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¿POR QUÉ FRACASA EL GOLPE DE DERECHA EN VENEZUELA?

Gustavo Fernández Colón

www.face.uc.edu.ve/~gfernandez

LA TRADICIÓN GOLPISTA EN AMÉRICA LATINA

El año de 1950 resultó electo presidente de Guatemala el militar -y también exgolpista- Jacobo Arbenz. Su gobierno intentó llevar adelante una política de reforma agraria que contemplaba, entre otras medidas más o menos radicales, la nacionalización de las tierras ociosas de la compañía bananera norteamericana United Fruit. Este cometido le granjeó de inmediato la hostilidad de los Estados Unidos, a tal punto que un golpe militar organizado por la CIA lo depuso en 1954 y colocó en la presidencia al dictador Carlos Castillo Armas, huésped por cierto, durante su exilio en Venezuela, del general Marcos Pérez Jiménez.

En 1963 el reconocido escritor Juan Bosch accedió, por vía electoral, al cargo de presidente constitucional de la República Dominicana. Sus políticas de orientación izquierdista en favor de los trabajadores precipitaron su derrocamiento, apenas ocho meses después, por una Junta Militar apoyada por los Estados Unidos. Dos años más tarde, el coronel Francisco Caamaño, al frente de una insurrección armada acompañada por las barriadas populares de Santo Domingo, derrocó a la dictadura imperante y exigió el retorno de Juan Bosch, exiliado en Puerto Rico. Acto seguido, sesenta mil marines norteamericanos desembarcaron en la nación caribeña e instalaron un "gobierno provisional" leal a Washington.

En 1964, una millonaria campaña propagandística financiada por la CIA en contra de João Goulart, presidente del Brasil, desembocó en su expulsión violenta del poder por medio de un golpe de Estado. Goulart, quien mantuvo una política exterior independiente de Washington, había iniciado una serie de reformas que limitaban las ganancias de las empresas transnacionales y se atrevió a nacionalizar una subsidiaria de la ITT.

En 1973 le tocó el turno a Salvador Allende, quien después de una campaña sistemática de descrédito, desabastecimiento y paralización económica orquestada por la derecha militar y respaldada por Kissinger, fue derrocado para dar paso a la dictadura sangrienta de Augusto Pinochet. Allende había sido electo presidente de Chile en septiembre de 1970 con el apoyo de la Unidad Popular, una coalición de partidos de izquierda, y llevó adelante un plan de nacionalización de la banca y otras empresas privadas, que desató la oposición encarnizada de la burguesía chilena y el gobierno de los Estados Unidos.

EL CHOQUE DE PODERES

Lo acontecido en Venezuela en los últimos días es una muestra más de la vulnerabilidad de los proyectos políticos enfrentados, simultáneamente, a los intereses de las clases dominantes criollas y a los planes económicos, políticos e ideológicos de los Estados Unidos. Desde el momento en que ganó por abrumadora mayoría las elecciones que lo llevaron a la presidencia de la República, Chávez emprendió un plan de fortalecimiento de la OPEP que chocó frontalmente contra la política norteamericana de "liberalización" del mercado petrolero mundial, que no es otra cosa que un eufemismo para encubrir el control planetario de la producción de energía por parte de las corporaciones transnacionales. Igualmente, chocó con los aliados nacionales de estas corporaciones al intentar remover a la casta tecnocrática que, desde el seno mismo de Pdvsa, ha venido promoviendo la privatización de la principal industria petrolera nacional. Por otra parte, con la reforma agraria que pretendió impulsar por medio de la nueva Ley de Tierras, embistió de frente contra la oligarquía terrateniente y la clase empresarial, que ha reaccionado intentando tomar por la fuerza el control del Estado. Y esta es la otra lección: a estos poderes económicos, que se complacen en autoproclamarse defensores de la democracia, jamás les ha temblado el pulso a la hora de derrocar violentamente a gobiernos promotores de reformas radicales -aunque hayan sido electos por el voto de las mayorías- e imponer regímenes de facto mejor dispuestos a complacer sus designios.

¿DEMOCRACIA O DICTADURA?

