LAS CONSECUENCIAS DE LAS ACCIONES MILITARES OFENSIVAS EN IRAK PARA LA ECONOMIA CHILENA
Francisco Lira
Resulta importante realizar una predicción basada en diversos elementos claves del sistema económico nacional y en otros que lo afectan desde el resto del mundo. Esto se debe a que muchas predicciones entregadas por consultoras económicas e incluso por instituciones dedicadas al análisis económico, basan sus planteamientos en resultados de ciertos comportamientos específicos y de corto plazo, que si bien son importantes, no siempre son suficientes para mostrar tendencias globales.
Queremos aportar en el ámbito del análisis de la economía y sus tendencias recogiendo información de períodos más extensos para poder concluir acerca de la etapa del ciclo económico que se está recorriendo y para dar mayor respaldo al análisis de lo que ha sucedido en la economía. A partir de esta perspectiva trataremos de dar un mayor respaldo a las predicciones que se desprendan de nuestros análisis.
En este momento consideramos de gran importancia dar una mirada a las consecuencias del conflicto armado sucedido en Irak.
En este sentido conviene tener presentes diferentes elementos: 1) lo que se proponía como objetivo de la acción militar, 2) el significado económico de Irak, 3) la situación económica preexistente en EE.UU., Gran Bretaña y los demás países predominantes en la economía mundial y 4) las condiciones de la economía chilena frente a cambios en las condiciones económicas internacionales.
A la luz de la revisión de los elementos consignados anteriormente señalaremos al final lo que puede suceder en nuestra economía con los resultados de la invasión militar a Irak.
I. Elementos preliminares para analizar el impacto económico de la invasión a Irak:
- La política que impulsó la invasión a Irak.
Este ámbito tiene de por sí bastante complejidad por lo cual enumeraremos solo algunos de sus aspectos principales.
- La cultura política de EE.UU. se ha construido sobre la base de la convicción de ser la nación poseedora de la verdad política de la época moderna. Además es la economía más fuerte del mundo desde hace a lo menos un siglo, lo cual vendría a ratificar la bondad de los dioses frente a esta nación escogida. A su vez, la mayoría de la población de EE.UU. acepta una interpretación de los acontecimientos en torno a quienes adhieren a sus virtudes –que pasan a ser la verdad y lo bueno- y quienes se oponen a ello. Por cierto que aceptan acríticamente que países que les son fieles económicamente y que aceptan sus designios políticos tengan dictaduras para controlar a pueblos rebeldes, ideologías equivocadas o para explotar más fácilmente ciertas riquezas naturales. De esta manera se justifica cualquier acción que se oriente a corregir la acción de los malos –los cuales siempre están presentes- y que colocan en riesgo la política y economía correctamente definida. Recordemos que se ha impuesto últimamente aquella estremecedora frase –relacionada principalmente con lo económico y ampliada a lo político y a otras esferas de la vida- que dice "esta acción va o no por el camino correcto".
- EE.UU. fue agredido en su propio territorio y ha sido amenazado por grupos políticos que se propondrían realizar nuevos atentados para alterar el sistema económico de ese país y además, para responder a las agresiones que el mismo EE.UU. ha realizado en muchos lugares. En este sentido tiene particular significado el apoyo que, tanto EE.UU. como Gran Bretaña han prestado permanentemente a Israel, país con variados conflictos con sus vecinos desde su creación contemporánea en 1948. Frente a esta situación, EE.UU. se ha propuesto explícitamente destruir hasta su eliminación total, todo posible foco de agresión contra su país. Esta es sin duda una definición de guerra permanente contra toda organización política que los amenace mientras persista cualquier posible peligro. Se asume a su vez, que los grupos políticos capaces de agredir a EE.UU. necesitan apoyo logístico prolongado de distintos gobiernos y, por lo tanto, deben eliminarse estos gobiernos y cambiarse por otros que no estén dispuestos a entregar estos apoyos.
- EE.UU. tiene que asegurarse la provisión de materias primas e insumos en cantidad y precios adecuados. Esto normalmente se consigue a través de las cadenas comerciales establecidas, pero también requiere de países amigos para asegurarlos estratégicamente.
