Fernando Montiel T. (1)
29.11.2002.
La imaginación y la creatividad pueden convertir en tierra fértil aquellas zonas que la lógica y la razón han decretado como estériles. En 1865, soñando con reptiles, el alemán Friedrich August Kekulé Von Stradonitz (1829-1896) descifró la estructura molecular del Benceno: Von Stradonitz consiguió un salto revolucionario en la química orgánica al soñar una serpiente que, a modo de anillo, se mordía su propia cola. Hoy las fuerzas armadas en todo el globo enfrentan un desafío similar al que el Benceno le representó al científico alemán hace 140 años: requieren una estructura creativa pero fundada en la realidad, que no solo auxilie a su mejor comprensión sino que también sirva como punto de apoyo para el estudio de la realidad en la que se insertan.
Lejos de Von Stradonitz, en Mayo de 1997 con motivo de la firma del Acta Fundacional entre la OTAN y Rusia, William Clinton hizo su propio aporte creativo cuando muy seguro de si mismo señaló: "ahora la función de la OTAN será asistir en el combate al crimen organizado". Más allá del esfuerzo que se requiere para imaginar de que modo un submarino nuclear puede servir para combatir el trafico de armas, drogas o personas, el comentario puso al descubierto una de las aristas más delicadas en el proceso de reforma militar a nivel internacional: la incertidumbre respecto a su lugar, y la poca definición del papel que habrán de desempeñar ante los nuevos desafíos que presentan los conflictos internacionales del siglo XXI.
Tener claro el papel que las fuerzas armadas están destinadas a desempeñar en el futuro es contar con el faro que guiará las acciones necesarias en el presente. Por los siete mares se reconoce que, salvo en algunos casos, las guerras convencionales en el sentido duro del término, son cada día más la excepción que la regla en las relaciones internacionales contemporáneas. Ahora si –se afirma a los cuatro vientos y con razón- las guerras son más inter-nacionales (o intra-nacionales como les llamas algunos) que inter-estatales. De acuerdo con un estudio publicado en el Journal of Peace Research de Oslo "en cualquier año entre 1989 y 1995 nunca hubo más de un conflicto convencional... desde 1989 el número de grandes conflictos no creció sino que disminuyó; pero el de conflictos bélicos de tipo intermedio con menos de 1,000 bajas anuales fue en aumento".
Esta nueva conceptualización de la capacidad y las características de las fuerzas armadas es la que permite explicar fenómenos que en su momento despertaron extrañeza o incluso miedo, tanto en el nuevo como en el viejo continente. Un ejemplo de lo anterior fue la desaparición en 1997 de la prohibición para vender armamento de alta tecnología a los países sudamericanos por parte de Estados Unidos. La desaparición de esta prohibición hizo temer una carrera armamentista en la región. La carrera no se presento la realidad del movimiento quedo pronto al descubierto: aunque el mecanismo fue de naturaleza militar, la maniobra tenía origen político y objetivos económicos; con esta maniobra Estados Unidos pretendió aumentar la desconfianza entre los países de la región para conjurar un posible fortalecimiento de MERCOSUR como alternativa de integración económica. Como su artífice principal, Washington sabia que el camino de la reforma militar de los Estados en la región no pasaba por el fortalecimiento de las capacidades para guerra convencional, sino todo lo contrario, de modo que no había motivo para temer una escalada armamentista en el cono sur, aunque se le podía dar un uso político, cosa que efectivamente ocurrió. Por otra parte en el viejo continente la multiplicación de acuerdos de asociación institucional como el Acta Fundacional de 1997, y de tratados de cooperación militar regional para la regulación en la producción y distribución de armas convencionales -como fue la reforma y ratificación del Tratado de Fuerzas Convencionales en Europa de 1996- tampoco es gratuita. No obstante la intensidad de las negociaciones, al interior del viejo continente las desvanecencias en cuanto al manejo del armamento convencional son cada día más raras.
