Contra la intervención yanqui en Irak:
Angel Guerra Cabrera
La ilegal e inmoral intervención yanqui-británica en Irak topaba en su primera semana con una tenaz resistencia iraquí que amenaza con empantanarla, unida a la formidable y decisiva oposición de la opinión pública internacional. Ello sorprendió a los estrategas del Pentágono, incapaces de valorar las potencialidades de los pueblos y las enormes reservas morales y culturales del iraquí, y echó por tierra las expectativas de una victoria fulminante basada en la táctica de "choque y pavor", de auténtica inspiración nazi.
También ha fracasado hasta hoy el intento de "decapitar" al liderazgo de Bagdad o al menos de hacerle perder el control de la situación, que George W. Bush, Condoleezaa Rice, Dick Cheney, Donald Rumsfeld y Colin Powell -encarnación de la hipocresía y la mentira- aseguraron haber logrado. Igualmente fallaron las expectativas en una tecnología militar tan precisa y "humanitaria" que permitiría no infligir más bajas civiles que las toleradas por la opinión pública: sabemos que ya suman cientos -si no miles- las víctimas inocentes de la metralla, que van en aumento y ascenderán vertiginosamente una vez que la histeria se ha enseñoreado en Washington y Londres.
Las imágenes del paseo triunfal hacia Bagdad de las columnas blindadas, que tanto regodearon a los loros amaestrados de la CNN en los primeros días, ocultaban el grave error del mando yanqui de dejar intactas, en los flancos y en la retaguardia de su avance, fuerzas que en unas horas comenzaron a ocasionarle decenas de ba-jas. Unidades militares con apoyo de civiles resisten heroicamente al invasor en el trayecto hacia Bagdad, como ha ocurrido en Um Qasr, Basora, Nasiriya y Kerbala.
La dirección iraquí parece optar por eludir el combate convencional, que sería suicida frente a una máquina de guerra abrumadoramente superior en técnica militar y logística, y organiza grupos pequeños, ca-paces de una movilidad y versatilidad de que carecen las tropas regulares, de asestar golpes sorpresivos al enemigo y luego confundirse entre la población. De ser cierta la distribución a civiles de millones de armas ligeras, sienta las bases para el desarrollo de la guerra popular patriótica, no sólo en Bagdad -donde está por co-menzar la batalla decisiva- y en las ciudades principalmente, sino en cualquier punto de su retaguardia donde sea posible hostigar y causarle bajas ventajosamente al enemigo.
El desarrollo de este tipo de guerra permitiría a los iraquíes maximizar el uso de sus fuerzas, que podrían sumar a gran parte del pueblo indignado por la agresión y aprovechar las debilidades de una infantería con pobres motivaciones morales, no conocedora del teatro de operaciones ni habituada al rigor del clima, dependiente siempre para operar del uso masivo de la aviación, los helicópteros, los tanques y la artillería. Esta estrategia podría ser muy exitosa y posibilitar una lucha prolongada, con la condición de que el liderazgo de Bagdad mantenga incólume la decisión de resistir, confíe en su pueblo y se disponga a combatir en serio hasta las últimas consecuencias, lo que le impondrá enormes sacrificios y privaciones, que difícilmente acepten todos sus integrantes. No existe una guerra popular victoriosa si los jefes no dan el ejemplo.
Pocas veces, si es que acaso alguna en la historia, habrá contado un pueblo en la tierra con la solidaridad internacional que seguramente recibiría una persistente re-sistencia iraquí. La calle árabe, que no cabe ya de furia, estallaría irrefrenablemente desde el Maghreb hasta las satra-pías del golfo. En esas circunstancias, la Asamblea General de la ONU no tendría más alternativa que exigir la remoción del indigno y servil Kofi Annan, el inmediato cese de las hostilidades y la retirada incondicional de los invasores, que las multitudes apoyarán en el mundo entero, inclusive en Estados Unidos, donde Bush se ve-ría enfrentado a una marea popular incontenible. Su pandilla, como las de Aznar, Blair, Sharon y todos los demás cómplices de este genocidio, serían echadas y juzgadas como criminales de guerra.
Si continúa su ascenso el movimiento internacional contra la agresión imperialista, es muy probable que Irak pueda continuar la resistencia por el tiempo que tarde en producirse esa sublevación sin precedente. En todo caso, quienes creemos que otro mundo es posible debemos convenir que para alcanzarlo es indispensable salvarlo antes del apocalipsis a que lo arrastran los nazis de Washington.
guca@laneta.apc.org