HOME

SOBRE LAS RAZAS Y EL RACISMO

Dr. Angel Rodriguez Kauth

Resumen:

SOBRE LAS RAZAS Y EL RACISMO

El tema de las razas es tratado desde diferentes enfoques a) desde las "ciencias duras", como la biología, b) desde las "ciencias blandas", como son la antropología y la psicología social y c) desde una lectura ideológica. Esta última opera como la síntesis de las dos anteriores e interpreta al racismo como una falsa conclusión acerca de las diferencias "raciales" entre los humanos, cuando biológicamente sólo es posible hallar la existencia de diferencias de especies.

Abstract

ON RACES AND RACISM

The topic of races is approached from different perspectives: (a) from so-called "hard sciences", like biology, (b) from "soft sciences", like anthropology and social psychology, (c) from an ideological point of view. The latter is a sort of synthesis of the former two and it interprets racism as a false conclusion drawn from "racial" differences among humans - but from a biological point of view it is only possible to find differences among members of different species.

---------------

a) Introducción: El tema de las razas puede ser enfocado -y es prudente que así se haga, por honestidad intelectual- desde dos lecturas diferentes, aunque no por eso contradictorias entre sí, ya que pueden y deben ser convergentes para su tratamiento. La lectura del tema tiene dos vertientes bien definidas, una biológica -con ribetes y con pretensiones de científica- ubicada en el espacio de las ciencias duras (Rodriguez Kauth, 1996b); y otra lectura que pertenece al campo de las llamadas -por los duros- ciencias blandas; dónde se incluyen disciplinas como Antropología, Historia, Política, Sociología y Psicología Social, las cuales se integran en un todo. Así también es posible -y necesario- abrir un tercer apartado referido a las lecturas de contenido ideológico sobre el tema.

a) Desde las ciencias duras, la biología: Tanto para la zoología como para la botánica (1) la raza es una subdivisión de una conceptualización mayor: la especie. A la raza es posible definirla como un conjunto amplio de individuos -o poblaciones- con caracteres morfológicos semejantes que tienen la capacidad de reproducirse entre sí, es decir, la progenie solamente se da entre los individuos de una misma especie; que, asimismo, difieren entre ellas -he aquí las razas- por algunos caracteres hereditarios genotípicos. La diferencia entre el concepto de raza y el de especie se centra en la fecundidad del entrecruzamiento de dos individuos con capacidad reproductora semejante: macho y hembra. Los que darán lugar al nacimiento de una prole que -con alta probabilidad- serán fértiles; es el caso de las razas. Mientras que los individuos de una misma especie tienden -en condiciones psicológicas y sociales "normales"- a cruzarse entre sí, no suelen hacerlo con los de otras especies animales y, si lo hicieran, en la mayoría de los casos no generan descendencia aún cuando cada uno de ellos tenga capacidad de fecundación. En los casos que ocurre en la especie animal, la prole concebida será estéril, como ocurre con el entrecruzamiento de un burro y una yegua produciendo la mula, que es un híbrido infértil.

La genética -rama de la biología- en estudios sistemáticos de poblaciones descubrió que los grupos raciales difieren por la frecuencia relativa de aparición de algunos genes. Así se vio que entre los europeos del norte tienen valor predominante los genes de color "claro" para la herencia del color del pelo, la tez y los ojos; en tanto que en los grupos poblacionales del Mediterráneo existe genéticamente un desplazamiento hacia el color "oscuro". Esto no es definitivo ni condenatorio para unos ni otros, ya que en ningún caso se ha encontrado un 100% de genes de un tipo y cero de los genes contrarios, solo es una cuestión de predominancia (2). Sin embargo, la genética halló la existencia de los alelos, genes mutantes que representan estados diferentes de un mismo gene. Es así que se explica que en las poblaciones del Africa central y meridional haya una fijación del 100% para los alelos determinantes del color del pelo; de suerte que en ellos no se encontrará el color rubio -refiriéndonos a un estado de "pureza", aunque sí se encuentran casos de albinismo por la mutabilidad de los genes.

La genética misma ha descubierto que la variabilidad fenotípica de las diferencias apreciables a simple vista entre las personas, mediante una examinación externa de los individuos, presenta áreas de superposición muy amplias, lo cual hace dificultoso -y hasta imposible- la atribución de características genotípicas de una raza u otra a distintos sujetos de una misma población.

Una incógnita que despertó la curiosidad de los investigadores es la referida a qué es lo que hace variar las frecuencias génicas de una población. Así comprobaron la acción de la selección genética en dependencia a las características peculiares del ambiente físico que las rodea; con lo cual concluyen que las diferencias externas en la apariencia pueden considerarse ecológicas. Las poblaciones adecúan su conformación exterior a las demandas del medio físico -en particular de las diferencias de clima de flora y fauna- en los espacios en que residen habitualmente. De tal forma se explica, por ejemplo, el mayor tamaño del corazón acompañado de una amplia capacidad torácica en los habitantes de regiones elevadas, como es el Himalaya o el altiplano boliviano, ya que se necesita un mayor esfuerzo físico para aspirar oxígeno.

Asimismo, en los actuales EE. UU., donde el clima fue propicio para asentarse los conquistadores británicos blancos, surgieron dos modos diferentes de relaciones entre las "razas", ello como resultado de las diferencias de una serie de factores: tierra, clima, tipo de producción y necesidades de mano de obra. En el trozo norte del territorio, el clima, la calidad del suelo y los registros pluviales facilitaron la instalación de pequeñas explotaciones agrícolas e industriales, que eran atendidas por las familias o por la contratación de trabajadores libres. En tanto en el Sur, el clima y la tierra favorecieron la producción en gran escala de productos típicos de la región -el algodón-, lo que se hacía en plantaciones extendidas, para lo que era necesaria mucha cantidad de trabajadores y ... baratos. Fracasado el intento de esclavizar a los indígenas nativos, los terratenientes solucionaron el problema importando esclavos -por millares- del Africa Occidental, ya que estos se ajustaban al tipo de clima -tropical- que les ofrecían el lugar.

La adaptación de las especies a su espacio ecológico ha llevado a algunos especialistas en seguimientos genéticos a confundir los términos -como fue el caso de Dobshansky- raza y especie. Si bien es cierto él trabajó en experimentalmente con diversas poblaciones de la "mosca de la fruta" diseminados por el mundo, esto lo llevó a considerar que las aclimataciones temporales de los insectos no eran iguales en un lugar que en otro; sin embargo, esto solo lo habilitaba para tener en cuenta la existencia de diferentes razas -de moscas- dentro de una misma especie. Simultáneamente, un cirujano norteamericano -C. R. Drew (1904-1950), quién era negro- se preocupó por demostrar a los blancos de los EE. UU. que no existe alguna razón científicamente válida para segregar el plasma sanguíneo en los bancos de sangre por la categorización en razas de los donantes, ya que el plasma no presenta diferencias que obedezcan a cuestiones raciales en su composición química.

En la actualidad, la ingeniería genética y la biotecnología, estudian las diferencias y estándares del ácido desoxirribonucleico (ADN) en poblaciones animales para, de ése modo, lograr mayores rindes cárnicos y menores contenidos de colesterol, ya que éste último afecta a la salud humana. Pero los estudios con ADN nada han dicho acerca de las diferencias raciales en los humanos que no sean las que están inscriptas en la composición genética de cada uno.

