron 236,132 que en porcentaje significó 2.90%.

(5) El gran triunfador de esta jornada electoral de la izquierda peruana fue Hugo Blanco, quien encabezo el Frente Obrero Campesino Estudiantil y Popular (FOCEP) que consiguió el 433,413 votos (el 12.3% de la votación ). Blanco embriagado por su éxito electoral postuló en las elecciones generales de 1980 con su propio partido (el Partido Revolucionario de los Trabajadores –PRT), y sólo obtuvo 160,713 votos (3.9% de la votación). Posteriormente Hugo Blanco cayó en desgracia y desapareció de la contienda electoral. Blanco llamó a votar por Alan García Pérez (1985), y apoyó la candidatura electoral de Alberto Fujimori (1990). Y en el año 2000 publicó en una carta sosteniendo la campaña electoral del "cholo" Alejandro Toledo

(6). No te dejes manipular, cacerolazo en paz, 2001, página Web "Cacerolazo".

CAPITULO III

LA IZQUIERDA ELECTORAL ACTUA EN COMPLICIDAD

CON LAS ELITES POLITICAS DE AMERICA LATINA

¿De qué manera la participación electoral de la izquierda latinoamericana ha servido para defender los intereses de los pobres, y sustentar la democracia de un país?

No hay absolutamente ninguna prueba que muestre que la actividad electoral de la izquierda haya sido en beneficio de los oprimidos del continente americano. La izquierda pretende hacer creer que participar en las elecciones y votar por tal o cual de sus candidatos es necesario para avanzar en la lucha contra el hambre, la miseria, la desocupación y otras lacras sociales. La realidad es diferente, y esto se puede ver en 180 años de parlamentarismo y procesos electorales en América Latina. Al contrario de lo que dice la izquierda, el hambre y la miseria han crecido paralelo a los falsos ofrecimientos de la izquierda y la derecha, que en cada proceso electoral han llenado la cabeza de los electores con ilusiones del bienestar social y otras reivindicaciones históricas de los pobres. Si para algo han servido los procesos electorales construidos en tabladillo de circo, esto ha sido para engañar a las masas y profundizar la desigualdad entre pobres y ricos. Como ya lo anotan algunos analistas, se puede sospechar que mantener y ampliar la pobreza conviene a los gobernantes, y una de las razones sería que los pobres son fácilmente manipulables a la hora de las elecciones. Si tomamos como punto de referencia las últimas dos décadas (1980-2003), se podrá observar que los discursos y ofrecimientos electorales, tanto de la izquierda y la derecha, no han tenido otro objetivo que estafar a los electores, y en lo concreto no han aportado nada para resolver los graves problemas como el hambre y la miseria en el seno de la mayoría de la población. Según la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), en 1980 los pobres extremos en América Latina eran de 112 millones. Esta cifra en 1986 aumentó a 164 millones. Este drama creció en 1989, y el numero de hambrientos llegó a cerca de 200 millones, y ahora en 2003 se cuentan nada menos que 220 millones de personas (43.4% de la población latinoamericana), que como dice la CEPAL, "viven por debajo de la línea de pobreza, es decir que no cuentan con recursos para acceder a una canasta básica de bienes y servicios". (CEPAL, informe 2002-2003). Por su parte el Banco Interamericano de Desarrollo afirma que en 2003 son 150 millones (más de la mitad de 1980) de personas en Latinoamérica que tienen un ingreso de solo 2 dólares por día, y que 95 millones de las personas consideradas en las cifras de la pobreza son indigentes, es decir gente que no tiene nada cotidianamente.

La curva ascendente del hambre y la miseria en América Latina son algunas de las pruebas que muestran que las elecciones no sirven para "defender los intereses de los pobres" y la democracia como propaga falsamente la izquierda o la derecha en cada proceso electoral. Si cada día hay más hambre como muestra la realidad, habría que preguntarse, ¿para qué entonces sirve la participación de la izquierda en las elecciones?. Ahora repetimos lo que alguna vez creo que hemos dicho, respecto a que las élites decadentes de América Latina, no podrían gobernar con tanta tranquilidad, sino contarían con la complicidad política de la izquierda electoral. Como dicen algunos, de no existir esta izquierda habría que inventarla o fabricarla. Esta izquierda se introduce en las organizaciones populares y lleva al seno de las masas la ilusión de que tal o cual proceso electoral, o tal o cual candidato de la burguesía, servirá para resolver los graves problemas económicos y sociales de la población. Vía las elecciones, la izquierda legal es cómplice de los grupos de poder y del imperialismo. Su participación en cada uno de los procesos electores, o su actuación en el parlamento, o en los consejos municipales, no sirve para contribuir a la lucha de liberación, sino más bien para reforzar el poder de las clases que se turnan en el manejo del Estado. Para mencionar un ejemplo, en 1983 Alfonso Barrantes Lingán, líder de la Izquierda Unida (IU) del Perú, ganó las elecciones municipales de Lima. El municipio de Lima (el más importante del Perú) aglutina al 40% de la población peruana (siete millones de habitantes, de los cuales seis viven en la miseria). Su propaganda electoral tuvo como slogan establecer un gobierno socialista en el Municipio y dar inicio a "LA ERA DE LA ALEGRIA". Ofreció también un millón de vasos de leche diarios para los niños pobres de Lima. La "era de la alegría" de Barrantes se convirtió en una pesadilla para los trabajadores del municipio (obreros y empleados), que durante los 3 años de gobierno "izquierdista" tuvieron que enfrentar la más dura represión policial y un permanente recorte de sus salarios que ni siquiera los alcaldes de derecha se atrevieron a hacer. Lo mismo ocurrió con los miles de vendedores ambulantes, que no solo sufrieron persecución y decomiso de sus mercaderías, sino también juicios y encarcelamientos. El millón de vasos de leche, sólo existió en los sueños de los niños pobres de la capital que hasta ahora están esperando la leche prometida por el primer "alcalde socialista, marxista-leninista del Perú". Barrantes Lingán fue repudiado por la población, y al final de su gestión estaba obligado a salir a la calle con una docena de guardaespaldas para que lo protejan de la ira de los pobres de Lima. El mismo ejemplo de Barrantes aconteció en cualquiera de los municipios peruanos que en el periodo 1983-1986 estuvieron administrados por militantes de IU. Los alcaldes izquierdaunidistas, fueron despreciados por las masas y muchos de ellos acusados penalmente por robos, coimas y otros hechos de corrupción. El caso peruano que acabamos de narrar se repite en serie en casi todos los países latinoamericanos donde la izquierda ganó peldaños pírricos de poder, y donde adoptó la misma conducta mafiosa de aquellos que dirigen el Estado.

¿Avance o retroceso en el desarrollo del proceso social?

