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LA NEO-DEPENDENCIA EN BRASIL

GEISA MARIA ROCHA
(De New Left Review)
traducción especial para Globalización de Federico García

A medida que la economía mundial se deteriora, Brasil se bambolea bajo el peso de la deuda generada por Fernando Henrique Cardoso, a merced del capital extranjero. Un examen económico y social de la debacle de la "Tercera Vía" en América del Sur.

El reinado más largo y continuo de un gobernante en Brasil desde la Segunda Guerra Mundial, está llegando a su fin. Elegido en 1994, Fernando Henrique Cardoso se las ingenió para eliminar la prohibición constitucional sobre la reelección del presidente –que venía desde la fundación de la República del Brasil de fines del siglo XIX—lo que le permitió en 1998, prolongarse en el poder por otros 4 años. Hoy, mientras el horizonte económico se oscurece, Cardoso busca cómo instalar un sucesor al estilo Gore, un veredicto histórico algunas veces celebrado por admiradores como una aproximación tropical a la social democracia. Cardoso entró a la vida política con un alto perfil de crítico del "desarrollo dependiente", famoso al sostener que, dado que la burguesía brasilera era incapaz de dirigir un programa exitoso de industrialización independiente, la asociación del capital nacional e internacional en la periferia del sistema mundial –que él suponía inevitable, a menos que hubiera una revolución social—no llevaría a la convergencia del Tercer Mundo con las sociedades metropolitanas. Por el contrario, perpetuaría profundas desigualdades económicas y sociales, la pérdida del control sobre el desarrollo nacional, y la vulnerabilidad a los shocks financieros externos. (1) Tales fueron los axiomas del sociólogo. ¿Cuáles fueron las lecciones del político?

Cuando Cardoso formuló su teoría por primera vez, Brasil se encontraba bajo una dictadura militar dedicada a acelerar el crecimiento sobre las líneas de la substitución de importaciones –la dirección establecida por la Revolución de 1930 que llevó a Getulio Vargas al poder. En medio de una dura represión, la industrialización proseguía con un ritmo extraordinario, detrás de altas barreras tarifarias a lo largo de los 60s y 70s. Sin embargo, desde mediados de los 60, las pautas de desarrollo del Brasil, divergieron en los aspectos cruciales del camino tradicional de substitución de importaciones. Ya que éste fue un período en el que el ascenso del mercado del eurodólar abrió nuevas oportunidades, previamente no existentes, a los gobiernos que recurrían a fuentes de préstamos privados que se expandían rápidamente. Los militares brasileños pudieron, por primera vez desde la guerra, embarcarse en gigantescas deudas, en los mercados mundiales de capital, contrayendo particularmente préstamos de los bancos de las zonas centrales –al revés del pasado en el que se solicitaban préstamos de gobierno o de instituciones semioficiales—para empujar el desarrollo. Así fue como a mediados de una recesión mundial, el gobierno de Geisel (1974-79) lanzó un ambicioso programa ISI respaldado por el estado, con el declarado propósito de catapultar a Brasil al status de país desarrollado antes de que finalizara de la década.(2)

La arremetida de tasas de interés sustantivamente más altas a partir de 1980, que simplemente demolieron a la periferia, llevaron a este modelo de desarrollo conducido por las deudas, a un fin abrupto. Pronto, presiones de todos los sectores de la sociedad llevaron al debilitamiento del régimen militar, que se retira a los cuarteles, acomodando a la "Nueva República" en 1985. Por una década, mientras el floreciente movimiento laboral se levantaba fuera del establecimiento civil conservador, las débiles presidencias de Sarney y Collor intentaron revivir el crecimiento, el primero, con débiles medidas de redistribución social; y el segundo, administrando dosis preliminares de neoliberalismo –principalmente, liberalización comercial y desregulación—impuestas como una condición para reestructurar la deuda externa del país bajo el Plan Brady (3) Ninguno de ellos fue capaz de detener la siempre acelerada inflación. En el tiempo en que Collor es acusado y asume el vicepresidente Itamar Franco, los precios explotaron en una hiperinflación, con un aumento sobre el 2000%, en 1994..

El Plan Real

Fueron bajo estas condiciones drásticamente alteradas cuando Cardoso se abrió paso al poder. Nombrado Ministro de Finanzas por Franco en 1993, reunió un equipo de tecnócratas de la Ivy League, quienes diseñaron un plan de estabilización y que someten al presidente en diciembre de 1993. Sin embargo, el Plan Real era mucho más ambicioso en cuanto a su concepción que un mero esquema de estabilización. Desde la partida, su premisa central era que sólo mediante la detención de la inflación podría crearse un clima atractivo para la inversión de las multinacionales extranjeras en Brasil y que, sólo tal flujo masivo de capital productivo externo podría proveer una base sólida y nueva al crecimiento doméstico a largo plazo.

La doctrina tecnocrática sostenía que la IED podría proporcionar múltiples servicios al país: ayudaría a financiar los déficits en la balanza de pagos, modernizaría las estructuras industriales, desarrollando tecnologías de avanzada, promoviendo la productividad e impulsando la competitividad internacional de las exportaciones brasileñas. En los hechos, una sección central del plan de estabilización abogaba por la modernización de la economía con la ayuda del capital externo. Para alcanzar este fin, Cardoso recomendaba la eliminación de las barreras a las compañías extranjeras que explotaran los recursos naturales, y permitir a las corporaciones multinacionales participar en la privatización de empresas estratégicas del Estado en el sector de infraestructura. (4)

Pero fue la capacidad de la estrategia de estabilización para restaurar la confianza y la credibilidad externa la que determinaría el flujo masivo del capital productivo a largo plazo, que el equipo de Cardoso esperaba atraer. Por eso, estimulaba la entrada a Brasil, de fondos especulativos de corto plazo, mediante una liberalización sin precedente, de las cuentas de capital y tasas diferenciales de interés muy altas en relación con el resto del mundo, con el propósito de aumentar rápidamente las reservas de divisas, para amarrar con éxito la estabilización monetaria. (5) Cuando en Julio de 1994 se lanzó la nueva moneda, el Real, hubo mucha fanfarrea dada su pariedad con el dólar. Brasil ya tenía 40.3 mil millones de divisas en reservas, 70% acumuladas desde que Cardoso había sido nombrado Ministro de Finanzas, que sugerían que desde la partida, él esperaba que un torrente constante de financiamiento externo lo ayudaran a estabilizar el país. Dos años más tarde decía en una entrevista: "Tenemos algo que ni Marx ni Weber ni ningún otro imaginó—y que ellos no habrían podido hacer: el capital se ha internacionalizado rápidamente y es accesible en abundancia. Algunos países han tomado ventajas de este exceso de capital y Brasil es uno de ellos." (6)

El capital extranjero llega a ser central en una estrategia basada en una tasa de intercambio sobre valuada y liberalización de importaciones que buscaba emular las historias de éxitos iniciales de la estabilización neoliberal en México y Argentina.

Abundan las justificaciones intelectuales a este curso de acción. El economista Gustavo Franco, Director de Asuntos Internacionales del Banco Central entre 1994 y 1997 y que luego su presidente hasta enero de 1999, principal ideólogo neoliberal del régimen y arquitecto de la sobrevaluación de la moneda, fue un ardiente proponente de la liberación de importaciones y del "valor estratégico" del déficit externo. A través de los años del Plan Real, Franco insistía tanto en artículos académicos como en la prensa, que dado que la liberalización de importaciones aumentaba la eficiencia, la productividad y la competitividad, los déficits en cuenta corriente son medios mediante los cuales el "ahorro extranjero contribuye al desarrollo económico". De acuerdo con Bernardo Kucinski, "Cardoso consideraba las ideas de Franco como una Revolución Copernicana". Aquéllos que criticaban esta estrategia y advertían que harían a la economía crecientemente vulnerable a los shocks internacionales, fueron tildados por Cardoso y sus consejeros como "catastrofistas", "alarmistas de oficio" o sepultureros del Real". El mismo presidente acuñó un neologismo para ridiculizar a todo aquél que estuviera en desacuerdo con sus políticas. Ellos eran neobobos. (7)

