La teoría marxista de las crisis y la actual depresión
económica Versión de una conferencia dictada
por Ernest Mandel en el seminario "Marxismo crítico", celebrado en
Atenas en junio de 1983 y organizado por el Círculo político cultural PROTAGORA Marx no tuvo
tiempo de elaborar en forma sistemática una teoría de las crisis. Había
reservado esta elaboración para uno de los tomos no escritos de El Capital, el
tomo dedicado al mercado mundial. Pero en el tomo 3 de El Capital, en las
Teorías de la plusvalía, en diferentes contribuciones
periodístico-descriptivas, así como en su correspondencia, Marx y Engels han
incluído suficientes pasajes que tratan del ciclo industrial y de la crisis
como para que se pueda hablar de una verdadera teoría marxista de las crisis,
sin forzar los textos o falsificar su pensamiento. La teoría
marxista de las crisis rechaza toda concepción monocausal. Las crisis no se
deben exclusivamente al exceso de capitales (sobreacumulación) o, lo que es
equivalente, a la insuficiencia de la masa de plusvalía producida
corrientemente. No se deben exclusivamente a la insuficiencia del poder de
compra por parte de las masas. Tampoco se deben exclusivamente a la
desproporción entre los dos departamentos fundamentales de la producción, el
departamento de bienes de producción y el departamento de bienes de consumo.
Todas estas causas desempeñan un papel en el desencadenamiento de las crisis y
en su reproducción cíclica, pero ninguna de ellas determina, por sí sola, el
estallido regular de las crisis. La razón por la
cual Marx rechaza toda explicación monocausal de las crisis es que considera al
ciclo industrial y a las crisis de sobreproducción en las cuales aquél
desemboca regularmente, como inherentes al modo de producción capitalista
mismo. Este modo de producción
está basado sobre la producción mercantil generalizada. Es del hecho de que los
medios de producción (incluídas las tierras) y la fuerza de trabajo se han
convertido en mercancías, de donde se desprende la relación capital/trabajo
asalariado, es decir el modo de producción capitalista. Ahora bien, producción mercantil generalizada implica
un trabajo no inmediatamente social, implica contradicción entre trabajo
privado y trabajo social, disposición fragmentada de los medios de producción
(es decir propiedad privada en el sentido económico y no puramente jurídico del
término), fluctuaciones de las inversiones en el tiempo, contradicción
entre valor de uso y valor de cambio, contradicción entre mercancía y
dinero. De ahí se desprende la oposición fundamental de Marx a la "Ley de
equilibrio" de J.B. Say y a errores paralelos de Ricardo. Para Marx, la
producción no crea automáticamente su propia demanda, rechazo de las tesis que
son retomadas por los monetaristas y los economistas "supply-side"
de hoy. Del mismo modo, la demanda no crea automáticamente su propia
producción, rechazo de las ideas que son retomadas por los neo-keynesianos de
hoy. La crisis hunde sus raíces en el hecho de que las
condiciones de producción de la plusvalía no implican automáticamente las
condiciones de su realización (no coinciden automáticamente con ellas). En este sentido, en el marco de la teoría marxista de
las crisis, la crisis es a la vez una crisis de superproducción de capitales
y una crisis de superproducción de mercancías. En su preparación y en su
estallido intervienen todas las contradicciones internas del modo de producción
capitalista. Se puede representar la crisis como determinada fundamentalmente
por la caída tendencial de la tasa media de ganancia en la medida en que las
fluctuaciones de la tasa de ganancia resumen el conjunto de estas
contradicciones. Por su esencia misma, la crisis capitalista es
entonces una crisis de superproducción de valores de cambio. En esto,
ella se contrapone a las crisis de las sociedades precapitalistas y a las
crisis en las sociedades post-capitalistas, que son esencialmente crisis de
subproducción de valores de uso. Estas crisis se combinan allí, en grados
diferentes, con fenómenos ligados al mercado, en la medida en que la producción
mercantil se desarrolla o sobrevive en estas sociedades. Por el otro lado,
mientras subsiste el modo de producción capitalista, y la economía continúa
siendo regida por la ley del valor, las crisis de sobreproducción son
inevitables. La recesión 1980-1982 ha sido la vigesimoprimera
crisis de superproducción desde el "nacimiento del mercado mundial de
mercancías industriales", como lo llama Marx, nacimiento que se sitúa
hacia 1825. Esto da una media de duración del ciclo industrial de 15 años,
divididos por 21, es decir de 7.5 años, confirmación total de una hipótesis de
Marx. La naturaleza misma del ciclo. industrial implica que no hay "crisis
permanente". Después de la recesión viene la recuperación, aunque sea
vacilante, poco profunda, de duración relativamente limitada y no sincronizada.
