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Globalización y privatización: Dos procesos de desnacionalización (Primera Parte).

 

 

Isaac Enríquez Pérez

 

 

No se engañen cuando US$1.5 Trillones de dólares se mueven cada día alrededor

del mundo, la posibilidad para la inestabilidad es grande. No se culpen a ustedes

mismos. La situación es peor de lo que pudo haber sido, debido a la volatilidad y

al tamaño de la crisis financiera.

(William Jefferson Clinton, en The Financial Times, 24 de noviembre de 1998).

 

Uno debe tener la valentía de mantener un ojo abierto a los horrores de los crímenes

humanos y los desastres naturales. Pero uno debe ser honesto y mantener

el segundo ojo abierto a las maravillas del mundo: la sonrisa de un bebé, la alegría

de una joven pareja, las estrellas, los glaciares y los bosques.

(El Abate Pierre).

 

 

Introducción.

 

El presente trabajo tiene como objetivos el correlacionar los fenómenos de la globalización y la privatización a la luz de algunos conceptos de la economía política y del enfoque estructuralista o convencional de la economía para poder comprender procesos como las nuevas relaciones sociales y de poder, las falacias ideológicas en las que caen los promotores de ambos fenómenos ante su inconsistencia teórica, los antecedentes y condiciones sobre los cuales han sido instrumentados en México, así como las depauperaciones sociales derivadas. De igual manera, retomaremos algunos postulados de Carlos Marx y de Vladimir I. Lenin para analizar la fase actual del capitalismo global (aunque tomaremos en cuenta las limitaciones de estas teorías al aplicarse en la explicación de fenómenos presentes). Analizaremos el fenómeno de la globalización a partir del tratamiento paradigmático y la desmitificación de sus falacias; para el caso del fenómeno de la privatización retomaremos el análisis del modelo político-económico neoliberal o neoclásico.

El ensayo sobre la globalización, la privatización y sus correlaciones lo haremos fundamentalmente desde la ciencia económica, aunque no dejaremos de lado los planteamientos de la historia, de la sociología, de la ciencia política y de las relaciones internacionales.

 

Ya entrando en materia.

 

El mundo de los últimos años se ha debatido constantemente en la incertidumbre de un discurso ideológico que hoy en día predomina con el nombre de globalización. Este término ha sido proclamado con excesiva euforia, aplicado como una nueva forma de enajenación y dominación ideológica al caer en falacias que carecen de sustento histórico-empírico-teórico-conceptual, y al asumirse con banalidad y superficialidad.

            A decir de sus promotores, la globalización suele presentarse como un proceso “novedoso, prometedor y salvador de los maleficios de la humanidad”; desde la perspectiva de la sociología del conocimiento, “...el estudio de la globalización como ideología permite encarar el extremismo del discurso globalista sintetizado en una ‘sabiduría convencional’ cimentada y fomentada por poderosas fuerzas e intereses, habiéndosele instalado entonces como un paradigma montado sobre varias falacias, mitos o slogans, como que es un fenómeno nuevo, homogéneo y homogeneizante que conduce a la democracia, el progreso y el bienestar universal; que acarrea la desaparición progresiva del Estado y que los actuales procesos de regionalización, tipo Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), o son consecuencia de la globalización o inevitablemente conducen a ella. En México el globalismo pop[1] fue usado en la campaña oficial de promoción populista del TLCAN, vendido a la población como el instrumento para ingresar, por la puerta grande de Estados Unidos, al primer mundo. También se difunde y se promueve la idea de que la soberanía y el ámbito económico de lo nacional es un anacronismo en un mundo interdependiente; que el TLCAN, junto con el programa de privatizaciones y de creciente desregulación financiera, son producto de fuerzas estructurales externas, de necesidades económicas y no de opciones políticas. Un ingrediente importante de este ‘paradigma’, en el que tanto los críticos como los defensores de la inversión extranjera directa a menudo coinciden, ha sido la creencia de que se ha gestado un poderoso mercado global que rápidamente está haciendo obsoletas las fronteras nacionales y, además, que las corporaciones multinacionales se han erigido en un actor autónomo en las relaciones económicas internacionales. Este discurso ofrece una interpretación errónea a partir de hechos comprobables, como el aumento de los intercambios mundiales, el arribo de nuevas tecnologías y la continua ampliación geográfica e integración vertical de las operaciones internacionales de las corporaciones multinacionales”[2].

            El Doctor Pablo González Casanova aborda el fenómeno de la siguiente manera: “Tenemos que pensar que la globalización es un proceso de dominación y apropiación del mundo. La dominación de Estados y mercados, de sociedades y pueblos, se ejerce en términos político-militares, financiero-tecnológicos y socio-culturales. La apropiación de los recursos naturales, la apropiación de las riquezas y la apropiación del excedente producido se realizan --desde la segunda mitad del siglo XX-- de una manera especial, en que el desarrollo tecnológico y científico más avanzado se combina con formas muy antiguas, incluso de origen animal, de depredación, reparto y parasitismo, que hoy aparecen como fenómenos de privatización, desnacionalización, desregulación, con transferencias, subsidios, exenciones, concesiones, y su revés, hecho de privaciones, marginaciones, exclusiones, depauperaciones que facilitan procesos macrosociales de explotación de trabajadores y artesanos, hombres y mujeres, niños y niñas. La globalización se entiende de una manera superficial, es decir, engañosa, si no se le vincula a los procesos de dominación y de apropiación”[3].

Enrique Dussel lo explica de la siguiente forma: Para entender la lógica de la globalización en su fase actual se parte de la concepción del sistema-mundo, es decir, del sistema interregional (si por región se entiende una alta cultura o sistema civilizatorio, por ejemplo: China, India, Mesopotamia, etc.) en su fase actual, mundial, global o planetaria, resultado de un proceso de cuatro estadios: a) en el primer estadio, el sistema interregional estaba conformado por la estructura de las relaciones de la región egipcio-mesopotámica, mientras la India, China y América aún no estaban directamente conectados; b) en el segundo estadio, el sistema interregional creció comprendiendo desde el mar Mediterráneo y el norte del África hasta el Medio Oriente, la India y la China a través de las estepas euroasiáticas, hegemonizando o teniendo por centro-conector el mundo persa o el helenístico; c) en el tercer estadio, el mundo cristiano, el bizantino primero y el musulmán después reemplazan al helenístico y juegan el papel de enganche en todo el sistema (desde la China y la India hasta el mar Mediterráneo); d) en el cuarto estadio, la Europa periférica reemplaza al mundo musulmán-turco y conforma el primer sistema-mundo, colocando a América como su primera periferia al colonizarla. Por centro entendemos a los países o regiones con horizontes culturales determinados por su posición hegemónica dentro del sistema-mundo, mientras el resto de los países y regiones son marginados y explotados, por lo tanto, son periféricos. Hoy en día el centro del sistema-mundo o fase actual de la globalización, lo constituyen la Europa Occidental, Estados Unidos y Japón, mientras que continentes como África, regiones como América Latina y países como México son periferia[4].   

            A decir de Juan María Alponte, la globalización tal como se presenta hoy en día, es resultado de los procesos de privatización de los imperios tras la presión ejercida por las guerras de liberación desarrolladas a partir de 1945 (ejemplo de estas es la India y el movimiento pacifista y sus métodos pasivos de resistencia encabezados por Mahatma Gandhi, además de algunos países asiáticos y africanos), con lo cual se dio una aparente descolonización que trajo la finalización del imperialismo clásico (dominación directa mediante la invasión militar y la ocupación de territorios para explotar las materias primas) y el tránsito a una dominación indirecta a través del monopolio mundial del poder económico. La privatización de los imperios es un proceso de redefinición de la dominación de los países industrializados sobre las excolonias caracterizado por la transferencia de los costos (tanto políticos como económicos) a las naciones “independientes” y su dependencia posterior a los centros hegemónicos reales. Estos países lograron su “independencia política”, pero los problemas económicos no se hicieron esperar, las estructuras sociales de tipo feudal aun predominaban, no se contaba con un desarrollo de la infraestructura industrial pues sólo fueron útiles a los colonizadores para la extracción de materias primas, por lo que nunca estuvieron a la altura de las condiciones de los países industrializados[5].