Los primeros frutos

En la superficie, la confianza de Cardoso en la bajada del manná desde el norte, estaba más justificada. En términos netos el flujo total de capital extranjero saltó de 14.3 mil millones en 1994, a 34.2 mil millones en 1996. (8) Portafolios de inversión volátiles jugaron un papel mayor en este flujo respondiendo por el 46.5% en 1993, el 58% en 1994, 45.9% en 1995 y 32.4% en 1996. Más tarde, luego que el Congreso removió varios impedimentos constitucionales a sus operaciones en 1995, flujos masivos de inversión extranjera directa por parte de corporaciones multinacionales comenzaron a entrar al país. La IED neta saltó de $3.9 mil millones en 1995 a $9.6 mil millones en 1996, $17.8 mil millones en 1997, $26.3 mil millones en 1998, $29.9 mil millones en 1999, alcanzando $30.5 mil millones en el 2000. de acuerdo con la UNCTAD el stock de inversión extranjera directa en Brasil creció de $42.5 mil millones (6% de PIB) en 1995 a $197.7 mil millones (21.6% del PIB) en 1999. (9) Pero, a través del Plan Real, también Brasil se vinculó a flujos de fondos especulativos de corto plazo por un total neto de $23 mil millones. Para atraer este dinero caliente, el gobierno ofreció a los inversionistas no sólo una de las tasas de interés más altas, sino también la habilidad para mover sus fondos fuera del país en cualquier momento, a través de mecanismos de exención de impuestos altamente ventajosos conocidos como CC5s –cuentas bancarias para no residentes con libre acceso a tasas de intercambio flotantes. Los inversionistas fueron además tentados con otros mecanismos de protección como bonos del tesoro, que garantizaban que ellos retuvieran el valor de sus activos cuando se fueran. (10)

Fortalecidos con esta descarga de capital extranjero, los arquitectos del Plan Real fueron capaces, como habían predicho, de mantener una garra firme sobre los precios. La inflación cayo de una tasa mensual de 50% en junio de 1994 a un 6% hacia finales de julio. Desde este trampolín, a Cardoso le resultó fácil saltar a la Presidencia en octubre, ganando el 54% de los votos en la primera ronda. La inflación anual de ahí en adelante cayó del 23.29% en 1995 al 10.03% en 1996 al 4.82% en 1997 y al 1.79% en 1998. Brasil se unía a las filas de los triunfadores neoliberales –México, Chile, Argentina. La liberalización comercial ya iniciada por la administración Collor, jugó --como se intentó—un rol complementario en el el control de los precios. Entre 1990 y 1994, el nivel promedio de las tarifas cayó del 32.2 al 14.2%. (11)

El resultado fue un dramático aumento en las importaciones, que subieron en un 52.7% en los primeros 6 meses del Plan, de $13.1 mil millones en la primer mitad de 1994 a $20 mil millones en el segundo. El boom de importaciones a su turno, fue poderosamente dirigido por la sobrevaluación de la moneda. A medida que el capital extranjero comenzó a fluir al país, presiones alzistas en la tasa de cambio no fueron revisadas por Gustavo Franco en el Banco Central, que dejó deliberadamente que la moneda se apreciara entre un 20 y 30% en términos reales. La sobrevaluación resultante hizo a las exportaciones más baratas, generándose lo que algunos críticos llamaron una "tasa de cambios populista". Desde la partida, este elemento del paquete oficial fue percibido aún por alguno de sus admiradores, como un destino tentador.

Al menos hasta marzo de 1995, la estrategia de Cardoso parecía obrar milagros. El PIB creció 3.4% en el primer cuarto de 1994, 3.5% en el cuarto y 2.8% en el primer trimestre de 1995. El capital doméstico gozaba d una repentina bonanza de más de 9 millones de "consumidores adicionales", ya que un efecto inicial de la estabilización monetaria fue una aguda reducción de la pobreza absoluta. El salario medio real aumentó dramáticamente, particularmente para aquéllos en el fondo de la pirámide social con los numerosos brasileños en pobreza extrema, según cifras oficiales, éstos cayeron del 41.7% de la población (59.4 millones de la población) a 33.9% (50.2 millones).

La lógica perversa del modelo

Así, una vez que Cardoso llegó al poder, la cuestión de la dependencia y del desarrollo se le puso patas arriba. Como Presidente, Cardoso trató explícitamente de hacer a la economía brasileña lo más dependiente posible de las multinacionales y de las instituciones financieras del centro, a fin de desarrollar el país. Pero, al hacerlo, concito muchas contradicciones, que como teórico habría podido prever que no harían menos que socavar su proyecto completamente. La primera de éstas, fue el ascenso inexorable del déficit comercial de Brasil. Las importaciones se dispararon cuando las barreras proteccionistas cayeron en 1994. Como indica el cuadro No. 1, el excedente comercial brasileño –que todavía era de $10 a $15 mil millones a principios de los 90s, -- se transformó en déficit sustancial, que alcanzó a los $8.3 mil millones en 1997. Este deterioro fue un producto directo del Plan Real. Ya que si una tasa de cambio fija puede combatir la inflación en el corto plazo, invita al desastre a la larga, debilitando lo que ya es un eslabón débil en la periferia –la competencia internacional en manufacturas. Si una moneda sobrevaluada es suficientemente ponzoñosa para Estados Unidos o Japón, es poco menos que la ruina para Brasil o Argentina. Una vez que la tasa de cambio se fuerza hacia arriba, tarde o temprano el nivel de precio confirma que lo será, las importaciones automáticamente serán más competitivas que las exportaciones. Así, desde 1995 cuando Estados Unidos se vio forzado a adoptar un dólar más fuerte, al Real no le quedó otra que seguirlo hacia arriba. El resultado fue una devastadora balanza comercial para Brasil. A comienzo de los 90s, con el dólar y el Cruceiro bajos, las importaciones habían aumentado en un 50%. Pero de 1995 a 1999, ya casi no crecieron.

La combinación de un creciente déficit comercial, y la necesidad de construir reservas extranjeras para proteger la moneda sobrevaluada contra los ataques especulativos, requería el apoyo de flujos masivos de capital extranjero, pero esto llevaba a su vez, a un aumento dramático del déficit de cuenta corriente, que por supuesto incluía el pago de intereses, la repatriación de ganancias y dividendos del mismo capital que se necesitaba para respaldar al Real. Así como lo ilustra el cuadro No. 1, el déficit de cuenta corriente se disparó de 1.7 mil millones en 1994, cuando era el 0.3% del PIB, al $33.4 mil millones en 1998, cuando pasó a ser el 4.25% del PIB y requería, $8.9 mil millones de las reservas del Brasil para cubrir la diferencia entre ellas y los flujos netos de capital. En 1999, después del colapso del Real, el déficit alcanzó los $25.3 mil millones del 4.79% del PIB, el nivel más alto desde 1982, cuando se dio "la crísis de la deuda externa" y comenzó "la década perdida". En el 2000, el déficit era todavía el 4.15% del PIB, subiendo al 4.61% en el 2001 –Índices más altos que en Argentina (3.1% y 1.6%); Chile, 1.3% y 1.5%; y México, (3.1% y 2.8%).

En otras palabras, ha llegado a ser obvio que cuanto más flujos de capital extranjero fueron requeridos para financiar los déficits generados por el Plan Real, más grandes llegaron a ser estos déficits, ya que el capital extranjero sólo podía agravar la balanza negativa que financiaba. El resultado fue todavía mayores requerimientos de nuevos flujos que inauguraban nuevos ciclos de endeudamiento para cumplir con las deudas en el extranjero. El cuadro 1 muestra las inmensas transferencias de recursos en la forma de intereses, amortizaciones, repatriaciones de ganancias y de dividendos que comenzaron en 1995, y que vieron aumentar la deuda extranjera de Brasil de $148.2 mil millones en 1994 a $241 mil millones en 1998—unos $100 mil millones adicionales sólo en el primer período de Cardoso. De esto, $145 mil millones eran deudas del sector privado que había sido impulsado por el gobierno a endeudarse en el exterior, mientras las tasas de interés domésticas permanecían alzadas en orden a aumentar las reservas internacionales y defender el real. Si agregamos la deuda externa total al stock de la IED, actualmente las obligaciones de Brasil alcanzan a la increíble suma de $400 mil millones.

Tal extrema dependencia del capital extranjero—el actual déficit de cuenta corriente y la amortización de la deuda requiere más de $50 mil millones al año—hace que la economía de Brasil sea extremadamente vulnerable a los shocks internacionales. Debido a que las condiciones del mercado mundial de capitales o están determinadas obviamente por aquellos actores que tienen la mayoría de sus negocios allí, y éstos están localizados en el centro. El acceso de Brasil al financiamiento de ultramar depende en última instancia de la demanda y de la oferta de capital en el Norte y, particularmente del costo de los préstamos que ellos establecen. Son tan grandes los movimientos de los mercados financieros en el centro, que los movimientos de la periferia son enanizados por ellos. En la práctica, esto significa que la economía brasileña está a merced de los desarrollos internacionales gatillados por las oportunidades o peligros que enfrenten los inversionistas centrales.

