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La expedición norteamericana contra Bagdad y las reacciones mundiales al Nuevo imperio. De las manifestaciones de masas contra la guerra a las hipocresías diplomáticas de los que se coludieron con él. Las Naciones Unidas, ayer como marco del bloqueo y hoy de la intervención, y mañana como máscara de la reconstrucción.

LA RE-COLONIZACIÓN DE IRAK

Tariq Ali

El 15 de febrero del 2003, más de ocho millones de personas marcharon por las calles de cinco continentes contra una guerra que todavía no comenzaba. La verdadera movilización verdaderamente global—sin precedentes ni en su porte, visión ni escala—trató de impedir la ocupación de Irak complotada en el Pentágono. El número de manifestantes en Europa Occidental quebraron todos los records: tres millones en Roma, dos millones en España, un millón y medio en Londres, medio millón en Berlín, sobre cien mil en Paris, Bruselas y Atenas. En Estambul, donde las autoridades locales prohibieron una marcha de protesta en nombre de la "seguridad nacional", el movimiento por la paz convocó a una conferencia de prensa para denunciar esta prohibición—a la que concurrieron diez mil "periodistas". En los Estados Unidos, hubo manifestaciones masivas en Nueva York, San Francisco, Chicago y Los Ángeles y más pequeñas asambleas en virtualmente cada capital de estado: en total sobre un millón de personas. Otro medio millón marchó en Canadá. En las antípodas, en Sydney se reunieron 500.000 y en Melbourne, 250 000.

El 21 de marzo, mientras las tropas angloamericanas se dirigían hacia la frontera de Irak, la grandes avenidas árabes, desde largo tiempo tranquilas, inspiradas por estas protestas globales, volvieron a la vida en manifestaciones de masas espontáneas, en El Cairo, Sanaa y Ammán. En Egipto, el régimen mercenario de Hosni Mubarak entró en pánico y arrestó a más de 800 personas, muchas de las cuales fueron viciosamente maltratadas en las prisiones. En Yemen, más de 30 000 personas marcharon contra la guerra; un importante contingente se dirigió a la embajada norteamericana y tuvo que ser detenido a balazos. Dos personas fueron asesinadas y muchas quedaron heridas. En el protectorado americano-israeli de Jordania, la monarquía había aplastado un levantamiento en un pueblo fronterizo, y ahora procedía brutalmente en contra de los manifestantes en la capital. En el mundo árabe el tono de las calles era definitivamente nacionalista--- ‘¿Dónde está nuestro ejército?, gritaban los manifestantes cairotas. En Pakistán los partidos religiosos cobraron ventaja frente al planteamiento pro-norteamericano de la Liga Musulmana y del PPP al dominar las movilizaciones contra la guerra en Peshavar y en Karachi. Los islamitas en Kenya y en Nigeria hicieron lo mismo, aunque con más efecto: las embajadas americanas en ambos países tuvieron que ser evacuadas. En Indonesia, más de 200 000 personas de todos los colores políticos, marcharon a través de Yakarta.

Hace menos de un siglo, se contó más de ocho millones de votos para los partidos Social Demócratas de la Segunda internacional, inspirando el único intento previo de acción coordinada para prevenir una guerra. En noviembre de 1912, una conferencia de emergencia de la Internacional fue convocada bajo los arcos góticos de la vieja catedral de Basilea, en un esfuerzo por evitar la catástrofe inminente de la Primera Guerra Mundial. A medida que entraban los delegados, se les rindió homenaje con la interpretación de la Misa en B Menor de Bach, lo que marcó el punto alto del encuentro. Los líderes socialistas, alemanes, británicos, fanceses, se comprometieron a resistir cada una y calquier política agresiva de sus respectivos gobiernos. Se estuvo de acuerdo en que, cuando llegara el momento, sus diputados en los parlamentos votarían en contra de los créditos de guerra. El llamado de Keir Hardie "por una huelga revolucionaria internacional en contra de la guerra" fue aplaudida, pero no fue sujeto a votación. Jean Jaurẻs fue aclamado cuando indicó "cuán pequeños son los sacrificios de una revolución si se los compara con los de la guerra que ellos están preparando". Víctor Adler leyó la resolución, que fue aprobada por unanimidad. Que concluía diciendo: " Dejemos que el mundo capitalista de explotación y de asesinato en masa sea enfrentado por el mundo proletario de la paz y de la hermandad humana".

Hacia Agosto de 1914, estos valiosos sentimientos se habían derrumbado ante los trompetazos del chauvinismo. La claridad programática desplegada en Basilea se evaporaba a medida que la toxina reunía a los ciudadanos de cada estado para la guerra. Ningún crédito se rechazó, no se llamó a ninguna huelga ni se fomentó revolución alguna. En medio de una creciente histeria de chauvinismo, Jaurès fue asesinado por un fanático guerrerista. En tanto una valiente y reducida minoría se reunía desapercibidamente en la aldea suiza de Zimmerwald a hacer un llamado para "convertir la guerra imperialista en una guerra civil, contra la reacción en cada país", la mayoría de los líderes Socialdemócratas distrajo su atención, mientras sus bases marchaban tras sus respectivos colores y procedían a asesinarse unos a otros. Más de diez millones perecieron en los frentes de batalla de Europa, defendiendo sus respectivos capitalismos, en un conflicto que vió entrar en escena a una nueva Gran potencia. Un siglo más tarde, los Estados Unidos de América ha visto desaparecer virtualmente a todos sus rivales—y viene a ser el actor—en solo—de cada drama internacional.

