EL PRIMER MUNDO ES EL DEUDOR

Robert Jensen
rjensen@uts.cc.utexas.edu

A medida que se desplegaban las protestas en las calles de Washington DC, frente a la reunión del Fondo Monetario y del Banco Mundial, se podría pensar que su foco eran complejos problemas fiscales y de política monetaria. Pero el problema subyacente en esta lucha partía de cuestionamientos más profundos:

¿Para qué sirve la economía, y qué significa ser un ser humano en el mundo moderno?

Es la economía simplemente un sistema y un conjunto de instituciones para maximizar la producción no importando a qué costos para la gente y para el planeta? O ha de ser el objetivo de una economía crear condiciones bajo las cuales seres humanos libres puedan conjuntar su potencial creativo y trabajar colectivamente para conformar un mundo sustentable?

¿Es el dinero la única medida del valor, o la riqueza real proviene del capital viviente del planeta?

¿Hemos de juzgar la economía solamente con relación a los valores del mercado? O han de tener un lugar la compasión, la solidaridad y el amor –no sólo en nuestras familias y en la intimidad de nuestras vidas, sino también en el dominio público, en el modo en que colectivamente nos definimos a nosotros mismos?

Estas cuestiones surgieron cuando un colega político y yo debatimos recientemente con dos profesores de una escuela de negocios sobre el problema de la responsabilidad corporativa.

Durante la discusión, hablé de la tristeza que sentía muy a menudo al vivir en una sociedad en donde cada valor humano no sólo es marginado, sino a menudo sujeto a burlas ya que sería inconsistente con las demandas de la economía. Los más vulnerables –los pobres, los niños, los ancianos, los enfermos—son los que más sufren con este estado de cosas. Pero es que todos sufrimos por esta concepción de la naturaleza humana inherente a nuestra economía que es tan abusiva.

No nos engañemos: la visión de la naturaleza humana que subyace en el capitalismo corporativo es inhumana y anti.humana. Se nos dice que la gente responderá solamente a los reclamos del egoísmo y de la avaricia, y que por eso nuestras instituciones económicas están construídas para corresponder a esta noción. Entonces, cuando la gente actúan como lo hacen por egoísmo y avaricia en un sistema que premia esas conductas, se nos dice, “miren, vean cuán ambiciosa es la gente”.

Es nuestra tarea no aceptar esa lógica fácil, rechazar la frase de la ex Primer Ministro Margaret Thatcher. “No hay alternativa”. Por supuesto que hay alternativas. No hay nada de natural o de inevitable acerca del capitalismo y sus afirmaciones subyacentes sobre la naturaleza humana.

Todos hemos experimentado situaciones en donde en vez de cálculos imbéciles sobre nuestro propio interés, hemos actuado con un sentido de solidaridad, con una comprensión de que para ser plenamente humanos debemos mantener una relación significativa con los demás. También, todos hemos sido en algún momento, egoístas y ambiciosos. Ambos aspectos son parte de la naturaleza humana. El problema es, ¿ construímos instituciones para que favorezcan nuestra capacidad para la bondad o para la crueldad ¿

Una economía es producto de decisiones humanas. Por definición, podemos elegir de modo diferente. Por ejemplo, podemos elegir eliminar las políticas de préstamos del FMI y al Banco Mundial , políticas que limitan la educación, la salud y los servicios sociales en el mundo en desarrollo, a fin de maximizar ganancias en el mundo más desarrollado. Nosotros podemos abandonar esos “ajustes estructurales”, que sólo ajustan la vida de la gente hacia abajo.

Podemos entender que un mínimo sentido de justicia significa que el Primer Mundo debería perdonar la deuda que ha impuesto al Tercer Mundo y comenzar a hablar de la verdadera rendición moral de cuentas por el colonialismo e ir al pago de reparaciones.

Y, cuando nuestra imaginación moral colectiva se haya desarrollado lo suficiente, podemos comenzar a diseñar un mundo en donde a las corporaciones no se les permita caer sobre los pueblos en busca de ganancias.

Ese mundo no está tan lejos como algunos piensan. Después de nuestro debate en la escuela de negocios, un estudiante de MBA se acercó y nos agradeció de haber venido a hablar frente a un grupo que era tan hostil a nuestro mensaje. -“ No estoy de acuerdo con todo lo que nos dijeron, y yo voy a entrar en los negocios”-me dijo- Y entonces su voz titubeó un poco,y agregó, “pero lo que dijeron, me conmovió”.

Ese momento –un enlace entre dos personas, en un edificio construido para enseñar a la gente a honrar a la avaricia—tambvién me conmovió. Era un recordatorio de esos otros valores, los de la posibilidad de alternativas. El problema es cuándo juntos tendríamos el valor de crearlas.


(*) Robert Jensen es profesor en el Departamento de Periodismo de la Universidad de Texas en Austin. E.Mail: rjensen@uts.cc.utexas.edu Tiene otros escritos en línea: http://uts.cc.utexas.edu/~rjensen/freelance

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