A su vez, la desviación de los hallazgos genéticos hacia la herencia, como correlato del "darwinismo social", dieron lugar al desarrollo de la eugenesia, la cual tiene dos vertientes. Por un lado una que puede considerarse positiva y que consiste en reforzar las potencialidades adaptativas de los individuos merced a la educación; por otro lado, la negativa, que propone no hacer esfuerzos sobre los individuos no adaptados o con poca capacidad de adaptación, es decir, los que tienen limitaciones físicas o psicológicas. De tal suerte, las consecuencias perversas de esta interpretación pretendieron prohibir el matrimonio entre individuos de diferentes "razas" y hasta la esterilización de los infradotados psíquicos, físicos y sociales, es decir, hasta los delincuentes cayeron en ésta trampa tendida por quienes querían mantener la "pureza racial". Esto no sólo ocurrió en la Alemania nazi, también para la época del nazismo, en EE. UU. se puso en vigencia una legislación limitante a la inmigración de meridionales, ya que contaminarían la "pureza racial" de los norteamericanos.

b) Desde las ciencias blandas, la antropología: Se han intentado múltiples taxonomías de la especie humana -al igual que los zoólogos con otras especies animales y los botánicos con las plantas- sobre la separación de un conjunto de caracteres genéticos comunes transmitidos por la herencia. Debido a que en los últimos cien años ha sido imposible encontrar -con criteriosidad científica- "razas puras", se tiende a limitar el valor -y el uso, que llegó al abuso cuando se lo utilizó políticamente- del término raza. Algunos investigadores encontraron en tal sistematización, sin embargo, un valor metodológico y de clasificación, aunque hay que tener presente que toda clasificación lleva implícita una rotulación -por lo general peyorativa- acerca del otro, con lo cual éste valor se ha ido perdiendo en los últimos años. De tal forma, solamente es útil hablar de tipos, o de grupos raciales o poblacionales, desde una perspectiva genética; mientras que con la lectura cultural, conviene referirse a pueblos o etnias. El criterio para clasificar a los grupos poblacionales puede ser genético, morfológico, fisiológico o geográfico. Una lectura desde la antropología cultural no es prudente debido al estadio de evolución de la poblaciones actuales (3), pues la expresión de una cultura puede ser independiente de las características genéticas de sus habitantes.

Antropólogos europeos y norteamericanos han hallado formas de comportamiento muy diferentes entre las culturas no occidentales estudiadas por ellos, particularmente en las islas del Pacífico Sur y en el Africa "negra"; lo que les proporcionó una perspectiva de la diversidad del comportamiento humano que ampliaba la tradicional conocida: la europea occidental. Así se encontraron, entre otras cosas, con estructuras del habla, o del lenguaje, y con pautas de conocimiento y de la percepción que definen al medio natural y social en que se mueven los nativos; estos elementos llevan a encontrar distintos esquemas de atribución de causalidad y de estructuras lógicas de pensamiento; con pautas de criterios de autoridad desconocidas en occidente; con maneras distintas de expresar las emociones y, lo más notable, las discrepancias en cuanto hace a juzgar la moralidad de los hechos sociales, es decir, la existencia de una ética diferente a partir de prácticas religiosas originales y de una lógica sustentada en otras pautas de estructurar los contenidos y el decurso del pensamiento. Esto último puso en crisis la "universalidad" de las valoraciones que se consideraban indiscutibles sobre las características psicológicas de la "naturaleza" humana, como así también los referidos a la vida política, económica y moral de los pueblos.

En tal sentido, los estudios de la antropología física (Young, 1979), que asienta sus investigaciones en criterios descriptivos morfológicos, contribuyó a encontrar, p. ej., que la pigmentación no es obra de un único gene, sino el producto de la combinación de genes asociados. Un inconveniente semejante se halló al realizar otras consideraciones morfológicas, como la estatura, el diámetro del índice cefálico, etc. En realidad, para lo poco que han servido estos estudios es para determinar de manera muy general cierta propensión a contraer enfermedades; la pilosidad en las extremidades y a explicar porqué los jugadores de básketball negros -como así los atletas de ése color- obtienen mejores rindes competitivos que los blancos: los negros tienen más extendido el recorrido que hace el tendón de Aquiles, lo que les permite mover el pie con mayor rapidez y agilidad. Esto último seguramente obedece a una causa ecológica, ya que los negros, africanos de origen, debían subir árboles en razón del especial clima y forestación del lugar.

Si en el pasado estos estudios raciales fueron infructíferos, en la actualidad son poco menos que imposibles. El proceso de globalización (4) que se está viviendo, provoca desplazamientos constantes de poblaciones que vivían aisladas, con lo cual rápidamente se producen reproducciones entre los miembros de las diferentes "razas" de un lugar y esto hace que las clasificaciones se conviertan en científicamente inoperantes e inservibles. En cambio, pueden ser útiles para predecir -con los errores de toda predicción- el futuro de algunas poblaciones a partir de su tamaño, reproducción de tipo endo o exogámica, la fertilidad, el índice de mortalidad, etc. Al efecto baste citar que es posible diagnosticar el tamaño futuro de una población -probabilísticamente- como así también sus posibilidades de crecimiento y expansión. Histórica y geográficamente se comprobó que las poblaciones pequeñas evolucionan y crecen más rápido que las grandes; y viceversa, las grandes poblaciones tienden a tener tasas de reproducción semejantes a cero. Es lo que está ocurriendo en Europa, dónde las poblaciones envejecen más tardíamente, prolongan su vida y no se reproducen en al menos una progenie por individuo y el crecimiento demográfico se detiene. El fenómeno inverso, de explosión demográfica, se produjo en la historia durante los tiempos de la adquisición de grandes medios de producción, como fue en el período neolítico y, más cercanamente, la revolución industrial. Actualmente, las poblaciones "marginales" crecen con demasiada rapidez como consecuencia de las mejoras en la calidad de vida médica, la cual no se las regala, sino que los utiliza como conejillos de indias para sus experimentaciones.

c) Una lectura psicosocial: Desde la psicología en general y apoyada en hallazgos de la Psicología Social -cargada de argumentos ideológicos- se recurrió al concepto "carácter nacional" para designar las características frecuentes y permanentes de tipos de personalidad, como también de estilos de vida que se observan o adjudican a las distintas poblaciones. Estas formas de conducta fueron consideradas por algunos estudiosos con un relativo nivel de abstracción. Esto significa que fue estudiado cómo se daba el comportamiento cultural, sin referencia a las modalidades de personalidad entre los pueblos y así se encuentra el cruzamiento de la Antropología con la Psicología Social. Asimismo, se consideró el "carácter nacional" como la resultante de los mecanismos psicológicos defensivos que subyacen en las poblaciones para su éxito y sobrevivencia. El constructo "carácter nacional" -que no es más que eso- fue aprovechado por las corrientes políticas racistas, para demostrar que los pueblos no solo difieren en caracteres físicos o culturales, sino también en sus estructuras psicológicas. En el decir de J. Bleger (1962) con esto se habrían cubierto tres áreas, es decir, las de la mente, el cuerpo y el espacio social.

