Globalización y privatización:
Dos procesos de desnacionalización (Primera Parte). No se engañen cuando
US$1.5 Trillones de dólares se mueven cada día alrededor del mundo, la
posibilidad para la inestabilidad es grande. No se culpen a ustedes mismos. La situación es
peor de lo que pudo haber sido, debido a la volatilidad y al tamaño de la crisis
financiera. (William Jefferson
Clinton, en The Financial Times, 24 de noviembre de 1998). Uno debe tener la
valentía de mantener un ojo abierto a los horrores de los crímenes humanos y los desastres
naturales. Pero uno debe ser honesto y mantener el segundo ojo abierto
a las maravillas del mundo: la sonrisa de un bebé, la alegría de una joven pareja,
las estrellas, los glaciares y los bosques. (El Abate Pierre). Introducción. El presente trabajo tiene como
objetivos el correlacionar los fenómenos de la globalización y la privatización
a la luz de algunos conceptos de la economía política y del enfoque
estructuralista o convencional de la economía para poder comprender procesos
como las nuevas relaciones sociales y de poder, las falacias ideológicas en las
que caen los promotores de ambos fenómenos ante su inconsistencia teórica, los
antecedentes y condiciones sobre los cuales han sido instrumentados en México,
así como las depauperaciones sociales derivadas. De igual manera, retomaremos
algunos postulados de Carlos Marx y de Vladimir I. Lenin para analizar la fase
actual del capitalismo global (aunque tomaremos en cuenta las limitaciones de
estas teorías al aplicarse en la explicación de fenómenos presentes).
Analizaremos el fenómeno de la globalización a partir del tratamiento paradigmático
y la desmitificación de sus falacias; para el caso del fenómeno de la
privatización retomaremos el análisis del modelo político-económico neoliberal
o neoclásico. El ensayo
sobre la globalización, la privatización y sus correlaciones lo haremos fundamentalmente
desde la ciencia económica, aunque no dejaremos de lado los planteamientos de
la historia, de la sociología, de la ciencia política y de las relaciones
internacionales. Ya entrando en materia. El
mundo de los últimos años se ha debatido constantemente en la incertidumbre de
un discurso ideológico que hoy en día predomina con el nombre de globalización.
Este término ha sido proclamado con excesiva euforia, aplicado como una nueva
forma de enajenación y dominación ideológica al caer en falacias que carecen de
sustento
histórico-empírico-teórico-conceptual, y al asumirse con banalidad y
superficialidad. A decir de sus promotores, la
globalización suele presentarse como un proceso “novedoso, prometedor y salvador de
los maleficios de la humanidad”; desde la perspectiva de la sociología del
conocimiento, “...el estudio de la globalización como ideología permite encarar
el extremismo del discurso globalista sintetizado en una ‘sabiduría
convencional’ cimentada y fomentada por poderosas fuerzas e intereses,
habiéndosele instalado entonces como un paradigma montado sobre varias
falacias, mitos o slogans, como que
es un fenómeno nuevo, homogéneo y homogeneizante que conduce a la democracia, el
progreso y el bienestar universal; que acarrea la desaparición progresiva del
Estado y que los actuales procesos de regionalización, tipo Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (TLCAN), o son consecuencia de la globalización o
inevitablemente conducen a ella. En México el globalismo pop[1]
fue usado en la campaña oficial de promoción populista del TLCAN, vendido a la
población como el instrumento para ingresar, por la puerta grande de Estados
Unidos, al primer mundo. También se difunde y se promueve la idea de que la
soberanía y el ámbito económico de lo nacional es un anacronismo en un mundo
interdependiente; que el TLCAN, junto con el programa de privatizaciones y de
creciente desregulación financiera, son producto de fuerzas estructurales externas,
de necesidades económicas y no de opciones políticas. Un ingrediente importante
de este ‘paradigma’, en el que tanto los críticos como los defensores de la
inversión extranjera directa a menudo coinciden, ha sido la creencia de que se
ha gestado un poderoso mercado global que rápidamente está haciendo obsoletas
las fronteras nacionales y, además, que las corporaciones multinacionales se
han erigido en un actor autónomo en las relaciones económicas internacionales.
Este discurso ofrece una interpretación errónea a partir de hechos
comprobables, como el aumento de los intercambios mundiales, el arribo de
nuevas tecnologías y la continua ampliación geográfica e integración vertical
de las operaciones internacionales de las corporaciones multinacionales”[2]. El
Doctor Pablo González Casanova aborda el fenómeno de la siguiente manera: “Tenemos que pensar que la globalización es un proceso de
dominación y apropiación del mundo. La dominación de Estados y mercados, de
sociedades y pueblos, se ejerce en términos político-militares,
financiero-tecnológicos y socio-culturales. La apropiación de los recursos
naturales, la apropiación de las riquezas y la apropiación del excedente
producido se realizan --desde la segunda mitad del siglo XX-- de una manera
especial, en que el desarrollo tecnológico y científico más avanzado se combina
con formas muy antiguas, incluso de origen animal, de depredación, reparto y
parasitismo, que hoy aparecen como fenómenos de privatización,
desnacionalización, desregulación, con transferencias, subsidios, exenciones,
concesiones, y su revés, hecho de privaciones, marginaciones, exclusiones,
depauperaciones que facilitan procesos macrosociales de explotación de
trabajadores y artesanos, hombres y mujeres, niños y niñas. La globalización se
entiende de una manera superficial, es decir, engañosa, si no se le vincula a
los procesos de dominación y de apropiación”[3]. Enrique Dussel
lo explica de la siguiente forma: Para entender la lógica de la globalización
en su fase actual se parte de la concepción del sistema-mundo, es decir, del sistema interregional (si por región se entiende una alta
cultura o sistema civilizatorio, por ejemplo: China, India, Mesopotamia, etc.)
en su fase actual, mundial, global o planetaria, resultado de un proceso de
cuatro estadios: a) en el primer estadio, el sistema interregional estaba
conformado por la estructura de las relaciones de la región
egipcio-mesopotámica, mientras la India, China y América aún no estaban
directamente conectados; b) en el segundo estadio, el sistema interregional
creció comprendiendo desde el mar Mediterráneo y el norte del África hasta el
Medio Oriente, la India y la China a través de las estepas euroasiáticas,
hegemonizando o teniendo por centro-conector el mundo persa o el helenístico;
c) en el tercer estadio, el mundo cristiano, el bizantino primero y el musulmán
después reemplazan al helenístico y juegan el papel de enganche en todo el
sistema (desde la China y la India hasta el mar Mediterráneo); d) en el cuarto
estadio, la Europa periférica reemplaza al mundo musulmán-turco y conforma el
primer sistema-mundo, colocando a América como su primera periferia al
colonizarla. Por centro entendemos a los países o regiones con horizontes
culturales determinados por su posición hegemónica dentro del sistema-mundo,
mientras el resto de los países y regiones son marginados y explotados, por lo
tanto, son periféricos. Hoy en día el centro del sistema-mundo o fase actual de
la globalización, lo constituyen la Europa Occidental, Estados Unidos y Japón, mientras
que continentes como África, regiones como América Latina y países como México
son periferia[4]. A decir de Juan
María Alponte, la globalización tal como se presenta hoy en día, es resultado
de los procesos de privatización de los imperios tras la presión ejercida por
las guerras de liberación desarrolladas a partir de 1945 (ejemplo de estas es
la India y el movimiento pacifista y sus métodos pasivos de resistencia
encabezados por Mahatma Gandhi, además de algunos países asiáticos y
africanos), con lo cual se dio una aparente descolonización que trajo la
finalización del imperialismo clásico (dominación directa mediante la invasión
militar y la ocupación de territorios para explotar las materias primas) y el
tránsito a una dominación indirecta a través del monopolio mundial del poder
económico. La privatización de los imperios es un proceso de redefinición de la
dominación de los países industrializados sobre las excolonias caracterizado
por la transferencia de los costos (tanto políticos como económicos) a las
naciones “independientes” y su dependencia posterior a los centros hegemónicos
reales. Estos países lograron su “independencia política”, pero los problemas
económicos no se hicieron esperar, las estructuras sociales de tipo feudal aun
predominaban, no se contaba con un desarrollo de la infraestructura industrial
pues sólo fueron útiles a los colonizadores para la extracción de materias
primas, por lo que nunca estuvieron a la altura de las condiciones de los
países industrializados[5].