- Así, el gobierno actual ha definido una política de seguridad interna que pasa por neutralizar toda potencial amenaza. Esto ya venía desde antes, con diversas iniciativas orientadas a neutralizar los peligros de países emergentes en el uso de armas de destrucción masiva. Hoy, esta neutralización pasa por imponer cambios de gobiernos, obligar al desarme de ciertos países y controlar importantes ámbitos de sus vidas internas. Así, los aires futuros son de tensión, incertidumbre y –casi con seguridad- algunos conflictos armados.
A lo anterior habría que agregar el hecho político de que el gobierno norteamericano se encuentra dominado por sectores con una ideología guerrera cuya máxima resulta ser: la mejor solución a las divergencias políticas es responder con la fuerza.
Como conclusión de esta parte puede señalarse que las agresiones de EE.UU., sean políticas con presión militar o directamente militares, aumentarán el gasto público o mantendrán los altos déficit fiscales actuales. Esto a su vez aumentará la deuda externa: ambas situaciones, a mediano plazo, obligarán a bajar el gasto público y el consumo de EE.UU., empujando a una contracción de la economía. A su vez, la incertidumbre y los conflictos impedirán la confianza y tranquilidad necesaria para consumidores e inversionistas, reforzando también la disminución del consumo y la inversión de EE.UU. y, por efecto derivado, de la mayoría de los países del mundo.
- Con relación al significado político y económico de Irak.
Irak es el país que posee el segundo nivel de reservas de petróleo conocidas en el mundo. A su vez tiene uno de los más bajos costos de extracción de esta, su principal riqueza natural. Por otra parte, tiene una población con un nivel de educación y capacitación aceptable. Además, su ubicación geográfica es bastante estratégica. Todos estos atractivos económicos y políticos chocaban con la situación política del régimen de Sadam Hussein que había llevado a imponerle restricciones en la extracción de petróleo después de su invasión a Kuwait y que representaba una amenaza contra Israel.
La razón explícita de la intervención norteamericana fue derrocar al régimen imperante. La justificación fue de seguridad nacional norteamericana (si realmente este gobierno y país hubiese sido un peligro potencial para la seguridad de EE.UU., pero no lo era). Dicho de otra manera, son muchos los gobiernos que pudiesen de manera más o menos directa afectar la seguridad de EE.UU. o de sus ciudadanos. De esta manera o el objetivo encubría otro objetivo o muchos países están en riesgo de ser invadidos en un plazo no muy largo. De no haber sido este el objetivo, sino solo una disculpa que podía encontrar apoyo en otros gobiernos, ¿cuál era el real objetivo que se perseguía? Crecientemente se plantea que era el control del petróleo para bajar sus precios internacionales y afirmar la economía de los países más industrializados, aparte de permitir importantes ganancias de algunas empresas ligadas a la construcción y a la fabricación de armas. Alternativamente se plantea que era la instalación de una zona de seguridad permanente con bases militares de EE.UU.
La situación económica actual de EE.UU. y de otros países con alta nivel de producción nacional tiene muchos de los elementos que preceden a una crisis. Mencionaremos aquí algunos de estos.
La revolución tecnológica de la informática permitió un flujo de inversiones para la reconversión de todo el aparato productivo. Esto significó en muchos casos una sobre dimensión de las inversiones realizadas y un importante aumento del producto nacional. Todo esto se vio reflejado durante la próspera década de los 90. Basado en esta prosperidad creció el consumo en una proporción mayor que el crecimiento del ingreso, disminuyendo la proporción del ahorro sobre el producto total y aumentando la deuda interna y externa de EE.UU. Esta situación está llevando a que las personas aumenten crecientemente el porcentaje de sus ingresos dedicados a pagar deuda, restando la posibilidad de adquirir nuevos endeudamientos, lo cual implica una disminución del ritmo de crecimiento de su consumo. A su vez, más tarde o temprano, el Estado también tiene que pagar sus deudas, para lo cual debe aumentar los impuestos o disminuir el gasto y ambas alternativas disminuyen la demanda total. Solo un continuo y suficientemente alto crecimiento puede ayudar a financiar las deudas anteriores, aunque de todas maneras estos pagos aminoran el ritmo potencial del crecimiento futuro.