En Europa se tuvo la creencia infundada de que existen distintos caracteres psicológicos entre las poblaciones. Tales creencias no fueron el producto de la observación sistemática, sino más bien de una observación a "ojo de buen cubero", la que vino con una historia a dos puntas. Primero, algunas naciones -para su imaginario colectivo- elaboran "caracteres nacionales" respecto a sus miembros a partir del ensalzamiento y maximización de sus virtudes; en tanto que, suelen hacer una maximización de los defectos de los pueblos con que mantienen rivalidades, a la vez que se minimizan los errores o defectos propios. Fue común encontrar en las manifestaciones del folklore algún lugar, dichos o expresiones, que hacen referencia a las diferencias entre, por ejemplo, los vecinos daneses y suecos, o entre belgas y holandeses. En otros casos tales prejuicios se han mantenido entre pueblos alejados por el espacio geográfico, como ha sido frecuente entre alemanes e italianos. También este fenómeno se observa en los habitantes de país, pero que terminaron en convivencia aparente por procesos políticos que los arrastraron a la integración nacional, como ocurrió con buena parte de los países europeos durante el Siglo XIX, durante la creación de los grandes Estados Nacionales a partir de principados: Italia, Alemania, Austria, Hungría y los eslavos.

Esto también ha ocurrido en América Latina, dónde es posible observar fenómenos semejantes en cuanto a reacciones populares que se produjeron desde de la separación arbitraria de los territorios que -durante la colonización- fueron unificados bajo un virreinato. Así, es posible marcar las diferencias de "carácter" que se establecen entre argentinos y chilenos, paraguayos y bolivianos, salvadoreños y hondureños, etc. Estas tienen basamento histórico en las diferencias culturales entre los pueblos indígenas que habitaban cada región, ya sea por diferencias de lenguas, cultos religiosos y costumbres cotidianas. El fenómeno disociativo en "caracteres nacionales" se extiende a los miembros de una misma Nación-Estado, como son las pretendidas "diferencias psicológicas" supuestas entre habitantes de diferentes provincias argentinas, Así, los tucumanos desprecian a los santiagueños por no ser afectos al trabajo y dormilones; los correntinos se consideran separados de la Argentina, a punto tal que afirman que si Argentina entrase en guerra, ellos lucharán en defensa de aquella. En Europa ocurre otro tanto, por ejemplo, entre los italianos del Norte y del Sur; en España los catalanes desprecian al resto de los españoles por considerarlos con poco empuje hacia el trabajo. En el Africa la situación tomó estado trágico con los procesos independentistas del siglo XX, ya que se conformaron Estados constituidos por miembros de tribus, muchas veces, con una histórica y sangrienta rivalidad entre sí. En definitiva, cada conjunto nacional -o local- con el paso del tiempo ha configurado -en el imaginario social- determinados estereotipos acerca de sí mismos y de otras comunidades nacionales. Dichos estereotipos, normalmente, han sido de adjudicación de atributos negativos y peyorativos para con los otros, aunque han habido casos de atribuciones positivas, como la creencia casi universal de que los alemanes son emprendedores pujantes y muy trabajadores y que su palabra empeñada vale más que la firma de cualquier documento (5). Es verdad, hay personas en distintos pueblos que son más propensos a la lisonja gratuita, a la flema cotidiana, a la laboriosidad o al desprecio de ella, etc., pero eso no habilita a hablar de "caracteres nacionales" diferenciadores; se trata de conductas individuales que son tomadas como paradigmáticas de todo un pueblo. Recién a partir de 1940 es que se comenzaron a realizar intentos con relativa seriedad científica para explorar la validez de esas percepciones diferenciadoras en las investigaciones sobre la personalidad.

Los estereotipos son formas de pensamientos matizados por elementos emocionales, a las que W. Lippman (1922) definió como "imágenes en nuestra cabeza", que son resistentes al cambio. Tener estereotipos de los otros no solo cosifica al "otro", lo inserta en una categoría inamovible, lo reifica, sino que también degrada al portador de los estereotipos, que lo convierte en un esclavo de sus prejuicios irracionales y sin fundamento alguno en la experiencia.

Durante la Segunda Guerra Mundial (6), antropólogos y psicólogos pensaron que estudiar las diferencias de personalidad determinadas por las estructuras culturales podía ser útil para comprender y explicar las diferencias entre las naciones que interesaban, es decir, las occidentales y, concluían -con suma ingenuidad-, que con estos conocimientos recabados se pondría freno a los enfrentamientos bélicos, a más que facilitaría el desarrollo económico y social conjunto. Ellos sostenían que había que encontrar los patrones comunes a los sectores más relevantes de las poblaciones enfrascadas la guerra y que con tales elementos en las manos era posible dar sentido al análisis de los acontecimientos políticos y sociales que ocurrían en aquellos Estados.

Fue el antropólogo Malinowski (1973), quién había abandonado el evolucionismo por considerarlo una conjetura que nada aportaba acerca de los estilos de vida, uno de los que se estimuló en sus investigaciones por las modernas teorías psicosociales referidas a la "naturaleza humana", siendo sido influido de modo notorio por el psicoanálisis. Junto a otros, investigó lo que ocurría en las comunidades llamadas primitivas, dudando de las afirmaciones universales -con pretensión de científica- acerca del funcionamiento del aparato psíquico. Para el momento de la Segunda Guerra ya se instaló en los científicos sociales la necesidad de estudiar los problemas concomitantes al desarrollo de la personalidad en diferentes culturas. Esto llegó al punto de crearse una suerte de disciplina que investigaba sobre las relaciones existentes entre la cultura y la personalidad, como recíprocamente. Más, tal inquietud no era científicamente ingenua -no era "asépticamente pura"-, sino que su objetivo apuntaba a lograr métodos útiles a los estudios de cultura y personalidad que permitieran una aplicación a los análisis que comprendieran la conducta de los habitantes de países que habían entrado en la guerra, sobre todo los que estaban del lado enemigo, para así tener armas "psicológicas" con las cuales combatirlo.

De tal suerte se dio impulso a la etnografía, al trabajar sobre las relaciones mencionada recurrieron a utilizar de metodologías y técnicas de uso común en la práctica de la psicología clínica y de la psiquiatría. Así se utilizó el método de observación directa de los procesos de socialización de niños en sus familias, como asimismo lo que ocurría en otros ámbitos socializadores; también hicieron uso recurrente de entrevistas -estructuradas o no-, biografías o historias de vida; técnicas proyectivas, como las láminas de Rorschach y del TAT y hasta se atrevieron a incursionaron por los laberintos de la lectura de las imágenes oníricas.

Pero la guerra también fue un adversario de los investigadores, ya que no podían desarrollar investigaciones en territorios enemigos o en los lugares dónde se combatía, como el frente del Pacífico, noráfrica y la Europa oriental, atlántica y balcánica. De tal forma apareció lo que se denominó "estudio de la cultura a distancia", que era una técnica sustitutiva y que fue sistematizada posteriormente (Mead y Métraux, 1953). Así se hacían estudios con los pobladores "internados" en campos de detención, como los japoneses en EE.UU., con el objeto que a partir de la evocación de sus vidas en sus lugares de origen informaran acerca de las pautas culturales, intelectuales y emocionales de sus compatriotas. Obvio que cuando se trataba de países "ilustrados", se recurría a expresiones artísticas, como son las fuentes literarias, arquitectónicas, plásticas, y musicales, entre otras tantas fuentes de información que aportaban datos de cómo se producía la socialización para poder realizar un análisis sistemático de los mismos. Tales estudios servían -a su vez- a los servicios de la "inteligencia" militar para conocer, por ejemplo, la jerarquía de valores que eran sostenidas en aquellas poblaciones y el sentido del deber y la obediencia: esto podía ser útil para derrumbar las defensas psicológicas en la retaguardia, en lo que se llamó "la guerra psicológica".