En términos históricos y económicos, al verse saturados los mercados por bienes homogéneos derivados de la producción a escala surgió la necesidad de buscar nuevos mercados tanto en los países subdesarrollados como en los que se aprestaban a abandonar el supuesto socialismo, y profundizar en los ya existentes mediante la homogeneización de los mercados, impulsándose de esta forma la globalización comercial y las estrategias empresariales que se encaminarían a la producción y comercialización de bienes diversificados en ciclos cortos y fraccionados. A finales del siglo XIX y principios del siglo XX al estar en crecimiento el capitalismo global, crece también la competencia, pero ante la Gran Crisis de 1929 se pierden estas condiciones pues cae la producción y el empleo, por lo que las tesis keynesianas son aplicadas para que el gobierno intervenga y active la economía, pero es a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial en que esta crece tras el impulso que imprimen los países vencidos en la guerra (Alemania y Japón) al no fabricar armamento y sí dedicarse a la producción manufacturera y al desarrollo de tecnología. Es en los 70’s cuando surgen las crisis energética (incremento en los precios del petróleo), política, social, estudiantil y sobretodo económica (ante la recesión económica los países tanto desarrollados como subdesarrollados adquieren y multiplican la deuda externa), ante ello se producen discursos ideológicos que lanzan la consigna de que el gobierno empresario no impulsaba el crecimiento de la economía, por lo que era necesario liberarla, desregularla y dejarla en “manos del mercado”. El mundo ya no resistía una guerra más por la situación de tensión derivada de la guerra fría y la movilización de armamento atómico y nuclear por lo que se tiende a protagonizar una guerra de carácter económico en la cual la privatización de los bienes y servicios públicos jugará un papel importante con la intención de que el gobierno no fuese productor y subsidiador, dejándolo todo en manos del mercado, es decir, de la confluencia de la oferta (flujo real) y la demanda (flujo nominal). De esta forma, la globalización como nueva etapa mundial del capitalismo tiene como objetivos la maximización de las ganancias en el menor tiempo y con los menores costos en la inversión, de tal modo que como lógica actual del capital tiene como primacía los valores puramente individuales y del mercado por encima de la solidaridad y la vida comunitaria.

Las condiciones en que se presenta la globalización hoy en día fueron estudiadas y diseñadas desde los centros de poder político y económico hegemónicos ante la crisis profunda que ha vivido el modo de producción capitalista y de la cual no ha podido salir desde la década de los 70’s. Si bien, la globalización se presenta como un fenómeno irreversible en tanto significa la mundialización de las relaciones humanas, como economía en expansión por el mundo no se propone vencer las adversidades de la sociedad humana, pues el principal interés se centra en el desarrollo de los procedimientos tecnológicos para apuntalar los avances en la informática y las comunicaciones para extender por todos los rincones del mundo como tentáculo invasor los mecanismos de explotación y despojo que contribuyan a la acumulación del capital (sobretodo de carácter financiero) tras la transferencia de la riqueza de los países empobrecidos a los países desarrollados, lo cual ha destilado su líquido corrosivo por las distintas sociedades del mundo no sólo pobres sino hasta en las avanzadas, a través de consecuencias sociales tales como la concentración extrema de la riqueza en pocas manos a costa de la marginación y depauperación de los más, además del rompimiento del equilibrio ecológico, del hábitat humano y del agotamiento de los recursos naturales tanto renovables como no renovables tras el consumismo exacerbado y sin fronteras. Las contradicciones internas del sistema capitalista globalizado no sólo se han limitado a estos ámbitos sino que también ha llegado ya a lo político y a lo cultural. Todo esto disfrazado ideológicamente con la expansión mundial de la industria del entretenimiento que busca cierta estandarización en la cultura de masas[6]. Sin duda, esta es la lógica impuesta por la globalización en nombre de la “Razón y la libertad”, que como principios filosófico-éticos, la Razón ha sido degradada a su carácter dominador, instrumental, calculador y adorador de la cantidad; en tanto que el discurso de la libertad se ha convertido en las cadenas de opresión del mismo ser humano ante las exigencias de un consumo estandarizado cuyo poder totalitario es disfrazado por la publicidad cuya custodia, control, persuasión y dominación resultan intangibles ante sus objetivos o fines ocultos.

El fenómeno de la globalización al ser entendido como un proceso de expansión de los flujos comerciales mediante la apertura de mercados en el mundo, y al señalarse los grandes cambios en la estructura y la dinámica del intercambio de mercancías en el terreno de la ingeniería financiera y la desregulación; y la mayor libertad de movimiento de capitales, no es para nada novedoso; Carlos Marx a mediados del siglo XIX analizaba el acontecimiento de la siguiente forma: “La circulación de mercancías es el punto de arranque del capital. La producción de mercancías y su circulación desarrollada, o sea, el comercio, forman las premisas históricas en que surge el capital. La biografía moderna del capital comienza en el siglo XVI, con el comercio y el mercado mundiales”[7]. En otro texto Carlos Marx y Federico Engels haciendo un análisis sobre la burguesía y su expansión global a través del mercado mundial nos dicen en 1848:

 “El descubrimiento de América, la circunnavegación de Africa abrieron nuevos horizontes e imprimieron nuevo impulso a la burguesía. El mercado de China y de las Indias orientales, la colonización de América, el intercambio con las colonias, el incremento de los medios de cambio y de las mercaderías en general, dieron al comercio, a la navegación, a la industria, un empuje jamás conocido, atizando con ello el elemento revolucionario que se escondía en el seno de la sociedad feudal en descomposición.

 El régimen feudal o gremial de producción que seguía imperando no bastaba ya para cubrir las necesidades que abrían los nuevos mercados. Vino a ocupar su puesto la manufactura. Los maestros de los gremios se vieron desplazados por la clase media industrial, y la división del trabajo entre las diversas corporaciones fue suplantada por la división del trabajo dentro de cada taller.

 Pero los mercados seguían dilatándose, las necesidades seguían creciendo. Ya no bastaba tampoco la manufactura. El invento del vapor y la maquinaria vinieron a revolucionar el régimen industrial de producción. La manufactura cedió el puesto a la gran industria moderna, y la clase media industrial hubo de dejar paso a los magnates de la industria, jefes de grandes ejércitos industriales, a los burgueses modernos.

 La gran industria creó el mercado mundial, ya preparado por el descubrimiento de América. El mercado mundial imprimió un gigantesco impulso al comercio, a la navegación, a las comunicaciones por tierra. A su vez, estos progresos redundaron considerablemente en provecho de la industria, y en la misma proporción en que se dilataban la industria, el comercio, la navegación, los ferrocarriles, se desarrollaba la burguesía, crecían sus capitales, iba desplazando y esfumando a todas las clases heredadas de la Edad Media.

            Espoleada por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus productos, la burguesía recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas partes, establecerse en todas partes, crear vínculos en todas partes.

Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía ha dado un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países. Con gran sentimiento de los reaccionarios, ha quitado a la industria su base nacional. Las antiguas industrias nacionales han sido destruidas y están destruyéndose continuamente. Son suplantadas por nuevas industrias, cuya introducción se convierte en cuestión vital para todas las naciones civilizadas, por industrias que ya no emplean materias primas indígenas, sino materias primas venidas de las más lejanas regiones del mundo, y cuyos productos no sólo se consumen en el propio país, sino en todas las partes del globo. En lugar de las antiguas necesidades, satisfechas con productos nacionales, surgen necesidades nuevas, que reclaman para su satisfacción productos de los países más apartados y de los climas más diversos. En lugar del antigua aislamiento y la autarquía de las regiones y naciones, se establece un intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones. Y esto se refiere tanto a la producción material, como a la intelectual.

            La burguesía ha sometido el campo a la ciudad. Ha creado urbes inmensas; ha aumentado enormemente la población de las ciudades en comparación con la del campo, substrayendo una gran parte de la población al idiotismo de la vida rural. Del mismo modo que ha subordinado el campo a la ciudad, ha subordinado los países bárbaros o semibárbaros (periféricos y semiperiféricos) a los países civilizados (centrales o metropolitanos), los pueblos campesinos a los pueblos burgueses, el oriente al occidente”[8]. 

 

A pesar de la lejanía en el tiempo del análisis realizado por Carlos Marx y Federico Engels, gran parte de las dinámicas que sigue en la actualidad el capitalismo globalizado y la clase social que lo instrumenta y concentra el capital (la burguesía) tienen ciertas similitudes con lo que ellos analizaban, aunque también hoy en día se muestran muchas redefiniciones. Lo curioso del caso es que esa falacia de que la globalización es un fenómeno nuevo cae por su propio peso ante la historia.

