Federico García Morales
El mundo en poco tiempo ha entrado a experimentar con la recesión económica extendida a niveles globales y con una guerra que una vez iniciada parece no tener límites, ni en su ferocidad ni en su extensión. Es visible como en una sociedad de información dirigida y de espectáculo, la recesión avanza ocultándose, mientras las causas del conflicto armado se desvanecen entre mentiras y sofismas. Pero los resultados van quedando, entrelazando una entrega tenebrosa.
La guerra Nada Santa de Bush, lanzada con enorme derroche de medios, en plena recesión, y con gigantescas demandas a un presupuesto deficitario, que no se condice para nada con los reclamos de Greenspan de "controlar el gasto público", ha originado en el otro lado del mundo una inmensa destrucción y acentuado en todos los lugares del planeta las condiciones depresivas que avanzaban sobre la economía. Su enlace con condiciones que pudieran empujar una "recuperación" de las economías centrales, no tienen en lo inmediato, ni en el mediano plazo, ninguna racionalidad. Al contrario, la urgencia obsesiva que va tomando en el mando americano la continuidad del camino adoptado, va introduciendo a la economía mundial en la contracción, en un rumbo plagado de peligros en donde más que la retoma del crecimiento se advierte sólo la extensión de la destrucción y de la barbarie.
La recesión
A mediados del año 2002, las principales economías del mundo, EEUU ,Europa, Japón, habían entado en un firme proceso de recesión, en donde no se veía horizonte alguno con condiciones que aseguraran una rápida recuperación. Más bien la afirmación de esta tendencia, en la que se agrupaba también la totalidad de la periferia, desembocaba en la apertura de un período histórico depresivo, de extensión que nadie era capaz de definir.
Como datos de esa recesión se aventaban caídas mundiales de los valores, un fuerte debilitamiento del dólar, contracciones productivas, desajustes del comercio internacional, bajas en los precios de las materias primas, crecimiento del desempleo, bajas en el consumo, crisis financieras, explosivo desarrollo de la pobreza, a veces, hasta países quebrados o al borde de la quiebra.
En el avance de esta situación en los EEUU se apreciaba la llegada de un momento en donde la deuda externa ahogaba, el poder del consumo popular como propelente económico desaparecía, la Reserva Federal escaseaba de medios para intervenir, una vez que había rebajado al extremo las tasas de interés. Para colmos, la llegada de un gobierno ultra reaccionario venía a defender en esta crisis al extremo más rico, liberándolo de impuestos, buscando canalizar los recursos hacia una salida imperial,
El entorno no era tampoco muy estimulante: una economía europea en precipitada caída, un Japón paralizado en sus deudas gigantescas, una América Latina en el extremo del endeudamiento y pobreza, en donde se avistaban sólo crisis mayores.
Los organismos internacionales sólo marcaban en sus informes el decrecimiento del comercio mundial , la baja sostenida del flujo de inversiones directas y el constante cierre de industrias manufactureras. Era el caso, por ejemplo de México. O en el caso de Argentina, una afirmación de duda respecto a cualquier futuro económico siquiera.
Fue en este ambiente que encontró un rápido despegue un planteamiento estratégico que la administración norteamericana venía madurando desde un par de años atrás. Romper el ciclo depresivo mediante el recurso de la guerra. A la que fue agregándole los pretextos, sazones y objetivos que convinieran, siempre que fueran enderezados a reforzar la hegemonía económica mundial de la gran potencia.
En este esquema febril se suponía:
Objetivos que lógicamente se ven como instantáneos, privados de costos y problemas, pero cuyo sólo cumplimiento y efectos se ubican en una extensa escala de tiempos plagados de inercias, obstáculos y de sorpresas para el voluntarismo.
Conviene recordar que antes de lanzarse en la guerra de Irak, los precios del petróleo todavía oscilaban entre los 22 y los 28 dls por barril, y que el Dow Jones se cotizaba en los 8200 y el desempleo en los 400.000.
Los cálculos del costo de esa guerra eran de 80 000 millones de dólares si duraba unas semanas, y de 200 000 millones si duraba un par de meses, extendiéndose a más requerimientos por centenares de miles de millones de dólares, si las cosas se complicaban.
Como es de suponer el sistema militar-industrial estaba dispuesto a recibir estos donativos, aunque quizás el Presupuesto americano sufriera con eso. De hecho, en su momento, el Congreso votó por unanimidad el primer pedido que rodeó los primeros 80 mil millones.
