Aldo Guzmán Ramos
Buenos Aires. Argentina.
E-mail: aldo_73@yahoo.com
Resumen:
La destrucción del patrimonio cultural por causa de los conflictos bélicos, no responde únicamente a situaciones fortuitas, tiene que ver también con la expansión imperialista del capitalismo. El patrimonio cultural e histórico de los pueblos permite mantener la cohesión de la sociedad por un lado, y le otorga identidad a un grupo social. Aprovechando esto, el imperialismo-capitalista en su constante expansión, a través de las armas y el capital, destruye los elementos que conforman el patrimonio de una sociedad con la intención de dominar y controlar al planeta.
Abstract:
The destruction of the cultural heritage because of the warlike conflicts, does not respond to fortuitous situations solely, has to also do with the imperialistic expansion of Capitalism. The cultural and historical heritage of the towns allows to maintain the cohesion of the society on the one hand, and it grants identity to him to a social group. Taking advantage of this, the imperialism-capitalist in his constant expansion, through the arms and the capital, destroys the elements that conform the heritage of a society to the intention to dominate and to control to the planet.
El arco de guerras y conflictos que vive el mundo, desde Colombia hasta Indonesia, pasando por Afganistán, la zona del Cáucaso, Balcanes y parte de África Subsahariana tiene un inmenso coste humano y económico (1), generando enormes movimientos de capital, bienes y personas.
Todos estos conflictos armados tienen algo en común y es la participación (directa o indirecta) del imperialismo, principalmente norteamericano, como instrumento del capitalismo para asegurarse las posibilidades futuras de expansión mundial.
El imperialismo, a partir del uso de las armas y del capital, también intenta capturar o neutralizar los "corazones" y las "mentes" de los pueblos, de los intelectuales, de los líderes políticos y sociales, a través de la manipulación de los signos y símbolos de la comunicación, capturando y controlando el principio de los mecanismos de la comunicación masiva, el espectáculo, la educación superior. A través de su control e influencia sobre los líderes locales de opinión transmiten una variedad de mensajes políticos abiertos y encubiertos que debilitan y corroen la resistencia nacional y social, y denigran las tradiciones revolucionarias del pasado.
Además de esta manipulación de la información y de la comunicación, el imperialismo ataca al patrimonio cultural e histórico, el cual permite transmitir la historia de una determinada sociedad, y que posee una gran importancia en la formación de la identidad del individuo.
La desaparición del patrimonio genera en los individuos la perdida de las posibilidades de saber "quien es" y fundamentalmente "hacia donde va".
El patrimonio, muchas veces identificado con la herencia, es en sí mismo un concepto que alude a la historia, que entronca con la esencia misma de la cultura y es asumido directamente por los grupos locales. Es la síntesis simbólica de los valores identitarios de una sociedad que los reconoce como propios. Ello implica un proceso de reconocimiento, generalmente intergeneracional, de unos elementos (desde el territorio a la ruina) como parte del bagaje cultural y su vinculación a un sentimiento de grupo.
Así el Patrimonio son aquellos bienes, materiales e inmateriales, sobre los que como en un espejo, la población se "contempla para reconocerse", para reconocer sus raíces, su historia. Un espejo que la gente ofrece a sus huéspedes para hacerse entender, en el respeto a su trabajo, a sus formas de comportamiento y su intimidad.
Podemos decir que el elemento "más visible" del patrimonio cultural es el patrimonio tangible; que se compone de los bienes inmuebles, como son los monumentos, edificios, lugares arqueológicos, conjuntos históricos, y los elementos "naturales", como los árboles, grutas, lagos, montañas y otros, que encarnan importantes tradiciones culturales y religiosas, y los bienes muebles, que engloban las obras de arte de cualquier tipo y cualquier material, los objetos de interés arqueológico, los que reflejan técnicas tal vez desaparecidas y los objetos de la vida cotidiana, como pueden ser los utensilios, los vestidos y las armas.