No obstante el reconocimiento general de estas tendencias por casi todos los actores, y que el lugar que se les tiene asignando en el proceso de reforma militar es el correcto -en el centro-, como veremos a continuación el enfoque con el que se está abordando el proceso de sustitución del anacronismo militar estructural no es el adecuado. Ante este panorama la tarea que tenemos enfrente es un poco más compleja que la que tenía ante sí Von Stradonitz: necesitamos "la imagen de la víbora" si, pero al no se suficiente tenemos que ir más allá. La complejidad de la interacción cívica-militar de los nuevos conflictos, metafóricamente, nos obliga a realizar investigaciones con un poco más de fondo de los seres escamosos, tratando de averiguar si el reptil es víbora (sin colmillos y sin veneno pero con dientes) o serpiente (sin dientes pero con colmillos y veneno).
Un primer problema es la confusión que representa la no distinción entre unos reptiles y otros, es decir, la adopción de unos pensando que son iguales a los otros (o al menos buenos sustitutos). En nuestro continente el eje de la reforma militar en la postguerra fría fue la contrainsurgencia, aunque poco después, y ante la cada vez más evidente incapacidad de los cuerpos policiacos para lidiar con el problema, se incorporó también el combate al narcotráfico (particularmente en México y Colombia). Por su parte, en Europa la raíz de la reforma militar se encuentra en el desmoronamiento de la ilusión creada de que los mecanismo tradicionales de seguridad colectiva funcionarían bien para prevenir el estallido de conflictos violentos en un contexto internacional diferente: Yugoslavia se encargó de regresarlos a la realidad. En ambos casos, se partió del supuesto equivocado de que las víboras son serpientes (o que pueden funcionar como tales) y viceversa: los policías no pueden ni deberían –aunque quisieran- llevar a cabo tareas de corte militar ni los militares tareas de corte policial. Intencional o no, el proceso de reestructuración militar actual corre en este sentido y parece estar tratando de responder a la paradoja que -sin darse cuenta- puso Clinton sobre la mesa en 1997: ¿cómo lidiar con problemas de tipo "A" con estructuras (equipo, entrenamiento y doctrinas) diseñadas para enfrentar problemas de tipo "B"?. El error de Clinton se repite y perpetúa por quienes tienen a su cargo la reforma militar por igual en Europa que en América. Necios, los encargados de las reformas han basado la modernización militar en injertar colmillos a las víboras y dientes a las serpientes en lugar de buscar especies nuevas.
Por un lado tenemos que en nuestro continente las unidades militares básicas sobre las que descansa la reforma estructural son las fuerzas especiales. Como lo sostiene un reporte del Center for International Policy (6), su número esta aumentando y su entrenamiento se esta robusteciendo para combatir al crimen organizado en general, y al narcotráfico en particular. La cooperación que ofrecen los Estados Unidos en términos de entrenamiento ha crecido con el tiempo y –de acuerdo con el reporte- esta tendencia se mantendrá en el futuro tanto como aquella a esconder los datos respectivos (7). Estas afirmaciones se basan en las cifras oficiales liberadas en los últimos 5 años por el Departamento de Defensa tanto del International Military Education and Training (IMET) como de la Section 1004 encargada del combate al narcotráfico. Juntas, -gajes del colonialismo militar de la Doctrina Monroe- tanto la Section 1004 como IMET, son con mucho las principales fuentes de asistencia en entrenamiento militar de los Estados Unidos para América Latina. Al otro lado del Atlántico tenemos que un objetivo toral de la Política Europea de Seguridad y de Defensa (PESD) es la creación -en los 15 estados principales de la Unión Europea- de una Fuerza Terrestre de Reacción Rápida, compuesta de 60,000 efectivos y capaz de desplegarse en 60 días y de mantenerse por al menos un año (8) atendiendo las llamadas "misiones Petersberg" que ha saber pueden ser: a) humanitarias y de rescate, b) de mantenimiento de la paz y c) en las que intervengan fuerzas de combate para la gestión de crisis, incluidas las misiones de restablecimiento de la paz (9). Este es el tronco en el que convergen las raíces de las reformas militares europea y americana: en ambos lados del charco se hace evidente la inoperabilidad de las estructuras militares vigentes para lidiar con los conflictos actuales y futuros. Necesitan unidades de rápido despliegue, equipadas con armamento ligero con capacidad para manejarse en espacios urbanos y entrenadas para dar respuesta por igual a enfrentamientos de naturaleza militar y policial. No las tienen. Así, la coincidencia radica en la necesidad de sujetos de no tan fácil diseño en laboratorio: víboras con colmillos y serpientes con dientes.