Equivocadamente se interpreta que la participación de la izquierda en las elecciones, o simplemente en los procesos electorales, ha sido y siguen siendo una expresión del avance político de las fuerzas sociales que luchan por el cambio social y la democracia. Se cree ingenuamente que los grupos de poder, que manejan férreamente el Estado, pueden dejar fuera de su control las elecciones y permitir que cualquier grupo o individuo, adquiera el derecho, vía elecciones, de administrar el Estado como mejor le parezca. Ni siquiera en los países desarrollados donde se piensa equivocadamente que los procesos electorales son puros y democráticos, se deja al libre albedrío de la "voluntad popular" el asunto de elegir tal o cual presidente, o tal o cual parlamentario. En estos países todo está bajo control, y las supuestas sociedades demoliberales ya no son tan democráticas como dice la propaganda occidental. Basta ver Italia, España y otros países, para comprender que los estados democráticos burgueses comienzan a ceder el terreno a los estados fascistas, policiales, corporativos y corrompidos. Bajo el errado criterio de relacionar elecciones burguesas a democracia, se han construido grandes castillos en el aire cuando algún candidato burgués con un discurso atractivo o algún conglomerado de izquierda (frentes amplios, coordinadoras electorales, etc.), ha logrado porcentajes importantes en las elecciones. Hace poco, revistas, diarios, y páginas Webs ligados a la izquierda latinoamericana, no escatimaron espacios ni halagos para referirse a los "triunfos históricos", de Lucio Gutiérrez en el Ecuador, o Lula en Brasil, y hasta Néstor Kirchner un peronista y representante de un sector de la gran burguesía argentina que logró ganarse los favores de una izquierda sin rumbo y lista para la colaboración.

Sin duda, Ecuador y Argentina, son ejemplos de actualidad que muestran por si solo lo lejos que está esta izquierda de una posición de clase y de verdaderas posiciones antiimperialistas. Su subjetivismo político, y su forma abstracta de ubicarse en la lucha cotidiana de las masas, las empuja cada vez más a una crisis total y definitiva. En noviembre del 2002, Lucio Gutiérrez, un ex coronel del ejército ganó las elecciones presidenciales en Ecuador. Este éxito electoral se debió al apoyo que recibió de las más importantes organizaciones populares de este país, y mismo de las organizaciones más radicales de la izquierda de Ecuador. En primera fila apoyando a Gutiérrez se ubicó el Partido Comunista Marxista Leninista del Ecuador (PCMLE), el Movimiento Popular Democrático (MPD), la Juventud Revolucionaria del Ecuador, la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) que se declara la "voz y el pensamiento de los pueblos indígenas" del Ecuador, el Movimiento de Unidad Plurinacional conocido con el nombre de Pachakutik y otras organizaciones. La promoción que hizo la izquierda ecuatoriana del triunfo electoral de Lucio Gutiérrez se resume en lo dicho por el periódico En Marcha vocero del PCMLE, que en un discurso que bien podría ser parte de una opera dedicada a la fantasía política, señaló lo siguiente:

"Se abre una nueva página en la historia del Ecuador. El triunfo de Lucio Gutiérrez en las elecciones del domingo 24 abre la posibilidad cierta del inicio de un periodo de transformaciones positivas para los pueblos del Ecuador. Las oligarquías y el imperialismo han sido derrotados y los trabajadores y pueblos del Ecuador han obtenido una trascendente victoria política, sin parangón en el pasado...Nuestro Partido, junto a las organizaciones integrantes de Unidad Popular, trabajamos desde la primera vuelta a favor de la candidatura de Lucio Gutiérrez y Alfredo Palacio, porque se gestó en medio de la lucha de las organizaciones populares que combatimos en contra del neoliberalismo y la corrupción, y, porque el programa por ellos levantado para enfrentar la actual crisis del país contiene elementos de contenido popular y de resistencia a la injerencia extranjera, aspectos que, para su cabal ejecución demandan la constitución de un gobierno del pueblo". (1).

A nivel internacional, principalmente en América Latina, la izquierda se contagió del subjetivismo de la izquierda ecuatoriana, y dijo que Gutiérrez "era símbolo de la esperanza popular", y que se "abría una nueva etapa en la lucha contra el imperialismo en Latinoamérica". ¿Y cuál han sido los resultados?. Inmediatamente que Gutiérrez puso el pie en palacio de gobierno, se olvido de sus aliados electorales provenientes de los sectores populares, y buscó un reconocimiento ante el gobierno americano y los grupos de poder de este país. Se alió a los banqueros y a la cúpula de las fuerzas armadas. Lucio Gutiérrez, no ha cumplido ninguna de sus promesas. Ha firmado un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), mediante el cual aplicará la receta americana en la economía de este país (privatización de las principales riquezas de Ecuador, incluido el petróleo, austeridad en los gastos del Estado, seguir con la dolarización, y otras medidas antipopulares). Incluso ha ofrecido la participación de las fuerzas armadas de este país para combatir a la guerrilla colombiana.

La izquierda argentina como parte del show de la moda Kirchner

La simpleza en el análisis de la situación social, es actualmente una particularidad de la izquierda latinoamericana. La argentina es otro caso, y la izquierda más radical cayó también en el hechizo del flamante presidente, que como en el Ecuador basto algunas semanas para mostrar que sus discursos eran taparrabo de una línea reaccionaria y proimperialista. La izquierda argentina, más cerca de los simbolismo arcaicos, que de la realidad, creyó que por que Néstor Kirchner invitó a Fidel Castro y a Hugo Chávez a la ceremonia de la toma del poder (mayo 2003), se tenía asegurado un gobierno "antiimperialista" y "tercermundista". La mayor parte de la izquierda argentina, no hizo ningún esfuerzo para oponerse al show mediático de Kirchner y por el contrario contribuyó a que el actual gobierno confundiera a las masas, que en su desesperación, vislumbran milagrosas soluciones a sus problemas sociales. La izquierda no tuvo ningún reparo en deslizar la idea, de que con Kirchner, era posible lograr algunos cambios favorables en el país y enfrentar al imperialismo, al Fondo Monetario Internacional (FMI) y corregir los males crónicos del Estado argentino. Así la izquierda sin remordimientos de ningún tipo afirmó que con la elección de Kirchner el "imperialismo había sido duramente golpeado". Otros, vieron en el retiro de 52 jefes de las fuerzas armadas y una reunión entre el presidente y las Madres de la Plaza Mayo (2), pruebas de que algo bueno estaba ocurriendo en las alturas políticas de este país. Tampoco faltó quien propuso materializar un "frente común" (al estilo leninista) con el gobernante argentino para "golpear a la oligarquía y al imperialismo y neoliberalismo". Y a reglón seguido un grupo de izquierda, creyó que había llegado el momento de colmar las expectativas populares, y en una "carta abierta al presidente Kirchner" le pedía aumento salarial, un millón de puestos de trabajo, reestatización del petróleo, el gas, no pago de la deuda externa, rompimiento con el Fondo Monetario Internacional, libertad de los presos políticos, etc. (3).