En términos históricos y económicos, al verse saturados los
mercados por bienes homogéneos derivados de la producción a escala surgió la
necesidad de buscar nuevos mercados tanto en los países subdesarrollados como
en los que se aprestaban a abandonar el supuesto socialismo, y profundizar en
los ya existentes mediante la homogeneización de los mercados, impulsándose de
esta forma la globalización comercial y las estrategias empresariales que se
encaminarían a la producción y comercialización de bienes diversificados en
ciclos cortos y fraccionados. A finales del siglo XIX y principios del siglo XX
al estar en crecimiento el capitalismo global, crece también la competencia,
pero ante la Gran Crisis de 1929 se pierden estas condiciones pues cae la
producción y el empleo, por lo que las tesis keynesianas son aplicadas para que
el gobierno intervenga y active la economía, pero es a partir del fin de la
Segunda Guerra Mundial en que esta crece tras el impulso que imprimen los
países vencidos en la guerra (Alemania y Japón) al no fabricar armamento y sí
dedicarse a la producción manufacturera y al desarrollo de tecnología. Es en
los 70’s cuando surgen las crisis energética (incremento en los precios del
petróleo), política, social, estudiantil y sobretodo económica (ante la recesión
económica los países tanto desarrollados como subdesarrollados adquieren y
multiplican la deuda externa), ante ello se producen discursos ideológicos que
lanzan la consigna de que el gobierno empresario no impulsaba el crecimiento de
la economía, por lo que era necesario liberarla, desregularla y dejarla en
“manos del mercado”. El mundo ya no resistía una guerra más por la situación de
tensión derivada de la guerra fría y la movilización de armamento atómico y
nuclear por lo que se tiende a protagonizar una guerra de carácter económico en
la cual la privatización de los bienes y servicios públicos jugará un papel
importante con la intención de que el gobierno no fuese productor y
subsidiador, dejándolo todo en manos del mercado, es decir, de la confluencia
de la oferta (flujo real) y la demanda (flujo nominal). De esta forma, la
globalización como nueva etapa mundial del capitalismo tiene como objetivos la
maximización de las ganancias en el menor tiempo y con los menores costos en la
inversión, de tal modo que como lógica actual del capital tiene como primacía
los valores puramente individuales y del mercado por encima de la solidaridad y
la vida comunitaria. Las condiciones en que se presenta la globalización hoy en
día fueron estudiadas y diseñadas desde los centros de poder político y
económico hegemónicos ante la crisis profunda que ha vivido el modo de
producción capitalista y de la cual no ha podido salir desde la década de los
70’s. Si bien, la globalización se presenta como un fenómeno irreversible en
tanto significa la mundialización de las relaciones humanas, como economía en
expansión por el mundo no se propone vencer las adversidades de la sociedad
humana, pues el principal interés se centra en el desarrollo de los
procedimientos tecnológicos para apuntalar los avances en la informática y las
comunicaciones para extender por todos los rincones del mundo como tentáculo
invasor los mecanismos de explotación y despojo que contribuyan a la
acumulación del capital (sobretodo de carácter financiero) tras la
transferencia de la riqueza de los países empobrecidos a los países
desarrollados, lo cual ha destilado su líquido corrosivo por las distintas
sociedades del mundo no sólo pobres sino hasta en las avanzadas, a través de
consecuencias sociales tales como la concentración extrema de la riqueza en
pocas manos a costa de la marginación y depauperación de los más, además del
rompimiento del equilibrio ecológico, del hábitat humano y del agotamiento de
los recursos naturales tanto renovables como no renovables tras el consumismo
exacerbado y sin fronteras. Las contradicciones internas del sistema
capitalista globalizado no sólo se han limitado a estos ámbitos sino que
también ha llegado ya a lo político y a lo cultural. Todo esto disfrazado
ideológicamente con la expansión mundial de la industria del entretenimiento
que busca cierta estandarización en la cultura de masas[6].
Sin duda, esta es la lógica impuesta por la globalización en nombre de la
“Razón y la libertad”, que como principios filosófico-éticos, la Razón ha sido
degradada a su carácter dominador, instrumental, calculador y adorador de la
cantidad; en tanto que el discurso de la libertad se ha convertido en las
cadenas de opresión del mismo ser humano ante las exigencias de un consumo
estandarizado cuyo poder totalitario es disfrazado por la publicidad cuya
custodia, control, persuasión y dominación resultan intangibles ante sus
objetivos o fines ocultos. El fenómeno de la globalización al ser entendido como un
proceso de expansión de los flujos comerciales mediante la apertura de mercados
en el mundo, y al señalarse los grandes cambios en la estructura y la dinámica
del intercambio de mercancías en el terreno de la ingeniería financiera y la
desregulación; y la mayor libertad de movimiento de capitales, no es para nada
novedoso; Carlos Marx a mediados del siglo XIX analizaba el acontecimiento de
la siguiente forma: “La circulación de mercancías es el punto de arranque del
capital. La producción de mercancías y su circulación desarrollada, o sea, el
comercio, forman las premisas históricas en que surge el capital. La biografía
moderna del capital comienza en el siglo XVI, con el comercio y el mercado
mundiales”[7].
En otro texto Carlos Marx y Federico Engels haciendo un análisis sobre la
burguesía y su expansión global a través del mercado mundial nos dicen en 1848: “El
descubrimiento de América, la circunnavegación de Africa abrieron nuevos
horizontes e imprimieron nuevo impulso a la burguesía. El mercado de China y de
las Indias orientales, la colonización de América, el intercambio con las
colonias, el incremento de los medios de cambio y de las mercaderías en
general, dieron al comercio, a la navegación, a la industria, un empuje jamás
conocido, atizando con ello el elemento revolucionario que se escondía en el
seno de la sociedad feudal en descomposición. El régimen
feudal o gremial de producción que seguía imperando no bastaba ya para cubrir
las necesidades que abrían los nuevos mercados. Vino a ocupar su puesto la
manufactura. Los maestros de los gremios se vieron desplazados por la clase
media industrial, y la división del trabajo entre las diversas corporaciones
fue suplantada por la división del trabajo dentro de cada taller. Pero los mercados seguían dilatándose, las
necesidades seguían creciendo. Ya no bastaba tampoco la manufactura. El invento
del vapor y la maquinaria vinieron a revolucionar el régimen industrial de
producción. La manufactura cedió el puesto a la gran industria moderna, y la
clase media industrial hubo de dejar paso a los magnates de la industria, jefes
de grandes ejércitos industriales, a los burgueses modernos. La gran industria creó el mercado mundial, ya
preparado por el descubrimiento de América. El mercado mundial imprimió un
gigantesco impulso al comercio, a la navegación, a las comunicaciones por
tierra. A su vez, estos progresos redundaron considerablemente en provecho de
la industria, y en la misma proporción en que se dilataban la industria, el
comercio, la navegación, los ferrocarriles, se desarrollaba la burguesía,
crecían sus capitales, iba desplazando y esfumando a todas las clases heredadas
de la Edad Media. Espoleada
por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus productos, la burguesía
recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas partes, establecerse en todas
partes, crear vínculos en todas partes. Mediante la
explotación del mercado mundial, la burguesía ha dado un carácter cosmopolita a
la producción y al consumo de todos los países. Con gran sentimiento de los
reaccionarios, ha quitado a la industria su base nacional. Las antiguas
industrias nacionales han sido destruidas y están destruyéndose continuamente.
Son suplantadas por nuevas industrias, cuya introducción se convierte en
cuestión vital para todas las naciones civilizadas, por industrias que ya no
emplean materias primas indígenas, sino materias primas venidas de las más
lejanas regiones del mundo, y cuyos productos no sólo se consumen en el propio
país, sino en todas las partes del globo. En lugar de las antiguas necesidades,
satisfechas con productos nacionales, surgen necesidades nuevas, que reclaman
para su satisfacción productos de los países más apartados y de los climas más
diversos. En lugar del antigua aislamiento y la autarquía de las regiones y
naciones, se establece un intercambio universal, una interdependencia universal
de las naciones. Y esto se refiere tanto a la producción material, como a la
intelectual. La
burguesía ha sometido el campo a la ciudad. Ha creado urbes inmensas; ha
aumentado enormemente la población de las ciudades en comparación con la del
campo, substrayendo una gran parte de la población al idiotismo de la vida
rural. Del mismo modo que ha subordinado el campo a la ciudad, ha subordinado
los países bárbaros o semibárbaros (periféricos
y semiperiféricos) a los países civilizados (centrales o metropolitanos), los pueblos campesinos a los pueblos
burgueses, el oriente al occidente”[8]. A pesar de
la lejanía en el tiempo del análisis realizado por Carlos Marx y Federico Engels,
gran parte de las dinámicas que sigue en la actualidad el capitalismo
globalizado y la clase social que lo instrumenta y concentra el capital (la
burguesía) tienen ciertas similitudes con lo que ellos analizaban, aunque
también hoy en día se muestran muchas redefiniciones. Lo curioso del caso es
que esa falacia de que la globalización es un fenómeno nuevo cae por su propio
peso ante la historia. Vladimir I. Lenin, otro clásico en el estudio del
capitalismo mundial y sus relaciones con el imperialismo de principios del
siglo XX nos dice: “El
imperialismo ha surgido como desarrollo y continuación directa de las
propiedades fundamentales del capitalismo en general. Pero el capitalismo se ha
trocado en imperialismo capitalista únicamente al llegar a un cierto grado muy
alto de su desarrollo, cuando algunas de las propiedades fundamentales del
capitalismo han comenzado a convertirse en su antítesis, cuando han tomado
cuerpo y se han manifestado en toda la línea los rasgos de la época de
transición del capitalismo a una estructura económica y social más elevada. Lo
que hay de fundamental en este proceso, desde el punto de vista económico, es
la sustitución de la libre concurrencia capitalista por los monopolios
capitalistas. La libre concurrencia es la propiedad fundamental del capitalismo
y de la producción de mercancías en general; el monopolio se halla en oposición
directa con la libre concurrencia, pero ésta última se ha convertido a nuestros
ojos en monopolio, creando la gran producción, eliminando la pequeña,
reemplazando la gran producción por otra todavía mayor, llevando la
concentración de la producción y del capital hasta tal punto, que de su seno ha
surgido y surge el monopolio: cartels, sindicatos, trusts, y, fusionándose con
ellos, el capital de una docena escasa de bancos que manejan miles de millones.