Una cadena de shocks

El resultado fue una serie de crisis domesticas en permanente empeoramiento, que seguían la misma trayectoria inexorable –fuga de capital extranjero del Brasil, imposición de tasas de interés super altas y más dura austeridad fiscal para volverlo a atraer; colapso de la inversión doméstica y de la demanda del consumo, lo que llevaba a la recesión; alza del desempleo, mayor pobreza, mayor o menor continua caída en el crecimiento de la demanda doméstica, para complementar el estancamiento de la demanda de ultramar para las exportaciones del país. Las agobiadoras presiones a que fue sujeta la economía brasileña debido a su profunda caída en la trampa de la deuda en última instancia quebró su resistencia, y el Plan Real colapsó, haciendo claro que hiciera lo que hiciera, Brasil tenía una incapacidad fundamental para determinar su acceso al mercado mundial de capital.

En la euforia de 1994, cuando Cardoso aplastaba la inflación y se encaminaba al triunfo electoral, pocos prestaron atención al Norte. Pero en los Estados Unidos, la Reserva Federal estaba duplicando las tasas de interés, de 3 al 6 por ciento en doce meses. El resultado fue un crash en el mercado mundial de bonos, y el colapso del peso mexicano al finalizar el año. Este habría de ser el primer signo de que Cardoso y su equipo económico sólo podían detener la salida de capital especulativo de corto plazo, sacrificando el desarrollo. El Banco Central perdió $9.8 mil millones de sus reservas entre el último trimestre de 1994 y el primero de 1995, mientras que el capital neto que ingresaba era insuficiente para financiar el déficit de cuenta corriente, y mientras sufría el primer ataque especulativo a la moneda en marzo de 1995, tras una tímida mini-devaluación.(12) La piedra de toque d4e su defensa del real fue un aumento de las tasas de interés de 42.4 al estratosférico 64.8% en la primera mitad de 1995, provocando una inmediata recesión económica que finaliza con el boom de consumo que esta moneda había gatillado inicialmente . Alarmado por la crisis mexicana y sus repercusiones a través de América Latina, los EEUU cambiaron de rumbo y bajaron sus tasas de interés entre el verano de 1995 y comienzos de 1996, aflojando un poco la situación. Se restauró la confianza internacional cuando el Congreso de Brasil se inclinó ante las presiones de Cardoso y enmendó la Constitución para acelerar las privatizaciones. Y volvieron las reservas extranjeras, que de $29 mil millones en abril fueron ya de $51.8 mil millones en Diciembre de 1995. El peligro había sido conjurado.

Dos años después, volvía, y bajo una forma más amenazadora. A principios de 1997 la Reserva Federal de los EEUU alzó de nuevo los intereses en un primer paso de un tradicional movimiento anti-inflacionista, originando el pánico y la fuga de capitales en Tailandia y luego, en todo el Este del Asia. En Octubre, los efectos de la crisis financiera asiática alcanzaban a Brasil: $17.5 mil millones huyen del país y $8.5 mil millones de reservas se gastan en sostener al real contra los ataques especulativos. (13) Nuevamente se alzan los intereses de 23 al 43% a fin de revertir los flujos hacia el extranjero y el torniquete fiscal apretado con una congelación salarial y cortes en el empleo del sector estatal, arrojando a la economía a la recesión y la cesantía creciente. Pero una vez más el capital internacional respondió bien: las reservas internacionales subieron de $51 mil millones en Diciembre de 1997 a la altura histórica de los $74 mil millones en el siguiente Abril.

Luego vino el default ruso de Agosto de 1998, y el hundimiento de Wall Street de aquél otoño: las reservas de Brasil fueron castigadas en sólo dos meses en una mitad para defender al real. Las tasas de interés volvieron a alzarse a 49.75 % en septiembre, en un esfuerzo desesperado de detener una hemorragia de fondos especulativos, que alcanzó a los $31.2 mil millones hacia fines de año. Esta vez la confianza internacional fue sólo restaurada—temporalmente—cuando los EEUU orquestaron una fianza del FMI por $41.5 mil millones para posponer el ahora inevitable colapso de la moneda hasta que Washington contara con la seguridad en la reelección de Cardoso en el mes de Octubre (14) Como se podía prever, la intervención del FMI sólo venía a exacerbar la situación subyacente. El Fondo representa sobre todo a prestamistas de las principales instituciones financieras del centro, y se preocupa sobre todo en que el dinero regrese, tratando también reorganizar el mundo a la imagen americana a través de la introducción obligada de políticas neoliberales. Como nos recordara recientement4e Joseph Stiglitz, cuando el FMI llega a dar una fianza a las economías del Tercer Mundo, virtualmente siempre estará convocando a la austeridad, para forzar una deflación que capacite al país para acumular divisas extranjeras y contar con un excedente que le permita al gobierno pagar sus deudas (15). Hará todo lo posible por prevenir una reflación o demandas de alza de empleos que alivien el sufrimiento popular, ya que esto sería como instalar gobiernos grandes y déficits en el sector público. No es necesario que agreguemos que cuando entran en recesión los EEUU y las otras economías centrales hacen exactamente lo que el FMI prohíbe .

En Brasil lo calculado no tardó en ocurrir. Un feroz ataque especulativo sobre el real a mediados de Enero de 1999. con miles de millones de dólares huyendo del país diariamente, forzó al gobierno a abandonar la defensa de la moneda y permitir su flotación en los mercados mundiales. El anclaje de la tasa de cambio que había sido la pieza central del Plan Real se volatilizó, y con él los $50 mil millones de las reservas que se habían gastado en su defensa desde Agosto. Después de la adopción del cambio flexible en Enero 15, la moneda se hundió, perdiendo dos quintos de su valor frente al dólar. Las premisas de la estrategia económica de Cardoso yacían en ruinas.

La espiral descendente

Pero durante un año Brasil disfrutó de un alivio temporal de sus angustias, ya que la Reserva Federal estaba bajando sus tasas dramáticamente, para parar los efectos de la Crisis Financiera Asiática e impulsar al mercado norteamericano de valores. Tras dejar de crecer absolutamente en 1998 y 1999, a lomos de la devaluación, el PIB brasileño alcanzó un 4.4 por ciento en 2000. Pero ya en el verano de ese año, Wall Street estaba en franca declinación, conduciendo a su fin el boom americano de los 90s y estableciendo una recesión que todavía no termina. Las economías de Europa, Japón y las del Este de Asia siguieron a los EEUU en su caída. Cuando el centro estornuda, Brasil no puede evitar caer enfermo.

A esta altura, un medio económico internacional generalmente favorable habría estimulado las expectativas, y a pesar de las dificultades esporádicas el país habría podido embarcarse en un crecimiento sostenible, con los inversionistas extranjeros respondiendo bien a las políticas de Cardoso. Pero desde fines del 2000, cuando Brasil fue tocado por una serie de shocks internacionales – la coyuntura global en deterioro, el inevitable default de Argentina, una crisis energética domestica derivada de cortes en la inversión y un programa privatizador mal concebido—se contrajo agudamente el flujo de capital extranjero y la moneda se devaluó todavía más. El gobierno respondió alzando otra vez, a principios del 2001,las tasas de interés, e implorándole al FMI un mayor apoyo para restaurar la confianza de los mercados financieros internacionales. En agosto del 2001 se firmó un nuevo acuerdo Stand-By con el FMI, sobre $15 mil millones, con un traspaso inmediato de $5 mil millones para reservas—condicionado a un aumento en el excedente del presupuesto primario de un 3% del PIB para el 2000, de 3.35% en el 2001, y del 3.5 en el 2002 (16).

Temporalmente, este paquete alentó los mercados de bonos, en medio de una percepción entre los analistas y políticos de que Brasil se había "escindido" de la crisis Argentina. En Buenos Aires, el Gobierno de Fernando de la Rúa, incapaz de ejecutar medidas de austeridad más draconianas para asegurar su propio rescate por el FMI, fue echado tras violentas protestas de masas. Argentina entró en default con sus $150 mil millones de deuda en Diciembre del 2002 y en Enero finalmente abandonó la camisa de fuerza de la convertibilidad que había devastado las exportaciones del país, particularmente desde la devaluación brasileña de 1999. Pero era prematura la celebración del medio de Cardoso y de los círculos financieros internacionales sobre la separación de Brasil del destino de Argentina. En el 2001 la economía se deterioraba a ojos vista. El crecimiento del PIB cayó de 4.4 por ciento en el 2000 a 1.5 por ciento. Aún con el sello del apoyo del FMI, el flujo de capital extranjero cató en un tercio con la lentificación de la economía norteamericana después del 11 de Septiembre.

A finales del 2001, el IED caía en $22 mil millones. Tras un surplus primario que realmente excedía las metas del FMI, el real había perdido el 44% de su valor entre Enero y Octubre; la deuda indexada en divisas debía ser vendida para facilitar su reciclamiento; las tasas de interés fueron revisadas nuevamente. El resultado fue una nueva escalada en la deuda pública, que subió de 49.4 al 53.3 del PIB—R$563 mil millones a R$661 mil millones—y en el déficit operacional, que saltó del 4.5 al 8 % del PIB en el 2001. En la profundidad de la desaceleración y en la escala da de devaluaciones y cortes de importaciones, que generaba por primera vez un excedente en la balanza comercial desde que se proclamó el Plan Real, no hubo notas de mejoramiento en la cuenta corriente. Ingresos de $2.6 mil millones en la balanza comercial eran empequeñecidos por los servicios de la deuda del Brasil. Nunca había sido tan clara la insustentabilidad del modelo neoliberal de Cardoso.