A esta lista, hay que añadir el patrimonio intangible, que constituye el patrimonio intelectual: es decir, las creaciones de la mente, como la literatura, las teorías científicas y filosóficas, la religión, los ritos y la música, así como los patrones de comportamiento y culturales que se expresan en las técnicas, la historia oral, la música y la danza. Este patrimonio "intangible" se transforma en "tangible" a partir de los escritos, las partituras musicales, las imágenes fotográficas o las bases de datos informáticas, siendo en este estado tan vulnerable a los ataques como cualquier objeto físico.
El patrimonio, puede ser reconocido entonces, no sólo como un recurso capaz de generar una cohesión social al dar identidad a un pueblo, sino también como potencial recurso generador de riqueza y empleo cuando se transforma en un producto turístico.
Pero, precisamente por ser, el patrimonio, un elemento que permite dar identidad a una sociedad, el imperialismo, que busca la expansión económica capitalista; ha elegido como uno de sus objetivos militares a aquellos bienes que permiten ir rompiendo los lazos de unión entre los individuos.
Así, el imperialismo en su afán de apropiarse de materias primas, mano de obra barata y nuevos mercados, ha provocado una importante destrucción del patrimonio cultural de la humanidad, a veces de forma directa y en otras ocasiones indirectamente.
Durante la guerra fría, los Estados Unidos llevaron a cabo guerras de agresión brutales contra la República Democrática y Popular de Corea, Vietnam y el resto de Indochina, además de campañas contrarevolucionarias sangrientas en Asia, en Africa y en América latina con un coste en vidas humanas que se elevan a millones.
Pero una vez terminada la confrontación con el "enemigo comunista", el imperialismo norteamericano ha provocado guerras contra todas las fuerzas que se encuentran en su camino, abarcando todo el espacio mundial, buscando asegurar los elementos necesarios para perdurar como sistema.
De esta manera intervienen en Oriente Medio, por sus vastos recursos en petróleo y en gas que son de una importancia estratégica (2) para el imperialismo americano; que ha mantenido su hegemonía en Oriente Medio con una política en la cuál, los dos pilares fundamentales son el respaldo al estado sionista de Israel y a los regímenes árabes reaccionarios, en detrimento de las masas palestinas y otros pueblos, como los kurdos (3), los chechenos, los georgianos, etc. Por ejemplo el embargo y la agresión militar imperialista constante contra Irak bajo los auspicios de las Naciones Unidas, es un esfuerzo criminal por controlar los recursos en petróleo de la región y para someter un pueblo y un gobierno.
Los preparativos de guerras imperialistas también se intensifican en la región asiatico-pacífica. Los Estados Unidos amenazan Corea del Norte y aplican una política dual con respecto a China; por un lado intentan que acepte una mayor influencia del imperialismo americano, y por otro buscan "contener" la potencia industrial y militar creciente de China a través del acuerdo con Japón. El subcontinente indio es de una importancia inmensa para el control del Océano Indico y la contención de China. En su objetivo de control, los imperialistas no están interesados en resolver los problemas del subcontinente, como el de Cachemira; prefieren que se mantenga como la "manzana de la discordia" entre India y Pakistán, para poder actuar en función de sus intereses, aunque esto implique muerte o destrucción para estos países.
En Africa, los Estados Unidos fueron los verdaderos instigadores de la guerra de agresión contra la República Democrática del Congo, llevada a cabo por las tropas ruandesas, ugandesas, y de Burundi. El objetivo esencial de la guerra era acaparar los recursos gigantescos del suelo congolés. Esta guerra está estrechamente ligada a la de Angola, donde UNITA (creada por la CIA y sostenida por los lobbies americanos), ha desencadenado una gran ofensiva contra las fuerzas gubernamentales, también, en este caso, están en juego grandes recursos (como diamantes, petróleo, etc.).
Por último, en América latina; por ejemplo Cuba ha sufrido más de cuarenta años de ataques por parte de los Estados Unidos bajo diferentes formas (desde la invasión militar de Bahía de Cochinos en 1961 hasta el bloqueo económico, pasando por atentados e instigaciones a revueltas).