¿Por qué se necesitan elementos con estas características?. Lo que a la ingeniería genética le cuesta años de investigación y desarrollo, a la madre naturaleza se le presentan como caprichos de tiempo libre. Cualquier persona que medianamente se haya adentrado en la literatura disponible sobre reptiles y similares, sabrá que en el reino de la naturaleza las tortugas de dos cabezas y las lagartijas de dos colas no son tan difíciles de encontrar; ¿"creatividad" natural?, lo mismo ocurre con los híbridos entre víbora y serpiente que artificialmente tratamos de crear. Seres como estos son de fácil producción y reproducción en las selvas de asfalto cuando los hijos de la madre naturaleza nos decidimos a guerrear. La posesión por parte de grupos civiles de equipo militar (cosa particularmente evidente en el caso del narcotráfico) es solo uno de los capítulos que develan la dificultad actual para abordar las crisis que estallan en nuestros días a la luz de la nueva problemática internacional (intra-nacional) que Kaldor ya describía como las nuevas guerras (10): a) violación sistemática de los derechos humanos, b) amplia presencia del crimen organizado, c) desdibujamiento entre lo militar y lo civil. Grupos con estas características evidentemente sobrepasan la capacidad operativa de los cuerpos policíacos y sin embargo, en la mayoría de los casos, no son tan fuertes como para justificar un ataque a gran escala con fuerzas convencionales como implícitamente lo proponía Clinton. Esto se puede observar por igual en Ecuador, Perú, Brasil, México e incluso, con sus bemoles, Colombia. La anterior es solo una de tantas de las razones de ese desdibujamiento de la frontera cívico-militar que abre la posibilidad para la "utilización flexible" –y porque no, irresponsable- de las fuerzas armadas (por igual civiles que militares), es decir, su utilización casi sin distinguir la naturaleza misma del conflicto.
En el contexto en el que las guerras cada día son menos militares y más civiles (no necesariamente más civilizadas) la definición orgánica de las fuerzas armadas se convierte en un árbol de muchas ramas ¿qué conflictos y a que nivel debe y puede atender la policía y qué conflictos deben y pueden atender los cuerpos castrenses?, ¿es valido "socializar" en alguna medida al ejercito y "militarizar" en alguna medida a la policía para que cumplan mejor con sus tareas?, ¿qué tanto y en que sentido?. En el caso de Europa la diferencia en el nivel de desgaste del poder central parece ser que es lo que traza la línea entre lo civil y lo militar: a la ETA se le combate todavía por medios policíacos principalmente mientras que para Yugoslavia, Kosovo y Macedonia los cuerpos de intervención fueron fundamentalmente militares (operaciones Petersberg). En el caso de América Latina esta distinción no es muy nítida por la interpretación laxa que se hace de conceptos que en este campo deberían ser sólidos y de decodificación diferencial muy rígida y claramente definida como "crimen organizado", "guerrilla" y "terrorismo". Para América Latina la interpretación flexible de estos concepto es la que permite la construcción -con toda la intención- de entes de naturaleza jurídica dudosa y de mandato incierto. Ejemplos de lo anterior es la idea de Alvaro Uribe en Colombia de crear un millón de informantes para combatir al "terrorismo" (es decir todo aquel enemigo de su gobierno, de acuerdo con su propia interpretación) o la de la Policía Federal Preventiva en México compuesta fundamentalmente por militares con licencia (cosa prohibida explícitamente por la constitución) cuyo mandato original era auxiliar en las tareas de combate al crimen organizado, aunque con el tiempo acabaron sirviendo -hace un par de años- para desalojar de la Universidad Nacional a los huelguistas que la tenían en paro. En el caso de Colombia, la de Uribe es un idea que militariza la vida social o "socializa" el brazo de inteligencia militar... hay quien incluso la graficó como "apagar un incendio con manguerazos de gasolina" (11); en el caso de México lo que se tiene es una militarización de los cuerpos policíacos con lo que se obtiene, de paso, un hueco de acción militar en las tareas de control civil.