La raíces de la crisis

Hoy, como en 1999, los analistas del establecimiento culpan de la presente crisis a limitaciones de la política doméstica—a la incertidumbre a si Cardoso puede dar algún lustre a su sucesor José Serra en las elecciones del próximo Octubre. Pero sus raíces están en un lugar más hondo, en la estrategia fundamental de desarrollo dependiente adoptada durante la doble presidencia de Cardoso. En 1998 y a principios de 1999, los mercados financieros internacionales comprendieron esto muy bien, y se fugaron. Eran conscientes de la extrema fragilidad de la situación financiera del Brasil, ya que las tasas de interés estratosféricas que se necesitaban para sostener la sobrevaluación de la moneda podía sólo conducir a una dramática alza en el costo del servicio de la deuda pública doméstica. Los inversionistas tenían entonces toda la razón en temer que el gobierno pudiera ser incapaz de mantener el pago de los intereses y que se viera forzado a "reestructurar" ( si no al default) su deuda pública, con efectos desfallecientes sobre su deuda en dólares. Su preocupación persiste hasta hoy. Quien quiera que gane en las elecciones de Octubre del 2002, heredará una grave crisis financiera, el fruto de los ocho años de mal manejo ultra-neoliberal de la economía por parte de Cardoso.

El déficit público que el FMI inste debe reducirse, no es fiscal, sino monetario. Como aún hasta el Economist anotaba en su Survey sobre Brasil en 1999: "Restando el pago de intereses en la deuda del gobierno, el déficit del sector público es inferior al 1% del PIB anual" (18) En 1995 el sector público tuvo un excedente primario (antes de agregar al gasto el servicio de la deuda) de 0.36% del PIB, pero un déficit operacional del 4.88% a medida que los gastos en intereses alcanzaban el 5.24%. En 1994, el balance primario se movió a un déficit del 9.9% del PIB, como resultado de una masiva fianza de los bancos privados en el orden de R$20.8 mil millones a través del PROER, el programa de Cardoso para fortalecer el sistema financiero nacional a través de fusiones y adquisiciones; en el mismo año los pagos de interes4es fueron 3.66% del PIB. Hacia 1998, el déficit había subido al 8.02 por ciento, consistente enteramente en pago de intereses.

Aunque el grueso de la deuda pública es interna, una creciente proporción de ésta ha llegado a ser poseída –directa o indirectamente- por inversionistas extranjeros. Que reciben pagos de intereses a tasas domésticas a la hora. Más aún, para asegurar su continuidad después de las crisis asiática y rusa, cerca de un tercio de esta deuda , pagada a una tasa "overnight", es ahora indexada en dólares. De acuerdo con el FMI, hacia mayo del 2002, sobre tres cuartos de la deuda pública brasileña estaba ligada a esta tasa de interés "overnight" o a la tasa de cambios. Aún más problemático ha sido el uso del Banco Central de los bonos para regular los mercados financieros y facilitar la política monetaria, que asegure que grandes flujos de capital extranjero lleguen a ser las más importantes fuerzas detrás del ascenso de la deuda pública interna—cuanto más fondos externos se conviertan en reais, más bonos del tesoro vendería el gobierno para retirar parte del dinero en circulación, y evitar así el exceso de liquidez. El crecimiento del déficit público es entonces una consecuencia más de la vulnerabilidad externa de la economía brasileña.

Asegurando el excedente primario

Sin considerar para nada la evidencia, los ideólogos neoliberales continuaron sosteniendo que el origen del déficit es fiscal, y Cardoso ha recurrido al primer mandamiento del Consenso de Washington: disciplina fiscal, "que típicamente implica surplus primario de varios porcentajes del PIB" (19) – proyectado, por supuesto, para limitar el impacto del pago de intereses sobre el déficit público y restaurar la confianza de los inversionistas extranjeros y domésticos en la habilidad del gobierno para honrar sus obligaciones financieras. Desde el comienzo, la "otra" ancla del Plan Real estaba diseñada para ser fiscal: una obligación para rebajar los gastos públicos y elevar los ingresos, que hicieron necesarias una serie de enmiendas constitucionales—reformas del servicio civil y del sistema de pensiones para cortar personal y beneficios de retiro, junto con la privatización de empresas estatales estratégicas en la infraestructura y en los sectores de servicios. Cardoso fue capaz de movilizar al Congreso para restaurar la confianza de los acreedores con respecto a estos paquetes de austeridad después de los ataques especulativos al real. Pero fue sólo después del colapso de la moneda cuando el FMI tomó control sobre los centros de decisión económica- poniendo como una condición para las cauciones de 1998, de que grandes excedentes primarios vengan a generarse por encima y más allá de los objetivos del FMI, mediante indiscriminadas alzas de impuestos y cortes en inversiones públicas esenciales, legitimadas por una Ley de Responsabilidad Fiscal (Mayo del 2000). Los impuestos saltaron de un 28% del BIP en 1995 al 34% en el 2001, el más alto nivel en América Latina—las cifras comparativas para Argentina son de 22-24%, y para México de 14-16%.

El dramático aumento en la colección de impuestos en Brasil se explica por un ascenso tanto en los impuestos indirectos, que lastimaban a las clases medias y a los trabajadores, y del impuesto directo, que pesaba sobre la competitividad de los productos nacionales, en el país y en el extranjero. El impacto social de los impuestos indirectos sobre las transacciones de bienes y servicios es también altamente regresivo. Así mientras las familias que tenían un ingreso mensual de hasta dos salarios mínimos perdían el 26.48% de su ingreso en el impuesto indirecto, las familias con ingresos por encima de los 30 salarios mínimos mensuales sólo perdían el 7.34%. Esto en un país donde una canasta básica cuesta el 9.81% del ingreso mensual disponible de las familias con dos salarios mínimos, pero sólo el 1.48% de los grupos de mayor ingreso. En el 2001, el CPMF, el PIS, y el COFINS, impuestos no compartidos por estados y municipios, correspondía al 38% del ingreso bruto federal, y el impuesto a la renta el 33% (20).

No es necesario decir que este aumento no se dirigía a mejorar los servicios públicos, las mayores víctimas del ajuste fiscal—dado el deteriorado estado de la infraestructura, la salud, la educación y la seguridad pública, como lo muestra claramente el Brasil—sino para pagar las cuentas presentadas por el capital financiero, el mayor beneficiado en los ocho años de neoliberalismo de Cardoso.

Con esta presión fiscal, el gobierno fue capaz de producir el requerido excedente primario que lo diferenciaría de una irrecuperable Argentina ante los ojos de los inversionistas extranjeros: R$2.1 mil millones (3.2% del PIB) en 1999; R$38.2 mil millones (3.5%) en el 2000, y R$43.6 mil millones (3.7%). Pero esto todavía cubría sólo la mitad del pago de intereses de la deuda pública que continuaba creciendo inmisericordemente, del 28.1% del PIB (R$192 mil millones), cuando Cardoso llegó al poder en 1994, al 56% hacia mayo de este año (R$708.5 mil millones). Desde cualquier estimación, Brasil es hoy en día uno de los países más endeudados en América Latina—su proporción de deuda extranjera para exportaciones (437 en 1999, 366 en el 2000 y 336 en 2001) lo coloca detrás de Argentina (524, 473 y 452) y de Nicaragua (781, 707 y 706) (21). El World Economic Outlook del FMI para el 2002, revela que entre 1996 y el 2000, los pagos en intereses subieron del 8% del PIB y al 20.5% del total del gasto público. Ninguna otra nación Latinoamericana examinada en este informe –Argentina, Chile, Colombia, México, Perú y Venezuela—iguala estas cifras: la carga media de deuda pública de estos países fue de 2.6% del PIB y del 10.9% del total del gasto público. El propio Fondo Monetario, a pesar de disculpas dirigidas hacia los medios por parte e su disciplinado discípulo, llegó a advertir muy enérgicamente al gobierno de Cardoso de las vulnerabilidades de la economía brasileña. En junio de ese año, tras acceder a los ruegos por la liberación de más fondos, Anne Krueger, Directora Ejecutiva del Fondo, declaró: "Al mediano plazo, las autoridades necesitarán continuar trabajando para reducir los requerimientos de grandes préstamos para Brasil y los reclamos por más préstamos del sector público, así como reducir la gran tajada de deuda pública que se contrae a tasas flotantes o ligadas al cambio corriente." (22)

El balance: desnacionalización

¿Cuál es entonces el balance de los ocho años de Cardoso en el poder, en los que el teórico y crítico del desarrollo dependiente gozó de más amplios poderes que ningún otro gobernante en el último medio siglo? ¿Es ahora Brasil menos dependiente que cuando él ingresó al Palacio Presidencial? ¿ Logró más desarrollo que bajo sus predecesores? El record puede considerarse desde dos ángulos: el nacional y el social. Cardoso prometió a los electores que su programa, que asociaba el capital doméstico y el internacional en un esfuerzo común por modernizar a la nación, habría de fortalecer la independencia real del Brasil como un gran poder regional en la economía global, y que daría a sus ciudadanos un mayor grado de justicia y de progreso social como nunca habrían conocido con anterioridad. ¿Cuáles fueron los resultados?