En el resto del continente, el imperialismo americano continúa recurriendo al terrorismo de estado y a los grupos paramilitares fascistas contra la resistencia popular, y bajo el pretexto de apoyar los ejércitos latinoamericanos en su combate contra las guerrillas, o contra el tráfico de drogas, los Estados Unidos pretenden subordinar cada vez más y aumentar su presencia militar en Bolivia, Perú, Colombia, Venezuela y en Guyana.
Considerando lo planteado, puede decirse que al imperialismo le importa poco la soberanía y la independencia de las naciones, se inmiscuye en los asuntos internos de los países invocando con arrogancia, los pretextos de "democracia, libertad, autodeterminación de los pueblos, paz, multipartidismo, elecciones libres y derechos humanos", todas patrañas que esconden intereses exclusivamente económicos.
Por otra parte, si el gran enemigo de Estados Unidos y de occidente fue eliminado (el comunismo con la URSS como pilar fundamental), porque el presupuesto militar de los EEUU se eleva a casi 300.000 millones de dólares, correspondiendo a casi el 40% de los gastos militares mundiales, ¿solo para protegerse del terrorismo internacional?, terrorismo que la misma superpotencia ha generado, ¿o acaso Bin Laden no es un "producto" de la CIA, alistado por la agencia para enfrentar la agresión soviética (1979-1989); o ¿será para defenderse del "Eje del Mal"?, es decir de posibles ataques de Irak, Irán, Corea del Norte, Cuba, etc. Esto es poco creíble.
Pero si es seguro que este excesivo gasto militar, ha permitido los horrores de la guerra del golfo, la invasión de Somalia, Haití, Bosnia, Yugoslavia, atrocidades y ataques terroristas en Libia, en Afganistán o en Sudan, conflictos en Africa central (Congo) o en América Latina (Por ejemplo: el Plan Colombia).
Si hacemos una lista de los países bombardeados por los Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial nos daremos una idea del alcance mundial del imperialismo norteamericano: China, 1945-46, Corea 1950-53, China 1950-53, Guatemala 1954, Indonesia 1958, Cuba 1959-60, Guatemala 1960, Congo 1964, República Dominicana 1965, Perú 1965, Laos 1964-73, Vietnam 1961-73, Camboya 1969-70, Guatemala 1967-69, Granada 1983, Libia 1986, El Salvador década de 1980, Nicaragua década de 1980, Panamá 1989, Irak 1991-2001, Sudán 1998, Afganistán 1998, Yugoslavia 1999, Afganistán 2001-2002... y seguramente seguiremos ampliando la lista, pues las armas del imperialismo norteamericano sirven para mantener y expandir el capitalismo, para ejemplificar esto, basta con la frase del Mayor Gral. Smedley D. Butler de principios de siglo XX, "he dedicado treinta y tres años y cuatro meses al servicio activo de nuestra fuerza militar más ágil, la infantería de marina (...). Durante todo este período he dedicado la mayor parte de mi tiempo a servir a los intereses de los grandes negocios, a Wall Street y a los banqueros. En resumen, fui un pistolero a las órdenes del capitalismo... pienso que hasta le hubiera podido dar algunas indicaciones a Al Capone. Lo más que pudo hacer él fue operar sus sucios negocios en tres distritos en la ciudad de Chicago. Los marines, en cambio, operábamos en tres continentes".
Los efectos de la intervención militar imperialista en todo el planeta ha provocado en todos los países, aparte de la "lógica" destrucción de objetivos militares, la destrucción de bienes que conformaban el patrimonio, no solo de cada uno de esos pueblos, sino de toda la humanidad.
La destrucción del patrimonio por acción de las guerras: Los casos de Bosnia-Herzegovina (Europa) y Afganistán (Asia):
A continuación se presentan brevemente los casos de Bosnia-Herzegovina y Afganistán, pretendiendo simplemente ejemplificar lo planteado sobre el accionar del imperialismo en su intento de aniquilar la "identidad" de los pueblos, "destruir" su soberanía y "amoldarlos" al nuevo orden económico mundial, mediante la destrucción sistemática (entre otras cosas) de su (nuestro) patrimonio cultural.
