Enero de 2025
ESPERANZA AGUIRRE: DE LA "DAMA DE LATÓN" AL "MARQUESADO DE LAS CLOACAS"A. Ramírez. Canarias-Semanal.Org.
Una aristócrata del "Antiguo Régimen" en busca de su sillón en el siglo XXI
En marzo de 1999, la OTAN bombardeó Yugoslavia durante 78 días, bajo el argumento de proteger los "derechos humanos". Dos décadas y media después, los hechos y testimonios han revelado otra verdad: fue una guerra imperialista contra un país soberano. Entrelazados en ella estuvieron tres personajes: Javier Solana, Vladimir Putin y el becario precoz, Pedro Sánchez, actual presidente del gobierno de España.
Hay personas que no necesitan una sátira. Se bastan por sí solas. Constituyen su propia caricatura, su propio chiste cruel, su propia tragedia sin redención. Esperanza Aguirre, la marquesa liberal de Chamberí, es una de ellas.
Y no lo decimos desde el rencor, sino desde la necesidad imperiosa de registrar, como cronistas de la época, que sí, que la Comunidad de Madrid fue gobernada por una señora que parecía salida directamente de las páginas más inverosímiles de Fortunata y Jacinta o del realismo galdosiano más hiperbólico.
Galdós, con su fina pluma de entomólogo social, la habría retratado sin dudarlo como una mezcla de Doña Perfecta y la Marquesa de Villabruna, personajes que combinan el clasismo, la hipocresía moral y un catolicismo tan de sacristía como de sobres.
Porque la verdad es que Aguirre fue eso y mucho más. Fue presidenta de la Comunidad de Madrid, Ministra de Educación con Aznar, Presidenta del Senado, portavoz del PP… y, sobre todo, la autora intelectual - si cupiera usar la palabra "intelectual" en su biografía-, de un modelo de gestión política basado en el pelotazo urbanístico, la privatización alegre y la creación de una oligarquía autonómica de amigotes, comisionistas y consejeros de Consejos de Administración. Dejó tras de sí un rastro de ruina, corrupción y caspa ideológica que haría palidecer a más de un duque del Ancien Regime.
Pero si algo define a Aguirre no es su historial de cargos, sino su capacidad infinita para el ridículo. Que esta señora haya llegado a defender recientemente, con una copa de ginebra política en la mano y sonrisa beatífica, que "a la larga, la dictadura fue mejor que la Segunda República", es tan revelador como brutal.
No por lo que dice -que ya lo dijo más o menos Fraga en los 70-, sino por el desparpajo con el que lo suelta, convencida de estar iluminando al vulgo. Y no. Lo único que hace es recordarnos que la impunidad en España no solo se da en los tribunales. También se da, desgraciadamente, en la Historia.
LA "DAMA DE HIERRO" DE LATÓN
Esperanza Aguirre quiso ser la Thatcher ibérica, pero le salió un remake entre Aquí no hay quien viva y Cuéntame cómo pasó. Donde Thatcher imponía terror con el puño de hierro del capital financiero, Aguirre organizaba esperpentos con micrófonos abiertos, saraos con Joaquin Sabina, carreras de coche en sentido contrario y ruedas de prensa donde dimitía mientras no dimitía. Era un personaje tan de zarzuela chusca que ni la izquierda natillera se atrevía a atacarla. Y, la verdad, ¿cómo combatir algo que ya está a medio camino entre el bufón de la corte y el monarca desnudo?
Sin embargo, detrás de ese aire de folletín liberal madrileño se ocultaba una maquinaria de poder muy bien engrasada. El "modelo Aguirre" en Madrid consistió, básicamente, en convertir la gestión pública en una suerte de franquicia neoliberal: hospitales privatizados, educación concertada a la carta - pero solo para quienes pudieran pagársela -, especulación urbanística sin freno y colocación masiva de amigos del alma en empresas y organismos públicos.
El resultado: el 90% de las tramas de corrupción que han afectado al PP madrileño en los últimos 20 años tuvieron alguna relación directa o indirecta con su entorno político. Gürtel, Púnica, Lezo, Fundescam, Bankia… Podríamos seguir ad infinitum. Pero, la verdad, da mucha pereza.
Ella, como buena marquesa sin castillo pero con contactos, muy buenos contactos, nunca sabía nada. Era la señora que paseaba por el jardín mientras su jardinero escondía cadáveres entre los setos. “¿Yo? ¡No sabía nada!”, repetía con esa mezcla entre aparente indignación y teatrillo amateur de colegio de monjas.
Pero sí sabía. O, al menos, permitió. Y en política, como en Derecho romano, quien calla, otorga. Y quien nombra, asume.
EL "MARXISMO" SEGÚN LA MARQUESA
Lo más curioso es que Aguirre, como toda aristócrata sin feudo, pero con verbo facilongo, ha querido siempre hablar de marxismo. Claro, como enemigo a batir. En realidad, ella ha representado siempre el reverso absoluto de la teoría materialista de la historia: su mundo no se mueve por las condiciones materiales, sino por las cenas de la FAES, los almuerzos con la CEOE y las confidencias en la Zarzuela.