La apuesta básica sobre la que descansaba el Plan Real—la estabilidad del Brasil, si se creaban las condiciones adecuadas para atraer cantidades sin precedentes de capital foráneo—no fue un error de cálculo. El cuadro 2 nos muestra que la IED se expandió en el Brasil dramáticamente entre los años 1996 y 2000, al punto de que el país desplazó a México como el más importante imán para la inversión de ultramar en América Latina. ¿Qué llevó a esta ola e capital internacional al país? La privatización de las empresas estatales y las fusiones y adquisiciones, fueron dos atracciones claves. Entre 1996 y abril del 2002, $30.9 mil millones de IED se fueron a las bolsas de las compañías estatales privatizadas en electricidad, telecomunicaciones, gas, financieras y otros sectores—una cifra que sería mayor si se incluyeran las transacciones financiadas con recursos del Brasil, como el BNDES (Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social) que financió muchas de las adquisiciones de firmas estatales privatizadas a intereses muy bajos a través de un decreto presidencial del 24 de mayo de 1997. Por su parte, el gobierno alega haber recibido ingresos totales de cerca de $90 mil millones de su remate de bienes públicos. (23)

Pero las consecuencias de este flujo no fueron las que esperaban sus arquitectos. Ya que la mayoría de los inversionistas extranjeros, respondiendo a los incentivos que se les ofrecía, no orientaron sus estrategias a construir nuevas plantas, expandiendo así la producción e impulsando el empleo, sino más bien en adquirir las que ya existían, sea tomándose las firmas privadas o comprando empresas estatales puestas en subasta. En los hechos, la evidencia sugiere que, la puesta al día del desarrollo dependiente por su teórico llevó más hacia la destrucción del capital local que a su asociación con el capital internacional.

La extensión de la desnacionalización de la economía vía privatización de las empresas del estado, puede ser calibrado por el grado de propiedad adquirida por el capital extranjero en estas formas. Entre 1995 y 1998 la IED daba cuenta del 42.1% del valor acumulado por las privatizaciones. Las cifras podrían ser todavía más altas, si se incluyeran las ventas subsecuentes de las participaciones de los socios brasileños—como, por ejemplo, en el caso de la compañía telefónica estatal Telebras, donde la parte extranjera original fue del 66.7%, pero luego Globo y Bradesco entregaron sus acciones a Telecom. Italia. Donde fue necesario, el régimen de Cardoso apoyó activamente este desplazamiento del capital doméstico: en 1999, por ejemplo, BNEDES adelantó la mitad del precio de compra ($360 millones) de la compañía de energía CESP-Tiete de Sao Paulo a la compañía Americana AES, recortando al grupo brasileño Votorantim controlado por Antonio Herminio de Moraes, descrito alguna vez por un estudioso norteamericano como un "one-man national bourgeoisie". Al menos R$7.5 mil millones se regresarían con el tiempo a ambas compañías extranjera y local por parte del tesoro nacional, bajo la forma de reducción de impuestos y la diferencia entre el precio mínimo y la cantidad pagada realmente. (24) Más iniciativas generosas se han extendido ahora por el BNDES al sector eléctrico privatizado al despegar la crisis energética, y el gobierno le ha permitido a las compañías aumentos de precios "especiales" como compensación en el período de racionamiento, lastimando tanto a consumidores de la clase trabajadora y de la clase media, como también a la industria nacional.

Fusiones y adquisiciones de firmas privadas también han sido centrales en la reestructuración de la economía promovida por Cardoso, y han operado como un mecanismo paralelo de desnacionalización. Un estudio reciente muestra que entre 1995 y 1999 hubo 1233 fusiones y adquisiciones en las que corporaciones multinacionales adquirieron control o participación en industrias brasileñas—la devaluación del real desde 1999 abarataron estas adquisiciones. Una encuesta de KPMG revela que el 70% de todas las adquisiciones en Brasil durante el mismo período fueron realizadas por multinacionales, por la suma de $50 mil millones del flujo de la IED. (25) La rápida liberalización de importaciones y las tasas de interés estratosféricas han sido los factores más importantes en el desplazamiento del capital local, forzando a gran número de firmas brasileñas, incluyendo a los mayores grupos industriales, a cerrar o a aliarse con o sin venta a las multinacionales.

Las adquisiciones extranjeras fueron particularmente intensas en sectores tan variados como autopartes, bancos, acero, alimentos, bebidas, productos lecheros, higiene y limpieza, químicos y electrónicos. Entre 1995 y el 2000, muchos de los poderosos trusts brasileños tradicionales, desaparecieron: Metal Leve y la familia Mindlin fue comprada por la firma alemana Mahle, los autopartes de COFAN por la italiana Magneti Morelli, la acerería Villares por la española Sidenor; en tanto en el sector bancario, Excel Económico fue capturada por el Banco de Bilbao, Garantía por Crédit Suisse, Bamerinduis por el HSBC, el Real por el Dutch ABM. Amrn. Marcas como Arisco, Pullman, Lacta, Avmore, Cica o Café Pil?o en la industria alimenticia, desaparecieron, anexadas respectivamente por Goldman-Sachs, Bunge International, Philip Morris, Danone y Sara Lee; en los electrodomésticos, y en los sectores de supermercados y ropa, ocurrió la misma historia –Arno, Eldorado, P?o de Açucar y Renner cayeron en manos de las firmas francesas Seb, Carrefour, Cacino y J.C.Penney. Como lo decía Veja-un sólido soporte del régimen de Cardoso: " La historia del capitalismo ha visto pocas transferencias de control tan intensas como ésta, y en un período tan corto".

Un selecto grupo de intereses brasileños, industriales y financieros, adquirieron al mismo tiempo, durante el curso del proceso de privatizaciones, posiciones de monopolio en asociación con el capital extranjero . Un caso sobresaliente es el más grande grupo privado, Steinbruch, que compró la mayor participación en la gigantesca y lucrativa mina estatal, Vale do Rio Doce, en sociedad con el capital de ultramar y el apoyo financiero del American Nations Bank. Odenbrecht y Mariani en las petroquímicas, Vicuña en el acero, y Brtadesco, Itau y Bozanno en el sectoir financiero, son los representantes de una nueva burguesía internacionalizada que ha lucrado enormemente con el programa privatizador.(26) Pero estas son las excepciones que no confirman la regla. El desplazamiento del capital local por el extranjero, más que la asociación con éste, ha sido el sello característico del Plan Real.

¿Modernización?

¿Hasta dónde esta desnacionalización se ha visto compensada por una modernización productiva de la economía brasileña? El sector de servicios de importación intensivos ofrece una respuesta. A finales de los 90s éste fue el principal atractivo del capital foráneo—su parte del total en la IED aumentó del 43.4 % ($18.4 mil millones) en 1995 a 76.6 % entre 1996 y febrero del 2002, o sea a $97.3 mil millones de los $127 mil millones invertidos en Brasil en esos años. El típico resultado de la desregulación y de la privatización de la electricidad y de las telecomunicaciones, y del lanzamiento del torrente de adquisiciones y fusiones, fue el abandono de las investigaciones locales y el desarrollo de importaciones tecnológicas intra-compañías. La cuenta por bienes de capital externo saltó de $7.5 mil millones en 1994 a 14.8 mil millones en el 2001, y la de bienes intermedios de $15.6 a 27.3 mil millones en los mismos años. Desde que Telebras fue privatizada en 1998, las trasnacionales han estado importando el 97% de los componentes requeridos para actualizar el anticuado sistema telefónico de Brasil, mientras el gobierno, para halagar a los nuevos dueños, dio paso atrás en su demanda inicial de que ellos debían utilizar al menos un 35% de productos nacionales. El precio de los componentes electrónicos-especialmente chips- alcanzó los $5 mil millones en el 2000. Como señalaba un economista: " Mientras las pautas de consumo de los países desarrollados en materia de tecnología de la información se difundían en Brasil durante los noventas, se dio una innegable regresión en la producción" (27).

