Federico García Morales
En estos días, desde todos los rincones de América Latina se escuchan angustiados susurros en las páginas económicas y financieras, en las cámaras patronales, en las bolsas, en los bancos, y también en las calles, que dicen de bajas en las exportaciones, de estimaciones de crecimiento (de las empresas, por supuesto) que se congelan, de la necesidad urgente de encontrar quien se haga cargo del desastre que viene, de reformar las leyes laborales para ajustar las tasas de ganancia, de establecer pactos de unidad nacional para el pago de la deuda externa, de reformas fiscales urgentes, de ver todavía alguna manera de atraer algún capital volante, aunque sea ladrón y especulativo, de encontrar alguien que explique para qué todavía algún distraído Tratado de Libre Comercio, de blindar la economía ofreciendo cualquier interés que pagará el futuro nebuloso con tal de afrontar la ola. La palabra recesión se ve aparecer y es censurada por alguna promesa boba. El hecho es que todos estos murmullos no pueden menos que atraer la atención. Y no es sólo un ruido.
Estos son decires que no deberían tener salida. Los académicos venían diciendo que el neoliberalismo había venido para quedarse. Todavía algunos retrasados pontifican " el crecimiento se da con la empresa y con los empresarios—hagamos de las Universidades semilleros de empresarios orientados hacia la globalización"... Por su parte, todos los proyectos económicos instalados en el continente se han realizado hasta hoy en el santo nombre de la economía dura neoliberal, con creciente y dogmática afiliación al comando hegemónico y al pensamiento único. El error de todos es ignorar que esa economía dura que parecía funcionar bien en momentos de expansión, se conduce con una increíble violencia suicida en momentos de depresión. Y ese momento hace rato que está aquí. Y eso es algo que ya tiempo atrás habían diagnosticado destacados economistas del sistema, como Paul Krugmann ( The Return of Depression Economics) o avezados especuladores como George Soros (The Crisis of Global Capitalism).
En un artículo anterior ya precisamos algo sobre los límites de la globalización.
Unos límites que van saliendo de la neblina práctica y teórica, y que ya toman formas más distintas. Ahora en América Latina se empieza a distinguir con toda claridad –y ya los divisan con nitidez los desempleados, los quebrados, los trabajadores de sueldos recortados y jornadas infinitas, las dueñas de casa—se distingue, repetimos, el fracaso del modelo neoliberal y globalizante. Ese modelo que tantos gobiernos dictatoriales, supuestamente reformistas y democráticos, conservadores y lustrabotas hicieron suyo.
Para estos días resulta interesante reproducir una reflexión de Rudi Dornbusch, del MIT , consejero de tantas aventuras neoliberales en América Latina, publicado en el Clarín de Buenos Aires el 19 de julio:
"Lo primero y más importante es que desapareció la noción de que los mercados emergentes representan una clase de activo que, por sí, merecen un lugar propio. Los mercados emergentes son, en el mejor de los casos, un gusto adquirido, pero demasiadas malas experiencias que quitan el apetito.
En segundo lugar, la superabundancia monetaria a nivel mundial, en la que prácticamente cualquiera tiene acceso a fondos, ya no existe. Sí, las tasas de interés pueden bajar aún más porque la economía internacional es débil, pero ésa no es una señal para volcarse masivamente a América latina. Las carteras de inversiones ya están totalmente expuestas a riesgos debido a la inestabilidad cíclica. Lo que menos necesitan es la clase de riesgo mucho menos controlable que acompaña a los colapsos en los mercados emergentes. Por último, un centro debilitado –desde Estados Unidos hasta Europa y Japón—limita las chances de exportación latinoamericanas , por ende, sus escenarios de crecimiento fácil. Tampoco esto cambiará mucho en el corto plazo."
