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Hacia una nueva geopolítica mundial

Ana Teresa Gutiérrez del Cid (*)

El fin de la Guerra Fría ha desencadenado un nuevo reparto geopolítico de esferas de influencia desde el umbral del siglo XXI. La bipolaridad había consolidado un orden geopolítico, producto de los Acuerdos de la Segunda Posguerra. Este orden de Yalta y Postdam empezó a derrumbarse con la caída del Muro de Berlín. Así se inició una nueva lucha entre las potencias mundiales por el botín soviético, pero además, la totalidad del orden geopolítico mundial entró en cuestionamiento. La desintegración subsiguiente del bloque soviético y de la Unión Soviética misma, le dio un fuerte impulso a este proceso iniciado poco tiempo antes.

La transformación de las antiguas repúblicas soviéticas en estados independientes, políticamente inestables, pero ricas en algunos casos en enormes reservas de petróleo, gas y otras riquezas minerales, ha provocado un intenso involucramiento de los Estados Unidos en el Asia Central. La atracción de estas enormes riquezas en el Mar Caspio ha provocado también que Azerbaiján, Kazajastán y Turkmenistán se transformen en el foco de una fiera competencia entre las grandes potencias mundiales por la dominación.

En la Posguerra Fría, Estados Unidos es el mayor protagonista. En los últimos años, la batalla por la dominación en la región se ha centrado en una cuestión : donde construir un conducto para transportar el petróleo de Bakú a Occidente.

La Azerbaijan International Operating Company (AIOC), un consorcio de la State Oil Company de Azerbaijan y las compañías internacionales British Petroleum y cuatro firmas estadounidenses, Amoco, Unocal, Exxon y Pennzoil, anunciaron en 1999 su decisión sobre la construcción del ducto Bakú-Ceyhan (ruta Azerbaiján-Georgia-Turquía) que Washington considera de crucial importancia para la posición estratégica de los Estados Unidos en el siglo XXI. Firmas francesas, japonesas, rusas y chinas también están fuertemente involucradas en proyectos para la extracción y el transporte del petróleo desde el Mar Caspio.

Ya la administración Clinton dio la más alta prioridad a este asunto. Debido a esto, Bill Richardson, quien fuera embajador de Estados Unidos en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), fue el hombre clave para Washigton en la última confrontación con Irak en el invierno de 1997-98, en su papel de Secretario de Energía, ya que asignado con la tarea de convencer a la AIOC de construir el conducto a través de la ruta este-oeste, preferida por los diseñadores estadounidenses. Washington tiene el objetivo de que el conducto parta de Azerbaiján, y que pase a través de Georgia a Turquía, desembocando en el puerto turco del Mediterráneo denominado Ceyhan.

Pero los ejecutivos petroleros se han inclinado por una ruta más directa, corta y barata que podría fluir hacia el sur, a través de Irán hacia el Golfo Pérsico. Una tercera alternativa sería transportar el petróleo desde el noroeste de Baku a través de Rusia, terminando en el Puerto del Mar Negro llamado Novorosisk.

Por otra parte, un reporte del Departamento de Estado de Estados Unidos elaborado en abril de 1997, indica la importancia que la administración Clinton le daba a la geopolítica del petróleo del Caspio: "La región del Caspio podría convertirse en la más importante en los mercados petroleros mundiales en la siguiente década. Los Estados Unidos en esta región tienen asuntos de estrategia exterior vitales en juego: el aumento y diversificación de los suministros energéticos mundiales, el cuidado de la independencia y soberanía de los nuevos estados independientes del Asia y el aislamiento de Irán."

Asimismo, la estrategia del gobierno de los Estados Unidos está diseñada para esta región con el objetivo de ganar la dominación de la zona por medio del adueñamiento de los recursos energéticos y de ganar la decisión en la batalla por establecer la ruta del conducto que los transportará. Así, dentro de este contexto, quien gane esta decisión, ganará en la batalla de la dominación mundial en el siglo XXI.

Sin embargo, en noviembre de 1998, el gobierno estadounidense reconocía que su plan de establecer el conducto a través del Asia estaba al borde del fracaso: "La región del Caspio ha emergido como el nuevo escenario mundial para las políticas de gran poder. No sólo ofrece a las compañías petroleras el prospecto de una gran riqueza, sino que representa un escenario para altos grados de competencia entre los poderes mundiales. Mucho dependerá del resultado, porque estos conductos no sólo transportarán petróleo o gas natural, sino que también definirán los nuevos corredores de comercio y poder. La nación o la alianza que controle los conductos podría tener el dominio sobre la región del Caspio en las décadas por venir."