La estrategia de las corporaciones extranjeras en Brasil había sido perfectamente racional; sin embargo se expusieron al error de basarse en las multinacionales para cumplir con el papel de principales agentes del desarrollo nacional. El economista de CEPAL Michael Mortimore al estudiar el sector de servicios de la IED en Brasil, demuestra que el objetivo principal de las multinacionales fue como de costumbre ganar acceso al mercado nacional, no para maximizar exportaciones, ni qué decir el empleo, y esto lo logra primordialmente adquiriendo inversiones existentes, no creando nuevas. Valorando los intentos de los gobiernos latinoamericanos en convertir la IED en una máquina de crecimiento, concluye: " Mientras se alcanzaba la mayor parte de los objetivos estratégicos de las estrategias corporativas, no se cumplían los objetivos de desarrollo de los gobiernos que las hospedaban". Rubens Ricupero, Secretario General de la UNCTAD, le hace eco: "Los objetivos comerciales de las CTNs y los objetivos nacionales de las economías no coinciden necesariamente". (28)

En el caso de los industrias de automóviles y de auto-partes, Ricupero anota que las mayores empresas nacionales conocidas por su capacidad de innovación tecnológica—Metal Leve, Freios Varga, Cofap—sufrieron una degradación inmediata después de haber suido vendidas a multinacionales. Aquí el coeficiente de penetración de importaciones subió de más del 8% en 1993 al 25% en 1996. La historia ha sido la misma en los sectores de computación y telecomunicaciones, en donde las multinacionales han en lo general suspendido la investigación local y el desarrollo, y transferido a los ingenieros de los laboratorios al marketing, a la producción, a la asistencia técnica y las ventas. En estas condiciones, comenta Ricupero, "no es sorprendente que la penetración del coeficiente de importación haya subido del 29% en 1993 al 70% en 1996". Otro estudio ha encontrado que entre 1994 y 1997, la producción local de bienes de capital cayó en su conjunto en un 20%. En otras palabras, la desnacionalización ha sido acompañada por medidas reales de desindustrialización. (29)

Mientras tanto, las exportaciones de Brasil permanecían concentradas en mercaderías tradicionales—agrícolas, agroindustriales y minerales—y el país ha sido incapaz de aumentar su participación mundial en la exportación de manufacturas. Un reciente estudio de la UNCTAD muestra que entre 1980 y 1997, la parte del Brasil en las exportaciones mundiales de manufacturas permaneció estancada en un 0.7%, y que , significativamente, la proporción de valor agregado (ingreso) de su participación en las manufacturas mundiales cayó del 2.9% al 2.7%. Comparativamente, mientras Chile y México eran capaces de aumentar su exportación en manufacturas durante el mismo período, 0.0 a 0.1% y 0.2 a 2.2 % respectivamente, el valor agregado en Chile permanecía siendo el mismo, 0.2%, mientras México caía de 1.9 al 1.2% (30).

Con excepción de los países del Sud Este asiático, Corea, Taiwán y, por supuesto, Japón, que exitosamente lograron una rápida expansión de exportaciones en tecnología y de alto valor agregado, ninguno de los países en desarrollo que liberalizaron rápidamente su comercio e inversión en las pasadas dos décadas ha logrado un crecimiento significativo en su parte de ingreso en las manufacturas mundiales, y sus exportaciones siguen concentradas en recursos básicos, y productos de trabajo intensivo. Como se señala en el mismo informe de UNCTAD: "Mientras la porción en la exportación mundial de manufacturas de los países desarrollados cae entre 1980 y 1997, su participación en el ingreso manufacturero mundial sube significativamente. En otras palabras, en términos relativos, los países industriales parecen estar comerciando menos y ganando más en la actividad manufacturera."

Lo más significativo de todo, durante el gran flujo de capital extranjero al país bajo Cardoso, la tasa de inversión en capital fijo en Brasil fue miserable, muy por debajo del nivel supuestamente desastroso de los 80s, en donde llegó a ser algo así como del 22.1% del PIB. Al contrario, como lo indica el cuadro 2, en 1999, cuando la IED alcanzó un pico histórico de $30 mil millones, no fue más que el 18.9%. No hay nada accidental en esto. Las tasas de interés ultra altos que se necesitaban para atraer prestamistas extranjeros, a fin de cubrir la cuenta corriente y mantener alzado al real, deprimía la inversión doméstica desde el comienzo. En los hechos, si comparamos Brasil con Argentina, Chile y México, los otros tres países en donde las privatizaciones, fusiones y adquisiciones fueron más lejos, la tasa de inversión en 1980 fue de 27.8% en Brasil, de 28.8 en Argentina, de 19.8 en Chile y 24.2 en México. Entre 1997 y el 2000, en contraste, la tasa media anual fue de 20.5% en Brasil, 19.1 en Argentina, 22.3 en Chile y 21.6 en México. En otras palabras, en todos los países, excepto Chile, hubo una marcada declinación en las tasas de inversión comparados a niveles anteriores a la crisis de la deuda. Los comentarios de CEPAL hablan por si mismos:

La inestabilidad del financiamiento externo ha tenido efectos descorazonadores sobre la inversión. Esta es una de las razones de por qué la tasa de inversión ha permanecido debajo de los niveles anteriores a la crisis de la deuda. La declinación en el coeficiente de inversión comparado con los 1970s ha sido más pronunciada en los países más grandes, ya que estos han estado más expuestos al flujo de capitales privados.(31)

La modernización de la economía brasileña bajo el liderato de las multinacionales no promovió tasas más altas de acumulación de capital ni una mayor competitividad internacional. Todavía se están esperando los grandes excedentes comerciales, aún después de dos rounds de devaluaciones en 1999 y en 2001. ¿Continuarán financiando las multinacionales los déficits de cuenta corriente que ellas mismas han producido, y que ha sido quizás su principal tarea durante la doble presidencia de Cardoso? El agotamiento de las privatizaciones en el Brasil y el deteriorado ambiente económico en el Norte, suguieren que este papel está llegando a su fin. De los $30.5 mil millones en el 2000, se espera que el IED caiga este año a los $17 mil millones, de ahí la urgencia de un acuerdo Stand-By con el FMI, y la acelerada caída de su línea de crédito. Pero como en el caso de Argentina, en donde el FMI se fue en cascada de $22.6 a sólo $3.5 mil millones en el espacio de dos años, una vez que la confianza se debilita, el capital extranjero puede abandonar a cualquier país a su destino de la noche a la mañana. .

El record social

¿Qué pasó finalmente, con la más importante prueba de todas—con los índices de progreso social bajo el gobierno de Cardoso? Asociándose audazmente con Clinton y con Blair como espíritu compañero en el Sur, Cardoso –que en los ochenta se autodescribía como socialdemócrata, y encabezaba un partido (el PSDB) que se llamaba así—una vez en el poder prefirió las vagas recetas de la "Tercera Vía". Pocos tenían muchas ilusiones en la versión anglo-americana de este nostrum, ya ahora completamente desacreditado en su propia patria. ¿Habría podido adquirir más sustancia en las condiciones tan diferentes de Brasil?

El cuadro 3 compara las tasas de crecimiento y de industrialización bajo Kubitschek y los años "milagrosos" del gobierno militar, con las de Cardoso. El contraste nos deja sin aliento. En el primero, el PIB per cápita creció en una tasa promedio de 6.1% entre 1957-61 y un 8.4% entre 1968-73, mientras que entre 1995 y el 2001, el experimento neoliberal de Cardoso entregó un crecimiento medio del PIB del 2.4%, y del per cápita de justo 1.0%.

Al comparar no períodos sino países, los resultados son más sobrecogedores, De los cuatro principales experimentos neoliberales en América Latina, Brasil ciertamente lo hizo mejor que Argentina, donde el modelo eventualmente colapsó, entregando cifras del 0.9 a –0.3%. Pero lo hizo señaladamente bien en otras dos estrellas del neoliberalismo: en Chile se registró crecimientos del PIB del 4.8% y del per cápita del 3.4%, México 3.1 y 1.4%. Más sombríamente todavía, bajo el sucesivo impacto de la crisis rusa, del colapso del Plan Real en 1999, y del contagio inicial de la crisis de Argentina del 2001, el ingreso per cápita de Brasil cayó en términos de dólar de $4.940 en 1997 a $2.920 en el 2001—una regresión a los niveles de los 1980s; mientras el mismo PIB caía de $807 mil millones a $503 mil millones, sacando al país de su rango como la octava más grande economía en el mundo, y colocando a México como el primer país de América Latina en output económico total, con un PIB en 2001 de $618 mil millones (32).