Y al mismo tiempo, los monopolios, que se derivan de la libre concurrencia, no
la eliminan, sino que existen por encima y al lado de ella, engendrando así una
serie de contradicciones, razonamientos y conflictos particularmente agudos. El
monopolio es el tránsito del capitalismo a un régimen superior. Si fuera
necesario dar una definición lo más breve posible del imperialismo, debería
decirse que el imperialismo, es la fase monopolista del capitalismo. Una
definición tal comprendería lo principal, pues, por una parte, el capital
financiero es el capital bancario de algunos grandes bancos monopolistas
fundido con el capital de los grupos monopolistas de industriales y, por otra,
el reparto del mundo es el tránsito de la política colonial, que se expande sin
obstáculos en las regiones todavía no apropiadas por ninguna potencia
capitalista, a la política colonial de dominación monopolista de los
territorios del globo, enteramente repartido. Conviene dar una
definición del imperialismo que contenga sus cinco rasgos fundamentales
siguientes, a saber: 1) la concentración de la producción y del capital llegada
hasta un grado tan elevado de desarrollo, que ha creado los monopolios, que
desempeñan un papel decisivo en la vida económica; 2) la fusión del capital
bancario con el industrial y la creación, sobre la base de este ‘capital
financiero’, de la oligarquía financiera; 3) la exportación de capital, a
diferencia de la exportación de mercancías, adquiere una importancia
particular; 4) la formación de asociaciones internacionales monopolistas de
capitalistas, las cuales se reparten el mundo, y 5) la terminación del reparto
territorial del mundo entre las potencias capitalistas más importantes. El
imperialismo es el capitalismo en la fase de desarrollo en la cual ha tomado
cuerpo la dominación de los monopolios y del capital financiero, ha adquirido
una importancia de primer orden la exportación de capital, ha empezado el
reparto del mundo por los trusts internacionales y ha terminado el reparto de
todo el territorio del mismo entre los países capitalistas más importantes”[9]. En síntesis, Lenin conceptualiza al fenómeno del
imperialismo como el predominio del capital financiero internacional por encima
del capital industrial y productivo nacional. Hoy en día esas tendencias se
repiten en el contexto de la aguda crisis del modo de producción capitalista,
pues sólo el 2% de los movimientos de capital se destina al intercambio de
bienes y servicios en el mundo, gran parte del capital se liquida asumiendo la
forma de activos financieros y se
destina a la articulación de redes financieras mundiales mediante una serie de
mensajes cifrados vía internet de una bolsa de valores a otra. La acumulación
del capital actualmente se realiza sobre la fuente del conocimiento y el
desarrollo de la informática, la computación y las comunicaciones instantáneas
y a larga distancia. Aunque la producción ya no se enfoca predominantemente a
los bienes materiales, las posibilidades de explotación laboral no han
disminuido sobretodo en los países pobres y dependientes, sino que se han
extendido a grandes sectores de la población alcanzando a mujeres y niños que
son insertados en las maquiladoras, todo esto bajo el lema de la productividad. El capital financiero
tiene como máxima expresión la especulación en los mercados de valores,
valiéndose de la movilidad internacional y la desregulación para obtener
ganancias en operaciones resultado de movimientos de estos recursos, sin
ninguna relación con la producción de “valores de uso”[10]
y menos aun con la producción de “valores de cambio”[11]
para la satisfacción de necesidades, además del aplastamiento de la inversión
social. La aguda crisis que ha vivido el modo de producción
capitalista en los últimos treinta años hace pensar que como organización y
formación social se encamina al desfiladero de la disolución; sin embargo, la
globalización en su fase actual como proyecto representa un respiro y una
aspiración para fomentar la gestión cotidiana de la crisis. Es decir, la
mundialización de las mercancías y su inserción hasta en los lugares más
recónditos del planeta no sólo en cuanto a su consumo sino también en cuanto a
su producción sustentada en relaciones casi de tipo esclavista como en el caso
de las maquiladoras y su ensanchamiento en la fabrica global retardan la agonía
del capitalismo. Su principal fracaso
como formación social se centra no tanto en lo económico sino en el plano de lo
político al no actualizar la promesa de asegurar la reproducción social de la
vida humana en el plano de la libertad, y en la imposibilidad de impulsar un
discurso democrático, una sociedad incluyente y una prosperidad económica. La
constante violencia que impulsa se hace mas que evidente día a día, y ante ello
el proceso de des-socialización y su reducción a la nada del medio ambiente y
de la vida humana acelera sus ritmos y
tendencias. Este caos generalizado y apocalíptico del mundo se presenta sin
mediación alguna del poder político debido a la redefinición que han sufrido
las instituciones del Estado Liberal. El Estado como forma de organización
de lo social bajo el ejercicio del poder fundado en la relación
mandato-obediencia ha tendido a la desatención de esos fines en nombre del
mercado; si bien toda sociedad requiere de mecanismos “naturales” de poder
basados en esta relación, en la realidad nos encontramos con una sociedad
desagregada, colapsada y asediada por la catástrofe política de la ausencia de
poder. El descrédito del Estado como conjunto de instituciones que impulsan el
orden de las sociedades se ha profundizado ante la reconversión de la política
en objeto comercial y ante la mercantilización y privatización de la ”cosa pública” por parte de los gobiernos
y las cúpulas dirigentes de estas instituciones. El mercado[12]
como un poder real en la sociedad ejerce su dominación de manera despótica,
excluyente y represiva extendiéndose de manera imperial sin cesar a todas las
relaciones humanas, reproduciendo los estándares del miedo, la inseguridad, la
competencia despiadada y la violencia entre los individuos. Conjuntamente con
el aparato gubernamental-guardián-policiaco-militar buscan legitimarse y
disfrazar sus intereses al tratar de contener los bolsones de pobreza, a los
enfermos, a los “bárbaros”, a las étnias y a todos aquellos grupos sociales que
rechazan las mercancías capitalistas. Sin embargo, esta contención es impulsada
por el miedo inculcado y del cual se alimenta todo poder, miedo que se instala
como ley, como ley del más fuerte y sin esencia jurídica. El desmoronamiento del capitalismo y su
manifestación omniabarcadora (la globalización financiera) tienen su origen en
las relaciones de poder que han conducido a un estado casi terminal de lo
social y de la vida humana como máxima manifestación de este. La violencia
desarrollada en la sociedad al ser introducida en el discurso y en los medios
masivos de difusión comercial como la televisión busca generar y reproducir el
miedo entre los individuos y evadirlos de la crisis política del capitalismo y
del Estado liberal. Esta violencia ha entrado a un estado primitivo donde todos
luchan contra todos con los únicos objetivos de preservar primero la vida y
después la propiedad; dicha violencia proviene de las injustas relaciones de
poder instaladas por el modo de producción capitalista, además de los
mecanismos de producción que ejercen la explotación e incluso dan muerte al
trabajador, ya no se diga la evidente incapacidad que se tiene para socializar.