Simultáneamente la lógica de maximización de las utilidades se centró crecientemente en el aumento del valor bursátil o comercial de las empresas más que en sus resultados operacionales. Lo importante era mostrar resultados atractivos para vender parte o toda una empresa concretando así ganancias. Para ello se usaron todos los manejos contables y financieros posibles, incluidos los fraudes. La dinámica comercial generada por estas compras y ventas de activos generó una inflación de los resultados financieros y los valores de las empresas. Ahora, los ajustes hacia la realidad llevan a que el valor ficticio de riqueza generada anteriormente retroceda. Cuando esto sucede baja el valor de la riqueza nacional y con ello el gasto en consumo. A su vez, la menor riqueza valorada por una baja en el precio de las empresas y de sus acciones desincentiva inversiones. El menor consumo e inversión disminuye la demanda agregada deteniendo el crecimiento, generando menores empleos y provocando un clima de incertidumbre que retroalimenta nuevamente el menor consumo y la menor inversión. Esta dinámica pesimista demora en instalarse, pero cuando llega cuesta que se retire.
EE.UU. arrastra un déficit en su comercio internacional desde hace décadas. Este proviene del mayor gasto interno respecto al ingreso nacional de ese país. O sea, para hacer posible el déficit interno –es decir el aumento del nivel de vida por encima de las posibilidades que entrega su propia economía- se ha debido incurrir en una creciente deuda externa. El crecimiento del consumo con relación al producto ha impedido que haya suficiente ahorro para financiar la inversión privada. Por otra parte, el fisco ha contribuido a este déficit durante muchos años. En efecto, los grandes déficit fiscales de la década del 70 y 80 llevaron a imponer por ley la obligatoriedad de equilibrar el presupuesto fiscal, lo cual se logró durante parte de la década del 90 con el gobierno de Clinton. Pero con el gobierno de Bush de decidió disminuir la proporción de impuestos a la renta, especialmente de los sectores de más altos ingresos. En el corto plazo se esperaba ajustar el gasto fiscal disminuyendo las prestaciones sociales y otros gastos de inversión. Pero las condiciones generadas por los sucesos del 11 de septiembre de 2001 cambiaron la dinámica del gasto fiscal, aumentándolo en defensa y en seguridad interna. Como resultado de esto se ha vuelto a importantes déficit fiscales que a su vez han hecho más necesario el déficit de cuenta corriente. Esta dinámica deficitaria ha tenido tal magnitud, que los créditos absorbidos por EE.UU. en los últimos dos años han dejado casi sin financiamiento al resto de los países que requieren de créditos externos. Es decir, EE.UU. usa casi todos los capitales financieros disponibles –o "sobrantes"- que habitualmente se usaban para préstamos a distintos países en el mundo.
Pese a lo anterior, el ingreso de préstamos desde el resto del mundo hacia EE.UU. no ha logrado dinamizar la economía de EE.UU. más allá de ritmos relativamente pequeños, si se comparan con los obtenidos en la década del 90. A su vez, el pago paulatino de la deuda externa norteamericana significará –a mediano plazo- una menor disponibilidad de recursos internos para esa economía, empujando nuevamente hacia la disminución de la demanda agregada y dificultando aun más una salida a la recesión que ha comenzado a manifestarse desde hace algunos años.
Otras economías fuertes tampoco pasan por buenos momentos. En efecto, Japón está estancado desde hace ocho años y Alemania también ha entrado en un estado de estancamiento, seguido de cerca por el resto de Europa. Se está dando la lógica del ciclo económico, que señala que luego de un período de crecimiento continuo hay que esperar una contracción de ese crecimiento o una depresión abierta. Las razones de ello están expuestas en algunos de los argumentos dados con anterioridad para analizar la economía norteamericana: gasto anterior caracterizado por exceso de inversiones y consumo llevados adelante por expectativas optimistas que suelen traducirse en pensar que si estamos bien hoy, mañana estaremos aun mejor y que esto no se detendrá nunca. Cuando cambian los aires por diferentes motivos, se frena en parte el crecimiento y si ello se mantiene, entra el temor y la contracción de la demanda y la inversión, abriendo las puertas a la recesión.
