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LA ECONOMIA CHILENA: ERRORES Y HORRORES DE UN MODELO

Hugo Latorre Fuenzalida

Expongo aquí algunos alcances acerca del estancamiento de la economía chilena.
He tenido que estudiar esos tópicos con alguna rigurosidad académica durante mis estudios de postgrado, por lo que he llegado a concluir - sin ser economista - que los economistas de Chile con las debidas excepciones, están absolutamente sesgados respecto al diagnóstico de nuestra realidad económica, lo que les hace errar en su análisis tanto como en las soluciones que proponen.

ERROR DE ENFOQUE.

Impresiona observar cómo se escabulle el problema central que aqueja a nuestra economía y se persevera, en cambio, en dar respuestas subalternas y econométricas que poco o nada podrán mejorar la situación. De hecho, ésta empeora reiteradamente a pesar de los vaticinios de los economistas de gobierno.

Hace más de un año y medio publicamos un artículo en nuestro tabloide "La Voz" - que trataré de remitirte - al que titulamos "UNA PORFIADA RECESIÓN", donde señalábamos que la recuperación económica sería muy lenta y parcial, puesto que las variables que habían estado alimentando el crecimiento de la década de los noventa ya no estarían disponibles en adelante, ni en cantidad ni en extensión.

En ese artículo editorial, planteábamos que no bastaba con subir o bajar las tasas de interés o los impuestos, puesto que el problema viene de la economía real, del ingreso, del trabajo y la inversión, y no del sector financiero.

A nadie se le ha ocurrido hacer un inventario de los factores que impulsaron el crecimiento de Chile en los ยด90 y tampoco nadie señala que se ha construido en este tiempo de bonanza una ECONOMÍA SEGMENTADA, DUAL, donde dos terceras partes de la población vive con una productividad y, por tanto, con un ingreso que los aproxima a los más pobres del mundo, mientras que el otro tercio de la población se inserta en áreas de actividad que ostentan niveles de productividad y de ingreso similar a cualquier país rico.

Esto explica el porqué, a pesar de que el PIB creció a 5.4% en el 2000, el empleo no se recupera, tampoco lo hace el consumo de la población y la inversión se ve desestimulada.

UNA ECONOMÍA SEGMENTADA.

La bonanza que explica el 5.4 % de crecimiento el pasado año, es de responsabilidad fundamental del sector exportador, que representa no más del 25 % del PIB y no afecta los ingresos de más del 10 % de la población económicamente activa.

Esta paradoja de crecer en el PIB pero mantener una recesión en el consumo y el empleo, además de la inversión queda explicada por el hecho que, quien crece, es sólo un segmento minoritario del país: el sector externo.

Por esta razón aunque se crezca al 5.4 %, si ese crecimiento no es generado por sectores que crean empleo, inversión y trabajo extensivo al grueso de la población, si no son sectores que impulsen y estimulen la actividad de otros empresarios y trabajadores en diversas áreas productivas, su repercusión interna, en términos de bienestar y progreso, será fatalmente nula.

Durante la década de crecimiento acelerado de la economía chilena, los sectores que producen para el mercado interno de consumo popular (agricultura, pequeña empresa manufacturera, etc.) creció a sólo 0,6 % interanual, mientras que los sectores que producen para el mercado externo y para el consumo de la población inserta en el mercado más moderno, lo hacían a un ritmo de 6,7 % interanual, es decir, los sectores ricos y de mercado crecieron a ritmo 10 veces superior al grueso de la población, pues en esos sectores de menor productividad se emplean y reciben sus ingresos más del 65 % de la población laboral de Chile.

Esto está explicando de por qué los sueldos son bajos y la productividad no crece al ritmo debido. Si esta misma población que produce poco y gana poco, se le abren las posibilidades de crédito comercial y financiero, su ingreso se incrementa, pero a fuerza de comprometer sus ingresos futuros. Esto también sucedió en este período, pues los chilenos recién en 1993 comienzan a superar el ingreso promedio que disfrutaban en 1971.

Una clase media muy disminuida y tremendamente endeudada, más una clase pobre que quedó al margen de la bonanza o le chorreó mínima proporción del incremento del ingreso global, están imposibilitadas de incorporarse a la reactivación aún cuando bajen las tasas de interés y aún cuando rebajen los impuestos, pues a estos sectores el ingreso les creció más por el endeudamiento que por sus salarios reales, y al resto -los más pobres -, sólo les benefició algunas políticas públicas de asistencialidad.