Esa violencia generada por los sistemas económico y político es necesaria para
su reproducción y alargamiento de su agonía, es el fundamento actual de su
existencia, tal como se ve en las tendencias de la economía estadounidense al
ser sostenida en la producción armamentista, pues como “economía de guerra” requiere
de los estallidos violentos en el mundo para comerciar sus armas e intervenir
militarmente. Las sociedades ya no cuentan con un poder político
representante del bien común y del interés general, sino que existen gobiernos
ligados a las cúpulas empresariales nacionales y extranjeras que se encargan de
desintegrar los vínculos comunitarios y de reconvertir los bienes y servicios
públicos en mercancías tras fuertes procesos de desagregación y
desnacionalización de dichas sociedades. Globalización y privatización:
Dos procesos de desnacionalización (Segunda y Última Parte). Estamos pasando por una
transformación que modificará el sentido de la política y la economía en el
siglo venidero. No existirán productos ni
tecnologías nacionales, ni siquiera industrias nacionales. Ya no habrán
economías nacionales, al menos
tal como concebimos hoy la idea. Lo único que persistirá dentro de las
fronteras nacionales será la población que
compone un país. Los bienes fundamentales de una nación serán la capacidad y
destreza de sus ciudadanos. La
principal misión política de una nación consistirá en manejarse con las fuerzas
centrífugas de la economía mundial que
romperán las ataduras que mantienen unidos a los ciudadanos –concediendo cada
vez más prosperidad a los más
capacitados y diestros, mientras los menos competentes quedarán relegados a un
más bajo nivel de vida. A medida que
las fronteras dejen de tener sentido en términos económicos, aquellos
individuos que estén en mejores condiciones de
prosperar en el mercado mundial serán inducidos a librarse de las trampas de la
adhesión nacional, y al proceder
de esta manera se desvincularán de sus colegas menos favorecidos. De todos modos, la idea
de un “mercado libre”, al margen de las leyes y decisiones políticas que el
mismo genera, es una pura fantasía.
El mercado no fue creado por Dios en alguno de los primeros seis días (al
menos, no directamente), tampoco
se mantiene por la voluntad divina. Es un artificio humano, la ingeniosa suma
de una serie de criterios acerca de
los derechos y responsabilidades individuales. ¿Cuáles son los tuyos? ¿Cuáles
son los nuestros? Y, ¿cómo definimos y
reaccionamos con respecto a las acciones que amenazan esos límites? ¿Por la
fuerza, el fraude, la extorsión o la
negligencia? ¿Qué deberíamos vender, y qué no? (¿Drogas? ¿Sexo? ¿Votos?
¿Bebes?) ¿Cómo podríamos hacer cumplir
esas decisiones, y qué castigos se deberían aplicar a los transgresores? A
medida que una nación formula y
acumula respuestas a esas preguntas, crea su propia versión del mercado. [Ambos párrafos son de:
Robert B. Reich (Ministro de Trabajo de Bill Clinton), en “El trabajo de las
naciones”, 1992]. El mentado fenómeno de la globalización
en el caso de los países autoritarios, débiles y empobrecidos como el nuestro,
una de las expresiones en que se traduce y se presenta es a través del
neoliberalismo (aunque sus manifestaciones y efectos también han llegado a los
países desarrollados), que viene a ser en la práctica un capitalismo con fines
privatizadores y de desmantelamiento del sector público para salvar la intensa
tendencia cíclica de la economía llamada crisis de la cual no ha podido salir
el modo de producción capitalista desde la década de los 70’s. Las características
de esta crisis global tanto económicas como políticas fueron analizadas en la
primera parte de este trabajo, al igual que las respuestas del capital ante
ella a través del fenómeno y discurso de la actual etapa de la globalización El
neoliberalismo es un desarrollo económico distinto al propuesto por los grandes
economistas clásicos; estos tenían una visión macro, dinámica y
estructuralista, concebían al mercado libre como uno de autentica libre
competencia, con movilidad de capitales y tendencia a la igualación de las
cuotas de ganancia ramales, atacaban a los grandes monopolios, su postura en
general fue radical y revolucionaria; mientras que los neoclásicos como Milton
Friedman, Hayek, Lucas, etc. tienen una visión micro, estática y no estructural,
defienden los mercados oligopólicos y los monopolios, y su postura es
conservadora y reaccionaria[13].
Pregonan también que el progreso económico solo se logra con la apertura de los
mercados y con la postura de los Estados ha dejar libres a los individuos para
que compitan, se promete un aumento de la productividad, y una generación de
riqueza sin poner trabas al mercado. En términos
políticos, el neoliberalismo como doctrina se basa en la democracia, en el
respeto a la libertad privada de los ciudadanos; tiene nula consideración en la
igualdad de los aspectos sociales de los individuos, una tendencia a que el
Estado no debe preocuparse por la asistencia social, la igualdad de
oportunidades, además de considerar de que el acceso a los bienes y servicios
sociales se logra sólo con el aumento de la riqueza. El
neoliberalismo como doctrina se ha impuesto tras la generación de una
mentalidad individualista que debe entrarle a la competencia rapaz que impera
en la sociedad; todo debe medirse en torno al dinero, a los propios intereses,
luchando unos contra otros sin contemplar la situación de las víctimas. En este
proceso se cuenta “...con el eficacísimo apoyo de la aplastante mayoría de los
medios de comunicación, con la relativa debilidad orgánica y política de las
fuerzas populares, y por último con el recurso de la violencia o coacción
estatal”[14]. Como
ideología, el neoliberalismo responde a los intereses de la clase y los países
dominantes. En la dimensión
de política económica, el neoliberalismo se ha presentado como un proceso de
desnacionalización tras una desregulación estatal y una privatización económica
en las que la intervención del Estado y la actitud a favor de la “espontaneidad
del mercado” supuestamente es para favorecer la libre competencia que en la
realidad no existe. Ha influido también la regulación de los salarios, las
políticas de relación externa, y el predominio del capital dinero de préstamo
que consiste en la apropiación hecha por el sector del capital de la masa de
plusvalía global generada por el sistema[15]. La
privatización como máxima expresión del neoliberalismo tiene como antecedentes
en México la añeja intervención del gobierno en la economía que viene desde la
consolidación del capitalismo en los últimos años del siglo XIX; en el caso de
la época histórica llamada Porfiriato se carecía de un sistema productivo
autónomo y de una burguesía industrial fuerte por lo que el gobierno asume
distintas actividades económicas, después de la lucha armada que derrocó al
régimen de Porfirio Díaz y que institucionalizó a una nueva cúpula en el poder
político fueron mayores sus funciones económicas y entonces se tuvo un recelo
hacia la inversión extranjera por el apoyo que habían entregado esos países al
gobierno Díaz para consolidar su dictadura. La construcción de infraestructura,
la instrumentación de nuevas pautas del sistema financiero y el impulso a
servicios sociales fue notable desde la década de los veinte. Con el gobierno
presidido por Lázaro Cárdenas se profundiza la reforma agraria, se nacionalizan
el petróleo y los ferrocarriles, se crea la Comisión Federal de Electricidad,
así como bancos estatales de desarrollo. Para impulsar la industrialización del
país mediante el modelo de sustitución de importaciones se hizo necesaria dicha
intervención, lo cual trajo estabilidad económica, salarios e ingresos
considerables y precios fijos en medio de un régimen político clientelar,
corporativo y autoritario. Ya para 1970 se contaba con 272 empresas
paraestatales, impulsándose la creación de empresas productoras de bienes
intermedios y bienes de capital. Es con la crisis estructural de la década de
los setenta como comienza a gestarse el agotamiento del modelo de sustitución
de importaciones, entonces la intervención gubernamental se profundiza ante la
debilidad de la inversión privada, para lo cual se requirió la elevación del
gasto público y el endeudamiento externo; las tasas de crecimiento se
mantuvieron altas pero la inflación, la inestabilidad y los desequilibrios
comerciales, monetarios y financieros no se hicieron esperar, entonces la
intervención mostró sus límites ante la crisis pues no se resolvieron las
contradicciones de la reproducción del capital. En estos años de crisis, las empresas
paraestatales crecieron de manera anárquica tras el acaparamiento de empresas
en banca rota y tras la combinación de proyectos de desarrollo industrial donde
intervenía tanto el gobierno como el sector privado, todo esto bajo la creencia
de que los ingresos petroleros vencerían las dificultades. En suma, es a partir
del sexenio presidido por Miguel de la Madrid Hurtado en que se inicia este
proceso de cambios profundos, aunque ya se tenía el intento protagonizado en el
gobierno de José López Portillo, en el que se puso en práctica la política