Los ocho millones o más que este año marcharon, no fueron movilizados por ninguna Internacional, ni siquiera compartían una visión programática común. Con muy diferentes antecedentes políticos o sociales, ellos estaban unidos sólo por el deseo de prevenir la invasión imperialista a un país árabe rico en petróleo, en una región ya asolada por la guerra colonial en Palestina. Instintivamente, la mayoría de los que marcharon, lo hicieron porque rechazaban las justificaciones oficiales de la matanza. Es difícil para aquéllos que aceptaron esas razones como "plausibles" comprender la profundidad de la resistencia que provocaron y el odio que siente mucha gente joven hacia sus propagadores. Fuera de los EEUU, pocos creen que el fieramente secular Partido Baath de Irak tenga ligas con al-Qaeda. En cuanto a las "armas de destrucción masiva", la única montaña de armas nucleares en la región está situada en Israel. Como la misma Condoleezza Rice señalara en el año final de la Administración Clinton, si aún Saddam Hussein tuviera tal arsenal, sería incapaz de desplegarlo: "Si adquiriera WMD, sus armas no podrían ser utilizables, ya que el sólo intento de usarlas le acarrearían la completa destrucción nacional "(1) . Incapaz de usarlas en el 2000; pero tres años más tarde, Saddam debía ser removido mediante el despacho de la fuerza expedicionaria Anglo-norteamericana y el bombardeo de las ciudades iraquíes... ¿antes que las posea? El pretexto no sólo fracasó en convencer, más bien sirvió para alimentar una amplia base de oposición, de millones, que ahora ven que el peligro no viene de los arsenales empobrecidos de las dictaduras decadentes, sino del corazón podrido del imperio Norteamericano y de sus satrapías, Israel y Gran Bretaña. Es la conciencia de estas realidades la que ha comenzado a radicalizar a una nueva generación.

La ofensiva Imperial

La administración Republicana ha utilizado el trauma nacional del 11.9 para impulsar una audaz agenda imperial, en donde la ocupación de Irak promete ser sólo el primer paso. El programa que busca desarrollar fue publicado por primera vez en 1997 bajo el título: "Proyecto para el Nuevo Siglo Americano"

La Administración republicana ha utilizado el trauma nacional del 11.9 para perseguir una audaz agenda imperial, en donde la ocupación de Irak promete ser sólo el primer paso. El progama que buscan realizar fue publicado en 1997 bajo el título, "Proyecto para un Nuevo Siglo". Sus autores eran Dick Cheney, Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz, Jeb Bus, Zalmay Khalitzad, Elliot Abrams y Dan Quayle, además de intelectuales decorativos como Francis Fukuyama, Midge Decter, Lewis Liby y Norman Pofhoretz. El Imperio Americano no podría darse el lujo de ser complaciente con el fin de la Guerra Fría, alegaban: "pareciera que olvidáramos los elementos esenciales del triunfo de la Administración Reagan: fuerzas armadas que son fuertes y están prontas a enfrentar cualquier reto presente o futuro; una política con fines establecidos y que audazmente promueve sus principios hacia fuera; un liderato nacional que acepta las responsabilidades globales de los Estados Unidos". El lenguaje de este grupo, comparado con los eufemismos de la era de Clinton, es muy directo: para preservar la hegemonía de EU, la fuerza debe usarse donde y cuando quiera que fuere necesaria. Los europeos, atados, se mantendrían inmóviles.

El asalto del 2001 al World Trade Center y al Pentágono, fue un regalo del cielo para la Administración. Al día siguiente, en una reunión del Consejo Nacional de Seguridad se discutió si se atacaría a Irak o a Afganistán. Y se seleccionó al segundo sólo después de un extenso debate. Un año después, los objetivos delineados en el "Proyecto" fueron suavemente transferidos al documento de "Estrategia para la Seguridad Nacional de los Estados Unidos", elaborado por bus en Septiembre del 2002.La expedición a Bagdad fue planeada como un primer ejercicio de la nueva posición. (2) Doce años de bloqueo de la ONU y de bombardeos anglo-Norteamericanos habían fallado en destruir el régimen del Ba’ath o en derribar a su líder. No podía darse una mejor demostración del giro hacia una estrategia imperial más ofensiva que dar un ejemplo del mismo ahora . Si no se dio ninguna razón que explicara poner a Irak como objetivo, no hay ningún misterio sobre los cálculos que estaban detrás. Económiamente, Irak poseía la segunda más grande reserva de petróleo barato en el mundo; la decisión de Bagdad en el 2000 de estimar sus exportaciones en euros en vez de hacerlo en dólares, arriesgaba ser imitada por Chávez en Venezuela y por los mullahs iraníes. La privatización de los pozos de Iraq bajo control de Estados Unidos, podía ayudar a debilitar a la OPEC. Estratégicamente, la existencia de un régimen árabe independiente en Bagdad había irritado siempre a los militares israelíes—aún en el tiempo en que Saddam era un aliado de Occidente, el IDF proveía de partes a Teherán, durante la guerra Irak-Irán. Con la instalación en en puestos claves en Washington de fanáticos republicanos cercanos al Likud , la eliminación de una adversario tradicional llegó a ser un atractivo objetivo inmediato para Jerusalem. Por último, estaba el ejemplo del uso de las armas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, que habían dado una demostración puntual del poder americano a la Unión Soviética...y ahora una guerra relámpago a través de Irak podría servir para mostrar a todo el mundo, y quizás a estados del Lejano Oriente—como China, Corea, y tal vez Japón—en particular, que las cartas habían sido echadas, y que Estados Unidos tenía los medios, en última instancia, para imponer su voluntad .

