Nubarrones sobre América Latina El proyecto neo-liberal, tan minuciosamente impuesto sobre la región por las élites transnacionales y sus colegas locales durante las últimas dos décadas, se está derrumbando mientras la región desciende hacia el tumulto económico y político.
Por William I. Robinson *
América Latina se encamina precipitadamente hacia una vorágine.
Las élites transnacionales del FMI y el Tesoro de Estados Unidos esperaban poner en cuarentena la crisis apocalíptica que rebrotó en Argentina el diciembre pasado. Pero la mayoría de los observadores vio la revuelta popular que derrumbó a cinco gobiernos entre 2001 y enero del 2002 como un presagio para la región. Una década de neo-liberalismo castró a la economía nacional Argentina, subió el desempleo de 3 a 20 % de la población, y empujó el número de personas que vive en la pobreza desde un millón hasta los 14 millones.
Tanto la protesta popular organizada como la delincuencia violenta se han extendido subsecuentemente a cada rincón del país, haciendo de algunas regiones lugares ingobernables y conduciendo a un vacío de poder inaudito. El Presidente Eduardo Duhalde hizo un esfuerzo considerable por cumplir con las demandas del FMI para una nueva ronda de austeridad, como condición previa del nuevo préstamo de emergencia. Pero no se necesitó mucho tiempo para comprender, ante la revuelta popular continuada, que su gobierno maniatado podía caer en cualquier momento. Él fue obligado en los últimos meses ratificar el no pago la deuda de su país, dejar de firmar cualquier nuevo acuerdo con el FMI, y adelantar las elecciones hasta marzo del 2003, en la práctica entregando la crisis a sus sucesores.
Si Argentina demuestra la quiebra absoluta del modelo del FMI-Tesoro estadounidense, la elección de Luis Inacio da Silva ("Lula") y el izquierdista Partido Trabajador (PT) en Brasil es importante porque simboliza el fin del orden neo-liberal vigente, pero también ponen en evidencia los límites de los cambios parlamentarios en la era del capitalismo global.
Anteriormente a un líder y militante sindicalista socialista, Lula le fue negada la presidencia en tres ocasiones anteriores. Él ganó esta vez, en parte debido a la fuerza creciente del movimiento popular y en parte como resultado del malestar social y económico provocado por las políticas neo-liberales del régimen saliente del Presidente Fernando Cardoso.
Pero él también ganó porque su ala del PT se desplazó hacia el centro político, logrando una base social entre los votantes de clase media y captando a fuerzas centristas e incluso políticamente conservadoras que no endosan un programa izquierdista sino están poco dispuestas soportar los impactos provocados por el neoliberalismo. El PT tiene obligaciones con estas fuerzas que probablemente usarán su influencia para limitar las iniciativas radicales de cualquier plan de gobierno del PT. Detrás del bloque centrista y conservador en el nuevo gobierno es el poder del capital financiero transnacional. En agosto, cuando Brasil encaró una fuga de capitales y un marcado declive en el valor de la moneda nacional, Lula calmó los mercados financieros globales al prometer no dejar de pagar la deuda y dando su bendición a un préstamo de $30 mil millones por parte del FMI, lo que obligó al gobierno a mantener las políticas de ajuste de Cardoso y prometer no declarar una moratoria sobre el pago de la deuda externa del país.
Paraguay y Uruguay también padecieron el "contagio" Argentino. La decisión del Tesoro de Estados Unidos de proporcionar un préstamo "puente" de $1 500 millones hace algunos meses a Uruguay, cuya economía está estrechamente atada a la de Argentina, simplemente subrayó el temor que tiene Washington de que este pequeño país sudamericano, que enfrenta protestas organizadas y cada vez más beligerantes desde que el "contagio" le golpeó, podría ir en el mismo sentido que su vecino mucho más grande. En Paraguay, la crisis económica que empezó hace siete años no muestra ninguna señal de disminuir. Las crecientes protestas montadas en septiembre pasado por el Congreso Democrático del Pueblo (CDP), una amplia coalición de sindicatos y organizaciones de trabajadores rurales, campesinos, indígenas, organizaciones políticas de izquierda y otros movimientos sociales populares, obligaron al gobierno del presidente González Machi a retirar las medidas neo-liberales, incluyendo la privatización de las empresas estatales de servicios.