Vladimir I. Lenin, otro clásico en el estudio del capitalismo mundial y sus relaciones con el imperialismo de principios del siglo XX nos dice:

“El imperialismo ha surgido como desarrollo y continuación directa de las propiedades fundamentales del capitalismo en general. Pero el capitalismo se ha trocado en imperialismo capitalista únicamente al llegar a un cierto grado muy alto de su desarrollo, cuando algunas de las propiedades fundamentales del capitalismo han comenzado a convertirse en su antítesis, cuando han tomado cuerpo y se han manifestado en toda la línea los rasgos de la época de transición del capitalismo a una estructura económica y social más elevada. Lo que hay de fundamental en este proceso, desde el punto de vista económico, es la sustitución de la libre concurrencia capitalista por los monopolios capitalistas. La libre concurrencia es la propiedad fundamental del capitalismo y de la producción de mercancías en general; el monopolio se halla en oposición directa con la libre concurrencia, pero ésta última se ha convertido a nuestros ojos en monopolio, creando la gran producción, eliminando la pequeña, reemplazando la gran producción por otra todavía mayor, llevando la concentración de la producción y del capital hasta tal punto, que de su seno ha surgido y surge el monopolio: cartels, sindicatos, trusts, y, fusionándose con ellos, el capital de una docena escasa de bancos que manejan miles de millones. Y al mismo tiempo, los monopolios, que se derivan de la libre concurrencia, no la eliminan, sino que existen por encima y al lado de ella, engendrando así una serie de contradicciones, razonamientos y conflictos particularmente agudos. El monopolio es el tránsito del capitalismo a un régimen superior.

Si fuera necesario dar una definición lo más breve posible del imperialismo, debería decirse que el imperialismo, es la fase monopolista del capitalismo. Una definición tal comprendería lo principal, pues, por una parte, el capital financiero es el capital bancario de algunos grandes bancos monopolistas fundido con el capital de los grupos monopolistas de industriales y, por otra, el reparto del mundo es el tránsito de la política colonial, que se expande sin obstáculos en las regiones todavía no apropiadas por ninguna potencia capitalista, a la política colonial de dominación monopolista de los territorios del globo, enteramente repartido.

Conviene dar una definición del imperialismo que contenga sus cinco rasgos fundamentales siguientes, a saber: 1) la concentración de la producción y del capital llegada hasta un grado tan elevado de desarrollo, que ha creado los monopolios, que desempeñan un papel decisivo en la vida económica; 2) la fusión del capital bancario con el industrial y la creación, sobre la base de este ‘capital financiero’, de la oligarquía financiera; 3) la exportación de capital, a diferencia de la exportación de mercancías, adquiere una importancia particular; 4) la formación de asociaciones internacionales monopolistas de capitalistas, las cuales se reparten el mundo, y 5) la terminación del reparto territorial del mundo entre las potencias capitalistas más importantes. El imperialismo es el capitalismo en la fase de desarrollo en la cual ha tomado cuerpo la dominación de los monopolios y del capital financiero, ha adquirido una importancia de primer orden la exportación de capital, ha empezado el reparto del mundo por los trusts internacionales y ha terminado el reparto de todo el territorio del mismo entre los países capitalistas más importantes”[9].

 

En síntesis, Lenin conceptualiza al fenómeno del imperialismo como el predominio del capital financiero internacional por encima del capital industrial y productivo nacional. Hoy en día esas tendencias se repiten en el contexto de la aguda crisis del modo de producción capitalista, pues sólo el 2% de los movimientos de capital se destina al intercambio de bienes y servicios en el mundo, gran parte del capital se liquida asumiendo la forma de activos financieros y  se destina a la articulación de redes financieras mundiales mediante una serie de mensajes cifrados vía internet de una bolsa de valores a otra. La acumulación del capital actualmente se realiza sobre la fuente del conocimiento y el desarrollo de la informática, la computación y las comunicaciones instantáneas y a larga distancia. Aunque la producción ya no se enfoca predominantemente a los bienes materiales, las posibilidades de explotación laboral no han disminuido sobretodo en los países pobres y dependientes, sino que se han extendido a grandes sectores de la población alcanzando a mujeres y niños que son insertados en las maquiladoras, todo esto bajo el lema de la productividad. El capital financiero tiene como máxima expresión la especulación en los mercados de valores, valiéndose de la movilidad internacional y la desregulación para obtener ganancias en operaciones resultado de movimientos de estos recursos, sin ninguna relación con la producción de “valores de uso”[10] y menos aun con la producción de “valores de cambio”[11] para la satisfacción de necesidades, además del aplastamiento de la inversión social.  

La aguda crisis que ha vivido el modo de producción capitalista en los últimos treinta años hace pensar que como organización y formación social se encamina al desfiladero de la disolución; sin embargo, la globalización en su fase actual como proyecto representa un respiro y una aspiración para fomentar la gestión cotidiana de la crisis. Es decir, la mundialización de las mercancías y su inserción hasta en los lugares más recónditos del planeta no sólo en cuanto a su consumo sino también en cuanto a su producción sustentada en relaciones casi de tipo esclavista como en el caso de las maquiladoras y su ensanchamiento en la fabrica global retardan la agonía del capitalismo. Su principal fracaso como formación social se centra no tanto en lo económico sino en el plano de lo político al no actualizar la promesa de asegurar la reproducción social de la vida humana en el plano de la libertad, y en la imposibilidad de impulsar un discurso democrático, una sociedad incluyente y una prosperidad económica. La constante violencia que impulsa se hace mas que evidente día a día, y ante ello el proceso de des-socialización y su reducción a la nada del medio ambiente y de la vida humana  acelera sus ritmos y tendencias. Este caos generalizado y apocalíptico del mundo se presenta sin mediación alguna del poder político debido a la redefinición que han sufrido las instituciones del Estado Liberal. El Estado como forma de organización de lo social bajo el ejercicio del poder fundado en la relación mandato-obediencia ha tendido a la desatención de esos fines en nombre del mercado; si bien toda sociedad requiere de mecanismos “naturales” de poder basados en esta relación, en la realidad nos encontramos con una sociedad desagregada, colapsada y asediada por la catástrofe política de la ausencia de poder. El descrédito del Estado como conjunto de instituciones que impulsan el orden de las sociedades se ha profundizado ante la reconversión de la política en objeto comercial y ante la mercantilización y privatización de la ”cosa pública” por parte de los gobiernos y las cúpulas dirigentes de estas instituciones.

El mercado[12] como un poder real en la sociedad ejerce su dominación de manera despótica, excluyente y represiva extendiéndose de manera imperial sin cesar a todas las relaciones humanas, reproduciendo los estándares del miedo, la inseguridad, la competencia despiadada y la violencia entre los individuos. Conjuntamente con el aparato gubernamental-guardián-policiaco-militar buscan legitimarse y disfrazar sus intereses al tratar de contener los bolsones de pobreza, a los enfermos, a los “bárbaros”, a las étnias y a todos aquellos grupos sociales que rechazan las mercancías capitalistas. Sin embargo, esta contención es impulsada por el miedo inculcado y del cual se alimenta todo poder, miedo que se instala como ley, como ley del más fuerte y sin esencia jurídica.

El desmoronamiento del capitalismo y su manifestación omniabarcadora (la globalización financiera) tienen su origen en las relaciones de poder que han conducido a un estado casi terminal de lo social y de la vida humana como máxima manifestación de este. La violencia desarrollada en la sociedad al ser introducida en el discurso y en los medios masivos de difusión comercial como la televisión busca generar y reproducir el miedo entre los individuos y evadirlos de la crisis política del capitalismo y del Estado liberal. Esta violencia ha entrado a un estado primitivo donde todos luchan contra todos con los únicos objetivos de preservar primero la vida y después la propiedad; dicha violencia proviene de las injustas relaciones de poder instaladas por el modo de producción capitalista, además de los mecanismos de producción que ejercen la explotación e incluso dan muerte al trabajador, ya no se diga la evidente incapacidad que se tiene para socializar. Esa violencia generada por los sistemas económico y político es necesaria para su reproducción y alargamiento de su agonía, es el fundamento actual de su existencia, tal como se ve en las tendencias de la economía estadounidense al ser sostenida en la producción armamentista, pues como “economía de guerra” requiere de los estallidos violentos en el mundo para comerciar sus armas e intervenir militarmente.