El pretexto oficial para la guerra, que era eliminar de Irak las armas de destrucción masiva, era tan débil que se le dejó a un lado como un embarazo, cuando aún inspectores de la ONU ya famosos por su servilismo—un cuerpo abiertamente penetrado por la CIA—fue incapaz de encontrar el menor rastro de ellas, y quedaron reducidos a solicitar una extensión de plazos. Esto no podrá prevenir su "descubrimiento" después de los hechos, pero ya nadie le presta mucha importancia a este tema. La justificación para invadir a Irak se ha dirigido ahora hacia le necesidad imperiosa de establecer la democracia en el país, disfrazando ahora lo agresión como liberación. A pocos en el Medio Oriente, sean amigos o enemigos, se les engaña con esto. Los pueblos del mundo árabe ven la Operación Iraqi Freedom como un mal chiste, una cobertura para una ocupación al estilo del viejo colonialismo europeo, construída como sus predecesoras sobre las bases más podridas—innumerables falsedades, tentaciones y fantasías imperiales. El cinismo de las actuales declaraciones americanas de estar trayendo democracia a Irak, se remontan a las declaraciones de Colin Poell a la prensa a comienzos de 1992, cuando era Jefe del Estado Mayor Conjunto de Bush padre. Esto es lo que entonces tenía que decir sobre el proyecto que hoy se ha puesto muy ostensiblemente en marcha:

" Saddam Hussein es una persona terrible, es una amenaza para su propio pueblo. Creo que su pueblo staría mejor con un líder diferente, pero existe una suerte de noción romántica de que si Saddam Hussein mañana es atropellado por un bus, algún demócrata jeffersoniano estará esperando en el aire para realizar elecciones populares (risas). Y van a tener-lo apostaría- probablemente otro Saddam Hussein. Y les llevará algún tiempo para pintar su retrato en todas las paredes de nuevo (más carcajadas)—pus no nos podemos hacer ilusiones acerca de la naturaleza de ese país y de esa sociedad. Y el pueblo americano y todos los pueblos que nos apoyan ahora, se sentirían ultrajados si vamos a Bagdad y nos encontramos alli con soldados americanos patrullando las calles por dos años, esperando a algún Jefferson (carcajadas).

Esta vez Powell deberá ya estar seguro que los Jeffersons se fueron llevándose el aire acondicionado y el resto del mobiliario, y sabe que ahora deberá estar de guardia patrullando día y noche, con el apoyo de algunos contratados, como el títere Karzai en Kabul.

Viejos mastines y nuevos satélites

Por un lado, un vasto movimiento popular en contra de la invasión a Irak. Por el otro, una administración americana fría y abiertamente resuelta a realizarla desde la partida. En medio de ellos, los gobiernos del resto del mundo. ¿Cómo han reaccionado? Londres, como podía esperarse, actuó como un ensangrentado ayudante de Washington a través de todo el proceso. El imperialismo del Labor tiene una arga tradición, y ya Blair había mostrado en la Guerra de los Balcanes que podía actuar como un pequeño mastín, gruñéndole a la presa, como no lo haría un perrito faldero. Dado que Gran Bretaña había estado bombardeando a Irak continuamente, ala con ala junto a América, tanto tiempo como el Laborismo había estado en el gobierno, sólo los ingenuos pudieron sorprenderse ante el despacho de un tercio del ejército hacia ese país que había sido una de sus antiguas colonias en el Oriente Medio; o ante la engañosa firma de los "rebeldes" de la C+amara de los Comunes, de la estatura de Cook o de Short, lamentando la violencia pero deseando la celeridad de Dios para los perpetradores de esa violencia.

Berlusconi en Italia y Aznar en España—los gobiernos más derechistas de Europa—fueron los aliados exactos para Blair , juntándose a la causa con pececillos menores de la Unión Europea como Portugal y Dinamarca, mientras Simitis ofrecía las bases griegas para los aviones espías de los EEUU. Los estados de Europa Oriental, dado el nuevo sentido del término "satélite", que ya habían previamente disfrutado por tan largo tiempo, se alinearon detrás de Bush. Los ex partidos comunistas en el poder en Polonia, Hungría y Albania se distinguieron demostrando su celo y su nueva fidelidad—Varsovia, enviando un contingente a combatir en Irak, Budapest proporcionando campos de entrenamiento a los exilados iraquíes, y aún la pequeña Tirana, enviando personal no-combatiente voluntario al campo de batalla.