económica dictada por organismos financieros internacionales como el Fondo
Monetario Internacional consistente en la reducción del gasto gubernamental
para disminuir el endeudamiento público e impedir que los salarios suban al
ritmo de los precios, al tiempo que las empresas gozaban de amplia protección. La iniciativa
privada y los organismos financieros internacionales presionaron fuertemente
para instrumentar la privatización de las empresas, la cual se realizó en dos
tramos: el primero –centrado en fusiones, quiebras y venta- se llevó acabo
durante el gobierno de Miguel de la Madrid, en el cual desaparecieron 743
entidades del sector público de las 1155 existentes en 1982, mientras que pocas
fueron las privatizaciones durante este periodo presidencial. Durante el
gobierno de Carlos Salinas de Gortari se desincorporaron 191 empresas entre las
que se encontraban las más grandes y las más productivas. Sin embargo, ante la
corrupción que privó en este proceso y tras sus efectos negativos, las
políticas privatizadoras siguieron aplicándose en la administración de Ernesto
Zedillo, pues en 1995 se inició el proceso para transferir empresas de los
ramos energético, comunicaciones y transportes, servicios financieros y tecnología,
entre las que se pueden contar 61 plantas petroquímicas, puertos marítimos,
ferrocarriles, aerolíneas y aeropuertos. Las constantes
privatizaciones y el desmantelamiento del patrimonio nacional a través de este
modelo desnacionalizador tienen en la puerta de espera un proyecto complejo de
sometimiento al capital nacional y transnacional que va desde la privatización
de las fuentes energéticas como el petróleo y la electricidad, pasando por la
privatización de recursos naturales como el agua y las reservas ecológicas,
hasta llegar a la privatización de los patrimonios culturales y artísticos,
además de servicios públicos como la salud y la educación. La
privatización se ha visto influida por algunos factores condicionantes tales
como: es un proceso de dimensiones mundiales; es un proceso forzado por la
crisis estructural de la década de los setenta la cual exigía la desregulación;
el inicio de un modelo de acumulación caracterizado por la orientación del
sistema productivo hacia las exportaciones de manufacturas, la apertura
externa, la desregulación y la redefinición y no desaparición del papel
económico del gobierno para otorgársele mayor importancia al mercado; es un
proceso inscrito en otro proceso más amplio llamado Reforma del Estado y cambio
estructural de la economía[16]. Algunas
ideologizaciones que se presentan en torno al fenómeno de la privatización y
que no permiten la confrontación teórica pues se basan en la descalificación
del “otro”, son las siguientes: *se dice que el gobierno dejó de intervenir en
la economía, pero en la realidad se dio una refuncionalización, un cambio en
sus actividades económicas; en muchos de los casos ahora funge como el mesías,
el salvador, el socializador de las pérdidas y quiebras privadas; “la
privatización aparece como una necesidad del progreso económico y social y su
correlato es el retiro del Estado de ciertas actividades, lo cual permite su
adelgazamiento, como una meta ideológica indiscutible, pero fundada en las
evidentes deficiencias de la acción del Estado como elemento definitorio de la
etapa anterior del desarrollo. Esta es una visión polar que, a la luz de la
práctica se ha ido relativizando en los últimos años pero que sigue siendo
importante en el trasfondo liberal de la ideología hoy dominante”[17];
*se piensa que el sector privado será el satisfactor de todos las necesidades
sociales sin tomar en cuenta a las víctimas producidas por el sistema y mucho
menos los desequilibrios que puedan causar estas; se piensa que este proceso
como práctica dominante debe tener un carácter “natural” y que debe ser
aceptado por todos así sin más, por lo que no se toman en cuenta las
divergencias al respecto; es un proceso llevado a acabo para contrarrestar la
corrupción gubernamental y la ineficiencia de sus bienes y servicios. Las
privatizaciones desde mi perspectiva se han realizado como un mecanismo
económico sustentado en reformas jurídicas para contrarrestar la caída en la
tasa de ganancia del capitalismo y de sus agentes operadores (las grandes
empresas, los capitales bancarios y financieros, y los dueños de los medios de
producción) en el contexto de la crisis global de este modo de producción o
sistema económico. Sin embargo, las rentabilidades obtenidas en estos procesos
de privatización no se asocian al aumento de la capacidad de producción, pues
se ha observado que paralelamente se instrumentan operaciones de fusiones y
adquisiciones para constituir monopolios a costa del deboramiento de otras
empresas tras la compra de sus acciones y capital (ejemplo de esto es la fusión
de las empresas automotrices de Chrysler y de Mercedes Benz que tras su unión
han tendido a cerrar plantas productivas y a despedir trabajadores; tan sólo en
México clausurará tres plantas y recortará 2,600 empleos entre los años de 2001
y 2002). Con el aumento en la capacidad productiva se reactivaría positivamente
el ciclo económico con estabilidad y equilibrio al instrumentarse mayores
fuentes de empleo y al aumentar los salarios, lo cual impulsaría un incremento
en el consumo de satisfactores y un aumento en los precios como consecuencia;
llevando a una mayor necesidad de producción que implicaría que exista mayor
crédito (mismo que será utilizado para incentivar la producción), las tasas de
interés aumentarán por la demanda de este crédito, pero al final existirá mayor
inversión. Como la producción es la unidad celular determinante del ciclo
económico y es la manera de reproducirnos como sociedad, al disminuir aumentará
el desempleo, caerán lo salarios (pues existirá una mayor demanda de empleo, es
decir, un “ejercito de reserva”), entonces al no haber consumo, los precios bajarán, no habrá estímulo para
producir (crédito), por lo que las tasas de interés serán bajas, y menos aun
existirá inversión productiva; ante ello la economía quedará colapsada, se
entrará en una fase de recesión y de crisis económica. Para salir de estas
crisis se dependerá de la innovación tecnológica aplicada a la producción, con
lo cual (según la teoría económica) se restringirán las tendencias decrecientes
de la tasa de ganancia; pero dicha innovación sólo se dará en un momento
determinado del ciclo económico, y será cuando se conjuguen las condiciones y
factores necesarios para tener la generación de nuevas empresas que estimularán
con su creación el mejoramiento en las formas de producción de las empresas ya
establecidas; sin embargo, el crecimiento será temporal, pues los aportes de la
innovación tecnológica no se distribuyen unifórmente en el tiempo y al momento
de estabilizarse la situación llegará el momento de nuevas perturbaciones, es
decir, con las mismas ventajas tecnológicas orientadas a la producción llagará
el momento en que se produzca más en menos tiempo y con el mínimo de mano de
obra, tendiendo entonces al desempleo, posteriormente a la caída del consumo, a
la baja en los salarios tras la gran cantidad de trabajadores desempleados que
conformarán el “ejército de reserva” de la sociedad (lo que significa que un
mayor número de individuos estarán dispuestos a vender su fuerza de trabajo en
el mercado; la demanda de empleo será mayúscula y la oferta de empleos en las
empresas será mínima por el desplazamiento provocado por los avances
tecnológicos aplicados a la maquinaria y al resto de los medios de producción);
ante esto, los almacenes quedarán saturados de mercancías porque existen pocos
consumidores que las demanden; por último, la actividad económica entrará en
recesión y en una posterior crisis. En suma, el modo de producción capitalista tiene
implícitas entre las entrañas sus propias contradicciones, es decir, los
procesos de construcción de la riqueza y posterior destrucción de la misma son
parte de su naturaleza, sobretodo cuando llega el momento en el que los
poseedores de los medios de producción (los empresarios) compiten rapazmente
entre sí, buscando la obtención de una extraordinaria tasa de ganancia con los
más bajos costos y en el menor tiempo posible. El
modo de producción capitalista no es absoluto para la producción de la riqueza,
sino que por el contrario, entra en conflicto con el mismo desarrollo de la
riqueza. Estas contradicciones internas tratan de compensarse con la expansión
del campo externo de la producción tal como sucede con el fraccionamiento de
los procesos de producción a través de las maquiladoras insertas en la llamada
“fábrica global”, con las cuales se tienen establecimientos pequeños que
fabriquen y se especialicen en una parte del producto, se instalen en lugares y
países estratégicos que cuenten con una mano de obra barata, incentivos
fiscales y normas jurídicas que permitan la flexibilización y precarización del
trabajo. En este
contexto de aguda crisis de la economía global, los procesos de
privatizaciones, fusiones y adquisiciones tienden a una mayor concentración y
centralización del capital y de la riqueza en pocas manos o firmas
empresariales, y al mismo tiempo se propicia el aumento en las desigualdades
