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AY, NICARAGUA, NICARAGÜITA

(Desde la Revolución Sandinista hasta la Globalización)

JAVIER CAMPOS

"Ay, Nicaragua... pero ahora que sos libre,
Nicaragüita, yo te quiero mucho más"
(Letra de canción escrita durante la Revolución Sandinista por
Carlos Mejía Godoy)

Aarón tenía 11 años cuando en 1989 lo detuvo la policía sandinista. Era medianoche y él venía saliendo de una fiesta en León. Al otro día le pasaron un uniforme, lo estrenaron en un día ("el primer día me hicieron correr en el patio del ejército para que estuviera en forma" me dijo), luego le dieron un uniforme verde olivo, unas botas y un arma (una AK 47 de origen israelita) que apenas podía cargar. Le dijeron que lo iban a enviar -en unos días más- a la guerra, allá en la montaña, cerca de Honduras, para parar a "la contra" (la contrarrevolución). Podría ser en Ocotal, Estelí, Somotillo o cerca de Palacaguina, pero finalmente Aarón se quedó patrullando las calles de León no porque fuera tan joven sino porque ya estaban comenzando las negociaciones con la contra para acabar el conflicto. Y así quizás se salvó de morir como miles de jóvenes murieron y otros quedaron mutilados (vi a muchos con piernas o brazos postizos en las calles de León, abandonados a su suerte, vendiendo boletos de lotería algunos). Una guerra de casi 10 años donde dejó la idea de que la Revolución Sandinista había sido en vano. Porque el 75-80 % de la población en estos momentos en Nicaragua es pobre (para la Naciones Unidas el nivel de pobreza es ganar 1 dólar al día). Junto a Haití, son los dos países más pobres del Hemisferio Occidental. Y eso se ve por toda Nicaragua y duele el corazón. Más aún cuando por décadas -antes de 1979- el país entero pertenecía a la familia Somoza que consideraba al país como si fuera su propio feudo (casi todas las empresas, tierras eran de ellos, hasta un "Instituto" para vender plasma al extranjero cuya sangre era de indigentes a quienes les pagaban centavos por su "donación"). Pues a partir de 1979, con el triunfo de la Revolución Sandinista, Nicaragua parecía que iba a terminar con esa noche negra que cubrió al país por años y que a Augusto Sandino (1895) le costó la vida por querer una tierra justa y luminosa para Nicaragua. Por eso fue asesinado el 21 de febrero de 1934 por la Guardia Nacional cuyo jefe directo era Anastasio Somoza y Estados Unidos lo protegía. El país a partir de 1979 parecía entrar a otro futuro realmente más justo y verdaderamente luminoso para las mayorías explotadas y empobrecidas. Pero como escribe recientemente Sergio Ramírez, uno de los líderes y testigos oculares directos más autorizados del sandinismo, en su desgarrador libro, "Adiós Muchachos" (Memorias de la Revolución Sandinista) (1999), resultó que el sueño aquel jamás se logró. Lo único, dice Ramírez, que dejó el sandinismo fue una democracia que jamás había existido en Nicaragua durante la larga dinastía de los Somoza.