Por otra parte, Francia y Alemania, alegaron durante meses que ellos se oponían radicalmente a un ataque de los EEUU en contra de Irak. Schroeder debía su estrecho triunfo electoral al compromiso de no apoyar una guerra a Bagdad, aun cuando fuera autorizada por las Naciones Unidas. Chirac, armado con un veto en el Consejo de Seguridad, fue aún más voluble con declaraciones de que cualquier asalto no autorizado al régimen del Ba’ath nunca sería aceptado por Francia. Juntos, Paris y Berlin, presionaron a Moscú a expresar también su desacuerdo con los planes americanos. Incluso Pekín llegó a emitir algunos cuidadosos sonidos de objeción. Las iniciativas franco.alemanas produjeron una enorme exitación y hasta consternación entre los comentaristas internacionales. Y hasta se dio, seguramente, una fuerte controversia en la Alianza Atlántica. ¿Qué podía pasar con la Unidad Europea, con la NATO, con la misma "comunidad internacional"si tan desastrosa división persistía? ¿Y el mismo concepto de Occidente, podría sobrevivir? Tales aprehensiones rápidamente serían dejadas de lado. Tan pronto como los misiles Tomahawks iluminaron el horizonte nocturno en Bagdad, y los primeros civiles iraquies fueron liquidados por los Marines, Chirac se aopresuró en explicar que Francia aseguraba el libre paso de los bombarderos norteamericanos a través de su espacio aéreo (como no lo había hecho cuando era Primer Ministro, cuando Reagan atacó a Libia) y deseó una "rápida victoria" a las armas norteamericanas en Irak. El Ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, el verde-cadáver Joschka Fischer declaró que su gobierno muy sinceramente hacia votos por el "rápido colapso" de la resistencia al ataque anglo-americano. Para no quedarse atrás, Putin le explicaba a sus compatriotas que "por razones económicas y políticas", a Rusia sólo le cabía desearle una victoria decisiva a los EEUU sobre Irak. Los partidos de la Segunda Internacional no podían haberse comportado más honorablemente.

Más lejos, la escena era muy similar. En Japón, Koizumi batió un record sobre sus contrapartes europeas, al anunciar su pleno apoyo a la agresión anglo-norteamericana, e hizo generosas ofertas de los bolsillos de los contribuyentes japoneses para concurrir en el financiamiento de la ocupación. El nuevo Presidente de Corea del Sur, Roo Moo-hyun. Elegido por las grandes esperanzas de la juventud del país que lo veía como un radical independiente, instantáneamente se afrentó a si mismo ofreciendo no sólo su aprobación a la guerra de América en el Medio Oriente, sino que también tropas para ir a luchar allí, en la infame tradición de Park Chun Hee, durante la guerra de Vietnam. Si esto va a ser el nuevo Seúl, Pyongyang hará bien en fortalecer sus preparativos militares contra cualquier preparación de la misma aventura en la Península Coreana. En América Latina, el régimen del PT en el Brasil se limitó a balbucear unos pocos murmullos hipócritas de reserva, mientras en Chile el Presidente Socialista Ricardo Lagos – sumiso aún para los estandards de una social democracia sub-ecuatorial—cableó frenéticamente a su embajador ante las Naciones Unidas, porque irresponsablemente dejó escurrir la palabra "condenar", al hablar con algunos periodistas, para que hiciera una corrección inmediata: Chile no "condenaba", tan sólo "lamentaba" la invasión anglo-norteamericana.

En el Medio Oriente, el panorama de hipocresía y colusión es más familiar. Pero en medio de la aplastante oposición de la opinión pública árabe, ningún régimen clientelar falló en cumplir con su deber ante el pagador general. En Egipto, Mubarak dio libre paso a la Armada de EEUU a través del Canal de Suez, y su espacio aéreo a la USAF, mientras su policía garroteaba y detenía a cientos de manifestantes. La monarquía Saudi invitaba a los misiles crucero a arquear por encima de su territorio, mientras los Centros de Comando de los EEUU operaban normalmente en su suelo. Los Estados del Golfo ya hacía tiempo que simples anexos militares de Washington. Jordania, que se las arregló para mantenerse más o menos neutral durante la Guerra del Golfo, esta vez, ansiosamente proporcionó bases a las fuerzas especiales americanas, para que merodearan a través de sus fronteras. Los mullahs de Irán, tan opresivos en casa como estúpidos afuera, colaboraron en las operaciones de la CIA al estilo afgano. La Liga Árabe se superó a sí misma como la expresión colectiva de la ignominia, anunciando su oposición a la guerra mientras la mayoría de sus miembros participaban en ella. Esta es una organización capaz de llamar negra a la Kaaba, mientras la tiñen de rojo, blanco y azul.