En Europa el problema no es menor. Durante los preparativos de las negociaciones para la paz en Bosnia que habrían de desembocar en los Acuerdos de Dayton de 1995, las posiciones en torno al mandato que deberían tener las Implementation Force (IFOR) se dividían entre los "maximalistas" y los "minimalistas". Los primeros defendían un amplio mandato de las IFOR en sus tareas en el terreno –en este grupo se encontraba Richard Holbrooke, principal artífice de los Acuerdos de Dayton- quienes argumentaban la necesidad de que las IFOR no se limitaran a protegerse y asegurar el cese al fuego previa separación de las partes, sino que era necesario que tuvieran capacidad de arrestar a criminales de guerra y a quienes violentaran el orden público; los segundos defendían que las IFOR debían hacer solamente lo estrictamente indispensable –aquí se ubicaban los funcionarios de Pentágono que querían evitar "misiones pantanosas" comprendidas en el abanico que va de Somalia a Vietnam- es decir, protegerse a sí mismas y garantizar el cese al fuego (12). En América Latina la participación de las fuerzas armadas en el combate de la insurgencia y el narcotráfico también se dividió entre minimalistas y maximalistas; los primeros proponían una participación de las fuerzas armadas limitada a la asesoría logística y técnica pero con escasa participación operativa, los segundos defendían que las fuerzas armadas debían entrar de lleno y en todo terreno. ¿Dónde, por qué, y según quién un problema deja de ser civil para convertirse en asunto militar? La pregunta no es de respuesta fácil.
Poner a víboras a resolver los problemas de las serpientes y viceversa con dificultad puede traer buenos resultados y algunos eventos nos lo pueden ilustrar. El fracaso militar ruso en la primera guerra chechena 1994-1996 y la crisis de Kosovo en 1999 confirmaron lo que se veía venir claramente desde Bosnia en 1995: la inoperatividad práctica de las fuerzas convencionales terrestres para atender las nuevas guerras de Kaldor. En el primer caso quedo por demás demostrado el error de combatir en guerras asimétricas fuerzas irregulares -escondidas en construcciones civiles- con armamentos convencionales diseñados para campañas abiertas; para el caso de Kosovo la OTAN prefirió curarse en salud de la experiencia rusa y no hacer ni el intento de comprobar la adecuación / inadecuación de sus fuerzas basando su agresión en un 100% en la campaña aérea. En Chechenia, los rusos trataron de combatir una nueva guerra con el armamento con el que ya de por sí contaban y perdieron; la OTAN conjuró el problema con un enfoque novedoso (que dicho sea de paso fue lo que le dio la victoria convirtiendo esa campaña en la primera ganada militarmente al 100% desde el aire y sin que una de las partes perdiera un solo soldado). En América Latina ya estábamos un tanto más avanzados que los europeos en estos asuntos; la extensiva participación militar por décadas en las guerras de contrainsurgencia y persecución política en toda la región dieron fe del hecho de que solo en momento coyunturales, o situaciones muy particulares y a menudo de forma transitoria, son útiles los recursos para guerra convencional como en el golpe contra Allende en 1973 o la utilización de aviones de la fuerza aérea para transportar y "desaparecer" a los detenidos.