También la bolsa, que había estado cayendo por debajo de los 8000 puntos, respondió aliviada ante esta entrega, elevándolos nuevamente a los 8200.
Es interesante anotar que en estos días de guerra, los valores accionarios reaccionaron con gran volatilidad –no ante anuncios de aumentos de producción o aumentos en el empleo—sino ante expectativas, como cuando se supo que las tropas estaban en posesión de los campos de petróleos de Irak. No se podrá decir hasta más adelante si este juego ha mantenido el débil crecimiento o la recesión americana.
Pero volviendo a los mismos números, concluída la ocupación del país, luego de inmensas violaciones al derecho internacional, a la Carta de Naciones Unidas, después de haber asesinado a miles de civiles, niños, mujeres defenestrados, haber destruido la economía de un país de 26 millones de habitantes, y sin haber podido probar ninguno de los motivos alegados para esta agresión, Mister Bush levanta su puño de vencedor y nos muestra algunas cifras ahora justificadoras de su "triunfo": el barril de petróleo está entre los 22 y los 26 dólares—es decir, más o menos como estaba-- , el Dow Jones, muy satisfecho a 8220—es decir, como estaba--, y el desempleo bastante más alto, con 480 mil parados. En cuanto al "costo" de la guerra, hasta ahora se limitan a sólo 20 mil millones. Ni siquiera el Tesoro se ha atrevido, ante esta "bonanza", a subir su tasa de interés.
Si nos aproximamos a las economías de otras regiones, veremos que los efectos de este ensayo de "recuperación", han sido muy graves: la recesión europea se ha acentuado, por expectativas negativas de sus mercados, por el descalabro financiero en sus operaciones en el Medio Oriente, por la fuerte contracción del consumo ante el ambiente de guerra. Africa, Asia y América Latina experimentaron fuertes caídas en su comercio exterior. Con respecto a América Latina, la caída del IED en el último trimestre es de cerca del 50%.
En cuanto a la zona directamente comprometida por la brutal agresión norteamericana, está más lejos que nunca de estar saliendo de sus problemas económicos. En Irak, salvo las estaciones petroleras, se destruyó toda la infraestructura, y estas mismas estaciones no funcionan sin electricidad. Socialmente se originó allí también un cataclismo, que lanzó a millones a la pobreza extrema. Esto ha creado una situación imposible desde el punto de vista de los eventuales "negocios de reconstrucción", en que muchas empresas americanas y europeas habían puesto sus esperanzas, toda vez que hubiera un hipotético generoso gobierno "iraquí" que les pagara. Por otra parte, países como Jordania y Siria que eran muy dependientes del comercio con Irak, comienzan a resentir las dificultades. (Y hay que recordar que una parte del petróleo que Siria recibía de Irak, se reembarcaba hacia los EEUU). Una demostración de que las guerras no son buenas bases para "la recuperación".
Irak era además un lugar ya natural de préstamo e inversión para los capitales rusos, franceses y alemanes. Y puede decirse "por algún tiempo ya no está más". Quizás en este último punto, EEUU logró alcanzar una "ventaja estratégica".
Nada hay pues en el escenario puesto por esta guerra, que nos permita afirmar que con ella se haya recuperado la economía mundial o la economía americana. Solamente han surgido más problemas o se han profundizado los que existían.
La guerra misma
Los funcionarios del sistema tratan de explicar su rumbo de colisión contra Irak, poniendo en segundo lugar las razones petroleras y enfatizando la razón "estratégica". Esta razón como que coquetea con la versión pop de la cacería de amas de destrucción masiva, pero no cae en esa torpe vulgaridad—por estrategia quieren decir, establecimiento de una situación de predominio global.
La guerra, de hecho fue precedida de una larga negociación en donde más que atraer una fuerte coalición para la construcción de la Gran Armada y subvenir sus costos, se buscó probar el poder de intimidación de la hyperpotencia. Ese objetivo lo logró EEUU completamente. Para todos los efectos fue un tiburón moviéndose entre sardinas. Más que oposiciones resueltas y dentadas, se encontró con temores. La oposición europea no logró separarse de una tímida defensa de sus intereses financieros en el Medio Oriente. En otros, hubo un espectro de reacciones entre la adulación japonesa y las reservas chinas o las tristes astucias latinoamericanas, todos temerosos de perder expectativas bilaterales provenientes de un espacio de negociaciones anteriores. En el mundo árabe funcionó muy eficazmente el aparato de sumisiones gubernamentales bien establecido. Esto llevó a la parálisis del Consejo de Seguridad y a compromisos vergonzosos que inhibieron cualquier declaración condenatoria ( sustituída a veces por lamentos) y cualquier iniciativa al nivel de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Es en este momento ante bellum en donde ya se puede admirar la completa destrucción del sistema de seguridad colectiva establecido después de la Segunda Guerra Mundial y el aparecimiento de un poder fuera de control, que se puede describir muy bien en una de las lecturas mañaneras preferidas del Presidente Bush, el Apocalipsis, en esa escena del Poder del eterno, rodeado de sicofantes que están allí sólo para aullarle su admiración. A este Poder sólo le quedaba efectuarse.
