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ARGENTINA: DUHALDE, EL QUINTO JINETE DEL APOCALIPSIS

Federico García Morales

Porque los equilibrios son debiles: como reequilibrar el crecimiento del gasto (como por ejemplo, la instalacion de seguro de desempleo) con ingresos inexistentes. Como mantener la confianza internacional con renegociación de una deuda imposible. Como devaluar sin reforzar las tendencias inflacionarias instaladas. Cómo refinanciar las deudas en dólares con un estado y un universo de particulares que sólo tienen deudas. Como renegociar plazos de pago más largos y de interés más bajo con un riesgo-pais que bordea ya los 6000 puntos? ¿Y cómo armar un escenario de optimismo y buena crianza, y una administración nada de legítima para tres larguísimos años, con un entorno financiero y de comercio totalmente desfavorable? "Estamos quebrados", dice el quinto presidente, que mas parece un Quinto Jinete del Apocalipsis. Por eso es mejor hablar de aporías, de problemas insolubles, si se continúa manejando como premisa básica el inocultable deseo de reflotar el sistema a su plena efectividad. Por eso el Quinto Jinete dice:
"se acabó el modelo". ¿El modelo solamente? Porque en Argentina se reventó el sistema financiero, se acabó con la economía más rudimentaria, hay un fracaso gubernamental y una grave crisis del estado. Y las reglas que definían tantos procedimientos que permitían vivir de alguna manera a ese país, difícilmente pueden reemplazarse por planes que además deben pasar por el escrutinio y la aprobación de una clase política profundamente corrupta y de intereses bastante extraños—como que gran parte de la riqueza del país se reparte entre corporaciones norteamericanas, europeas, canadienses, chilenas,etc. Duhalde forma parte de ese paquete, como acólito que ha sido de grandes empresarios y bancos, y de todo lo corrupto que ha habido en Argentina en los últimos años. Siempre con las orejas abiertas hacia "el Norte".

¿O es que acaso el propio Bush no es el que pone las condiciones a todos estos últimos efímeros gobiernos "argentinos"? "Queremos déficit cero, queremos endurecer las restricciones al poder de compra de las masas"—ha dicho. Y ahí aparece Duhalde para obedecerlo, aplicando su "Ley de Emergencia", esto es la dictadura del mundo corporativo en su última versión "justicialista".

El proyecto de Duhalde, que parece ceder a exigencias de exportadores, y canibalizadores de la fuerza de trabajo, pone como punto de partida a "la recuperación" de Argentina (bien curiosa mientras el resto del entorno entra en recesión) , el establecimiento de un momento de "sinceridad" a través de una drástica devaluación. (Se habla de un módico 40%, pero se piensa en un 100%, mientras no se deja de temer –o desear, según los casos—un 200% o más). Una devaluación que, tranquilícense, no derivará en una explosión inflacionaria "porque para eso estarán actuando los fuertes controles provistos por la propia recesión". Estamos ante uno de los más audaces momentos de la teoría económica. Porque aquí no cuenta para nada –claro, en una Argentina en donde ya domina el desempleo—la capacidad adquisitiva del asalariado o las reservas de quien ahorró. Quedan todos en la condición del cesante sin ingresos. Una buena base para comenzar a "reconstruir". Con lo que venimos a descubrir que Duhalde, la postrer impostura de la clase politica y sindicalera argentina, viene a aplicar a su país fórmulas de países devastados por la guerra. Con el agravante de que aquí al pueblo se les pedirá muchos sacrificios para que al final de los tiempos no tome nada. Hasta aquí, lo que Duhalde propone es una nueva abusiva operación para el servicio del gran capital, que el pueblo no va a aceptar. Es un disparate imaginar que sobre la magia de estas decisiones pueda surgir el presupuesto equilibrado y el superávit fiscal. Esto se parece demasiado, como dos gotas de agua a las políticas que llevaron al desastre al binomio De la Rúa-Cavallo. Sólo que es mucho más grave. Es gigantesca la diferencia entre expropiarle los fondos a los jubilados y aplanar todo el sistema de ahorros y de salarios.