La derecha tiene parcialmente razón cuando señala que el factor que mejora el ingreso y da trabajo es el crecimiento económico y no el gasto público (se ha comprobado, sin embargo, que en el caso chileno el incremento del gasto público es responsable de un incremento del 16 % del ingreso de los pobres y otro tanto en el ingreso de sectores vinculados a la pobreza y los servicios que demanda, lo que hace alcanzar un beneficio global de cerca del 25 % en el ingreso de los pobres, y no un 8 % como lo señala la derecha y sus organismos técnicos).

Pero lo que la derecha no explica, es que con el grado de inequidad que ostenta la economía chilena se requiere crecer a tasas superior al 7 % interanual para que chorree algo a los sectores medios y pobres (lo ha reconocido hace unos días el senador UDI, Novoa) y, con todo, el chorreo se hace a tasas de distribución tan bajas que se requerirían más de cuarenta años para que el 20 % más pobre acceda al nivel de ingreso del quintil que le precede ( que es una semipobreza y no una incorporación aceptable al mercado de consumidores promedio).

Estos temas se los señalábamos con el senador Lavandero y el economista Jacobo Schatán al ministro Aninat y al asesor de ese entonces, señor De Gregorio, justamente en el libro "El Dilema de Chile" publicado en 1995 y en debates por la prensa.

LO QUE NOS HIZO CRECER.

Otro elemento que está oculto en las discusiones, es el señalar los elementos que confluyeron para permitir a Chile crecer durante una década a tasas elevadas.

Uno de los más importantes factores fue el de las privatizaciones extensivas e intensas de los recursos públicos: eléctricas, industrias como las IANSA, FORESTALES, CELULOSA, CAP, parte de los yacimientos de CODELCO, etc.

Estas privatizaciones incorporaron ingentes recursos que adicionalmente crearon sobrevaloración en bolsa y el ingreso de inversiones golondrinas. La riqueza de papel así generada creó una demanda de tierra urbana y vivienda de lujo que atrajo rápidas y abundantes inversiones en un sector que sí es capaz de irradiar un efecto estimulante sobre una amplia gama de empresas y actividades nacionales y una abundante demanda de mano de obra.

Será esta inversión urbana la que mejor se hace cargo del efecto activador de la economía interna irradiando recursos hacia los bolsillos de la economía popular, por las razones antes señaladas: alta creación de empleos, demanda productiva extensa en empresas nacionales que producen para el mercado interno, sobrevaloración especulativa del mercado inmobiliario urbano y semi-rural, así como el de "agrado", lo que derivó en un incremento de la masa de dinero circulante y del consumo.

Pero la construcción urbana reprodujo la segmentación económica de la sociedad, es decir se construyó para una clase alta y media alta, y como ésta representa un segmento muy pequeño de la sociedad nacional, su capacidad reproductiva era necesariamente limitado en el tiempo.

Esta caída de la industria inmobiliaria comenzó poco antes de la llamada "crisis asiática" y con ésta terminó por profundizar y acelerar su ritmo de caída.

Otro factor que estuvo pesando fuertemente fue la fase expansiva de la economía mundial, incluyendo la economía de América Latina, lo que permitió a Chile gozar un largo ciclo de buenos precios para sus exportaciones. Obviamente este componente del crecimiento se verá resentido en el futuro próximo - ya lo ha estado en términos no despreciables desde la crisis asiática- , y en el mercado de América Latina desde el año pasado, cuando se desata el ciclo recesivo en la región.

POR QUÉ NO RETOMAMOS EL CRECIMIENTO.

La venta de activos nacionales se está prácticamente agotando (a menos que se venda ENAP o CODELCO); las inversiones extranjeras no llegarán a menos que vean oportunidad de especulación o ganancias rápidas y abundantes, lo que hasta ahora no se vislumbra en qué sectores se podría producir. De hecho los recursos por inversión directa externa caen desde un monto aproximado a los US$ 8.500 millones en 1999 a cerca de US$3.500 millones en el año 2.000.