La situación en Bosnia-Herzegovina.
En el territorio de la antigua Yugoslavia, los Estados Unidos y sus aliados de la OTAN, permitieron una destrucción del patrimonio (y de vidas) en suelo bosnio indescriptible, para que luego la operación militar tuviera como argumento la intervención por la violación de los "derechos humanos".
¿Que sucedió con el patrimonio en la cruenta guerra en Bosnia-Herzegovina entre 1991 y 1995? Fue una guerra devastadora en todos los sentidos, que se cobró un número elevado de vidas humanas producto de la llamada limpieza étnica; pero junto a ésta se llevó a cabo una limpieza cultural que dañó seriamente el Patrimonio Cultural del pueblo Bosnio y el de toda la Humanidad, en definitiva.
El patrimonio del pueblo Bosnio, se establece sobre las bases de una cultura y forma de vida conformada por católicos, ortodoxos y musulmanes, por lo cual supone un triple enriquecimiento del patrimonio cultural; patrimonio que se quería hacer desaparecer sin más, por causas ideológicas, políticas y económicas.
La magnitud de la devastación del patrimonio es aterradora; los datos obtenidos revelan que fueron destruidas más de mil mezquitas (de las que unas veinte datan del siglo XVI), 150 iglesias católicas, 15 iglesias ortodoxas, 4 sinagogas y otros mil monumentos culturales, incluyendo museos, bibliotecas, archivos y colecciones de manuscritos.
En lo que respecta a los daños infligidos a las bibliotecas (se han contabilizado 188 bibliotecas dañadas y 43 completamente destruidas), nos detendremos en el caso del Instituto de Estudios Orientales de Sarajevo (de renombre mundial) que poseía documentos de la época otomana, de una importancia crucial para la historia de Bosnia-Herzegovina. Contenía 5.263 manuscritos árabes, turcos, persas y bosnios; enciclopedias, obras de historia, geografía, política, teología, filosofía islámica, obras sufíes, obras de ciencias naturales y matemáticas, de derecho, diccionarios y una colección de poesías bosnias y otomanas, desde el siglo XI al XX. Los archivos contenían más de 7.000 documentos de los siglos XVI al XIX con ordenanzas de sultanes, cartas de gobernadores, certificados jurídicos y catastrales, cuentas y reportes financieros. Estos últimos dentro de otras 60 series de reportes de jueces y asistentes de jueces de Bosnia. Los archivos de Vilayet contenían 200.000 documentos y certificados catastrales del conjunto del territorio de Bosnia-Herzegovina que datan de la segunda mitad del siglo XIX.
El Instituto tenía igualmente una colección de microfilms de documentos provenientes de otros archivos al igual que una biblioteca especializada de 10.000 volúmenes y 300 títulos de periódicos.
Los archivos del Instituto Oriental de Sarajevo comprendían 4 colecciones separadas.
- Colección Manuscripta Turcica que consistía en 7.156 documentos, desde el S. XVI al S. XIX
- Colección Sidzila documentos de autoridades judiciales de 1631 a 1878.
- El Vilajetsk Archiv, documentos de administración local. Era el archivo más amplio, con más de 200.000 documentos (órdenes, decretos, etc.) que contenía material relativo a las tres décadas finales de la dominación turca de Bosnia-Herzegovina (1852-78).
- Tapije, documentos oficiales de propiedades y registro de tierras desde el S. XIX.
Pero toda esta riqueza cultural fue sacudida, el 17 de mayo de 1992, por balas incendiarias lanzadas por los serbios desde las colinas vecinas, destruyendo toda la colección en pocas horas, constituyéndose así en lo que podría ser la pérdida cultural más grave de toda la guerra.
También la Biblioteca Nacional y Universitaria de Bosnia-Herzegovina (símbolo de la ciudad de Sarajevo) que estaba en un edificio morisco típico de la época austro-húngara, sobre las orillas del Miljacka fue alcanzada por la terrible guerra. Fue construido en 1896 y sus cuatro pisos abrigaron al Parlamento entre 1910-1914; poseía 1.550.000 volúmenes incluyendo 155.000 manuscritos y libros raros, pero en agosto de 1992 fue alcanzada por proyectiles incendiarios desde las colinas y la biblioteca fue consumida por el fuego reduciendo a cenizas la herencia nacional.
