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DE IRAK A VIETNAM: LA LÓGICA DEL CORAZÓN Y LA LÓGICA DE LA RAZÓN.

9.9.03

Fernando Montiel T.·

mafemoti@yahoo.com.mx
mafemoti@hotmail.com

Si Irak será un nuevo Vietnam o no, es algo que debe tomarse con cuidado. Más allá de lo seductora que puede parecer la propuesta a simple vista para todo aquel que de buena fé desea el fin de la invasión y el saqueo, diversas consideraciones valen al respecto antes de desear éste como el fin de lo que hoy ocurre en la antigua Mesopotamia.

¿Qué es Vietnam para quienes lo recuerdan como heraldo del anti-imperialismo?. Vietnam para el inconsciente colectivo anti-imperial fue la prueba de que la fuerza abrumadora puede ser derrotada por la voluntad de un pueblo; Vietnam fue también la muestra de que la dignidad puede darle al débil la victoria. Al fin, Vietnam es hoy la inspiración de muchos quienes con el corazón desean el fin de la ocupación. El significado simbólico de Vietnam en este sentido es poderoso por esperanzador: si ya David derrotó a Goliat en alguna ocasión, esto quiere decir que tal vez lo pueda hacer de nuevo.

Por el momento este no es más que un deseo bien intencionado. Sin embargo este deseo, si bien puede no tener ninguna mala intención, no necesariamente quiere decir que sea un buen deseo en el sentido estricto del término. A quienes les gustaría ver que la guerra de Irak tuviera el mismo fin que la de Vietnam solamente están considerando un lado de la moneda, el lado "optimista" (la retirada de EE.UU.), pero soslayan los costos que se tuvieron que pagar. Estas opiniones centran su atención en el resultado sin considerar el proceso mediante el cual se llegó al mismo. Para poder establecer un parangón justo entre una guerra y otra es importante considerar el cuadro completo. Más aún, dada la importancia que reviste al tema que se trata, valdría la pena incluso hacer un cuestionamiento de fondo en torno a la noción misma de si los Estados Unidos efectivamente "perdieron la guerra" de Vietnam para saber si eso es lo que de verdad se quiere.

Hablar de victorias y derrotas en Vietnam puede ser un terreno pantanoso, ya que la guerra de Vietnam tiene diferentes significados, dependiendo del cristal con el que se mire. Para los Estados Unidos es un recuerdo que hoy se antoja un tanto lejano y cuya expresión más cruda son los 60,000 soldados muertos y las decenas de miles de lisiados que regresaron tras su agresión en el continente asiático. Hay que recordar por supuesto que Estados Unidos jamás recibió un solo ataque en su territorio durante los más de 10 años que duró el enfrentamiento. Para los asiáticos la decodificación es ligeramente diferente. Para ellos la guerra es una realidad presente, no un evento del pasado: Durante la guerra de Vietnam "...se tiran 7 millones de toneladas de bombas, explosivos equivalentes a 270 kg. (de TNT, F.M.) por sudvietnamita, equivalente a 450 bombas Hiroshima... en promedio se usan 3 kgs. de herbicida por sudvietnamita para destruir arrozales –tomarán 100 años las tierras en recuperarse- y otros tóxicos que causan mutaciones genéticas, cáncer y otras enfermedades... y se propicia la reproducción del mosquito que causa malaria. Todas estas, sustancias prohibidas en el Protocolo de Ginebra sobre Armas Químicas de 1925 suscrito por Estados Unidos". (González J., Mónica en Afganistán: Guerra, Terrorismo y Seguirdad Internacional en el Siglo XXI, Montiel T., Fernando (coord.). Ed. Quimera p. 30). La guerra dejó completamente devastados tres países (Vietnam, Laos y Camboya) y además a Vietnam todavía se le impusieron muy duras sanciones por parte de la "comunidad internacional". El resultado de todo esto son 5 millones de muertos en Asia y contando. Tal vez no esté de más señalar que los "ecos" de la guerra de Vietnam no son tales en el terreno, estos "ecos" son todavía gritos que suenan hoy en boca de quienes pierden las piernas a consecuencia de las minas plantadas por los estadounidenses, o en boca de las madres que con sollozos lamentan las malformaciones de sus hijos. Vietnam al final lo perdió todo, absolutamente todo menos una cosa: la dignidad. Y con ella, terminó por expulsar a los estadounidenses el 29 de Marzo de 1978, día en que salió el último soldado yanqui de la antigua Indochina.

Estas son las dos caras de la moneda. Aquí destaca la diferencia entre la lógica del corazón y la lógica de la razón. Albert Einstein dijo alguna vez que "el corazón tiene razones que la razón no entiende", y es verdad. Sin embargo, Si ponemos en una mano lo que tuvieron que pagar los vietnamitas por la victoria, y en la otra lo que tuvieron que pagar los estadounidenses en su derrota tenemos que preguntarnos ¿quién –y qué- ganó de verdad?. Vietnam salvó el honor y la dignidad, y perdió todo lo demás. Estados Unidos se lo llevó todo: la vida, la tierra y el futuro de Vietnam, y perdió sólo lo que Vietnam salvó. ¿Deberían saltar los vietnamitas de alegría por su "victoria?, ¿de verdad tienen motivos para sonreír por su "triunfo"?. Es claro y verdadero el adagio que repetían con frecuencia los republicanos españoles: "más vale morir de pie que vivir de rodillas", pero ¿de verdad es la destrucción casi absoluta el único camino a la libertad fuera del dominio del imperio?.