La inevitable consecuencia de tan pegajoso crecimiento a largo plazo, como en cualquier otra parte de América Latina, significó masivo desempleo urbano. De acuerdo a cifras oficiales, que sistemáticamente subestiman las tasas reales, el desempleo abierto subió del 4.6 % en 1995 al 7.5% en 1998 y 1999, y al 9% para marzo del 2000.(33) Otras estimaciones calculan que el desempleo abierto en S?o Paulo, el corazón industrial de Brasil, subió del 13.2% en 1993 a 19.3 en 1999, y que alcanzó el 20.4% en mayo del 2002, mucho más arriba del 17.4% reportado para Argentina en el 2001, poco antes de su colapso. (34) Este fracaso social ha sido un resultado directo de la masacre de pequeñas y medianas empresas, bajo la presión gemela de las altas tasas de interés y de la arrebatada liberalización comercial. Tales cifras de desempleo revela una profunda exclusión social que da mucho para explicarse el ascenso de la violencia urbana en Brasil durante la presidencia de Cardoso. Los últimos datos muestran que Brasil ha saltado a las filas de los países de América Latina en cuanto a homicidios, hasta acercarse a la cumbre, con un coeficiente de 19.2 por 100 mil habitantes en 1992 que ha subido a nada menos que a 22.18 en estos días.

Si nos volvemos hacia la educación, Cardoso ha hecho ciertos progresos al reducir el analfabetismo en Brasil, de acuerdo a definiciones oficiales, del 18.3% de la población en 1990 al 14.7% en el 2000; aunque todavía 18 millones de brasileños no saben leer ni escribir y el promedio de años de escolaridad de la población económicamente activa es sólo de 5.5, colocando a Brasil junto a Guatemala y Nicaragua. Argentina, Chile y aún México se ven mejor, con tasas de analfabetismo del 3.1, 4.3 y 9.0 respectivamente, y con más largos años de escolaridad: 10.1, 9.0 y 7.4. La mortalidad infantil también ha caído, del 38.4% en 1994 al 29.6% en el 2000, para el crédito del régimen. Pero el Noreste, la más pobre región del país, continúa sufriendo de la estremecedora tasa del 44%. Si la mortalidad infantil, en Argentina y en Chile es más baja, 24.3% y 14%, en México es más alta que en Brasil, con el 34.0%. Contra estas modestas ganancias están los reveses del segundo período de Cardoso. Entr5e 1999 y el 2001 los salarios reales en promedio cayeron un 10%, y los propios investigadores del gobierno estimaron que en 1999 la pobreza absoluta había aumentado del 34.1% de la población, unos 53 millones de personas, a otros 22.6 millones, o 14.5% de la población, condenada a la indigencia. En este respecto Brasil no se compara bien con Argentina o Chile (19.7% y 4.8%, y 20.6 y 5.7%), la pobreza absoluta está más extendida en México, 46.9% en 1998, con la indigencia en el 18.5%. (35)

Por ultimo, qué pasa con la distribución? A pesar de los alegatos de Cardoso y de su equipo económico de que la estabilización de la moneda fue la mejor política social, la desigualdad sigue siendo la más escandalosa del mundo—los países con el más alto coeficiente Gini son, en orden de precedencia: Nicaragua, Brasil, Sudáfrica y Malawi. Como lo ilustra el cuadro 4, en 1999 el 10% más rico de la población disfrutaba del 47.4% del ingreso nacional, y el 40% más pobre simplemente el 8.1%.

De hecho, el modelo neoliberal en América Latina ha aumentado la desigualdad en todas partes, los coeficientes Gini en Argentina, Chile y México, todos subieron en los noventas. Pero de acuerdo con la CEPAL, en 1999 Brasil fue el único país en América Latina en donde más de la mitad de la población tenía menos del 50% del ingreso mínimo. (36) Progresos muy modestos en salud, educación y reducción de la pobreza no han sido capaces de redimir las tasas de crecimientos mediocres, el alto desempleo, la vertiginosa desigualdad y la extensión de la violencia urbana y de la criminalidad.

Perspectivas

Hoy, como la situación en Argentina y en la economía mundial continúa deteriorándose y las encuestas de opinión sugieren que el candidato del PT, Lula –dos veces derrotado por Cardoso, tienen la oportunidad de ganar la presidencia en octubre, los inversionistas privados están cada vez más nerviosos acerca de las perspectivas de Brasil. Su miedo naturalmente abanicado por Cardoso y su equipo tecnocrático, es que si Lula fuera elegido, podría virar bruscamente de la tarea de mantener los grandes excedentes primarios, o aún seguir el ejemplo de Argentina e ir hacia un default masivo. Para junio de este año, las agencias de riesgo habían bajado el rango de crédito de Brasil a los niveles de Nigeria y Argentina, y los especuladores habían comenzado a sacar divisas y bonos de mercado y el Banaco Central se vio forzado a recortar las fechas de vencimiento de la deuda pública. Con el valor del Real más bajo que en el momento en que colapsó el plan de estabilización en 1999, el Gobierno desesperado para devolver la confianza a los inversionistas, pidió permiso al FMI para retirar los restantes $10 mil millones de su acuerdo de Stand-By, y baja el piso de su reserva internacional neta por otros $5 mil millones, para comprar deuda externa. La condición del FMI fue que el Gobierno aumentara su surplus primario un poco más de 3.5 a 3.75% del PIB –otra apretada de tornillo con la que el propio Lula estuvo de acuerdo (37). En la demostración de los propios expertos del gobierno en materia de pobreza, las sumas ahora secuestradas para aplacar al FMI, podrían haber sido usadas para aplacar las espantosas condiciones de indigencia en Brasil, en vez de satisfacer a poseedores de bonos en el extranjero (38). El caso de Brasil constituye un experimento de laboratorio que de muestra cómo y por qué la inyección del virus neoliberal, especialmente esa cadena que incluye una tasa de cambio fija, tiende a polarizar a la sociedad y a arruinar una economía. La inoculación del Plan Real ha sido un crecimiento pegajoso del PIB a través de la presidencia de Cardoso, y una recesión en profundización a medida que su reinado avanza a su fin. Quien quiera que gane en octubre recibe una herencia desoladora.

Nada de esto era necesario. Como hemos visto, la lógica destructiva del neoliberalismo, aliñada como una "Tercera Vía", era predecible desde la partida. Aún voces impecablemente moderadas han comenzado a reconocer esto. El propio Ministro de Ciencia y tecnología de Cardoso, Luis Carlos Bresser Pereira, recientemente ha desautorizado "la ingenua política de liberalización y retiro del estado de la economía, abriendo el país a las importaciones y al capital extranjero, privatizando las empresas del estado "porque el resto lo hará el mercado", mientras la federación de empleadores de S?o Paulo, la propia FISEP, lastimeramente llama al fortalecimiento de las industrias nacionales. (39)

Como hemos visto, comparativamente las realizaciones Brasil del desarrollo dirigido por el Estado fueron positivamente superiores a la versión neoliberal. Históricamente, por supuesto, su éxito fue más limitado que en Japón o en Asia, en donde más significativas, durables y rápidas industrializaciones fueron llevadas a cabo estableciendo altas barreras proteccionistas contra las importaciones, y que fueron gradualmente alzadas sólo cuando sectores llegaban a ser competitivos; al controlar no sólo las exportaciones de capital sino también las importaciones de capital, con el gobierno regulando préstamos del exterior y limitando la penetración de las multinacionales, previniendo la emergencia de mercados accionarios en control corporativo—a través de "cross.shareholding", como en Japón; y mediante la exposición de los productores domésticos en la competencia, no en casa, sino en mercados de ultramar, con amplios subsidios a los exportadores. Que tales políticas jamás fueron contempladas por el régimen de Cardoso es suficiente testimonio de su tímido provincianismo. La cuenta por su ceguera ha sido pagada por el pueblo brasileño. En una anterior encarnación, fue el mismo Cardoso quien escribió:

El desarrollo dependiente ocurre a través de fricciones, acuerdos y alianzas entre el estado y las empresas de negocios. Pero este tipo de desarrollo sólo ocurre porque tanto el estado como los negocios persiguen políticas que crean mercados basados en la concentración del ingreso y la exclusión social de la mayoría de la población... Los conflictos entre el estado y los grandes negocios no son tan antagónicos como las contradicciones entre las clases dominantes y el pueblo. (40)

[1] Véase Fernando Henrique Cardoso: especialmente Empresário industrial e desenvolvimento econômico no Brasil, São Paulo 1964; 'Hegemonia burguesa e independência econômica', en Celso Furtado, ed., Brasil: Tempos Modernos, Rio de Janeiro 1977; As Idéias e seu lugar, Petrópolis 1980; Autoritarismo e democratização, Rio de Janeiro 1975; y Cardoso y Enzo Faletto, Dependency and Development in Latin America, Berkeley 1979.

[2] Véase Paulo Davidoff Cruz, Dívida externa e política econômica: A experiência brasileira nos anos setenta, São Paulo 1984, pp. 37–40.