Y eso vino a ocurrir unilateralmente, sin una condena de Naciones Unidas, ilegalmente, sin que mediara agresión alguna, con el desparpajo de cualquier operación de invasión y conquista de tiempos más bárbaros, si es que los hubo. Desde su momento inicial, la operación contra Irak fue un crimen mayúsculo que sólo ha ido agregando otros crímenes. De modo que se puede describir de sobra como una acumulación obsesiva y obscena de asesinatos, magnicidios, genocidios, robos.
Todas las armas disponibles por EEUU y su aliado británico fueron empleadas sin limitaciones, buscando generar el "shock and awe"
El objetivo inmediato era demoler un país, sus bases políticas, económicas, sociales, culturales, para dejar espacio en medio de toda esa descomposición a una reorganización de esa región y de sus recursos petroleros bajo la égida norteamericana. Hubo facilidades para que todas las cadenas de televisión pudieran ilustrar al mundo sobre el poder que se estaba desencadenando sobre el globo. Quizás masivamente esta difusión fracasó: a un nivel masivo no produjo pavor, produjo asco.
Con todo, en el terreno bursátil—al fin y al cabo era el capitalismo el que especulaba con la guerra—se reenderezaron las bolsas americanas por algunos días.
Seguía sin embargo pendiente la duración de la guerra. Las tropas en los primeros días se vieron impedidas en su marcha; las ciudades del sur presentaron una encarnizada resistencia y debieron ser rebasadas por el desierto, buscando concentrar sus impactos sobre Bagdad. El ejército anglo-norteamericano también había acunado su estrategia en la confianza del período anterior, en donde se habían hecho conscientes de la actitud sometida de tantos, y esperaron que las ciudades se les abriera con flores y aclamaciones. Pero no fue así. En medio de tan tremendos bombardeos y con tanta inferioridad en armamentos, cabe rendir homenaje al valor indomable del pueblo iraquí.
Algo ocurrió sin embargo, a la semana de llegar el contingente americano a los suburbios de Bagdad, una llegada que había sido antecedida por incesantes bombardeos sobre las divisiones encargadas de defenderla y, particularmente, sobre sus centros de comando. Es muy posible que aquí, la considerable rigidez del mando –al fin y al cabo una dictadura nepotista—haya causado la caída prematura de la defensa, que se había planeado para convertir la ciudad en una selva armada—más o menos como había sido Basora o Nazziriya. Al respecto, entre una nube de análisis de desinformación y de guerra psicológica, están las versiones que van desde el asesinato del mando iraquí, particularmente de Hussein y sus generales—hasta la versión de la traición masiva del generalato no sólo a Hussein sino a Irak. ¡a Saddam lo han matado en esta guerra cinco veces, y hasta ponen a los jefes fedayines entregándose a los EEUU a cambio de una tarjeta verde! No ha quedado claro tampoco dónde fue a dar un ejército de más de cuatrocientos mil hombres, ni dónde está su armamento.
Es bien posible que esta guerra esté sólo en sus inicios, y que cuando los americanos comiencen a cantar victoria, vengan a encontrarse con los comienzos de una guerra de liberación.
De todos modos, mucho cuidado tuvieron para ocupar desde los primeros días de la operación, los pozos petroleros., que como se vería era la única riqueza que les interesaba proteger. Porque luego vendría, por ejemplo, la destrucción y el saqueo de todo el patrimonio cultural de Irak, lo que envolvía la aniquilación de reliquias de muchas civilizaciones anteriores, configurándose lo que vendría a ser un Hiroshima cultural impulsado desde fuera, tolerado y justificado.