Debe subrayarse nuevamente que esta tendencia viene de antes de las Torres Gemelas y por tanto, bastante antes de la agresión a Irak y no hay fundamentos serios para visualizar su salida. Pretender que la economía de repente se mejora de su actual estado depresivo es no comprender las raíces de los ciclos económicos y la necesidad de enfrentarlos con políticas adecuadas. Hasta ahora, las condiciones que han generado déficit en EE.UU. permanecen y se han incrementado con el actual conflicto bélico. De continuar la política de agresión y de posterior ocupación territorial y compra de aliados con varias decenas de miles de millones de dólares cada uno, estos déficit debieran incrementarse, lo que incrementaría el freno de la economía mundial. El ajuste se está dando espontáneamente con la restricción paulatina del consumo, situación indispensable para salir del endeudamiento existente pero que paraliza la demanda agregada, generando desempleo y mayor incertidumbre. Por otra parte, la larga crisis japonesa y el inicio del freno de la economía alemana se deben principalmente, pero no exclusivamente, al estancamiento de la dinámica de la economía mundial, a la pérdida de competitividad y, consecuentemente, al estancamiento de sus exportaciones. Alemania y Japón perdieron la primacía del mercado mundial y, ahora, deben compartirlo con un número creciente de empresas ligadas a otros países europeos, asiáticos y americanos.
- La economía chilena es altamente vulnerable a todo acontecimiento económico internacional. Lo que hay que subrayar de nuestra economía es lo siguiente:
En períodos de crisis como las de 1929-1933, 1975, 1981-1983 y la actual iniciada en 1997, la economía nacional se ha visto bastante afectada y por períodos relativamente largos. Estos efectos se tradujeron principalmente en fuerte desempleo y en lento crecimiento o directamente en decrecimiento. El impacto de estas crisis ha dependido en parte de la magnitud de la crisis internacional que nos afectó en cada momento y también de las circunstancias –siempre inconvenientes- en que hemos llegado a esas crisis. A su vez en cada una de estas circunstancias las políticas se han caracterizado por aplicar desde una fuerte a moderada austeridad, según la intensidad de cada crisis.
Actualmente tenemos una gran dependencia de la importación del insumo petróleo y de la exportación de materias primas (una vez más, aunque sin olvidar que no solo exportamos cobre, sino también otros productos primarios y unos pocos no primarios y no ligados a las primeras fases de elaboración del cobre). Es decir, el costo de producción de nuestra economía depende fuertemente de lo que suceda con el petróleo y de la devaluación de nuestra moneda. A su vez, el precio de nuestra moneda y nuestra capacidad para importar dependen de manera muy importante de la demanda internacional por nuestras materias primas y particularmente del cobre.
Nuestra economía está pues creciendo poco debido al lento crecimiento de la demanda por nuestras exportaciones que son los países más industrializados. Hay que añadir a esto que la sobreproducción de cobre –que ha significado una importante baja de su precio- se ha generado principalmente por una sobre producción generada por inversionistas provenientes justamente de los países que demandan nuestras materias primas.
El orden interno de nuestra macroeconomía permite amortiguar en parte las dinámicas provenientes del exterior, pero solo por un tiempo prudente. La sequedad de recursos financieros internacionales hará sentir sus efectos en nuestra economía en la medida en que haya inversiones más atractivas en otras partes del mundo –como en Irak, por ejemplo- y que haya que pagar las deudas contraidas en la década pasada por el sector privado, sin contar ya con las mismas facilidades anteriores para volver a endeudarse.