[3] Geisa Maria Rocha, 'Redefining the Role of the Bourgeoisie in Dependent Capitalist Development: Privatization and Liberalization in Brazil', Latin American Perspectives, no. 1, 1994. Véase también Lincoln Gordon, Brazil's Second Chance: En Route toward the First World, Washington, DC 2001, pp. 174–5.

[4] 'Plano Fernando Henrique Cardoso', Revista de Economia Política, no. 2, April-June 1994; Gustavo Franco, 'A inserção externa e o desenvolvimento', Revista de Economia Política, no.3, July-September 1998.

[5] Paulo Nogueira Batista, Jr., 'O Plano Real à luz da experiencia mexicana e argentina', Estudos Avançados, no. 18, September-December 1996, p. 132. Marcio Garcia and Marcus Vinicius Valpassos, 'Capital Flows, Capital Controls, and Currency Crisis: The Case of Brazil in the 1990s', in Felipe Larrain, ed., Capital Flows, Capital Controls, and Currency Crises: Latin America in the 1990s, Ann Arbor 2000; Nicola Tingas and Paulo Pereira Miguel, 'Capital Flows and Economic Policy in Brazil', en B.N. Ghosh, ed., Global Financial Crisis and Reforms: Cases and Caveats, London 2001.

[6] 'Para lembrar o que ele escreveu', interview in Folha de São Paulo, Mais!, 13 October 1996, pp. 4–5, mi traducción.

[7] Gustavo Franco, 'A inserção externa'; Kucinski, 'A mídia e o fim da razão', en Ivo Lesbaupin, ed., O Desmonte da Nação: Balanço do Governo FHC, Petrópolis 1999; 'Para FHC, crítica revela "neobobismo"', Folha de São Paulo, 25 March 1997.

[8] A menos que se indique de otra manera, los datos sobre balanza de pagos, deuda externa, niveles de reservas internacionales y flujos de capital externo son tomados del Boletim do Banco Central do Brasil: www.bcb.gov.br;revisado hasta julio de2002.

[9] World Investment Report 2001, Geneva 2001, Country Fact Sheet: Brazil.

[10] El CC5 facilitató masivas salidass de capital tanto por inversionistas extranjeros como nacionales durante las crisis financieras de 1997 ($17.5 mil millones) y 1998 ($31.2 mil millones): Aurélio, Poupança Externa, p. 22 y Tingas y Miguel, 'Capital Flows and Economic Policy in Brazil', pp. 259–60. Bajo la Resolución 63 'caipira', un mecanismo hedge usado entre el 95 y el 99 para facilitar el flujo de capital a corto plazo, podían invertirse fondos en deuda pública indexada mientras se esperaba que los prestara un banco doméstico. Véase Central Bank's Annual Report, 1998, p. 114.

[11] Werner Baer, 'Illusion of Stability: The Brazilian Economy under Cardoso', World Development, no. 10, 2000, p. 1807.

[12] Ilan Goldfajn and Taimur Baig, 'The Russian Default and the Contagion to Brazil', IMF Working Paper, no. 160, 2000, p. 11.

[13] Boletim do IPEA, no. 40, Enero 1998.

[14] Kenneth Maxwell, 'Brazil in Meltdown', World Policy Journal, Spring 1999, p. 26.

[15] Globalization and its Discontents, London 2002.

[16] IMF Survey, no. 10, 27 May 2002, p. 166.

[17] CEPAL, Preliminary Overview of the Economies of Latin America and the Caribbean 2001, December 2001, p. 34.

[18] 'The Devaluing of a Presidency', 27 March 1999, p. 9.

[19] John Williamson, 'In Search of a Manual for Technopols', John Williamson, ed., Political Economy of Policy Reform, Washington DC 1994, p. 26.

[20] Aloizio Mercadante, 'Impostos e eleições', Folha de São Paulo, 5 May 2002; Luís Carlos Garcia de Magalhães et al, Tributação, Distribuição de Renda e Pobreza, IPEA TD, no. 804, Brasília 2001.

[21] CEPAL, Preliminary Overview, 2001, p. 103.

[22] IMF News Brief no. 02/50, June 18, 2002.

[23] Sociedade Brasileira de Estudos das Empresas Trasnacionais e da Globalização Econômica: www.sobeet.com.br; Aloysio Biondi, O Brasil Privatizado, São Paulo 1999, p. 36; BNDES: www.bndes.gov.br

[24] Peter Evans, 'Reinventing the Bourgeoisie, American Journal of Sociology, 88, p. S232; 'Rescaldo da privatizção', Folha de São Paulo, 14 April 2000.

[25] 'Está quase tudo a juros no banco', Veja, 24 May 2000.

[26] Reinaldo Gonçalves, Globalização e Desnacionalização, São Paulo 1999 , p. 137. On 5 July 2000, the Financial Times informa que el Anglo-Holandés Corus iba a adquirir el control de CSN, la mayor siderúrgica brasileña integrada (privatizada en 1993) del grup Vicuña de la familia Steinbruch. Benjamin Steinbruch, que ganó el control de CSN después de abandonar su parte en Vale do Rio Doce en 2001, está negociado con Corus 'como una nueva forma de internacionalizar el negocio'.

[27] Luciano Coutinho, 'Complexo eletrônico: retrocesso e desafio', Folha de São Paulo, 12 Novembro 2000; Biondi, O Brasil Privatizado, pp. 16–7.

[28] 'Corporate Strategies for FDI in Latin America', World Development, no. 9, 2000, p. 1612; UNCTAD World Investment Report 2000, Cross-Border Mergers and Acquisitions, Geneva 2000, p. 16.

[29] 'Uma estratégia para o conhecimento', Folha de São Paulo, 6 February 2000; Mariano Laplane y Fernando Sarti, Investimento Direto Estrangeiro nos Anos 90, IPEA TD, no. 629, Rio 1999, p. 9.

[30] UNCTAD, Trade and Development Report, 2002, Geneva 2002, p. 81.

[31] CEPAL: Statistical Yearbook for Latin America and the Caribbean 2001, February 2002, p. 77; Globalization and Development, May 2002, p. 148.

[32] CEPAL, Preliminary Overview, 2001 , p. 82; J. P. Morgan, Emerging Markets: Economic Indicators, April 2002.

[33] Instituto Brasileiro de Geografia e Estatísticas (IBGE, the government's statistics institute), Pesquisa Mensal de Emprego, www.ibge.gov.br

[34] Departamento Intersindical de Estatísticas e Estudos Socio-Econômicos: www.dieese.org.br ; for Argentina, `CEPAL, Preliminary Overview, 2001, p. 30.

[35] Tasas de analfabetismo: CEPAL, Statistical Yearbook 2001, p. 41; years of schooling, CEPAL, Globalization and Development, May 2002, p. 303; IBGE, Censo Demografico 2000, publicado en Mayo 2002; salarios medio reales: IBGE datos reportados en IPEA, Boletim de Conjuntura, no. 57, April 2002, p. 13; pobreza: Ricardo Paes de Barros et al., A Estabilidade Inaceitável: Desigualdade e Pobreza no Brasil, p. 3; comparaciones regionales: CEPAL, Social Panorama of Latin America 2000-2001, September 2001, p. 57. Este artículo ha usado cifras oficiales de pobreza; La Fundação Getulio Vargas Centre for Social Policies reporta 50 millones de gente en condiciones de indigencia (29.3 por ciento de la población); el Partido de los Trabajadores—afiliado a Citizenship Institute estima esto en 44 millones de personas (26 por ciento): Folha de São Paulo, 31 Mayo 2002.

[36] CEPAL, Social Panorama, Table 11.2, pp. 70–1. El coeficiente Gini sube en Argentina de 0.501 (1990) a 0.542 (1999); Chile, de 0.554 (1990) a 0.559 (2000), y México, de 0.536 (1989) a 0.539 (1998). Para Brasil, CEPAL reporta coeficientes Gini más altos que los oficiales en Cuadro 5—incrementándose durante los años de Cardoso desde 0.627 (1990) a 0.638 (1996) y 0.640 (1999).

[37] Sobre el surplus primario, vea la carta de intenciones de Brasil al FMI del 14 June 2002, www.imf.org; sobre el anuncio de Lula de que él mantendría 'cualquier surplus que fuera necesario', vea 'Brazil's risk', Financial Times, 25 June 2002, y 'Attempt to calm fears over Brazil's crisis', Financial Times, 23 June 2002.

[38] Ricardo Paes de Barros estimata que R$32.7 mil millones anualmente serían necesarios para erradicar la pobreza absoluta en el país y sólo R$6.5 mil millones para erradicar la indigencia: A Estabilidade Inaceitável, p. 8.

[39] Luiz Carlos Bresser-Pereira y Yoshiaki Nakano, Uma Estratégia de Desenvolvimento com Estabilidade, January 2002, p. 32; FIESP: O Brasil de Todos Nós, especialmente p. 7: www.fiesp.org.br

[40] Dependency and Development, p. 199; traducción modificada.

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