A lo largo de este asalto a Irak, se pudo notar la inmensa hipocresía del resto de la "comunidad internacional" . Rápidamente han ido buscando su reacomodo a la nueva situación, claro está, a la sombra del Gran Hermano. Los puntos conflictivos han venido a ser los relacionados con la continuidad del negocio en el área. Por una parte, los EEUU quieren sacar su botín principal, el petróleo, y para eso precisan acelerar "el fin de las sanciones" contra Irak—para lo cual deberán demostrar que Irak nunca tuvo armas de destrucción masiva. Lo que , claro, pone en entredicho la razón principal de su agresión.
Por otra parte, Europa (y Rusia) desearían participar en la "reconstrucción", que se ve como un negocio importante, que no quieren dejar sólo en manos de consorcios norteamericanos. Y también desean recuperar la parte de la deuda iraquí que les corresponde. Para todo eso se necesitarán de malabares diplomáticos y de astutas (y muy difíciles) políticas internas, ya que habrá que fingir al menos una base legal para todas estas operaciones, e imponer como sea alguna gobernabilidad al país.
El estilo de las imposturas dentro de Irak y en el exterior pueden dar una idea de cómo va todo esto. Se ha tratado de construir gobiernos desde fuera ( la fórmula Franks, directamente como gobierno "a la Mac Arthur" a través de las fuerzas de ocupación, luego la versión aparentemente más morigerada de Garner—que parece ser la que se tratará de imponer contra la voluntad de todo el pueblo irquí y de las conjunción de fuerzas religiosas shiita y suni--, y la de otros aventureros exexilados, que ahora intentan "representar" los intereses petroleros de Irak en la OPEP, y que se autoproclaman "gobernantes de Bagdad").
Todas estas fórmulas plantean el establecimiento de una dictadura colonial norteamericana. Y la idea de que Irak será ocupado permanentemente por el ejército norteamericano.
Es evidente que la fuerza de la oposición nacional y religiosa iraquí a la ocupación norteamericana es demasiado grande y que su convicción de que el petróleo ha de seguir siendo de los iraquíes, es también demasiado fuerte. Ellos saben muy bien que allí está la fuente principal para su subsistencia. Ningún esquema americano de privatización y de consuelos maquileros podrá satisfacerlos. Tampoco tendrá vigencia por mucho tiempo el intento americano de deshacer las estructuras políticas del pasado reciente—ej. El movimiento Baath , que ya se ve replanteando sus opciones políticas y sociales ( en un espectro que va desde la oposición al colaboracionismo) en el nuevo ambiente. Un agravio esencial y profundo, luego de sufrir tan hondamente la salvaje brutalidad anglonorteamericana, está juntando fuerzas. Seguramente la situación iraquí tiene sus especificidades, y el desarrollo de sus resistencias no permite equipararlo a lo que pasó en Afganistán. Y así, muchos analistas ven surgir de todo esto un largo período de confrontaciones donde se disputarán diversos ejes aglutinadores, sobre todo religiosos y nacionalistas, en contra de la ocupación norteamericana, en una mezcla que se asemeja a la que condujo la revolución islámica iraní.
La guerra ha elevado al primer plano problemas y sujetos nuevos.
Pero si eso ocurre en lo que es local a Irak—en Washington las cosas se miran desde otra óptica. Para el grupo de la Casa Blanca, ha habido una victoria:
Las tropas llegaron y vencieron a una de las principales potencias árabes en una guerra que quieren ver de veinte días. En segundo lugar, pudieron realizar este movimientos sin los estorbos de ninguna otra potencia. Al contrario, en muchos sentidos, lograron someter a las oposiciones internacionales, lo que les da bases para suponer que pueden continuar su marcha, modificando a fondo la institucionalidad internacional, de modo que sea instrumento de colaboración en la instalación del Imperio, y permitirse, entretanto, continuar operando en esta etapa de su proyecto estratégico que llevaría adelante la reorganización del Medio Oriente, al servicio de la instalación del Nuevo Orden global. Lo que implicaría algunas nuevas guerras.
Existe también ánimo triunfalista en torno a la reelección de Bush, que con actitudes más desenvueltas vuelve a preocuparse del entorno económico que padece de una languidez que no logra entusiasmarse con los trompetazos de victoria. Es cierto que los halcones estaban esforzándose en crear esa solución de abundancia económica mediante el saqueo petrolero a largo plazo, pero entretanto el capital como que sigue perdiendo eficacia, y pudiera éste transformarse en un espacio incómodo para quien puede alcanzar tantos halagos en fulminantes combates contra los agentes del Mal o los molinos de viento.
Con lo que el Imperio de George Junior, que comienza sin grandeza, podría ser sólo un episodio de decadencia y caída.
Ya Calígula trató de animar al populacho dándole de latigazos al mar.