Las sociedades ya no cuentan con un poder político representante del bien común y del interés general, sino que existen gobiernos ligados a las cúpulas empresariales nacionales y extranjeras que se encargan de desintegrar los vínculos comunitarios y de reconvertir los bienes y servicios públicos en mercancías tras fuertes procesos de desagregación y desnacionalización de dichas sociedades.

            

 

 

 

 

Globalización y privatización: Dos procesos de desnacionalización (Segunda y Última Parte).

 

 

Isaac Enríquez Pérez

 

 

Estamos pasando por una transformación que modificará el sentido de la política y la economía en el siglo venidero.

No existirán productos ni tecnologías nacionales, ni siquiera industrias nacionales. Ya no habrán economías

nacionales, al menos tal como concebimos hoy la idea. Lo único que persistirá dentro de las fronteras nacionales será

la población que compone un país. Los bienes fundamentales de una nación serán la capacidad y destreza de sus

ciudadanos. La principal misión política de una nación consistirá en manejarse con las fuerzas centrífugas de la

economía mundial que romperán las ataduras que mantienen unidos a los ciudadanos –concediendo cada vez más

prosperidad a los más capacitados y diestros, mientras los menos competentes quedarán relegados a un más bajo nivel

de vida. A medida que las fronteras dejen de tener sentido en términos económicos, aquellos individuos que estén en

mejores condiciones de prosperar en el mercado mundial serán inducidos a librarse de las trampas de la adhesión

nacional, y al proceder de esta manera se desvincularán de sus colegas menos favorecidos.

 

De todos modos, la idea de un “mercado libre”, al margen de las leyes y decisiones políticas que el mismo genera,

es una pura fantasía. El mercado no fue creado por Dios en alguno de los primeros seis días (al menos, no

directamente), tampoco se mantiene por la voluntad divina. Es un artificio humano, la ingeniosa suma de una serie

de criterios acerca de los derechos y responsabilidades individuales. ¿Cuáles son los tuyos? ¿Cuáles son los nuestros?

Y, ¿cómo definimos y reaccionamos con respecto a las acciones que amenazan esos límites? ¿Por la fuerza, el fraude,

la extorsión o la negligencia? ¿Qué deberíamos vender, y qué no? (¿Drogas? ¿Sexo? ¿Votos? ¿Bebes?)  ¿Cómo

podríamos hacer cumplir esas decisiones, y qué castigos se deberían aplicar a los transgresores? A medida que una

nación formula y acumula respuestas a esas preguntas, crea su propia versión del mercado.

[Ambos párrafos son de: Robert B. Reich (Ministro de Trabajo de Bill Clinton), en “El trabajo de las naciones”, 1992].  

 

 

El mentado fenómeno de la globalización en el caso de los países autoritarios, débiles y empobrecidos como el nuestro, una de las expresiones en que se traduce y se presenta es a través del neoliberalismo (aunque sus manifestaciones y efectos también han llegado a los países desarrollados), que viene a ser en la práctica un capitalismo con fines privatizadores y de desmantelamiento del sector público para salvar la intensa tendencia cíclica de la economía llamada crisis de la cual no ha podido salir el modo de producción capitalista desde la década de los 70’s. Las características de esta crisis global tanto económicas como políticas fueron analizadas en la primera parte de este trabajo, al igual que las respuestas del capital ante ella a través del fenómeno y discurso de la actual etapa de la globalización 

El neoliberalismo es un desarrollo económico distinto al propuesto por los grandes economistas clásicos; estos tenían una visión macro, dinámica y estructuralista, concebían al mercado libre como uno de autentica libre competencia, con movilidad de capitales y tendencia a la igualación de las cuotas de ganancia ramales, atacaban a los grandes monopolios, su postura en general fue radical y revolucionaria; mientras que los neoclásicos como Milton Friedman, Hayek, Lucas, etc. tienen una visión micro, estática y no estructural, defienden los mercados oligopólicos y los monopolios, y su postura es conservadora y reaccionaria[13]. Pregonan también que el progreso económico solo se logra con la apertura de los mercados y con la postura de los Estados ha dejar libres a los individuos para que compitan, se promete un aumento de la productividad, y una generación de riqueza sin poner trabas al mercado.

En términos políticos, el neoliberalismo como doctrina se basa en la democracia, en el respeto a la libertad privada de los ciudadanos; tiene nula consideración en la igualdad de los aspectos sociales de los individuos, una tendencia a que el Estado no debe preocuparse por la asistencia social, la igualdad de oportunidades, además de considerar de que el acceso a los bienes y servicios sociales se logra sólo con el aumento de la riqueza.

El neoliberalismo como doctrina se ha impuesto tras la generación de una mentalidad individualista que debe entrarle a la competencia rapaz que impera en la sociedad; todo debe medirse en torno al dinero, a los propios intereses, luchando unos contra otros sin contemplar la situación de las víctimas. En este proceso se cuenta “...con el eficacísimo apoyo de la aplastante mayoría de los medios de comunicación, con la relativa debilidad orgánica y política de las fuerzas populares, y por último con el recurso de la violencia o coacción estatal”[14].

Como ideología, el neoliberalismo responde a los intereses de la clase y los países dominantes.

En la dimensión de política económica, el neoliberalismo se ha presentado como un proceso de desnacionalización tras una desregulación estatal y una privatización económica en las que la intervención del Estado y la actitud a favor de la “espontaneidad del mercado” supuestamente es para favorecer la libre competencia que en la realidad no existe. Ha influido también la regulación de los salarios, las políticas de relación externa, y el predominio del capital dinero de préstamo que consiste en la apropiación hecha por el sector del capital de la masa de plusvalía global generada por el sistema[15].

La privatización como máxima expresión del neoliberalismo tiene como antecedentes en México la añeja intervención del gobierno en la economía que viene desde la consolidación del capitalismo en los últimos años del siglo XIX; en el caso de la época histórica llamada Porfiriato se carecía de un sistema productivo autónomo y de una burguesía industrial fuerte por lo que el gobierno asume distintas actividades económicas, después de la lucha armada que derrocó al régimen de Porfirio Díaz y que institucionalizó a una nueva cúpula en el poder político fueron mayores sus funciones económicas y entonces se tuvo un recelo hacia la inversión extranjera por el apoyo que habían entregado esos países al gobierno Díaz para consolidar su dictadura. La construcción de infraestructura, la instrumentación de nuevas pautas del sistema financiero y el impulso a servicios sociales fue notable desde la década de los veinte. Con el gobierno presidido por Lázaro Cárdenas se profundiza la reforma agraria, se nacionalizan el petróleo y los ferrocarriles, se crea la Comisión Federal de Electricidad, así como bancos estatales de desarrollo. Para impulsar la industrialización del país mediante el modelo de sustitución de importaciones se hizo necesaria dicha intervención, lo cual trajo estabilidad económica, salarios e ingresos considerables y precios fijos en medio de un régimen político clientelar, corporativo y autoritario. Ya para 1970 se contaba con 272 empresas paraestatales, impulsándose la creación de empresas productoras de bienes intermedios y bienes de capital. Es con la crisis estructural de la década de los setenta como comienza a gestarse el agotamiento del modelo de sustitución de importaciones, entonces la intervención gubernamental se profundiza ante la debilidad de la inversión privada, para lo cual se requirió la elevación del gasto público y el endeudamiento externo; las tasas de crecimiento se mantuvieron altas pero la inflación, la inestabilidad y los desequilibrios comerciales, monetarios y financieros no se hicieron esperar, entonces la intervención mostró sus límites ante la crisis pues no se resolvieron las contradicciones de la reproducción del capital. En estos años de crisis, las empresas paraestatales crecieron de manera anárquica tras el acaparamiento de empresas en banca rota y tras la combinación de proyectos de desarrollo industrial donde intervenía tanto el gobierno como el sector privado, todo esto bajo la creencia de que los ingresos petroleros vencerían las dificultades. En suma, es a partir del sexenio presidido por Miguel de la Madrid Hurtado en que se inicia este proceso de cambios profundos, aunque ya se tenía el intento protagonizado en el gobierno de José López Portillo, en el que se puso en práctica la política económica dictada por organismos financieros internacionales como el Fondo Monetario Internacional consistente en la reducción del gasto gubernamental para disminuir el endeudamiento público e impedir que los salarios suban al ritmo de los precios, al tiempo que las empresas gozaban de amplia protección.