Si bien existen diferencias entre los distintos estudios y sus conclusiones acerca del "carácter nacional", todos ellos parten de una premisa basal: que existen elementos de personalidad comunes a los miembros de diferentes Estados, los que pueden ser atribuidos a las particulares formas en que se testimonian los procesos de socialización y crianza de los niños. Además, existía el ánimo de elaborar una taxonomía de las diferencias, ordenando el desorden de datos y prejuicios circulantes. Lo que es un dislate intelectual, ya que lógicamente si las premisas son falsas -prejuicios y estereotipos-, las conclusiones lo serán. Pero al margen del dislate lógico, lo interesante es que estos estudios fracasaron debido a que los criterios de comparación no admitían parangón entre ellos, esto ocurría en razón de que partían de fuentes diferentes y, además, debido a que las variables a estudiar no estaban claramente definidas, en razón de la complejidad de las mismas (7).

Asimismo, simultáneamente a estos intentos de caracterizar al "ser nacional", surge la figura de A. Kardiner, que no era antropólogo de campo, sino que a su quehacer como psicoanalista se ocupaba de sumar los datos aportados por los etnólogos. Mientras el psicoanálisis clásico hacía referencia a la estructura psíquica de cada sujeto, él presentó, como novedad, la hipótesis de una estructura común en una misma cultura, desarrollando de esta manera el concepto de personalidad básica (Kardiner, 1939). Con el mismo se refería a la integración de la personalidad individual en un común denominador compartido con quienes tuvieron experiencias culturales semejantes. El concepto en cuestión parte del psicoanálisis e intenta restarle valor a lo biológico en la estructuración del carácter, enfatizando los procesos primarios determinados por la cultura. Su interés se centraba en la estructura y función de la familia como primer agente de la socialización (8). Para finalizar, el desarrollo hecho por Kardiner, es conveniente tener en cuenta que él nunca ignoró la tremenda importancia que tienen las fluctuaciones económicas en el espacio familiar, ya que pueden alcanzar tener una considerable influencia sobre las experiencias infantiles tempranas.

Otra contribución a este tipo de estudios fue la de otro psicoanalista, E. Fromm (1941), quién puso el acento de sus estudios sobre las características sociales de las comunidades. Para ello tomó como base a la sociedad industrial de su época, momentos en que la rutina -a partir de la burocracia y la "normalización" de las tareas- convierte en obligatorio el control de la disciplina, como modo de formar una personalidad homogénea a todos sus miembros, con el propósito que esa sociedad compleja pueda funcionar adecuadamente bajo las premisas de la eficiencia y la eficacia. Fromm destaca que en aras del mantenimiento de la complejidad social se simplificaron los mecanismos psicológicos de defensa, hasta convertirlos en una suerte de máquinas con los engranajes aceitados para que no fallen.

Como se ha visto, la mayor parte de las investigaciones realizadas sobre el "carácter nacional" enfatizan de manera notable la relación existente entre pautas de crianza y los estilos de la personalidad, a partir de lo cual se realizan elucubraciones que las enlazan con las características de personalidad de los adultos.

Un objetivo primordial de estos estudios ha sido investigar las posibles tensiones que subyacen a las estructuras políticas y sociales de la contemporaneidad. Los dirigentes políticos -desde los autoritarios emperadores hasta los mandatarios republicanos- junto con su corte de asesores, han tenido la ilusión -dicho esto en el sentido dado a la "ilusión" por Castoriadis (1975)-, de poner punto final a las tensiones sociales merced al uso de algún artilugio mágico. Esto es disparatado, ya que las tensiones son la cuna del crecimiento y desarrollo de una comunidad, más, en la fantasía de los dirigentes, está presente la "ilusión" de vivir en algo similar a la paz de los cementerios, es decir, sin que nadie proteste ni se hagan oir las quejas por lo que acucia a los ciudadanos. Y, precisamente, las tensiones son el síntoma de que no se está quieto, de que se están moviendo las relaciones de poder, sin ellas el cambio y la transformación social serían un imposible.

Obvio que estas investigaciones no han perdido oportunidad de aprovecharlas para el beneficio ideológico de quiénes las encargaron pagando sus subsidios, o de la identificación política que tenga el investigador. Un ejemplo de esto -en sus dos vertientes- es el caso de R. A. Bauer (1948) ya que él satisfizo a sus patronos a la par que satisfacía sus inquietudes ideológicas. El intentó demostrar que el comunismo era un sistema político deficitario, ya que generaba tensiones entre las condiciones de vida del pueblo de a pie con respecto a las prebendas que gozaban los jerarcas del Partido Comunista gobernante en la URSS. Como no se le escapará al lector, tal notable hallazgo no solamente fue válido para aquella situación soviética, sino que también es válido para cualquier gobierno "democrático" occidental y cristiano, dónde los jerarcas políticos y administrativos viven, sin dudas, mucho mejor que el pueblo llano.

Todos estos estudios sobre los caracteres nacionales apuntaron a conseguir que desde los aparatos hegemónicos del Estado se manipulen las condiciones de estructuración del carácter. Para eludir responsabilidades sobre tal cuestión, se alude a que gracias a esas modificaciones será fácil emprender el camino del desarrollo económico y social sustentable. Tal argumentación es falsa, no son las características de personalidad las que explican al desarrollo, sino que en todo caso será éste -o su ausencia- el que explique las complejidades que se dan en la formación del carácter. Es decir, resulta inexplicable como pueblos con fama de atrasados, que rinden culto a lo folklórico, casi primitivos, han logrado un rápido crecimiento en su Producto Bruto Interno; para esto valgan los casos de México, Indonesia, Corea, y otros de los que los economistas conocen como los "tigres asiáticos". Ellos no modificaron sus pautas de crianza, ni el destete, ni las fantasías de castración, ni cosa alguna en lo psicológico que permita explicar su crecimiento. Solo lograron el desarrollo y crecimiento de su macroeconomía merced al uso -y al abuso- de la mano de obra en condiciones de esclavitud, condición a la que redujeron y sometieron a sus trabajadores.

Para finalizar este apartado, es preciso recordar que al hablar de "carácter nacional" se lo está haciendo en una referencia cercana al del "ser nacional", ya que el carácter de un pueblo es asimilable a su condición ontológica, si es que los pueblos tienen ésa característica ontogénica. Este tipo de pensamientos fue rescatado por los ideólogos del populismo, quiénes pretenden hacer del concepto de identidad nacional un concepto de carácter abarcativo y totalizador, sacarle la condición abstracta para materializarlo en conductas e ideaciones comunes. Es decir, sería la de una identidad única para todos los miembros de una comunidad nacional. En esta conceptualización de la identidad, que vengo de resumir, se da por supuesta la necesidad de integrar un país jurídico legal con las bases del país real, aunque pareciera que pueden -y en general los pueblos lo hacen- transitar por canales diferentes. Lo disparatado de esto es que históricamente no se conocen entidades nacionales (con el criterio moderno de amplitud temporal y crecimiento social) que hayan sido totalmente unitarias en su manera y estilo de concebir a la "identidad nacional".