Como ya todos conocen, el presidente argentino firmó un acuerdo con el FMI por el cual se compromete a desangrar a los pobres de Argentina para pagar la deuda externa; los presos políticos siguen presos, y el cambio de mando en las fuerzas armadas no ha modificado en nada el carácter de guardia pretoriana de los militares. El hambre y la miseria siguen viento en popa. Ni los grupos de poder locales ni el imperialismo han sido golpeados. La cosa es tan desastrosa, que el mismo Partido Comunista de Argentina, al inicio bastante entusiasmado con Kirchner, se ha visto obligado a cambiar de rumbo. El sinsabor de los comunistas argentinos se expresa por boca de Patricio Echegaray, el más alto dirigente de este partido. La versión de Echegaray, es un valioso testimonio del drama de una izquierda zigzagueante y a la deriva: "De un día para otro se pasa de un tono violentamente anti FMI, a la firma de un acuerdo que es el más terrible que se ha firmado con el Fondo. Después de una serie de invocaciones patrióticas contra el Águila 3, se habla de la aprobación de la inmunidad, "de menor categoría", a las tropas yanquis. Mucho abrazo con Fidel y después designan un embajador en La Habana que hace declaraciones terribles contra Cuba. Las pantallas distractivas sobre la realidad de la crisis argentina no pueden funcionar eternamente. Y los shows mediáticos en los que se pretende mostrar como victorias las derrotas para la nación argentina, cuando ya se anuncia que no habrá, durante el 2004, aumentos para los trabajadores estatales ni para los jubilados, son maniobras de corto vuelo". (4).

Los hechos que acabamos de anotar, basta para ver claro que la conducta y acciones este tipo de izquierda, tanto en las elecciones o fomentado alianzas en la tenebrosas tinieblas de la reacción, no significa de modo alguno un paso adelante en el proceso de la revolución. Por ello decir que el éxito electoral de esta izquierda refleja un avance en el proceso de lucha de liberación, es una falta de comprensión de la realidad latinoamericana, y no se entiende la naturaleza de las grandes rebeliones populares de los últimos años, que como se conoce se han desarrollado al margen de los criterios políticos de la izquierda oficial. Esta forma de ver el proceso social y político, es una lectura al revés de la historia y de la lucha de clases. Esta simpleza en el análisis es insolvente y salta con garrocha elementos fundamentales que cualquier y el más simple criterio de la realidad política y social latinoamericana está obligado de tomar en cuenta.

Uno de estos elementos es percibir con objetividad la esencia y la naturaleza de clase del sistema electoral implantado en América Latina. Sobre este tema fundamental somos opuestos a una visión superficial de las elecciones controladas por los grupos de poder, hay que señalar que el sistema electoral en América Latina (elecciones presidenciales y parlamentarias, elecciones para alcaldes y regidores, plebiscitos, referéndum, y otros), es una caricatura del sistema electoral establecido por el liberalismo en Europa cuando aún era una fuerza política doctrinaria y coherente. En Europa el liberalismo impone su sistema de gobierno en medio de un largo proceso de lucha y revoluciones contra el absolutismo feudal y los poderes eclesiásticos. La contienda entre el liberalismo y el oscurantismo feudal se da en el terreno militar, y en el campo de las ideas, de la filosofía, del derecho, de la ética, la moral y en todo lo que envolvía el pensamiento humano. Como anota Marx, Camilo Desmoulins, Dantón, Robespierre, Saint-Just y otros, junto a los partidos y la masa de la antigua revolución francesa, cumplieron la misión de su tiempo: hacer "añicos las instituciones feudales e instaurar la sociedad burguesa moderna" (5). En América Latina, las ideas liberales llegan en retazos y son importadas juntos con los soldados a sueldo que vienen del viejo continente a luchar contra el dominio español. Si en Europa se liquida las instituciones feudales para establecer la sociedad burguesa, en América Latina, es diferente y se unifican los intereses de feudales y terratenientes con los intereses de una burguesía inculta y dependiente completamente de las potencias extranjeras. La versión latinoamericana del liberalismo, que desde la instalación de las primeras republicas (1820), deja al descubierto su grotesca imitación del liberalismo europeo del siglo XVIII y XIX, se amalgama con las ideas absolutistas y trazadas de terratenientes, gamonales, representantes de la iglesia católica, caudillos inescrupulosos, dictadorzuelos militares y toda suerte de aventurero político. De esta mezcla surge una "doctrina" para el saqueo, el robo, la trampa, la coima y la corrupción general en los asuntos del Estado. Es este el cuadro donde se fundan los lineamientos del sistema electoral que funciona hasta ahora en Latinoamérica.

Así mismo, para adoptar una posición correcta frente al sistema electoral y sus mecanismos de elecciones, es bueno tener en cuenta la naturaleza del Estado que controla e impulsa los procesos electorales. Hay, por lo menos dos características principales que rodean este tipo de Estado. La principal se refiere a que este Estado (supraestructura política) se erige sobre un sistema económico dependiente, en crisis y en bancarrota. Desde sus orígenes (primeros años del 1800), atraviesa un proceso de descomposición y jamás ha podido administrar completamente un país. Su afán ha sido el robo y el saqueo. Otra de las características es que estos estados, en poder de dos clases decadentes y parasitarias (burgueses y terratenientes), sirven exclusivamente a los grupos de poder y al imperialismo. Estas clases que jamás les ha importado el desarrollo económico y social del país, y menos de sustentar por lo menos un incipiente sistema democrático burgués. Su dependencia es absoluta de las potencias extranjeras. Estas clases, ideológicamente y por el manejo mafioso del Estado, están hundidas en un acelerado fenómeno de lumpenización política. Esta lumpenización, se expresa en la calidad de los gobernantes, y el uso que dan al Estado. En casi todos los países latinoamericanos, los grupos que se turnan en el poder, toman el Estado como si tratara de un botín. La crisis de la sociedad y del Estado oficial es tan profunda en Latinoamérica, que ladrones, criminales, payasos y toda suerte de malandrín tiene el camino libre para pretender la presidencia de un país. En Perú por ejemplo, Alberto Fujimori, o Alejandro Toledo, o Alan García Pérez, son algunas de las últimas muestras del fenómeno de lumpenización en las elites dirigentes y en el Estado.

Partiendo de esta verdad objetiva, y de los acontecimientos históricos cotidianos, ¿por qué habría que pensar que el sistema parlamentario en esta parte del continente americano es expresión de libertad y democracia?. ¿Por qué hay que pensar que una elite lumpenizada, que actúa corrompidamente y sin ningún escrúpulos en el manejo del Estado, va ser partidaria de la democracia y que sería capaz de respetar la voluntad del pueblo, como fue uno de los principios teóricos del liberalismo en su nacimiento?.

Notas:

  1. En Marcha, 27 de noviembre 2002. Vocero del Partido Comunista de Ecuador.

2. "Carta abierta a las madres de Plaza Mayo" (Argentina) es una excelente crítica política del Grupo de Propaganda Marxista (GPM) publicado en setiembre 2003, donde se anota la forma en que las valerosas madres de Plaza Mayo fueron materia de una grosera manipulación por el actual gobierno de este país. El grupo GPM da cuenta de las declaraciones de de la señora Antokoletz (dirigente en 1982 de las madres de Plaza Mayo) donde afirma con coraje el uso político y demagógico de los desparecidos y el problema de las elecciones. El texto de sus declaraciones es el siguiente: "El problema más importante del país no es el de los desaparecidos. El problema más importante es el problema económico. Y yo no creo que tenga solución viendo la manera como ha sido encarado y como se viene encarando. Yo no creo que los partidos que prometen hacer algo lleguen a hacerlo. Ahora se está hablando mucho de las elecciones; junto a otras Madres tuve oportunidad de entrevistarme con muchos políticos de distintos partidos; he oído lo que dicen y he visto lo que hacen. Y si ahora me preguntan a quién voy a votar, yo les digo que no sé a quién voy a votar".