Son sorprendentemente visibles los problemas del modelo en todo el continente, si bien se adjudicó "triunfos" durante los últimos años como el abollamiento de todas las conquistas sociales, un crecimiento inusitado de la pobreza, junto con el aparecimiento de un block de magnates y de un extenso movimiento de valores "hacia fuera". En este plan, ninguna zona es excepción, y este cuadro podría merecer el aplauso de los neoliberales del mundo. Quizás todavía por eso, los funcionarios del FMI se esfuerzan tanto en remendar cualquier agujero que se produce en la delicada tela. Pero el sistema se ha encontrado con una crisis mayor y el modelo percibe su fracaso. Ese fracaso puede explorarse de un modo más desbordante entrando en la situación de algunos países que hace poco tiempo aspiraban a ser joyas en el espectáculo de las economías "en crecimiento": Argentina, Brasil, Chile y México. En esos días querían parecerse a Corea o a Singapur, sólo que ahora son Singapur o Corea los que empiezan a parecerse a ellos, igualados en el derrumbe. Y en esas situaciones es imposible "crear condiciones más atractivas para la llegada de capitales"—como lo desearía el profesor del MIT.
México ya ha tenido sus estremecimientos, y actualmente retiene la respiración entre la depresión innegable, una moneda sobrevaluada y la esperanza extinguida en la pronta recuperación norteamericana. Chile todavía puede exhibir al mundo algunos éxitos de la política neoliberal de la Concertación: por ejemplo, la agudización en la polarizada distribución del ingreso, el predominio alcanzado por los consorcios, el aumento del desempleo y de la deuda, lo que favorece la expansión de otros escándalos entre los que el sobreseimiento de Pinochet no es el menor. Brasil se sostiene, entretanto, lastimeramente colgándole a los préstamos del FMI. Todas estas economías en estos días miran hacia Argentina.
Argentina. "Veinte años no es nada"—dice el tango. Pero es que en estos veinte años la República Argentina experimentó todas las sacudidas de la instalación económica neoliberal, y todo lo largo y extenso de la aventura globalizante. Aquí ha habido de todo, desde los temores a entrar en este rumbo, hasta la decidida marcha hacia las privatizaciones y todos sus enredos de corrupción. ( No es raro que los que vanguardizaran este movimiento, desde los generales a Menem estén hoy en la cárcel). Los gobiernos de Argentina no han hecho solos este camino: han ido de la mano con el FMI y el Banco Mundial. El circo político ha seguido en general esas aguas. Han firmado innumerables cartas de intención, han devaluado, han reprimido salarios, han flotado, se han enamorado de una moneda insostenible y se han creado una deuda que no podrán pagar. Y no es entonces extraño que ahora se vayan hundiendo. En Argentina nos hemos encontrado este año con dos momentos en que penosamente el sector financiero viene a dudar de la solvencia del sistema. Y la solución, los genios económicos como Cavallo la ven venir sólo desde afuera (en la forma de nuevos préstamos) y desde adentro (en la forma de la represión salarial). Es decir, hoy el Gobierno de De la Rúa es insolvente económicamente, socialmente y políticamente. Y con él, los gobernadores "peronistas" que le ofrecen apoyo.
El caso es que con una deuda externa TRES VECES la de México (si se considera el per cápita), con el nuevo blindaje podrá llegar a cuadriplicar fácilmente la proporción (y vaya que es grande la deuda de México!!) . Sólo que Argentina no podrá "en el futuro nebuloso" con los intereses de esa deuda.
Es interesante ver por otra parte cómo el modelo incumple en su oferta de desbordes a favor de la equidad y el desarrollo social, ya que la nueva fórmula genial viene nuevamente a canibalizar el salario del trabajador y su existencia misma, ya que lo rodea de amenazas de despido- y de despidos efectivos. En esta semana puede decirse que más de dos millones y medio de trabajadores no pudieron plegarse a la huelga general ...porque estaban cesantes.
¿La causa de tantos males? ¿La razón de tanta incapacidad? Pues al parecer nuevamente "la dependencia". Pero en un doble sentido: por un lado el rebrote del capitalismo concentrador y centrado fuera de la Argentina, y por otro esa dependencia de mercado, o como se llama hoy en día, "dependencia de la globalización" que hace que la economía argentina sea remecida por vientos gélidos que vienen del Norte. De un Norte que se está contrayendo.