La iniciativa privada y los organismos financieros internacionales presionaron fuertemente para instrumentar la privatización de las empresas, la cual se realizó en dos tramos: el primero –centrado en fusiones, quiebras y venta- se llevó acabo durante el gobierno de Miguel de la Madrid, en el cual desaparecieron 743 entidades del sector público de las 1155 existentes en 1982, mientras que pocas fueron las privatizaciones durante este periodo presidencial. Durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari se desincorporaron 191 empresas entre las que se encontraban las más grandes y las más productivas. Sin embargo, ante la corrupción que privó en este proceso y tras sus efectos negativos, las políticas privatizadoras siguieron aplicándose en la administración de Ernesto Zedillo, pues en 1995 se inició el proceso para transferir empresas de los ramos energético, comunicaciones y transportes, servicios financieros y tecnología, entre las que se pueden contar 61 plantas petroquímicas, puertos marítimos, ferrocarriles, aerolíneas y aeropuertos. Las constantes privatizaciones y el desmantelamiento del patrimonio nacional a través de este modelo desnacionalizador tienen en la puerta de espera un proyecto complejo de sometimiento al capital nacional y transnacional que va desde la privatización de las fuentes energéticas como el petróleo y la electricidad, pasando por la privatización de recursos naturales como el agua y las reservas ecológicas, hasta llegar a la privatización de los patrimonios culturales y artísticos, además de servicios públicos como la salud y la educación.

La privatización se ha visto influida por algunos factores condicionantes tales como: es un proceso de dimensiones mundiales; es un proceso forzado por la crisis estructural de la década de los setenta la cual exigía la desregulación; el inicio de un modelo de acumulación caracterizado por la orientación del sistema productivo hacia las exportaciones de manufacturas, la apertura externa, la desregulación y la redefinición y no desaparición del papel económico del gobierno para otorgársele mayor importancia al mercado; es un proceso inscrito en otro proceso más amplio llamado Reforma del Estado y cambio estructural de la economía[16].

Algunas ideologizaciones que se presentan en torno al fenómeno de la privatización y que no permiten la confrontación teórica pues se basan en la descalificación del “otro”, son las siguientes: *se dice que el gobierno dejó de intervenir en la economía, pero en la realidad se dio una refuncionalización, un cambio en sus actividades económicas; en muchos de los casos ahora funge como el mesías, el salvador, el socializador de las pérdidas y quiebras privadas; “la privatización aparece como una necesidad del progreso económico y social y su correlato es el retiro del Estado de ciertas actividades, lo cual permite su adelgazamiento, como una meta ideológica indiscutible, pero fundada en las evidentes deficiencias de la acción del Estado como elemento definitorio de la etapa anterior del desarrollo. Esta es una visión polar que, a la luz de la práctica se ha ido relativizando en los últimos años pero que sigue siendo importante en el trasfondo liberal de la ideología hoy dominante”[17]; *se piensa que el sector privado será el satisfactor de todos las necesidades sociales sin tomar en cuenta a las víctimas producidas por el sistema y mucho menos los desequilibrios que puedan causar estas; se piensa que este proceso como práctica dominante debe tener un carácter “natural” y que debe ser aceptado por todos así sin más, por lo que no se toman en cuenta las divergencias al respecto; es un proceso llevado a acabo para contrarrestar la corrupción gubernamental y la ineficiencia de sus bienes y servicios.

Las privatizaciones desde mi perspectiva se han realizado como un mecanismo económico sustentado en reformas jurídicas para contrarrestar la caída en la tasa de ganancia del capitalismo y de sus agentes operadores (las grandes empresas, los capitales bancarios y financieros, y los dueños de los medios de producción) en el contexto de la crisis global de este modo de producción o sistema económico. Sin embargo, las rentabilidades obtenidas en estos procesos de privatización no se asocian al aumento de la capacidad de producción, pues se ha observado que paralelamente se instrumentan operaciones de fusiones y adquisiciones para constituir monopolios a costa del deboramiento de otras empresas tras la compra de sus acciones y capital (ejemplo de esto es la fusión de las empresas automotrices de Chrysler y de Mercedes Benz que tras su unión han tendido a cerrar plantas productivas y a despedir trabajadores; tan sólo en México clausurará tres plantas y recortará 2,600 empleos entre los años de 2001 y 2002). Con el aumento en la capacidad productiva se reactivaría positivamente el ciclo económico con estabilidad y equilibrio al instrumentarse mayores fuentes de empleo y al aumentar los salarios, lo cual impulsaría un incremento en el consumo de satisfactores y un aumento en los precios como consecuencia; llevando a una mayor necesidad de producción que implicaría que exista mayor crédito (mismo que será utilizado para incentivar la producción), las tasas de interés aumentarán por la demanda de este crédito, pero al final existirá mayor inversión. Como la producción es la unidad celular determinante del ciclo económico y es la manera de reproducirnos como sociedad, al disminuir aumentará el desempleo, caerán lo salarios (pues existirá una mayor demanda de empleo, es decir, un “ejercito de reserva”), entonces al no haber consumo,  los precios bajarán, no habrá estímulo para producir (crédito), por lo que las tasas de interés serán bajas, y menos aun existirá inversión productiva; ante ello la economía quedará colapsada, se entrará en una fase de recesión y de crisis económica. Para salir de estas crisis se dependerá de la innovación tecnológica aplicada a la producción, con lo cual (según la teoría económica) se restringirán las tendencias decrecientes de la tasa de ganancia; pero dicha innovación sólo se dará en un momento determinado del ciclo económico, y será cuando se conjuguen las condiciones y factores necesarios para tener la generación de nuevas empresas que estimularán con su creación el mejoramiento en las formas de producción de las empresas ya establecidas; sin embargo, el crecimiento será temporal, pues los aportes de la innovación tecnológica no se distribuyen unifórmente en el tiempo y al momento de estabilizarse la situación llegará el momento de nuevas perturbaciones, es decir, con las mismas ventajas tecnológicas orientadas a la producción llagará el momento en que se produzca más en menos tiempo y con el mínimo de mano de obra, tendiendo entonces al desempleo, posteriormente a la caída del consumo, a la baja en los salarios tras la gran cantidad de trabajadores desempleados que conformarán el “ejército de reserva” de la sociedad (lo que significa que un mayor número de individuos estarán dispuestos a vender su fuerza de trabajo en el mercado; la demanda de empleo será mayúscula y la oferta de empleos en las empresas será mínima por el desplazamiento provocado por los avances tecnológicos aplicados a la maquinaria y al resto de los medios de producción); ante esto, los almacenes quedarán saturados de mercancías porque existen pocos consumidores que las demanden; por último, la actividad económica entrará en recesión y en una posterior crisis.

En suma, el modo de producción capitalista tiene implícitas entre las entrañas sus propias contradicciones, es decir, los procesos de construcción de la riqueza y posterior destrucción de la misma son parte de su naturaleza, sobretodo cuando llega el momento en el que los poseedores de los medios de producción (los empresarios) compiten rapazmente entre sí, buscando la obtención de una extraordinaria tasa de ganancia con los más bajos costos y en el menor tiempo posible. El modo de producción capitalista no es absoluto para la producción de la riqueza, sino que por el contrario, entra en conflicto con el mismo desarrollo de la riqueza. Estas contradicciones internas tratan de compensarse con la expansión del campo externo de la producción tal como sucede con el fraccionamiento de los procesos de producción a través de las maquiladoras insertas en la llamada “fábrica global”, con las cuales se tienen establecimientos pequeños que fabriquen y se especialicen en una parte del producto, se instalen en lugares y países estratégicos que cuenten con una mano de obra barata, incentivos fiscales y normas jurídicas que permitan la flexibilización y precarización del trabajo.

En este contexto de aguda crisis de la economía global, los procesos de privatizaciones, fusiones y adquisiciones tienden a una mayor concentración y centralización del capital y de la riqueza en pocas manos o firmas empresariales, y al mismo tiempo se propicia el aumento en las desigualdades sociales. Con estos procesos y transacciones se ha transitado de los monopolios estatales a los monopolios privados. Las privatizaciones se dieron en el contexto de fortalecimiento, consolidación y expansión de los grupos económicos concentrados a costa del debilitamiento y estrangulamiento del Estado con la intención de detener la caída en la tasa de ganancia.