Las luchas por los intereses personales -poco atendidas por las ciencias humanas después que advirtieran su importancia, filósofos como J. Locke (1698) y J. S. Mill (1963)- y las luchas de los intereses sectoriales -atendidas por intelectuales solamente desde el punto de vista de las luchas de clases- hacen que la identidad nacional que porten los distintos agentes sociales tenga por lo menos un objetivo diferente entre si, cual es el de los intereses de las personas que -más de una vez- se dan de patadas con los intereses sectoriales con los que se identifican y, lo que es peor, con los les adjudican los mesiánicos políticos populistas. Al ser el objetivo identitario diferente es porque las bases ideológicas sobre las cuales se asientan han de ser necesariamente diferentes, con lo que la unidad de identidad se pierde en una maraña de confusiones.

Por último, es preciso señalar, con el fin de desmitificar al remanido "carácter nacional", que el mismo solamente facilita la puesta en marcha de estereotipos sociales que marcan diferencias entre los pueblos. ¿Es que acaso todos los gallegos son duros de entendederas?; pareciera que no, ya que -Generalísimo Franco al margen- desde Galicia han salido algunos talentos. ¿Acaso los vascos son todos "cabezas duras?; parece que la afirmación es falsa, M. de Unamuno mostró elocuentemente que se puede cambiar de posición religiosa ... aún disculpándose ante la mamá. ¿Es que todos los alemanes son inteligentes?; también parece disparatado, caso contrario no se mantendrían escuelas para niños deficientes mentales. ¿Los ingleses son tan flemáticos como los pintan?; si así fuera no tendrían porqué tener manicomios y cárceles, ya que pensarían dos veces antes de cometer una locura o un delito. ¿Y que los judíos son avaros, tacaños y usureros?; entonces no tendrían razón de ser las asociaciones de ayuda a los menesterosos que funcionan al seno de las comunidades hebreas del mundo y que satisfacen las demandas de sus "paisanos" caídos en desgracia económica. ¿Algunos recordarán lo amantes que han sido del arte y del vals los austríacos?; sí, es verdad, lo fueron y lo siguen siendo, pero también de tanto girar al compás de la música aparecieron monstruos como Hitler y el actual Haider. El rosario de ingenuidades podría ir al infinito. Que el lector se tome el trabajo de buscar sus ejemplos y verá lo absurdo que es sostener tal cosa. Esa concepción de "cómo es la gente" a partir de los estereotipos nacionales construidos lleva dentro suyo una idea: autoabastecerse y retroalimentarse. Pero la misma es estática y ahistórica acerca del criterio de lo cultural y de concebir a las identidades colectivas. De tal manera, lo que pueda ser Italia, Argentina, Alemania, el Occidente "democrático y cristiano", o el Islam, o la España vasca, termina por ser una reducción al absurdo. Así, los estereotipos, son frecuentemente el producto de una imagen común que atraviesa a los imaginarios sociales que -normalmente- es inventada y a la que se le adjudica inmutabilidad, más allá de las circunstancias históricas que rodean a cada instante de la vida de los pueblos. Gracias al uso -y nuevamente el abuso- de tales ardides es que se ha mantenido la dicotomía básica en que asientan las disociaciones, el "nosotros" y el "ellos" como categorías irreductibles y enfrentadas. Estos estudios, en los últimos años han perdido vigor y son solamente considerados como un antecedente histórico del tratamiento del tema.

En definitiva, los recursos invertidos en investigaciones que tienden a unificar criterios acerca de las diferentes personalidades nacionales, no han sido más que un ardid para justificar la irracionalidad de los estereotipos; y en ésa trampa tendida han caído -con ingenuidad alarmante- también científicos provenientes de las minorías culturales que históricamente han sido perseguidas y masacradas por aquellos mismos que los subsidiaron.

d) Desde una lectura ideológica: Para iniciar una lectura ideológica y política -que también pertenecen a las ciencias blandas- del tema de las razas, recordemos que en la Antigua Grecia, se denominaban "bárbaros" a los extraños, a los desconocidos que se acercaban desde lugares remotos, por la única razón que estos hablaban lenguajes diferentes a los utilizados por los helénicos y a las lenguas de las culturas cercanas, con las que mantenían contactos. Para retomar la lectura "clasista", recuérdese que los griegos consideraban "bárbaros" a los extraños, mientras que los esclavos, (Aristóteles, "Etica a Nicómaco"), eran "herramientas vivas"; es decir, desde aquel entonces se rastrean las disociaciones clasistas y racistas para diferenciar a los "otros". Por su parte, Herodoto reconoce escribió sus Historias con el objetivo de referirse a las guerras entre griegos y bárbaros.

A inicios de la cronología cristiana, al relatar los hechos de los extraños, un historiador chino decía que "Los bárbaros parecen humanos, pero tienen el mismo corazón de los animales salvajes. Llevan puesto un vestido que difiere del corriente en el Imperio del Medio, tienen otros usos y costumbres, otra alimentación y otras bebidas. Hablan además una lengua incomprensible. Esa es la razón por la cual un gobernante debería tratar a los bárbaros como se trata a los salvajes". Como se infiere de estos ejemplos -griegos y chinos-, en la antigüedad las "razas" y las diferencias "raciales" no se consideraban una cuestión biológica, sino que se trataban como un tema antropológico, aunque es preciso añadirlo, con la animación de un profundo etnocentrismo para juzgar a los otros, lo que conducía a discriminar, como se desprende de los dichos anteriores.

Sin dudas que existen diferencias entre las personas según sus rasgos físicos, externos como genéticos (9), e incluso, hasta en sus reacciones psicológicas. Sin embargo, tal realidad no puede ser interpretada de modo lineal y simplista, como si fuese condenatoria. Habitualmente en los contactos sociales que se producen entre personas de orígenes "raciales" diferentes, la diversidad racial se ve influida por el uso de la tecnología en cada uno de ellos; por las formas de organización social; por el sistema de creencias y valores, como también por las prácticas religiosas y por la manera de expresar las emociones y en las que organizan la lógica del pensar. De ahí es posible deducir que las características biológicas del concepto "raza" sirve para reforzar la observación tendenciosa y el resultado de las mismas son las diferencias aunque, sin constituir por ello, elementos de carácter primario o determinantes -sin estar atravesado por otras consideraciones ideológicas- que dan como resultado las diferencias en las conductas observables entre aquellos individuos que son considerados como seres "diferentes".

Un eufemismo empleado con frecuencia es el de las "relaciones étnicas", como forma de designar lo que la tradición histórica estudió como "relaciones raciales". Dentro de la primer terminología debe entenderse que bajo esa expresión no solo se estudian las conductas de los "racialmente" distintos. El constructo "étnico", basado en las diferencias culturales y de desarrollo de lo que se llama "civilización", entre los pueblos, reemplazó al equívoco constructo biológico de "raza".

Más no solamente las minorías étnicas acostumbran a ocupar una posición subordinada donde residen; así es habitual la segregación, o marginamiento, que sufren por parte de los nativos -y a veces de los "compatriotas" adaptados-, sino que con frecuencia son sometidos a limitaciones políticas y, lo que es peor, es la negación de la ciudadanía en tanto no como derecho electoral, sino a la condición de ciudadano del lugar para ejercer y exigir el cumplimiento de sus derechos y no solamente obedecer los deberes impuestos.

