Agosto de 2023
Entre el cadalso y el abismo, paso a paso en la Argentina electoralCarlos A. Villalba
El domingo 13 de agosto la Argentina vuelve a la sana costumbre constitucional de votar, en el inicio del proceso que culminará con la elección de una presidenta o un presidente. Esta vez será sin barbijo y en medio de una coyuntura inestable, con una oposición en medio de una interna furiosa y un oficialismo más ordenado pero con la mochila de una inflación interanual aproximada al 120%.
Semejante cóctel genera escenarios tan distorsionados como absurdos. Por ejemplo, en la previa de las inminentes primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO), pican en punta los herederos del monstruo que destruyó los avances logrados por el peronismo en más de una década (2003-2015) y hundió al país en una situación cuyas consecuencias terminaron pagando el propio sector que sacó semejante peso de las espaldas de argentinas y argentinos.
El intendente de la Ciudad con autonomía de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, y quien fuera ministra encargada de recorte de sueldos estatales y jubilaciones a principios de siglo y responsable de la muerte de jóvenes en el marco de su persecución a los pueblos originarios hasta hace menos de cuatro años junto a Mauricio Macri, Patricia Bullrich, son los jinetes de esa montura liberal y violenta. A pesar de sus prontuarios están al frente de las intenciones de votos para esta primera etapa comicial.
En la vereda de enfrente, oficialista y gubernamental, se para Sergio Massa, con su doble gorro de candidato y… ¡ministro de Economía de una administración que arrastra una inflación promedio mensual del 10%…! cifra que dejaría sin posibilidades a cualquier opción electoral que la representara. Cosa que parecería no estar sucediendo en la Argentina dislocada.
Como sea, la ciudadanía construirá un tablado en el que se instalaría el patíbulo de sus posibilidades de mejorar su vida o se acercará aún más al despeñadero que siempre tuvieron enfrente las actuales autoridades, condicionadas por la estructura económica y financiera que le dejó el gobierno constitucional que más daño hizo en menos tiempo, a las que se agregó la falta de decisión política del presidente Alberto Fernández, la cuarentena obligada que salvó miles de personas cuando aún no había vacunas contra la covid, una sequía que ya recortó el ingreso de divisas en u$s 20 millones y los manejos de desestabilización financiera impulsados por los grupos concentrados y los grandes distribuidores de alimentos, que impactaron en los mostradores con precios inalcanzables de productos imprescindibles.
Números contra números
Cook 42 (intervención sobre imagen de Pascal Sender
Aunque las encuestas han perdido todo crédito posible, ya sea como operación o como pseudociencia, números y porcentajes siguen rondando despachos y centros partidarios, redacciones y redes sociales. Y la política, los medios y hasta las casas en las que se trata de desentrañar el nudo electoral del 2023, las miran, las dan vuelta y pretenden analizarlos. El primer error es considerar la presencia de un “escenario de tercios”, es decir, tres fuerzas con posibilidad de orillar el 30% de los sufragios: Juntos por el Cambio (JxC), la fuerza de la coalición liberal PRO+Unión Cívica Radical+Coalición Cívica ARI; Unión por la Patria, el peronismo encabezado por la dos veces presidenta y actual vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, y La Libertad Avanza, partido ultra antiestatal del liberal extremo Javier Milei.
En realidad, en todo momento hubo dos fuerzas que atrajeron la simpatía de entre el 33 y el 28 por ciento y la de Milei pasó del 5 al 10, luego al 20% y empezó a bajar; aún en el pico no llegó a terciar, sí a pelear una franja, heterogénea, del electorado que obliga considerar que, en esta coyuntura precisa, habrá una “tercera” fuerza y que sus votos, contradictorios y volátiles, podrán inclinar la balanza hacia alguno de los dos primeros.
Selfie-W (intervención sobre imagen de Pascal Sender)
La prédica del jefe “anarcoliberal” se caracteriza por la oposición al aborto legal, seguro y gratuito (al que considera “asesinato agravado por el vínculo”) y el rechazo a la educación sexual integral (ESI) en las escuelas, apoyo a la libre portación de armas, negación de la existencia del calentamiento global y las consecuencias ya irreversibles de la tragedia climática en curso, defensor de la venta de órganos, su hipermercadismo lo lleva a considerar que hasta la venta de niños “se podría debatir” en el futuro.