Si entendemos por privatizaciones a los procesos de transferencia de bienes y servicios fuera del aparato estatal hacia la sociedad, es decir, su traslado en cuanto a producción y distribución a manos de empresas privadas o estatales (regularmente de otros países) capitalistas, tenemos que esto ha implicado una serie de contradicciones: La primera y principal radica en el hecho de que se da una contradicción entre la misión histórica del capitalismo (aumento de la producción) y las relaciones sociales de producción que le corresponden (expropiación y empobrecimiento de la masa de productores directos); la segunda consiste en que la supuesta eficientización y discurso de la calidad que se divulgaba publicitariamente sobre las empresas privatizadas no se a dado del todo en los hechos; tercera, al desarrollar la lógica de la ganancia como empresas capitalistas tenderán a caer en los fluctuaciones y perturbaciones de los ciclos económicos anteriormente analizadas; cuarta: se presentará una dialéctica consistente en la concentración de capital (con actores que gozan de capacidad de control y decisión sobre la producción y precios, además de la apropiación de recursos tanto a nivel sectorial como global) por un lado, y por otro, en el empobrecimiento y exclusión de grandes capas de la población.

Un ejemplo de estos argumentos son las serie de privatizaciones de los servicios urbanos que se realizaron a partir de 1989 en la ciudad de Buenos Aires, Argentina en el contexto de la llamada Reforma Económica y la Reforma del Estado. En estos procesos de privatizaciones se transfirieron a pocas manos de capitales privados los servicios de agua y cloacas, de energía eléctrica, de gas, de teléfonos, de transportes (trenes y metro o subterráneo), el manejo de residuos sólidos; control que supone una gran capacidad de decisión sobre la gestión urbana y sobre la modificación de las estructuras sociales. Con dichas transferencias, debido a la condiciones en que se realizaron los actuales propietarios de las empresas de servicios han obtenido importantes ganancias; “las telefónicas en sus primeros tres ejercicios tuvieron una ganancia neta equivalente a 75 por ciento del precio que pagaron por la empresa pública y Aguas Argentinas, luego de una pérdida de 23 millones de dólares en el primer ejercicio (ocho meses de 1993), logró una ganancia de 25 millones en 1994, sobre la base de un capital social de 120 millones”[18], en el otro extremo de la pirámide, este proceso económico concentrador ha generado un crecimiento en la pobreza de la ciudad; “según datos oficiales, en la ciudad metropolitana de Buenos Aires existen tres millones de personas que viven por debajo de la línea de pobreza. De ellos, unos 470 mil no logran cubrir una dieta mínima de subsistencia. En un año se incorporaron a la población que está por debajo de la línea de pobreza unas 700 mil personas. Esa población se encuentra, mayoritariamente en los municipios metropolitanos de lo que se llama el ‘segundo cordón’. Esa población con dificultades para la sobrevivencia es llevada hacia la exclusión de los servicios privatizados junto con los demás componentes mercantiles de su reproducción. Información periodística indica que ha comenzado a producirse su salida de los servicios privatizados esenciales, como el agua: se calcula que 30 por ciento de la población incorporada con la reciente expansión de la red ha dejado de pagar”[19].

En el caso de México, el fenómeno de las privatizaciones de empresas y servicios estratégicos aun en propiedad del Estado se presentará como una cuestión de seguridad nacional y social; se atentará contra el carácter público de los bienes y servicios al anteponerse el interés comercial; el interés de la sociedad no quedará salvaguardado y menos aún la satisfacción de sus necesidades. Supongamos y cuestionemos, en el caso de la producción y distribución de energía eléctrica ¿cuáles serán las implicaciones que tendría su privatización cuando en gran parte de las actividades de una ciudad es un elemento impulsor de su desenvolvimiento en la satisfacción de necesidades y en los procesos de las actividades productivas y de servicios?, además, lo que se puede presentar es que los nuevos propietarios no estén decididos a invertir en localidades con poblaciones pequeñas donde anteriormente el Estado abastecía el servicio, con lo cual se aplicarían criterios de selección y discriminación de los clientes pues se priorizarán las poblaciones con un mayor número de demandantes, o en casos extremos, se tendrán grandes territorios y poblaciones a oscuras mientras se prioriza satisfacer y librar la crisis energética que vive el Estado de California en Estados Unidos. Tan sólo piénsese que para 1995 de los 91,200,000 habitantes del país, 36,530,000 (40.1% del total) habitaban en localidades menores a los 15,000 habitantes, dentro de estos datos existían 193,268 localidades menores de mil habitantes; mientras que los 54,670,000 individuos restantes se localizaban en 481 localidades urbanas mayores a 15,000 habitantes, de estos, 23,300,000 (25.5%) habitaba en 28 metrópolis o ciudades mayores de 500,000 habitantes[20].  ¿En caso de privatizarse la industria eléctrica, resultará rentable para las corporaciones privadas invertir en esas localidades con una población menor a los 15,000 habitantes considerando que existe una mala distribución y dispersión de la población mexicana?  En suma, las implicaciones pueden ser múltiples, lo mismo en el caso de una posible privatización del servicio de agua potable, tal vez se pretenda dejar de suministrar en estas localidades puesto que la inversión para el mantenimiento de la infraestructura y la distribución del servicio es altamente costosa, además, se cuenta con el problema en la Ciudad de México y su Zona Metropolitana consistente en que en los mantos acuáticos o subterráneos se ha realizado una sobrexplotaciçon incontrolada de los pozos y generado consecuencias como el hundimiento de la ciudad en 40 centímetros por año y el agrietamiento del suelo ante su desecación, es decir, ante la extracción de la humedad del suelo, además de dislocamiento de redes de servicios como drenaje. La insuficiencia de agua está relacionada con el incesante y constante crecimiento de la población, por lo que no se genera el suficiente líquido, ante ello se traslada desde otros lugares aledaños como el Sistema Cuixamala ubicado en Valle de Bravo y constituido por ojos de agua cuyo líquido es natural, además del Río Lerma; de ambas fuentes se reciben 35 metros cúbicos por segundo, lo cual representa el 30% del agua distribuida y consumida en la Ciudad de México y su zona conurbada, mientras que el 70% restante es extraído de 5,000 pozos profundos y dos manantiales de la cuenca del Valle de México cuya extensión territorial es de 9,600 kilómetros cuadrados. Con el paso del tiempo se tenderá a dejar sin abasto tal como sucede hoy día a localidades cercanas a dichas fuentes acuíferas ubicadas en el Estado de México,  y tal vez (tómese como hipótesis) se tienda a concentrar la distribución del líquido tan sólo en la megalópolis, lo cual aunado a la posible privatización del servicio significaría primeramente asegurar la satisfacción de la demanda en las poblaciones con mayor número de clientes con el objetivo de asegurar mayores ganancias, lo que representaría alejarse del “interés público” del servicio; contribuyendo también a la lógica de grandes privilegios de las llamadas “ciudades globales” (Buenos Aires en Argentina, Santiago en Chile, Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey, Tijuana, León, entre otras) que son las que verdaderamente están conectadas e interconectadas al mundo globalizado debido a su alto poder concentrador de funciones en actividades financieras (instituciones bancarias, bolsas de valores, etc.), académicas (docencia e investigación), tecnológicas, comunicacionales (medios de difusión masiva como televisión, radio, teléfono, internet; transportes tanto terrestres como aéreos), políticas (poderes ejecutivo, legislativo y judicial tanto de la nación como de las entidades federativas), económicas (cerca del 30% de la riqueza nacional en la Ciudad de México y su Área Conurbada, mayores ingresos por habitante, oportunidades laborales, mayor acceso a bienes y servicios) administrativas (centralización de decisiones y funciones burocráticas tanto estatales como en empresas privadas) y de esparcimiento (diversiones a través de eventos como espectáculos musicales, deportes, creación y difusión artísticas en teatro, cine, danza, museos, etc., parques, zoológicos, restaurantes, etc.).

Lo dicho en este último párrafo corresponde a una necesidad de creación de escenarios y de conocer las tendencias seguidas por el capital privado absorbedor de lo público; por lo que lo mencionado en ese párrafo debe considerarse como hipótesis a complementarse y corroborarse empíricamente tanto con los datos citados como con los futuros acontecimientos que se desprendan del tema.