Creemos que una recuperación comenzó ya en 1983, por lo menos en Estados
Unidos, en la República Federal Alemana, en Gran Bretaña, en Canadá, así como
hubo una recuperación entre la recesión de 19741975 y la recesión de 1980-1982. Nosotros definimos las crisis después de la segunda
guerra mundial -en la época del capitalismo tardío- como recesiones, porque
son crisis combinadas con una inflación permanente que atenúa
parcialmente sus efectos. La inflación del crédito, es decir de la moneda
fiduciaria, de la "moneda bancaria", permite vender más mercancías
que con el poder de compra efectivamente creado durante el proceso de
producción. Permite acumular más capitales que con la plusvalía efectivamente
producida en el curso del proceso de producción y realizada en el curso del
proceso de circulación. A pesar de toda la demagogia de los monetaristas y todas
las medidas deflacionistas tomadas por los gobiernos burgueses (tanto de
"derecha" como de "izquierda"), la inflación subsiste en
el curso del actual ciclo industrial, aunque ella haya sido reducida con
relación a los años 70 (pero. no con relación a los años 50 y 60). Pero el capitalismo tardío no puede atenuar durante
un período limitado sus contradicciones internas por medio de la inflación permanente
sin pagar un precio elevado -a la larga insoportable- por esta tendencia: la
desorganización creciente de su sistema monetario internacional, los crecientes
riesgos de hundimiento de todo el sistema bancario y de todo el sistema de
crédito internacional. Hipócritamente, los capitalistas y sus ideólogos
concentran su fuego, a este respecto, sobre las deudas de los países llamados
"del Tercer Mundo" y de los Estados llamados socialistas (que
nosotros preferimos llamar Estados obreros burocratizados o Estados post-capitalistas).
Pero en realidad, el capitalismo atravesó un imprevisto boom económico después
de la segunda guerra mundial flotando sobre un océano de deudas que desbordan
hacia cuatro orillas: 1) las empresas capitalistas privadas, incluidas las
firmas multinacionales; 2) los países del Tercer Mundo; 3) los gobiernos
imperialistas; 4) los gobiernos de los Estados obreros burocratizados. De estas
cuatro masas de deudas, la más importante es la primera y no la segunda. La
tercera ya superó a la cuarta y puede superar a la segunda. Los detonadores de las recesiones de 1974-1975 y de
1980-1982 fueron los detonadores clásicos y su desarrollo fue un desarrollo
clásico: superproducción en los sectores clave de la expansión precedente
(automóvil, construcción inmobiliaria, acero, petroquímica, etc.), baja de la
tasa media de ganancia, agravación de las tendencias especulativas e
inflacionistas, obligación para la burguesía de iniciar una política
deflacionista, desocupación en rápido ascenso y, debido a esto, contracción del
mercado interior, concurrencia interimperialista e interimperialista acentuada,
con ascenso del proteccionismo y contracción del mercado mundial. El hecho de que Marx haya puesto en descubierto los
mecanismos fundamentales, estructurales, de las crisis de superproducción
capitalista, implica que hay rasgos fundamentales, estructurales, comunes entre
todas estas crisis. Pero no implica' que todas las crisis son estrictamente
idénticas. Cada crisis representa de hecho una combinación de rasgos generales
y de rasgos particulares. El mismo Marx analizó en detalle los rasgos
particulares de una serie de crisis que él vivió, como la crisis de 1857-1858 y
su aspecto monetario, y la de 1861, ligada a las consecuencias de la Guerra de
Secesión en Estados Unidos. No puedo analizar en detalle todos los rasgos particulares
de las crisis de 1970-1971, de 1974-1975 y de 1980-1982. Pero quiero insistir
sobre un aspecto esencial de esta combinación de rasgos particulares y rasgos
generales de las crisis actuales: la combinación entre el ciclo industrial
septenal o sexenal, y la onda larga de tendencia depresiva que comenzó
manifiestamente hacia el fin de los años 60. Esta sucedió a una onda larga
expansiva que se extiende de 1948-1949 a 1968 (salvo en los países
anglosajones, donde comenzó sin duda hacia 1940). Esta combinación entre ciclo industrial clásico y