3. Partido de la Liberación de Argentina –PL-, "Táctica flexible y Ofensiva", publicado en Liberación de junio 2003. Liberación es el vocero del PL.

4. Entrevista a Patricio Echegaray, secretario general del Partido Comunista. Publicado en la revista Nuestra Propuesta, número 521.

5. Carlos Marx, El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, 1885.

CAPITULO IV

BOLIVIA: ¿A QUIEN BENEFICIO LA REBELION POPULAR?.

No hay mejor forma de tratar un tema en debate que recurrir a la experiencia y al desenvolvimiento de la actual lucha de clases como pruebas de lo justo de la idea en discusión. Ahora tomamos como referencia la extraordinaria rebelión del pueblo boliviano de octubre para seguir el desarrollo de este análisis en torno a la conducta política de la izquierda latinoamericana y su complicidad con los grupos de poder y el imperialismo. Una vez más la experiencia es implacable y resuelve las interrogantes planteadas en torno al desarrollo del proceso social y su desenlace revolucionario. En Bolivia se prueba una vez más que las masas a pesar de todo su heroísmo y sacrificio no podrán coronar en victoria ninguna de sus luchas mientras estén dirigidas por partidos y organizaciones políticas no proletarias que parasitan en los movimientos espontáneos de las masas y en el atraso político de los trabajadores. En Bolivia se confirma lo que señalamos en la primera parte de este artículo (setiembre 2003) que: cada cosa que hace o dice la izquierda latinoamericana sirve solamente para mostrar su ineptitud frente al desarrollo de la lucha social y si estalla una rebelión popular se monta en la ola rebelde, no para darle orientación revolucionaria, sino más bien para conminar a las masas a tomar el camino de la legalidad burguesa. Exactamente lo que ha ocurrido en Bolivia.

En plena rebelión popular, Evo Morales, uno de los dirigentes del movimiento buscó que orientar la lucha hacia una solución negociada con las clases que detentan el poder del Estado. Su planteamiento no fue más allá de sugerir medidas para reforzar el "orden constitucional" y demás instrumentos del Estado. Para ello esbozó la propuesta de convocar a una Asamblea Constituyente controlada, según él, por el poder judicial que en Bolivia, Perú, Ecuador o en cualquier otro país latinoamericano es apenas un antro de corrupción al servicio de los grupos de poder. Felipe Quispe, otro de los líderes de los pobres de Bolivia, propuso la formación de un gobierno provisional encabezado por el vicepresidente de la República. Ambos planteamientos, tanto el de Morales como el de Quispe, no significó otra cosa que desviar la furia popular hacia el terreno de la legalidad impuesta por el Estado reaccionario de este país.

La solución negociada y legalista predicaba por Evo Morales y Felipe Quispe, se inscriben únicamente en esa corriente política pequeño burguesa que actualmente invade América Latina cuyo eje fundamental de acción es el parlamentarismo y la defensa velada del sistema de opresión. Sus proyectos "nacionalistas", y "revolucionarios", trazados en función de ficticias reformas en el Estado opresor y sin perjuicio de los intereses de los grupos de poder locales ni del imperialismo, nada tienen que ver con una verdadera lucha revolucionaria por el socialismo. La posición de estos dirigentes está determinada por sus objetivos políticos (salvar la caída del Estado) y sus ambiciones de carácter electoral. Por ello, fueron las propias masas (protagonistas de la rebelión popular) las que con prontitud percibieron esta tendencia en los acontecimientos de octubre, y en el calor del combate, tanto Evo Morales como Felipe Quispe (ambos miembros del parlamento), fueron denunciados de tomar la gran rebelión popular de octubre como parte de sus cálculos electorales futuros. Así para Toribio Hinojosa, dirigente de los trabajadores de la Caja Nacional de Salud, Morales y Quispe estaban pensando equivocadamente en las elecciones municipales que se realizará a fines del 2004. "Estos partidos no creen en un cambio radical del sistema. Por eso, por ejemplo, el sector de Evo aún no ingresa en el conflicto, está haciendo cálculos electorales". Por su parte el maestro Teodomiro Herrera afirmó, que la "egoísta disputa" del Movimiento Al Socialismo (MAS) de Evo Morales y el Movimiento Indígena Pachacuti (MIP) de Felipe Quispe "por ganar votos para las elecciones" es una de las trabas fundamentales que no permite la lucha unitaria". (1).

Los acontecimientos posteriores, y la forma en que se negocio el fin de la rebelión popular, muestra dramáticamente que las masas pobres, que entregaron más de 80 hijos del pueblo asesinados por el ejército y la policía, han sido nuevamente estafados y conducidos al matadero de burgueses y terratenientes. Es equivocado como dicen algunos que con la rebelión boliviana, se logró "vencer al imperio mejor armado del mundo" y que esta batalla significa un "triunfo irreversible", y "un viaje sin retorno". Lo más positivo en esta lucha, no es haber detenido momentáneamente la venta del gas, sino más bien su constatación de que cambiar a un presidente burgués por otro de la misma calaña, no resuelve en nada sus problemas económicos y sociales históricos. Esta bien mantener el optimismo revolucionario al tope, pero en política lo más aconsejable es tomar con seriedad la realidad de los hechos, antes que nuestros propios deseos. Contar historias fantasiosas o distorsionar la realidad, no contribuye en nada al avance de lucha de los oprimidos, y por el contrario sirve para camuflar a quienes se montan en la ola rebelde para subastar y traicionar la lucha popular.

La caída y fuga a los Estados Unidos del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada no ha cambiado en nada la naturaleza reaccionaria del sistema y del Estado Bolivia. Los grupos de poder (la burguesía y los terratenientes) siguen controlando el Estado, las fuerzas armadas y los tentáculos del imperialismo se mantienen intactos y se alistan a seguir aplicando sus planes antipopulares y represivos. Como ya lo han dicho los trabajadores bolivianos, el cambio de mando a manos del vicepresidente Carlos Meza, viene a ser la "misma chola con diferentes pollera". Los hechos no se han demorado para demostrar que el gobierno, producto de la rebelión no se diferencia en nada del anterior. Así cuando aún está fresca la sangre vertida por los trabajadores, Carlos Mesa, el nuevo presidente boliviano (instalado el 17 de octubre) ha dicho que "no se apartará ni un milímetro de la línea del Fondo Monetario Internacional (FMI) y dará continuidad a las políticas económicas y fiscales emprendidas por su antecesor el ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada.". (2). Como informa un medio de comunicación boliviano bien enterado; "tras posesionar a un gabinete de "tecnócratas neoliberales", el gobierno de Mesa se ha comprometido públicamente a cumplir estrictamente los acuerdos establecidos con el Fondo Monetario Internacional (FMI), a suscribir hasta fin de año un Tratado de libre comercio con Chile, a impulsar la exportación de gas a Estados Unidos, a revisar la Ley de Hidrocarburos en acuerdo con las transnacionales que operan en el país y a no interrumpir la política de erradicación forzosa de coca en el Chapare’. (3) En el mismo tono el ministro de Hacienda Javier Cuevas (*1) aseguró que se dará estricto cumplimiento a los programas suscritos con el organismo internacional (FMI), "para que Bolivia siga recibiendo dinero de esta institución" como dijo en tono de argumento inapelable.