La realidad de la "comunidad internacional"—léase de la hegemonía global norteamericana- nunca se había desplegado como en este panorama depresivo. Contra un tal trasfondo de complicidades y traiciones , unos pocos—muy pocos—actos de resistencia genuina se mantienen en pie. El único cuerpo elegido que trató de detener la guerra fue el Parlamento turco. El reciente elegido régimen del AKP no se portó de manera diferente a los de otros lugares, tramando corruptamente por mayores coimas para hacer de Turquía una plataforma para los ataques terrestres de EEUU contra el Norte de Irak. Pero la presión de masas, reflejos del orgullo nacional o de explosiones de conciencia, movieron a un número y suficiente de su propio partido a rebelarse y a bloquear esta transacción, desarmando los planes del Pentágono. El gobierno de Ankara se apresuraba a abrir el espacio aéreo para los misiles y el traslado de tropas, pero la acción del Parlamento turco—desafiando a su propio gobierno, para no decir a los EEUU—alteró el curso de la guerra, a diferencia de los Eurogestos bastante baratos, que se evaporaron cuando comenzó el combate. En Indonesia, agudamente, Megawati llamó la atención sobre la desnudez del emperador al llamar a una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad para condenar la expedición anglo-norteamericana. Naturalmente, después de varios meses de tiras y aflojas de Paris, Berlin en torno a la santidad de la autoridad de la ONU, la respuesta fue un completo silencio. En Malaysia, Manhatir – que no por primera vez vino a quebrar un taboo diplomático—bien francamente pidió la renuncia de Kofi Annan por su rol como asistente en la agresión americana. Estos políticos entendieron mejor que otros en el Tercer Mundo que el Imperio Americano estaba usando su enorme poder arsenal militar para enseñarle al sur una lección sobre el poder del Norte a fin de intimidarlo y controlarlo.

El Síndrome Quisling

La Guerra contra Irak fue planeada según los lineamientos establecidos por sus predecesoras en Yugoeslavia y Afganistán. Está claro que los políticos y generales en Washington y Londres tenían dsperanzas de que el modelo Kosovo-Kabul pudiera repetirse en sus formas esenciales: bombardeo aéreo masivo para poner de rodillas a los oponentes, sin necesidad de combates de tierra más serios. (4) En cada uno de estos casos no hubo una real resistencia, una vez que que los B52 y las armas de precisión hicieron su trabajo. Pero se debía tener también a mano, y eran indispensables para obtener un buen resultado, la presencia de "aliados" en los mismos regímenes bajo ataque. En los Balcanes sirvieron los emisarios de Yeltsin, que aconsejaron a Milosevic entregar su cabeza en bandeja para poder con eso retirar sus tropas intactas de sus bunkers en Kosovo. En Afganistán, fue Musharraf quienaseguró que el grueso de las fuerzas talibanas y sus "consejeros" pakistanes se dispersaran, una vez que comenzó la Operación Libertad Duradera. En ambos países, fue un patrón externo en quien los regímenes locales habían confiado, el que tiró de la alfombra bajo sus pies.

Sin embargo, en Irak la dictadura Ba’ath fue siempre una estructura más dura y resistente. Había recibido un variado apoyo diplomáticpo y militar desde el exterior a todo lo largo de su carrera (incluyendo, por supuesto, la de ls EEUU y la de Rusia), pero nunca había sido dependiente de ellos. Sin embargo, EEUU, confiaba en que el alto mando era temeroso y venal, e insistentemente trató de sobornar a los generales iraquíes, a fin de que se dieran vuelta la chaqueta, o que, fallando en esto, asesinaran al mismo Saddam. Cuando todos esos intentos –aún a última hora—probaron ser un fiasco, al Pentágono no le quedó de otras que lanzar una operación terrestre convencional. La fuerza económica y militar del Imperio Americano fue siempre tal que, a menos que surgiera una rebelión en casa, o que una amplia intifada árabe desparramara la guerra en toda la región, podía estar confiado en empujar a través de la ocupación militar de Irak. Lo que no podía hacer era predecir con algún grado de certeza los alcances políticos de tal acto masivo de fuerza.

El Ejército Iraquí no se desintegró al primer disparo; no hubo casi signos de aquella extensa gratitud popular por la invasión, pero so mucha resistencia de guerrillas, y –a medida que subían las bajas civiles debidas a los misiles, morteros y bombardeos—una rabia en aumento en todo el mundo árabe. Temporalmente, los ejércitos Cruzados tuvieron éxito en hacer de Saddam Hussein un héroe nacional, y sus retratos florecían en las manifestaciones en Amman y Gaza, en el Cairo y Sanaa. En los momentos en que escribo, los hospitales de Bagdad rebosan de muertos y agonizantes, mientras la ciudad, ya en parte, está a medias dividida por los tanques americanos. "Ya es toda nuestra", declaraba un coronel de EEUU, examinando la capital en ruinas con el espíritu de cualquier comandante Panzer en 1940. Detrás de las columnas acorazadas, el Pentágono tiene un régimen de ocupación a la espera, encabezado por el antiguo general Jay Garner, un comerciante en armas cercano al Lobby Sionista en Washington, con renombrados Quislings—defraudadores y especuladores como Ahmed Chalabi y Kanan Makiya—que vienen entre sus bultos de viaje. Ellos no estarán demasiado lejos de las autoridades de EEUU en su confección de lo que llaman ‘un régimen representativo’, con elecciones, una asamblea y todo lo demás, mientras la "administración de transición" se financia—sin duda alguna—con el patrimonio de Irak. Pero toda ilusión de que esto sería un suave y pacífico negocio, ya se ha desvanecido. Fuertes represiones se necesitarán para llegar a tratar, no sólo con los miles de militantes del Ba’ath y sus leales, sino también con los sentimientos patrióticosde los iraquíes, sin hablar de lo que se requerirá para proteger a los colaboradores del castigo nacionalista.