------

A fin de tratar las condiciones asimétricas que se produjo con la conquista y colonización europea sobre el mundo "no civilizado", es preciso tener presente que en las regiones en que se asentaron los colonizadores europeos, se han observado consecuencias y cambios uniformes y comunes a la mayor parte de los casos. Uno es el referido a la demografía y la salubridad de las zonas colonizadas. La llegada de los europeos no se hizo solamente con la espada y la cruz como elementos devastadores, también exportaron enfermedades infecciosas contra las que los nativos no estaban inmunizados. Fue el caso de la tuberculosis, sífilis, viruela y el sarampión. Tanto en América (la latina y la gringa), como en las Indias Occidentales, en Nueva Zelanda y en Australia, los aborígenes fueron afectados en los índices de crecimiento demográfico por las pérdidas de población sufridas a causa de aquellas enfermedades infectocontagiosas.

No nos llamemos a engaño, es obligatorio decir las cosas como son o, como ocurrieron. La necesidad de la expansión económica y la de naturaleza comercial -apoyada con medidas políticas y militares de los Estados que iniciaban la fase imperialista del colonialismo- constituyeron los principales motivos, aunque no los únicos, de la fundación de asentamientos ultramarinos en las colonias realizados por los europeos con los pueblos indígenas en diversas partes.

Pese a todo y cómo lo hacen los organismos vivos, los nativos adquirieron alguna inmunidad frente a esas enfermedades, debido a los anticuerpos que se generaron autónomamente. Mientras el aborigen percibía en el "hombre blanco" a un conquistador que venía a sacarle sus riquezas y hasta matarlo, el colonizador veía en los aborígenes a un barato y útil laboratorio "natural" para experimentar con sus modernas medicinas que estaban en expansión, todo lo cual llevó a un mejoramiento de la salud pública, con lo cual se limitó el deterioro de las poblaciones al hacer decaer las tasas de mortalidad. Pero esto no mejoró la situación de los aborígenes, ya que por un lado, en las regiones en que la población crecía debió enfrentarse a los flagelos del hambre, la subalimentación, ya que eran más habitantes para distribuir menos alimentos: en las grandes plantaciones el blanco se reservó las mejores tierras para la explotación agrícola y ganadera, con lo cual los problemas de la subsistencia crecían para los nativos -la desnutrición infantil alcanzó, y alcanza, cifras alarmantes para un mundo que se dice desarrollado (10) y, todo esto, se les reprochaba al carácter "indolente", propio de razas inferiores. El círculo vicioso del pensamiento racista volvía a cerrarse alrededor de los destinatarios del estigma (Goffman, 1961). Por otra parte, estas poblaciones fueron azotadas por otro flagelo, cual fue la deforestación y -posteriormente- el uso abusivo en el sembrado de las tierras, lo cual contribuyó aún más a generar la presencia del temido Jinete Apocalíptico: el Hambre. Si hoy existe un fantasma que recorre al mundo, ése es el hambre, que azota a millones de personas y para el cual el sistema imperiocapitalista parece no tener solución. Aunque sin dudas que las hay fuera del modelo económico capitalista.

Luego de estas parrafadas sobre la influencia del conquistador en los territorios exóticos alejados de Europa, estimo que ya no harán dudas que la idea de las "razas" ha servido de manera notable -y continúa sirviendo- como uno de los instrumentos más eficaces de domesticación y de dominación social, política y económica. El concepto de domesticación apareció cuando C. Colón "descubrió" América (11), para continuar con el desarrollo del capitalismo temprano y, posteriormente el concepto se impuso en el mundo debido a que era útil para justificar -hasta desde una lectura religiosa católica- la dominación colonial sobre los extraños territorios habitados por gente que aparecían como "diferentes", los que no eran considerados personas por los sacerdotes, quiénes inmediatamente se prendían de los intereses económicos de los esclavistas (12), si esos "diferentes" no habían recibido el sacro bautismo apostólico romano. En la actualidad, el mundo ofrece un espectáculo de corte escatológico; se trata de la mezcla de capitalismo con comunismo. Esto, que aparece como una aberración ideológica, se produce en el Lejano Oriente dónde, por ejemplo, en China continental y en Vietnam, son lugares en que el liberalismo económico se ha adueñado del mercado de producción de bienes y consumo, pero coexisten las restricciones a las libertades políticas propias del autoritarismo stalinista. Vale decir, se ha hecho la mezcla al revés, en lugar de libertades cívicas para el pueblo acompañado de control económico y financiero, se ha optado por la mezcla invertida, lo cual está dando lugar a las peores condiciones de vida imaginables.

En párrafos anteriores hice referencia a los "mestizos". Vale aclarar que las consideraciones del párrafo último son una suerte de mestizaje político y económico de la peor especie que se pueda encontrar. Pero, a los mestizos a que refería antes es a los que fueron otra consecuencia no deseada por parte de los ideólogos del racismo europeísta pero que, inexorablemente, debieron nacer como resultado de las demandas heterosexuales de los colonizadores viviendo en tierras alejadas de sus familias y de mujeres blancas. Este entrecruzamiento de individuos de diferentes orígenes en su connotación genética hereditaria produjo una nueva población "marginal", en cuanto a rasgos físicos y culturales que portaban.

Estos casos "marginales" -en la pacata sociedad decimonónica- presentaban una característica muy peculiar -al margen de las fisiognómicas- y fue la de que se criaron y vivido en un mundo cultural amorfo: ni fueron aceptados de manera total por los conquistadores blancos, pero ellos, los mestizos, -psicológicamente- se sentían superiores al resto de los nativos, de sus iguales, ya que llevaban algo "blanco" en su cobertura, lo que los llevó a vivir -a veces- con incomodidad social en su medio, ya que los nativos también los rechazaban por ser el resultado de algo considerado pecaminoso y hasta una traición a la cultura de la "raza".

Los mestizos fueron estimados -por los colonizadores- hasta el siglo XIX y principios del XX, portadores de superioridad intelectual ante los nativos (13) pero, ya en la segunda década del siglo XX se observó que no fueron superiores, sino que -hallazgos genéticos de por medio que sirven para demostrar estas falsedades- tuvieron una mejor crianza y posibilidad de desarrollo intelectual y físico que los nativos, por la misma razón de que el colonizador los consideraba mejores -algunos hasta eran sus hijos- y les facilitó contactos sociales, sobre todos educativos y laborales, que los hicieron destacarse respecto de sus "medio hermanos" aborígenes.

Un tópico insoslayable al tratar las "relaciones sociales" entre europeos y nativos, es el referido al papel misional de las iglesias que acompañaron a los conquistadores-colonizadores en sus emprendimientos de domesticación. Sacerdotes y misioneros llevaron la cultura europea a través de creencias religiosas "verdaderas", que sirvieron para reemplazar las creencias "falsas" sostenidas por los aborígenes. Estos valores -inducidos y hasta introducidos por la fuerza del garrote- hizo que se destruyan los lazos solidarios existentes en los nativos (14). De tal forma se introdujo la ética del individualismo en lugar de la ética de la solidaridad comunal tradicionales de los pueblos aborígenes, lo que ocasionó conflictos en el ámbito tribal. Un efecto semejante lo representó la función reproductora de la educación (15) con contenido de temática europea e ignorante de la realidad cultural en que se imponía, ya que en las escuelas, dirigidas y sostenidas por algún culto religioso, se cuestionaban las prácticas de la brujería, la magia y los rituales religiosos tradicionales de las poblaciones indígenas; a la par que se ignoraban las tradiciones legendarias y la realidad inmediata en que se vivía. Así no fue extraño -y ya en pleno Siglo XX- que, por ejemplo, los pueblos colonizados por los franceses en el Africa aprendieran en las escuelas cuál es la distancia que separa, viajando en "metro", a la Torre Eiffel de la margen más lejana del Sena; lo cual es a todas luces un disparate no sólo didáctico, sino también intelectual y de respeto a los derechos a la autonomía.