Estrategia para desactivar la explosión social

La rebelión boliviana ha mostrado como ningún otro movimiento latinoamericano, que desviar una rebelión popular y conducirla al campo de la legalidad burguesa no constituye un error político de los dirigentes, sino una forma conciente y planificada de actuar en el seno de las masas pobres, cuyos representantes constituyen una línea política contraria a la revolución. La acción de los que adhieren esta línea tiene magnitud estratégica y en política actúan como válvula de escape de la explosión social. Utilizan diversos subterfugios para oponerse a la lucha de los trabajadores, y cuando ya no pueden hacer nada para detenerla, se montan en ella para convertir la rebelión popular en un movimiento mendigante y negociable con los representantes del Estado. En Bolivia la lucha también fue espontánea, y los dirigentes que se mantuvieron alejados al inicio de la explosión social aparecieron después como propiciadores de la negociación de la rebelión. Cuando estalló la lucha Evo Morales estaba de gira por Europa y como denunciaron los trabajadores ni Morales ni Quispe "bajaban a las bases desde hace un año cuando estaban en campaña electoral". (*2). El carácter espontáneo de la lucha y la perniciosa actitud que asumieron los dirigentes, fue percibido con claridad por los trabajadores que en su momento señalaron que, "ningún líder ni ningún partido político dirigió este levantamiento popular. Ni Evo (Morales) ni Felipe (Quispe) ni nosotros encabezamos la rebelión…Los trabajadores bolivianos, desde abajo, fueron los que echaron a patadas del poder al asesino de 'Goni' (Gonzalo Sánchez de Lozada). Nadie, individual y partidariamente, se puede adjudicar el liderazgo de este conflicto. ! Nadie ¡". (4).

La estrategia para desactivar la rebelión popular no sólo se restringe a detener la lucha en el momento de la explosión, sino también a influir para que las masas crean, como los creyentes en Cristo, en que es posible dentro del orden burgués y sin cambiar absolutamente nada, lograr satisfacer las expectativas reivindicativas de los oprimidos. Es en esta dirección que se han dirigido los discursos y acciones de los más conocidos dirigentes populares de Bolivia durante y después del desarrollo de la lucha boliviana. Por ejemplo, Evo Morales después de concluida la rebelión, declaró su confianza en que el nuevo presidente "rompa con el neoliberalismo y modifique varias leyes que sustentan el modelo". Como da cuenta Tom Lewis en su artículo "Bolivia: ¿ahora qué? (5) el Movimiento al Socialismo (MAS) "afirmó en su página Web que "un 80 por ciento del mensaje del [nuevo] presidente ha sido mensaje del MAS, y que ahora [los líderes del MAS] esperan que Carlos Mesa de los dichos llegue a los hechos". En la misma dirección política se ha pronunciado Felipe Quispe, quien señaló; "Muy bien ahora vamos a ver lo que ocurre con el Congreso. Asumiendo el vice, trataremos de negociar". (6). Y como premio consuelo advirtió que pasada la tregua de 3 meses volverían a las movilizaciones para echar abajo al nuevo presidente en el caso que no cumpla con revolver los 72 puntos exigidos por la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia. La misma posición fue adoptada Juan Gabriel (diputado y dirigente del Movimiento Indígena Pachacuti –MIP-), señalando que "No es momento de amenazas ni de dar plazos al presidente Carlos Mesa, porque el país necesita un respiro, necesita un tiempo (...) Dejémoslo trabajar, yo diría que todos los parlamentarios, todos los dirigentes estamos en la obligación de dar un hombro, una manito". (7).

Breves conclusiones, y la tarea fundamental

Antes de cerrar esta nota de revisión sumaria de los acontecimientos en la rebelión de Bolivia, queremos formular algunos puntos de vista que consideramos esenciales para continuar la discusión en torno al futuro de la lucha popular en América Latina. Los pueblos latinoamericanos atraviesan una situación revolucionaria en desarrollo desigual. Las causas fundamentales de este fenómeno inherente a los sistemas sociales de explotación son; por un lado el hambre, la miseria y la desigualdad que cada vez es peor, y por otro, la descomposición del Estado y de las élites dirigentes. En este panorama de crecimiento de la extrema pobreza y de la represión, las sublevaciones y rebeliones espontáneas seguirán manifestándose como expresión directa de la agudización de la lucha de clases. ¿Qué hacer en esta situación?. La tarea fundamental y decisiva es dotar a los trabajadores de un auténtico partido revolucionario que sea capaz de ponerse al frente de las masas oprimidas y conducirlas a la conquista del poder del Estado. Como lo señalara Carlos Marx; la revolución es un acto supremo de la política, y que querer hacer la revolución es querer tener el medio para hacerlo (el partido, ejército y frente único de clases) y esto decía él, conlleva como requisito fundamental, proporcionar a los obreros la educación política para la revolución, "sin la cual los obreros, al día siguiente después de la lucha, serán siempre víctimas del engaño". (8). Por su parte Lenin analizando los acontecimientos de la insurrección de diciembre de 1906 en Moscú, señaló que es un error no explicar a las masas, la "necesidad de una lucha armada intrépida e implacable" para coronar en victoria la lucha de los oprimidos, y que "ocultar a las masas la necesidad de una guerra encarnizada, sangrienta y exterminadora como tarea inmediata de la acción próxima es engañarse a si mismo y engañar al pueblo". (9).

Lo dicho por Marx y Lenin, que hemos reproducido no son palabras en el aire y se relacionan a las preguntas más corrientes que los trabajadores bolivianos se hicieron durante la rebelión de octubre. No faltaron algunos, que basados más en su instinto de clases que en su formación teórica, se reformularon la interrogante de ¿qué hacer para refundar el país?, y si ¿la toma del poder debe ser por vía armada o pacifica?. (Econoticias Bolivia, 6 de octubre 2003. Y son estas interrogantes las que resumen en forma brillante las perspectivas de una verdadera confrontación antiimperialista y lucha por el socialismo. En Bolivia las masas no han estado totalmente despistas, y aunque en forma incipiente se han planteado cuestiones de fondo de la revolución proletaria. Las masas han visto de cerca y han palpado con sus propias manos, que el asunto de la revolución es una asunto demasiado serio para dejarlo en manos de caudillos y falsos revolucionarios. Han experimentado una vez más, que mientras no luchen en forma diferente para liquidar el Estado y sus instrumentos de opresión (el parlamento, el poder judicial, las fuerzas armadas, etc.), ninguna de sus valerosas acciones servirá para modificar su miserable existencia y menos para defender los recursos naturales del país.