Ya la falta de cualquier espontánea bienvenida de los Chi’itas y la fiera resistencia de las tropas irregulares han echado abajo la teoría de que los iraquíes eran un "pueblo enfermo", que necesitaba de un largo tratamiento antes de dejarlos en disposición de su propio destino (si es que alguna vez se hacía eso). Tal fue la linea adoptada por el columnista bliarista del Observer, David Aaronovitch. Del mismo modo, George Mellon en el Wall Street Journal, advertía: "Irak no se recobrará fácilmente del terror de Saddam" : ‘ después de tres décadas de gobierno del equivalente árabe de Murder Inc, Irak es una sociedad que está muy enferma". Para desarrollar une "sociedad ordenada" y reenergizar (privatizar) la economía, se necesitará tiempo, insiste. En la primera página del Sunday Times, su reportero, Marc Franchetti, citaba a una ONG americana: " Los iraquíes son gente enferma, y nosotros somos la quimioterapia", decía el cabo Ryan Dupre. "He empezado a odiar este país. Espérense a que yo agarre a algún "friggin" Iraqui. No, yo no lo tomaré prisionero. Yo lo mataré". El reportaje – en la hoja de Murdoch—llega hasta describir como su unidad mató no a uno sino a varios iraquíes ese mismo día. (6) Sin duda, la teoría de "la sociedad enferma" adquirirá gran sofisticación, pero está claro que los pretextos están a mano para una mezcla entre Guantánamo y Gaza en estos nuevos Territorios Ocupados.

Las Naciones Unidas de América

. Por supuesto, los gobiernos europeos implorarán que las Naciones Unidas hagan suyas las conquistas de las armas americanas, y Blair que es más hábil que Bus en el uso de una verborrea untuosa, los secudará, por razones propias de él. Se escuchará más sobre ‘ayuda humanitaria’, sobre la urgencia de aliviar a los civiles que sufren, y sobre la necesidad ‘mantener unida a la comunidad internacional’. Mientras no tenga que ceder nada de su poder real, los EEUU tienen todas la de ganar con una bendición ex post facto de parte de las Naciones Unidas, tal cual ocurrió ya con su agresión en Kosovo. Los meses de peleas con la sombra en el Consejo de Seguridad—mientras era de público conocimiento para todas las partes, que Washington ponía al día laboriosamente la logística para atacar a Irak—le costó poco. Una vez que tuvo la Resolución 1441 en su bolsillo, que fue aprobada unánimemente—incluyéndose en esto Francia, Rusia y China, y ni decir Siria—el resto fue puro adorno. Aún el embajador francés en Washington, Jean David Levitte, urgió a los EEUU no continuar insistiendo en una segunda resolución. "Semanas antes de que se pusiera en tabla, fui al Departamento de Estado y a la Casa Blanca a decir: "No lo hagan...no la necesitan" (7)

En Londres hubo mojigatería, no esa descabezada postura de Washington, pero juntos llevaron adelante la farsa de quienes buscaban mayores "autorizaciones" sin ningún éxito. Pero el consejo de Levitte da alguna luz sobre la naturaleza real delas Naciones Unidas, que desde el fin de la Guerra Fría, no ha sido otra cosa que un instrumento a mano de la política norteamericana. La vuelta de hoja en esta transformación la marcó la salida de Boutros-Ghali de la Secretaría General, a pesar del voto en su favor de todos los miembros del Consejo de Seguridad, con excepción de EEUU, ya que se había atrevido a criticar la concentración occidental en Bosnia, a expensas de las grandes tragedias de África. Una vez que en su reemplazo se instala a Kofi Annan—el Waldheim africano, que la administración Clinton premia por ayudar a distraer la atención del genocidio en Ruanda—la Organización ya estuvo completamente en manos americanas.

Esto no significa que esté pronta a servir a la voluntad de los EEUU en cualquier circunstancia, como lo prueba el fracaso en los esfuerzos por asegurar un placebo a Blair.. No había necesidad de eso. Todo lo que era necesario—y plenamente al alcance—es que las Naciones Unidas se mantuviera detrás de los Estados Unidos, proporcionando se asentimiento oficial después de los sucesos. Lo que no podía hacer era condenarlos u obstruirlos. El ataque a Irak, como antes en el ataque a Yugoslavia, por un lado es una acerada violación a la carta de las naciones Unidas. Pero ningún estado miembro del Consejo de Seguridad soñó siquiera en convocar una reunión de emergencia acerca de esto, ni menos promover una resolución condenando esta guerra. Dicho de otra manera, habría sido hipócrita que actuara asi, ya que la agresión se derivaba lógicamente de todo el marco punitivo que daba el bloqueo a Irak desde la Guerra del Golfo, que ya había agregado cientos de miles de muertos a la cuenta del Consejo de Seguridad desde su papel en Ruanda, por seguir instrucciones americanas. (8), hacer un llamado a Estados Unidos a obedecer la autoridad de las Naciones Unidas era como esperar que el mayordomo despida al patrón.