Aarón tiene ahora casi 22 años. Gana 115 dólares al mes (casi 6 dólares al día sin ninguna cobertura médica) y recién su esposa, de la misma edad, perdió su trabajo en una compañía privada donde ganaba 117 dólares mensuales. Tienen un hijo de dos años. El arriendo de una casa modesta les cuesta 50 dólares al mes y les sobra 65 dólares para comer, vestirse, pagar la salud, etc. No tienen dinero para gastar en ninguna entretención a no ser que sea gratis. Comprar el periódico es casi un lujo. Un libro cuesta cerca de 12 dólares. Poca gente o casi nadie (excepto extranjeros) se ve leyendo en la plaza de León y no existen los quioscos de diarios tan típicos de otras ciudades latinoamericanas. Así que en términos educativos, Nicaragua ha vuelto al pasado dentro del sistema salvaje que es allí el neoliberalismo. Hay que ver Nicaragua para darse cuenta cómo funciona en la práctica ese sistema inhumano en los países del Tercer Mundo. Un sistema de doble filo que hasta ahora es la única opción que se ve por toda América Latina con la excepción relativa de Cuba. Pero en Nicaragua parece que se perdió la esperanza de una vida mejor para las mayorías porque el neoliberalismo muestra allí un rostro "global" patético y vergonzoso. Por ejemplo, se perdió para siempre la educación gratuita. Hasta en la primaria hay que "dar voluntariamente 5 córdobas al mes" (50 centavos de dólar más o menos). Un café y una coca-cola cuestan 26 córdobas, casi dos dólares que es casi un día entero de trabajo para el 80% de la población. Un profesor de escuela primaria gana 70 dólares mensuales y tiene sí seguro médico y cierta ayuda con transporte. La salud tampoco es gratis para esa pobreza aun cuando el gobierno actual dice que cualquiera puede ser atendido en cualquier centro de salud (que por lo demás tienen gran una falta de materiales de primera urgencia y la gente se muere porque no hay medicamentos básicos). Han proliferado las clínicas privadas donde se atiende preferentemente a pacientes de tratamiento costoso donde se necesita alta tecnología, pero esos 80% de pobres saben que si tienen una enfermedad más compleja sólo les queda esperar la muerte porque jamás recibirán ninguna atención porque nunca podrían pagarla. El campo está deteriorado o abandonado. Desde León a Managua por ejemplo, de vez en cuando se ve una producción de soya que por lo general choca brutalmente, su excelente regadío y el verdor del fríjol creciendo, con las tierras vecinas abandonadas, secas y estériles. Por eso que si a Nicaragua no estuvieran llegando la ONG (organizaciones no gubernamentales), principalmente extranjeras (Alemania, Italia, España, Suecia, Estados Unidos, etc), no sólo sería el más pobre de Occidente sino una tierra de mendigos medievales que sumaría casi el total de su población. Muchos dicen que el país "no es pobre sino que ha sido empobrecido".

Aarón trabaja manejando un jeep que pertenece a una ONG, apadrinada por una ciudad de los Estados Unidos. Esa ayuda ha permitido que el grupo donde él trabaja (en total son 7 personas allá en León) pueda implementar proyectos concretos: pequeñas fincas de producción y ganancia comunitaria; dar pequeños créditos para motivar a otras comunidades empobrecidas a salir de la miseria trabajando juntos; ayudar a cientos de niñas huérfanas tanto en tratamiento sicológico como en algún proyecto económico; venta a precios muy bajos de bicicletas regaladas (usadas y algunas nuevas) por gente de Estados Unidos); venta a precios muy reducidos de prótesis (piernas, brazos) que envían como donación otros países para esos mutilados por la guerra de casi 10 años. Con la mínima ganancia de las ventas se ayuda a financiar otros proyectos para salir un poco del círculo de pobreza dominante.

Aarón es también uno de los beneficiarios de esas ONG. Sin en esa ayuda, sin duda él andaría poco menos que de mendigo. Ya es claro que la gran cantidad de estos organismos no gubernamentales existe en Nicaragua porque al sistema neoliberal no le interesa solucionar ni subvencionar los asuntos de ese 75-80% de gente pobre. El gobierno actual de Nicaragua hace tiempo que quitó TODA ayuda directa e indirecta a organizaciones como las ONG o a gente que necesita urgentemente algún apoyo mínimo para escapar de la miseria.