No podemos ser ilusos: los estadounidenses no van a salir de Irak por un gesto de buena voluntad. Se les tiene que presionar, y tres son los frentes donde se puede ejercer esta presión: el interno (Estados Unidos), el internacional (opinión pública mundial) y en el campo de batalla (Irak). Vamos a empezar por el final.

La presión en el campo de batalla es patente. Se estima que diariamente desde el "fin de la guerra" el primero de Mayo ha muerto un estadounidense diario en el teatro de operaciones a manos de la resistencia iraquí. Haciendo un ejercicio imaginario, suponiendo que el ritmo de muertes de soldados invasores en Irak se mantuviera igual que los últimos 4 meses, a la resistencia iraquí le llevaría algo más de 150 años infligir a las tropas estadounidenses las 60,000 bajas de la guerra de Vietnam, es decir, le llevaría 10 veces más tiempo que a los vietnamitas. Este por supuesto es solo un ejercicio, porque es evidente que la oposición interna a la ocupación está dando señales de crecer como la espuma. En este sentido existen dos posibles resultados: 1) se acaba de "estabilizar" Irak (eufemismo con el que se denomina al exterminio de quienes se oponen a la ocupación de su país) y 2) la resistencia crece hasta hacerse imposible de controlar por las fuerzas ocupantes. Si este último fuera el caso los escenarios son inciertos, aunque el escenario de una guerra civil es potencialmente el más fuerte. Tras el asesinato del Ayatola Al-Hakim, decenas de miles de chiítas clamaron venganza, pero ¿contra quien? La pregunta salta a la vista y cobra relevancia. No podría ser contra el depuesto (y por supuesto inexistente) régimen de Saddam Hussein, y sin embargo, no podemos dejar de notar que las fuerzas de ocupación fueron vistas con recelo durante los funerales (y con justa razón, no debemos olvidar que de acuerdo con el Derecho Internacional, las fuerzas ocupantes son las encargadas de garantizar la seguridad en el Estado agredido). En Irak cada día hay más atentados, cada día hay menos claridad en la autoría de los mismos y cada día se crean nuevos grupos armados que se congregan por diferentes motivos (políticos, económicos, religiosos, familiares). En este sentido, la situación es bastante más volátil que la que prevalecía en Vietnam. En fechas recientes los nuevos virreyes estadounidenses en Irak han tenido que reconocer que sus cálculos fueron equivocados, y que no contaban con la resistencia que han tenido que enfrentar desde el primer día de la invasión (cosa que se sabía desde hace meses. Ver Irak: Un Balance Militar 07.04.2003).

Paradójicamente, aunque la resistencia crece día a día, la presión pública internacional cada vez presta menos atención a lo que ocurre en el área del conflicto. Un gran peligro acecha: la indiferencia global ha comenzado a hacerse presente. Hoy la opinión pública internacional está concentrando su atención en otros asuntos: entre la Cumbre de la OMC, la crisis de Corea del Norte y algunos otros temas de coyuntura, ya no tienen tiempo para dar seguimiento al infierno sobre la tierra que se padece como consecuencia de la más reciente aventura bélica estadounidense. Y aún, con reflectores o sin ellos, la miseria y el despojo continúan azotando Irak. Esto nos lleva a los siguientes dos frentes de presión: la opinión pública nacional e internacional, donde la situación como podemos sospechar, no es más esperanzadora.

¿Qué es peor, la ignorancia o la indiferencia?. La ignorancia es un problema de información, mientras que la indiferencia denota deficiencias en la formación. Si en el pasado, en Vietnam, el era el acceso a la información el dolor de cabeza de quienes querían hacer algo, hoy, en Irak, la muralla que hay que sortear es la de la intoxicación informativa. Evidentemente, en este sentido, Vietnam e Irak son también muy diferentes. En Irak, el tiempo le labra el camino a la apatía, en Vietnam el tiempo trabajó a favor de la concientización. Lo que ayer fue una ventaja hoy es un problema en la causa de la paz: entre más pasa el tiempo, la presión internacional comienza a asumir la crisis de Irak como algo habitual, como algo cotidiano. En estas condiciones apostarle a la presión pública internacional o nacional no parece ser cosa segura si lo que se busca es la liberación del segundo país ocupado en lo que va del siglo XXI.