Tal parece que México después de los resultados del 2 de julio de 2000 y del ascenso al poder de un nuevo régimen caracterizado por el predominio de gerentes y empresarios por encima de los políticos (1 de diciembre del mismo año), vivirá como país, como nación y como proyecto político una fuerte y profunda reconversión en su estructura económica concentradora y centralizadora de capital; esto es, con el ascenso de una nueva cúpula gobernante encabezada por Vicente Fox y su espectáculo mediático la “cosa pública”, el “interés público”, el patrimonio nacional  quedarán subordinados a la lógica del mercado, al abaratamiento y a la entrega (hasta donde sea posible) de los bienes y servicios propiedad de la nación mexicana, y de los cuales depende la satisfacción de necesidades básicas de toda la población, así como la constitución con base en ellos de un proyecto de nación integral que no atenté contra la seguridad nacional social e individual. Para reforzar este comentario debemos partir de la idea de que la política económica neoliberal se aplica en todo el mundo, pero al aplicarse se hace de manera distinta y en diferentes tiempos y lugares, es decir, cuando se aplica en algunos países no se aplica en otros para posteriormente dejarse de aplicar en los primeros e instrumentarse en los segundos. En el caso de México, la instrumentación de las políticas privatizadoras y desreguladoras no tocaron fondo durante los últimos tres gobiernos emanados del Partido Revolucionario Institucional (P.R.I.), pues en cierta forma su persistencia en el poder como clase política dependía de un régimen corporativo-clientelar sustentado en el Estado de Bienestar y en la posesión y control de empresas paraestatales [abastecedoras de bienes y servicios tales como teléfonos, transportes (aerolíneas, ferrocarriles, e infraestructura de los mismos), energía eléctrica, agua, petróleo, petroquímica básica, industria siderúrgica, Compañía Nacional de Subsistencias Populares o CONASUPO, fertilizantes, productoras de semillas agrícolas, banca para el desarrollo (Banrural y Nacional Financiera)], es decir, la correlación de fuerzas políticas y sociales al interior (políticos que integraban la cúpula, caciques locales, sindicatos tanto obreros como magisteriales, etc.) representaban obstáculos para que los gobiernos presididos por Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988), Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) y Ernesto Zedillo (1994-2000) no impulsasen al extremo dichas políticas privatizadores, además de que esas fuerzas jugaban el papel de contrapeso ante ello y demandaban los beneficios propios de un Estado de Bienestar (seguro social, educación pública, créditos para construcción de viviendas, subsidios en alimentación y transporte, etc.). Al comenzar a desmantelarse este Estado de Bienestar, el P.R.I. ya no representó una opción política viable para amplios sectores de la población, situación que fue aprovechada por la cúpula empresarial para presentar un especie de mesías mediático llamado Vicente Fox que tuviera como objetivos el capitalizar y detener ese descontento de la sociedad mexicana para alcanzar el poder político y aunarlo al poder económico para limpiar el escenario y contar con las condiciones jurídicas y políticas propicias para continuar y profundizar el desmantelamiento del patrimonio nacional y por lo tanto, la desnacionalización de México ante el predominio del capital financiero internacional y la subordinación del capital nacional ante las fuertes presiones de los principales países de la Unión Europea, el Japón y los Estados Unidos, cuyos objetivos geopolíticos y geoeconómicos es el constituir a México como un puente para la expansión y dominación de sus capitales empresariales y financieros en pugna hacia el resto de América Latina y de comunidades enteras de indígenas que aún no se encuentran insertos en la lógica omniabarcadora del mercado y del capital.  

La continuidad de las tendencias reflexionadas están llevando a extremos donde la inseguridad individual, social, nacional y mundial se hace presente, y se ahonda más con las luchas de todos contra todos y con el resurgimiento de los antiguos procesos colonialistas e imperialistas a través de la expansión, intervención y sojuzgamiento de la vida humana por el capital en todos los países del mundo. El detener estas tendencias implica romper con la lógica hegemónica del capital, implica constituir y organizar fuerzas sociales que se encuentren dispuestas a negociar tanto con el gobierno como con la iniciativa privada para encaminarnos a un régimen político, económico y jurídico que no conduzca a la profundización de las desigualdades sociales, y donde el Estado en cuanto a su papel en la economía debe seguir y redefinirse para contrarrestar la lógica de la ganancia y dar prioridad a la lógica de la necesidad; además, debe constituirse una regulación jurídica para que las empresas privadas puedan desenvolverse en un ámbito de relaciones mercantiles. La misma sociedad debe definir y valorar históricamente lo que será considerado como “interés público” y será sancionado jurídicamente como tal tras las distintas correlaciones de fuerzas en los procesos políticos y sociales. En cierta forma, lo que ha sucedido en Argentina se debió a una modificación de la valoración de la sociedad con respecto a los bienes y servicios públicos pues se juzgó que no debían seguir en manos del Estado sino que era necesario encargarse a empresas capitalistas privadas para mejorar su producción y distribución; con ello se cambió el “interés general” por componentes del mercado, es decir, por el “interés privado”; además de que las privatizaciones en ese país se llevaron a cabo sin resistencias y oposición de la sociedad puesto que estas ya habían sido controladas, perseguidas, reprimidas y hasta desaparecidas durante el régimen de las dictaduras militares entre los años de las décadas de 1970 y 1980; en cierta forma, estos regímenes autoritarios instaurados en Sudamérica brindaron las condiciones necesarias tras limpiar el camino para instrumentar posteriormente desde principios de la década de los 90’s las políticas económicas neoliberales.

“El verdadero límite de la producción capitalista lo es el propio capital”[21]; pero la vida es el límite absoluto del capital, al destruirse la vida humana tal como está sucediendo hoy en día se destruirá el mismo capital. La destrucción ecológica y la destrucción de la vida humana es la destrucción de la misma sociedad, al ser destruida esta, no existirá el capital. Se da una contradicción entre la misión histórica del capitalismo (aumento de la producción y de la ganancia) y las relaciones sociales de producción que de él emanan (expropiación y empobrecimiento de la masa de productores directos). Es decir, el modo de producción capitalista tras su ceguera que persigue sólo la obtención de la ganancia por la ganancia no se ha dado cuenta que la vida humana es la condición absoluta del capital, por lo que su aniquilación destruye al capital; entonces surge como limitante el hecho de que la muerte de la vida humana es la liquidación del mismo capital, y peor aun, de la misma humanidad. El desgarramiento de la vida humana en la miseria y en el hambre de la mayoría de la humanidad, así como la privatización de los bienes y servicios públicos, además de la conciencia de los sujetos proporcionan clara constancia de ello. 

 

 

Referencias y recomendaciones bibliográficas:

 

- Apuntes y reflexiones de la cátedra de Relaciones Internacionales Contemporáneas en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de                 la U.N.A.M. impartida por el profesor Juan María Alponte.

- Apuntes del Tercer Foro del Agua titulado “Agua para el siglo XXI”, organizado por la Escuela Nacional de Estudios Profesionales (E.N.E.P.) Aragón de la U.N.A.M., el Centro Tecnológico Aragón y el Colegio de Ingenieros Geólogos de México A. C., Ciudad Nezahualcoyotl, Estado de México, 15 de junio de 2000. 

- Datos proporcionados por el Conteo de Población y Vivienda, 1995, realizado por el Instituto Nacional de Estadística Geografía e      Informática (I.N.E.G.I.).

- Dussel, Enrique, “Ética de la Liberación”, España, Editorial Trotta, Segunda Edición, 1998, 661 pp.

- González Casanova, Pablo, “Los indios de México hacía el nuevo milenio”, en La Jornada, 9 de septiembre de l998, p.12.

- Guillen, Arturo, “Balance de la privatización en México”, Iztapalapa 38, extraordinario de 1996.  

- Lenin, Vladimir I., “El imperialismo, fase superior del capitalismo”, China, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Primera Edición,    1966, 169 pp.

- Marx, Carlos, “El Capital (Crítica de la Economía Política)”, Tomo I de III, México, Fondo de Cultura Económica, Segunda Edición en español, 1984, 769 pp.

- Marx, Carlos, “El Capital (Crítica de la Economía Política)”, tomo III, México, Fondo de Cultura Económica, Segunda Edición en    Español, 1985, 953 pp.

- Marx, Carlos y Engels, Federico, “Manifiesto del partido comunista”, México, editorial Fontamara, primera edición, 1988, 61 pp. Además de: http://www.marxists.org/archive/noneng/espanol/marx/48-manif.htm

- Pírez, Pedro, “Servicios urbanos, regulación social y privatizaciones en la ciudad de Buenos Aires”, en la revista Sociedad editada por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Argentina, número 11, agosto de 1997, p. 103-123.

- Saxe-Fernández, John “Globalización e imperialismo” en “Globalización: crítica a un paradigma”, coordinado por John Saxe-Fernández, México, Editorial UNAM, Instituto de Investigaciones Económicas, Dirección General de Apoyo al Personal Académico, Plaza Janés, Primera Edición, 1999, pp. 9-68.