También en Sarajevo y otras localidades se destruyeron gran parte de los documentos administrativos, particularmente los producidos por el Gobierno y por la Asamblea.
También fue importante la destrucción de valiosos grupos de documentos en los monasterios franciscanos relacionados con la Bosnia Medieval, la administración turca y la dominación austro-húngara, las comunidades religiosas islámicas, la antigua Iglesia ortodoxa de Sarajevo, El departamento de documentos de la Academia de las Artes y las Ciencias y el Museo del Estado.
En cuanto a los archivos Regionales de Tuzla, Travnik, Sarajevo, Mostar y Bihac todos sufrieron pérdidas y daños.
Estos Archivos guardaban documentos valiosísimos referentes a la nación bosnia, así como de las actuaciones de los gobiernos. Pero cuando se destruye un archivo se destruye una huella de su pasado y de su historia. Se produce una destrucción de la memoria colectiva además de perderse documentos esenciales para la vida de muchas personas (Por ejemplo: certificados de nacimiento y títulos de propiedad).
Frente a toda esta destrucción, ¿qué hicieron las potencias militares? ¿qué hizo el imperialismo norteamericano? Simplemente nada; solo intervinieron cuando el nivel de destrucción del patrimonio y de vidas humanas fue lo suficientemente elevado como para iniciar sus planes de dominación y control territorial.
La situación en Afganistán:
El saqueo y destrucción del patrimonio de Afganistán es diferente al de Bosnia-Herzegovina, ya que desde muy antiguo el patrimonio cultural afgano ha sufrido enormes daños. Un ejemplo actual es la destrucción de los dos Budas de Bamiyan (aunque no es el único caso) en febrero de 2001, cuando el líder de los talibán (cabe aclarar que el régimen talibán fue financiado y de alguna forma organizado por los Estados Unidos, a través de su servicio de inteligencia, CIA), mulá Mohammed Omar decretó la destrucción de todos los monumentos y obras de arte figurativas existentes en Afganistán. Este crimen contra la cultura, y más concretamente contra el patrimonio, se une a todas las vejaciones impuestas a los afganos, y de ahí, la protesta y la indignación a escala mundial.
En el siglo XX, todos los Estados musulmanes y algunos de sus colindantes, adoptaron el principio de que la conservación y la valoración del patrimonio arqueológico son esenciales para la edificación de una nación moderna y, representan uno de los cimientos de la identidad cultural. Rompían con el terror sagrado que inspiraban hasta entonces las obras de tradición religiosa extranjera. En lo sucesivo, el pasado arqueológico debía preservarse como base del conocimiento, al margen de la carga religiosa que pudiera inicialmente tener.
Así desde 1919, el Afganistán independiente invitó a los arqueólogos franceses, italianos, rusos, japoneses, estadounidenses, británicos e indios a realizar excavaciones en su territorio y a formar a arqueólogos afganos, a cambio de acuerdos sobre el reparto de los hallazgos y sus beneficios. Pero en 1979 la invasión de la Unión Soviética puso término a estos intercambios. En 1989, tras la retirada de las tropas soviéticas, un grupo de guerrilleros del Hezb-i-Islami saqueó el monasterio budista de Hadda, sin promover la menor reacción. En 1994, ocurrió algo parecido en un museo situado en un barrio de la capital, ya que, éste último, se encontraba dominado por una facción independiente del poder central. Estos guerrilleros, poco después, se sumaron a los talibán y sentaron las bases de la destrucción, ocasionada por la ideología, que alega que el Islam prohibe las obras de arte figurativas. A estos efectos ocasionados por el régimen talibán debemos agregar ahora la "invasión" de las tropas norteamericanas, inglesas, francesas, etc. del territorio afgano, que buscan a los "culpables" de los atentados perpetrados el 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos. En esta búsqueda incesante las aldeas, ciudades y campos de Afganistán son sacudidos por las bombas y misiles, destruyendo todo lo que encuentran.