Claro, está todavía la responsabilidad del Estado, del Central y de toda la mafia nacional e internacional con un aparato bancario al que se le está extendiendo penosamente el tiempo de su quiebra.

En Argentina, el sector más estrechamente vinculado a los poderes económicos ya demostró su incapacidad para gerenciar su propio negocio. Los militares ya son sólo una alternativa asesina que no se puede desplegar en las condiciones de tan amplio descontento de masas que tiende naturalmente a constituirse en un descontento y en una fuerza crítica organizada desde sus sectores más radicales que van ganando capacidades y experiencia. Ahora, los de siempre buscan rescatar para las tareas represivas en lo económico y lo social a lo más podrido del justicialismo, sus cúpulas. Que con ligeros matices acarrean la misma aceptación al modelo y la misma orientación represiva de Cavallo y compañía. "Si no aceptan mi plan, correrá sangre", dice Duhalde.

Al corralito de Cavallo, que confiscaba los 66 mil millones de los ahorristas, viene ahora la máquina expropiadora de Duhalde que por la vía de la devaluación les confisca un poquito menos. Si es que acaso. Si traducimos la economía a política, lo que viene es una política de calles, de manifestaciones y cacerolazos. Y de amplios frentes de fuerzas pauperizadas que comienzan a avanzar sus propios proyectos. Esta Argentina pobre, que se desliga de las mafias y de los enriquecidos en el turbio manejo del poder por tantos años, empieza a separarse de la confusión en que operan los programas apocalípticos del capital. Ven las cosas más claramente, descubren sus enemigos. Y están surgiendo nuevos lemas: "Si eres pueblo, con el pueblo te coordinas" Se ve la importancia de hacer surgir los núcleos de un poder popular. Esta masa inteligente se ha hecho sentir, ha remecido a América y ha quebrado cuatro presidentes en una semana. El quinto, vuelve sin embargo a la carga, sosteniendo las banderas del capitalismo salvaje, y las del pacto de "unidad nacional" entre todos los explotadores. Sólo la robusta emergencia del poder popular puede encaminar hacia las soluciones que el pueblo reclama.

Esas soluciones dan al traste con las políticas neoliberales declaradas o soterradas. Esas soluciones se distancian de los motivos de la clase política corrupta . Esas soluciones ya no caminan por las vías de las privatizaciones, sino al contrario, descubren la importancia de desprivatizar, de nacionalizar los recursos básicos de la nación. Obligan a los grandes monopolios a devolver lo que le han robado al pueblo argentino. Las soluciones del pueblo argentino rechazan seguir pagando la deuda externa. Los temas de la socialización y de la administración autogestionaria de economías solidarias, y de las coordinadoras regionales del emergente poder popular ya están en la calle. Y el pueblo, en este tránsito va descubriendo algo fundamental: que es mayoría, y que si, sólo él puede abrir paso a una nueva Argentina, pero esta vez enterrando a la "ultima solución" de Duhalde y sus compadritos, que sólo buscan reflotar las condiciones para la repetición del mismo desastre.

La fuerza revelada por la indignación masiva del pueblo argentino ha puesto frente a todo el mundo la fragilidad de las formas de economía y poder impuestas a la sombra de la globalización capitalista. Se puede reconocer la inviabilidad de las propuestas neoliberales, y nos pone ante el derrumbe de la capacidad de recuperación de un país bajo la égida capitalista. Y prácticamente, en automático podría decirse. crea la necesidad de soluciones alternativas. ¿Qué hacer? Es la pregunta de estos días. El pueblo hasta ahora ha manifestado su fuerza y su audacia, y quizás todavía mucho de eso tenga que usar en los nuevos reparos, pero ahora tendrá que mostrar su capacidad propositiva y organizadora. En el camino es obvio el fracaso que espera a Duhalde. Y Duhalde debe caer. Pero, ¿después, qué? Pues NOSOTROS, el pueblo. Y eso implica acceder a un régimen económico y social distinto.

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