La capa social capaz de demandar nuevas viviendas y oficinas o casas en la playa, tampoco se hace visible de dónde puedan obtener los recursos suplementarios, ya que no hay un factor que haga de generador inicial de riqueza o de distribuidor inicial del ingreso.

El mercado externo estará plano, sino regresivo, tanto en la región como en EE.UU. de Norteamérica y en Asia.

El incremento del gasto público es mínimo comparado con las exigencias de nuevos recursos para impulsar el crecimiento a tasas de 7 % , y la inversión pública en infraestructura, por muy importante que sea, no estimula los encadenamientos interempresas como para generar una reactivación extensiva a los restantes sectores de la economía y el empleo.

UN PROBLEMA ESTRUCTURAL DE LA ECONOMÍA.

Soy un convencido de que en Chile, en este momento, pueden reducir a cero la tasa de interés, eliminar la legislación laboral, reducir los impuestos, etc., y la respuesta en los niveles de inversión y de empleo será despreciable, pues a estas alturas no se trata de uno o más factores disfuncionales, EL PROBLEMA ES DE CARÁCTER ESTRUCTURAL.

Esta economía creció deforme y sobre bases febles o circunstanciales. En este modelo de desarrollo no hay soportes de mediano o largo plazo que alimenten un encadenamiento virtuoso de estímulos productivos y creativos; lo que se da, más bien, es una visión "pirquinera", como se acusaba al estilo empresarial de Santos Ossa por Aníbal Pinto; es decir, dar con una veta natural de riqueza, presentar su parapeto empresarial y luego venderla, tomar los recursos e ir a hurgar otra veta para repetir el proceso.

Es la vieja lógica nuestra de los "milagros sin mañana", de usufructuar de una "racha" favorable en los mercados mundiales donde se valoriza, de pronto, un producto que nuestra naturaleza nos ha confiado y de él hacemos un "Boom" que se extingue sin dejar secuelas una vez que el mercado dirige su interés hacia otros artículos ubicados en otra geografía.

Esto que parece una caricatura de la realidad, en el fondo contiene una verdad meridiana respecto a lo que hemos hecho con la abundancia obtenida durante el ciclo expansivo del sector externo de la economía chilena. Es verdad que ciertos sectores empresariales han aprovechado la oportunidad del mercado mundial expansivo para incrementar sus exportaciones, las que se han diversificado dentro del segmento de los recursos básicos, primarios semielaborados y los "commodities", ya que el sector manufacturero no logró superar el 9 % del total exportable y siempre con artículos de escasa exigencia tecnológica.

No ha habido una política tecnológica planificada hacia el mediano o largo plazo, no ha existido una propuesta selectiva de fortalecimiento del potencial productivo nacional ni se ha dado una propuesta nacional o regional de alianzas estratégicas para abordar los temas del desafío en relación al futuro.

Las inversiones transnacionales han venido a operar sin ninguna demanda nacional por acoplarse a las estrategias de nuestro desarrollo; simplemente han comprado ciertos activos y los explotan como ENCLAVES, con absoluta prescindencia respecto a la política nacional.

Es cierto que esas empresas han traído ciertos recursos financieros, pero dichos recursos son muy inferiores al valor de los bienes apropiados y, además, se han adquirido sobre la base de endeudar a la empresa local con Matrices que cobran elevados intereses y permiten derivar recursos como servicio de deuda y otras fórmulas tan simples como la aceleración de la depreciación del capital, el abaratamiento del producto exportable en el mercado, precios de transferencia diferencial y desfavorables, elusión de declarar los materiales incluidos en los húmedos exportados, etc, todo lo cual les reduce las utilidades nominales a la filial chilena para de esta manera no pagar impuestos; pero, ciertamente, aumenta los beneficios de las empresas matrices y sus empresas vinculadas en el exterior.

Esto ha sucedido con las empresas del cobre, donde los US$8.900 millones que implicó su venta a los privados han sido ampliamente superados por las pérdidas que ocasionan a Chile como resultado de la sobreproducción que ellas mismas han provocado ( a precios normalizados, Chile ha dejado de percibir por la caída del precio del cobre alrededor de US$16.000 millones. Ver los libros "La Quimera del Cobre" y "El Libro Negro del Metal Rojo"; "Por la Defensa del Patrimonio Nacional").