Pero a pesar de los daños ocasionados por todas las potencias que han asolado Afganistán (británicos, soviéticos y ahora norteamericanos), incluso los propios gobernantes; en la actualidad el nuevo régimen pidió a la comunidad internacional que ayude al devastado país a restaurar su patrimonio cultural, dañado y saqueado durante décadas de guerras.
El director general de la UNESCO, dijo que Afganistán era el vivo testimonio de más de 2000 años de historia y la expresión de muchos pueblos, culturas y creencias diferentes, por el hecho de que el país esta situado en la encrucijada de las culturas de Asia, Europa y Oriente Medio, junto con la llamada Ruta de la Seda, ubicación estratégica que le ha valido, por un lado un rico patrimonio cultural y por otro un incesante intento de dominación sobre sus tierras.
La comunidad internacional para preservar este rico patrimonio ha elaborado proyectos para la reconstrucción de los Budas de Bamiyán (de 53 y 38 metros de alto), la restauración del museo de Kabul y la preservación de los famosos minaretes islámicos, como el de Jam, en las escarpadas montañas de la provincia de Ghor, en el oeste del país. Respecto de este último, la UNESCO dijo que el minarete de Jam del siglo XII (el segundo más alto del mundo con casi 58 metros) será añadido a su lista de Patrimonio de la Humanidad.
Por otra parte el órgano cultural de las Naciones Unidas también "intentará" adquirir y devolver importantes antigüedades afganas y otros objetos que están ahora en manos de museos extranjeros (es parte de la explotación imperialista), intentando así repatriar el patrimonio cultural de Afganistán. Soberbias piezas de arte de Gandhara que formaron parte de la colección del museo de Kabul, se perdieron por la acción de saqueadores que las vendieron a traficantes fuera de Afganistán. A partir de 1993, cuando asumió la presidencia Burhanuddin Rabbani, diferentes señores de la guerra comenzaron a robar artefactos preciosos y a venderlos a extranjeros, más tarde la mayor parte de lo que quedó fue destruido por los Talibán, incluidas las reliquias almacenadas en el Ministerio de Información y Cultura, por razones de seguridad.
Este proyecto de reconstruir el patrimonio cultural del país es de fundamental importancia para la población afgana, para mantener el sentido de identidad nacional. A su vez el patrimonio cultural puede permitir el surgimiento de una actividad turística importante en la zona, lógicamente después que el país se encamine hacia una vida pacifica.
Esta destrucción sistemática del patrimonio de los pueblos del mundo, permite al capitalismo, a través del imperialismo, expandir el mercado, homogeneizando el consumo.
Si bien la UNESCO ha establecido cuatro tratados multilaterales para reforzar la protección del patrimonio, (por ejemplo el Convenio para la Protección de los Bienes Culturales en caso de conflicto armado (4), más conocido como Convenio o Convención de La Haya del año 1954 (entro en vigor en 1956) y su protocolo que junto con el convenio referente a las medidas a tomar para prohibir e impedir la importación, exportación o venta ilícita de bienes culturales) y que la Convención de La Haya (ratificada por más de 100 Estados), el Estatuto de la Corte Penal Internacional y los Convenios de Ginebra de 1949 (5), consideran como crímenes de guerra dirigir intencionalmente ataques contra objetivos civiles o contra monumentos o edificios destinados al culto religioso, la educación, las artes y las ciencias entre otros, mostrando claramente la preocupación de los Estados por proteger la cultura, creación humana y patrimonio de los pueblos; la destrucción del patrimonio de los pueblos y de la humanidad, no se detiene, es más aumenta.