sociales. Con estos procesos y transacciones se ha transitado de los monopolios
estatales a los monopolios privados. Las privatizaciones se dieron en el
contexto de fortalecimiento, consolidación y expansión de los grupos económicos
concentrados a costa del debilitamiento y estrangulamiento del Estado con la
intención de detener la caída en la tasa de ganancia. Si
entendemos por privatizaciones a los procesos de transferencia de bienes y
servicios fuera del aparato estatal hacia la sociedad, es decir, su traslado en
cuanto a producción y distribución a manos de empresas privadas o estatales
(regularmente de otros países) capitalistas, tenemos que esto ha implicado una serie
de contradicciones: La primera y principal radica en el hecho de que se
da una contradicción entre la misión histórica del capitalismo (aumento de la
producción) y las relaciones sociales de producción que le corresponden
(expropiación y empobrecimiento de la masa de productores directos); la segunda
consiste en que la supuesta eficientización y discurso de la calidad que se
divulgaba publicitariamente sobre las empresas privatizadas no se a dado del
todo en los hechos; tercera, al desarrollar la lógica de la ganancia como
empresas capitalistas tenderán a caer en los fluctuaciones y perturbaciones de
los ciclos económicos anteriormente analizadas; cuarta: se presentará una
dialéctica consistente en la concentración de capital (con actores que gozan de
capacidad de control y decisión sobre la producción y precios, además de la
apropiación de recursos tanto a nivel sectorial como global) por un lado, y por
otro, en el empobrecimiento y exclusión de grandes capas de la población. Un
ejemplo de estos argumentos son las serie de privatizaciones de los servicios
urbanos que se realizaron a partir de 1989 en la ciudad de Buenos Aires,
Argentina en el contexto de la llamada Reforma Económica y la Reforma del
Estado. En estos procesos de privatizaciones se transfirieron a pocas manos de
capitales privados los servicios de agua y cloacas, de energía eléctrica, de
gas, de teléfonos, de transportes (trenes y metro o subterráneo), el manejo de
residuos sólidos; control que supone una gran capacidad de decisión sobre la
gestión urbana y sobre la modificación de las estructuras sociales. Con dichas
transferencias, debido a la condiciones en que se realizaron los actuales
propietarios de las empresas de servicios han obtenido importantes ganancias;
“las telefónicas en sus primeros tres ejercicios tuvieron una ganancia neta
equivalente a 75 por ciento del precio que pagaron por la empresa pública y
Aguas Argentinas, luego de una pérdida de 23 millones de dólares en el primer
ejercicio (ocho meses de 1993), logró una ganancia de 25 millones en 1994,
sobre la base de un capital social de 120 millones”[18],
en el otro extremo de la pirámide, este proceso económico concentrador ha
generado un crecimiento en la pobreza de la ciudad; “según datos oficiales, en
la ciudad metropolitana de Buenos Aires existen tres millones de personas que
viven por debajo de la línea de pobreza. De ellos, unos 470 mil no logran
cubrir una dieta mínima de subsistencia. En un año se incorporaron a la
población que está por debajo de la línea de pobreza unas 700 mil personas. Esa
población se encuentra, mayoritariamente en los municipios metropolitanos de lo
que se llama el ‘segundo cordón’. Esa población con dificultades para la
sobrevivencia es llevada hacia la exclusión de los servicios privatizados junto
con los demás componentes mercantiles de su reproducción. Información
periodística indica que ha comenzado a producirse su salida de los servicios
privatizados esenciales, como el agua: se calcula que 30 por ciento de la
población incorporada con la reciente expansión de la red ha dejado de pagar”[19]. En
el caso de México, el fenómeno de las privatizaciones de empresas y servicios
estratégicos aun en propiedad del Estado se presentará como una cuestión de
seguridad nacional y social; se atentará contra el carácter público de los
bienes y servicios al anteponerse el interés comercial; el interés de la
sociedad no quedará salvaguardado y menos aún la satisfacción de sus
necesidades. Supongamos y cuestionemos, en el caso de la producción y
distribución de energía eléctrica ¿cuáles serán las implicaciones que tendría
su privatización cuando en gran parte de las actividades de una ciudad es un
elemento impulsor de su desenvolvimiento en la satisfacción de necesidades y en
los procesos de las actividades productivas y de servicios?, además, lo que se
puede presentar es que los nuevos propietarios no estén decididos a invertir en
localidades con poblaciones pequeñas donde anteriormente el Estado abastecía el
servicio, con lo cual se aplicarían criterios de selección y discriminación de
los clientes pues se priorizarán las poblaciones con un mayor número de
demandantes, o en casos extremos, se tendrán grandes territorios y poblaciones
a oscuras mientras se prioriza satisfacer y librar la crisis energética que
vive el Estado de California en Estados Unidos. Tan sólo piénsese que para 1995
de los 91,200,000 habitantes del país, 36,530,000 (40.1% del total) habitaban
en localidades menores a los 15,000 habitantes, dentro de estos datos existían
193,268 localidades menores de mil habitantes; mientras que los 54,670,000
individuos restantes se localizaban en 481 localidades urbanas mayores a 15,000
habitantes, de estos, 23,300,000 (25.5%) habitaba en 28 metrópolis o ciudades
mayores de 500,000 habitantes[20]. ¿En caso de privatizarse la industria
eléctrica, resultará rentable para las corporaciones privadas invertir en esas
localidades con una población menor a los 15,000 habitantes considerando que
existe una mala distribución y dispersión de la población mexicana? En suma, las implicaciones pueden ser
múltiples, lo mismo en el caso de una posible privatización del servicio de
agua potable, tal vez se pretenda dejar de suministrar en estas localidades
puesto que la inversión para el mantenimiento de la infraestructura y la distribución
del servicio es altamente costosa, además, se cuenta con el problema en la
Ciudad de México y su Zona Metropolitana consistente en que en los mantos
acuáticos o subterráneos se ha realizado una sobrexplotaciçon incontrolada de
los pozos y generado consecuencias como el hundimiento de la ciudad en 40
centímetros por año y el agrietamiento del suelo ante su desecación, es decir,
ante la extracción de la humedad del suelo, además de dislocamiento de redes de
servicios como drenaje. La insuficiencia de agua está relacionada con el
incesante y constante crecimiento de la población, por lo que no se genera el
suficiente líquido, ante ello se traslada desde otros lugares aledaños como el
Sistema Cuixamala ubicado en Valle de Bravo y constituido por ojos de agua cuyo
líquido es natural, además del Río Lerma; de ambas fuentes se reciben 35 metros
cúbicos por segundo, lo cual representa el 30% del agua distribuida y consumida
en la Ciudad de México y su zona conurbada, mientras que el 70% restante es
extraído de 5,000 pozos profundos y dos manantiales de la cuenca del Valle de
México cuya extensión territorial es de 9,600 kilómetros cuadrados. Con el paso
del tiempo se tenderá a dejar sin abasto tal como sucede hoy día a localidades
cercanas a dichas fuentes acuíferas ubicadas en el Estado de México, y tal vez (tómese como hipótesis) se tienda
a concentrar la distribución del líquido tan sólo en la megalópolis, lo cual
aunado a la posible privatización del servicio significaría primeramente
asegurar la satisfacción de la demanda en las poblaciones con mayor número de
clientes con el objetivo de asegurar mayores ganancias, lo que representaría
alejarse del “interés público” del servicio; contribuyendo también a la lógica
de grandes privilegios de las llamadas “ciudades globales” (Buenos Aires en
Argentina, Santiago en Chile, Ciudad de México, Guadalajara, Monterrey,
Tijuana, León, entre otras) que son las que verdaderamente están conectadas e
interconectadas al mundo globalizado debido a su alto poder concentrador de
funciones en actividades financieras (instituciones bancarias, bolsas de
valores, etc.), académicas (docencia e investigación), tecnológicas,
comunicacionales (medios de difusión masiva como televisión, radio, teléfono,
internet; transportes tanto terrestres como aéreos), políticas (poderes
ejecutivo, legislativo y judicial tanto de la nación como de las entidades
federativas), económicas (cerca del 30% de la riqueza nacional en la Ciudad de
México y su Área Conurbada, mayores ingresos por habitante, oportunidades
laborales, mayor acceso a bienes y servicios) administrativas (centralización
de decisiones y funciones burocráticas tanto estatales como en empresas
privadas) y de esparcimiento (diversiones a través de eventos como espectáculos
musicales, deportes, creación y difusión artísticas en teatro, cine, danza,
museos, etc., parques, zoológicos, restaurantes, etc.). Lo
dicho en este último párrafo corresponde a una necesidad de creación de
escenarios y de conocer las tendencias seguidas por el capital privado
absorbedor de lo público; por lo que lo mencionado en ese párrafo debe