Señalar estas verdades obvias no es ignorar las divisiones que han surgido en el seno de "la comunidad internacional" en torno a la guerra de Irak. Cuando la administración Clinton decidió lanzar su ataque a Yugoslavia, no pudo asegurarse la autorización del Consejo de Seguridad ya que Rusia se mantenía fría, de modo que siguió adelante con apoyo de la NATO, en la suposición correcta de que Moscú se embarcaría más adelante, y las Naciones Unidas dio su ratificación a la guerra una vez que esta terminó. En esta ocasión, la misma NATO se dividió, de modo que no pudo servir de reemplazante. Pero no sería sabio presumir que el resultado pudiera ser muy diferente.

Esta es la primera ocasión desde el fin de la Guerra Fría en que el desacuerdo entre el núcleo duro de la Unión Europea y los Estados Unidos explota en una querella pública, que pudo ser presenciada por televisión y que contribuye a polarizar a la opinión pública de ambos lados del Atlántico. Pero sólo la corta memora de un periodista podría olvidar que ya una disputa muy grave tuvo lugar durante la misma Guerra Fría, ocasionada por una aventura del mismo tipo y en la misma región,. En 1956, una expedición "unilateral" anglo-francesa, en alianza con Israel, intentó efectuar un cambio de régimen en Egipto—ante la furia de los Estados Unidos, que no fue consultado de antemano y que temía que tal aventura pudiera abrir la puerta a la influencia comunista en el Medio Oriente. Cuando la URSS amenazó con usar cohetes en ayuda de Nasser, Eisenhower ordenó a Gran Bretaña a salir de Egipto bajo amenaza de severos castigos económicos, y el asalto tripartito debió abandonarse. Esta vez los roles aparecen invertidos al extremo. Con Francia y Alemania denunciando la expedición americana—a la que se ha juntado el perpetuo perro de presa—Gran Bretaña.

Por supuesto, la diferencia ahora es que ya no hay una Unión Soviética para considerarla en los cálculos de la invasión, y que el poder aplastante está del lado de los Estados Unidos, no de Europa. Pero las lecciones de 1958 no han perdido relevancia. Fuertes disputas internacionales son perfectamente compatibles con una unidad básica de intereses entre los principales poderes capitalistas, que rápidamente se reafirman. El fracaso de la expedición de Suez dispuso a Francia a la firma del Tratado de Roma, que estableció el EEC, concebido en parte como un contrapeso a los EEUU. Pero EEUU apoyó la creación de la Comunidad Europea, cuya ampliación, hoy, sirve sus propósitos, como lo empieza a reconocer con alguna inquietud la propia elite francesa—aunque demasiado tarde, para poder hacer algo con respecto a eso. Los malos sentimientos es posible que subsistan entre Washington y Berlín y Paris, después de las fricciones de los meses recientes, aun cuando, se nos asegure frecuentemente que están tratando de dejar eso en el pasado. Dentro de la msma Unión Europea, el papel de los británicos, que en apariencia han pretendido hacer de intermediarios, los ha expuesto una vez más como el caballo de Troya en la Comunidad. Pero los dias en que De Gaulle podía contrariar genuinamente a América ya se fueron. Chiran y Blair se besarán y harán borrón y cuenta nueva.

¿Qué hacer?

Si es inútil esperar que las Naciones Unidas o Eurolandia, ni siquiera Rusia o China, sean obstáculos serios a los planes de EEUU en el Medio Oriente, ¿dónde comenzará la resistencia?

Antes que en ninguna otra parte, naturalmente, en esa misma región. Cabrá tener la esperanza de que los invasores de Irak sean echados del país por la reacción nacional creciente al régimen de ocupación que ellos instalen, y que sus colaboradores encuentren el mismo destino que Nuri Said antes que ellos. Tarde o temprano, el anillo de tiranías brutales y corruptas en torno a Irak, se quebrará. Si hay un área donde puede estimarse equivocado el cliché de que las revoluciones son cosas del pasado, es ésta, la del mundo árabe. El día en que la furia popular barra con Mubarak, los hashemitas, Assad, los saudis y otras dinastías, los americanos e Israel, y sus arrogancias en la región, habrán terminado.

Entretanto, en la misma patria imperial, la oposición al sistema gobernante cobrará valor, tomando ejemplo del mismo pasado americano. Al finalizar el siglo XIX, Mark Twain, afrentado por las reacciones chauvinistas frente a la rebelión de los boxer en China, y por la toma por los EEUU de Filipinas, tocó la alarma. Hay que oponerse al imperialismo, declaró. En 1899, una gigantesca asamblea en Chicago estableció la Liga Americana Anti-imperialista. En sólo dos años sus miembros llegaban a más de medio millón de personas, entre las que se incluían William James, W.E.B. DuBois, William Dean Howells y John Dewey. Hoy, cuando los Estados Unidos es la única potencia imperial, de nuevo se plantea la necesidad de una Liga Antiimperialista global. Y será crucial el componente norteamericano en se frente. La resistencia más efectiva, es la que surge en casa. La historia del ascenso y caída de los Imperios nos enseña que cuando los propios ciudadanos pierden fe en las virtudes de la guerra infinita y en las ocupaciones permanentes, esos sistemas comienzan a derrumbarse.