Aarón me contó que trabajó por tres años en una maquiladora en Managua (casi todo Centro América está llenándose de maquiladoras: Guatemala, Honduras, El Salvador, Costa Rica). En ese territorio privado cerca de Managua (no dejan entrar a periodistas ni a nadie allí para hacer NINGÚN tipo de reportaje) hay 19 compañías que pertenecen a transnacionales de países como Japón o Estados Unidos. Toda la producción se exporta. En 1997 esas exportaciones alcanzaron 250 millones de dólares (ninguna ganancia queda en esos países centroamericanos sino que toda va dar a las compañías extranjeras PERO que operan en esa "zona libre"). Los productos son generalmente ropa que en Estados Unidos costaría –unos jeans, por ejemplo- 50 dólares el par y que en la maquiladora costó 6 dólares o menos producirlo. Cada trabajador en la maquila gana 30 o 40 centavos de dólar la hora y nadie tiene seguro de salud ni tampoco derecho a formar sindicato. Aarón trabajaba todo el día en sólo poner una tintura a los jeans que luego serían vendidos en los miles de Mall de países del Primer Mundo porque en Nicaragua ninguno de esos productos se queda en el país (además ¿quién compraría en León unos jeans por 50 dólares?). Estados Unidos ha indicado que para el año 2005 espera que el sistema de maquila se aumente a nivel global. A Aarón lo despidieron por comenzar a protestar e intentar formar un pequeño sindicato. También me contó que la mayoría son mujeres jóvenes las que trabajan en las maquiladoras y que antes de comenzar deben tomar un test de sangre para demostrar que no están embarazadas. Así que Aarón volvió a León tratando de buscar algún empleo en otra cosa y de suerte logró la ocupación de chofer en esa ONG a la cual le da gracias al cielo porque él, su esposa y su hijito pueden comer al menos dos veces al día. Por eso es irónico que en los caminos de Nicaragua haya grandes carteles mandados a poner por el presidente Alemán (un neoliberal fundamentalista) donde dice: "En la zona franca hay trabajo." Como se sabe, "la zona franca" es el territorio de las maquiladoras. Dicen que Alemán aumentó en 7 años de gobierno su cuenta bancaria personal de 300 mil a 50 millones de dólares (en cambio la deuda externa de Nicaragua asciende a 6 mil millones de dólares). Por eso que en casi toda Nicaragua se ve a Alemán como un nuevo Somoza pero neoliberal y globalizado, como si el pasado somosista hubiera resucitado y traído de vuelta la pobreza y las injusticias con más violencia que el huracán Mich que azotó despiadadamente a Nicaragua en 1998. Ahora entiendo cuando el conocido cantante, músico nicaragüense, Luís Mejía Godoy, en un concierto al que asistí en Managua (marzo de 2000) decía: "Vivimos en un país donde el surrealismo se ha hecho sumamente cotidiano".

Aarón tiene la piel oscura. Dice que tiene antepasados indígenas que vivieron en la Costa Atlántica y de allí es de donde vinieron sus abuelos. Tiene amigos jóvenes que se han ido a Costa Rica buscando un futuro mejor. Un profesor de historia de la Universidad de León me dijo que la emigración de nicaragüenses a ese país suma 600.000. Eso significa también una entrada anual al país de varios millones de dólares porque esos emigrantes envían ayuda monetaria a sus familiares que están en Nicaragua. Pero ese dinero sirve para mantener una economía artificial de consumo rápido (restaurantes, pequeños negocios, etc.). Aarón no ha querido irse al sur –Costa Rica- y ya parece que no piensa irse, pero "quién sabe", me dice. Cuando nos despedimos en el aeropuerto de Managua nos abrazamos como viejos amigos. Sonreía con su dentadura blanquísima y una alegría que yo quería tener al dejar el país pero mi corazón estaba apretado de cierta tristeza. Volaba de vuelta a Estados Unidos. Volvía a la vida apacible y cómoda. Regresaba a mis estudiantes (norteamericanos) pero yo quería contarles la historia de un muchacho tan joven como ellos. Decirles que pensaran que aquel costoso jeans marca "Old Navy¨", "Levis", "Gap" o "Banana Republic" que vestían en ese momento en la clase le había puesto tintura azul un muchacho nicaragüense llamado Aarón al que le pagaban sólo 30 o 40 centavos la hora. Y que vivía allá lejos, en Centro América, en Nicaragua, donde la globalización tiene un rostro MUY distinto al que vemos en El Primer Mundo. Y también les iba a decir, por cierto, que Estados Unidos contribuyó a la destrucción de Nicaragua con una ayuda militar de cientos de millones de dólares durante casi 10 años.

Yo tenía que decirles todo eso. Pero no sé si irían a entender lo que en la última página del libro de Sergio Ramírez, "Adiós muchachos", escribió refiriéndose a la joven guerrillera sandinista, Idania Fernández, quien dejó su familia y a su hija de cuatro años para irse a luchar contra la dictadura de Somoza donde perdió la vida: "... . ella no dio su vida en vano. Lo hizo por su impulso del corazón, por su amor sin egoísmo, y puso el bienestar de los demás por encima de su propia vida. Y no importan los resultados, importa su ideal". Quién sabe si este pensamiento pueda ser aplicable también a tanta revolución y tantos movimientos populares que surgieron en nuestra América Latina en la décadas de los 70 y de los 80. Pero es muy posible que ese ideal vuelva a renacer más temprano que tarde en el tercer milenio porque es imposible quedar indiferente a lo que está ocurriendo en Nicaragua con esta globalización tan desigual y... tan salvaje.

León, Managua,

julio 2000