considerarse como hipótesis a complementarse y corroborarse empíricamente tanto
con los datos citados como con los futuros acontecimientos que se desprendan
del tema. Tal
parece que México después de los resultados del 2 de julio de 2000 y del
ascenso al poder de un nuevo régimen caracterizado por el predominio de
gerentes y empresarios por encima de los políticos (1 de diciembre del mismo
año), vivirá como país, como nación y como proyecto político una fuerte y
profunda reconversión en su estructura económica concentradora y centralizadora
de capital; esto es, con el ascenso de una nueva cúpula gobernante encabezada
por Vicente Fox y su espectáculo mediático la “cosa pública”, el “interés público”, el patrimonio nacional quedarán subordinados a la lógica del
mercado, al abaratamiento y a la entrega (hasta donde sea posible) de los
bienes y servicios propiedad de la nación mexicana, y de los cuales depende la
satisfacción de necesidades básicas de toda la población, así como la
constitución con base en ellos de un proyecto de nación integral que no atenté
contra la seguridad nacional social e individual. Para reforzar este comentario
debemos partir de la idea de que la política económica
neoliberal se aplica en todo el mundo, pero al aplicarse se hace de manera
distinta y en diferentes tiempos y lugares, es decir, cuando se aplica en
algunos países no se aplica en otros para posteriormente dejarse de aplicar en
los primeros e instrumentarse en los segundos. En el caso de México, la
instrumentación de las políticas privatizadoras y desreguladoras no tocaron
fondo durante los últimos tres gobiernos emanados del Partido Revolucionario
Institucional (P.R.I.), pues en cierta forma su persistencia en el poder como
clase política dependía de un régimen corporativo-clientelar sustentado en el
Estado de Bienestar y en la posesión y control de empresas paraestatales
[abastecedoras de bienes y servicios tales como teléfonos, transportes (aerolíneas,
ferrocarriles, e infraestructura de los mismos), energía eléctrica, agua,
petróleo, petroquímica básica, industria siderúrgica, Compañía Nacional de
Subsistencias Populares o CONASUPO, fertilizantes, productoras de semillas
agrícolas, banca para el desarrollo (Banrural y Nacional Financiera)], es
decir, la correlación de fuerzas políticas y sociales al interior (políticos
que integraban la cúpula, caciques locales, sindicatos tanto obreros como
magisteriales, etc.) representaban obstáculos para que los gobiernos presididos
por Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988), Carlos Salinas de Gortari
(1988-1994) y Ernesto Zedillo (1994-2000) no impulsasen al extremo dichas
políticas privatizadores, además de que esas fuerzas jugaban el papel de
contrapeso ante ello y demandaban los beneficios propios de un Estado de
Bienestar (seguro social, educación pública, créditos para construcción de
viviendas, subsidios en alimentación y transporte, etc.). Al comenzar a
desmantelarse este Estado de Bienestar, el P.R.I. ya no representó una opción
política viable para amplios sectores de la población, situación que fue
aprovechada por la cúpula empresarial para presentar un especie de mesías mediático llamado Vicente Fox que
tuviera como objetivos el capitalizar y detener ese descontento de la sociedad
mexicana para alcanzar el poder político y aunarlo al poder económico para
limpiar el escenario y contar con las condiciones jurídicas y políticas
propicias para continuar y profundizar el desmantelamiento del patrimonio nacional
y por lo tanto, la desnacionalización de México ante el predominio del capital
financiero internacional y la subordinación del capital nacional ante las
fuertes presiones de los principales países de la Unión Europea, el Japón y los
Estados Unidos, cuyos objetivos geopolíticos y geoeconómicos es el constituir a
México como un puente para la expansión y dominación de sus capitales
empresariales y financieros en pugna hacia el resto de América Latina y de
comunidades enteras de indígenas que aún no se encuentran insertos en la lógica
omniabarcadora del mercado y del capital.
La continuidad
de las tendencias reflexionadas están llevando a extremos donde la inseguridad
individual, social, nacional y mundial se hace presente, y se ahonda más con
las luchas de todos contra todos y con el resurgimiento de los antiguos
procesos colonialistas e imperialistas a través de la expansión, intervención y
sojuzgamiento de la vida humana por el capital en todos los países del mundo.
El detener estas tendencias implica romper con la lógica hegemónica del
capital, implica constituir y organizar fuerzas sociales que se encuentren
dispuestas a negociar tanto con el gobierno como con la iniciativa privada para
encaminarnos a un régimen político, económico y jurídico que no conduzca a la
profundización de las desigualdades sociales, y donde el Estado en cuanto a su
papel en la economía debe seguir y redefinirse para contrarrestar la lógica de
la ganancia y dar prioridad a la lógica de la necesidad; además, debe
constituirse una regulación jurídica para que las empresas privadas puedan
desenvolverse en un ámbito de relaciones mercantiles. La misma sociedad debe
definir y valorar históricamente lo que será considerado como “interés público” y será sancionado
jurídicamente como tal tras las distintas correlaciones de fuerzas en los
procesos políticos y sociales. En cierta forma, lo que ha sucedido en Argentina
se debió a una modificación de la valoración de la sociedad con respecto a los
bienes y servicios públicos pues se juzgó que no debían seguir en manos del
Estado sino que era necesario encargarse a empresas capitalistas privadas para
mejorar su producción y distribución; con ello se cambió el “interés general” por componentes del mercado, es decir, por el “interés privado”; además de que las
privatizaciones en ese país se llevaron a cabo sin resistencias y oposición de
la sociedad puesto que estas ya habían sido controladas, perseguidas,
reprimidas y hasta desaparecidas durante el régimen de las dictaduras militares
entre los años de las décadas de 1970 y 1980; en cierta forma, estos regímenes
autoritarios instaurados en Sudamérica brindaron las condiciones necesarias
tras limpiar el camino para instrumentar posteriormente desde principios de la
década de los 90’s las políticas económicas neoliberales. “El verdadero
límite de la producción capitalista lo es el propio capital”[21];
pero la vida es el límite absoluto del
capital, al destruirse la vida humana tal como está sucediendo hoy en día se
destruirá el mismo capital. La destrucción ecológica y la destrucción de la
vida humana es la destrucción de la misma sociedad, al ser destruida esta, no
existirá el capital. Se da una contradicción entre la misión histórica del
capitalismo (aumento de la producción y de la ganancia) y las relaciones
sociales de producción que de él emanan (expropiación y empobrecimiento de la
masa de productores directos). Es decir, el modo de producción capitalista tras
su ceguera que persigue sólo la obtención de la ganancia por la ganancia no se
ha dado cuenta que la vida humana es la condición absoluta del capital, por lo
que su aniquilación destruye al capital; entonces surge como limitante el hecho
de que la muerte de la vida humana es la liquidación del mismo capital, y peor
aun, de la misma humanidad. El desgarramiento de la vida humana en la miseria y
en el hambre de la mayoría de la humanidad, así como la privatización de los
bienes y servicios públicos, además de la conciencia de los sujetos
proporcionan clara constancia de ello. Referencias y recomendaciones bibliográficas: - Apuntes y reflexiones de
la cátedra de Relaciones Internacionales Contemporáneas en la Facultad de
Ciencias Políticas y Sociales de la U.N.A.M. impartida por el profesor Juan María
Alponte. - Apuntes del Tercer Foro
del Agua titulado “Agua para el siglo XXI”, organizado por la Escuela Nacional
de Estudios Profesionales (E.N.E.P.) Aragón de la U.N.A.M., el Centro
Tecnológico Aragón y el Colegio de Ingenieros Geólogos de México A. C., Ciudad
Nezahualcoyotl, Estado de México, 15 de junio de 2000. - Datos proporcionados por
el Conteo de Población y Vivienda, 1995, realizado por el Instituto Nacional de
Estadística Geografía e Informática
(I.N.E.G.I.). - Dussel, Enrique, “Ética
de la Liberación”, España, Editorial Trotta, Segunda Edición, 1998, 661 pp. - González Casanova, Pablo,
“Los indios de México hacía el nuevo milenio”, en La Jornada, 9 de septiembre
de l998, p.12. - Guillen, Arturo, “Balance
de la privatización en México”, Iztapalapa 38, extraordinario de 1996. - Lenin, Vladimir I., “El
imperialismo, fase superior del capitalismo”, China, Ediciones en Lenguas
Extranjeras, Primera Edición, 1966,
169 pp. - Marx, Carlos, “El Capital
(Crítica de la Economía Política)”, Tomo I de III, México, Fondo de Cultura
Económica, Segunda Edición en español, 1984, 769 pp. - Marx, Carlos, “El Capital (Crítica de la Economía
Política)”, tomo III, México, Fondo de Cultura Económica, Segunda Edición en Español, 1985, 953 pp. - Marx, Carlos y Engels, Federico, “Manifiesto del
partido comunista”, México, editorial Fontamara, primera edición, 1988, 61 pp.