Si Marx y Engels describieron al Estado como el “Consejo de Administración de los negocios de la clase dominante”, Aguirre lo ha entendido al pie de la letra… y por eso mismo convirtió la parte que le tocaba de esa institución, en el Consejo de Administración del PP madrileño.
Cada vez que Aguirre abre la boca, uno recuerda lo que marxistas recalcitrantes dicen sobre la ideología dominante: no es solo una forma de pensar, sino también de hacerle ver a la gente que no hay otra forma de pensar.
Aguirre lleva años repitiendo que la culpa de todos nuestros males la tiene “la izquierda radical”, “los comunistas bolivarianos”, cuando fue su gobierno el que convirtió Madrid en un laboratorio de precariedad social, la desigualdad creciente y la corrupción institucionalizada.
Como decían Marx y Engels, la historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases. Y en esa historia, Aguirre es una nota al pie escrita con tinta de rancio abolengo e intenso perfume a naftalina ideológica.
LA DIVA DE LA CLOACA
En cualquier repaso al esperpento institucional español de las últimas décadas, Aguirre se lleva la palma. No solo por su verbo —en el que combina el nacionalcatolicismo de abuela del barrio de Salamanca con la arrogancia de una directora de internado victoriano— sino por el séquito que cultivó. Y no hablamos de discípulos ideológicos, sino de una auténtica banda de mediocres con carnet y tarjeta black.
¿Quién puede olvidar que bajo su mandato florecieron personajes tales como Francisco Granados (Púnica), Ignacio González (Lezo), Lucía Figar (becas black), Salvador Victoria (Gürtel)...? ¿Todos ellos nombrados por quién? Exacto. Por doña Esperanza, la libertadora de mercados y opresora de bibliotecas públicas.
Ella, por supuesto, siguió siempre el viejo manual del “yo no me enteré de nada”. Pero la cuestión no es si sabía, sino si podía no saber. Y si no sabía, peor: era incompetente. Y si lo sabía, peor aún: era cómplice. No hay escapatoria. Cuando la política se convierte en una gestoría de favores y sobres, la presidenta no es ajena: es la administradora de la finca.
En términos marxistas, Aguirre encarnó la superestructura ideológica perfecta del neoliberalismo español: defendía una “libertad” basada en la privatización de todo lo público, en el castigo al pobre, en la criminalización del sindicalismo más combativo y en el odio visceral a la memoria histórica. Lo suyo no era una ideología política: era un exorcismo medieval contra todo lo que oliera a justicia social, a reforma agraria, o a derechos laborales.
HISTORIA, MEMORIA Y DESMEMORIA
Y claro, para rematar la faena, la lideresa decidió hace poco escribir un libro —“Una liberal en política”— donde no se corta un pelo. Allí dice, literalmente, que “a la larga, la dictadura fue mejor que la Segunda República”.
Esta declaración no es un desliz, sino, a la vez, un grito de guerra y un spot comercial para que la ultraderecha compre su libro que, apenas editado, ya estaba empezando a languidecer .
Y lo que es más grave aún: es una confesión de clase. Porque en ese "a la larga", lo que Aguirre nos está queriendo decir es que el franquismo les devolvió lo que la República les había quitado: el poder, la finca, el palco y el silencio de los vencidos.
Las víctimas del franquismo, por supuesto, no se han quedado calladas. ¿Pero qué castigo recibirá Aguirre por esas palabras cargadas de odio? Ninguno. En un país serio, una declaración así arrastraría consecuencias. En España, te da otra entrevista. La impunidad con la que se puede defender una dictadura demuestra que esta “democracia” continúa secuestrada por las mismas élites que hace 80 años aplaudieron el golpe militar.
AGUIRRE EN EL MUSEO DEL RIDÍCULO
A estas alturas, Esperanza Aguirre merece no un capítulo, sino una sala entera en el Museo de la España de cartón piedra. Un lugar entre el Cid Campeador y los trajes del presidente valenciano Camps. No por importancia, sino por la profundidad simbólica de su personaje: es el residuo de la España eterna, de la nobleza reconvertida en manager neoliberal, de la señora que no ha leído nunca a Marx, pero que se atreve a explicarte lo que es el comunismo.
Si nuestro Pérez Galdós la hubiera conocido, no habría necesitado inventar ningún personaje nuevo. La habría retratado tal cual es, con nombre y apellidos. Quizá la habría llamado “Doña Esperanza de los Aguirre y las Cloacas”, viuda ideológica del franquismo que suspira por el pasado mientras trata de jodernos el presente y el futuro.
En el fondo, Aguirre no es una anomalía. Es una figura necesaria para entender el sistema que la sostuvo. Porque, como bien sabían Marx y Engels, las ideas dominantes de cada época son las ideas de la clase dominante.
Y Aguirre fue la voz, la cara y la risa de esa clase social en la España del pelotazo.
https://canarias-semanal.org/art/34464/la-destruccion-de-siria-un-plan-imperialista-ejecutado-paso-a-pasoVisitas: 4