Ahora bien, primero fue América del Norte, luego la del Sur y del Centro, las que iniciaron la descolonización con sus metrópolis. En América del Norte este proceso lo comenzaron en los EE. UU., pero bajo la iniciativa de la población blanca inmigrante de la metrópoli británica, ya que los indígenas y los pocos esclavos negros que habitaban por entonces su territorio, no tuvieron algo que ver con el mismo. En Sudamérica el proceso de liberación y descolonización se produce al siglo siguiente, pero con características semejantes al norteamericano, es decir, fue obra de la población criolla (16). Tampoco en estos episodios tuvo protagonismo la población aborigen, salvo que fueron reclutados a la fuerza para pelear en primera fila y contra su voluntad enfrentando a las tropas realistas. Ellos, los aborígenes, no sentían necesidad de liberarse del trono europeo, en todo caso llevaban adelante su resistencia contra el invasor blanco, cualquiera haya sido el origen de éste. Un caso paradigmático fue el de los indios Quilmes que habitaban en la Argentina, en las estribaciones de la Cordillera de los Andes; a ellos fue imposible domeñarlos y someterlos debido a su rebeldía y resistencia a someterse, por lo cual los conquistadores se vieron obligados a hacer marchar el genocidio indígena y, a los que sobrevivieron, trasladarlos a más de mil kilómetros en condición de esclavos de las familias criollas o europeas que vivían en Buenos Aires.

Diferente fue el proceso de descolonización que se produjo, en la segunda mitad del Siglo XX, en territorios africanos. En ellos sí puede asegurarse -sin equívocos- que existió una transformación en el pasaje de las antiguas colonias a los estados nacionales; lo que produjo la introducción de nuevas relaciones y estructuras sociales en los modernos Estados surgidos de las cruentas guerras de liberación (17), quienes terminaron -ya fuesen vencedores, vencidos o los hipócritamente neutrales- maltrechos de la Segunda Guerra. En este caso, los cargos de gobierno -policías y fuerzas armadas- y la administración pública fueron asumidas por los nativos, cosa que estaba reservada a los representantes de las potencias coloniales. De esta forma los nuevos Estados naciones (18), adquirieron no solo el sentido de su poderío, sino también el de la identidad nacional. A los mismos se los puede encontrar testimoniados en la expresión literaria, la que comenzó como manifiesto de protesta que enfrentó al colonialismo y que más tarde rescató los valores que se habían mantenido escondidos, de la "negritud", lo que en algún momento cayó en la trampa psicosocial -entendible, por cierto- de convertirse en un contrarracismo que encontraba en la venganza -en la revancha por las penurias efectivamente sufridas- el fin último de su existencia.

Para interpretar este fenómeno, es necesario considerar las particularidades de los atravesamientos de la subjetividad individual y colectiva, ya que la manera en que se conforma la subjetividad es determinante de las formas que asuma el comportamiento intergrupal. En este punto cabe advertir qué, si bien es cierto, la realidad objetiva que se atraviesa es una variable interviniente indiscutible, no menos cierto es el valor que representa la particular percepción que los individuos y colectivos tengan de aquellas realidades vividas, o fantaseadas como reales. Esa forma de percibir bien puede ser moldeada por las ideologías que se instituyen sobre los mitos "raciales", o bien, solamente, por las necesidades de los sujetos de percibir de un modo selectivo las condiciones estructurales en que vive (Klineberg, 1940).

El concepto "raza" fue impuesto -por los ideólogos, conscientes de ello o no, del racismo- como un criterio "científico" útil para clasificar social, política y económicamente a la población del planeta según sus intereses. Así es como aparecieron en el lenguaje cotidiano los términos indio, negro, asiático, blanco y, se tuvo que inventar, la de mestizo para designar a aquellos que nacieron -fruto del "pecado" amoroso- entre dos miembros de distintas raigambres etnológicas. De tal manera es que surge el eurocentrismo que fue utilizado por el capitalismo internacional y que le permite distribuir el trabajo y el intercambio de las riquezas (Durkheim, 1893) o, si se quiere, la distribución de la pobreza entre las mayorías. Ha sido en los territorios "coloniales", el que ofreció el pie al surgimiento del modo capitalista de explotación económica. Recuérdese que después de producida lo que se llamó la Revolución Industrial, fundamentalmente en Gran Bretaña, Francia, Alemania y Holanda, surgió la necesidad de obtener materias primas baratas para abastecer las demandas de la industrialización de los productores metropolitanos; a lo que debe agregarse que aquellos "primitivos" empresarios salieron a la búsqueda de la conquista de mercados de consumidores cautivos que pagaran el valor agregado -puesto por la mano de obra explotada en las metrópolis- de la diferencia entre el producto básico exportado a la "centralidad" y el que se le cobraba a aquellos una vez que había sido industrializado y retornaba a sus países de origen a través de la reexportación manufacturada de la materia prima sacada de las entrañas de la tierra o de la matanza de animales, con lo que rompían el equilibrio ecológico, pero eso poco importaba a industriales, traficantes, barqueros o cazadores.

La relación entre el racista colonizador y el colonizado ha sido presentada como una forma de expresión asimétrica de lo que hoy se conoce como relaciones internacionales. Eran los "indios", los "negros", los "amarillos", quiénes ponían en juego la fuerza de su trabajo, en tanto que los otros -los colonizadores racistas- solo tenían que restallar el látigo sobre el lomo de los trabajadores, con lo que impusieron el esclavismo propio del capitalismo entre los Siglos XV y hasta mediados del siglo XX, momento éste último en que tuvieron lugar la mayoría de los movimientos de liberación nacional en los continentes africano y asiático.

Es de hacer notar que la asimetría que comento en la relación colonizador-colonizado, no se produjo sólo con las colonias extracontinentales, también se produjo -y continúa haciéndolo- con los miembros de comunidades europeas consideradas como de categorías "inferiores". Las reacciones xenófobas violentas que ocurrieron en Alemania con un grupo de residentes turcos -que fueron quemados vivos en sus residencias- y cualquiera que recuerde algo de geografía, sabe perfectamente bien que un turco es un europeo ... aunque -paradójicamente- no tan igual a cualquier otro europeo nacido en la centralidad. También recuérdese el caso de los refugiados albaneses y sus peripecias para ingresar -incluso nadando por el Adriático- a Italia, ellos no solamente han sido rechazados en sus intentos de búsqueda de refugio durante la última década del Siglo XX, sino que, los que lograron ingresar, sufren persecuciones policiales y viven bajo la sospecha de aquellas "fuerzas del orden"; aunque solo se ganen la vida vendiendo paraguas en la Fontana de Trevi a los turistas en los días de lluvia. Y los albaneses no solamente son europeos, si se recuerda la historia reciente, se verá que Albania fue puesta bajo protectorado italiano en 1925 y que en 1939 fue ocupada por las tropas del Ejército de Mussolini, hecho que duró hasta la liberación, en 1945, con el final de la Guerra. Y nada se diga de las "colonizaciones" hechas por nazis alemanes y los comunistas en el mismo siglo en territorio europeo. Los excesos esclavistas que se produjeron dan lugar como para escribir una enciclopedia, la que tendría la misma extensión que la Británica.