II. Las consecuencias económicas de la intervención militar en Irak.
Para observar los efectos económicos de esta intervención militar debiéramos asumiremos lo señalado explícitamente por Bush en el sentido que su política es de enfrentamientos con todos los países que consideren conveniente para tener un orden internacional acorde con sus intereses y necesidades. Por lo tanto el escenario más probable es el de continuidad de los conflictos políticos y bélicos. Considerando esa perspectiva se ha visto que lo más posible que acontezca es:
- La intervención en Irak permitirá en un mediano plazo aumentar la oferta mundial de petróleo, limitando en parte las posibilidades de regular la oferta por parte de la OPEP. Esto debiera facilitar la estabilización de los precios del petróleo. Las mejores condiciones del mercado petrolero para sus usuarios podrían ayudar a contrarrestar en parte el freno de las economías más fuertes.
- La acción bélica de EE.UU. y Gran Bretaña significará un aumento del déficit fiscal y de cuenta corriente de EE.UU. que debe sumarse a los déficit de arrastre, lo cual dificultaría la reactivación.
- La probable prolongación de la política de conflictos armados tendría un costo adicional que resentiría más el ya deteriorado ritmo de crecimiento de la economía de EE.UU. ya que cada aumento del déficit fiscal en cien mil millones de dólares significa un 0,95% del PIB de EE.UU., que luego hay que descontar del PIB en años posteriores. Entonces un monto de esa envergadura para mantener ocupaciones en Afganistán, ahora en Irak y en el futuro en otras regiones puede terminar afectando de manera algo más significativa el futuro crecimiento de esa economía, especialmente si estos déficit adicionales se suman a las deudas externas anteriores. Parte del pago de esta deuda puede hacerse con la emisión de dólares y el costo de ello podría ser mayor devaluación de esa moneda y pérdida de confianza en la misma, dejando mayor espacio para las transacciones internacionales con euros u otras monedas.
- El decaimiento del crecimiento de EE.UU. y la falta de dinámica económica europea y japonesa que ya viene dándose desde hace un tiempo, significan un lento crecimiento de la demanda por exportaciones de materias primas y mantienen sus precios bajos. Sin embargo esto puede revertirse, aunque solo en parte, por la demanda adicional requerida para reconstruir Irak y para reponer el armamento de los países invasores. Por lo tanto puede preverse que nuestras exportaciones mantengan un ritmo de crecimiento moderado. A su vez, el lento crecimiento de las exportaciones afectaría el ritmo de las inversiones internas y, a través de estas, al empleo y a la dinámica interna de nuestra economía.
- Puede concluirse entonces que los efectos de la política de agresión de EE.UU. hacia distintos países afectarían a la economía chilena por el efecto recesivo mundial de mayores déficit en la principal economía del mundo.
- Si se incrementa el déficit público y externo de EE.UU. y no se revierte la situación japonesa y alemana, probablemente nuestras exportaciones sufran una caída en sus cantidades y/o precios. Ello frenaría con mayor fuerza a nuestra economía.
- El peor de los escenarios es apoyar cualquier acción de guerra por la incertidumbre que genera y porque acrecienta la contracción de quienes se involucran en ella, y luego, de quienes están encadenados con esas economías con altos porcentajes de intercambio.
- Ante estas perspectivas, la economía chilena debe fortalecerse internamente y acrecentar los esfuerzos para asegurar la viabilidad e importancia del MERCOSUR y de otras políticas de integración regionales. Antes de privilegiar ante todo la apertura unilateral hacia todo el mundo, deben promoverse acuerdos específicos con una amplia diversidad de socios estratégicos. Asimismo debe promoverse la industria nacional, el desarrollo científico y tecnológico y el desarrollo local y de micro y pequeñas empresas. En definitiva se debe impulsar el desarrollo económico basado en un proyecto de país que defina ámbitos claros y específicos para impulsar la producción, preparando todas las condiciones necesarias para el éxito de tales experiencias. Muy concretamente además, debemos ganar crecientes espacios de autonomía en nuestra provisión de energía, sin dañar los ecosistemas. Aceptar el desafío de competir no significa solo o necesariamente abrir unilateralmente las fronteras a los productos importados, sino principalmente tener una capacidad humana de la mejor calidad posible, proveernos de una infraestructura adecuada a los desafíos que tenemos por delante y tener la capacidad tecnológica necesaria para estar siempre en la punta de los procesos productivos que desarrollemos.
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