Esto ha sido una lucha de un año ante las autoridades nacionales; hemos publicado libros y realizado seminarios en el Senado; nos hemos reunido con los organismos técnicos como Cochilco y la Subsecretaría de Minería, pero todo ha sido como "arar en el mar": simplemente no hay respuesta. La opinión del ciudadano en Chile no vale nada, la democracia es una estructura blindada, impermeable; las cúpulas hacen y deshacen con la riqueza de todos los chilenos y, lo más dramático, es que cometen errores que ya derivan casi a horrores.

LA DEUDA EXTERNA: CAMINO AL INFIERNO.

Uno de estos grandes errores ha sido el permitir que las empresas transnacionales, que han comprado activos del Estado, lo hagan endeudándose con sus matrices, con lo cual han incrementado la duda chilena de US$17.000 millones (en el peor momento de la crisis de la deuda externa) a más de 37.000 millones al año 2000. Esto ha sucedido cuando el sector público ha reducido su endeudamiento y ha hecho pagos con gran sacrificio de recursos. Pero ese saneamiento de las cuentas públicas se ve anulado por una amenazante discrecionalidad de las deudas privadas.

Este fenómeno no es privativo de Chile ya que América Latina que exhibía una deuda a mediados de los años 80 de US$320.000 millones, con la venta de sus activos justamente para pagar deuda, hoy ostenta compromisos que se encaraman por sobre los US$800.000 millones.

Se puede argumentar que la deuda chilena es, mayormente, privada y que por tanto en nada compromete a Chile. Eso es falso en dos sentidos: en primer lugar, esa deuda privada cae dentro de la figura jurídica, ante el derecho internacional, de deuda nacional, por tanto en caso de no cumplimiento de compromisos, los acreedores vendrán a tocar (o golpear) las puertas del gobierno chileno y a exigir el cumplimiento por parte de la nación chilena de un compromiso que sus empresas dejaron de cumplir. Esto no es un cuento chino, puesto que tenemos la reciente experiencia de lo que aconteció con la deuda privada chilena en los ochenta la que, finalmente, terminó pagando la sociedad entera.

En segundo lugar, esas empresas transnacionales que comprometen deuda externa deben pagar el servicio de deuda cada año, eso implica sacar de sus ganancias una fracción importante de recursos en dólares que se remiten hacia los acreedores que, como hemos señalado, habitualmente son sus propias casas matrices. Esta salida de divisas, es riqueza chilena que se transfiere y por ahí se está filtrando una inmensa cantidad de dinero que pudo estar al servicio de nuevas inversiones, ya que esos servicios de deuda se incorporan como costos financieros que finalmente disminuyen las utilidades de las empresas, con lo que restan a Chile sus ingresos tributarios y de participación en las ganancias. De esta manera, muchas veces el Estado chileno no sólo no percibe ingresos por la explotación de su riqueza sino que, además, esas empresas se hacen acreedoras de crédito ante el S.I.I. de Chile si las operaciones arrojan pérdidas en algún período tributario (ver caso de la Disputada de Las Condes).

Podríamos seguir enumerando infinidad de problemas que presenta esta forma de gestionar la economía chilena en las últimas dos décadas, pero no se trata de eso en un documento como éste. Lo que deseo resaltar es que estamos en presencia de una crisis estructural de la economía, que aún cuando se supere el ciclo recesivo (con crecimiento del PIB del 5 % o más, sigue siendo recesivo para el 70 % de la población económicamente activa de Chile). La deformidad establecida en nuestra economía tenderá a agravarse cada día más. El final de todos estas propuestas de segmentación económica han ido derivando en una total y violenta fractura social. Ahí está la realidad de Argentina, Colombia, Venezuela, Ecuador, Bolivia, etc., para advertirnos de los riesgos que impone la testarudez del modelo vigente.

En otra oportunidad podemos conversar acerca de las alternativas para salir del atolladero que el modelo globalizador y transnacionalizador nos ha impuesto.

Lo único que se puede tener por cierto es que hay fórmulas políticas y económicas alternativas. Que estas fórmulas no rompen con la inserción globalistas, pero cambian el sentido del crecimiento económico, las prioridades y realza la presencia de actores que hasta ahora han permanecido marginados por las elites autorreferentes en la toma de decisiones.

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