onda larga depresiva tiene consecuencias considerables sobre la evolución
económica a medio y largo término. Tiene consecuencias igualmente importantes
en el plano social y político. La onda larga depresiva actualmente en curso se
caracteriza por la "vulgarización" de las innovaciones tecnológicas
iniciadas durante la onda larga expansiva precedente, lo cual es por otra parte
una característica general de las ondas largas de estas dos tonalidades fundamentales
diferentes. En la práctica esto quiere decir tres cosas: 1)
mantenimiento de una tasa de crecimiento anual, bastante elevada, de la
productividad; 2) baja y hasta desaparición de la "renta
tecnológica", de las sobreganancias monopolísticas de los grandes trusts,
incluidas las "multinacionales", lo cual contribuye a deprimir la
tasa media de ganancia; 3) descenso considerable de la tasa media de
crecimiento de la producción, que permanece durante largo tiempo inferior a la
tasa de crecimiento de la productividad. El resultado es claro: a la vez, el
aumento de la desocupación y la ofensiva de austeridad de la burguesía se
mantendrán durante un largo período, independientemente de lai, fluctuaciones
cíclicas de la producción anual. Para no hablar más de la desocupación de los países
imperialistas: subió de 10 millones en 1970 a 15 millones en 1975, a 20
millones en 1978, a 30 millones en 1980, a 35 millones en 1983, y alcanzará 40
millones en 1985, independientemente de la recuperación en curso. Por otra
parte se trata de estadísticas que subevalúan fuertemente la realidad, pues no
incluyen a todos aquellos y aquellas que, como lo dicen tan elegantemente los
ideólogos burgueses y pequeñoburgueses, "han abandonado el mercado del
trabajo" habiendo perdido toda esperanza de encontrar un empleo. Se trata
ante todo de las mujeres rechazadas hacia los hogares, y de los trabajadores
inmigrados rechazados hacia su país de origen. En el marco de la onda larga depresiva, ha habido
desincronización cíclica entre la crisis que castiga a los países
imperialistas, y la crisis que castiga a los países semicolóniales y los países
dependientes semindustrializados. Especialmente estos dos últimos han podido
mantener una tasa de crecimiento relativamente elevada, sobre todo en México,
en Brasil, en Corea del Sur, en India, en Taiwán y en una serie de los países
de la OPEP. Pero a partir de 1980, la situación cambió radicalmente. Hoy los
países llamados del "Tercer Mundo" leven golpeados duramente por la
crisis. Para los menos subdesarrollados de entre ellos esto
significa un cambio de clima socioeconómico y político completo con relación a
los diez años precedentes, una pérdida de credibilidad de los proyectos de
industrialización (de desarrollo) en el marco del capitalismo internacional, de
los proyectos nacionalistas-populistas, etc., con una caída brutal del nivel de
vida de las masas. Para los más pobres de entre ellos lo que se está
desarrollando es una tragedia de dimensiones históricas, de la cual, para
vergüenza común de todos nosotros, vanguardia revolucionaria internacional,
para no hablar ya del movimiento obrero internacional, no se ha tomado la menor
conciencia. Se puede resumir esta tragedia en una fórmula: la onda larga
depresiva provoca una pauperización absoluta en los países semicoloniales más
pobres que lleva el poder de compra de los salarios medios hacia el nivel de
las raciones de alimentos de los campos de concentración nazi. La defensa de la teoría marxista de las crisis no es
sólo un deber de honestidad científica, de capacidad de comprender, de explicar
y prever la marcha de la economía mundial. Desempeña también un papel preciso
en la lucha ideológica que se desarrolla hoy en el seno de la opinión pública,
es decir de la -lucha de clases política, de la lucha de clases en el sentido
más directo. Desempeña un papel aún más preciso en las líneas divisorias en el
interior del movimiento obrero internacional, entre aquellos que, bajo las
formas más diversas y con las excusas más contradictorias, aceptan a la crisis
como inevitable y se contentan con proponer recetas para administrar esta