El trazo, claro, de su perfil termina de construirse con su trabajo como asesor de Antonio Bussi, genocida acusado de más de 800 secuestros, torturas, asesinatos y desapariciones en la provincia de Tucumán, y las posturas de sus colaboradores más cercanos, negacionistas de las violación sistemática de los derechos humanos durante la última dictadura cívico militar, como su compañera de fórmula, Victoria Villarruel, quien reivindica a los genocidas de ese régimen y rechaza la existencia de 30 mil detenidos desaparecidos.
Su irrupción, patrullando los canales de televisión afines al liberalismo en limusinas y con un peinado de peluca desmañada, generó dos fenómenos de importancia política: el corrimiento a la derecha de la expresión neoliberal macrista, tanto de Rodríguez Larreta como de Bullrich, y la conquista de una franja de la población, compuesta por personas desencantadas de los partidos mayoritarios y por jóvenes que se engancharon con su discurso de agresión “antipolítica” y, supuestamente rebelde, en particular en tiempos de la cuarentena anti covid, que él rechazó. También por sus dislates al filo de lo patológico como el de su grupo de asesores temáticos, compuesto por sus cuatro perros mastines ingleses, clonados de su amado Conan, con quien se “comunica” a través de una traductora médium y lo pone en contacto con dios, que lo convenció de que sea Presidente.
Cuarentena y desencantos
La pandemia que paralizó el país, y el mundo, a partir de marzo de 2020, lo cambió todo, desde las conductas sexuales hasta las funerarias, las costumbres sociales, las prácticas laborales y educativas; la producción y las cadenas de valor y de transporte.
A juicio de esta crónica, las consecuencias de aquella cuarentena constituyen uno de los componentes del comportamiento electoral en la mayoría de los países del mundo, también en la Argentina, donde el gobierno perdió en las elecciones de medio término de 2021, apenas después del pandemia, tanto que se obligó a concurrir a las urnas con barbijo. El otro gran determinante fue, como ahora, el descontrol de los precios de los artículos de consumo básico, que afecta de manera directa y empobrecedora a la mayoría de la población.
El proceso de construcción del voto es complejo, se define por variables objetivas y subjetivas. La “real realidad” y la percepción de la misma son cosas diferentes, en especial en contextos en que los grupos económicos que controlan a los “medios de comunicación” construyeron una “Cadena de Propaganda Privada”, un aparato que actúa sin límites, opera como un actor partidario, controla buena parte de la agenda, construye sentido y maneja códigos inconscientes.
Del mismo modo que durante la pandemia sus mensajes lograron negar el desarrollo del dispositivo sanitario, impidieron vivir la vacunación como una conquista que salvó miles de vidas y desplazaron la responsabilidad de la situación económica desde los causantes hacia los que debieron manejar sus consecuencias, en el presente desarrollo electoral opacaron ante buena parte de los votantes las causas del proceso inflacionario y las consecuentes privaciones de quienes menos tienen, niegan la importancia destructiva del endeudamiento impagable e irregular con el FMI que acordaron Mauricio Macri y su amigo Donald Trump en 2919, instalan en la zona oscura del olvido que Bullrich y el precandidato a vicepresidente por la lista rival, Gerardo Morales, integraron el gabinete de Fernando de la Rúa, que tuvo que salir en helicóptero de la Casa de Gobierno, dos años antes de tiempo, después dejar en todo el país más de 40 muertos y 500 heridos, durante la masacre del 19 y 20 de diciembre de 2001.
Una generación no lo vivió, otra prefirió olvidarlo. La desmemoria y la frustración son componentes en los que abreva Milei que, junto con sus preferencias cavernícolas, plantea el “amor libre” y la despenalización de los consumos problemáticos, con lo que arma un coctel de tales características que “disimula” o “suaviza” sus horrores. Además de generarle dolor de cabeza a los analistas de las encuestas.
Buena parte del electorado argentino está sumergido en un doble desencanto: el que producen dos períodos presidenciales, de signos diferentes que, en términos generales, en los que no mejoraron sus condiciones de vida, junto a la frustración que genera la constatación de la poca y nula influencia que su voto tiene sobre su propia cotidianeidad, compuesta de consumos básicos, transporte, viviendas inaccesibles hasta para alquilar, problemas de seguridad…
Esa “desilusión” está en la matriz del aumento del ausentismo que hasta el momento se viene dando, tanto a lo largo de los años como de los territorios. Un hecho sintomático fue que la pérdida de votos del peronismo del 2019 al 2021 no se trasladó al liberalismo, sino que se explica por la ausencia de sus partidarios del pasado a la hora del sufragio. Ahí se asienta una de las expectativas de la actual Unión por la Patria: lograr que más personas participen, con la expectativa de que la mayoría de ellas lo hagan por Sergio Massa.
Lo malo, más rápido y peor
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