Notas:

1. Bolivia 5 de octubre 2003, tomado de la revista La Fogata de México.

2. Econoticias Bolivia, 21 de octubre 2003.

3. Econoticias, 24 de octubre 2003.

4. Jaime Solares, secretario Ejecutivo de la Central Obrera boliviana (COB), Ampliado Nacional, octubre 2002, tomado del artículo de Miguel Pinto, Los yerros de la rebelión del altiplano.

5. Revista Rebelión 27 de octubre 2003,

6. Felipe Quispe, 21 de octubre 2003. Revista Rebelión.

7. Econoticias, 24 de octubre 2003.

8. Carlos Marx, Sobre la acción política de la clase obrera, 21de setiembre 1871.

9. Lenin, Las enseñanzas de la insurrección de Moscú, agosto 1906.

(*1). Javier Cuevas, es asesor económico desde hace muchos años de la Confederación de Empresarios Privados de Bolivia. Se declara partidario de cumplir las "metas" requeridas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), y de restringir al máximo los gastos del Estado para cancelar la deuda externa. Según él lo más viable para la economía boliviana es reducir el gasto público con una política de austeridad, y por ello no habría recursos para atender nuevas demandas sociales planteadas por las organizaciones sociales y laborales que se movilizaron desde septiembre. Javier Cueva como el actual presidente, son partidarios, y así lo han dicho que el gobierno seguirá en la ejecución del proyecto para vender el gas boliviano. Hay que recordar que el proyecto de la venta del gas es resulta de una de las condiciones del FMI para seguir entregando dinero al Estado boliviano. Este proyecto debe iniciarse en el 2004 y debe quedar concluido en 2007.

(*2). En nombre de los maestros rurales, Teodomiro Herrera, afirmó que Evo Morales y Felipe Quispe hace un año que no bajan a las bases. "Cuando estaban en campaña electoral, todos los días venían a nuestras organizaciones. Ahora parece que los 20 mil bolivianos (más de 2.500 dólares) que ganan en el Parlamento, los ha cambiado. Ya no nos tiran pelota (no nos hacen caso). ¡Si el lunes 6, Evo (Morales) no se suma a la lucha, debe ser visto como un traidor!". (Ampliado Nacional de Emergencia de la Central Obrera Boliviana

(COB), viernes 3 de octubre 2003).

CAPITULO V

EL ESTADO SAGRADO EN AMERICA LATINA

Frente a la profunda crisis y descomposición del Estado, los líderes de la mayor parte de la izquierda latinoamericana no se han ahorrado un hermoso discurso para proclamar sus propósitos políticos de establecer órganos de poder popular "desde las bases" como alternativa a la inoperancia de las clases sociales en el poder. En apariencia, esta propuesta parece un extraordinario planteamiento para resolver de un tajo y para siempre todos los males que aquejan a los oprimidos, pero si se observa con rigor y seriedad, se verá que esta consigna, por razones de concepción estratégica propia de una revolución socialista, no corresponde a las verdaderas intenciones políticas de estos dirigentes. Se dice también en rebuscada prosa que una "salida revolucionaria a la crisis del sistema", implica un gobierno provisional de los trabajadores salido del vientre de una asamblea constituyente. Como parte de esto, exigen "democratizar el Estado", "cambios de "estructura" del sistema de poder, o en forma más audaz reclaman la movilización popular para construir un "nuevo" Estado. Pero lo que parece hermoso en la consigna panfletaria, no es tan lógico en los hechos concretos de la política en tanto no se plantean ni por asomo cuestiones fundamentales de la lucha social por el poder.

En la situación de explosión social que atraviesa América Latina, estas fórmulas para resolver el problema de los pobres, en apariencia revolucionarios, son simples fantasías políticas cuyo propósito principal es engatusar a las masas oprimidas y dar un "soplo divino" al Estado que tiene graves dificultades para mantenerse en pie por si mismo. Por ejemplo, Evo Morales, el líder del Movimiento al Socialismo (MAS), cuando estalló la rebelión popular en octubre pasado en Bolivia, se encontraba en Europa (Suiza), participando en una conferencia internacional. Regresó apresuradamente a su país, pero no para fortalecer la lucha popular, sino para desviarla de su camino y conducirla al matadero de burgueses y terratenientes de este país. Morales se puso a la cabeza de la propuesta de una "Asamblea Constituyente" para resolver la crisis boliviana.

En diciembre del 2001, la Argentina fue convulsionada por una espectacular movilización popular. Ahí en el calor de la lucha las masas levantaron la consigna "que se vayan todos, que no quede ni uno sólo", y como hongos se multiplicaron las Asambleas Populares que algunos grupos de izquierda identificaron con un poder popular de base que hacía parte de una "situación revolucionaria" que concluiría en la toma del poder como en octubre de 1917 en Rusia. Sin embargo, nadie de los que debieron irse se fueron, y ahora en forma renovada todos los causantes de la ira popular siguen ahí prendidos de la ubre del Estado. El cambio de gobierno no ha significado nada positivo para las masas populares.

En Ecuador (enero 2000) en los momentos más extremos de la crisis social, los trabajadores dieron origen al gobierno de "Salvación Nacional" con participación popular y militares "patrióticos y progresistas". Se organizaron los "Parlamentos Populares", y se hizo creer a las masas que ya estaban gobernando el país. Sin embargo, el gobierno de "salvación nacional", no sirvió para salvar del hambre y la miseria a los pobres, sino más bien para reflotar el Estado opresor que se venía abajo. En Bolivia, en pleno desarrollo de las magnificas luchas populares de octubre (2003), algunos vaticinaron una "salida revolucionaria" a la crisis mediante un "gobierno provisional" de los trabajadores. Cayó el gobierno y algunos dirigentes sindicales exigieron un "co-gobierno", con los nuevos administradores del Estado. Al final fueron los mismos dirigentes que habían hablado de poder popular y que anunciaron el "fin del neoliberalismo" en Bolivia, los que hicieron virar a las masas hacia una solución negociada con el Estado. Finalmente se impuso una salida "constitucional" a través de la convocatoria a una Asamblea Constituyente (ofrecimiento del actual presidente), y como en el cuento que ya conocemos hasta el cansancio, en Bolivia nada ha cambiado para masas hambrientas.

¿Qué es eso de plantear las consignas al margen de cuestiones fundamentales de la lucha de clases y del Estado? El pretender un "gobierno de todo el pueblo", sin antes liquidar el Estado y los instrumentos de opresión (fuerzas armadas, fuerzas policiales, grupos paramilitares, etc.) no es solamente un planteamiento subjetivo sin ningún fundamento teórico, sino más bien una táctica configurada en beneficio de la burguesía y el imperialismo. En todo caso, y en esos no hay dudas, esta forma de ver el cambio social sirve objetivamente a los grupos de poder y a las potenciales mundiales. No es posible seguir creyendo ingenuamente que estos líderes y organizaciones políticas que hacen gárgaras matinales con la palabra revolución, pero que su esfuerzo mayor es boicotear desde dentro las rebeliones populares, no actúan concientemente en contra de una salida revolucionaria a la profunda crisis latinoamericana.