Más hacia el norte, los cinco países andinos (Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela) también están sumidos en el desorden. En Bolivia el líder indígena radical Evo Morales perdió por poco los últimos comicios presidenciales fuertemente influenciados por la presión de los Estados Unidos, la amenaza de represalias económicas internacionales si hubiera ganado Morales, y acusaciones de fraude. Pero el movimiento popular e indígena en Bolivia lr hará imposible al nuevo gobierno de presidente Gonzalo Sanchez de Lozada continuar por el camino neo-liberal. Perú y Ecuador también cuentan con movimientos indígenas y campesinos poderosos, un declive económico y un creciente conflicto social y político.
Mientras México y Centroamérica son apenas inmunes ante el tumulto, los países más volátiles de América Latina en este momento son Venezuela y Colombia. Venezuela enfrenta una situación algo distinta de la de sus vecinos. El Presidente Hugo Chávez y su proyecto populista izquierdista ha provocado la resistencia no de los pobres sino de la clase media y alta, liderados por la federación comercial, Fedecámaras, oficiales militares disidentes, y los caudillos políticos tradicionales - con el apoyo no-tan sutil de Washington - una situación poco diferente de la de Chile bajo el gobierno socialista de Salvador Allende (1970-1973).
A lo largo de octubre, en la capital venezolana, Caracas, hubo huelgas generales, violencia callejera, y nuevas conspiraciones. El país volvió a polarizarse rápidamente después del intento de golpe del pasado abril que fracasó en 72 horas, y cunden los rumores de un nuevo golpe. Por otro lado, Colombia ya enfrenta una escalada de su guerra civil bajo su nuevo presidente autoritario, Álvaro Uribe, y la región andina podría encontrarse sumida en un conflicto militar transnacional si también estalla la guerra civil en Venezuela - algo que cada vez parece más posible.
Detras del tumulto : el derrumbe del neo-liberalismo
Tras todo este tumulto está el derrumbamiento del modelo neoliberal y una reordenación de las fuerzas sociales y políticas a lo largo de América Latina. En los años ochenta, los países latinoamericanos experimentaron la reestructuración completa y la integración en la economía global bajo el modelo neo-liberal. Pero el modelo ha resultado incapaz de resolver la crisis de desarrollo de la región, y los regímenes civiles frágiles que tomaron las riendas después de las dictaduras de los años anteriores son cada vez menos capaces de contener los conflictos sociales y las tensiones políticas generadas por los efectos polarizadores del modelo neoliberal.
Cualquier análisis académico habría vaticinado el descenso de la región hacia la anarquía. Sin embargo, antes de que la crisis Argentina estallara en diciembre del 2001, los funcionarios transnacionales insistían en que el modelo neoliberal estaba bien encaminado y facilitaría la recuperación. Señalaban la entrada de grandes flujos de capital transnacional a la región en los años noventa y la reanudación del crecimiento durante gran parte de esa década. Pero la inmensa mayoría de los flujos importantes no constituyeron inversión extranjera directa, que podría ayudar extender la base productiva de la región. Se trató principalmente del llamado "capitalismo de casino" asociado con la economía global - la compra de acciones en compañías privatizadas, la inversión especulativa en los servicios financieros, como las acciones de bolsa, los fondos de inversión, las pensiones, y seguros - junto a nuevos préstamos.
La deuda externa subió a un ritmo constante a lo largo de los últimos años de la década de los 80 y durante los 90, de $230 000 millones en 1980 llegó a $533 000 millones en 1994, más de $714 000 millones en 1997, $793 000 millones en 1999, y luego más de $1 billón para el siglo XXI. El pago de esta deuda gigantesca exigió un doloroso tributo a los sectores populares de América Latina y paró en seco cualquier posibilidad de una recuperación duradera durante los años noventa. En Argentina en 1998, el sólo pago de los intereses absorbió el 35.4 % de las divisas obtenidas de las exportaciones. En cuanto a Brasil, la cifra era del 26.7 % ; para Colombia el 19.7 % ; Ecuador el 21.2 % ; Nicaragua, el 19.3 % ; Perú el 23.7 % ; y para Venezuela el 15.3 %.
La predecible secuencia de eventos es la siguiente : una vez que la presión para el pago de la deuda llega al punto en que el cese de pagos se vuelve una posibilidad, o un gobierno ya no puede contener la presión para que cumpla incluso con las mínimas obligaciones sociales, se inicia la espiral de crisis.