En ambos casos –Europa y América Latina-, y por igual entre minimalistas y maximalistas se acusa falta de imaginación en la concepción de las tareas de las fuerzas armadas por igual civiles que militares. Se esta tratando de interpretar la realidad del conflicto violento internacional del siglo XXI con marcos de entendimiento del siglo XX, es decir, se están tratando de envasar vinos nuevos en botellas viejas. La naturaleza de los nuevos conflictos en los que la "militarización del crimen organizado" es tan solo una de las múltiples formas que pueden adoptar, es precisamente lo que se esta considerando en la reforma militar, aunque los encargados no las acaban de entender en toda su dimensión. El problema de la reforma de las fuerzas armadas en la entrada del siglo XXI es que están cayendo en lo que desde el marxismo se definiría como "reformismo" cuando lo que las fuerzas armadas necesitan en realidad es un cambio "revolucionario". La conceptualización errónea del papel de las fuerzas armadas a la larga es lo que lleva al desencadenamiento de guerras totales –combinando la doctrina de guerra de baja intensidad en lo social con estrategias de guerra convencional en lo militar- como en el caso de Colombia. Los nuevos conflictos tienen una dinámica propia y a largo plazo será inútil tratar de modificarlos para que se ajusten a los marcos militares vigentes. La naturaleza produce con facilidad monstruos como las víboras con colmillos en los conflictos internacionales contemporáneos, sin embargo, las instituciones humanas no tienen la misma facilidad para –ni deberían de intentar- transformar reptiles ya hechos y derechos en algo que de origen no son. Lo que deberían de hacer los encargados de la reforma militar por igual en Europa que en América Latina es hacer uso de inteligencia y procurar apoyarse no tanto en la "ingeniería anatómico-funcional" de los reptiles sino en la "ingeniería genética" disponible y procurar la creación de una nueva especie de "reptil" en lugar de la transformación de las especies existentes, aunque esto implique la desaparición de una de ellas (al menos como se le conoce actualmente). Si fue por una experiencia onírica que Von Stradonitz, pasó a la historia, tal vez politólogos, internacionalistas, sociólogos y demás estudiosos puedan repetir la hazaña, después de todo aunque Einstein solía decir "la política es más difícil de entender que la física", también solía decir que "la imaginación es más importante que el conocimiento".
NOTAS
1) Escritor y analista político internacional. Coordinador del los libros Afganistán: Guerra, Terrorismo y Seguridad Internacional en el Siglo XXI (Ed. Quimera 2002) y Geopolítica y Globalización en México y América Latina (Ed. Quimera 2003). E-mail: cruovat@yahoo.com, cruovat@hotmail.com, mafemoti@yahoo.com.mx
2) Citado en la Revista Ciencia Hoy. José Fernández Vega, "Conflictos Armados y Función del Estado: La desregulación Política", Volumen 7. No. 40, 1997.
3) Maria Cristina rosas, La integración latinoamericana en transición: La difícil cooperación entre los socios del Tratado de Libre Comerco de América del norte y los del Mercado Común del Cno Sur tras la segunda cumbre de las Américas, Ponencia Presentada en LASA 1998.
4) Aunque no inexistentes, prueba de esto son las discusiones respecto a la concentración de fuerzas rusas en el Cáucaso y en la región de Dnistra cerca de Moldova, y un poco más atrás, el debate entre Rusia y Ucrania respecto a la propiedad de la flota del Mar Negro.
5) En su momento se argumentó que la razón por la que la revolución rumana no se insertó en la dinámica de las "revoluciones de terciopelo" al deshacerse el bloque socialista, fue precisamente porque no formaba parte ni del Pacto de Varsovia ni de la OTAN.
6) Adam Isacson y Joy Olson Just the Facts 2001-2002, International Policy Report Octubre 2001, Center for International Policy, Washington, 2001, p. 8.
7) De acuerdo con el CIP existe junto con el creciente numero de elementos entrenados, el Departamento de Defensa está adoptando también la tendencia a "compartimentalizar" o "re-clasificar" los datos respectivos para dificultar su rastreo por parte de investigadores independientes.
8) Javier Solana, "La Política Europea de Seguridad y Defensa: una Unión preparada para contribuir a la gestión de crisis y a la paz", en Joaquín Roy, Roberto Domínguez Rivera (coord.) Las Relaciones Exteriores de la Unión Europea, Edit. Plaza y Valdes. México, 2001, p. 33.
9) Estas tareas fueron definidas en el Tratado de Amsterdam que entró en vigor en Mayo de 1999.
10) Mary Kaldor, Las Nuevas Guerras, Eidt. Tusquets, Barcelona, 2001
11) La Jornada.. 9.8.2002. Rayuela.
12) Richard Holbrooke, Para Acabar una Guerra, Edit. Política Exterior, Barcelona, 1999. p. 296-303.