Además de: http://www.marxists.org/archive/noneng/espanol/marx/48-manif.htm
- Pírez, Pedro, “Servicios urbanos, regulación social
y privatizaciones en la ciudad de Buenos Aires”, en la revista Sociedad editada
por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA),
Argentina, número 11, agosto de 1997, p. 103-123. - Saxe-Fernández, John
“Globalización e imperialismo” en “Globalización: crítica a un paradigma”,
coordinado por John Saxe-Fernández, México, Editorial UNAM, Instituto de
Investigaciones Económicas, Dirección General de Apoyo al Personal Académico,
Plaza Janés, Primera Edición, 1999, pp. 9-68. - Valenzuela Feijóo, José,
“Cinco dimensiones del modelo neoliberal”, en la revista Política y cultura
editada por la Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco (U.A.M.-X.),
número 8, primavera 1997. - Yocelevzky, Ricardo A.,
“Privatizaciones, ideología y modelo de desarrollo”, Iztapalapa 38,
extraordinario de 1996. NOTAS: [1]
El globalismo pop es un discurso hegemónico cuyo objetivo principal es la justificación
de las crecientes injusticias y desigualdades (concentración de la riqueza,
extensión de la pobreza, polarización, etc.) mediante la afirmación de que
estas son resultados inevitables de la globalización y ante los cuales no
existen alternativas; se ocultan las reflexiones acerca de que la globalización
se inscribe en el contexto de las relaciones internacionales económicas y
políticas con grandes ventajas para los países desarrollados. Este mismo
discurso promueve las ideas de que se ha establecido una economía-mundo
autorregulada y ajena a controles políticos. [2]
John Saxe-Fernández, “Globalización e imperialismo” en “Globalización: crítica
a un paradigma”, coordinado por John Saxe-Fernández, México, Editorial UNAM, Instituto
de Investigaciones Económicas, Dirección General de Apoyo al Personal
Académico, Plaza Janés, Primera Edición, 1999, pp. 10 y 11. [3]
Pablo González Casanova, “Los indios de México hacía el nuevo milenio”, en La
Jornada, 9 de septiembre de l998, p.12. [4]Síntesis
extraída de: Enrique Dussel, “Ética de la Liberación”, España, Editorial
Trotta, Segunda Edición, 1998, 661 pp. [5]Apuntes
y reflexiones de la cátedra de Relaciones Internacionales Contemporáneas en la
Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la U.N.A.M. impartida por el
profesor Juan María Alponte. [6]
Ejemplo de estos procesos es la futura fusión, aunque ya en tramite, de la
firma de internet America Online con ventas anuales por 4 mil 800 millones de
dólares, y la empresa de telecomunicaciones Time Warner con ventas por 26 mil
838 millones de dólares y con un capital acumulado por 350 billones de dólares.
El futuro megacomplejo empresarial se llamará Aol Time Warner y abarcará las
siguientes firmas de Time Warner: Time, CNN, Warner Bros, People, Sports
Illustrated, HBO, Carton Network, Fortune, Warner Music Group, Entertainnnment
Weekly y Looney Tunes; mientras que por parte de America Online se comprenden
las siguientes: Compuserve, Netscape, ICQ, Digital City y Aol Moviefone. Los
objetivos de esta fusión serán captar el dinero y tiempo de las personas,
además de fomentar la difusión de la banda larga como la utilizada en el
servicio de televisión por cable para aumentar los rendimientos de las
transmisiones y la cantidad de información que se transmita. Time Warner cuenta
con una red cableada que es del interés de America Online. Otro objetivo es
desaparecer las distancias entre el uso de la televisión y el internet en
cuanto a la similitud de sus contenidos. America Online (cuenta con 26 millones
de suscriptores en el mundo) con esta fusión pretende atraer a 13 millones de
suscriptores de Time Warner y sus canales de televisión por cable para que los
clientes además puedan bajar de la red con rapidez todo tipo de contenidos
(como películas, música, eventos deportivos, información, etc. en tercera
dimensión). Los riesgos que se pueden correr con esta fusión son el acelerar la
inflación de las acciones de internet al animarse otras empresas a hacer este
tipo de transacciones (fusiones), además tal vez se vaya en contra de la
pluralidad y la ética al concentrarse la información, se condicionen valores de
miles de millones de personas, se ve amenazada la diversidad en el internet,
los foros alternativos de expresión y difusión, y la existencia de muchos
proveedores pequeños. El internet quedará relegado a distribuidor alternativo
de contenido en relación con los medios tradicionales. Se corre el riesgo
también de que la programación de Time Warner sea excesivamente comercial,
frívola, complaciente y de interés general con lo cual la creatividad del
productor se verá limitada y la imaginación del receptor también. El fusionar
los intereses lucrativos exacerbados con los intereses informativos puede
resultar perjudicial y generar conflictos. El bombardeo de comerciales estará
estratégicamente dirigido a sectores específicos del mercado. Se corre el
riesgo de constituir un órgano de control dictatorial al concentrar tanta
información sobre sus usuarios. [7]
Carlos Marx, “El Capital (Crítica de la Economía Política)”, Tomo I de III,
México, Fondo de Cultura Económica, Segunda Edición en español, 1984, p. 103. [8]
Citas textuales extraídas de: Carlos Marx y Federico Engels, “Manifiesto del
partido comunista”, México, editorial Fontamara, primera edición, 1988, 61 pp.
Además de: http://www.marxists.org/archive/noneng/espanol/marx/48-manif.htm
(Las cursivas son mías). [9]
Vladimir I. Lenin, “El imperialismo, fase superior del capitalismo”, China,
Ediciones en Lenguas Extranjeras, Primera Edición, 1966, pp. 111, 112 y 113 [10]
El valor es la capacidad de intercambio de los productos y como unidad será la
medida de los fenómenos económicos. Los “valores de uso” son las
características físicas de los productos y su capacidad para satisfacer las
necesidades humanas; es una relación cualitativa que incorpora el trabajo
aplicado a lo largo del proceso de producción. Un ejemplo de “valor de uso” es
cualquier prenda de vestir cuyas características físicas son: una tela tejida
de tal forma que se acondicione al cuerpo humano con el fin de satisfacer la
necesidad de protección inmediata del cuerpo, protección ejercida con respecto
al frío, el calor, el polvo, las partículas suspendidas en la atmósfera; o
bien, protección de los órganos
genitales y demás partes sexuales para evitar el pudor. En síntesis, la
necesidad inmediata es la protección del cuerpo humano con respecto a las
condiciones medioambientales; la satisfacción de dicha necesidad sólo se
logrará con determinadas características físicas de la mercancía. El “valor de
uso” es la utilidad condicionada por las propiedades físicas de la mercancía,
se efectiviza en el consumo y es el contenido material de la riqueza [11]
El “valor de cambio” se presenta como una relación cuantitativa al expresar el
tiempo de trabajo invertido en la elaboración del producto; es la primera
aproximación para expresar numéricamente el valor de lo creado; es el
intercambio de los “valores de uso” con determinadas características físicas
por otros “valores de uso”, lo cual varía de un tiempo y espacio a otros. El
tiempo de trabajo socialmente necesario es el utilizado para producir los
“valores de uso” en condiciones normales de producción vigentes en una
sociedad, la cantidad de este trabajo determina la magnitud del valor (todas
las mercancías que se producen en el mismo tiempo de trabajo cuentan con el
mismo valor, es decir, al intercambiarse la mercancía se entregará por ella
otro valor que entrañe el mismo tiempo de trabajo socialmente necesario, lo
cual puede ser cacao, oro, dinero, etc.). [12]
El mercado debe entenderse como una serie de entes concretos y no abstractos
que entrañan intereses determinados principalmente por las corporaciones
empresariales y que son impuestos de manera vertical al resto de la sociedad a
través de la publicidad y la incitación al consumismo exacerbado. Con esta idea
se rompe el mito de que una “mano
invisible” es quien controla al mercado. [13]
Síntesis extraída de: José Valenzuela Feijóo, “Cinco dimensiones del modelo
neoliberal”, en la revista Política y cultura, editada por la Universidad
Autónoma Metropolitana-Xochimilco (U.A.M.-X), número 8, primavera 1997, pag.
15. [14]
José Valenzuela Feijóo, op. cit., p. 9. [15]
José Valenzuela Feijóo, op. cit., pp. 15, 16 y 17. [16]
Síntesis extraída de: Arturo Guillen, “Balance de la privatización en México”,
Iztapalapa 38, extraordinario de 1996.
[17]
Ricardo A. Yocelevzky, “Privatizaciones, ideología y modelo de desarrollo”, Iztapalapa
38, extraordinario de 1996, p. 40. [18] Pedro
Pírez, “Servicios urbanos, regulación social y privatizaciones en la ciudad de
Buenos Aires”, en la revista Sociedad editada por la Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Argentina, número 11, agosto
de 1997, p. 114. [19] Ibid, p.
115. [20] Datos
proporcionados por el Conteo de Población y Vivienda, 1995, realizado por el
Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (I.N.E.G.I.). [21] Carlos
Marx, “El Capital (Crítica de la Economía Política)”, tomo III, México, Fondo
de Cultura Económica, Segunda Edición en Español, 1985, p. 248.Isaac Enríquez Pérez
Isaac Enríquez Pérez