Esta forma de actuar bastante efectiva para detener o hacer fracasar las explosiones sociales tiene por lo menos tres objetivos concretos:

1) Desviar la atención de las masas respecto a cuestiones fundamentales de la revolución y la lucha de clases. Se oculta por ejemplo, que en América Latina o en cualquier otro país del mundo (pobre o rico) si en verdad se quiere cambiar la actual situación de oprobio y explotación se tiene que contar (a decir de la ciencia marxista) con los tres instrumentos fundamentales de la revolución: partido, ejército y frente único de clase, además de una correcta línea política y una clara y científica estrategia de poder.

2) Conducir a las masas a una derrota política segura, y apartarlas de una verdadera movilización popular que culmine en la destrucción del Estado, y del sistema de opresión.

3) Oxigenar, no importa que sea por poco tiempo, el sistema y el Estado que sobreviven dentro de un proceso de crisis y descomposición general.

Un ejemplo actual de esto último se ha podido observar en las recientes rebeliones populares en América Latina (Ecuador, Argentina, Bolivia, etc.). Ahí los estados y las clases opresoras se encontraban en el nivel más agudo de la crisis económica, social y política y que gracias a la salida electoral (recambio en el gobierno y el ofrecimiento de una asamblea constituyente) les dio el respiro necesario para planificar un reacomodo en el poder del Estado, y hacer retroceder las movilizaciones populares.

En la etapa actual, cuando América Latina, es una bomba de tiempo, y que en cualquier momento la "chispa puede encender la pradera", hablar demagógicamente de revolución, poder popular, y de socialismo sin afectar el poder central de burgueses y terratenientes, resulta una eficiente catarsis social dirigida a desactivar las cargas explosivas en el terreno social. Pretender liquidar el hambre y la miseria de los pobres sin tocar ni con "un pétalo de rosa" al Estado, es algo parecido a las plegaria de los curas que piden paz en la tierra y concordia entre ricos y pobre. Decirles a las masas que pueden lograr una vida mejor sin arrasar los intereses de las clases opresoras, es con toda seguridad un discurso bíblico que amolda la conciencia de las masas al gusto e intereses de los grupos de poder y del imperialismo. Es inimaginable, un "poder popular" si antes no se derrota, tanto en el terreno político como en el militar, a las clases opresoras del país, y sus aliados internacionales (potencias imperialistas). Al margen de esta verdad, cualquier planteamiento que se refiere a luchar para liberar a las masas sin tener en cuenta el rol del Estado en la sociedad dividida en clases sociales, bien habría tenido valides hace 3 mil años (1) cuando el Estado no existía y los pueblos se autogobernaban en Asambleas del Pueblo o en Consejos de Ancianos, pero no ahora que los Estados son maquinas infernales de aplastar, oprimir y reprimir violentamente cualquier expresión de voluntad popular surgida libremente de la sociedad.

Que nadie piense que la gran burguesía y los terratenientes, además del imperialismo, van a ceder voluntariamente y en forma pacifica el poder político y económico a las masas populares. Ninguna clase social opresora, así lo confirma la historia social, abandona el poder si antes no es derrotada completamente en el terreno militar y político. El cambio histórico de una sociedad a otra, no se realiza por cuestiones de carácter moral, ético, humanista o religioso, sino más bien por la contienda en torno a intereses económicos, sociales y políticos propios de las clases que componen una sociedad determinada. El marxismo enseña con precisión, que la historia de la humanidad, desde la destrucción del régimen de la comunidad primitiva, es la historia de la lucha de clases. El esclavismo fue sepultado sólo cuando los esclavos se levantaron en armas contra los grandes imperios esclavistas. La feudalidad sólo fue liquidada como sistema cuando los siervos armados lucharon por su libertad. El sistema capitalista, solo será reemplazado por el socialismo cuando la clase obrera, como en Rusia en 1917 y en China en 1949, se organice en su propio partido revolucionario y se plantee decididamente dirigir una guerra de clases (en alianza con otras clases oprimidas) que culmine en la derrota definitiva de los grupos de poder y del imperialismo.

Pensar que un Estado opresor y reaccionario, puede modificar su esencia y naturaleza de clase y girar hacia posiciones del bien popular, es una propuesta política bastante de moda en los ambientes de la izquierda ligada a las grandes organizaciones no gubernamentales (ONG), en las organizaciones políticas de la socialdemocracia europea, y en los partidos que falsamente se consideran "marxistas-leninistas". Esta idea, como error político (ir a la derecha por problemas de conocimiento) o por convicción ideológica (posición de derecha disfrazada de izquierda) resulta uno de los planteamiento más reaccionario de la época actual en el seno de las masas pobres de América Latina y de otras partes del mundo. Este planteamiento, divide con una simplicidad aberrante el sistema imperialista mundial entre potencias "buenas" y potencias "malas", o que plantean "relaciones e intercambio económicos de igualdad entre los países del sur y del norte" (igualdad entre pobres y ricos), o que piensan que es una disyuntiva revolucionaria y antiimperialista favorecer el MERCOSUR o el Pacto Andino (organismos comerciales de los grupos de poder latinoamericanos), o que plantean la unidad de los pueblos de América Latina en base a la reunión de gobernantes sátrapas y proimperialistas sin considerar para nada el problema político de clase. Y que creen además que los estados en bancarrota pueden "hacer reformas" (cambios "estructurales") que conlleve a una equitativa distribución de las riquezas de un país.

El Estado y sus formas de organización

La campaña que se hace en los países pobres (con espectacular rebote en las matrices imperialistas) para resolver los problemas de los pobres dejando intangible el Estado y las clases que detentan el poder, es en si mismo, una estafa a las masas y un estrategia moderna para retrazar el curso ascendente del proceso revolucionario. En base a esta propaganda, cargada de ideología burguesa, se han interpretado incorrectamente algunos acontecimientos políticos en América Latina, los mismos que han sido presentados como avances en la lucha de liberación y antiimperialista. Por ejemplo, Lula ganó las elecciones en Brasil y ahora es presidente de este país. Muchos pensaron que un dirigente sindical en el poder era suficiente para llevar este país por el camino de los cambios y de la lucha antiimperialista, y por que no socialista. Algunos dijeron, que con Lula América Latina dada un giro histórico y definitivo en la lucha de liberación.

Desde su campaña electoral ofreció eliminar el hambre y la miseria en este país y esbozó su programa denominado "hambre cero" pero sin embargo las masas siguen muriendo de hambre como en el pasado. Lula se declara antiimperialista, pero sin embargo paga religiosamente la ilegal deuda externa y permite que las grandes transnacionales sigan saqueando las inmensas riquezas de Brasil. Se autoproclama contra el neoliberalismo, pero sin embargo la clase obrera y el campesinado siguen sometidos a un brutal sistema de explotación capitalista y semifeudal. Declara ser partidario de la democracia, pero sin embargo desde que asumió el gobierno las fuerzas policiales y militares (de los cuales Lula es el jefe supremo) han asesinando a más de 50 trabajadores (la mayoría campesinos) por el hecho de protestar contra la injusticia en este país. Lula dijo que resolvería el problema de la violencia contra las masas pobres, pero sin embargo los grupos paramilitares de los terratenientes y propietarios de tierras siguen controlando cientos de grupos paramilitares que en complicidad con la policía y las autoridades del Estado han asesinado a decenas de pobladores y campesinos sin tierra. La misma comparación es válida para los gobiernos de Argentina y Bolivia, que sin ningún razón válida han sido rodeados de una aureola de antiimperialistas, democráticos y antineoliberales.