crisis con dosis graduales de austeridad, y aquellos que quieren organizar,
ampliar y generalizar el rechazo de toda política de austeridad, la resistencia
militante y activa contra la ofensiva del capital, la lucha contra la
desocupación mediante la introducción inmediata de la semana de 35 horas sin
reducción de salario semanal y con contratación obligatoria, la lucha por una
alternativa anticapitalista de conjunto a la política de austeridad. Esta línea
divisoria contrapone en último análisis a todos los defensores de la
colaboración de clases y a todos los partidarios irreductibles de la
independencia política de clase del proletariado, por la cual Marx se batió
toda su vida a partir de 1850. Sin poder hacer una lista exhaustiva de todas las
"explicaciones" de recambio de la crisis con relación a la
explicación marxista, mencionaremos los esquemas ideológicos siguientes: • La crisis sería el resultado inevitable del alza
excesiva de los salarios directos e indirectos durante la fase de expansión
precedente. Hay una versión derechista de esta "explicación" (la
explicación neoclásica, monetarista: "The workers priced themselves out
of the labor market"). Hay también una versión de
"izquierda" de esta explicación: la teoría del "profit
squeeze", que volviendo de Marx a Ricardo, reduce la caída de la tasa
de ganancia a la caída de la tasa de plusvalía, es decir que explica la crisis
por el alza de los salarios. • La crisis sería el resultado inevitable de
la inflación, considerablemente aumentada por el alza de los precios del
petróleo en 1973 y en 1979. • La crisis sería el resultado de una
conspiración de las multinacionales, o de una conspiración del imperialismo
norteamericano, para « restablecer (o consolidar) su hegemonía sobre la
economía capitalista internacional, incluso sobre la economía mundial. • La crisis no sería más que un mecanismo normal de
relanzamiento y de redespliegue internacional de la acumulación de capital, que
el capitalismo sería capaz de realizar y qué por otra parte estaría ya en vías
de realizarse. La función de estas "explicaciones" es
política y social, no científica. A veces, su aspecto irracional adquiere una
dimensión grotesca: así, según algunos en Francia (¡y no sólo en Francia!),
serían sucesivamente el alza del precio del petróleo y su baja posterior lo que
habría causado -o agravado considerablemente- la crisis. Pero una vez
descartada la pretensión científica de estas "explicaciones", que es
nula, no debemos sacar la conclusión de que carecen de importancia. Tienen una
importancia muy grande, pues son un instrumento de la burguesía para obtener
resultados sociopolíticos precisos: Todos estos resultados que persiguen tienen un
objetivo central: ejercer una enorme presión sobre la clase obrera para que
ésta no reconozca que el capitalismo, y solamente el capitalismo, es
responsable de la crisis, y que toda lucha real y eficaz contra las
consecuencias desastrosas de las crisis para las masas trabajadoras debe ser
una lucha contra el capitalismo, una lucha anticapitalista. Es una presión para
impedir el surgimiento de una alternativa anticapitalista, socialista, a la
crisis, por la cual amplias masas estar{ian dispuestas a combatir. Estamos convencidos de que la depresión es muy grave,
y que en realidad es, en el contexto de la crisis del sistema imperialista y
del sistema social, la crisis más profunda que el capitalismo haya conocido
desde su nacimiento. Para retomar una fórmula de Marx, es en la crisis
donde se expresa la tendencia del capitalismo a transformar periódicamente las
fuerzas productivas en fuerzas destructivas. Ahora bien, la amplitud de la
crisis determina la amplitud del potencial destructor desencadenado por la "solución"
capitalista de la crisis. Para salir de la crisis de los años 30 sin salir del
capitalismo, la humanidad pagó el precio de 100 millones de muertos, el precio
de Auschwitz y de Hiroshima. Con el nivel alcanzado actualmente por el armamento
-ante todo, pero no sólo, el armamento nuclear-, con los procesos de
destrucción del medio ambiente en curso, con el ascenso del hambre en el mundo,
este potencial destructor debería hoy ser multiplicado por lo menos por cinco.