¿Cuál será la explicación? Si bien no es una pregunta fácil de responder, podemos ensayar dos aproximaciones. La primera, y la más simple, puede ser que en un territorio en guerra, las reglas y normas internacionales pierden vigencia y ese espacio se convierte en "tierra de nadie", pero también podemos pensar que existen fuertes intereses de las grandes potencias militares en general y por parte del imperialismo norteamericano en particular para no impedir la destrucción del patrimonio cultural de los pueblos, como una forma de someter a los individuos al orden internacional impuesto por el capitalismo. Es más, no solamente en ocasiones no impide la destrucción, sino que en general colabora (directa o indirectamente) en la aniquilación de aquellos elementos que otorgan identidad a los pueblos dentro de esta globalización capitalista que busca homogeneizar todo el planeta, menos el reparto de las riquezas.
En definitiva, el militarismo imperialista diseñado con el propósito de construir y mantener el imperio capitalista, permitiendo así la penetración y dominación económicas de los países, ha provocado una pérdida de la soberanía nacional y de la identidad de los pueblos, a partir de la aniquilación de aquellos elementos que permiten mantener vivo el sentido de nacionalidad.
Reflexión final:
Como quedo expresado, el sistema capitalista, a través del imperialismo, avanza en el mundo de diferentes maneras. El fin justifica los medios para el imperialismo-capitalista; el fin es apoderarse de la mayor porción posible de riquezas del mundo, los medios son: la creación de conflictos armados, la generación de revueltas, etc. Dentro de estos mecanismos usados por el imperialismo, uno es el de la destrucción masiva del patrimonio cultural de los pueblos, como en los casos mencionados de Bosnia-Herzegovina y Afganistán. A veces esta destrucción la realiza directamente, atacando mediante coaliciones de países, que encabeza Estados Unidos; en otras ocasiones permiten la destrucción de pueblos proveyendo secretamente armas o instigando para que los grupos no lleguen a un entendimiento pacifico.
Esta destrucción del patrimonio genera, a mediano y largo plazo, la perdida de la cohesión social a raíz de la aniquilación de aquellos elementos identitarios.
La perdida de la identidad de los pueblos aparece así como una estrategia que permitiría establecer en forma definitiva los patrones de consumo y de producción fijados por el sistema capitalista.
Notas:
1) El International Institute of Strategic Studies calcula, por ejemplo, que el conflicto colombiano cuesta alrededor de 1.500 millones de dólares anuales (sin incluir en esta cifra el gasto que suponen los grupos armados no estatales: guerrillas y paramilitares), el de Afganistán 200 millones de dólares, el de Sudán 184 millones y la guerra de Sierra Leona 24 millones. Si bien cifras son orientativas y limitadas y no muestran la destrucción en todas sus facetas, nos permiten tener una idea del enorme costo para la humanidad de los conflictos armados.
2) Debemos considerar, por ejemplo, que el 70 % de las reservas mundiales de gas y petróleo están concentradas en la región del Mar Caspio y del Oriente Medio y que el negocio petrolero genera para las 10 multinacionales más importantes del mundo, un beneficio que supera los 40.000 millones de dólares por año.
3) Que reclaman la conformación de un Estado propio y lo seguirán reclamando, ya que lamentablemente intervienen en los planes del imperialismo, por lo tanto este permite que turcos, irakies e iraníes ataquen salvajemente al pueblo y al patrimonio cultural del pueblo kurdo
4) De acuerdo con la Convención, los bienes culturales son, en particular, los museos, las bibliotecas, los archivos, los sitios arqueológicos y los monumentos de valor para la arquitectura, el arte o la historia; es decir, todo aquello que da testimonio de la tradición de un pueblo y de su cultura.
5) Artículo 16. Protección de los bienes culturales y de los lugares de culto: Sin perjuicio de las disposiciones de la Convención de La Haya del 14 de mayo de 1954 para la Protección de los bienes culturales en caso de conflicto armado, queda prohibido cometer actos de hostilidad dirigidos contra los monumentos históricos, las obras de arte o los lugares de culto que constituyen el patrimonio cultural o espiritual de los pueblos, y utilizarlos en apoyo del esfuerzo militar. (Convenios de Ginebra. 1949).
Bibliografía:
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KALDOR, Mary. 2001. Nuevas guerras. España. Ed. Tusquets. 242 p. (ISBN 84-8310-761-9).
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