Lo que pasa en Argentina pareciera indicar que el modelo tampoco funciona en un nivel macro, en el nivel de la globalización. El movimiento de valores ha quedado demasiado condicionado por la acumulación central (y sus crisis de reproducción) y por las condiciones que pone a las zonas periféricas. Aquí, quienes auguraban una pronta renovación del ciclo, a remolque de la economía americana, comen ostias de cuaresma, después del nuevo aviso de Greenspan de que la economía norteamericana tiene demasiados problemas de inventarios y de capital para esperar salir de la recesión en mucho tiempo (vea: Greenspan Testimony) Es interesante ese discurso que puso algo de razón en la cabeza de los especuladores de bolsa latinoamericanos – traducida, claro está, como es propio de ese dominio, en espanto y fuertes bajas. Cuando Greenspan alude a los inventarios no realizados y preocupantes, venimos a dar con una de las consecuencias más interesantes de la etapa de capitalismo salvaje que veníamos viviendo: el capitalista puede acumular excedentes pero no los puede consumir. Los latinoamericanos a la Cavallo o Eyzaguirre podrán sentarse a esperar la renovación del ciclo más o menos como los Padres de la Iglesia esperaron el regreso del Salvador. La lástima que entretanto buscarán salvarse ellos mediante el martirio de otros. El problema de este ciclo es que es más extenso y profundo que otros, como lo señala el presidente de la Reserva Federal.. Pero quizás, quizás observando al propio Greenspan y sus manejos de las tasas de interés , vengan a comprender que es necesario intervenir para financiar déficits y estimular demandas—claro que en el más puro estilo de servicio empresarial. Una muestra de su indudable reaccionarismo. Y entonces, cobra cierta importancia otra reflexión de Dornbusch:
"¿Entonces, qué sigue? Las perspectivas varían según el país. La Argentina tiene la economía más deteriorada de América latina. Domingo Cavallo, el ministro de Economía, quizá sea una suerte de mago pero se está quedando sin trucos." Lo que pasa en Argentina no es un puro problema financiero: es un vasto problema estructural, acentuado por la política anti- social de diferentes gobiernos embriagados en la perfumería neoliberal, y que han quedado embarrancados en el sostenimiento a toda costa de la hegemonía de la economía global, que viene desplazando su crisis hacia las periferias. Periferias dislocadas precisamente por sus capas dirigentes embutidas en el pensamiento único y en el salvataje de los intereses empresariales.
Es interesante notar que mientras la economía pública argentina experimenta con la recesión, los negocios de las corporaciones transnacionales, siguen obteniendo grandes ganancias en el país del sur, que se constituyen en otro factor de descapitalización p’ara el país del sur. Y la meta explícita del Gobierno de los argentinos es seguir estimulando la llegada de estos negocios. Es que así "funciona" el modelo, generando toda suerte de círculos viciosos.
Ahora el problema se pone de la siguiente manera:
"ajustar el sector público a la declinación económica y al desastre fiscal que no logra cuadrar el déficit." Para lo primero, suposiciones de resignación social, para lo segundo el cuentito del déficit cero (tanto recaudo, tanto gasto). Idea "brillante" que entiende claramente que la economía funciona a medida que la gente deja de comer. Esta es visión neoliberal, en la idea de la plena etapa triunfante del modelo. En esta concepción nada está en crisis. Los sacrificios (del pueblo argentino, por supuesto) serán de corto plazo... seguiremos pagando las deudas, y después ya cogeremos la onda de la recuperación norteamericana. Pero como no podemos, mientras tanto, dadas las urgencias, ser muy consistentes, aumentemos el recaudo contrayendo más deudas. Entendemos que como crece también el riesgo-país, deberemos pagar por ese servicio intereses más altos ....
Argentina cae así en otros círculos viciosos en donde no está ausente el encarecimiento del crédito y, con ello, una cierta parálisis en el movimiento industrial y mercantil. Hay augures que mirando más de cerca las entrañas de la víctima, hacen pronósticos catastróficos. Basta echar una mirada en estos días a la prensa argentina y a la prensa de los vecinos inmediatos.
En Página 12 se lee en un artículo titulado "Argentina no es Nigeria":
"la Argentina no tiene en el déficit fiscal su único gran problema, y que en buena medida su sector público se le volvió grande y caro porque la economía se hundió en una interminable recesión con deflación. Como quiera que sea, déficit cero implica menor demanda de crédito y, por ende, un precio (tasa de interés) menos elevado. ¿Pero qué consecuencias traerá no demandar crédito?