Esto implica el riesgo real de destrucción de la infraestructura material y
humana sobre la tierra. Desde 1914, la humanidad está confrontada con el
dilema: socialismo o barbarie. Dos guerras mundiales, innumerables guerras
locales, el ascenso periódico de dictaduras sanguinarias fascistas,
semifascistas, militares, la extensión de la tortura en más de sesenta países;
todo esto prueba que la noción de "barbarie" no es propagandística,
ni mistificadora, ni abstracta, sino que está cargada de un contenido real cada
vez más dramático. Pero hoy, con el armamento y el sobrearmamento nuclear, el
dilema "socialismo o barbárie" adquiere una nueva dimensión más
precisa todavía. Hoy, la victoria mundial del socialismo se ha convertido en
una cuestión de supervivencia física del género humano. Hoy, a largo término,
el dilema es: "socialismo o destrucción del género humano". Digo "a largo término". A corto término, y
a medio término, el capital internacional choca con obstáculos y resistencias
inmensas para aplicar un curso hacia la reconquista de los mercados perdidos,
es decir un curso hacia la tercera guerra mundial. Entre estos obstáculos y
estas resistencias está ante todo la fuerza del movimiento obrero y del
movimiento antiguerra en los países imperialistas y la fuerza del movimiento
antimperialista en los países semicoloniales y en los países dependientes. Hoy,
lo que la remilitarización pone al orden del día en lo inmediato, son guerras
contrarrevolucionarias locales, como la agresión al Líbano contra la revolución
palestina, la agresión contra la revolución centroamericana, la agresión contra
la revolución en Africa Austral. Antes de que puedan ser infligidas derrotas
muy severas al movimiento obrero y al movimiento de masas de los principales
países del mundo capitalista, la tercera guerra mundial no estará al orden del
día. Pero justamente en función de la gravedad y de la
duración de la depresión, el riesgo de tercera guerra mundial tenderá a
aumentar en la medida en que la ofensiva de austeridad y de remilitarización
consiga debilitar o desarticular el movimiento de masas y la reorganización de
masas en los principales países capitalistas del mundo. Para nosotros, esto no es algo que ya está resuelto:
las batallas decisivas están. ante nosotros, no tras de nosotros. Si queremos
referirnos, con todos los riesgos inherentes a las analogías históricas, a las
etapas preparatorias de la segunda guerra mundial, estamos hoy en 1929 y no en
1933 o en 1938. La marcha hacia la segunda guerra mundial habría podido ser
invertida si Hitler no hubiera tomado el poder, si Franco hubiera sido
derrocado, si el ascenso revolucionario en Francia no hubiera sido ahogado por
el Frente Popular. Las grandes batallas de clase que vendrán en Europa
occidental, en Brasil, en México, en Argentina, en India, en Canadá, en Africa
del Sur, en Japón y sin duda finalmente en Estados Unidos, decidirán la marcha
hacia la tercera guerra mundial y, en consecuencia, la suerte de la humanidad. Es posible plantearse la cuestión: ¿es racional para
el capitalismo, incluso dirigido por un personal político de derecha y de
extrema derecha, considerar una "solución" a la crisis a través de la
guerra nuclear mundial? La pregunta en sí misma está mal planteada. La sociedad
burguesa en su conjunto se caracteriza por una combinación sui géneris
de racionalidad parcial y de irracionalidad global. La misma característica se
aplica a los armamentos. Pero en la medida en que efectivamente existe un
fondo irracional en el proyecto de guerra nuclear, esto no implica en modo
alguno que este proyecto sea irrealizable. Auschwitz era igualmente irracional
desde el punto de vista de los intereses de conjunto del imperialismo alemán,
incluso desde el punto de vista de una guerra imperialista que buscará obtener
la victoria. Sin embargo, Auschwitz fue realizado. Es la presencia del
acostumbramiento político e ideológico de las masas a lo irracional y a lo
monstruoso lo que es decisivo en la etapa actual para el imperialismo en la
perspectiva de la preparación de la guerra. Este es el objetivo central de la ofensiva, no.
solamente anticomunista, antimarxista, antisocialista, en los medios de
comunicación de masas y en las universidades burguesas, sino también de una
campaña contra la ciencia, contra la razón, contra los ideales de la revolución
burguesa y del Siglo de las luces, incluso contra los ideales igualitarios
elementales presentes en la tradición religiosa judío-cristiana. La barbarie de
las ideas precede la barbarie de los hechos. Por eso es preciso desencadenar
una ofensiva teórica vigorosa para defender contra la bestialidad de frente de
toro, pero dotado de formidables medios materiales de difusión y de presión, al
marxismo, al socialismo, a la ciencia, a la razón, los derechos iguales de
todos los hombres y de todas las mujeres que habitan nuestro planeta. Esta contraofensiva se ve hipotecada por una realidad
objetiva: la situación real, económica, social, política, ideológica, cultural,
moral en los países del Este, las sociedades burocratizadas de transición entre
el capitalismo y el socialismo, los Estados obreros burocratizados.