Las élites locales se encuentran entre el retiro de los inversionistas transnacionales y la creciente inquietud de las mayorías pobres que ya no pueden soportar más austeridad. El actual camino hacia la crisis empezó a finales del los años 90 cuando la salida neta de recursos llegó una vez más a superar el ingreso neto de los mismos. En Argentina, por ejemplo, el gobierno logró mantener la economía a flote mientras había recursos estatales para vender. Una vez que no haya manera de recaudar dinero rápidamente, la fuga de capitales puede de la noche a la mañana.- y lo ha hecho - sumir a los países en la recesión.
El colapso económico actual es el tercero de los años recientes, precedidos por la "crisis del Tequila" que empezó en México en 1995, y por el derrumbe activado por la crisis financiera asiática de 1997. Pero la situación actual es diferente, en que amenaza implicar en su vórtice al continente entero, desde México hasta Chile, y porque la crisis regional se ata a su vez a la espiral de la crisis económica global.
Los datos de los informes anuales de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina (CEPAL) muestran altas tasas de crecimiento en unos pocos países durante los últimos cuatro años, mientras la mayoría experimentó estancamiento y hasta decrecimiento. Pero más reveladores son los indicadores de los costos sociales de la crisis económica. Los datos de la CEPAL señalan que el ingreso per cápita disminuyó en un promedio de 0.9 % en cada año de la década de los ochenta, conocido en América Latina como la "década perdida", y luego declinó en un promedio de 1.5 % cada año durante los noventa, la supuesta "década de recuperación". Los indicadores de pobreza y privación también se dispararon en la mayoría de los países en los últimos 20 años.
En los últimos años se han producido levantamientos espontáneos en casi todos los países, provocados por los programas de ajuste estructural del FMI y generando choques violentos entre los gobiernos y los manifestantes. La crisis social y económica ya dio paso a dilemas institucionales más extendidos y conflictos político-militares transnacionales. Las élites civiles que sustituyeron a los regímenes militares a finales del siglo 20, y las clases políticas corrompidas, parecen haber perdido credibilidad. No queda claro si estos regímenes frágiles podrán resistir las tensiones de las crisis económicas y sociales sin que ellos mismos también se derrumben. Este panorama sugiere que las estructuras estatales levantadas para llevar a cabo el programa neoliberal y proteger a los intereses dominantes ahora se descomponen, posiblemente más allá de la posibilidad de reparación
¿Y ahora qué ?
¿Qué puede reemplazar el orden político actual ? Una posibilidad puede ser el modelo brasileño, en el cual el precio de la victoria electoral y la estabilidad financiera parece ser la formulación de un programa radical a favor de las clases populares. Otro es el de la Venezuela de Chávez, que puede representar una nueva forma de populismo - un rumbo que puede tomar Argentina y qué podría arraigarse en otras partes mientras las élites desesperadas intentan recobrar la legitimidad. La Izquierda está profundamente dividida, agobiada por las divisiones internas, y en el mejor de los casos incapaz de plantear una alternativa al neo-liberalismo. Pero los movimientos de base de obreros, campesinos y pobres también han proliferado, y la resistencia entre las fuerzas populares ha sido cada vez más organizada y dirigida hacia las depredaciones del capitalismo global en la región.
No resulta claro imaginar cómo se desenvolverá la crisis del neoliberalismo. Pero podemos esperar una nueva ronda de intervenciónes políticas y militares estadounidenses en la región bajo la excusa de guerras contra el "terrorismo" y las drogas. La remilitarización ya estuvo bien encaminada a finales del siglo 20, impulsada por el fuerte auspicio estadounidense : los $1 300 millones del Plan Colombia, la venta por parte de Washington de aviones de combate avanzados a las fuerzas armadas de Chile, la instalación de una base militar estadounidense en Ecuador, la provisión a gran escala de armas, equipos de contra insurgencia, y programas de entrenamiento "anti-terrorismo" a México, nuevos mecanismos de intervención multilaterales, y una nueva ronda de ejercicios militares conjuntos a lo largo del continente entre los ejércitos de Estados Unidos y los países Latinoamericanos.
Ha rebrotado crisis tras crisis con una rapidez que superó cualquier predicción de hace sólo un año. La revuelta en Argentina, la insurrección campesina en Bolivia, el golpe malogrado en Venezuela y Haití, levantamientos callejeros en Paraguay, Uruguay, y Perú, una devaluación profunda en Brasil, una guerra civil cada vez más fuerte en Colombia... éste es el orden del día.
(*) William I. Robinson, es sociólogo en la Universidad de California-Santa Bárbara y especialista en la globalización en América Latina. Su más reciente libro, Capitalismo Global y Centroamérica : El desarrollo y el Cambio Social en la Edad de la Globalización, será publicado en el 2003 por Verso Press