El Forum Social Mundial, se ha estado concentrando hasta ahora en el poder de las corporaciones transnacionales y en las instituciones neoliberales. Pero éstas siempre se basan en la fuerza imperial. Muy consistentemente, Friedrich von Hayek, el inspirador del "Consenso de Washington", fue un firme creyente en las guerras que apuntalan al nuevo sistema, ya que abogó por el bombardeo de Irán en 1979 y de Argentina en 1982. El Foro social Mundial debe aceptar ese reto. ¿Por qué no hacer campañas por el cierre de las bases militares y de sus instalaciones en el exterior—esto es en los más de cien países donde los Estados Unidos tienen hoy tropas estacionadas, bases aéreas y pertrechos? ¿Qué otra justificación tienen todos estos tentáculos, tan costosos, que no sea el ejercicio del poder americano? Las preocupaciones económicas del Foro no están en contradicción con esta extensión de su agenda. Después de todo, la economía no es más que política concentrada, y la guerra, la continuación de ambas por otros medios.

Al momento, estamos rodeados de políticos y sabios, prelados e intelectuales, que presentan sus conciencias, por escrito o por las ondas del aire, para explicar cuan fuertemente se oponen a la guerra, pero ahora que sta guerra ya se lanzó creen que la mejor manera de demostrar su amor a la humanidad es pedir una rápida victoria norteamericana, de modo que los iraquíes ahorren sufrimientos. Típicamente, tales figuras no objetan el régimen criminal de sanciones, ni su acompañamiento semanal de bombardeos anglo-norteamericanos, que arrojaron sólo miseria y sufrimientos al pueblo iraquí durante doce años. El único mérito de este coro enfermizo es hacer claro, por contraste, en qué podría consistir una oposición real a todo lo que entraña la conquista de Irak.

La tarea inmediata que enfrenta el movimiento anti-imperialista, es apoyar la resistencia a la ocupación anglo-americana, es oponerse a cualquier esquema que atraiga dentro de Irak a las Naciones Unidas, como cobertura retrospectiva a la invasión, al servicio de Washington y Londres. Dejemos que los agresores paguen el costo de sus propias ambiciones imperiales. Todos los intentos de disfrazar la re-colonización de Irak como un nuevo mandato de la Liga de las Naciones, en el estilo de los años 1920s, debe ser desenmascarado. Blair será el principal capataz en esto, pero estará corto de extras europeos que lo respalden. Por debajo de esta obscena campaña, comienza a evidenciarse en los canales de TV de Murdoch, en la BBC y en CNN, el urgente deseo de reunificar a Occidente. La mayor parte de la opinión oficial en Europa y un buen pedazo de la de EEUU, está desesperada por comenzar "el proceso de cicatrización" tras la guerra. La única respuesta posible en lo que queda por delante es la consigna escuchada esta primavera en las calles de San Francisco: "Ni su guerra, ni su paz".

8 April 2003

NOTAS

(1) "Promoting the National Interest", Foreign Affairs, Jan-Feb,2000

[2] In The Right Man, David Frum, El antiguo escritor de discursos de Bush arguye que:: ‘An American-led overthrow of Saddam Hussein—and a replacement of the radical Ba’athist dictatorship with a new government more closely aligned to the United States—would put America more wholly in charge of the region than any power since the Ottomans, or maybe the Romans’.

[3] Citado por Robert Blecher, ‘"Free People Will Set the Course of History": Intellectuals, Democracy and American Empire’, Middle East Report Online, March 2003; www.merip.org

[4] When Kanan Makiya se le concedió una audiencia en la Oval Office en enero ultimo, y alagó a Bush al prometerle ‘that invading American troops would be greeted with "sweets and flowers"’.La realidad resultó bastante diferente. Ver New York Times, 2 March 2003.

[5] Banner en Los Angeles Times, 7 April 2003. Las analogías con la Blitzkrieg de Hitler de 1940, discurren sin ninguna vergüenza por parte de los cheerleaders de la guerra. Éase Max Boot en Financial Times, 2 April: ‘The French fought hard in 1940—at first. But eventually the speed and ferocity of the German advance led to a total collapse. The same thing will happen in Iraq.’ Lo que pasó en Francia después de 1940, debería hacer meditar a estos entusiastas.

[6] Sunday Times, 30 March 2003.

[7] Financial Times, 26 March 2003.

[8] Sobre esta trasfondo de la Guerra, véase ‘Throttling Iraq’, editorial, NLR 5, September–October 2000.

Trad. F.G. para Globalización,

Versión en ingles:

Tariq Ali: Re-Colonizing Iraq

http://cepa.newschool.edu/het/

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