Evidentemente rechazamos toda noción de un "socialismo realmente
existente" en cualquier lugar del mundo que sea. Del mismo modo,
rechazamos toda noción según la cual Marx sería responsable de la práctica de
la burocracia soviética, o de la práctica de la burocracia social-demócrata
reformista. En cambio, registramos un hecho que pesa sobre todos nosotros.
Cuando la crisis de los años 301 había una casi unanimidad en el movimiento
obrero mundial alrededor de la unidad central: el capitalismo está en crisis;
la solución, es la planificación socialista. Hoy, la casi totalidad del
proletariado mundial, incluidos miembros de los Partidos comunistas, ya no
encuentran suficiente esta respuesta. La razón fundamental que explica este cambio no es la
propaganda imperialista, ni la presión de medios pequeño burgueses
desmoralizados y escépticos, aunque no haya que subestimar la importancia de
estos factores. La razón fundamental es la comprensión, tardía pero saludable,
por parte de la clase obrera internacional, de la realidad económica y
social de los países del Este, tal como ella se ha revelado en forma clamorosa
con el ascenso de la revolución y de la contrarrevolución política en Polonia.
La crisis económica y social en el Este es un factor constitutivo de la crisis
mundial. No es ella idéntica a la crisis capitalista, aunque se vea influida
por ella. Es una crisis específica de esas sociedades. Tiene un peso muy grande
sobre la conciencia media del proletariado internacional. En la teoría y en la
práctica, los marxistas del mundo entero deben tomarla a su cargo francamente. Es seguro que una respuesta puramente teórica y
propagandista jamás dará satisfacción suficiente a las grandes masas. Mientras
no exista, en los hechos, un "modelo" de sociedad de transición que
trascienda en forma decisiva los abusos, las aberraciones, los desastres, las
desigualdades, las opresiones que existen hoy en el Este, nuestra respuesta no
convencerá a todo el mundo. Pero esto no significa que haya que esperar la
victoria de la revolución socialista de Occidente y de la revolución política
en el Esté, para defender en forma resuelta la planificación socialista como la
respuesta socialista a la crisis capitalista. Nosotros decimos que la economía y la sociedad
fundadas en la ciencia y la técnica contemporáneas se han vuelto demasiado
complejas y demasiado preñadas de catástrofes para ser administradas por
algunos "expertos" -por otra parte, cada vez menos competentes- por
algunas minorías elitistas, sean ellas burguesas del Oeste o burocráticas en el
Este. Del mismo modo, creemos que esta crisis mundial es demasiado grave para
que se la deje a la merced de "las leyes objetivas del mercado" que
se cumplen a espaldas de la humanidad. Esta crisis sólo será resuelta si las masas toman en
sus manos la gestión de sus propios asuntos, de la economía, del Estado, de la
sociedad. Esta crisis sólo será resuelta por la socialización de los grandes
medios de producción, su puesta en funcionamiento planificada sobre la base de
objetivos prioritarios fijados democráticamente con el pluralismo político
indispensable a la democracia, por la masa de los productores-consumidores
mismos, por la gestión de la economía por los productores asociados, por la
creación de una Federación Socialista Mundial, basada en el poder de los
trabajadores, el poder de los consejos obreros y populares en el mundo entero. 1 de junio de 1983 Traducido de la Revista Sous le
drapeau du socialisme, París, núm. 97-98, junio de 1984, editado en Coyoacan,
revista marxista latinoamericana, -n.17/18-México Enero-junio 1985. Lo reedita Globalización,Revista
de Economía, Sociedad y Cultura,en julio del 2003 como una contribución
a las discusiones sobre la actual crisis mundial.
Emest Mandel
La
explicación marxista de las crisis
La explicación marxista de la crisis actual
Ciclo industrial y ondas largas
La función política y social de las diferentes
interpretaciones de la crisis
La crisis y el porvenir de la humanidad