- Valenzuela Feijóo, José, “Cinco dimensiones del modelo neoliberal”, en la revista Política y cultura editada por la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco (U.A.M.-X.), número 8,  primavera 1997.

- Yocelevzky, Ricardo A., “Privatizaciones, ideología y modelo de desarrollo”, Iztapalapa 38, extraordinario de 1996.

 

 

NOTAS:

 

 

 



[1] El globalismo pop es un discurso hegemónico cuyo objetivo principal es la justificación de las crecientes injusticias y desigualdades (concentración de la riqueza, extensión de la pobreza, polarización, etc.) mediante la afirmación de que estas son resultados inevitables de la globalización y ante los cuales no existen alternativas; se ocultan las reflexiones acerca de que la globalización se inscribe en el contexto de las relaciones internacionales económicas y políticas con grandes ventajas para los países desarrollados. Este mismo discurso promueve las ideas de que se ha establecido una economía-mundo autorregulada y ajena a controles políticos.    

[2] John Saxe-Fernández, “Globalización e imperialismo” en “Globalización: crítica a un paradigma”, coordinado por John Saxe-Fernández, México, Editorial UNAM, Instituto de Investigaciones Económicas, Dirección General de Apoyo al Personal Académico, Plaza Janés, Primera Edición, 1999, pp. 10 y 11.

[3] Pablo González Casanova, “Los indios de México hacía el nuevo milenio”, en La Jornada, 9 de septiembre de l998, p.12.

 

[4]Síntesis extraída de: Enrique Dussel, “Ética de la Liberación”, España, Editorial Trotta, Segunda Edición, 1998, 661 pp.

[5]Apuntes y reflexiones de la cátedra de Relaciones Internacionales Contemporáneas en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la U.N.A.M. impartida por el profesor Juan María Alponte. 

 

[6] Ejemplo de estos procesos es la futura fusión, aunque ya en tramite, de la firma de internet America Online con ventas anuales por 4 mil 800 millones de dólares, y la empresa de telecomunicaciones Time Warner con ventas por 26 mil 838 millones de dólares y con un capital acumulado por 350 billones de dólares. El futuro megacomplejo empresarial se llamará Aol Time Warner y abarcará las siguientes firmas de Time Warner: Time, CNN, Warner Bros, People, Sports Illustrated, HBO, Carton Network, Fortune, Warner Music Group, Entertainnnment Weekly y Looney Tunes; mientras que por parte de America Online se comprenden las siguientes: Compuserve, Netscape, ICQ, Digital City y Aol Moviefone. Los objetivos de esta fusión serán captar el dinero y tiempo de las personas, además de fomentar la difusión de la banda larga como la utilizada en el servicio de televisión por cable para aumentar los rendimientos de las transmisiones y la cantidad de información que se transmita. Time Warner cuenta con una red cableada que es del interés de America Online. Otro objetivo es desaparecer las distancias entre el uso de la televisión y el internet en cuanto a la similitud de sus contenidos. America Online (cuenta con 26 millones de suscriptores en el mundo) con esta fusión pretende atraer a 13 millones de suscriptores de Time Warner y sus canales de televisión por cable para que los clientes además puedan bajar de la red con rapidez todo tipo de contenidos (como películas, música, eventos deportivos, información, etc. en tercera dimensión). Los riesgos que se pueden correr con esta fusión son el acelerar la inflación de las acciones de internet al animarse otras empresas a hacer este tipo de transacciones (fusiones), además tal vez se vaya en contra de la pluralidad y la ética al concentrarse la información, se condicionen valores de miles de millones de personas, se ve amenazada la diversidad en el internet, los foros alternativos de expresión y difusión, y la existencia de muchos proveedores pequeños. El internet quedará relegado a distribuidor alternativo de contenido en relación con los medios tradicionales. Se corre el riesgo también de que la programación de Time Warner sea excesivamente comercial, frívola, complaciente y de interés general con lo cual la creatividad del productor se verá limitada y la imaginación del receptor también. El fusionar los intereses lucrativos exacerbados con los intereses informativos puede resultar perjudicial y generar conflictos. El bombardeo de comerciales estará estratégicamente dirigido a sectores específicos del mercado. Se corre el riesgo de constituir un órgano de control dictatorial al concentrar tanta información sobre sus usuarios.

[7] Carlos Marx, “El Capital (Crítica de la Economía Política)”, Tomo I de III, México, Fondo de Cultura Económica, Segunda Edición en español, 1984, p. 103.

[8] Citas textuales extraídas de: Carlos Marx y Federico Engels, “Manifiesto del partido comunista”, México, editorial Fontamara, primera edición, 1988, 61 pp. Además de: http://www.marxists.org/archive/noneng/espanol/marx/48-manif.htm (Las cursivas son mías).

[9] Vladimir I. Lenin, “El imperialismo, fase superior del capitalismo”, China, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Primera Edición, 1966, pp. 111, 112 y 113

[10] El valor es la capacidad de intercambio de los productos y como unidad será la medida de los fenómenos económicos. Los “valores de uso” son las características físicas de los productos y su capacidad para satisfacer las necesidades humanas; es una relación cualitativa que incorpora el trabajo aplicado a lo largo del proceso de producción. Un ejemplo de “valor de uso” es cualquier prenda de vestir cuyas características físicas son: una tela tejida de tal forma que se acondicione al cuerpo humano con el fin de satisfacer la necesidad de protección inmediata del cuerpo, protección ejercida con respecto al frío, el calor, el polvo, las partículas suspendidas en la atmósfera; o bien, protección  de los órganos genitales y demás partes sexuales para evitar el pudor. En síntesis, la necesidad inmediata es la protección del cuerpo humano con respecto a las condiciones medioambientales; la satisfacción de dicha necesidad sólo se logrará con determinadas características físicas de la mercancía. El “valor de uso” es la utilidad condicionada por las propiedades físicas de la mercancía, se efectiviza en el consumo y es el contenido material de la riqueza 

[11] El “valor de cambio” se presenta como una relación cuantitativa al expresar el tiempo de trabajo invertido en la elaboración del producto; es la primera aproximación para expresar numéricamente el valor de lo creado; es el intercambio de los “valores de uso” con determinadas características físicas por otros “valores de uso”, lo cual varía de un tiempo y espacio a otros. El tiempo de trabajo socialmente necesario es el utilizado para producir los “valores de uso” en condiciones normales de producción vigentes en una sociedad, la cantidad de este trabajo determina la magnitud del valor (todas las mercancías que se producen en el mismo tiempo de trabajo cuentan con el mismo valor, es decir, al intercambiarse la mercancía se entregará por ella otro valor que entrañe el mismo tiempo de trabajo socialmente necesario, lo cual puede ser cacao, oro, dinero, etc.).

[12] El mercado debe entenderse como una serie de entes concretos y no abstractos que entrañan intereses determinados principalmente por las corporaciones empresariales y que son impuestos de manera vertical al resto de la sociedad a través de la publicidad y la incitación al consumismo exacerbado. Con esta idea se rompe el mito de que  una “mano invisible” es quien controla al mercado.

[13] Síntesis extraída de: José Valenzuela Feijóo, “Cinco dimensiones del modelo neoliberal”, en la revista Política y cultura, editada por la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco (U.A.M.-X), número 8, primavera 1997, pag. 15.

[14] José Valenzuela Feijóo, op. cit., p. 9.

[15] José Valenzuela Feijóo, op. cit., pp. 15, 16 y 17.

[16] Síntesis extraída de: Arturo Guillen, “Balance de la privatización en México”, Iztapalapa 38, extraordinario de 1996.  

[17] Ricardo A. Yocelevzky, “Privatizaciones, ideología y modelo de desarrollo”, Iztapalapa 38, extraordinario de 1996, p. 40.

[18] Pedro Pírez, “Servicios urbanos, regulación social y privatizaciones en la ciudad de Buenos Aires”, en la revista Sociedad editada por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Argentina, número 11, agosto de 1997, p. 114.

[19] Ibid, p. 115.

[20] Datos proporcionados por el Conteo de Población y Vivienda, 1995, realizado por el Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (I.N.E.G.I.).

 

[21] Carlos Marx, “El Capital (Crítica de la Economía Política)”, tomo III, México, Fondo de Cultura Económica, Segunda Edición en Español, 1985, p. 248.