La derrota del proyecto racista, encarnado por el nazismo, con el término de la Guerra, contribuyó a que ante el público masivo se deslegitimara el racismo como ideología formal, al menos ocurrió para la mayor parte de la población mundial. Haber publicitado las imágenes de los campos de concentración, diseminados por Europa central que el nazismo puso en funcionamiento durante su marcha triunfal, sirvió para que mucha gente comprendiera que los que soportaron tales tormentos también eran personas y qué, como tales, no tendrían que haber sido objeto ni de torturas ni del genocidio masivo. Inclusive, la activa participación de soldados negros norteamericanos en la guerra y su conducta a veces heroica en el campo de batalla, hizo que estos también dejaran de ser considerados inferiores, sobre todo por parte de aquellos compatriotas que habían luchado codo a codo entre el barro y la sangre de las trincheras contra el común enemigo nazi (Stouffer, 1949).

Pese a estas experiencias, el racismo no perdió adeptos tan rápido como era de esperar y alcanzó a recrudecer en Sudáfrica, dónde desde 1949 se impuso, desde la minoría blanca el apartheid, que se aplicó a los nativos negros, con lo que la ideología y práctica del racismo llegó a ser más intensa y paradigmática para esa ideología, al separar a las personas en sus relaciones cotidianas solamente por una distinción inocultable, como es el color de la piel. Esta situación de esclavitud y separatismo vio su final feliz en 1991 con el triunfo político del dirigente de la protección y defensa de los derechos humanos, Nelson Mandela.

Pese a las demostraciones en contrario que se presenten, tanto para las víctimas del racismo como para quienes se oponen a él -sin combatirlo abiertamente- la idea de "raza" es algo "natural", casi como si se le pudiera aplicar a los hombres las diferencias raciales que se hacen entre los caninos con objetivos de divertimento para los niños, o con el ganado vacuno, pero con fines comerciales. Y es en eso que estriba la eficacia de este instrumento de dominación social, pese a no ser más que un constructo ideológico, sin relación alguna con las consideraciones que aporta la biología acerca de la especie humana y sí, en cambio, tiene que ver, con las perversas y siniestras relaciones de poder que se dan en el sistema capitalista. Así se presenta como algo perdurable y universal la creencia de que la "raza" es un producto de la biología -también en lo referido a humanos- que se implica necesariamente con la historia natural de la humanidad y, por consiguiente, en la historia social y cultural de las relaciones entre las personas.

Una aportación final -desde la usada biología para demostrar lo contrario a las tesis racistas- con el fin de desmitificar las "ideas" acerca de que los humanos pertenecen a diferentes razas. Cualquier macho y hembra -con condiciones fisiológicas suficientes para la procreación- pueden reproducirse a través de la cópula sexual. Sean uno blanco y la otro negra, sean amarillas y negros, se copule entre judíos y arias y todas las combinaciones posibles imaginables por el lector. Tal hecho sería imposible -en sus consecuencias reproductivas- si se trataran de "razas" diferentes. Son solo individuos de una misma especie -que comparten los deseos sexuales por encima (19) de las cuestiones de piel- y eso es más que suficiente para crear todas las formas de mestizaje posible y, sobre todo para demostrar la libertad de los humanos -aunque se la quiera a veces limitar con leyes severas- de elegir su compañía sexual.

Siguiendo la metáfora anarquista del Archipiélago, es prudente ver que es lo que une a las "razas" y no lo que las separa. Según la definición de los diccionarios, un archipiélago es un conjunto de islas "separadas" por las aguas. ¿Sería demasiado ingenuo pretender definirlas como un conjunto de islas unidas por las aguas?. Nadie piensa que las Antillas forman un archipiélago con las Malvinas, ya que en este caso el agua que las separa es mucha. Con criterio analógico, a los humanos nos ocurre algo semejante. La pigmentación de la piel -algo bien superfluo- no nos separa, en todo caso pueda ser que alguna vez nos una.

Entiendo que lo expuesto hasta aquí, como también se lo encuentra de manera fundada en otros textos, sobre la mistificación del concepto de raza para su utilización ideológica, debiera alejarlo de una vez y para siempre del lenguaje científico y coloquial. Pero tal cosa sería fácilmente leída como una pretensión de soberbia intelectual y política; por consiguiente, sólo es posible repetir una y mil veces los mismos argumentos y reflexiones de manera ampliada a fin de lograr de a poco que más y más personas se enteren de su falsedad, como asimismo del profundo contenido ideológico y racista que lleva implícito. Dado que no soy tan ingenuo como puede parecer, es que creo que hay que fundamentar cada vez con mayor profundidad y seriedad los alcances políticos a los que sirve el uso del término "raza" y a quienes les resulta de utilidad el concepto que nos convocó en esta lectura.

 

BIBLIOGRAFIA:

BAUER, R. A.: (1948) "The Psychology of the Soviet Middle Elite: Two Cases Histories". En Kluckhohn.

BLEGER, J. (1962) Psicología de la Conducta. Paidós, Bs. Aires.

CASTORIADIS, C.: (1975) La Institución Imaginaria de la Sociedad. Tusquets, Barcelona, 1983.

DURKHEIM, E.: (1893) La división del trabajo social. G. Kraft, Bs. Aires, 1947.

FROMM, E.: (1941) El Miedo a la Libertad. Paidós, Bs. Aires, 1962.

GOFFMAN, E.: (1961) Estigma. Amorrortu, Bs. Aires, 1970.

LIPPMAN, A.: (1922) Public Opinion. The Macmillan, New York, 1960.

LOCKE, J.: (1698) Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil. Alianza, Madrid, 1990.

KARDINER, A.: (1939) El Individuo y su Sociedad. Fondo de Cultura Económica, México, 1945.

KLINEBERG, O.: (1940) Psicología Social. Fondo de Cultura Económica, México, 1964.

KLUCKHOHN, C. et al.: (1948) Personality, in Nature, Society, and Culture. Knopf, New York.

MALINOWSKI, B.: Los Argonautas del Pacífico Occidental. Península, Madrid, 1973.

MEAD, M. y METRAUX, R.: (1953) The Study of Culture at Distance. Univ. of Chicago Press.

MILL, J. S.: (1863) Utilitarismo. Agostini, Bs. Aires, 1993.

RODRIGUEZ KAUTH, A.: (1996b) "Ciencias Duras vs. Blandas: ¿Una Disociación Esquizoide o una Relación Perversa?". Rev. Propuestas, Bs. Aires, Año 2, N° 4.

STOUFFER, S. A. et al.: (1949) The american soldier. Princeton University, New Jersey.

YOUNG, J. Z.: (1972) Antropología física. Introducción al estudio del hombre. Ed. V. Vives. Barcelona, 1976.