Tomar Brasil como ejemplo facilita una breve explicación sobre el problema del Estado y las formas de su organización. Lenin decía que la comprensión del Estado, era una "cuestión básica y fundamental de toda la política de clase", (2) y que la posición que se adopte frente a este problema define en gran parte la cuestión de la revolución proletaria.

¿Y qué es lo que determina el contenido de clase de un Estado? El marxismo enseña "que la clase dominante en el terreno económico es también la fuerza dominante en el terreno político". Entonces lo determinante en el contenido de clase de un Estado, no son las cuestiones raciales, culturales o los rasgos personales de los lideres políticos. Que sea presidente un obrero, un campesino, un indio o un rubio, resulta un factor sin ninguna validez en la formación y naturaleza clasista del Estado. Lo determinante y fundamental es el lugar que ocupan las clases dentro del proceso de producción de bienes materiales.

En otras palabras, el Estado pertenece a la clase o a las clases sociales que son propietarias de las fábricas, los bancos, los grandes comercios, las mejores tierras de cultivo, y otras riquezas de un país y que imponen a la sociedad un modo de producción determinado por sus intereses. Así para la teoría marxista el Estado es ante que nada una categoría histórica social, cuya esencia y naturaleza de clase esta determinada por la base económica en el que se constituye y se desarrolla. Además, como dijo Lenin, el 'Estado es una maquina para mantener el dominio de una clase sobre otra" (3). Volviendo al caso de Brasil, habría que preguntarse ¿quiénes son las clases que controlan actualmente el Estado de Brasil? ¿Serán los trabajadores del Partido de los Trabajadores (PT) que apoyaron la candidatura electoral de Lula, o tal vez los campesinos del movimiento sin tierra, que también votaron por el actual presidente? Para acertar en la respuesta y buscar una solución simple a este problema, lo más conveniente es recurrir a la regla (ley del desarrollo histórico del Estado) respecto a quien controla la economía controla el Estado. En resumen, los dueños de las riquezas son también los dueños del Estado. Entonces, por deducción lógica, no cabe la menor duda que los propietarios del Estado que ahora administra Lula, son los mismos grandes burgueses y terratenientes que desde centenas de años controlan este país. Lula y su supuesto gobierno popular no ha cambiado absolutamente nada en este terreno. El Estado en Brasil sigue bajo el control absoluto de los grupos de poder y del imperialismo. Que Lula hable de revolución, de antiimperialismo, o de antineoliberalismo, es parte del juego político que le conviene ahora a la burguesía, y que en lo inmediato sirve como elemento de una estrategia de largo alcance para manipular y confundir a las masas pobres de este país.

Sistema de gobierno: la misma "chola con diferente pollera"

El marxismo enseña también, que una cosa es el tipo de Estado y otra el sistema de gobierno en el que se organiza la clase que controla el poder del Estado. No hay que creer que la esencia de clase de un Estado se define por el tipo de gobierno (republicano, democrático, tiránico, militar o civil) o por los discursos de los gobernantes. Un gobierno puede autocalificarse de socialista, populista, democrático, o como quiera, pero no por eso el Estado cambia su contenido de clase.

Para mencionar algunos ejemplos: El régimen actual de China se llama socialista y comunista, pero el Estado chino es tan capitalista y reaccionario como cualquier país asiático de la orbita imperialista. Un poco antes, la Unión Soviética (URSS) se llamaba socialista después de 1956, pero su política nacional e internacional, era tan reaccionaria como la de los Estados Unidos. Así también en 1968 la dictadura militar en Perú, encabezada por el general Velasco Alvarado le gustaba llamarse un gobierno "de participación plena", "socialista", "no comunista ni capitalista" (ni hembra ni macho), pero sin embargo el Estado peruano (clasista y represivo) nunca dejo de pertenecer a los grandes burgueses y terratenientes de este país.

Si se quiere ir más lejos, se puede ver que desde hace más de 190 años los gobiernos de América Latina se llaman "democráticos" y se dicen representantes de un "Estado de Derecho", que nunca ha existido.

El Estado, cualquiera sea la forma que adopte (república democrática, monarquía parlamentaria, dictadura militar, o dictadura civil, etc.) no pierde se naturaleza de clase y su carácter de maquinaria al servicio de la clase que controla el poder. El Estado puede adoptar diversas formas de gobierno, pero lo que no cambia es su esencia de clase. Este fenómeno viene desde la antigüedad. En el Estado esclavista ya se encuentran diferentes formas organizativas de gobierno. Dependiendo de los países y de la época había gobiernos monárquicos, república, y otros. Lo mismo fue en la época feudal y lo mismo sigue siendo en la actualidad.

Según el marxismo, las formas de gobierno dependen de las condiciones sociales y políticas propias de cada país, pero lo más importante es no perder de vista el carácter de clase del Estado y a quién sirve este Estado. Veamos un ejemplo. En los primeros años de la década del 90 Augusto Pinochet (que se apoderó violentamente del poder en 1973), entrega el gobierno a Patricio Alwin, representante de la Democracia Cristiana. En este "traspaso del poder" (vía elecciones) hay un cambio en la forma del gobierno, pero no así en el carácter de clase del Estado. Con Pinochet o con cualquier otro gobernante civil, el Estado chileno sigue en manos de los grupos de poder de este país que recurriran una y mil veces a la dictadura militar (con Pinochet o cualquier otro) para proteger sus intereses. El mismo ejemplo se puede ver en Perú. Con Alberto Fujimori (1990-2000) se implanta una dictadura militar y mafiosa. En el 2000 Fujimori (por decisión de los americanos) es reemplazado por Alejandro Toledo quien propagandiza que en el Perú se retomaba el Estado de Derecho y el sistema democrático. ¿Toledo trajo algún cambio al Perú? Absolutamente ninguno. Los que detentan el poder del Estado ahora, y que decidieron la presidencia de Toledo, son los mismos que sostuvieron el gobierno de Fujimori. El Estado peruano, puede organizar su gobierno como quiera (civil o militar), pero su esencia de clase está determinada por el poder y la ubicación social y económica de los grandes burgueses y los terratenientes.

29 de noviembre 2003.

Notas:

  1. La Asamblea del Pueblo (Ágora, en griego), era el sistema de gobierno de los antiguos griegos de los periodos ateniense (Atenas) cuando aún no existía el Estado. En esa época el poder supremo de los ciudadanos era la Asamblea del Pueblo donde la población elegía libremente sus asuntos internos y el tipo de gobierno que requería. Esta Asamblea, juntos con los órganos de gobierno (el Consejo) no podían de ninguna manera actuar contra la voluntad soberana y el derecho de los ciudadanos. No había Estado y el poder del pueblo recaía en el pueblo en armas. A esto Federico Engels lo denominó, "democracia guerrera".

2. (Lenin Acerca del Estado, julio 1919 Obras Escogidas N° 3).

3. (Lenin Acerca del Estado, julio 1919 Obras Escogidas N° 3).