En efecto, a pesar de que la Junta Cívico-Militar encabezada por el empresario Pedro Carmona Estanga se autodefinió como un "gobierno de transición" destinado a restituir la democracia –supuestamente- conculcada por Chávez, no cabe otro rótulo que el de golpe de Estado para calificar la actuación de quienes intentaron disolver por la fuerza, sin mediación de ningún tipo de consulta popular, la Constitución redactada en 1999 por la Asamblea Nacional Constituyente, los poderes ejecutivo y legislativo electos por la ciudadanía, la Fiscalía, la Contraloría, la Defensoría del Pueblo y el Consejo Nacional Electoral. El presidente fue encarcelado e incomunicado y todos los altos funcionarios del Estado afectos a él, detenidos o perseguidos por los cuerpos policiales. Para justificar este atropello, se les acusó por los medios de comunicación locales de haber ordenado disparar contra una marcha pacífica de ciudadanos que exigía la renuncia del primer mandatario nacional. Pero se acalló que una multitud de personas inocentes fue azuzada irresponsablemente por el mismo Carmona y sus aliados, como un rebaño de reses llevado al matadero, para que se dirigiera al Palacio de Miraflores, a sabiendas de que a sus puertas se encontraban agolpados miles de partidarios de Chávez. El hecho de que las primeras víctimas caídas en el centro de Caracas hayan sido, según las primeras informaciones transmitidas por prensa y televisión, algunos funcionarios encargados de la custodia del Palacio de Miraflores y varios civiles seguidores de Chávez, revela que se trató de un ataque planificado por las fuerzas golpistas, con apoyo de francotiradores, en el que se utilizó inescrupulosamente como escudo a una manifestación de ciudadanos pacíficos.

Lo más deplorable es que precisamente aquellos que reiteradamente han calificado a Chávez de dictador despótico (cuando en su gobierno jamás se ha denunciado la existencia de ningún preso político), exhibieran por los canales privados de televisión, cómplices del golpe, humillantes escenas de cacería policial de las autoridades legítimamente electas, mientras se ocultaba la represión violenta de los miles de habitantes de los barrios populares de Caracas y otras ciudades del país, que se lanzaron a las calles para exigir la inmediata liberación del presidente.

LA PRESIÓN POPULAR

La presión del pueblo desbordado en las calles y el repudio de la mayor parte del estamento militar al carácter autocrático del gobierno provisional de Carmona, terminó por dar al traste, en pocas horas, con esta aventura golpista acaudillada por la derecha empresarial y militar, la alta jerarquía de la iglesia católica y algunos representantes de la democracia cristiana. En el plano internacional, es importante constatar la renuencia inicial del Departamento de Estado norteamericano a caracterizar como golpe esta evidente acción de fuerza, contradiciendo abiertamente los acuerdos recogidos en la Carta Democrática Interamericana; así como la ambigua posición asumida por la OEA, con excepción del rechazo a esta fugaz dictadura expresado por los gobiernos de Cuba, Argentina, México, Perú y Paraguay.

LA NUEVA DINÁMICA SOCIOPOLÍTICA DE VENEZUELA

El talante inédito de estos acontecimientos, que en apenas cuarenta y ocho horas marcaron la caída y el retorno con renovado empuje del gobierno de Chávez, indica la presencia de nuevos elementos en la realidad sociopolítica venezolana y continental, que es necesario tener en cuenta para entender a cabalidad la evolución contemporánea de nuestras sociedades. En primer lugar, resalta la importancia de la diversidad de alternativas en el acceso a los medios de comunicación social -a escala planetaria, nacional y local- para contrarrestar las tendencias a la manipulación totalitaria de la información, por parte de los grupos sociales hegemónicos. Efectivamente, fueron las emisoras de radio y televisión comunitarias, la telefonía celular y algunas cadenas internacionales de noticias, las que llevaron a la población a movilizarse de inmediato, al permitirles conocer con mayor exactitud la dimensión de una serie vertiginosa de acontecimientos, desvergonzadamente distorsionados por los canales privados de televisión. En segundo término, es necesario señalar la maduración progresiva en la conciencia moral de militares y civiles venezolanos, del carácter repudiable del uso de las armas para reprimir las manifestaciones pacíficas del pueblo. Y por último, no hay que perder de vista la creciente convicción de que sólo la construcción colectiva del consenso a través de la participación de todos los actores que conviven en el seno de nuestras sociedades, garantizará la sustentabilidad de cualquier proyecto político nacional o continental, que aspire trascender las limitaciones insalvables de los liderazgos fundados en el sectarismo, la censura informativa y la violencia.

Cabrá esperar ahora la próxima evolución del fenómeno sociopolítico representado por el chavismo, y sus repercusiones y afinidades con otros movimientos populares de izquierda que desde Brasil, Colombia, Ecuador y otros países, están intentando concretar alternativas viables para enfrentar la hegemonía del dogma neoliberal y el peso abrumador de los intereses norteamericanos en la determinación del rumbo político y económico de América Latina.

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