Los resultados de nuestra indiferencia están a la vista. Creciente, la resistencia iraquí se ha percatado que la tragedia de su país fue utilizada por diversos "críticos" para levantarse el cuello y adquirir súbita popularidad. Se sienten solos. Hoy, estos "críticos del sistema" ya están en otro asunto, se han mostrado como oportunistas que aprovechan la miseria de los unos para su gloria personal y después los olvidan. Aquí encajan por igual individuos y organizaciones. El comentario es importante en tanto que explica –sin justificar- el atentado en contra de las Naciones Unidas y demás personal humanitario por parte de los rebeldes iraquíes. Pero ¿se les puede culpar acaso por sentir que su miseria solo sirvió para levantar los egos de muchos que decían querer la paz y que hoy ya se olvidaron de ella?. Sometidos al terror del régimen de Hussein, bombardeados sin cesar por 10 años, privados de lo más elemental por organizaciones "humanitarias" como las Naciones Unidas, desechas sus familias, despojados de sus bienes y de la riqueza de su país, aislados del mundo y saqueados por sus "salvadores" (que casualmente son también los causantes de todo aquello de lo que los vienen a salvar), los iraquíes han sobrevivido lo inimaginable. Si a esto se le agrega la sensación de haber sido utilizados, la ira y frustración afloran en atentados como el ocurrido en contra de las Naciones Unidas. Nada de esto debería extrañar, ya lo decía Víctor Frankl –quien tiene entre sus credenciales la experiencia de haber sobrevivido a los campos de concentración del Tercer Reich- "en situaciones extraordinarias los actos extraordinarios son ordinarios". Bueno, Irak vive una situación extraordinaria (es decir, no ordinaria). Actos como el atentado contra el cuartel general de la Organización de las Naciones Unidas son algo natural en ese contexto, cosa que, no obstante que ayuda a explicar el porqué del suceso, no lo justifica.

Para conseguir un cambio importante en términos de opinión pública nacional e internacional sería requisito la generación de un llamado "Síndrome de Irak". Para comprender a lo que nos referimos con esto es importante entender primero lo que fue el Síndrome de Vietnam.

Para los enterados el Síndrome de Vietnam fue la oposición del pueblo estadounidense a seguir enviando tropas a combatir a la antigua Indochina. Tradicionalmente se supone que esta oposición era el resultado del horror que sentían los estadounidenses al ver regresar a su juventud despedazada o muerta. Esta versión es inexacta por no decir errónea; si bien es cierto que la oposición del pueblo estadounidense era verdadera, la razón de donde surgía esta renuencia a continuar contra el ataque a Vietnam era diferente: el pueblo estadounidense se dio cuenta de que la guerra contra Vietnam era una guerra de agresión. La distinción es muy importante. En el primer caso el corazón del Síndrome eran los jóvenes estadounidenses heridos o muertos en combate, mientras que en el segundo el aspecto central del síndrome era el pueblo vietnamita injustamente agredido. En el primer caso, el Síndrome de Vietnam es el resultado de una reacción viceral-emotiva. En el segundo, el Síndrome es un acto lógico-racional. Como es evidente la distinción de fondo es de orden político. La primera versión reduce el Síndrome a un estado mental y emocional exclusivo de quienes tenían conocidos o parientes en la guerra. Por su parte, la segunda versión implica la desaprobación por parte de grandes núcleos de la población a la administración en turno. Como es evidente la primera versión es políticamente conveniente a la clase gobernante en Washington en tanto se "fundamenta" en motivos abstractos individuales (como el dolor de una madre al ver a su hijo regresar muerto o herido), "fundamento" en el que la responsabilidad gubernamental solo es un aspecto tangencial de la reacción popular. Por su parte, la segunda versión tiene su base en motivos concretos colectivos y se expresa en la desaprobación a la política exterior de Washington. Esta segunda versión es políticamente mucho más problemática; aceptarla es tanto como asumir en los hechos que la población desarrolló conciencia crítica, y que cuando lo hizo la utilizó, fue para recriminar los actos de su gobierno. La desinformación de nuestros días en cuanto a Irak aleja día a día la posibilidad de generar un "Síndrome de Irak" que abra la puerta a la desocupación como ocurrió 40 años atrás en Vietnam. De ella son víctimas quienes comienzan a ver todo lo referente a la tragedia en Irak como algo cotidiano. Este es el verdadero enemigo en los frentes de presión pública nacional e internacional: la indiferencia.

Como quiera que sea, mientras se lucha en contra de la indiferencia y el olvido, es importante hacer patente que necesitamos nuevos modelos, ejemplos diferentes de liberación. Poner demasiada atención a los "símiles" entre Vietnam e Irak puede estarnos encaminando a convertir dicho parangón en alguna suerte de profecía autocumplida. ¿Queremos a 5 millones de iraquíes muertos?, ¿qué no han sido suficientes las bombas que han caído ya sobre Irak?. El fin no justifica los medios –o al menos no debería de hacerlo-. Debe haber otro camino para liberar a Irak, porque Irak ha sufrido ya demasiado, después de lo que hemos visto, Irak no puede ser otro Vietnam, Irak merece libertad legítima (no la que pregonan su "liberadores" estadounidenses) y un futuro diferente pues ya ha sufrido ya demasiado: Irak no debe ser otro Vietnam.