Ante el casi fracaso estadounidense sobre el trazo de las rutas de los conductos, los republicanos presionaron a la administración demócrata, en parte con los escándalos políticos y el intento de destituir a Clinton, para conducir, una vez en el poder, una política de mayor fuerza en la región. A partir de esto, la administración Clinton intensificó sus esfuerzos de lobby sobre la AIOC. El gobierno estadounidense consideró de tal magnitud esta decisión, que el 8 de noviembre de 1998, se publicó una nota en el TIMES, en donde se especificaba que: "Está en juego más que el destino de la compleja región del Caspio. Las rivalidades que se juegan aquí tendrán un impacto decisivo en la conformación del mundo postcomunista y en la determinación de cuanta influencia tendrán los Estados Unidos sobre este desarrollo".

Bill Richardson declaró que el conducto no debía pasar a través de Irán o Rusia, con el objetivo de limitar la influencia política de ambos en la región. A este respecto, Richardson declaró en ese momento : "Estamos tratando de orientar a los nuevos estados independientes hacia Occidente, antes que ir por otra vía. Hemos hecho una inversión política sustancial en el Caspio y es muy importante para nosotros que tanto el mapa de los conductos como la estrategia política resulten bien."

Estos factores han conducido además a un cambio en la estrategia política de Estados Unidos hacia Irak y que la guerra se prolongue hasta hoy, como lo fue en plena crisis de Afganistán y después del ataque a este país. Mientras el asunto era la preocupación estratégica sólo en el Golfo Pérsico, el foco de la preocupación de Estados Unidos era el sur de Irak. Después de la Guerra del Golfo en 1991, Washington concluyó que una ocupación militar de Irak y una posible fractura del país ponían en gran riesgo de desestabilización a la zona y decidieron dejar a Hussein y a su Guardia Republicana intacta.

Sin embargo, ahora el interés estadounidense se proyecta hacia el norte de Irak, lo que ha alterado las prioridades económicas y militares estadounidenses. Una presencia militar y política en Irak es hasta hoy una de las prioridades geoestratégicas estadounidenses en la región. Esto debido a la posición estratégica que ocupa Irak en la geografía de la región en general, y en la geopolítica de la disputa por los conductos en particular. Así, la nación que controle el norte de Irak, podría estar en posición de controlar el conducto que pasara a través del sur de Turquía, o de lanzar ataques militares contra un conducto que pasara a través de Irán.

Por lo que los Estados Unidos tienen también la meta estratégica de convertir el norte de Irak en una base más de operaciones militares estadounidenses. Esto es políticamente inalcanzable mientras Hussein esté en el poder. La política estadounidense durante los últimos siete años ha provocado que la normalización de relaciones con el régimen de Hussein sea imposible, y con la llegada de los republicanos neoconservadores al poder, aún más, Hussein se ha convertido en un obstáculo intolerable para la consecución de los objetivos de la administración de George Bush. Debe ser eliminado y reemplazado por un régimen cliente de este país, de ahí los constantes bombardeos, a lo largo de 10 años y hoy, la amenaza de derrocarlo. Por lo que es más que una consecuencia que Washington comience una nueva campaña e intente un ataque contra Irak en el momento en que sus esfuerzos de imponer su ruta de conductos, elegida para el petróleo del Caspio se ha fortalecido con el establecimiento de bases militares en Kirguistán, Tadjekistán y Uzbekistán, como resultado de la campaña bélica contra Afganistán y con el consenso de Rusia, por lo menos durante el ataque sobre Afganistán.

Además, el ataque sistemático contra Irak constituye un claro mensaje a Rusia, Francia e Irán y otros rivales de Estados Unidos, de que éste retiene la supremacía militar y está preparado a usarla y que el poder militar estadounidense es el máximo factor no sólo en el Golfo Pérsico sino que en el Asia Central como ya fue demostrado en el pasado conflicto con Afganistán en el 2001.

Así, la conclusión es que el orden geopolítico en el Asia Central no está aún conformado. Otro de los factores que se oponían a este diseño era precisamente el gobierno talibán de Afganistán, de ahí que la crisis del 2001 constituyó un paso más en la dominación estadounidense de la zona y ahora el objetivo es nuevamente Irak.

24 de octubre del 2002

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(*)Departamento de Política y Cultura. Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco. México, D.F.

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