Las preguntas que quedan colgando sobre la escena son muchas. ¿En base a qué impulso podría relanzarse la economía? Si el superávit primario es incrementado hasta igualarlo con los intereses a remesarles a los acreedores (tal el significado del déficit cero), ¿qué le compensará a la economía ese drenaje de recursos? ¿Ingresarán capitales para inversión directa? ¿Se abren oportunidades de negocio en un mercado encogido e imprevisible, con vecinos que devaluaron significativamente y un contexto mundial desfavorable, que incluye la aversión al riesgo? ¿La tasa de desempleo frenará su aumento? Si la recaudación sigue cayendo, ¿habrá más recortes de sueldos o empezarán a despedir gente (como ya pasa con los contratados)? ¿La reacción social no enviará una señal opuesta a la del forzado acuerdo político?
A este tormentoso veranillo invernal lo perturban demasiadas preguntas, que se multiplican sin respuesta precisa. Nadie tiene credibilidad para darla porque la crisis se agita a su antojo, como un tifón."
En las perspectivas más ciertas, como vendrán a ser impulsadas también por los organismos supranacionales, estará el fin de la afamada convertibilidad, una brutal devaluación que afectará a muchas empresas pequeñas y medianas, acentuará el desempleo, que ya es grave (un 30% de la población activa sin trabajo), se recortarán salarios y jubilaciones (trámite ya aprobado en la Cámara de Diputados) y eventualmente ordenará condiciones para una moratoria. Todo esto generará problemas en cadena sobre los países vecinos. La idea de dueto Cavallo-De la Rúa, de "ganar tiempo" se estrella contra una ola crítica mayor que es puesta por la profundización de la recesión norteamericana. El futuro ya no les pertenece.
Entre los sindicalistas ya el tema es la lucha , y en eso hay unanimidad en todas las grandes centrales sindicales. El porte de la economía argentina y sus quebrantos en el Cono Sur no son para estremecer al mundo, pero si ese "efecto tango" que entona la triste melodía de la desconfianza.
De cierta manera, Argentina se describe bien en términos de cierta "economía pura". En los otros países hay otros matices.
En Brasil se baila de otra manera. Pero es la misma fiesta. Y mientras se percibe la reacción ante la crisis argentina en todos los lugares, en la forma de una inquietud generalizada –al fin y al cabo hace tan poco tiempo que los cariocas fueron "salvados" con un generoso préstamo que vencerá muy pronto. Y el espíritu carnavalesco se despierta: un día Cardoso dice que de ninguna manera solicitará más ayuda, mientras al otro el propio FMI lo desmiente anunciando su "disposición" a llegar a tanto. De todos modos, el real va deevaluándose. Pero de hecho las exportaciones siguen cayendo. El déficit comercial es de 18 mil millones de dólares. El problema: ¿Tiene el gobierno brasileño capacidad para frenar el efecto deteriorante de la crisis de Argentina? ¿Cómo podría hacerlo? ¿Tomando la rienda de las tasas? ¿devaluando todavía más? ¿ o esperando un nuevo préstamo del FMI? ¿O todo junto? ¿Hay todavía abundancia de recursos internacionales para impedir que Brasil complique aún más los problemas económicos del hemisferio? Claro que planteadas las preguntas de esta manera todos los males parecieran provenir desde Argentina. Quizás lo correcto sea ver en el "efecto tango" un detonante, porque hay bastante carga explosiva acumulada en el propio Brasil y su economía "cansada", carente de dinamismo.
Para Chile y Brasil, Cavallo probablemente tiene otros regalos, en la devaluación y en la posible moratoria, que impactaría en el comercio transandino y en el equilibrio del MERCOSUR. Una corrida monetaria estremecería de alguna manera al continente latino y las ondas llegarían hasta el Rio Bravo y México difícilmente podría seguir sosteniendo, salvo a un precio increíble para las reservas de su "blindaje" la actual paridad. Pero para México en el año que viene hay otro problema: su comercio tremendamente distorsionado hacia el mercado norteamericano, no tiene modo de levantarse mientras persista, como decíamos más arriba, la actual fase depresiva.
En suma: la estructura que se ha estado construyendo en los últimos años está haciendo agua y por el momento el sistema no dispone de la ingeniería que permita repararla.